Rev. Ciencias Sociales 176: / 2022 (II)
ISSN Impreso: 0482-5276 ISSN ELECTRÓNICO: 2215-2601


Transiciones a la adultez de jóvenes de segunda generación de origen mexicano en los condados de Orange y Los Ángeles (California): trayectorias familiares

Transitions to adulthood of second-generation youth of Mexican origin in Orange and Los Angeles counties (California): family trajectories

María del Rosario Narváez Jiménez*

Tipo de documento: artículo académico

Resumen

El objetivo de este artículo es conocer cómo se desarrollan los procesos de transición a la adultez entre jóvenes de segunda generación de origen mexicano, tomando como referencia la trayectoria familiar. El enfoque biográfico, concretamente la perspectiva etnosociológica de Daniel Bertaux, a través de los relatos de vida, ha sido la técnica empleada. El trabajo de campo se llevó a cabo en 2016 en los condados de Orange y Los Ángeles, Estados Unidos. Entre los aspectos más relevantes que los jóvenes destacan en sus relatos se encuentran: la maternidad/paternidad como evento de inicio de las transiciones y su influencia en las trayectorias educativas y laborales, las desigualdades de género que se producen a raíz de dicho evento, las dificultades para residir de manera independiente a los padres y el cambio en las relaciones intergeneracionales, así como las expectativas de los nuevos padres y madres respecto de la educación de sus hijos, particularmente en lo relativo a la lengua.

Palabras claves: ADULTO * JOVEN * relato * FAMILIA* ESTADOS UNIDOS

Abstract

The aim of this article is to find out how the processes of transition to adulthood develop among second-generation young people of Mexican origin, taking the family trajectory as a reference. The biographical approach, specifically the ethno-sociological perspective of Daniel Bertaux, through life stories, has been the technique used. The fieldwork was carried out in 2016 in the counties of Orange and Los Angeles. Among the most relevant aspects the young people highlight in their stories: motherhood/paternity as an event that initiates transitions and its influence on educational and employment trajectories; the gender inequalities that occur as a result of this event; the difficulties in residing independently from parents and the change in intergenerational relationships; as well as the expectations of new parents regarding their children’s education, particularly in terms of language.

Keywords: ADULTS * YOUTH * SHORT story * FAMILY * UNITED STATES *

* Consultora independiente, España.

mariarosarionarvaez@gmail.com

De la teoría de la asimilación al enfoque de las transiciones a la adultez

La teoría de la asimilación ha sido la perspectiva dominante en las investigaciones en materia de inmigración desde principios del siglo XX en Estados Unidos de América (EUA). Los primeros inmigrantes en llegar procedían de países angloculturales y protestantes, por ello cuando al principio del siglo XX comenzó a llegar la inmigración procedente de los países mediterráneos y eslavos (Giner et al., 1998), las diferencias culturales, religiosas y lingüísticas se convirtieron en un problema debido a sus dificultades de asimilación. De igual manera, en el ámbito europeo, aunque con diferentes perspectivas e intereses, el objetivo ha sido parecido. Las investigaciones han respondido al interés por conocer los resultados de las políticas de integración dirigidas a las segundas generaciones. Estas han mostrado diversas consecuencias en función del enfoque político: el asimilacionista francés, el multiculturalista del Reino Unido o el de comunidad étnica de Alemania (Aparicio, 2007).

Por tanto, la perspectiva de la asimilación y sus variantes, así como las investigaciones en el contexto europeo han compartido un objetivo común, conocer cómo se ha llevado a cabo la integración de las segundas generaciones. Otro aspecto común ha sido tomar el elemento cultural como característica definitoria de las segundas generaciones, mientras que los componentes socioestructurales no se tomaron en cuenta o han sido relegados a un segundo plano. Por ello, los diferentes modelos de integración tienen una perspectiva unilateral de la asimilación y no dan cuenta del contexto más amplio en el que se produce el proceso. Pero hay otro elemento que también ha sido obviado, la etapa de la vida en la que se encuentran los miembros de la segunda generación, la juventud; ya que las implicaciones de pertenencia a dicha categoría van más allá de la edad.

Por otro lado, el componente étnico de la segunda generación no solamente debe incluir aspectos culturales, sino también socioestructurales. De esta manera, la concepción de segunda generación en este trabajo ha quedado integrada por dos dimensiones, la juventud, concebida como proceso de transición a la adultez; y la etnicidad, convertida en eje estructurador de las relaciones sociales que determinará el resto de estatus y roles de las personas jóvenes de origen mexicano (Epstein, 2006), pero sin olvidar la influencia de aspectos como la clase social y el género. Por tanto, desde el enfoque de las transiciones a la adultez se propone un planteamiento diferente basado en los procesos de inserción social de los jóvenes de segunda generación, en lugar de los procesos de integración social analizados desde las distintas propuestas asimilacionistas, donde los aspectos socioestructurales, como la situación social de los jóvenes y sus familias ocuparán un lugar central en el análisis.

De esta manera, la perspectiva de las transiciones a la adultez y la concepción de segunda generación en base al origen étnico constituyen un nuevo enfoque en el estudio de las segundas generaciones. Por ello, el objetivo de este artículo es conocer cómo se desarrollan los procesos de transición a la adultez entre jóvenes de segunda generación de origen mexicano que se han convertido en madres/padres, tomando como eje de análisis la trayectoria familiar. Entre los aspectos más relevantes que los jóvenes y las jóvenes han coincidido en señalar en sus relatos de vida se encuentran: la maternidad/paternidad como evento de inicio de las transiciones y su influencia en las trayectorias educativas y laborales, las desigualdades de género producidas a raíz de dicho evento, las dificultades para residir de manera independiente a los padres y el cambio en las relaciones intergeneracionales, así como las expectativas de los jóvenes respecto de la educación de sus hijos, particularmente en lo relativo a la lengua. Todos estos aspectos constituyen el contenido de la segunda parte de este artículo que va precedido de una breve referencia a las características y cambios que han sufrido los procesos de transición a la adultez, seguido por los aspectos metodológicos, concretamente un apartado dedicado al enfoque biográfico y otro a las características de la muestra.

