Rev. Ciencias Sociales 159: 73-91 / 2018 (I)

ISSN: 0482-5276

LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA INFANCIA COSTARRICENSE A INICIOS DEL SIGLO XX

THE SOCIAL CONSTRUCTION OF COSTA RICAN CHILDHOOD IN THE BEGINNING OF THE 20TH CENTURY

Paula Víquez Jiménez*

RESUMEN

El artículo realiza una síntesis de conceptos sobre la niñez en la primera mitad del siglo xx (1900-1950) en la meseta central costarricense. El escrito busca ser un punto de encuentro para otros estudios que desarrollen la temática en el periodo en estudio e incentivar futuras investigaciones que amplíen y complementen el trabajo realizado. La investigación se esquematiza en tres apartados: la concepción de familia, el universo social que rodeaba a la niñez y la política estatal hacia esta población. El estudio es de carácter exploratorio y se realizó con fuentes primarias tales como: periódicos, leyes nacionales, revistas y expedientes judiciales.

PALABRAS CLAVE: NIÑEZ * FAMILIA* HISTORIA * EDUCACIÓN * SALUD

ABSTRACT

The article summarizes concepts about childhood during the first half of the twentieth century (1900-1950) in the meseta central in Costa Rica. The object of the article is to gather other studies on the topic as to encourage future researched discussed. The article has been divided in three sections: the concept on family, the social universe which surrounded childhood in the period and used sources such as periodicals, national laws and judicial documents.

KEYWORDS: CHILDHOOD * FAMILY * HISTORY * EDUCATION * HEALTH

* Investigadora Independiente. Cursando Maestría en Historia de la Universidad de Costa Rica.

paulaviquez@icloud.com

INTRODUCCIÓN

La historiografía costarricense ha visto a la luz pocas publicaciones sobre la infancia como objeto y sujeto de estudio. En Costa Rica, la mayor parte de estudios se han centrado en investigaciones sobre la población adulta, lo que ha resultado en un vacío en el tema, que hoy constituye un campo abierto para la investigación.

La falta de estudios se deriva de las dificultades metodológicas para acceder a las fuentes escritas por los niños y las niñas, por lo cual el investigador social debe recurrir a los documentos realizados por los adultos para el estudio de la niñez.

Este procedimiento representa un reto para investigador que debe estudiar la documentación a partir de la visión del adulto para escuchar la voz de la infancia. La labor histórica se concentra entonces en rescatar las “voces infantiles” para hacer visible un sujeto que ha sido invisibilizado, a partir de la evidencia documental dejada en el pasado (Sosensky, 2013).

Este interés en el análisis de la infancia a nivel histórico es producto de los avances en la investigación de la historia social que ha posibilitado que se rescate el papel de los de “abajo” para examinar a los sectores ignorados y conocer su protagonismo. Las investigaciones en la educación, la familia y las instituciones benéficas, por ejemplo, han presentado temáticas que permitieron aproximarse al estudio de los niños y las niñas en el periodo estudiado. Pese a lo anterior, en América Latina hay pocos estudios que contemplan las experiencias y prácticas infantiles y las representaciones sobre la infancia, de allí la importancia de escribir en esta temática que aún tiene mucho que explorar (Sosensky, 2003).

Los esfuerzos por investigar la historia infantil pueden ser valioso en dos sentidos. Primero, indagar en el tema de la niñez permite acercarse a una etapa común a todas las personas, sin importar las diferencias sociales, tales como género, sectores sociales o factores culturales. Lo anterior, permite observar los cambios sociales y el traslado de valores sociales de una generación a otra, lo cual puede ser valioso en el abordaje de los distintos periodos históricos (Sosensky, 2003). El estudio de la niñez permite enlazar con el futuro, al estudiar las necesidades de los niños en el pasado y proyectar mejoras en su calidad de vida y en sus derechos en el presente (Jackson, 2012).

El presente trabajo, de carácter exploratorio, se enfoca en la concepción de la niñez a principios del siglo xx con el objeto de reflexionar en la concepción histórica de los niños y las niñas. Se busca ante todo estimular el análisis y ser un aporte a otros trabajos que incursionen en la historia infantil costarricense.

El espacio temporal analizado es el periodo de 1900 a 1950, etapa en la cual se evidencia un papel más activo del Estado. La creciente intervención estatal se da como producto del distanciamiento del modelo manchesteriano, idealizado por los liberales, a otro de corte positivista, que desarrollaba la prevención y la protección social (Palmer, 1999). Este desempeño gubernamental que no llego a gestar un Estado Benefactor se dio como producto de los conflictos mundiales y la crisis económica de 1929 que desestabilizó la confianza hasta entonces depositada en la libertad de las fuerzas del mercado.

El cambio en el dinamismo del Estado durante la época permite examinar la variación de las concepciones de la niñez en el periodo. En América Latina, esta etapa histórica está relacionada con modificaciones en la construcción de la imagen de los niños y las niñas. Se observa a la infancia como el motor para asegurar un mejor futuro político y social para enfrentar las tensiones del lapso temporal. Los gobiernos nacionales crearon un modelo utópico que elevo las expectativas de la infancia para satisfacer las necesidades nacionales (Catriona, 2007), lo cual repercutió en el actuar del Estado frente a este sujeto histórico.

Igualmente, el análisis temporal permite estudiar una etapa poco analizada de la niñez histórica latinoamericana (Sosensky, 2012) y amplia la investigación de una fase que ha sido identificada como parte de la construcción de la infancia costarricense (Barrantes, 1995).

El artículo se realiza a partir de fuentes escritas por adultos, tales como los periódicos, las revistas, las leyes y los expedientes judiciales; estos documentos atestiguan la existencia de la infancia en la época y la forma como el gobierno y la sociedad comprenden la niñez en su cotidianidad y dentro en la dinámica nacional.

Sin embargo, la investigación presenta la limitante de no examinar a la población a través de fuentes escritas por esta, sino a partir de documentación donde el sujeto de estudio no es protagonista. Este trabajo sigue pendiente para investigaciones futuras que deben rescatar y análisis fuentes donde la niñez tenga un papel más participativo1.

El límite espacial donde se ubica la información es el Valle Central, que ha sido uno de los espacios más estudiados por la historiografía, lo que facilita el acercamiento contextual de los datos recolectados.

La investigación pretende responder a la pregunta: ¿cómo es entendida socialmente la niñez costarricense entre los años de1900 a1950? La respuesta a esta pregunta se organiza de la siguiente forma: un primer apartado, donde se contextualiza a la niñez dentro de la familia; un segundo apartado, que la ubica a partir de su contexto vecinal-social y un tercero que lo hace en función del proyecto estatal.

Para cerrar, se debe aclarar que cuando se hace referencia a la niñez, no se puede hablar únicamente de un tipo sino de varias experiencias, que encuentran más disimilitudes que semejanzas, a pesar de compartir una época en común. El análisis, por lo tanto, no pretende ser lineal sino invitar al estudio basado en múltiples categorías, tales como: el género, la etnia y lo socioeconómico que podrían agregar mayor comprensión de la categoría en estudio. La investigación debe tomar en cuenta también que la infancia es una época de la vida que incluye a todos los adultos, sin importar que se viva una niñez que este en consonancia o no de los paradigmas del periodo histórico en el que se desevuelve (Sosenski, 2016).

