El papel del Círculo de Comerciantes del Imperio Celeste en el desarrollo socioeconómico de los inmigrantes chinos de Puntarenas, Costa Rica

Lai Sai Acón Chan

Escuela de Lenguas Modernas

Universidad de Costa Rica

Resumen

Esta investigación, la cual forma parte de un esfuerzo interinstitucional por recuperar la memoria histórica de los chinos de Costa Rica, se realizó a partir de evidencia documental, artefactos conservados en la Asociación China puntarenense, fuentes primarias sobre la inmigración china y testimonios escritos y orales de descendientes de inmigrantes chinos que vivieron en Puntarenas durante las últimas décadas del siglo XIX o la primera mitad del siglo XX. El cruce de muchos de los datos encontrados permitió ahondar en aspectos que ya se conocían como el alto grado de organización social del grupo y su aporte excepcional al desarrollo social y económico de la ciudad de Puntarenas.

Palabras claves: inmigrantes chinos, Puntarenas, cabotaje, actividad comercial, asociacionismo

Abstract

The aim of this research, an inter-institutional project carried out by 3 universities, is to recover the historical memory of the Chinese in Puntarenas. It was based on historical documents, artifacts kept at the Chinese Benevolent Society of Puntarenas, primary sources on Chinese immigration, and written and oral testimonies of descendants of Chinese immigrants who lived in Puntarenas during the last decades of the nineteenth century or the first half of the twentieth century. The analysis of the data allowed us to delve into aspects that were already known such as the group’s high degree of social organization and its exceptional contribution to the social and economic development of the city of Puntarenas.

Key words: chinese immigrants, Puntarenas, coastal trade, commerce, benevolent societies

Uno de los fenómenos menos estudiados en los procesos de inmigración china a Costa Rica es el establecimiento de las asociaciones chinas, agrupaciones que cumplieron con varias condiciones. Estas agrupaciones eran similares en muchos de los países del continente americano en donde se asentaron grandes grupos de inmigrantes chinos en el siglo XIX. Al igual que sus congéneres que emigraron a Estados Unidos, Panamá, Cuba y Perú —algunos de los destinos más populares—, los chinos que llegaron a Costa Rica eran, en su mayoría, hombres jóvenes con espíritus emprendedores y una buena cuota de audacia. Debido a la necesidad de sobrevivir en un ambiente sociocultural ajeno sin sus esposas e hijos chinos, se formaron sociedades entre individuos que provenían de la misma área geográfica, con el fin de resistir la hostilidad del ambiente, proveer apoyo y protección mutuos, y recrear hasta cierto punto un espacio cultural que les permitiera sentirse en casa.

Al examinar la experiencia asiática americana, Sucheng Chan (1991) discute que los inmigrantes asiáticos que llegaron a Estados Unidos en el siglo XIX se agruparon de acuerdo a dos criterios: los lazos primordiales por un lado, es decir, origen o dialecto común, relaciones familiares y afinidad religiosa, y los intereses comunes por otro lado, es decir, el deseo de alcanzar prosperidad económica u objetivos políticos (p. 63). En el caso de los chinos que llegaron a Puntarenas en las primeras oleadas y se asientan en dicho puerto, confluyen ambos criterios. La mayoría provenía de la región de Chungsan (中山), en la provincia de Guandong (广东), y se dedicaron al comercio, por lo que les convenía conformar una asociación para proteger sus intereses económicos. El Círculo de Comerciantes del Imperio Celeste, pese a haber sido registrado en 1909, pudo haber funcionado de manera informal mucho antes, pues documentos conservados en el Archivo Nacional de Costa Rica (ANCR) indican que ya desde la década de 1880 existían varias compañías pertenecientes a inmigrantes chinos radicados en Puntarenas. Sin embargo, pese al impulso colectivista de estos hombres, sus iniciativas no habrían prosperado si la ciudad de Puntarenas no hubiera mostrado un grado de desarrollo apropiado.

Ricardo Martínez (2007) argumenta que las condiciones necesarias para la introducción de la modernidad en Puntarenas se venían gestando desde la década de 1840 gracias al desarrollo socioeconómico y el crecimiento de la infraestructura propiciados por la exportación del café y los intercambios culturales que llegaron al puerto con “barcos y empresas de vapores de Chile, Estados Unidos, Francia, Europa, Perú, Ecuador, Nueva Granada, Alemania y el resto de Centroamérica”
(p. 321). El viajero alemán Wilhem Marr (2004) cuenta que en 1853 había alrededor de 1.200 personas en la ciudad de Punta Arenas, en donde algunas edificaciones grandes de madera sobresalían entre chozas de palma y caña (p. 321). El comercio de importación,
según él, estaba en manos de extranjeros con algunas pocas excepciones. Indica, además, que había un faro y una veintena de barcos anclados en la bahía, lo que indicaba que “aquel era el puerto de la República” (p. 321). La creación de infraestructura necesaria propició el desarrollo económico de la ciudad y creó las condiciones de una sociedad premoderna. La habilitación del estero como muelle y la construcción de la aduana en 1844 y del hospital en 1852, edificaciones de madera que albergaban casas comerciales, y “una multitud de tiendas, tabernas y posadas” (p. 320) contribuyeron a dar el efecto de civilización, a menor escala en comparación con ciudades como San José y Cartago.

