Abstract
A mediados de la década de los años setenta, la Universidad de Costa Rica, que había venido creciendo a un ritmo notable, era un centro de estudios superiores abocado esencialmente a tareas de enseñanza o transmisión del conocimiento, resultando evidente la desproporción prevaleciente entre la docencia, por un lado, y las actividades de investigación y extensión, por el otro.
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