El estudio de esta categoría social, por lo tanto, precisa de conocer el contexto histórico que rodea a la infancia, de allí que se presente el siguiente primer apartado para observar las particularidades que presenta el sujeto de estudio en el periodo analizado.

CONTEXTO HISTÓRICO DEL PERIODO EN ESTUDIO

La primera mitad del siglo xx es una época de convulsiones. La primera (1914-1918) y segunda guerra mundial (1939-1945), así como, el desplome de la bolsa de Nueva York en 1929, modifican las condiciones de intercambio comercial y económica globales. Costa Rica incorporada a la economía mundial bajo un modelo agroexportador, basado en los productos del café y el banano, fue golpeada por los conflictos internacionales, dejando en evidencia su debilidad y su dependencia de las fluctuaciones del mercado internacional. La primera guerra mundial produjo en el país una reducción de importaciones, que resultó en una crisis del comercio exterior y monetaria, generando escasez y carencia de productos básicos.

La crisis económica se unió a la crisis política. Esta crisis inicia con las reformas antipopulares de Alfredo Gonzales Flores (1914-1918) y continúan con el establecimiento de la dictadura Tinoquista (1917-1919), eventos que vienen a preparar el ambiente para que los sectores obreros buscaran mejoras como grupo social. La búsqueda por mejoras inicia con la protesta y la quema del periódico La Información y una serie de huelgas en 1920, que manifestaron el disgusto por las dificultades económicas, políticas y laborales.

Los esfuerzos de los sectores populares por mejores condiciones de vida trajo importantes conquistas sociales, tales como: el voto directo (1913), el voto secreto (1925-1927), el fortalecimiento de la Confederación General de Trabajadores, la celebración del primero de mayo, la conquista de la jornada de ocho horas (1920), la Ley del Inquilinato (1922), la emisión de la primera Ley sobre Accidentes de Trabajo (1925) y la formación del “partido Reformista” (1923), el cual representaba a los trabajadores (Acuña, 1986).

Por su parte, la segunda guerra mundial y la crisis económica de 1929 mantuvieron la baja de las exportaciones e importaciones. Los productos agrícolas costarricenses que se dirigían con anterioridad a Europa fueron comprados principalmente por Estados Unidos, que se convirtió en el principal consumidor, lo que trajo la disminución de las ventas y los precios de los productos exportados.

La crisis exterior se trasladó a los impuestos de aduana lo que desembocó en un déficit fiscal estatal (1929-1936) que sacudió a los asalariados. Bajo estas condiciones nace el Partido Comunista (1930) que junto a los operarios urbanos y a los obreros urbanos protagonizan una marcha por el desempleo en San José durante 1933.

La respuesta del Estado ante tal panorama es cada vez una mayor intervención por medio de la creación de distintas medidas. Por ejemplo, se funda el Instituto de la Defensa del Café (1933), se aprueba el salario mínimo (1935) y se establece la reforma bancaria (1936), con lo cual el gobierno tuvo un mayor control de la oferta de dinero. Igualmente, los gobiernos de turno intensificaron el financiamiento de obras públicas, tal como se puede observar en la administración de Cortez conocida como la del cemento y la varilla, entre 1936 y 1940 (Molina y Palmer, 2000). Estos cambios igualmente iban acompañados de una pequeña expansión industrial que respondía a las necesidades del mercado local concentrándose en bienes de consumo no duraderos como el jabón, las velas y los alimentos (Sibaja, 1993.)

El deterioro fiscal es respondido por el Estado a partir de reformas sociales tales como: la creación de la Universidad de Costa Rica (1940), la Caja Costarricense del Seguro Social (1941), las Garantías Sociales (1943) y el Código de Trabajo (1943), que sientan las bases del Estado Benefactor.

Estas medidas reformistas realizadas en la administración de Calderón Guardia, sin embargo, no fueron del agrado de todos, pues algunos sectores de la burguesía se vieron afectados, con lo cual empezó a crecer el descontento hacia la figura del mandatario. Lo anterior, se unió a una serie de aspectos que vienen a afectar aún más la atmosfera de tranquilidad nacional: el desgaste del vínculo con León Cortés, que había apoyado al candidato, la unión del presidente con los comunistas en el contexto de la Guerra Fría y la dudas ante los resultados de las elecciones de 1944, donde resulta ganador el candidato oficialista Teodoro Picado.

El nuevo guía trato de realizar algunas medidas para establecer la calma, como el alejamiento de los comunistas y el establecimiento del Código Electoral de 1946, pero sus esfuerzos no mermaron la crisis y desembocaron en la perdida de las votaciones y la elección de Otilio Ulate. La anulación de los resultados de las elecciones por el congreso desemboco en la guerra civil encabezada por la figura de José Figueres Ferrer.

Figueres, quien había sufrido el destierro y que había contactado a la Legión del Caribe, preparó el enfrentamiento armado y derrotó a las fuerzas nacionales en 1948. Llega al poder por 18 meses, tiempo suficiente para gestar una serie de cambios que debilitan el poder ejecutivo (como la abolición del ejército) y golpeaban a la burguesía. Entre las disposiciones que realiza se tiene la nacionalización de los bancos, la creación del Instituto Nacional de Electricidad y la fundación del Tribunal Supremo de Elecciones. Una vez establecidos estos cambios, Ulate asume el poder y Figueres se convierte en presidente en 1951, a la cabeza de un nuevo partido político denominado Liberación Nacional.

En síntesis, el periodo en análisis está caracterizado por crisis económicas y políticas, que modificaron el papel del Estado, el cual asume una posición más dinámica para enfrentar los retos. Las discrepancias de los diversos sectores sociales del país abren una serie de conflictos que se tratan de resolver a través de un papel más activo, separándose de la visión laissez-faire que había sido liderada por los grupos liberales.

El periodo de cambios internacionales y crisis internas tuvo como respuesta por parte de las élites, un discurso de unión y la imagen de una comunidad integrada por gente cooperadora, formando parte de una gran familia nacional. Este discurso imaginario que ignoraba las diferencias sociales, cobró vida en tiempos de crisis para llamar a la colectividad a unirse contra la adversidad. Ricardo Jiménez, a manera de ejemplo, dirigió un discurso al congreso en 1932 donde comparaba a la nación con un barco, en el cual, si se hunde, se hunden todos, lo cual llama a actuar bajo una tregua política por el bienestar general. La disertación llamaba a las élites a trabajar unidas en pro de los sectores populares de los cuales debían ser guías debido a las características de honor, lealtad y compromiso que los distinguían. Había que llevar las palabras a los hechos, por lo cual desde inicios del periodo se observa una labor de ayuda social que intensifica la participación de la élite en los retos de salud que enfrentaba la población (Solís, 2006).

Esta asistencia social iba enfocada a la redirección de los sectores populares y a unirlos al proyecto nacional inclinando la balanza a favor de los objetivos de las élites. La cooperación realizada a través de instituciones de caridad iba dirigida a perpetuar a los grupos políticos en el poder, por lo cual ignoró las necesidades populares que no iban en concordancia con su visión. Así, por ejemplo, la reforma laboral no se hizo prioritaria a pesar de los esfuerzos populares por llevarla a cabo. Las mejoras en el trabajo son sentidas hasta la década del 40 cuando se observan cambios sustanciales en la vida del país (Botey, 2013).