Este era el panorama que existía cuando llegaron al país dos grupos de trabajadores chinos provenientes de Panamá, los cuales ingresaron por el puerto de Puntarenas. Las escenas que vieron de la Puntarenas de 1855 los podría haber desalentado un poco si esperaban el mismo desarrollo socioeconómico que probablemente habrían observado en Macao y Hong Kong —los puertos de salida más importantes en la China de esa época— o en San Francisco, Panamá o el Callao, destinos populares entre los chinos que emigraron hacia América a mediados del siglo XIX. Pese a ello, los 77 trabajadores chinos que arribaron a Puntarenas en 1855 fueron destinados a la Hacienda Lepanto del coronel Cañas y muy
probablemente a la Angostura de Cartago según se desprende de las comunicaciones de los capitanes de las embarcaciones al capitán de puerto del 22 de mayo y del 18 de diciembre de ese año (ANCR Serie Guerra y Marina: 4659).

De esta primera ola migratoria de trabajadores chinos no se sabe su paradero, pero lo cierto es que se encontraron con un país en el que los inmigrantes contribuyeron enormemente con su progreso. Susan Chen, Jorge Bartels y Ricardo Martínez (2010) arguyen que en el siglo XIX existieron 18 casas comerciales o individuos dedicados al comercio en el puerto de Puntarenas, de los cuales 13 operaban con capital extranjero (p. 175). Desde 1821 hasta 1900, se dedicaron a la comercialización de minerales, exportación e importación de tabaco, palo de brasil, café, banano y otras mercancías, y a los servicios financieros. Además, Arabela Valverde (2008) explica que la naciente industria cafetalera del país en la década de 1840 dio origen a la creación de la Sociedad Económica Itineraria, cuyo propósito era construir una moderna vía de comunicación entre San José y Puntarenas para facilitar el transporte del café y un puerto equipado para la exportación e importación de bienes y productos (p. 58). Como consecuencia, Puntarenas atrajo mano de obra extranjera para suplir el faltante de profesionales nacionales con las cualificaciones necesarias, pero a la vez creó condiciones propicias para que se instalaran diversas casas comerciales e individuos de otras nacionalidades, los cuales ofrecían servicios esenciales para apoyar la creciente actividad comercial. Así, un porcentaje significativo de los habitantes de Puntarenas, según los censos de 1824 a 1883, eran nacionales de Alemania, Colombia, Cuba, Estados Unidos, El Salvador, Guatemala, España, China, Honduras, Italia, México, Nicaragua, Siria e Inglaterra (Valverde, 2008).

Para enero de 1873, fecha en la que llega la segunda ola de trabajadores chinos impulsada por un inmigrante norteamericano, Minor Keith, Puntarenas ya contaba con un moderno muelle de hierro y había planes de construcción de un ferrocarril para unir el pacífico con la meseta central. Estos trabajadores y los primeros chinos que viajan a Costa Rica sin contrato, se encontraron una ciudad con un ambiente internacional y con la infraestructura apropiada para intercambios comerciales. Cuando José Chen Apuy, padre de la historiadora Hilda Chen-Apuy Espinoza y uno de los fundadores del Círculo de Comerciantes del Imperio Celeste, llegó a Puntarenas en 1873 se encontró este panorama. Relata Chen-Apuy Espinoza que con 16 años su progenitor se dedicó a trabajar con ahínco —probablemente en alguno de esos establecimientos de extranjeros— y quince años después regresó a su aldea natal en Guandong por primera vez. Con la fortuna adquirida, construyó una residencia familiar y tomó dos esposas antes de regresar a administrar su compañía Man Chong Sing, fundada en 1888 (Chen-Apuy, 2004, p. 15).