1. Transición a la adultez: del modelo lineal a la heterogeneidad

La juventud como categoría implica un agrupamiento analítico que incluye a los individuos que se encuentran en un período de la vida humana denominado juventud, previo a la madurez. La juventud entendida como transición a la adultez tiene características particulares entre los diversos contextos culturales (Benedict, 2008). En lo que respecta a las sociedades occidentales, Galland (1991) define la transición a la vida adulta como el período en el que se finaliza los estudios y se produce la entrada en el mercado trabajo. De esta manera, se alcanza la independencia económica, al mismo tiempo que se abandona la familia de origen y se constituye un nuevo hogar y una nueva familia. Así, tiene lugar el modelo de transición lineal a la vida adulta, pero este modelo ha dejado de tener vigencia. Los cambios sociales y económicos que empiezan a producirse a partir de la segunda mitad del siglo XX traen consigo una situación de mayor inestabilidad y riesgos que, a su vez, desencadenan desestandarización y discontinuidad en las trayectorias familiares y profesionales (Cavalli, 2007). Las estructuras de transición se vuelven bifurcadas, reversibles e individuales (Dávila y Ghiardo, 2011; Gil Calvo, 2001; Pais, 2007). En definitiva, los caminos para convertirse en adulto son cada vez más variados, estando en función de los contextos sociohistóricos y culturales, así como de las circunstancias personales de los individuos; es decir, en función del estatus socioeconómico, el género y la etnia (Dávila y Ghiardo, 2011).

El modelo lineal de transición queda obsoleto como consecuencia del desfase entre las imposiciones sociales, así como por los medios y recursos de los que disponen las personas jóvenes para alcanzarlos (Cavalli, 2007). Por tanto, se pasa de un modelo de transición lineal, aún hoy vigente, hacia modelos más complejos y heterogéneos (Singly, 2005). Ante este panorama de mayor complejidad y dificultad se produce, además, un alargamiento de la juventud (Gil Calvo, 2001); de manera que acaban difuminándose los límites de las etapas de juventud y adultez, lo que conlleva que la etapa de la juventud deje de ser concebida como una mera preparación para la vida adulta (Gil Calvo, 2001).

2. Enfoque biográfico: relatos de vida

El enfoque biográfico, concretamente los relatos de vida desde la perspectiva etnosociológica de Daniel Bertaux, ha sido el encuadre desde el que se ha llevado a cabo el análisis y la interpretación de las transiciones a la adultez. Bertaux toma como referencia la propuesta de Norman K. Denzin (1970), quien entiende los relatos de vida (life story) como “la historia de una vida tal como la cuenta la persona que la ha vivido” (Bertaux, 1999, p. 3). Se trata de “la adopción de una nueva técnica”, pero también de “la construcción paulatina de un nuevo proceso sociológico” (Bertaux, 1999, p. 3), “de un nuevo enfoque” donde se concilian “la observación y la reflexión” (Bertaux, 1999, p. 4). Desde esta perspectiva, los relatos de vida son entendidos como una de las formas de expresión de la experiencia humana (Bertaux, 2005). Se “considera al interlocutor como un informante” ya que “lo que interesa no es lo que él cree, sino lo que sabe (por haber vivido directamente)” (Bertaux, 1999, p. 10). Por tanto, un relato es una narración que una persona hace de su propia experiencia de vida. Una autobiografía que tiene lugar a través del diálogo que se produce entre el sujeto y el investigador, a petición de este, quien tendrá unos intereses de conocimientos particulares sobre dicha experiencia, limitándose a uno o varios ámbitos del todo de esa experiencia de vida.

De esta manera, lo que interesa de cada uno de los relatos es su dimensión social, no la personal. Es decir, la relación que se establece entre las experiencias particulares y lo social. Así, la relación con la dimensión social representa todo lo que tienen en común las experiencias, sin olvidar que también existe una diversidad entre las mismas. Por consiguiente, la entrevista se ha enfocado desde el propio curso de vida, con el objetivo de poder conocer cómo se han desarrollado las experiencias vitales de los jóvenes y las jóvenes, desde la infancia, pasando por el inicio de la juventud y su evolución hasta la situación actual. Para ello se ha tomado como eje de análisis la trayectoria familiar, sin obviar la educativa y la laboral; y mediante el procedimiento de la perspectiva etnosociológica se ha partido del análisis e interpretación interna de los relatos, así como de la comparación de casos variados con el objetivo de generalizar, de realizar una transición de lo particular a lo general, procedimiento característico del modelo inductivo. En definitiva, este es el procedimiento de la Teoría Fundamentada de Glasser y Strauss, cuya propuesta reside en el método de la comparación constante y en el muestreo teórico, así como en la obtención de los datos que proceden de la realidad observada y registrada.

3. Características de la muestra

Con el objetivo de delimitar la unidad de análisis se ha partido de la propuesta de clasificación de Ruben G. Rumbaut (2006), quien toma como referencia las diferencias en el origen de los jóvenes y las jóvenes y/o de los padres/madres; además, tiene en cuenta la edad o etapa de la vida en la que se encuentran las personas a su llegada al nuevo país como aspectos fundamentales de su categorización. De esta manera, la edad de llegada es el criterio utilizado para distinguir entre las cohortes generacionales, ya que se trata de un factor que afecta de manera fundamental a los y las jóvenes en aspectos tan importantes como el lenguaje, los logros escolares, la movilidad social, las identificaciones étnicas o los vínculos transnacionales, entre otros. Por tanto, partiendo de estos factores diferencia entre “primera generación” y “segunda generación”, pero, a su vez, subdivide estas categorías. La primera generación está integrada por los nacidos en el extranjero y está conformada por las generaciones 1.75, 1.5 y 1.25. La generación 1.75 incluye a los jóvenes que llegaron a EUA en el intervalo de edad comprendido entre 0 y 5 años; la generación 1.5 se refiere a los que llegaron cuando se encontraban entre los 6 y 12 años de edad; y la generación 1.25 está integrada por los que llegaron cuando tenían entre 13 y 17 años. La segunda generación incluye a los nacidos en EUA con ambos padres extranjeros o, al menos, uno de ellos. Dentro de esta diferencia entre la generación 2.5 que se refiere a los nacidos en EUA, de un padre nativo estadounidense y otro nacido en el extranjero; y la generación 2.0 que incluye a los nacidos en EUA, pero de padres nacidos en el extranjero. Sin embargo, en este trabajo se considerarán a los jóvenes nacidos en EUA y a los nacidos en el extranjero integrantes de la segunda generación, pero se tendrán en cuenta las diferentes cohortes a modo informativo.

