Rev. Ciencias Sociales 162: 107-115 / 2018 (IV)

ISSN: 0482-5276

El capital a escala global-nacional y el malestar
de las naciones1

The Capital at Global-National Scale and the unrest
of Nations

Sergio Reuben Soto*

Resumen

En este artículo se propone uno de los elementos que explica las crecientes y extendidas manifestaciones de malestar social entre los más diversos pueblos de la Tierra. La acumulación de capital como fundamento del crecimiento de la producción global, supone limitaciones para un uso eficiente y eficaz de los recursos escasos del planeta. Estas limitaciones imponen formas de distribución de la riqueza entre los pueblos que resultan en una producción social inadecuada para las necesidades generales, creando un malestar social general.

Palabras clave: Desorden Internacional * Cambio y desarrollo social * Sociología * Paises en desarrollo * Desarrollo socioeconómico * Sistemas económicos capitalistas * Equilibrio económico * Monopolio y competencia

Abstract

In this paper, we propose one of the elements that in our opinion explain the growing and widespread manifestations of social unrest among the most diverse peoples of the Earth. The accumulation of capital, as a foundation for the growth of global production, implies limitations for efficient and effective use of scarce resources on the planet. These limitations impose forms of distribution of wealth among peoples resulting in inadequate social production for general needs, creating general social unrest.

KeyWords: International Disorder * Change and social development * Sociology * Developing countries * Socioeconomic development * Capitalist economic systems * Economic equilibrium * Monopoly and competition

En sendos artículos publicados en la Revista Ciencias Económicas de la Universidad de Costa Rica (Reuben, 2008 y 2012) se planteó formalmente la hipótesis de una tendencia intrínseca al proceso de acumulación de capital hacia la concentración de la riqueza. En esos trabajos, no obstante, el análisis se hace con una perspectiva general del funcionamiento del capital y de su proceso de acumulación a escala doméstica.

Las crecientes manifestaciones de malestar social extendidas en diferentes poblaciones y sociedades que se constatan en nuestros días, ha llevado a discutir, entonces, las dificultades teóricas generales de la acumulación de capital, pero en el marco de su desempeño a una escala global; partiendo del hecho histórico de que el despliegue de la acumulación se originó en el marco de una dimensión nacional. Cuando se hace referencia a las manifestaciones de malestar social que presentan muchas de las sociedades y pueblos, se puntualizan hechos que se acrecientan a partir de la consolidación del denominado Consenso de Washington; como la creciente desigualdad en la distribución del ingreso constatada entre la mayoría de los países más ricos y entre este subcontinente (Piketty, 2014; undp, 2013; cepal, 1997), las grandes oleadas de migraciones resultado no solo de la desigualad y de la pobreza, sino de la desintegración social y política de los pueblos (cepal, 2002; acnur, 2006), los enfrentamientos entre grupos por percepciones de su identidad cultural o religiosa, los rompimientos del proceso económico con sus secuelas de desempleo y quiebras, la ingobernabilidad creciente y el incumplimiento de los Estados de sus obligaciones sociales, son las principales causas de ese malestar social presente en la mayoría de las naciones.

Desde la perspectiva teórica que queremos levantar en este trabajo, la escala de acumulación de capital tiende a reducir los espacios del mercado doméstico, debilitando su funcionamiento y generando condiciones para una distribución ineficiente e ineficaz de los recursos sociales disponibles (Reuben, 2008 y 2012), de manera que la sociedad con sus distintos sectores sociales afectados y sus clases fundamentales, entra en un estado de desajuste social, de desorden, de entropía, que se propone como origen y fundamento de algunas de las manifestaciones de malestar social señaladas.

En este artículo, se busca extender la visión convencional de la acumulación de capital hacia una perspectiva globalizada. Ya no desde la tradicional, de las contradicciones de la relación a escala del Estado-nación, sino a escala mundial…, y con ello se busca explicar o proponer que las relaciones sociales que sustentan el proceso de acumulación de capital, cuando este alcanza esa dimensión global, cuando escala a ese nivel mundial, comienzan a generar contradicciones, incompatibilidades, discordancias en los frutos económicos y su distribución, afectando las correspondientes relaciones políticas, culturales y consuetudinarias que organizan las sociedades. Así, el malestar de los pueblos estaría asociado con el doble cometido del capital en este estadio de su existencia histórica y las contradicciones que genera, como organizador de la producción nacional y como organizador de la producción global.