Las diferencias entre el proceder de los dirigentes y las demandas populares resultaron en la resistencia popular que durante el lapso temporal lucho por mejoras, utilizando el discurso para presionar por sus demandas. El gobierno, por su parte, se benefició de la labor de las élites para ampliar su intervención a la salud de la niñez.

La intervención estatal no se da sola, sino que esta mediada por la Iglesia, que en esta fase se convirtió en un actor estratégico, atendiendo las necesidades entre las comunidades populares2. A pesar de los esfuerzos, la respuesta del Estado y la Iglesia es limitada, debido a los recursos nacionales existentes, que permitían únicamente dar una respuesta de carácter inmediato y no preventiva, condición que solo empieza a cambiar durante la década del 40. Este proceder, sin embargo, permite al Estado intervenir dentro de los sectores populares de forma más directa, disminuyendo los límites de lo privado y dejando la puerta abierta para atender las necesidades de la salud a costa de la intimidad familiar (Viales, 1998).

El gobierno, mediante diversos trabajadores estatales, tales como: los médicos, las visitadoras sociales y las instituciones de caridad, entran en el interior de los hogares para modificar las costumbres populares. Era necesario modificar a las familias para civilizar y unir al país en pro del bien de la nación. El siguiente apartado se enfoca en estudiar a la familia para conocer la forma en que el Estado trató de modificar esta estructura y adaptar la niñez a su proyecto nacional.

LA CONCEPCIÓN DE FAMILIA

En América Latina, los estudios de la familia empiezan a ser relevantes durante la década de 1980, a partir de esta fecha se ha ampliado los estudios sobre esta institución y cada uno de sus miembros. En el caso histórico costarricense, las investigaciones familiares han surgido como parte de los estudios de género y se han desarrollado como producto de estos (Rodríguez, 1975).

El énfasis en el estudio se ha dado en la mujer y no en la infancia, por lo cual los estudios especializados en la niñez han sido pocos, aunque existen algunos trabajos valiosos que han estudiado la infancia en este periodo3. Este apartado por lo tanto se basa en el estudio de la familia como ente para conocer el primer espacio de socialización de los niños y las niñas en sus primeros años de vida.

Para la sociedad de la época, la familia era el pilar donde se cimentaban la sociedad de orden y progreso. La familia como primer espacio de socialización recibía una responsabilidad fundamental: formar al nuevo ciudadano4 (Acuña, 1986). Los hogares estaban encargados de trasmitir los valores patrios, que eran congruentes con los sectores hegemónicos. Por esta razón, el modelo familiar que se buscaba reproducir socialmente era el congruente con los ideales de la élite: una familia “monogámica, armoniosa y afectuosa”. Este modelo familiar se percibía como la institución primaria capaz de estimular la modernización económica y preservar el orden social (Rodríguez, 2008).

Para cimentar el orden la familia estaba basada en una división de trabajo bien establecida; un padre, signo de autoridad y respecto, asignado al espacio público con la función primordial de proveedor y protector de su familia; una esposa, que habitaba el espacio privado, del hogar, compañera sujeta y sumisa, con la responsabilidad primordial de velar por el cuido de sus hijos y la atención de su marido; por último, los niños y ñinas, quienes daban fuerza de unión al vínculo pues se constituían en el objetivo primordial del matrimonio5, quienes estaban en el corazón del hogar y debían ser cuidados para velar por su bienestar. En la familia, los niños y las niñas debían aprender a respetar y obedecer a sus progenitores, como una forma de honra y retribución. Esta dinámica los insertaba dentro de la lógica del Estado al aprender a obedecer sus figuras de autoridad. Es así como la familia constituye un primer paso en el camino del nuevo ciudadano (Rodríguez, 2003).

El Estado como una familia mayor, que reunía el conjunto de las familias de la nación, cuidaba y velaba por los futuros ciudadanos, niños y niñas que debían ser resguardados y protegidos, hasta convertirse en adultos y unirse al proyecto nacional.

Se esperaba que los hijos e hijas de la patria, en retribución al soporte y cuido del Estado, tributaran obediencia a la autoridad. El modelo familiar de respeto y obediencia a los padres constituía una analogía del Estado, donde se reproducían el modelo de poder para lograr la sumisión entre los gobernantes y los gobernados (Rodríguez, 2008).

El sendero patriótico estaba basado en un tipo de idealismo romántico que elevó a la niñez a un camino moral por el cual se esperaba que los niños y las niñas trascurrieran. El idealismo romántico de la niñez se desarrolló durante los siglos xviii y xix, cuando la retórica estatal relacionó a la niñez con una visión de pureza, inocencia e idealismo que fue utilizada en momentos de cambio cultural trascendental. Esta visión, como se observará en el artículo, ignora o suprime aquellas otras infancias que no se adaptaban a los ideales estatales. Aquellas infancias que no eran compatibles y no se consideraban normales, llevando el ideal a un modelo impositivo (Sosensky y Jackson, 2012).

La imposición del modelo elitista no es única del gobierno. La Iglesia Católica, desde sus inicios en el periodo Colonial, buscaba impregnar el modelo patriarcal dentro de la mentalidad de los sectores populares, a través de la Sagrada Familia: un padre, una madre y un hijo, signo de esperanza y progreso para la humanidad. El resguardo de este modelo se dio por medio de la prohibición de las uniones fuera del matrimonio y la no aceptación del divorcio, tema que generará polémica entre las autoridades eclesiásticas y gubernamentales. Las discrepancias entre la Iglesia y el Estado, no fue nunca impedimento para que ambas instituciones trabajaran de la mano para civilizar a los sectores populares (Palmer, 1999). El modelo familiar era una preocupación común debido a la visión de la familia como la base para formar buenos ciudadanos y buenos cristianos.

Este ideal, sin embargo, choca con la realidad popular donde la existencia de madres solteras jefas de hogar, uniones extramatrimoniales y nacimientos de hijos ilegítimos era común (Rodríguez, 2008). El ambiente popular donde las mujeres no siempre se podían dedicar al cuido de sus niños y niñas, así como, la temprana inserción de los hijos e hijas en las dinámicas de trabajo, eran dos realidades que alejaban a las familias populares del modelo de la élite.

Las difíciles condiciones económicas obligaban cada vez más a los miembros de la familia a buscar medios de sustento, que les ayudaran a afrontar las difíciles condiciones económicas. Algunos niños y niñas trabajaron bajo el cuidado de sus familiares, mientras que otros estuvieron expuestos a faenas en la calle, donde la supervisión adulta fue mínima y donde se vieron rodeados de “peligros”, tales como vicios y ausencia escolar, aspectos que preocuparon a los gobiernos de turno (Víquez, 2014).

El Estado hizo su papel para aplacar las costumbres populares y encaminar a las personas por el “buen camino”. Una de las formas de resguardar la familia fue por medio de políticas dirigidas a las mujeres para convertirlas en “mejores madres”. Los gobiernos vieron a las mujeres como claves para el cuidado de los hijos y por ello fortalecieron la celebración de festividades, tales como la “celebración del día de la madre”, conmemoración que buscaba exaltar el cuido de los infantes por parte las féminas y la exaltación del trabajo privado del hogar. Este ideal chocaba con la participación popular femenina en actividades productivas, tales como: las artesanales, las manufactureras y las domésticas, ocupaciones que no permitían a las mujeres de los sectores populares, dedicarse por completo a las faenas del hogar (Rodríguez, 1998).