Este artículo es parte de una investigación más amplia cuyo trabajo de campo se desarrolló en el sur del Estado de California, concretamente en los condados de Orange y Los Ángeles, los más poblados y con una importante proporción de población de origen mexicano; durante un período de seis meses, comprendido entre marzo y agosto de 2016. Las personas jóvenes entrevistadas fueron 51, de los que 24 son mujeres y 27 son hombres, con edades comprendidas entre los 16 y 36 años. En este trabajo se expondrán fragmentos de los relatos1 de vida de 6 informantes, jóvenes que se han convertido en madres y/o padres, de los cuales 5 han nacido en EUA y 1 es migrante, concretamente, perteneciente a la generación 1.25. Respecto a este último aspecto referido a las cohortes generacionales, es importante señalar que la muestra de la investigación de la cual forma parte este artículo cuenta con una gran variedad en cuanto a cohortes se refiere. Sin embargo, no ocurre lo mismo con la submuestra utilizada en este trabajo, ya que casi todos los informantes pertenecen a la generación 2.0. Ello es el resultado que se obtuvo tras la realización de las entrevistas siguiendo la técnica de bola de nieve. Este hecho es un dato importante a tener en cuenta, ya que podría constituir una característica definitoria de este grupo, es decir, de los y las jóvenes de segunda generación de origen mexicano que se han convertido en padres y/o madres, lo que conllevaría, a su vez, nuevas preguntas e interpretaciones de futuras investigaciones.

En rasgos generales, los informantes se caracterizan por ser jóvenes que han alcanzado la totalidad de los eventos que componen las transiciones a la adultez. La mayoría han completado la trayectoria educativa, ya sea hasta preparatoria o a nivel superior (colegio comunitario y/o universidad), por lo que se encuentran desarrollando y/o consolidando la trayectoria laboral; han formado una familia de procreación, aunque muchos continúan residiendo en casa de los padres, ya que la adquisición de una vivienda propia constituye uno de los hitos más difícil de lograr. Para aquellos jóvenes que inician sus transiciones a la adultez con el evento de la maternidad/paternidad, la consecución del resto de eventos tiende a acelerarse. La maternidad/paternidad constituye uno de los hitos que mayores desigualdades produce entre hombres y mujeres, en detrimento de estas últimas. Y, como se mostrará a continuación, el nuevo rol de madre/padre supone el planteamiento de diferentes aspectos relacionados con la educación de los hijos.

4. La maternidad/paternidad como evento de inicio de las transiciones a la adultez

Convertirse en madre/padre es uno de los eventos de mayor relevancia ya que supone la adquisición de nuevos roles y estatus que implican, entre otros aspectos, la asunción de responsabilidades previamente inexistentes, sobre todo en el caso de las mujeres, en quienes recae, en mayor medida, el cuidado y la responsabilidad de los hijos. En cambio, no suele ocurrir lo mismo con los hombres, para quienes convertirse en padre no supone un evento de tanta relevancia, ni en el plano subjetivo ni en el objetivo. Sin embargo, el acontecimiento de la maternidad/paternidad difiere en cuanto al momento del ciclo vital en que se produce y por la forma en que tiene lugar, es decir, si es planeado o no, así como por la situación en la que se encuentran los jóvenes.

La maternidad fue el evento con el que Érica y Mireya iniciaron sus transiciones a la adultez. Aunque se trata de un evento con bastante peso e influencia en el curso posterior de las transiciones, sobre todo entre las mujeres, habrá que tener en cuenta el resto de los factores presentes en cada situación. De esta manera, se podrán analizar e interpretar los motivos y las razones que dirigen las transiciones hacia una dirección u otra.

Relato 1: Érica, 28 años, generación 2.0

Érica nació en el sur del Estado de California, tiene 28 años, es enfermera, está casada y tiene un hijo de once años. Su marido es mexicano, trabaja en la construcción y llegó de manera indocumentada a EUA, pero consiguió regular su situación gracias a ella, quien es ciudadana americana. Actualmente, viven en casa de los padres de Érica, pero cuando su situación económica mejore esperan trasladarse a la casa que han comprado junto a la de sus padres, mientras tanto la seguirán rentando.

Respecto a su familia de origen, sus padres son originarios de un pueblo de Guerrero y ella es la mayor de cuatro hermanos. Al hablar de su infancia hace referencia a las duras condiciones por las que pasó. Las circunstancias económicas de su familia no eran las mejores, razón por la que su padre como su madre trabajaban y, además, rentaban cuartos en su propia casa. Desde que tenía 11 años, Érica se encargó de sus hermanos menores y de las tareas del hogar (la comida y la limpieza de la casa), probablemente por ser mujer y la mayor. De esta manera, afirmaba, con tristeza, que tuvo una infancia difícil y que no podía realizar las tareas de la escuela hasta que no terminara todo el trabajo doméstico. Pero lo peor de todo es que esta situación la llevó a sufrir abusos sexuales por parte de algunos de los hombres que se hospedaban en su casa.

Mi mamá tuvo que trabajar para ayudar a mi papá, para poder tener dinero. Como mi mamá se iba, yo me tenía que hacer responsable de mis hermanos porque yo soy la mayor (…) y en ese entonces, mi mamá rentaba (…) Prefería tener muchachos jóvenes rentando para que también ella se ayudara. Ella cocinaba y les daba de comer, pero cuando ella empezó a trabajar yo ya estaba más grande, de once años. Y entonces (…) dejaba mi mochila y me ponía a hacer de comer para los muchachos (…) Ella tenía de tres a cuatro jóvenes rentando y nosotros en otro cuarto (…) No tuvimos nuestro propio espacio y compartimos siempre todo en un espacio pequeño. […] Y hasta las once, o doce, me sentaba en la mesa a hacer mi tarea hasta la una o dos de la mañana. Y yo no quería eso. Tuve experiencias malas (…) con los jóvenes o señores porque, a veces, eran casados. No hubo penetración, pero sí hubo toques, hubo insinuaciones y mentalmente sí hubo abuso. Yo siempre me quedé callada hasta la edad de 16 años, cuando yo ya no pude más y yo le dije a mi mamá (Érica, joven mexicana, comunicación personal, 25 de agosto de 2016).

Como consecuencia de la situación en la que se encontraba, a los 16 años decidió marcharse con su novio. De manera inesperada quedó embarazada y un año después dio a luz a su hijo que ahora tiene 11 años. Su embarazo fue recibido con decepción por sus padres y por muchos de sus familiares y conocidos, quienes tenían muchas expectativas en ella. Esperaban que fuera la primera de la familia que pudiera estudiar y labrarse un buen futuro, pero todas sus esperanzas se desvanecieron cuando supieron de su embarazo. Sin embargo, luchar por el futuro de su hijo se convirtió en su principal objetivo. Por ello, estudiar y poder ofrecerle una vida mejor de la que ella había tenido fue su principal meta. Además, también quería demostrarles a sus padres, y al resto de sus familiares, que se equivocaban, que ella continuaría estudiando y lograría sus objetivos.

