The Freemasonry iconographic
treatment. The case of television series through The Simpson
Julio Martínez García
Universidad de Salamanca, España
juliomartinez.historiador@gmail.com
Recepción: 30 de
septiembre de 2018/Aceptación: 15 de noviembre de 2018.
doi: https://doi.org/10.15517/rehmlac.v10i2.35371
Palabras clave
Masonería; imagen; cultura de masas; medios audiovisuales; Los
Simpson.
Keywords
Freemasonry; Image; Audiovisual Mass Media; The Simpsons.
Resumen
La masonería es uno de los temas recurrentes en la actual cultura de
masas, debido al su halo de misterio y leyenda. Por ello, este trabajo analiza
el tratamiento que esta industria ha desarrollado sobre la hermandad. Y, para
ello, ha seleccionado el ejemplo de la serie televisiva, Los Simpson. Esta retrata humorísticamente diferentes
comportamientos de la sociedad estadounidense. Entre ellos, el de las
sociabilidades. En uno de sus capítulos, el popular protagonista –Homero– se
une a una agrupación masónica en su ciudad, Springfield, narrándose sus lances
en la misma. Así, en la presente investigación se analiza la imagen y el
mensaje que, sobre las logias, propaga dicho producto audiovisual. Por tanto,
haciendo un estudio de caso e inductivo, se pretende estudiar qué imagen se da
de la cofradía en Los Simpson.
Abstract
Freemasonry is one of the recurring themes in the current mass culture,
due to the halo of mystery and legend that has -traditionally- surrounded this
entity. For this reason, this essay analyzes the treatment that the industry,
has developed on the Brotherhood, and for this purpose, a television series; The Simpson has been selected. This
production humorously portrays different behaviors of American society, among
them, its sociability. In one of the chapters of this caricature, the
protagonist, the worldwide popular Homer, joins a Masonic group in his
hometown, Springfield, narrating his adventures in it. Thus, the present
investigation will analyze the image and the message that this specific
audiovisual product broadcasts on Masonic Lodges. Therefore, making an
inductive case study, it is intended to describe what image is given of the
Brotherhood in The Simpsons.
Uno
de los asuntos más recurrentes en la producción audiovisual de las últimas
décadas ha sido el de las sociedades secretas. Y, más concretamente, la masonería.
Desde la industria cultural estadounidense se ha utilizado dicha organización
de forma periódica para conseguir un mayor número de consumidores de sus
productos, gracias al halo de misterio con el que ha contado la fraternidad.
Se
debe mencionar el fervor que se ha generado en algunos sectores de Occidente en
torno a la simbología de la orden. Un interés que puede entroncar con los
misterios que, de manera tradicional, se han asociado a la misma. “La masonería,
como colectivo humano, ha dejado y deja testimonios plásticos, que deben ser
descifrados e interpretados por medio de un sistema coherente y que, además,
tenga sentido”[1]. De esta
forma, se ha creado un contexto mistérico en torno a la hermandad que ha
provocado un incremento de la demanda de información sobre la misma. Así, la
industria cultural estadounidense ha aprovechado este tirón, realizando
producciones centradas en algunos de los aspectos de las logias.
Por
tanto, en el presente ensayo se quiere analizar el tratamiento que, desde
Estados Unidos, se ha realizado de la fraternidad. Para ello, se ha
seleccionado un arte que, hoy en día, cuenta con un amplio consumo en todo el
mundo. Es el caso de las series televisivas. Y, en este sentido, se va a
estudiar Los Simpson, de Matt
Groening.
Preguntas de investigación y fuentes
empleadas
En consecuencia, se intentará dar respuesta a dos preguntas:
La hipótesis inicial es que, en Los Simpson, la cofradía es abordada honestamente. Eso sí, adaptando
el discurso audiovisual a la línea editorial de la serie, basada en el
tratamiento humorístico de la realidad política y social de los EE. UU.