FOTOGRAFÍA 1

MUJERES VENDIENDO TORTILLAS

1930

Nota: Obsérvese la participación femenina en el comercio y las diferentes edades entre las mujeres que se dedicaban a este trabajo. Fuente: ABC, 20 de enero, 1930, p.1.

La conflictividad entre el ideal estatal y la realidad popular abre la puerta a los diferentes tipos de niñez existentes. Un ideal que iba acorde al proyecto estatal y otros tipos de niñez populares, urgidos de la intervención de los sectores hegemónicos. Los gobiernos abogaban por una niñez al calor del ambiente privado del hogar, al abrigo y cuidado de la madre y bajo la dirección del padre. Este modelo chocaba con una realidad popular, donde los niños y las niñas no eran siempre cuidados exclusivamente por la madre y mantenidos por el padre. El Estado muestra desconfianza a los modelos parentales de los sectores populares por lo cual busca intervenir entre los hogares para contrarrestar su influencia.

Las disidencias entre la realidad presentada por los sectores populares y el ideal buscado por los sectores hegemónicos, se ajusta a través de la intervención de las autoridades para modelar las costumbres populares por medio de leyes que resguarden los objetivos buscados. Igualmente, el balance se establece por medio de mejoras en la salud y las condiciones de vida, para reforzar la identificación de los sectores populares con los gobernantes. Estos temas se amplían en las secciones a continuación.

LA EXTENSIÓN DE LA FAMILIA: EL BARRIO, LA ESCUELA Y LA CALLE

La niñez convivía también en un espacio más amplio que el hogar: el barrio. Este espacio permitió el intercambio con otros adultos y sus homólogos fuera del grupo familiar. En este apartado se estudia esta convivencia a través de la forma de concebir la infancia socialmente y los medios de disciplina que se utilizaban en la época.

Las barriadas populares constituían el segundo espacio de socialización de las personas y funcionaban como puentes para el paso de la infancia a la juventud. Mientras que la infancia estaba constituida por un proceso de cuido y vigilancia adulta, la juventud se establecía como un estado donde se llevaban a cabo dos procesos, uno de tipo biológico y otro social. El biológico sirvió como medio para establecer las diferencias con la niñez, mientras que el social con el adulto. La juventud, entonces representaba un tiempo de transición que permitía a las personas pasar de la dependencia establecida en la infancia al tiempo de preparación hacia la autonomía social, que se alcanzaba plenamente durante la adultez. Esta etapa establecía además un tiempo de espera antes de asumir las responsabilidades de la vida de los mayores, por lo cual se encaminaba a preparar al joven en su tránsito hacia la madurez. Esta categoría social, por lo tanto, dista del concepto de adolescencia que se utiliza de forma posterior históricamente y que se asocia más al estudio psicológico y educativo y no a la forma como se vivía en la cotidianidad (Dávila, 2005). Si bien, el escrito se centra en la niñez, es importante establecer esta conceptualización de la juventud con el fin de aclarar el futuro que les espera a los niñas y niñas.

Los barrios ofrecían los primeros espacios para la enseñanza de oficios y brindaban las primeras oportunidades de empleo a los niños y las niñas (Samper, 1979). El trabajo infantil se estableció como obligatorio desde 1864 y fue una de las formas en las cuales los gobiernos lucharon contra la vagancia (Sánchez, 2013). Las ocupaciones eran reguladas por el Estado bajo las Leyes de Educación Común, que establecían los tiempos en los cuales los niños y las niñas podían trabajar.

El trabajo infantil era un medio con el cual los sectores populares podían ampliar sus recursos económicos y enfrentar los gastos. También los trabajos eran espacios para la adquisición de valores. Por ejemplo, las faenas obrero-artesanales ayudaban a formar conceptos congruentes con la modernidad entre los trabajadores. El cumplir un horario, la puntualidad a la hora de llegada, el respecto a la autoridad y al sistema jerárquico (maestro, oficial, aprendiz), la costumbre de ganar dinero por medio de un trabajo “honrado” y respetable, sin duda, influyó en el modelaje que los adultos podrían ejercer sobre los niños aprendices. El trabajo remunerado, además, dotó a la infancia de un medio de subsistencia “honrado”, alejándola de costumbres indeseables, como el robo o la vagancia (Acuña, 1986).

Además, las niñas y los niños dentro del taller solían realizar prácticas respetando la división de trabajo por género, según las funciones de la familia idealizada por las élites. Los hombres se desenvolvían en actividades que involucraran fuerza física (Oliva, 1985), mientras que las mujeres realizaban tareas que implicaran labores repetitivas donde su sumisión, tolerancia y paciencia, estuvieran a prueba. El trabajo doméstico también formaba parte de sus funciones6 (Mora, 1992).

La disciplina del taller, que se podía complementar con la asistencia a la escuela, era una vacuna para alejar a estos trabajadores de otras formas de trabajo dudoso, como el trabajo ambulante o el trabajo en la calle. En estos ambientes laborales, la población infantil contaba con menos supervisión adulta y le era más fácil involucrarse en actividades “peligrosas”, tales como: las apuestas, el consumo de drogas o alcohol, el irrespeto a la propiedad privada o a los adultos, el robo y otras actividades tildadas de “alarmantes”. Este ambiente permisivo y poco supervisado era, sin lugar a duda, uno de los escenarios donde los gobernantes no deseaban que se desenvolvieran sus nuevos ciudadanos.

IMAGEN 1

CARITURA VENDEDORES DE LOTERÍA

LA TRIBUNA, 1930

Nota: En esta caricatura se observa la percepción negativa del trabajo de los vendedores de lotería en las calles.

Fuente: La Tribuna, 09/03/1930, p. 5.

El trabajo de la calle, más asociado al abandono escolar, al vicio y a la vagancia, no ofrecía posibilidades para formar a los ciudadanos congruentes con el programa liberal. Los niños y las niñas depositarios del futuro nacional, debían crecer en un ambiente supervisado por adultos responsables que brindaran el modelaje deseado. Aunque se les permitía trabajar7, el Estado perseguía el objetivo de dejar a la población en un ambiente más apto para su formación. Como se observará, la escuela representó este espacio, alejado del mundo adulto, donde los niños y las niñas se podían formar de acuerdo con los ideales nacionales y podían aprender los valores congruentes de los sectores hegemónicos (Víquez, 2013).

El Estado buscaba tener un control de la población más joven por la trasmisión de costumbres que fueran en consonancia con su visión de mundo. Las niñas y los niños podían aprender lo que necesitaban en la escuela y no solo en los lugares de trabajo. Por ejemplo, en 1930 se planteó la idea de modificar la entrada a clases de los escolares de 7:30 a.m. a las 7:00 a.m. para que los niños se acostaran más temprano (abc, 22/02/1930).

El Estado luchó constantemente para modificar la forma de vida de los sectores populares, quienes resistieron para conservar sus formas de vida. Una de estas formas fueron las lecturas en los talleres, donde los niños y las niñas fueron expuestos a concepciones más congruente con las expectativas de los sectores de los que provenían. El “Club de jóvenes obreros”, por ejemplo, en 1914 realizaba actividades de recreo para los niños y las niñas, que fortalecían los ideales populares. El Partido Reformista, también abogó por fortalecer las bibliotecas como medio de educación entre los trabajadores (Oliva, 1985). Estos espacios permitieron el intercambio de ideas y la resistencia a los grupos de poder8.