Pero en ese entonces, yo ya tenía novio y mi novio, entonces, tenía nueve años más que yo (…) Buscó la oportunidad ((se refiere a su madre)) para decir que él era mayor, no lo hagas. Pero ella no sabía que lo que yo quería era, ya, no estar en casa porque me sentía protegida, como salvada del peligro que yo sentía (Érica, joven mexicana, comunicación personal, 25 de agosto de 2016).

Por ello, a pesar de convertirse en madre a muy temprana edad, su prioridad siempre ha sido su trayectoria educativa que empezó en el colegio comunitario y continuó en la universidad. Sus expectativas educativas junto a las responsabilidades que desde pequeña había adquirido, se corresponden con las responsabilidades exigidas por la cultura escolar (Martín Criado et al., 2001), lo que le ayudó a lograr el objetivo de tener una vida mejor. Reconoce el esfuerzo que le ha supuesto, sobre todo por el hecho de haber formado una nueva familia de manera tan temprana.

Relato 2: Mireya, 23 años, generación 1.25

Mireya tiene 23 años, es de un pequeño pueblo de Guanajuato, llegó de manera indocumentada cuando tenía 13 años y cursó la preparatoria en California, pero no la finalizó. Casi toda su familia, sus padres y sus cuatro hermanos, se encuentran indocumentados, exceptuando su hermano menor que nació en EUA. Su padre trabaja en la construcción y su madre trabaja, esporádicamente, en una fábrica. Mireya está casada, tiene tres hijos y comparte vivienda con sus padres y sus dos hermanos menores. Su esposo ha nacido en EUA, es de origen mexicano y trabaja en la construcción.

Su padre fue el primero de la familia en migrar a EUA, más tarde le siguieron su madre y sus hermanos y, finalmente, ella y su hermana mayor. Por ello, durante un tiempo, ella y sus hermanos quedaron al cuidado de su abuela y de su tía paterna. Sus recuerdos sobre ese período de su vida son muy negativos, pues están marcados por la pobreza y las carencias alimenticias y materiales que sufrió. Relataba que aunque sus padres les enviaban dinero a ella y a sus hermanos, su abuela y su tía no compraban lo que necesitaban para la escuela ni tampoco para su alimentación. Por esa razón afirmaba que haberse venido a EUA ha sido lo mejor que le había podido pasar, ya que su vida aquí es muy distinta.

La escuela es otro de los aspectos a los que hace referencia. En México ir a la escuela le resultaba costoso, mientras que en California no lo era. En primer lugar, en su pueblo no había secundaria, por lo que tenían que desplazarse a otro municipio y a veces no contaban con el dinero suficiente para el pasaje; en segundo lugar, otro de los costes de la escuela en México era el uniforme, así como el material requerido; en cambio, aquí, nunca le habían exigido llevar uniforme ni material.

—México es muy feo, yo vivía en un rancho (…) Ya no me gustaría regresar (…) La vida es muy diferente allá, no hay las mismas posibilidades que aquí. Allá uno está deseoso de cosas, tanto de frutas como de comida (…) y no las puedes tener.

—¿Y AQUÍ SÍ?

—Sí, porque vas a la tienda, la fruta está barata (…) Tienes más posibilidades de comprar las cosas. Aquí no se sufre tanto como allá. En México se sufre bastante (…) Lo mejor que pude haber hecho fue haberme venido (Mireya, joven mexicana, comunicación personal, 15 de junio de 2016).

Respecto a su llegada a EUA, hacía referencia a la complejidad de encontrarse en un nuevo contexto. Se refería, concretamente, a su inicio en la escuela y a las dificultades debido al desconocimiento del idioma.

En este sentido, algunas de las conclusiones de Rumbaut (2006) respecto de la generación 1.25 es que sus miembros son los que se encuentran en una situación más vulnerables; sus situaciones educativas y laborales son peores e, incluso, no mejoran en comparación con los miembros de la generación 1.0. A todo ello habrá que sumar el bajo estatus socioeconómico de la familia de origen por su influencia en bajas expectativas educativas, ya que suelen carecer de sentido ante la incertidumbre de los beneficios ofrecidos (Fernández Enguita, 1999; Saraví, 2015). Por tanto, ante este cúmulo de situaciones, la continuación de la trayectoria educativa no tiene razón de ser. De esta manera, pudo haber sido esta situación la que llevara a Mireya a abandonar sus estudios cuando cursaba el último año de preparatoria; además de que poco antes, cuando tenía 16 años, tomó la decisión de marcharse de casa de sus padres para ir a vivir con su novio, con quien más tarde, a sus 17 años, tuvo su primer hijo y seguidamente llegaron los otros dos.

—Nos conocimos en una fiesta, nos hicimos novios, me junté y después de tres años nos casamos (…) Yo todavía iba la high school y salí embarazada de mi niño, el mayor.

—¿NO QUERÍAS SEGUIR ESTUDIANDO?

—(Ríe) pues sí y no. Es que aquí es bien difícil, como yo no tengo papeles es muy difícil porque a mí no me financian. Estudié hasta el doce, terminé la high school pero no gradué.

—¿Y SER MAMÁ HA SIDO MUY IMPORTANTE EN TU VIDA?

—Sí. Lo mejor que me ha pasado, también (…) porque luego la gente: “ay si estás muy chica, que te casaste muy chica, que si no te arrepientes” (…) Jamás me arrepiento de mis hijos.

—Y ANTES, CUANDO NO TENÍAS NIÑOS ¿TE IBAS CON TUS AMIGAS Y ESO?

—Ah, pues no. Mi mamá y mi papá eran de no dejarnos salir, como que. No más aquí me la pasaba y me enfadaba. Y ya, cuando me junté con mi esposo (…) nos salíamos a la calle (Mireya, joven mexicana, comunicación personal, 15 de junio de 2016).

Como se acaba de exponer, los eventos que condujeron a la adultez a Érica y a Mireya son similares, la unión en pareja seguida del nacimiento del primer hijo. Pero se dan diferencias en cuanto a los motivos referidos para la nueva vida en pareja, así como el tipo de trayectoria desarrollada posteriormente. De esta manera, aunque ambas jóvenes se emanciparon de sus familias de origen para unirse con sus respectivas parejas, tenían la misma edad cuando tomaron dicha decisión, 16 años, y tuvieron su primer hijo a los 17 años; entre ellas también se dan muchas diferencias. La primera de estas diferencias está referida a los motivos por los que decidieron ir a vivir con sus parejas. En el caso de Érica, su principal motivo era acabar con la situación que sufría en su familia. La carga de tareas domésticas y los reiterados abusos sexuales que sufrió constituyeron razones de peso para abandonar la casa de sus padres. Mientras que en el caso de Mireya, aunque no lo dice abiertamente, se intuye que las relaciones paterno-filiales no eran demasiado permisivas, lo que influyó para que tomara la decisión de irse a vivir con su novio. De esta manera, podría obtener un mayor grado de autonomía y la posibilidad de lograr una situación parecida a la de una relación de noviazgo.