Pese a que existen en el Archivo Nacional pocos registros de propiedad de compañías pertenecientes a comerciantes chinos, lo cierto es que para la segunda década del siglo XX, además de Man Chong Sing Co, Shun Wog Loon y Compañía, Fong Loog y Compañía, y Wing Chiong Ling y Compañía, habían existido al menos otras tres casas comerciales (ANCR Serie Ministerio de Hacienda, N.° 28861), las cuales anunciaban sus productos en el periódico El correo de la costa del 27 de enero de 1918: Quang Tai Chong y Compañía de Jacobo Sánchez, Tack Hing Lung de Gil Con y Sang Chong y Cía de Benjamín Sánchez. Chen-Apuy, Con y los Sánchez fungen como miembros de la primera junta directiva del Círculo de Comerciantes del Imperio Celeste, también conocido como el Club Chino. Adicionalmente, en el Censo de chinos de 1911 (ANCR Serie Estadísticas y Censos, N.° 155), aparecen como domicilio de algunos de los censados otras 10 casas comerciales. La fundación de un número cada vez mayor de casas comerciales pertenecientes a propietarios chinos facilitó la práctica del asociacionismo libre entre estos comerciantes.

Dicha práctica, sin embargo, no era nueva para la ciudad de Puntarenas. En la segunda mitad del siglo XIX se habían establecido dos sociedades de ideas masónicas aunque con poco éxito, parcialmente debido a que se percibían como una amenaza a la religión oficial según Ricardo Martínez (2007, p. 104). Sin embargo, el círculo de comerciantes era diferente. Sus propósitos fundamentales eran proveer una red de apoyo al grupo y crear un espacio familiar para ofrecer ratos de ocio para los miembros. La sede actual del Club Chino alberga a la Asociación China Puntarenense, nombre actual de aquel primer grupo de asociados con una misma ocupación, nacionalidad y dialecto. En la sede, las distintas juntas directivas han conservado con gran orgullo y dedicación artefactos históricos que dan testimonio silencioso del grado de organización del Círculo de Comerciantes del Imperio Celeste. Se documentaron cuatro tipos de artefactos: aquellos que denotan las labores del gremio, aquellos que evidencian que conservaron su idioma natal para documentar sus actividades hasta bien entrado el siglo XX, aquellos que elaboraron sus artesanos para recordar sus raíces y aquellos que demostraban el poder adquisitivo del grupo ante la sociedad costarricense.

Un primer grupo de artefactos lo constituye lo que podríamos clasificar como equipo de oficina: una caja fuerte fabricada por Meilink Steel Company, fundada en la década de 1920; dos imprentas manuales, una de ellas de marca Chung Hwa Book Co Ltd., fundada en 1927 en Hong Kong, para imprimir documentos en chino; una máquina de escribir marca Royal de la década de 1930; un teléfono rectangular de madera marca Montgomery Ward, de principios de siglo; dos sellos de hule y una almohadilla, y una guillotina de hierro fundido con ornamentaciones en relieve para cortar papel. Estos artefactos indican que los directivos sintieron la necesidad de profesionalizar sus labores con tecnología de punta conforme salían al mercado aparatos nuevos y conforme el Círculo se iba ampliando con miembros que habían establecido sus negocios en Esparza, Miramar, Montes de Oro, Las Juntas de Abangares, Cañas, Líbano, Liberia, Santa Cruz, Nicoya, Mansión, Lepanto, Puerto Jesús, el Pozo, Villa Neilly y en la meseta central. Los sellos en particular revelaron que la agrupación tuvo al menos una publicación. Eso explicaría la presencia de las imprentas manuales y la guillotina. Uno de los sellos dice “Imprenta de la biblioteca del pueblo” en chino y el otro dice “Kuomintang” en chino y en español. Conjeturamos que la publicación se utilizaba para informar a los asociados dispersos a lo largo del litoral pacífico y la meseta central sobre noticias y asuntos de interés común pero también para hacer propaganda política. Una fotografía de 1925 que se conserva en el club y en la Capitanía de puerto de Puntarenas muestra a un grupo de militantes del partido del Kuomintang (KMT o partido nacionalista de China) reunidos para honrar póstumamente a Sun Yat Sen. Esto sugiere que entre los asociados existía simpatía por y probablemente lealtad hacia el Partido Nacionalista de China antes del ascenso al poder del Partido Comunista.

Fig. N.° 1. Miembros del Club Chino en las afueras de la segunda sede en 1925.

Foto del archivo de la Asociación China

puntarenense.

