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Desigualdad y pobreza extrema en mujeres indígenas Mayas en Quintana Roo, México
Rev. Ciencias Sociales Universidad de Costa Rica, 163: 45-68 / 2019 (I). (ISSN: 0482-5276)
para el tipo de política económica que se imple- mentó en cada época.
En lo que respecta a estudios sobre po- breza en mujeres, hay dos trabajos que se con- sideran valiosos. El primero es un cuaderno de trabajo del Instituto Nacional de las Muje- res (2009) donde se desagregan indicadores de medición de pobreza extrema y alimentaria en mujeres mexicanas. Para ello recurren a la metodología de línea de pobreza y al coeficiente de Engels. El otro trabajo es el de onu Mujeres (2016) quienes analizan desde la perspectiva normativa e institucional la situación de po- breza de las mujeres en el mundo. En ese do- cumento se detalla en términos de libertades y capacidades que son las mujeres quienes están en situaciones más precarias, y hace falta que se genere mayor información sobre su situación en derechos económicos, políticos y sociales.
De hecho, la gran mayoría de los trabajos académicos disponibles, si bien analizan con rigurosidad a la desigualdad y la pobreza en México, la gran mayoría lo hace desde una pers- pectiva nacional. Son escasos aquellos donde el énfasis en el análisis se hace para mujeres indí- genas, por ejemplo, el trabajo de Bello y Rangel (2002) o el de Trivelli (2008) quienes analizan condiciones de desigualdad y pobreza en Amé- rica Latina y el Caribe en poblaciones rurales e indígenas. De ahí que este trabajo sea relevante, pues analiza con datos recolectados en campo la situación que viven las mujeres de la etnia Maya yucateca en Quintana Roo, México.
De acuerdo con los resultados obtenidos con el índice de Gini, en México, en los últimos 8 años, se había mantenido con poca o nula variación (alrededor de 0.52). Este análisis, se basa en las diferencias de ingresos, pero estudia también la influencia de varios factores, como son el género, residencia, etnia y nivel de edu- cación. Es así como determina que las mujeres ocupan prioritariamente los quintiles de me- nores ingresos de la población y relaciona este hecho con la alta carga de trabajo doméstico no remunerada que tiene un valor económico invi- sible y que las limita para acceder a oportunida- des de capacitación y empleo. Al mismo tiempo, los salarios promedio de las mujeres, en caso de que sean empleadas, suelen ser hasta un 89%
inferiores a los de los hombres, enfrentándose así a diversos obstáculos (menos horas trabaja- das, segregación en tipo de ocupaciones, “techo de cristal ”, por mencionar algunas). Dentro de estas desigualdades de género, hay factores que las acentúan, tales como un menor grado de formación académica, la presencia de niños menores en el hogar (que requieren mayor atención y cuidado) y la pertenencia previa a un estrato socioeconómico pobre.
Otro tipo de desigualdad analizada por cepal es la denominada “funcional ”, determi- nando que en América Latina y México hay una tendencia clara a retribuir en valor econó- mico mucho más al capital (inversiones) que al trabajo (empleo), lo cual se determina por la participación de los salarios en el Producto Interno Bruto ( piB ). En este mismo documento, se presentan los resultados de un estudio reali- zado en México, el cual revela que dos terceras partes de los activos físicos y financieros del país están en manos del 10% de las familias, en tanto que el 1% de las familias concentran más de un tercio, por lo que la desigualdad en la po- sesión de activos alcanza la cifra alarmante de 0.93 en el coeficiente de Gini. En otras edicio- nes de “Panorama Social de América Latina ”, de la cepal (2014 y 2015) exhiben la relación de la desigualdad con factores como la residencia (urbano, urbano-marginal o rural, en el que se excluye a las personas pobres de los circuitos de valor económico), etnia o condición de migran- te (discriminación).
Es por ello que el nro. 10 del ods pro- pone como meta para el año 2030 “reducir la desigualdad en los países y entre ellos ”, fijando como primer objetivo lograr y mantener sos- tenidamente el incremento de los ingresos del 40% de la población más pobre, además de ge- nerar un contexto de inclusión en lo referido a políticas, oportunidades, representación, regla- mentación, entre otros. Para este objetivo, en el país se han fijado tres estrategias basadas en aspectos económicos:
“ ( …) Aplicar el principio del trato especial y diferenciado para los países en desarrollo, en particular los países menos adelantados, de conformidad con