Por lo tanto, el Estado intentó regular los lugares que los niños y las niñas frecuentaron tratando de que asistieran con mayor regularidad a la escuela y limitando los sitios donde estos se desarrollaban. El reglamento de limpiabotas, pregoneros y vendedores de lotería en 1922 estableció controles sobre los horarios y zonas donde estos trabajadores podían ejercer sus oficios, impidiéndoles frecuentar lugares de apuestas o prostitución, por ejemplo.

Estos controles, sin embargo, son consolidados en 1930 cuando se crea el Patronato Nacional de la Infancia (pani), quien viene a controlar la forma de crianza y vida de los niños, las niñas y sus familias, haciendo cumplir las leyes por medio de las visitas a los hogares y el monitoreo constante del quehacer familiar. La institución recopila información de los padres, sus trabajos y medios económicos, así como de la salud, las condiciones de crianza y vida de los menores (Informe de labores del Patronato Nacional de la Infancia, 1932-1933).

El control de los niños de los sectores populares fue una de las principales tareas que asumió el pani por medio de registros detallados de los niños y las niñas identificados como vulnerables y de sus familias. Bajo la supervisión del pani, el Estado construyó las regulaciones jurídicas y de vigilancia necesarias para controlar a esta infancia y a sus familias. Detrás del discurso de cuidado y protección de la infancia, se dió un estricto control de sus formas de vida para obligarlos a aceptar el ideal político de los sectores hegemónicos.

Este tutelaje se justificaba como una medida para restar los riesgos sociales, que ya de por sí, estos niños presentaban. La explicación biológica que interpretaba la tendencia hereditaria de la delictividad en estos niños y niñas, junto al medio social indeseable en el que se desenvolvían, eran ingredientes que alarmaban a la prensa de la época y daban al Estado la excusa necesaria para actuar en pro del bien común.

El Estado realizó una labor principalmente en aquellos hogares empobrecidos, jefeados por madres solteras, quienes se asociaban a una conducta poco idónea para dirigir la moralidad de sus hijos e hijas. Es en estos hogares donde la ausencia de la figura paterna posibilitó la puerta de entrada a la intervención (Marín, 2007).

Cuando las circunstancias lo requirieron, según las autoridades, las madres podían perder la custodia de sus hijos e hijas, quienes eran entregados a miembros de la élite, que fueran mejores ejemplos de crianza. Estas personas tenían la responsabilidad social de brindar educación y sostener económicamente a esta infancia a cambio de su trabajo. Este intercambio desigual desembocó en explotación laboral sufrida por aquellos jóvenes trabajadores (Víquez, 2014).

El Estado, asumiendo el discurso de la “gran familia”, se dió a la tarea de redirigir a las familias populares para equilibrar el modelo familiar, según la visión de las élites nacionales. Las deficiencias señaladas dejaban el portillo abierto para intervenir sobre aquellos que se presentaban como indefensos y en necesidad de mayor protección (Marín, 2007).

La creencia de que los niños y las niñas eran seres limpios, posibilitaba una razón más para la redención de estos de los ambientes no aptos. La idea de pureza de los pequeños era reforzada por instituciones clave en la convivencia popular, como la Iglesia católica. La institución presentaba la vida del niño ligada a un cuerpo puro, frágil e inocente que se asociaba a imágenes de seres celestiales como los ángeles (Oliviera, 2012). Los católicos de origen popular se apropiaron de esta noción de tal forma que daban poco cuidado a los infantes enfermos, para permitirles partir del mundo en un estado de inocencia (Rodríguez, 2005).

La prolongación de este tiempo de pureza se trataba de ampliar lo mayor posible por medio de la separación del mundo del niño y del adulto, a través de instituciones especializadas en su cuidado, como la escuela. Los centros educativos permitieron a la infancia separarse de las experiencias adultas y participar de los valores propios del mundo civilizado (Oliveira, 2016).

Es importante aclarar que este control del mundo del niño no es igual para todos los sectores sociales, pues contrasta con la exaltación de la niñez romántica que se presencia entre la élite. Un ejemplo, en este sentido, lo constituyen las actividades de tiempo libre entre los niños y niñas de Barrio Amón, quienes no trabajaban a tempranas edades ni se dedicaban a trabajos en las calles. En su lugar, las vías constituían espacios de juego y su actuar no es interpretado como sinónimo de vagancia o preocupación social (Quesada, 2001), como sí era percibido la presencia entre los sectores populares.

La interpretación de la infancia de forma desigual también concuerda con las percepciones de las imágenes de ambos sectores sociales en los periódicos y revistas9. Por ejemplo, en las fotografías de los periódicos de niños de escasos recursos se le pone atención a la pobreza de su atuendo, su presencia en la calle y la ausencia de adultos. Las niñas, por su parte, son poco fotografiadas en espacios de trabajos ambulantes, lo cual es entendido como una forma de silenciar su presencia, a pesar de tener representatividad en el mundo laboral en tareas tan cotidianas como las ventas de tortillas.

FOTOGRAFÍA 2

NIÑOS EN LA CALLE

ABC, 1929

Nota: se observan niños de escasos recursos fotografiados en la calle en 1929, con ropa rota, gastada y sin zapatos.

Fuente: abc, 23/11/ 1929, p.1

En contraste, los retratos y las fotografías de niños y niñas de sectores más acomodados, tienden a reforzar lo cálido de la etapa de la niñez. A diferencia de los niños anteriores, sus fotografías no se dan tanto en espacios públicos como la calle, sino en áreas privadas como los estudios fotográficos. Los niños y las niñas, igualmente, aparecen en no pocas ocasiones en compañía de adultos, en especial de sus madres, quienes muestran afecto a los pequeños por medio de besos o abrazos. Este contacto físico y visual con el adulto, es prácticamente ausente, en la fotografía de la niñez de los sectores populares.

FOTOGRAFÍA 3

NIÑA POSANDO CON MUÑECA EN ESTUDIO FOTOGRÁFICO

Fuente: Revista Ilustrada Celajes, marzo, 1936, p. 16.

FOTOGRAFÍA 4

MADRE E HIJO

Nota: Se observa a un niño sonriendo y su madre que lo observa atentamente. Ambas fotos contrastan con las anteriores mostrando los diferentes tipos de infancias en el país en los sectores sociales.

Fuente: Revista Ilustrada Celajes, marzo, 1936, p. 16.

Las fotografías que retratan a los hijos e hijas de las élites refuerzan el cuidado de la niñez de este sector, lo que contrasta con la falta de atención atribuida a los hogares populares. Además, el lente tiende a centrarse en ellos y las imágenes se acompañan con sonrisas en ambientes limpios y de protección. Los retratos infantiles son una fuente que permiten estudiar los contrastes entre las diferentes infancias que se viven en el periodo y como el Estado podía utilizar la información gráfica para perseguir sus objetivos.

En resumen, se puede decir que, entre ambos sectores sociales, la concepción de la niñez podía variar. Dentro de los sectores acomodados el ser niño o niña podía significar una “etapa de oro en la vida”, mientras que, para los sectores populares, la niñez era un periodo de “vigilancia y supervisión” en pro del bien común.