Un segundo grupo lo constituye bibliografía y registros: un diccionario de dos tomos, un manual para comerciantes, un registro de asociados, actas de elecciones y una libreta de contactos. Algunas personas, inclusive algunos descendientes de inmigrantes chinos, piensan que los chinos que llegaron a Puntarenas eran por lo general campesinos iletrados. El diccionario y el manual son indicadores de que había entre los miembros de la comunidad china individuos con la competencia lingüística necesaria para interpretar y transmitir los preceptos del Libro de tesoros para los comerciantes. Para poder leer este manual y utilizar el diccionario se requiere el nivel equivalente de un graduado de educación primaria que haya estudiado chino tradicional, el cual posee un grado de dificultad mayor que el chino simplificado con el que actualmente se instruye el idioma en la República Popular China. El manual contribuye a explicar el alto grado de organización que poseía la agrupación y las razones por las que necesitaban equipo de oficina de punta. Entre otros temas, el manual incluía capítulos sobre el comerciante modelo, métodos para vender, reglas para el funcionamiento diario, cartas comerciales e invitaciones, organización de eventos y llamadas telefónicas. Por otra parte, el registro de asociados y la libreta de contactos evidencia el seguimiento que los directivos daban desde Puntarenas a sus asociados que originalmente pertenecieron al círculo pero que habían trasladado sus negocios a otras comunidades a lo largo y ancho del país. Los documentos contienen datos personales como edad, lugar de origen en China, nombre occidental y nombre chino, lugar de asentamiento en Costa Rica y una fotografía de cada asociado. En algunos casos, se documentó dirección postal y fecha de defunción de algunos miembros. En una época en la cual no existían las telecomunicaciones como las conocemos en el siglo XXI, el grupo se mantuvo unido gracias a esas iniciativas de los directivos por instruir, informar y proteger los intereses de sus asociados y a la lealtad de los agremiados.

Fig. N.° 2. Registro de miembros de Wasión.

Artefacto conservado en la Asociación China puntarenense.

Un tercer grupo de artefactos lo constituye la evidencia material elaborada por los artesanos de la agrupación para preservar sus raíces y para recordar eventos significativos para el grupo. Se encontraron 55 sillas de madera —posiblemente construidas a mediados de siglo— inscritas en la parte superior del asiento con motivos artísticos de la cultura china tales como pájaros, flores y símbolos auspiciosos. Son sillas que podrían haber tenido usos diversos tales como acomodar a los estudiantes de la escuela de chino, sentarse alrededor de la mesa de majonhg o simplemente descansar después de un largo día en el negocio y conversar acompañados de una taza de té y un plato de frutas. También se encuentran diversas tablillas de madera de dimensiones variadas, todas ellas tradicionalmente pintadas con fondo rojo y caracteres negros que denotan una gran destreza caligráfica por parte del autor o los autores. Precisamente a la entrada, en lo alto de la empinada escalera que conduce a la actual sede del club chino, un par de coplas dan la bienvenida y establecen el tono de la visita a ese recinto. Las coplas son versos auspiciosos representados en un par de tablas verticales que enmarcan el lugar de entrada a un recinto. Estas coplas en particular rezan, en su traducción al español:

Aunque soy foráneo en un país extraño, me siento como en casa;

reunido en este club junto con mis paisanos, me entretengo en familia.

Esta copla alude al segundo propósito del establecimiento de la asociación. Si bien el primer propósito era ofrecer a los comerciantes una forma de organización que les ayudara a llevar sus negocios con orden y eficacia dentro de un marco comunal, el segundo lo constituía socializar y crear lazos familiares con sus congéneres. Muchos de ellos pertenecían al mismo clan por el apellido común, otros provenían del mismo poblado y región. Aún más importante, poseían los mismos valores culturales y familiares, la misma lengua y los mismos intereses sociales y económicos. Los mecanismos legales que impedían la entrada de sus esposas e hijos a suelo costarricense los obligaron a establecer uniones con mujeres costarricenses y a engendrar hijos que no aprendieron el idioma paterno. De ahí la importancia de crear lazos estrechos con sus paisanos que sí lo hablaban y conservaban sus rasgos culturales intactos.

Otro par de tablillas de mayores dimensiones fue inscrito con mensajes para conmemorar la inauguración del segundo edificio que alberga el club chino desde 1949. La inauguración coincidió con la instauración de la República Popular China tras la victoria del Partido Comunista en una guerra que libraron comunistas y nacionalistas desde 1927. Mientras el primer verso alude a la remodelación del club chino durante el año 38 según el calendario de Sun Yat Sen, es decir, el año 1949 (el cual coincide con el año de fundación de la República Popular China), la segunda copla hace referencia al año oficial de la inauguración de la sede del Círculo de Comerciantes del Imperio Celeste (1911), “un año antes de la fundación de la República de China”. Lo que estas tablillas pretenden es registrar los mitos de fundación y de renovación de la asociación, a la vez que celebra hechos históricos importantes de su patria.