En segundo lugar, para Érica la llegada de su primer hijo no fue planeada, pero, al mismo tiempo, su hijo se convirtió en el motivo por el que su trayectoria educativa pasaría a convertirse en su prioridad, ya que quería ofrecerle mejores condiciones de vida que las que ella había tenido. Ello también constituye la razón por la que no ha tenido más hijos, ya que le hubiera dificultado, aún más, el desarrollo de sus trayectorias educativa y laboral. Y aunque afirmaba que le gustaría tener otro, en el corto plazo no lo contempla. La ayuda que ha recibido durante todo este tiempo de su esposo y del resto de su familia le ha permitido terminar sus estudios y consolidar su trayectoria laboral. De esta manera, la relación establecida con su marido está asociada, en mayor medida, con el tipo de familia negociadora, pues no se da una división estricta en cuanto a roles de género. En cambio, la situación de Mireya es muy distinta, ya que en su proyecto de vida ha sido la trayectoria familiar la que ha adquirido un mayor peso. El nacimiento de sus dos hijos pequeños, así como su intención de volver a ser madre, demuestran la importancia otorgada al rol reproductivo y a la familia. De esta manera, el itinerario descrito por su transición a la adultez coincide con los que suelen realizar las jóvenes de estatus socioeconómicos bajos, cuyas transiciones comienzan a temprana edad, transcurren con muchas desventajas y a gran rapidez (Oliveira y Mora Salas, 2008).

Por tanto, aunque los eventos que conducen a la adultez a ambas jóvenes son muy parecidos, los desarrollos de sus trayectorias son muy diferentes. Los objetivos de Érica están en consonancia con lo que algunos denominan “la segunda transición demográfica” (Lesthaeghe, 1994; Van de Kaa, enero de 2002), relacionados con la incorporación de la mujer al mercado de trabajo y la consecuente importancia otorgada a las trayectorias educativa y laboral en su proyecto de vida. Además, Érica con su empleo de enfermera representa el principal sustento económico de su nueva familia, ya que su sueldo es mucho mayor que el de su esposo que trabaja en la construcción. En cambio, el modelo de transición a la adultez de Mireya se basa en el modelo clásico, en el que los roles de género quedan bien definidos. Así, se ha centrado en su trayectoria familiar-reproductiva, mientras que su marido lo ha hecho en su trabajo que supone el único sustento familiar.

Por otro lado, el abuso sexual sufrido por Érica ha marcado su vida, subjetiva y objetivamente, de manera que acabó convirtiéndose en uno de los principales motivos que marcó su transición a la adultez. Sin embargo, aunque reconocía que sus circunstancias familiares durante la infancia no fueron las más idóneas, aseguraba no guardar rencor a sus padres y les agradece todo el esfuerzo que habían hecho por ella y por sus hermanos. De esta manera, muestra la importancia que la familia tiene en su vida.

Para Mireya su infancia también fue complicada, ya que su vida en México fue difícil y con muchas carencias. El período al que hacía alusión en su relato fue el momento en que su familia formaba parte de lo que se conoce como una “familia transnacional” (Mummert, 2012). Después de que su madre migrara a EUA, ella y algunos de sus hermanos quedaron al cuidado de su abuela y su tía. Sus experiencias durante ese período de su vida fueron muy negativas. De ahí que cuando le pregunté por algún otro aspecto relevante en su vida, además del nacimiento de sus hijos, se refiriera al evento migratorio. Para ella, la vida en EUA era mucho mejor ya que no sufría por aspectos tan básicos como la comida y la educación. Aunque reconoce que su situación dista mucho de ser la que desearía, es mucho mejor a la que tenía en México.

En la actualidad, ambas jóvenes, junto a sus esposos e hijos, residen en casa de sus padres. Aunque en un primer momento se emanciparon de sus familias de origen, se han visto obligadas a volver debido a sus circunstancias económicas. Érica y su marido rentan su casa a la espera de que mejore su situación económica para poder vivir de manera independiente. Mientras que Mireya espera poder rentar una casa propia cuando mejore su situación. Por tanto, en ambos casos, la familia ha funcionado como soporte de la ayuda material que necesitan las jóvenes y sus familias.

5. La maternidad/paternidad y sus desigualdades: influencias en las trayectorias educativas y laborales

Las diferencias en función del género resultan fundamentales, ya que las desigualdades entre hombres y mujeres se acentúan con la llegada de la maternidad/paternidad. Los roles de género clásicos tienden a reproducirse cuando los y las jóvenes se convierten en madres y/o padres; sobre todo, cuando la maternidad/paternidad constituye el evento con el que se inicia el proceso de transición. Aunque la maternidad ha perdido peso en pro de las trayectorias educativas y laborales, sigue constituyendo un evento importante en la vida de muchas mujeres. Por esta razón, suelen ser ellas, en la mayoría de los casos, quienes interrumpen sus trayectorias educativas y/o laborales.

En los casos que se presentan a continuación, los y las jóvenes también se emanciparon de sus familias de origen para forman su familia de procreación, pero la secuencia y la edad a la que se producen dichos eventos varía.

Relato 3: Yaretzi, 29 años, generación 2.0

Yaretzi tiene 29 años, está casada y es madre de dos hijos de 9 y 6 años. Comenzó a estudiar en la universidad, pero no finalizó, ya que tuvo que dejarla debido a su embarazo. Desde entonces, se ha centrado en el trabajo con el objetivo de poder ofrecer a sus hijos una vida mejor que la suya. Desde los 16 años trabaja en la sección de atención al cliente de un banco.

Relato 4: Marisa, 36 años, generación 2.0

Marisa tiene 36 años, está casada y acaba de dar a luz a su primera hija. Finalizó sus estudios en el colegio comunitario y trabaja como auxiliar de odontología.

Yaretzi, al igual que Mireya, presenta trayectorias asociadas a roles de géneros tradicionales. En cambio, la situación de Marisa es diferente, ya que en su caso la maternidad se ha producido de manera más tardía, después de completar su trayectoria educativa y desarrollar la laboral. Por ello, su modelo de transición a la adultez concuerda en mayor medida con los modelos actuales, ya que antepone sus trayectorias educativa y laboral a la maternidad.