Una condición que, sin embargo, unía a la niñez de los distintos sectores era la creencia generalizada del castigo físico10. Pese al discurso en los periódicos de la necesidad de no golpear a los niños y niñas, el castigo físico era ampliamente aplicado. El castigo entendido como deber de los progenitores, se complementaba con otras figuras representativas del universo social. La escuela, por ejemplo, es una muestra en este sentido, debido a que la maestra, podía reprenderlos por medio de castigos tales como: sentarlos fuera, donde las personas de la calle podían verlos y ridiculizarlos (González, 2011). Este castigo no avalado por las autoridades y discutido en la prensa, era una práctica cotidiana en el salón de clase, donde “letra con sangre entra” (frase de uso popular en la población que sugiere que se puede maltratar físicamente si es necesario en el proceso de aprendizaje). Las maestras quienes trasferían a la educación sus funciones de género maternas recibían el encargo de corregir y redefinir la conducta de los niños y las niñas. Asimismo, tenían la tarea de trasmitir los valores necesarios para formar la modernización y el progreso perseguido por los gobiernos (Molina, 2003).

El castigo físico podía ir acompañado del temor a la separación física o emocional, por medio de la amenaza a entregarlos al correccional, en caso de no obedecer a los padres y madres, quienes tenían la oportunidad de dejarlos en estas instituciones si fuera necesario. La educación buscaba enderezar el cuerpo y la mente infantil. El castigo se concebía como una forma de enderezar al que no obedecía y no contribuía con el orden social. Así, los golpes se entendían como una forma de hacer caer en razón.

El castigo, el temor y la vergüenza fueron medios válidos para formar al “niño bueno”. El derecho del adulto, como regulador social, le facultó para corregir en pro de la “protección” social del niño y la niña. La agresión no se visualizaba como medio destructivo y agresor, tal como lo se entiende actualmente, sino como una herramienta para depurar el alma.

Sin embargo, el castigo sin límites era censurado. Las autoridades educativas promulgaron la no práctica de correctivos en las escuelas y las autoridades podían suspender la patria potestad, cuando se trataba con extrema dureza. La falta de límites para regular que era extrema dejó el portillo abierto para el maltrato físico y emocional.

En síntesis, el barrio como espacio abrió el mundo social de los niños y niñas, ya que les permitió convivir con otros individuos dentro y fuera de su grupo familiar. El trabajo, la escuela y la comunidad en sí, presentaron un espacio en el cual los niños y las niñas estuvieron abiertos a la lucha de valores entre los sectores populares y las élites. En estos lugares se presentaron personas que funcionaban como modelos para apoyar los objetivos de las élites con los cuales los niños y niñas de los sectores populares podían convivir y ser rescatados de su inclinación hacía el mal. Las élites querían encaminar a la niñez a ser personas “útiles” en sus modelos de desarrollo y así convertirlos en mejores ciudadanos y ciudadanas. La Iglesia, el Estado y el sistema educativo formaron una triple alianza para encaminar a la niñez a aprender de higiene, moral y patriotismo, tan necesarios para alcanzar el desarrollo y la unión anhelados.

El estudio de las formas de resistencia que emprendieron los niños y niña queda pendiente debido a la dificultad para poder acceder a fuentes escritas por estos protagonistas que dejen claro su pensamiento y experiencia11.

SALUD Y EDUCACIÓN: BALUARTES PARA LA ESPERANZA DEL FUTURO

Como se ha comentado anteriormente, el interés del Estado giro alrededor de dos áreas fundamentales: la salud y la educación. La primera brindó la oportunidad de poblar y dominar el territorio nacional. Mientras que la segunda funcionó como un instrumento de aceptación de la desigualdad y del control social.

La salud era fundamental en el camino al progreso económico, pues, no era solo importante formar un ciudadano con una mentalidad que se ajustara a los valores estatales, sino uno que fuera capaz físicamente de vivirlos. Dentro de las ideas positivistas, el niño ciudadano12 debía ser cuidado desde el inicio de su vida para que se convirtiera en el motor de los objetivos del Estado y se asegurara el futuro político y económico de la nación.

Esta intervención se daba en una de las épocas más impactantes de la vida. Pues la infancia representa un periodo vital en la vida, debido a la permeabilidad a la que está sujeto el ser humano que no ha alcanzado la total cognición social (González, 1988). Esta persuasión de los grupos dirigentes sobre la infancia y sus familias, además, se vio mediado por un ambiente de necesidades de salud de los niños, las niñas y sus familias.

El Estado brindo atención médica para combatir la alta mortalidad infantil que impactaba negativamente a la baja población costarricense. Al respecto, en el periódico La República se comentó que la Dirección Nacional de Estadística reportaba que:

La mortalidad de niños menores de cinco años va en aumento…En el año anterior murieron cinco mil veintiocho niños comprendidos en esa edad, cifra relativamente asombrosa, si se compara con el resto de las defunciones ocurridas en este año. El total de defunciones asciende a 9.378. Como más de la mitad del total de las defunciones es de niños menores de esa edad. La causa principal de esta mortandad infantil se atribuye a la mala alimentación y peores cuidados, unas veces por pobreza y otras por negligencia o ignorancia. Las buenas aguas que se consumen ahora, en casi todas las poblaciones del país, han hecho que esta mortandad merme un poco, pero siempre han quedado las causas que dejamos anotadas, las cuales solamente se pueden combatir en la escuela13 (06/02/1914, p. 2).

Entre 1880 a 1894 se inicia una “Reforma Médica” que amplió la atención de la salud de la población bajo diversos esfuerzos como la creación del Instituto Nacional de Higiene, la trasformación del Protomedicato y de la Asociación Médica de la Facultad de Medicina, la ley de Médicos del Pueblo, la ley de Profilaxis Venérea, las campañas de Rockefeller y programas como la Gota de Leche (Díaz, 2012)14.

Se precisaban cambios que impactaran en especial a la población más joven, quienes eran golpeados por las enfermedades de la época. Por ejemplo, en el periódico La Tribuna, el sarampión afectaba a los y las infantes:

Otras víctimas del sarampión. Continúa el sarampión haciendo estragos, especialmente entre la niñez y entre la gente de escasos recursos. Antier fallecieron a causa de esta enfermedad el niñito de 16 meses Miguel Ángel Lizano; otro de cuatro años Ronulfo Zúñiga González y Olga Sojo Madrigal, de 13 meses. La subsecretaría de Salud Pública ha tomado las medidas necesarias para hacer desaparecer esta enfermedad, que ha hecho estragos en estos últimos meses (13/02/1925, p. 1).

Los niños y las niñas morían por otras dolencias, tales como: las enfermedades infecciosas, parasitarias, digestivas y molestias del aparato respiratorio. Estos padecimientos eran frecuentes en un ambiente popular donde existía desnutrición, los hábitos alimenticios eran poco apropiados, se daban problemas en la distribución de leche y había deficiencia en los hábitos de higiene e infraestructura sanitaria (Botey, 2012).

Para el Estado era un reto mejorar la salud de la futura fuerza laboral para así elevar la productividad del país. Los grupos subalternos golpeados por las condiciones de pobreza se convirtieron en un desafío para los sectores dirigentes en su búsqueda de frenar la “degeneración racial”. Los gobernantes volvieron sus ojos al “vientre materno” al fracasar los intentos de poblar al país con grupos codiciados.