Un cuarto grupo lo constituyen objetos característicos de la sociedad de consumo: muebles de corte antiguo e implementos de cocina. Uno de los tesoros que las distintas juntas directivas han guardado con más recelo y dedicación es el juego de muebles estilo dinastía Qing (1644-1912). Este consiste en 1 mesa ovalada, 1 mesa redonda, 1 mesa cuadrada con 4 sillas sencillas, 8 mesas laterales cuadradas para colocar entre las 13 señoriales sillas de brazo y 2 mesas rectangulares tipo bufetera. Completa el juego una mesa alta y alargada, tipo bufetera, y un magnífico biombo. Los muebles están labrados en fina madera laqueada con incrustaciones de nácar y láminas de mármol cuyas vetas asemejan paisajes rocosos naturales. La inscripción en caracteres chinos en el biombo hace referencia al Círculo de Comerciantes del Imperio Celeste del puerto de Puntarenas. Al parecer, los muebles fueron encargados para coincidir con la inauguración del primer edificio del Club Chino, en 1911. Este tipo de muebles era usado en China para mostrar estatus económico y aunque originalmente solo la familia imperial o familias aristocráticas muy acomodadas podían adquirir este tipo de muebles, para el siglo XIX cualquier individuo con los medios económicos podía adquirirlos. De este modo, el magnífico juego de muebles de la asociación cumple con funciones descritas anteriormente, de mostrar inclinación por preservar sus raíces e inscribir fechas importantes para el grupo, pero a la vez muestra el poder adquisitivo del grupo en actos de socialización en los que en ocasiones invitaban a miembros destacados de la sociedad costarricense.

Fig. N.° 3. Muebles estilo dinastía Qing.

Artefactos conservados en la Asociación China puntarenense.

De igual manera, con el fin de cumplir con sus actividades sociales, adquirieron vajillas y otros implementos de cocina. Aún se conservan algunas piezas, entre las cuales se encuentran tazones para servir alimentos grupales, tazas individuales y platitos para salsas. Cada pieza está sellada con la marca personal del artesano que las elaboró o la marca de la casa comercializadora. Los sellos en porcelana y otras artesanías se utilizan desde la dinastía Ming (1368-1644) como sellos de calidad que contenían información diversa como nombre del artesano, nombre de la tienda o fecha de elaboración en tiempos en que cada emperador designaba artesanos específicos para producir esos artículos. En el caso de la vajilla resguardada por la Asociación China, los sellos simplemente denotan el nombre de la casa comercializadora y de los artesanos. El diseño de la vajilla no denota artículos de lujo, sino simplemente una vajilla de buen gusto para ocasiones diarias. Sin embargo, el grado de conservación de las piezas y algunos testimonios parecen indicar que la vajilla se utilizaba solo para eventos sociales.

Alguna de la evidencia material es consistente con relatos sobre la visita de Tam Pui Shum, diplomático chino, a Costa Rica en 1911. El Círculo de Comerciantes del Celeste Imperio, registrado formalmente solo dos años antes, se había organizado para atender la visita del diplomático con toda la pompa y circunstancia del caso. Cuenta el reportero del semidiario El pacífico, en una nota del 11 de julio de 1911, que el día de la llegada del señor Tam se organizaron tres comisiones para recibirlo. La primera comisión viajó a Orotina para acompañarlo hasta Puntarenas, la segunda comisión lo recibió en la estación del tren en Puntarenas y la tercera comisión, con José Chen Apuy liderando, lo recibió en el Club Chino. El cronista cuenta que durante “la inauguración de la sociedad comercial y de recreo Wa Sión” pudo observar “el decorado del principal salón del club, en extremo lujoso interior” y que “la iluminación hacia resaltar mas [sic.] los hermosos tintes de los bordados de seda que
cubren el mobiliario y se destacan del fondo del biombo en el club”. Es en la organización de este tipo de eventos de alto vuelo en donde algunos consejos del manual para comerciantes debieron ser aprovechados para atender a los invitados con esmero y cortesía.

La evidencia material parece indicar que las acciones del Círculo de Comerciantes del Celeste Imperio estuvieron influidas por los aires de civilización que la ciudad de Puntarenas respiraba en los albores del siglo XX. Es decir, no fueron hechos aislados, sino consecuencia de la altura de los tiempos. Así, la organización fue creciendo y modernizándose conforme Puntarenas lo hacía. A la vez, la ciudad fue beneficiada con el auge comercial al cual contribuyeron los inmigrantes chinos del círculo entre otros grupos sociales. La electrificación, el empedrado de la calle principal y la instalación de un sistema de cañería en Puntarenas en los primeros años del siglo XX marcaron una nueva era de modernización. Además, otras formas de sociabilidad fueron conformadas para impulsar obras de bien social y de promoción de la cultura: la Junta de Caridad del Hospital San Rafael y el Centro de Amigos que, entre otras iniciativas culturales, fundara la primera biblioteca pública. Hubo también un levantamiento de infraestructura extraordinario en la primera mitad del siglo: la iglesia del Corazón de Jesús en 1902, el Mercado Municipal en 1907, la conclusión de la construcción del ferrocarril al Pacífico en 1910, el antiguo cuartel cuya segunda etapa se finalizó en 1913, la casa Fait y el nuevo muelle en la década de 1920, la capitanía de puerto y la antigua aduana que se concluyeron en la década de 1930, la carretera interamericana entre San José y Puntarenas finalizada en 1946 y diversas estaciones de tren construidas en el trayecto entre San José y Puntarenas entre 1914 y 1940.