Relato 5: Gregorio, 32 años, generación 2.0

Gregorio tiene 32 años, es esposo de Marisa y trabaja como higienista bucal. De igual manera que su esposa, ha antepuesto sus trayectorias educativa y laboral a la formación de una nueva familia. Sin embargo, su situación después del nacimiento de su hija es muy diferente a la de su compañera, ya que, como suele ocurrir, ha sido ella quien se ha planteado la posibilidad de reducir su jornada laboral una vez que finalice su baja por maternidad.

Relato 6: Darío, 21 años, generación 2.0

Darío es un joven de 21 años, está casado, tiene un hijo de año y medio, vive en casa de sus suegros. Para él, convertirse en padre fue un evento inesperado y aunque en un primer momento no quiso responsabilizarse de su nueva situación, más tarde decidió que era su deber cuidar de su nueva familia. Tras finalizar la preparatoria y desempeñar trabajos en los que no se sentía realizado, se propuso desarrollar su trayectoria laboral en el ámbito del futbol profesional.

En función de los itinerarios de transición a la adultez descritos por las jóvenes se pueden establecer dos grupos. El primero, las que cuentan con itinerarios tradicionales, asociados a la diferenciación de roles de géneros, como son los casos de Mireya y Yaretzi. El segundo, las que presentan itinerarios en consonancia con las preferencias de las jóvenes en la actualidad, en los que predomina el retraso de la maternidad en pro de las trayectorias educativas y/o laborales, como ocurre con Érica y Marisa. De esta manera, las dos jóvenes del primer grupo (Mireya y Yaretzi) han interrumpido sus trayectorias educativas debido a la maternidad. Pero la situación de Mireya es diferente, ya que su embarazo se produjo a menor edad, cuando aún estaba cursando el penúltimo año de preparatoria. También Yaretzi tuvo su primer hijo muy joven, a los 20 años. Desde entonces, Mireya se ha enfocado en su trayectoria reproductiva, tenía claro que su objetivo era convertirse en madre y ser ama de casa. En cambio, Yaretzi comenzó su trayectoria laboral a los 16 años, tras finalizar la educación obligatoria. Desde entonces, ha desempeñado el mismo tipo de empleo.

Las interrupciones de los estudios universitarios y de la trayectoria laboral durante y después del embarazo, así como las consecuentes reducciones de la jornada laboral, ante la imposibilidad de conciliar vida laboral y familiar, han acabado repercutiendo en sus trayectorias educativa y laboral, y, por ende, en sus ingresos.

Por otro lado, los esposos de Mireya y Yaretzi desempeñan el rol tradicional de hombre proveedor; ya que son ellos quienes aportan el mayor sueldo a la unidad familiar, o la única fuente de ingresos, como en el caso del esposo de Mireya; y sus trayectorias laborales no se han visto alteradas a consecuencia de la paternidad. Por tanto, las situaciones de estos dos informantes son diferentes a las de las otras jóvenes, pues aunque Érica se convirtió en madre a temprana a edad, sus trayectorias educativa y laboral han sido centrales desde el comienzo de su juventud. Por otro lado, Marisa ha sido la joven que ha tenido su primer hijo a mayor edad, a los 36 años; sin embargo, ello no ha sido compensado por un mayor nivel educativo, como en el caso de Érica, pero sí con una trayectoria laboral de más antigüedad y en relación directa con su cualificación.

De esta manera, queda patente que las jóvenes proyectan diferentes relaciones con la maternidad. Por un lado, se encuentran aquellas para quienes la maternidad constituye el elemento central de sus transiciones a la adultez, como en los casos de Mireya y Yaretzi. Por otro lado, están aquellas otras jóvenes para quienes la maternidad ha constituido un evento importante pero no central, ya que han otorgado más importancia a sus trayectorias educativas y laborales, como en los casos de Érica y Marisa.

En cambio, la situación de los jóvenes varones es diferente. Para ellos, la paternidad ha constituido un evento importante pero no ha adquirido el mismo peso ni las mismas consecuencias que la maternidad, como queda reflejado en los casos de Gregorio y Darío. Ambos otorgan más peso a sus trayectorias laborales y educativas que a su nuevo estatus de padres. En este sentido, comparando el caso de Gregorio con el de Marisa, su esposa, es ella quien se está planteando la posibilidad de solicitar una reducción de jornada laboral para cuidar de su hija. La pareja argumentaba que esta opción era la mejor para la bebé, ya que con tan solo tres meses necesita ser amamantada. Ante esta situación, Marisa siente la responsabilidad de permanecer más tiempo junto a su hija, sin embargo, es muy posible que este argumento también se sustente en que su sueldo reporta menores ingresos que el de su marido, ya que su salario mensual es de unos 3.000 dólares frente al de Gregorio que es de 10.000.

En una situación similar se encuentran Darío y su esposa. Él tampoco ha interrumpido su trayectoria laboral tras el nacimiento de su hijo. Incluso, ha permanecido fuera de EUA por largas temporadas y prevé hacerlo de nuevo hasta lograr que algún club mexicano lo contrate. De ahí que la centralidad de su trayectoria laboral haya desplazado a un segundo plano la paternidad. Por tanto, los jóvenes varones reproducen itinerarios de transición afines a modelos más tradiciones, acordes al rol de varón proveedor desempeñado por ambos.

En definitiva, las desigualdades de género suelen estar relacionadas con procesos de socialización desarrollados por familias de estatus socioeconómico bajo y con escaso capital humano. De manera que las desigualdades sociales son las que, finalmente, acaban provocando muchas de las diferencias en los procesos de transición a la adultez (Casal, 1996; Evans, 2002; Pais, 2007). En estos casos, la influencia familiar se refleja en procesos de socialización que reproducen roles de género tradicionales, en los que la maternidad y el trabajo conforman los roles fundamentales de mujeres y hombres, respectivamente. De ahí que la maternidad y la trayectoria familiar constituyan elementos de mayor peso para algunas mujeres.

6. La emancipación residencial y el cambio en las relaciones intergeneracionales

La emancipación residencial, es decir, la emancipación de casa de los padres es otro de los eventos clásicos y quizás uno de los más importantes. Se trata del evento que tradicionalmente ha estado unido a la formación de la familia de procreación, por constituir la marca pública y distintiva, junto a la maternidad/paternidad, de la conversión en adulto. Sobre todo, en el caso de los hombres, para quienes el rol clásico de varón sustentador se asienta en el poder económico que confiere el empleo, una de cuyas consecuencias es la independencia de la residencia de la familia de origen.