Algunos investigadores (véase la colección de artículos publicados en Fumagalli, A.; Lucarelli, S; Marazzi, C.; Negri, A.; Vercellone, C., 2009) ven el origen de la crisis global del capitalismo asociado a lo que se conoce como el proceso de financierización de la actividad económica. Siguiendo con ese razonamiento, asocian la globalización del sistema financiero con las crisis del sistema capitalista (Ob. cit, caps.1 y 4). Este planteamiento va en la misma dirección, pero con una perspectiva general. Identificando el conjunto de relaciones sociales y de producción que determinan, en el orden económico y social, el proceso de la acumulación de capital. Desde ahí se plantean cuáles limitaciones puede tener un modo de producción originado a escala nacional, cuando su expansión debe vérselas con dimensiones mundiales. Así, se propone que la relación capitalista como fundamento de la organización de la producción y distribución del producto social está incapacitada para hacerlo a escala global. Incluso, sin pretender establecer parangones, pero solo para ilustrar el punto, se puede mencionar cómo las sociedades fundadas en la relación nobiliaria-servil entraron en crisis con la expansión hispánica y europea a ultramar por el siglo xv; al encontrar en esa expansión de dimensiones inconmensurables para ellas, enormes dificultades para organizar la producción y distribución del producto social de manera eficaz y eficiente2.

Organizar la producción social y su distribución de manera eficaz y eficiente, ya no a escala nacional (con todo lo amplio que puede ser este término, tanto en territorio como en población), sino a escala global o internacional, es un reto de una envergadura sin precedentes en la historia de la humanidad3 (ni parecido al reto que significó para la burguesía integrar feudos, ciudades y poblaciones en una sola actividad productiva nacional, con el capital y la república como relaciones organizadoras). Además, es el reto que se propuso el pensamiento neoliberal y sus cultores desde finales del siglo pasado, convencidos de que con el capital y su república, la humanidad sería capaz de lograrlo4.

Los primeros resultados del proyecto están ofreciendo, sin embargo, un panorama muy poco convincente, que hace pensar que el procedimiento o el instrumento escogido para alcanzar la meta no fue el más satisfactorio. El malestar social que están presentando estos resultados ha sido enfocado principalmente como problemas de gobierno (gobernanza) de las naciones y del sistema global (Klifton, Díaz-Fuentes, 2011)5, pero poco se ha propuesto en la perspectiva aquí indicada; esto es, en el análisis de las limitaciones que el sistema económico tiene para organizar la producción a escala global de forma eficiente y eficaz. Las soluciones que comienzan a aparecer, por tanto, no contemplan propuestas para eliminar esas limitaciones, enfocándolas hacia soluciones de naturaleza institucional.

En un estudio elaborado por Lou Gambina (2014), se recogen elementos de la discusión entre The World Economic Forum, la Naciones Unidas y diversos gobiernos, sobre los actores que deben liderar la “gobernanza” mundial. Las tesis prevalecientes en esos foros son: a) una coalición de transnacionales, b) una coalición de gobiernos y transnacionales, c) una nueva institucionalidad mundial. De tal manera que no se conciben propuestas que eliminen o reduzcan las limitaciones y debilidades del proceso de acumulación de capital como medio de organizar la producción social-global, que abran paso a relaciones de producción nuevas que viabilicen el desarrollo de una nueva gobernanza global.

Peor aún, hay una corriente que concibe la solución a este desajuste social y económico de una manera autoritaria, pretendiendo crear una nueva normalidad en la que la distribución de la riqueza sea precisamente la actual (o peor que esta) y estableciendo una institucionalidad debidamente represiva que garantice un orden social nuevo, afín a las necesidades de la acumulación de capital globalizada6.

Quedan patentes así, las debilidades y las dificultades que presenta el proyecto, así como, la ausencia de un enfoque sobre la estructura económica por parte de quienes están buscando resolverlas.