Almacenes de alimentos básicos, tercenas (ventas de tabaco), taquillas (ventas de licor), fondas y hoteles fueron los principales establecimientos comerciales administrados por los inmigrantes chinos desde su establecimiento en Puntarenas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX (Fonseca, 1979, p. 73). Según el censo de 1911, la gran mayoría de los chinos tenía su domicilio y en algunos casos sus negocios sobre la calle 1.a de la ciudad de Puntarenas (ANCR Estadísticas y Censos, N.° 155). En otras palabras, estaban convenientemente localizados sobre una de las calles principales de la ciudad y a solo metros de donde se construyó el Club Chino. Varios de esos negocios ostentaban nombres que identificaban a sus dueños: Juan Benito Wong y Hno., Manuel Sing y Co., José Ling y Compañía. Otros establecimientos tenían nombres en chino: Quan Tai Chong, Man Chong Sing y Co., Wing Going y Co., Sing Li y Co., Lei Chang y Co. Un último grupo tenía nombres que identificaban el tipo de actividad comercial o nombres occidentales: La mascota, Pulpería Han, Carnicería de Andrés Sanchún y Carnicería de Gil Con. El panorama se mantuvo por varias décadas. Para la década de 1950, nos encontramos dos cambios fundamentales según distintas fuentes. Primero, una expansión de los establecimientos comerciales pertenecientes a inmigrantes chinos y sus descendientes pasaron a calles y avenidas localizadas fuera del corazón comercial de Puntarenas. Segundo, una ampliación de los
servicios ofrecidos, de modo que encontramos actividades no tradicionales como venta de combustibles, transporte terrestre de pasajeros y carga a Guanacaste, venta de productos de ferretería, panificación, corte y confección, elaboración de refrescos tradicionales de la zona y entretenimiento. Inclusive desde las primeras décadas del siglo XX, se comenzó a expandir el radio de actividad del Círculo de Comerciantes por la vía marítima a la zona del Golfo de Nicoya y a Guanacaste. Para la tercera y cuarta década, la expansión se daría hasta la zona sur del litoral pacífico por medio del cabotaje.

Las entrevistas realizadas a descendientes de inmigrantes que ingresaron por el puerto de Puntarenas confirman el papel fundamental del cabotaje no solo para mantener vínculos con aquellos comerciantes chinos que habían migrado de Puntarenas a comunidades del Golfo de Nicoya, el río Tempisque y la zona sur, sino también para mantener bien surtidos los comercios de los asociados del Círculo de Comerciantes del Imperio Celeste. Diversas fuentes citadas por Marín y Núñez (Ulloa, Caamaño y ANCR) confirman el uso del cabotaje como principal sistema de comunicaciones entre las comunidades a lo largo del Pacífico costarricense desde el siglo XIX y de las preocupaciones del gobierno por mejorar las comunicaciones marítimas mientras se cristalizaba el sueño de unir esas comunidades por vías terrestres. Valiosos testimonios y evidencia documental han contribuido a reconstruir el papel de la comunidad china en el desarrollo socioeconómico de las tres zonas mencionadas a través del cabotaje.

El caso particular de la familia Wong Chen revela algunas conexiones existentes entre la ciudad de Puntarenas y comunidades de las Penínsulas de Nicoya y de Osa. Luis Enrique Wong Sánchez, abogado radicado en Esparza y descendiente de tercera generación, relató (comunicación personal, 22 de abril de 2016) la historia de su familia, la cual a su vez ha sido recopilada por varios miembros de la familia en una revista impresa que circula entre aproximadamente 500 miembros que descienden de Wong Kon Wai y Chen Yen Chi. Las versiones varían sobre cuál de los hermanos llegó a Costa Rica primero, pero coinciden en el papel fundamental que jugó Juan Rafael Wong Chen, el hijo mayor del clan Wong Chen. La fecha aproximada de llegada de Juan Rafael a Costa Rica es finales de la década de 1910 o principios de la década de 1920 pues fue inscrito en el registro de chinos, en 1923. Después de Juan Rafael fueron llegando ocho hermanos varones más, algunos traídos con el patrocinio del hermano mayor, otros que habían llegado por su cuenta desde Nicaragua. Mientras que el único que funda establecimientos comerciales en Puntarenas es Juan Rafael, el resto se establece en la península de Nicoya o en la zona sur. Un dato significativo que aporta el testimonio de su hijo Rogelio Wong Chan es que a los hermanos que poseían negocios en Puerto Cortés, Palmar Norte, Palmar Sur y Sierpe “se les proveía la mercancía mensualmente desde el negocio de Juan Rafael”. Este era propietario de una panadería, un almacén de víveres y una tostadora de café. Rememora Luis Enrique Wong que en el segundo piso del inmueble que albergaba la panadería funcionaba una especie de pensión para alojar a los familiares que venían a visitar y a aprovisionar sus negocios. Se les ofrecía también alimentos preparados por un cocinero contratado para alimentar a la familia y a los empleados de la panadería.