La población europea, blanca y civilizada estaba cada vez más lejana de las fronteras y el peligro de pobladores inminentes de etnias subestimadas, era cada vez más latente. Los pobladores de etnias negras y chinas estaban lejos de los ideales del Estado y este dirigió la mirada a la infancia, considerada más blanca que el grupo de extranjeros que arribaba al país.

La obtención del ciudadano de “raza singular, homogénea” se articuló al cuidar y mejorar las condiciones de salud de la niñez. La prosperidad y la modernización se visualizaron por medio del aumento y la calidad de la población. Este proceso auto-migratorio conllevaba en conjunto un saneamiento total, no solo del cuerpo sino también del alma (Botey, 2008-2009).

La pobreza, vista como un generador de problemas morales, se combatía por medio del aumento en las condiciones de la salud y la educación de la población más joven. El mejoramiento en las condiciones de vida ayudaba a incrementar la condición de la población y a la vez daba la posibilidad de reconocimiento de la labor social que realizaban las élites. Los sectores populares podían devolver fidelidad, orden y amor a los valores trasmitidos por el Estado y su personal político (Acuña, 1994).

El intercambio presentaba diferentes funciones a cada sector, unos que se encargaban de implementar la vida social y otros que en pago debían brindar sumisión a sus gobernantes. Esta dinámica de aceptación se da por medio de un adoctrinamiento escolar donde la escuela tenía un papel representativo. Esta institución fue clave para enseñar los valores de los grupos dirigentes y trasmitirlos a los sectores populares. Las maestras asumieron un rol importante en facilitar información al Estado de la condición de salud y de las familias de los alumnos. La apertura de escuelas y la búsqueda por aumentar la asistencia escolar son dos puntos que ocupan a los gobiernos de turno. En 1915, el número de escuelas creció un 8% y el número de alumnos matriculados aumento en un 47% (Molina, 2000).

El interés del Estado de llevar acabo esta misión educativa se contempla en el marco legal, al establecer la educación gratuita y obligatoria en la Constitución Política en el artículo 52 y escribir una Ley de Educación Común, que detalló la forma en como educar a la población. Esta ley es la única en la época que se refiere específicamente a la niñez.

El Estado durante el siglo xx aumenta la cantidad de maestros, médicos, juristas y profesionales que tuvieron un papel cada vez más activo en la satisfacción de la demanda de servicios a la población infantil. Además, los gobiernos difundieron los servicios comunales para acceder a más sectores de la población. Esta difusión de servicios se dió por medio de programas que involucraban en forma activa a las familias, particularmente a las madres.

Las mujeres, quienes tenían en sus hombros la responsabilidad de cuidar del futuro ciudadano, eran las encargadas principales de velar por el cuidado de la higiene, la salud, la moral y la educación. A ellas se dirigían los programas de salud basados en la Maternidad Científica y eran ellas también, las que enfrentaban la persecución de las autoridades judiciales cuando no se cumplían las obligaciones acordadas en los programas de salud (Rodríguez, 1998).

El control del Estado sobre los grupos populares se da por medio de la Iglesia y las instituciones filantrópicas, que representaron dos organismos de control cotidiano para atender las necesidades más urgentes de los grupos populares y dejar sin atenciones aquellos que no cumplieron con las exigencias del sistema. La atención, sin embargo, se brindó bajo la estigmatización y el control de los sectores más empobrecidos, quienes debían presentar sus boletas para recibir los diferentes servicios médicos (Viales, 1998).

Pese a los esfuerzos que realizó el Estado en la educación y la salud, el impacto fue de poca magnitud debido a las condiciones históricas de la época, en especial si se compara este desarrollo con épocas posteriores. En esta etapa, una parte importante de la población no tuvo acceso a la escuela. El verdadero crecimiento de la población escolar tiene que esperar hasta las décadas de los 50 y los 70 (Molina, 2003). Las limitantes para lograr la difusión escolar fueron variadas, aunque los periódicos registran la falta de recursos del gobierno para atender la alta matrícula escolar. Al respecto el Diario de Costa Rica en 1923, escribe lo siguiente:

Ayer dimos cuenta de estar llena con excelso la matrícula escolar. Inquiriendo acerca de lo que podría ser ese fenómeno, hemos logrado averiguar, que además del aumento natural de la población existen otras circunstancias que agravan ese estado de las cosas: la escuela del Atlántico cerrada y la de Cinco Esquinas, no podrá abrirse debido a economías del Gobierno, que no ha logrado hacer frente al pago de arrendamiento de los respectivos locales15 (02/03/1923, p. 5).

El Estado enfrentaba retos económicos que imposibilitaban abrir y sostener las escuelas para toda la población nacional, a pesar de su marcado interés en la educación. La construcción de escuelas y no la igualdad en la enseñanza es una de las características de la educación nacional en esos años, que hacía diferencia entre lo que se enseñaba a hombres y mujeres, así como lo que se impartía en las escuelas rurales y urbanas (Molina, 2003). Los niños y niñas se preparaban de acuerdo con las necesidades que podían surgir en el mercado de acuerdo a sus particularidades de género o grupo social.

En el campo de la salud, los recursos existentes y la logística del sistema no lograron desarrollar un sistema de prevención de enfermedades, sino que los esfuerzos por mejorar la salud se enfocaron en atender los ciclos epidémicos existentes (Viales, 1998). La falta de recursos, unido a la batalla por controlar la totalidad del territorio nacional, dificultaba la tarea de expandir la salud y la educación en mejor medida.

A pesar de lo limitado de los resultados es interesante explorar el papel del Estado que se enfocó en ampliar y mejorar la salud y la educación de la población más joven del país. El gobierno como “madre amorosa” brindó protección e higiene social a una población popular que necesitaba este avance para aumentar la productividad económica. Las mejores condiciones en la salud iban dirigidas a reforzar la lealtad política entre las familias, específicamente entre los más jóvenes, que se beneficiaban directamente de la atención. Este resguardo es fundamental en un periodo en el cual los grupos populares se levantaban en resistencia con frecuencia frente a las élites. El sembrar la semilla de la aceptación era una labor que se debía dar desde la escuela y se podía reforzar desde la atención de la salud. El control además se reforzaba por medio de la mano dura y la disciplina, cuando se evidencia algún tipo de disidencia que cuestionaba el orden para que se pudiera perpetuar el sistema de bienestar que se buscaba implantar (Palmer, 2002).

Como cierre a esta sección, se puede decir que el Estado se orientó a llevar progreso por medio de la difusión de los programas de salud y la ampliación de la cobertura escolar, ambos campos se convirtieron en preocupación de los gobernantes de turno, los cuales impactaron al país en el periodo pero no fueron rotundos debido a la limitaciones de recursos económicos y políticos, característicos de la época en estudio.

CONCLUSIONES

Al inicio de este artículo, se propuso responder la pregunta ¿cómo es entendida socialmente la niñez costarricense a inicios del siglo veinte? En este punto de cierre, es pertinente decir que esta pregunta sigue abierta a muchas más respuestas de las que se proponen en este documento. El estudio de la niñez es un campo amplio donde hay mucho que escribir y muchos aportes están todavía por hacerse.