Para nosotros, los principales límites que parecen infranqueables para la relación capitalista, con el fin de convertirse en el fundamento de la actividad productiva global son:

I) La acumulación y concentración de capital para que una empresa pueda desempeñarse globalmente-internacionalmente es en exceso grande con relación al tamaño del mercado nacional, de las instituciones nacionales reguladoras y de su fuerza de trabajo y población. Este imperativo las hace adquirir un poder económico, social y político que rompe las condiciones requeridas para el funcionamiento eficaz del mercado nacional, afectando de manera adversa el desempeño institucional y nacional.

II) La falta parcial de condiciones legales y financieras entre otras, para llevar a cabo la debida apropiación de los excedentes de los ejercicios económicos realizados urbi et orbe por parte de las empresas, dificulta y entraba el debido proceso de acumulación ampliada del capital y la conversión de las ganancias y dividendos en forma de capital y riqueza; resultando en una asignación ineficiente e ineficaz de los recursos globales con relación a las necesidades de la humanidad.

III) La carencia de instituciones efectivas con jurisdicción internacional impide el establecimiento de las regulaciones propiamente políticas (y socioculturales) requeridas para que el proceso de acumulación de capital, a esa escala, pueda llevarse a cabo sin interrupciones y de manera suficientemente fluida; a diferencia de la escala doméstica donde el Estado nacional desempeña ese papel regulador y de ejercicio del poder, indispensable para la apropiación del excedente social por parte de los propietarios del capital.

IV) La ausencia de un medio de pago internacional seguro y universalmente reconocido que no pueda ser manipulado nacionalmente en función de los intereses económicos y políticos de sus habitantes o elites gobernantes.

Estas contradicciones o discordancias están generando en los planos nacional e internacional, efectos que pueden convertirse en funestos para el funcionamiento de la actividad colectiva de producción y de distribución de los bienes comunes planetarios, y para el futuro de la humanidad y de la biosfera en general.

A escala nacional, la concentración del capital ha conducido inevitablemente a la centralización de la riqueza en pocas manos y de esa manera, a la reunión de estas en una inconmensurable cantidad de recursos de poder económico y político de la sociedad; generándose así un fuerte proceso de exclusión social y económica que tiene a las naciones divididas y segmentadas social y territorialmente7.

En el plano internacional, existe una mayor diseminación del capital entre las naciones, no obstante, (o más bien debido a) las limitaciones institucionales señaladas, este capital conserva su origen personal-nacional vía la nacionalidad de sus propietarios. Configurando a ese nivel, una concentración de la riqueza en manos de las corporaciones transnacionales que, ante la ausencia de instituciones internacionales fuertes, adquieren un “poder político y económico” incontestable, dominando muchas e importantes actividades que conforman el acontecer mundial, con sus consecuencias intranacionales e internacionales (Vitali, Glattfelder y Battistone, 2011).

La fusión del capital nacional concentrado con el capital transnacional dibuja un escenario extremo de exclusión social, política y económica de las grandes mayorías de pueblos y naciones. No se pretende negar que hay resultados del tinglado constituido por el experimento neoliberal de globalización de la acumulación de capital, que son altamente positivas para el desarrollo técnico y productivo e incluso para algunos sectores sociales. Sin duda, la mayor diseminación de los capitales ha permitido el acceso a esos recursos a más personas, generando más capacidad de producción e innovación.

La concentración de la producción y la distribución a gran escala ha hecho posible el surgimiento de instrumentos y procedimientos para la planificación gerencial y administrativa (productiva) de una enorme cantidad de activos físicos y financieros (grandes bases de datos, number crunshing), de recursos y de trabajadores con la consiguiente reducción de costos de producción, además se han diseñado medios y procedimientos financieros nuevos, medios de comunicación virtualmente instantáneos, se ha revolucionado el transporte de bienes y de personas, etc. De tal manera que, paradójicamente, el desarrollo de un conjunto importante de nuevos medios, instrumentos y relaciones de trabajo y producción originados en la globalización de la acumulación de capital, abonan a la planificación colectiva de la administración y de la producción a escalas nacionales. Asimismo, se ha dado de acuerdo con datos oficiales, una reducción significativa de la pobreza extrema mundial (Banco Mundial, 2016), no obstante que la desigualdad entre los más ricos y los más pobres, a esa escala, solo se haya reducido en algunas regiones (fundamentalmente China), mientras en otras se ha empeorado (América Latina y países ricos)8.