Fig. 4 y Fig. 5. Publicidad de algunos
negocios de la familia Wong.

Revista Costa Rica Ayer y Hoy, N.° 30 y N°. 32.

Según la crónica familiar “El crisol de los Wong,” los hermanos José, Joaquín, Benjamín, Agustín, Eladio, Luis, William y Jorge Wong llegaron a Costa Rica en la década de 1920; se establecieron en al menos una de las tres zonas de cabotaje y su influencia se extiende a por lo menos tres o cuatro décadas más. Cuatro de ellos establecieron negocios en el área de Nicoya y posteriormente se trasladaron a la zona sur, tres de ellos establecieron actividad comercial solo en la zona sur y solo uno de ellos se estableció en el Golfo de Nicoya. Comunidades a las cuales extendieron su influencia son Mansión de Nicoya y Puerto Jesús, en el Golfo de Nicoya, y El Pozo, Palmar, Villa Neilly, La Cuesta y Sierpe, en la zona sur. Se dedicaron a la actividad comercial a través de tiendas, restaurantes, panaderías, cines, cantinas y transporte terrestre; a la actividad agropecuaria, sembrando arroz, cacao y otros productos, y manteniendo ganado. Sin embargo, también contribuyeron en grande con el desarrollo socioeconómico de sus comunidades. Dos casos en particular son relatados en detalle por los descendientes de Benjamín y de William.

Benjamín Wong Chen, el cuarto hijo del clan, llegó a El Pozo, actual Ciudad Cortés, con su esposa Flora Sanchún Chan, nacida en Mansión de Nicoya. Cuando la Compañía Bananera se retiró de la zona sur, se mudaron a Villa Neilly, actual Ciudad Neilly. Con la ayuda de sus hijos fundaron los cines Flora y Chiang Kai Shek, las líneas de autobús de Palmar, Piedras Blancas y Ciudad Neilly, la soda la Oriental, un comisariato y adquirieron dos fincas. La panadería de Juan Rafael enviaba a diario pan para la venta. Doña Flora participó muy activamente en obras de desarrollo de la comunidad con la Iglesia Católica, la escuela y el comité de desarrollo de la comunidad. Por otra parte, William Wong Chen era el octavo de los hijos varones del clan y se estableció definitivamente en Palmar Norte en 1940. Había llegado a la zona sur en 1930 junto con sus hermanos Benjamín y Eladio para visitar a José, el segundo hijo del clan. Poseía negocios y fincas e inclusive había incursionado en actividades poco tradicionales para inmigrantes chinos como un aserradero y una fábrica de hielo. Era un gran filántropo según sus
descendientes y según la Revista
Costa Rica Ayer y Hoy. Cuando la bananera se retiró de la zona, adquirió 32 parcelas y logró amasar una fortuna en propiedades. Posteriormente, donó parte de sus terrenos para la fundación del colegio vocacional, el centro de salud, para ensanchar calles y para construir viviendas del INVU. También contribuyó a establecer el sistema de cañería, donaba ataúdes para los necesitados y financiaba la música para actos oficiales.

Las historias de los Wong Chen, sin embargo, no deben percibirse como casos aislados, sino como ejemplos concretos de la perspicacia comercial del Círculo de Comerciantes del Imperio Celeste de Puntarenas. El gremio operaba de maneras muy particulares que aseguraban el crecimiento mutuo y la solidaridad entre los miembros. Los testimonios transmitidos oralmente de generación en generación concuerdan que una práctica común entre los agremiados era aportar dinero a un fondo común, con el cual se realizaban préstamos. Cuando los prestatarios prosperaban, devolvían el dinero al fondo común y por eso era que todos podían establecer un negocio tarde o temprano. Este era un sistema basado en confianza mutua y en el colectivismo propio de la cultura china. Por otro lado, al establecerse sociedades entre varios de ellos, podían importar productos a precios mayoristas y obtener un mayor margen de ganancias. Esta particularidad también les permitía ofrecer mercadería a precios más bajos que la competencia local, con lo cual atraían más clientela pero también causaban el encono de los comerciantes locales.