Primeramente, la investigación sobre la familia rescata la conflictividad entre el ideal estatal y la realidad popular. Es así como se puede decir que no existe solo un tipo de niñez, sino muchos tipos que confluyen y combaten en la realidad nacional. Existen la niñez deseada y exaltada, que iba acorde a los ideales de la élite y otros tipos de niñez popular, que los sectores hegemónicos lucharon por ajustar a su ideal nacional.

Este ajuste se hace mediante varias vías. Una es a través del hogar y una exaltación de la familia monogámica con funciones sociales establecidas. Otra se formaba fuera del hogar en el barrio, la escuela y otros espacios de convivencia social en los que participaban los niños y las niñas.

El idealismo de los sectores hegemónicos iba en contra de las concepciones populares diferentes. Esto resultó en la lucha de los primeros por imponer cambios y la resistencia de los segundos por perpetuar sus formas de vida. El barrio, las calles y la escuela se perfilarán como espacios de combate entre las concepciones de niñez de los distintos grupos sociales.

El Estado y la Iglesia trataron de moldear los hogares populares por medio del fortalecimiento de los “buenos ejemplos”, las leyes, la vigilancia y supervisión de instituciones gubernamentales o de asistencia social (Patronato Nacional de la Infancia), las instituciones de salud y caridad o beneficencia. Todas los anteriores, fungieron como herramientas para enderezar a aquellos niños y niñas catalogados de “peligro social” y poder redimir sus almas, antes que perdieran la pureza y fragilidad, características atribuidas a la niñez.

Esta población viven una niñez en “vigilancia” para tratar de revertir el lado “oscuro”, propio de los hogares populares. En contraste, los hogares de sectores hegemónicos tienden a vivir una niñez de romanticismo, que difiere del control asignado a los sectores populares.

Un punto que fue compartido por la niñez, sin importar los sectores sociales a los que pertenecieran, fue el castigo físico, el cual sería interesante poder estudiarlo en futuras investigaciones.

El Estado en su camino de modificación de la cultura popular optó por poner atención a las necesidades populares. El orden y el progreso demandaron una población saludable e identificada con la visión de la élite. Para lograr articular los sectores populares dentro de esta lógica, se llevaron a cabo mejoras en la salud de la niñez y se trató de ampliar su inserción escolar.

Salud y educación fueron los dos caminos que los gobiernos utilizaron para formar su ideal de niñez óptima y modificar los otros modelos de niñez de los sectores populares. Este énfasis congruente con la lógica de la época, dejó para finales del siglo (década de los 90), la lucha por los derechos del niño, que no representaba una preocupación de los Estados. Se tuvo que esperar varias décadas más para que la lucha por las mejoras en la calidad de vida de los más jóvenes fuera un punto en las agendas estatales.

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Fecha de ingreso: 19/05/2017

Fecha de aprobación:23/10/2017


1 Los periódicos dirigidos a la infancia ofrecen algunos espacios donde los niños y las niñas realizan algunas participaciones, que si bien están mediadas por los adultos, son fuentes válidas para su estudio (Jackson, 2012).

2 Las mujeres de la élite al trabajar en conjunto con la Iglesia, son un claro ejemplo de cómo esta y el Estado complementaban sus funciones para lograr objetivos en común (Botey, 2013).

3 A manera de ejemplo, el libro editado por David Díaz (2012) fue la primera publicación que reúne una serie de escritos que presentan la historia de la infancia de forma exclusiva. Igualmente, existen otras investigaciones representativas como el de Muñoz y Botey sobre la niñez del 48 (2002), que reúne una serie de relatos sobre la guerra civil escritos por los recuerdos infantiles de los adultos participantes en el enfrentamiento. También se cuenta con el trabajo de Alvarenga (2012) quien estudia la sexualidad y el género mientras que Eugenia Rodríguez (2005) conceptualiza la niñez a través de la prostitución y el abuso sexual.

4 En la época este término se refiere a los hombres y no a las mujeres.

5 Lo anterior, de acuerdo a las referencias de la Codificación Civil de 1886.

6 Aunque se han encontrado algunas excepciones en los talleres grandes y de mayor tecnología, donde algunas mujeres también trabajaban ejerciendo labores que demandaban su fuerza física. El trabajo en las fábricas pudo ser una excepción a la regla, según Víquez (2014), aunque para establecer conclusiones es preciso realizar más investigaciones.

76 Aunque se han encontrado algunas excepciones en los talleres grandes y de mayor tecnología, donde algunas mujeres también trabajaban ejerciendo labores que demandaban su fuerza física. El trabajo en las fábricas pudo ser una excepción a la regla, según Víquez (2014), aunque para establecer conclusiones es preciso realizar más investigaciones.

Los calendarios escolares mantienen tiempos específicos para que los niños y las niñas pudieran unirse a los tiempos de recolección de siembras y así se incrementara la mano de obra necesaria para lograr la recolección de cosechas.

8 Un estudio que profundice estas formas de resistencia popular y las ligue a la niñez está pendiente. El estudio de los ideales de la niñez por parte del Partido Reformista, el Partido Comunista y la corriente anarquista, sería un indicio para profundizar en la temática.

9 Este dato es tomado de una investigación en proceso para reflejar de forma gráfica las diferencias entre las concepciones de la niñez de la época.

10 Sería interesante indagar en las formas de aplicación del castigo físico entre distintos sectores sociales y las diferencias y semejanzas que podrían existir entre etnias, géneros u otras categorías en la época.

11 Para complementar esta falta de documentación se han realizado estudios con biografías, como el realizado por Mauricio Menjivar (2012) para acercarse a las historias de vida de la población infantil. Sería interesante indagar en revistas y periódicos para niños y niñas, donde se puede estudiar con más detalle la forma como eran educados estos grupos infantiles y sus creaciones. Al respecto, Díaz (2012) cita un artículo de prensa donde participan niños. El Repertorio Americano, también ofrece algunas opciones de literatura dirigida a esta población que puede representar opciones para la investigación. Muñoz y Botey (2002) emplearon en su investigación, el relato como medio de recopilar información. El estudio del material educativo también esta en espera, el cual podría ser valioso para entender la forma en como el Estado enseñaba a los niños y niñas sus valores y objetivos.

12 Este niño ciudadano difiere del niño delincuente estudiado anteriormente. Díaz (2012) realiza un trabajo donde se relaciona a las escuelas con la difusión de la celebración de fechas patrias y el involucramiento de más sectores sociales por medio de la participación de los niños en estas celebraciones.

13 Puede ser relevante analizar la forma como las escuelas contribuyeron con la disminución de enfermedades en la época por medio de las asignaciones en las que participaban los niños y niñas.

14 Díaz (2012, p. 87) se refiere a esta “Reforma Social” e indica obras de Palmer y Marín que han estudiado esta temática.

15 Los problemas en las condiciones de los edificios y la poca capacidad de las escuelas para abrir espacios para todos los niños y niñas de diversas edades escolares, limitaba la cantidad de infantes que podían asistir a los salones de clase. En 1927, La Tribuna publica la idea del gobierno de adoptar un sistema rentístico más efectivo o de aplicar un impuesto indirecto sobre el consumo o servicios públicos, como medios para financiar la construcción de escuelas (10/03/1927, p.2).