Pero la producción social no requiere solo de relaciones productivas materialmente eficientes y prontas9. La producción social o colectiva es un “sistema orgánico”; un sistema multivariable integrado. Para ilustrar este punto, cabe mencionar que no es eficaz producir los mejores teléfonos inteligentes si no hay quiénes los quieran comprar…, o puedan usar, o como está sucediendo en el marco del tinglado capitalista globalizado, destinar ingentes recursos sociales a tratamientos estéticos o impulsar un turismo astronáutico, mientras miles de personas mueren de paludismo.

La producción social para ser eficiente y eficaz requiere de un sistema de relaciones sociales complejas, que por lo menos sean integradas y articuladas, coherentes entre sí, y “racionalmente equitativas” por ser humanas. Las desproporciones entre estas, las desarticulaciones e incoherencias en sus resultados y la desigualdad en sus logros engendran respuestas internas que pueden desquiciar la actividad colectiva e instaurar un comportamiento del sistema ineficiente o ineficaz10.

Ese comportamiento anómalo resulta en el estancamiento o retroceso de la producción social, en una producción excesiva en unos ramos y escasa en otros, en una amplia desocupación de sus trabajadores y recursos o en una producción excedentaria que no puede ser adquirida por la mayoría de la ciudadanía; con unas secuelas sociales y políticas que estos fenómenos producen en cada sociedad, dependiendo de las configuraciones y pesos específicos particulares de las variables involucradas11.

En el tinglado capitalista neoliberal que estamos viviendo, la anomalía económica se presenta como rompimiento del proceso de acumulación de capital, como una crisis. Bajo este tinglado, el capital debe reproducirse y ampliarse constantemente, mas el rompimiento de dicho proceso por su estancamiento o retroceso, sencillamente define un retroceso o un estancamiento en el proceso colectivo de producción social y de distribución de sus resultados; estableciendo efectos, más o menos importantes, dependiendo de los otros factores políticos y sociales, sobre las condiciones de vida de las poblaciones.

El yerro en la dimensión que organiza la producción social repercute de distintas maneras en al menos las otras dos dimensiones aquí definidas de ese acontecer; en la sociocultural y en la de representación para el ejercicio del poder público o dimensión política; generando así el malestar de las naciones con la organización social vigente.

Así, la extensión global de la acumulación de capital, con toda su dimensión de relaciones domésticas (nacionales) que implica y supone, tanto con todas sus contradicciones estructurales señaladas, está limitando el desarrollo de unas relaciones globales de producción que permitiesen el surgimiento de una estructura de producción y distribución mundial ajustada a las necesidades de una humanidad más integrada y solidaria, así como, responsable con el usufructo de los recursos planetarios escasos.

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Fecha de ingreso: 30/05/2018

Fecha de aprobación: 07/09/2018


1 Se agradece a la dirección de la revista y a la persona evaluadora por sus recomendaciones formales que ayudaron a aclarar algunos párrafos del artículo.

* Pensionado de la Universidad de Costa Rica, Costa Rica.

sergio.reuben@ucr.ac.cr

2 La mayoría de los análisis históricos del rompimiento de la relación servil o feudal en la Europa de los siglos xiv, xv y xvi, han utilizado el surgimiento de ciertas condiciones económicas, sociales y políticas en sus sociedades, originadas en su mismo desarrollo social, para explicar su ruptura. Así, la crisis del orden feudal viene a ser explicada por la necesidad de tierra laborable, de metales preciosos, de sobre explotación del campesinado, de urbanización de la población, entre otras, y es seguro que estas condiciones y otras en diversos planos, hayan contribuido a la crisis del feudalismo europeo (Dobb, 1977; Hilton, 1977; Hobsbawm, 1976 y Carmagnani, 1998). Sin embargo a lo antes dicho, no se ha puesto mucho énfasis en los efectos, en la disolución de ese orden, que significó la “expansión colonial ultramarina”, en términos de la conservación de lealtades, ejecución de regulaciones y ordenanzas, respeto de jerarquías, reconocimiento de la propiedad de la tierra, enriquecimiento y consumo, circulación de la moneda legal, estatus social, etc., todos conceptos que fundamentan un “conjunto de relaciones sociales o modo de producción”. A estas transformaciones, en esas condiciones, son las que se hace referencia en este párrafo y que suponen importantes factores para el debilitamiento de las relaciones sociales y de producción que sostenían el orden feudal.