Por último, de gran importancia, ha sido la tarea de elaborar una base de datos de inmigración china por
parte de nuestro equipo, conformado por investigadores de la Universidad de Costa Rica, la Universidad Estatal a Distancia y la Université de Bordeaux, con el fin de documentar datos bibliográficos, documentos históricos y personales, fotografías y artefactos que dan fe del proceso migratorio y de asimilación de los chinos a la sociedad costarricense. La variedad de los datos recolectados y cruzados hasta el momento nos han permitido reconstruir vacíos de la historia colectiva de la migración china. Por ejemplo, es a través de material fotográfico aportado por familias y de notas periodísticas dedicadas a miembros prominentes de la comunidad china que se rescata el verdadero grado de asimilación de los inmigrantes y de sus descendientes a la vida social y de su intensa participación en el desarrollo de sus comunidades. Una fuente invaluable es la Revista Costa Rica Ayer y Hoy, la cual se publicó en Puntarenas desde 1946 hasta 1969. Sobre esta publicación dice Jiménez: “La obra periodística de Rafael Armando Gutiérrez se convertiría en uno de los documentos históricos más completos de la Puntarenas de finales de siglo XIX y principios y mediados del siglo XX” (2010, p. 19). De hecho, no solo las notas periodísticas dedicadas a inmigrantes chinos que fueron pioneros en sus comunidades, sino también esquelas, notas sociales y anuncios publicitarios contribuyen a documentar el paso de los chinos que originalmente debieron integrar el Círculo de Comerciantes del Imperio Celeste por Guanacaste y Puntarenas. La valiosa evidencia material aportada por esta revista ha demostrado las contribuciones puntuales de algunos inmigrantes chinos a sus comunidades, testimonios sobre las características físicas de algunas comunidades y los nombres de negocios de algunos de los inmigrantes que ya se han identificado mediante los censos de chinos o el árbol genealógico elaborado por la Dra. Iris Lam Chen (comunicación personal, 14 de marzo de 2017). También se ha logrado constatar la numerosa presencia de comerciantes chinos en comunidades de Guanacaste, el pacífico central y la zona sur mediante el número de anuncios publicitarios en la revista Costa Rica Ayer y Hoy y los periódicos el Correo de la costa, el Pacífico, El Viajero, Ecos del sur, El Pacífico, El Heraldo de Puntarenas y La voz del puerto.

En resumen, los inmigrantes chinos que llegaron a Costa Rica desde 1880 hasta 1960 aprovecharon la plataforma comercial generada por la instauración de Puntarenas como primer puerto de la República de Costa Rica para no solo ascender en la escala socioeconómica y hasta extender sus emporios a otros puntos del país, sino también para fortalecer los servicios preexistentes y contribuir con el desarrollo socioeconómico de la ciudad. La evidencia material que se conserva en el Club Chino fue fundamental para confirmar las observaciones sobre el alto grado de organización de la agrupación, por parte de historiadores como Alonso Rodríguez Chaves y Ricardo Martínez Esquivel. Fundamental para apoyar nuestro trabajo de recuperación de la memoria histórica de los inmigrantes chinos que se asientan en Costa Rica a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, ha sido la participación de algunos descendientes de inmigrantes (Carlos Alfredo Acón Lí, comunicación personal, 7 de setiembre de 2015; Jorge Acón Lí,
comunicación personal, 17 de febrero de 2017; Luz Marina Álvarez Jiménez, comunicación personal, 22 de abril de 2016; Romelia Ángela Apuy Cheang, comunicación personal, 9 de octubre de 2015; Rafael Cob, comunicación personal, 10 de febrero de 2016; Susan Chen Mok, comunicación personal, 17 de febrero de 2017; Rosa Lí Chan, comunicación personal, 14 de marzo de 2017; Luis Enrique Wong Sánchez, comunicación personal, 22 de abril de 2016; Yolanda Wong Soto, comunicación personal,17 de febrero de 2017). Dicho trabajo tiene como fin elaborar una base de datos que contenga:

  1. Los nombres de los sitios de procedencia de los inmigrantes chinos que se asentaron en Costa Rica y los periodos en que emigran.
  2. Los nombres con que fueron conocidos en Costa Rica dichos inmigrantes y sus apellidos originales.
  3. Fotografías que retratan el proceso de integración de los inmigrantes a la sociedad costarricense.
  4. Un registro de documentos y artefactos que los descendientes de esos inmigrantes conservaron.
  5. Mapas que retratan la actividad comercial de las primeras oleadas de inmigrantes chinos que se asentaron en varias comunidades como Puntarenas, Cañas, Limón, Santa Cruz y Nicoya.

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Recepción: 05-09-17 Aceptación: 29-11-17