De esta manera, constituye otro de los eventos fundamentales de las transiciones a la adultez, al mismo tiempo que uno de los más difíciles de lograr. Pero su importancia varía en función de los contextos socioculturales y personales, ya que para muchos jóvenes la independencia de casa de los padres es importante pero no imprescindible para formar una nueva familia. El abandono de la residencia familiar suele producirse cuando se tiene pareja y/o una situación económica holgada. Pero aun cumpliendo con estos dos requisitos, muchos de los jóvenes de segunda generación continúan residiendo con los padres. Asimismo, la mayoría de los que se habían independizado de sus familias de origen han regresado a consecuencia de sus circunstancias económicas, que no pasan por los mejores momentos. El caso de Érica es un claro ejemplo de ello, pues afirmaba que a pesar de que su situación económica había mejorado, e incluso, había adquirido una casa en propiedad junto a su marido, continuaban residiendo con sus padres.

Por tanto, aunque en algunos casos son las circunstancias familiares las que en un principio empujan a abandonar la residencia paterna, como en los casos de Érica y Mireya; más tarde, la solidaridad familiar juega un importante papel, ya sea apoyando los procesos de emancipación tardías o amparando el regreso en caso de necesidad. De esta manera, la dependencia de los jóvenes respecto de sus familias de origen puede ser una estrategia utilizada en diferentes sentidos, pero con un mismo objetivo, mejorar sus condiciones de transición a la adultez. Entre los propósitos mencionados se encuentran: la inversión para la adquisición de una vivienda propia o para continuar los estudios, como en el caso de Érica; desarrollar la carrera profesional, como en el caso de Darío; o esperar a que la situación mejore para poder rentar de manera independiente, como en el caso de Mireya.

Así, la dependencia de la familia de origen no tiene por qué ser interpretada “como un yugo sino como un valioso activo” (Flaquer, 2004, p. 38). En este sentido, la familia sigue funcionando como “capital de reserva” al que acudir en caso de necesidad, sobre todo, cuando no hay políticas sociales dirigidas a suplir dichas necesidades (Flaquer, 2004). Por tanto, se constata que las familias constituyen el principal soporte al que acuden los jóvenes en casos de necesidad. Esta es, precisamente, una de las conclusiones a las que llegan Portes y Rumbaut (2010), pues son las familias latinoamericanas las que presentan mayor grado de cohesión2 y menores niveles de conflictos paterno-filiales. Los mexico-americanos (junto a los descendientes de refugiados asiáticos) son los que registran valores más altos asociados al familismo3, entendido como “apegos familiares más tradicionales”.

Otro de los aspectos a tener en cuenta, es que, aunque se produzca la independencia residencial, los jóvenes tienden a ubicar su nueva residencia cerca de sus padres. De esta manera, la proximidad geográfica posibilita la ayuda intergeneracional, la cual suele producirse de los padres hacia los hijos (Flaquer, 2004; Meil, 2006), especialmente en este momento en que los jóvenes se convierten en padres. Los abuelos constituyen un soporte fundamental para el cuidado de los nietos, al mismo tiempo que se fomentan las relaciones multigeneracionales. Pero, de nuevo, se producen diferencias en cuanto a los roles de géneros, ya que suelen ser las abuelas las encargadas del cuidado y la atención a los nietos; y de igual manera, son las hijas las que, en mayor medida, se encargan de ayudar a sus padres (Flaquer, 2004). De manera que se produce una reciprocidad intergeneracional que tiene consecuencias positivas para ambas generaciones. Por otro lado, las relaciones multigeneracionales, en cuanto al cuidado de los nietos, tiene una doble consecuencia: el valor que representa para el plano afectivo, pero también para el material; pues se convierte en un importante aporte para la economía doméstica y en una gran ayuda para las mujeres, sobre todo para aquellas que tienen un empleo.

No cabe duda de que el evento de la maternidad/paternidad convierte a los y las jóvenes en adultos, tanto en el plano subjetivo como objetivo. Ello supone el autorreconocimiento del reciente estatus a través de la adquisición de nuevos roles, al mismo tiempo que se produce el reconocimiento externo por parte de los adultos. Así, entre los que retornan a casa de los padres, el nuevo estatus trae consigo un cambio en las relaciones paterno filiales, pasando de la verticalidad de las relaciones adulto-joven a la horizontalidad que se establece entre iguales, esto es, entre adultos.

7. Los hijos, la “tercera generación”

El evento de la maternidad/paternidad también conlleva que muchos de estos jóvenes de segunda generación se planteen diferentes aspectos relacionados con el futuro de sus hijos e hijas, quienes constituyen la tercera generación. De esta manera, Yaretzi y Gregorio, pertenecientes a la generación 2.0, coinciden en determinados aspectos relacionados con la educación de sus hijos, posiblemente en función de sus experiencias durante la infancia. Como suele ocurrir a muchos niños y niñas de origen mexicano nacidos en EUA, el primer contacto con el inglés se produce tras la escolarización, ya que hasta entonces el español había constituido la única y principal lengua de comunicación en sus familias. Es por ello que para ambos, el aprendizaje del inglés supuso un pequeño impedimento durante los primeros años de escolarización, pues la asistencia a clases de ESL (english as a second languaje) les llevó a experimentar sentimientos de diferencia respecto al resto de sus compañeros.

Sus experiencias y reflexiones sobre este período de sus vidas han influido en la toma de decisiones respecto a la educación de sus hijos, particularmente sobre la lengua en la que se comunican o se comunicarán con ellos. De ahí que ambos coincidan en que el inglés es, o será, la principal lengua de comunicación con el fin de evitarles las experiencias negativas por las que ellos habían pasado. Yaretzi, además, decidió inscribir a su hijo en una escuela privada, ya que sus necesidades educativas especiales precisan de una mayor atención. Sobre todo ello afirmaba lo siguiente:

—Hay niños que no van a aprender como otros, y yo sé, porque yo crecí con papás que hablaban puro español. So, para mí era difícil aprender a leer en inglés porque yo, cuando era chiquita, era puro en español. So, a mí me tuvieron que poner a clases aparte para leer.

—¿EN LA ESCUELA PÚBLICA?

—Sí, porque yo fui a pura escuela pública […] Me daba vergüenza, porque yo decía: ¿Por qué es que yo no sé leer como, como mis compañeros?; somos de la misma edad […] De grande, yo, ya, lo entendí. Yo dije: “Mis papás, pues ellos hicieron lo que pudieron […] Yo lo tuve que sufrir, pero yo lo entiendo […] Por lo mismo, yo hice las cosas un poquito diferente con mi hijo (Yaretzi, joven mexicana, comunicación personal, 20 de abril de 2016).