3 Las configuraciones de Estados federados son las más cercanas a un modelo de organización de dimensiones mayores a la clásica nacional; en la medida en que incluyan distintas naciones o pueblos con culturas y tradiciones distintas. Este no es propiamente el caso de los Estados Unidos de América o algunos Estados federados más recientes, todos ellos contaron con una base cultural común, nacional, que los cohesiona en esa dimensión del quehacer social, y la territorial solo en los Estados Unidos representó un reto importante que el ferrocarril contribuyó a aliviar, entre otras cosas. Quizá lo más cercano a lo que se señala es la configuración China, y las antiguas Yugoslavia y urss. El imperio romano fue un diseño de naciones subyugadas; mas nunca el de una nación integral.

4 Las luchas por la “libertad y la democracia” desplegadas por Europa y los Estados Unidos de América después de la Segunda Guerra Mundial, en un principio destinadas a liberar a la humanidad del oprobio comunista, con la caída de la urss y el surgimiento de la ideología neoliberal, poco a poco se orientaron a imponer relaciones de producción capitalistas como la mejor forma de resolver el problema del desarrollo, y relaciones democrático-representativas, republicanas, como la mejor forma de organizar el gobierno del país. Se debe reconocer que estas últimas no fueron precisamente las prioritarias, siempre que las primeras se impusieran… (Chomsky, 1998), la relación democracia burguesa y capitalismo ha sido estudiada desde Weber (1944), más recientemente puede verse Boron (2009), con referencias a otros autores.

5 Véanse también los trabajos de Soto y otros en Piedrahita et ál, 2015. También el sustancioso trabajo de Gambina, 2013.

6 Las medidas de política económica, social e internacional del gobierno de los Estados Unidos en estos últimos años de cierre de fronteras, tanto comerciales como a las migraciones, y de esfuerzos por recuperar la hegemonía militar y económica debilitada, pueden ser interpretadas en esa dirección.

7 La bibliografía sobre la creciente concentración y centralización del capital en las economías es abundante. Joseph Stiglitz en un comentario publicado en la página Web del World Economic Forum (18/05/2016) señala el carácter oligopólico de los mercados norteamericanos y hace referencia a un estudio del Council of Economic Advisers del presidente Barak Obama sobre el alto nivel de oligopolización de estos (Furman, 2016). A nivel general y global (véase entre otros, Acemoglu, 2002; Piketty, 2014; Brennan, 2016 y 2017). La relación entre el proceso de acumulación de capital y su tendencia a la concentración y centralización se ha abordado en varios artículos (cf. Reuben, 1983, 2008 y 2012, también véase De Donder y Roemer, 2013) con el estudio sobre la determinación de la riqueza sobre el poder político. Finalmente, también es abundante la bibliografía sobre la tendencia del capitalismo en su manifestación neoliberal, hacia la desigualdad en la distribución de la riqueza nacional (Piketty, 2014).

8 Sobre estas tendencias hay perspectivas distintas, pero la que se señala en el texto es la predominante. Puede verse entre otras, Köhler, 2002; Action Aid International, 2006; World Bank, 2006; United Nations, 2005 y undp, 2013.

9 En un comentario de Dani Rodrik (09/06/2016), economista reconocido en los Estados Unidos, expresa precisamente cómo la innovación técnico-productiva no es suficiente para impulsar el crecimiento, y en los trabajos antes citados del undp y de las Naciones Unidas, se pone en evidencia la notable diferencia entre crecimiento económico y desarrollo socioeconómico, diferencia que ya la cepal había señalado (cepal, 1997 y 2000; Sunkel, 2007).

10 Desde que se comenzaron a implementar las políticas neoliberales en Costa Rica a partir del gobierno Monge Álvarez (1982-1986), se hizo la advertencia de que esas políticas iban a conducir a una división social que implicaría una sociedad más dividida, menos cohesionada y más violenta. Los resultados están a la vista (Cf. Reuben, 1995).

11 “Es difícil relacionar la teoría [económica] del equilibrio con los procesos empíricos de una economía real de mercado, así que aquella nos provee de una pobre comprensión de cómo la economía contemporánea realmente se desempeña” (Coyle y Sympson, 2013, s.p).