Gregorio también se basa en sus propias experiencias para justificar que será el inglés la lengua preferente de comunicación con su hija. Así se refería a algunas de sus vivencias durante la infancia:

—Cuando vas a entrar a la primaria, kinder garden, si pones que el primer lenguaje es español, luego, luego, los meten a ESL que es english as a second languaje. Y … pues eso no está bien ((ríe)).

—¿TÚ ESTUVISTE?

—Sí. Yo me recuerdo que entrábamos a la clase normal, como los otros niños, pero había un tiempo que venía otra persona a agarrarte y removerte de la clase, solamente con esos niños de ESL. Y te ponían a leer más libros y te hacían escribir. Te hacían hacer más cosas […] para que estés al nivel de los niños que, que, supuestamente, son más, más smart […] Ellos dividen a la gente, y ello no. ¡That´s no right! Yo creo que no es correcto, porque ellos ya te están categorizando, que: ¡Oh!, este no sabe, este sí sabe (Gregorio, joven mexicano, comunicación personal, 8 de abril de 2016).

De alguna manera, sus relatos reflejan el argumento de Fishman y Veltman sobre la pérdida lingüística de las generaciones (Portes y Rumbaut, 2010), quienes afirmaban que el menor uso de la lengua extranjera comienza con la segunda generación. Es a partir de entonces que esta queda reducida al ámbito doméstico, ya que, en el ámbito público como la escuela, los amigos y más tarde en el trabajo, el inglés será la lengua preferencial. Así, se pasa del bilingüismo limitado de la segunda generación a la pérdida de la lengua extranjera en la tercera generación.

A modo de conclusión

La heterogeneidad de las transiciones a la adultez también se hace presente entre los jóvenes de segunda generación de origen mexicano. Para algunos, la maternidad/paternidad constituye uno de los eventos de mayor peso ya que conlleva un cambio de estatus y rol consecuencia del paso de joven a adulto. Sin embargo, la manera en que ello ocurre y el significado que los propios jóvenes le otorgan serán diferentes dependiendo del contexto. Así, entre los informantes cuyas transiciones están asociadas, en mayor medida, a roles de género clásicos, convertirse en madre/padre ayuda a lograr el estatus adulto, lo que les retribuye con poder y otorga significado a sus vidas (Aguayo y Sadler, 2006).

Por otro lado, el estatus socioeconómico de las familias de origen tiene un gran peso en el inicio de las transiciones. Todos los informantes pertenecen a familias de estatus socioeconómico bajo, con más de tres o cuatro hijo y de bajo capital humano, lo que acaba influyendo en la reproducción de los roles de géneros clásicos. De manera que los varones, después de acabar o interrumpir la preparatoria, se integran al mercado de trabajo; mientras que las mujeres suelen centrarse en sus trayectorias familiares en las que la maternidad ocupa un lugar central. Aun así, la situación de la mujer se restringe cada vez menos al trabajo reproductivo, en pro de una realización personal basada en lo educativo y en lo laboral. Ello tiene consecuencias como el retraso de la maternidad. Sin embargo, como se acaba de exponer, se siguen reproduciendo desigualdades entre mujeres y hombres que se incrementan con la formación de la familia de procreación. Por consiguiente, la reproducción de roles de género tradicionales en el ámbito doméstico acaba repercutiendo negativamente en las trayectorias educativas y laborales de las mujeres, lo que se traduce en menores niveles de cualificación y salarios más bajos.

También es importante recordar los cambios producidos en las relaciones intergeneracionales, a pesar de que estos no hayan sido consecuencia de las transformaciones del modelo familiar; es decir, del paso del modelo de familia patriarcal al de familia negociadora (Meil, 2006), sino de las trasformaciones sobrevenidas a raíz de la consecución del nuevo estatus adulto, adquirido mediante el evento de la maternidad/paternidad.

Otros elementos recurrentes en los relatos de vida han sido las transformaciones que han afectado al ámbito laboral, como la creciente precariedad y las consecuencias de la crisis financiera de 2008. Ello ha repercutido en el incremento de la reversibilidad de las transiciones, sobre todo entre los jóvenes menos cualificados. Situación esta que ha llevado a que muchos jóvenes busquen refugio en la solidaridad familiar, así, unos han regresado a vivir con los padres, mientras que otros han retrasado su emancipación residencial y/o disminuido su bienestar material. No obstante, a pesar de la diversidad de itinerarios de transición, sus estructuras aún tienden a adecuarse al modelo lineal clásico de transición a la adultez; aunque su mayor grado de reversibilidad los asemeja, cada vez más, a los modelos de transición actuales.

Finalmente, es imprescindible hacer referencia a algunas de las limitaciones de este trabajo con el fin de que puedan constituir posibles propuestas para futuras investigaciones. Como se ha comentado previamente, casi todos los informantes pertenecen a la generación 2.0, aspecto este que lleva al planteamiento de algunas preguntas, como podrían ser: ¿se convierten los y las jóvenes de la generación 2.0 en padres/madres a una edad más temprana que los del resto de cohortes? De ser así, ¿cuál o cuáles son las razones?, ¿cuál o cuáles son las causas y/o circunstancias que llevan al resto de jóvenes a retrasar dicho evento o a eludirlo? Por otro lado, sería necesario profundizar en los roles adquiridos con la maternidad/paternidad, partiendo de la hipótesis de que muchas de las experiencias de estos jóvenes influyen en las expectativas educativas respecto de sus hijos e hijas. Por tanto, estas y otras preguntas que se puedan derivar de este artículo constituyen el preámbulo para futuras investigaciones en el ámbito de las segundas generaciones, no solo de origen mexicano sino de diferentes orígenes en EUA.

Referencias

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Fecha de ingreso: 05/07/2021
Fecha de aprobación: 24/08/2022


1 La transcripción de los relatos se ha realizado de manera literal con el fin de plasmar de la manera más realista posible la forma en que se produjeron los discursos. Los nombres de los informantes se han cambiado con el fin de mantener el anonimato.

2 La cohesión familiar es medida en referencia a aspectos como la unión familiar y el tiempo que los familiares pasan juntos.

3 El familismo es medido a través de aspectos como: la preferencia por un puesto de trabajo cerca de los padres, aunque este sea peor; la familia como principal medio al que se acude ante problemas graves; y la preferencia por ayudar a un familiar, en lugar de a un amigo, en la búsqueda de empleo.