Para desarrollar el presente análisis se ha utilizado
como principal fuente primaria el capítulo 115 de Los Simpson, incluido en la sexta temporada, y que recibe el nombre
de Homero El Grande. Además, para confeccionar
el contexto de la fraternidad y de su simbología se han empleado obras
realizadas por parte de académicos especializados en la materia. Unos trabajos
entre los que destacan los realizados por José Antonio Ferrer Benimeli, así como
aquellos publicados por el Centro de Estudios Históricos de la Masonería
Española (CEHME) y por la Revista de
Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña (REHMLAC+)[2]. Todo ello se ha querido
completar con otros compendios que también se han centrado en dicha realidad
desde una óptica analítica[3].
La metodología
En consecuencia, este artículo se enmarca en el paradigma interpretativo, algo que se encuentra determinado por los rasgos del objeto de estudio y por la manera de afrontarlo. De hecho, y como indican Wimmer y Dominick, el mencionado paradigma consiste en una aproximación al tema basada en la observación directa, que –en este caso– se refiere al registro de los elementos de análisis[4].
Además, en el presente
ensayo hay una tendencia al descubrimiento, a ver cómo la industria cultura
estadounidense trata a la cofradía, habiéndose elegido para ello el estudio de
caso[5][6]. A
través de esta fórmula se pretende conseguir una secuencia de resultados
positivos[7], gracias
a la selección de una de las producciones paradigmáticas del sector audiovisual
–Los Simpson–. Por último, se ha optado por el aspecto interpretativo
debido a que el presente paper se basa en la indagación cualitativa.
Pero ¿por qué se ha pensado en el cualitativismo? El acercamiento que realizan King, Keohane y Verba al mencionado método es muy significativo, ya que en su aplicación defienden el empleo del estudio de caso o del análisis de contenido[8]. Además, indican que, a partir del estudio de un reducido número de ejemplos, los cualitativistas extraen una gran cantidad de información[9].
La masonería
La entidad
Pero, antes de continuar, es conveniente realizar un
breve repaso de la evolución de la hermandad. Y, a la hora de hablar de la
historia de la masonería, se debe hacer una diferenciación entre la etapa especulativa
de la misma –que es la existente en la actualidad– y la operativa, que se
remontaría a la época medieval. De hecho, en la Edad Media fue cuando nacieron
los gremios de constructores, que eran los masones operativos o “trabajadores
que participaban directamente en las actividades de construcción y poseían el
saber arquitectónico de aquel periodo”[10].
Sin embargo, con el paso de los siglos, esto cambió.
Surgió la tendencia especulativa –que es la que existe actualmente–. Sus
orígenes se remontan al 24 de junio de 1717, momento en el que se constituyó la
primera agrupación de este tipo. Aquel día, cuatro talleres desafectos[11] con la falta de
iniciativa del arquitecto en jefe de la St. Paul´s Church de Londres[12] decidieron fundar la Gran
Logia londinense, considerada la primera de la variante actual. Poco después, John
Théophile Desaguliers y James Anderson fueron los encargados de escribir The constitutions of freemasonery, que
aparecieron en 1723. Dicho texto se transformó “en la pauta a seguir por la
orden del Gran Arquitecto del Universo”[13].
Con esta transformación se produjo un cambio en la
orientación de la hermandad. Así lo defienden varios investigadores: “Se
abandonó el arte de la construcción […], si bien se mantuvieron los términos
técnicos y los signos usuales que simbolizaban la arquitectura de los templos,
aunque a tales expresiones se les dio un sentido simbólico”[14]. La cofradía cambió de
concepción. “A partir de aquel periodo esta entidad se transformó en una
institución cuya característica era la consecución de una finalidad ética”[15].
Entre las explicaciones que se han dado sobre el paso
de la operatividad a la especulación se encuentra la ofrecida por Ferrer
Benimeli, que es una de las más seguidas entre los investigadores:
En esta época
asistían a las reuniones masónicas los aficionados al arte de la construcción,
a título de accepted-masons o
miembros honorarios […]. Se trataba de aquellos personajes de la alta sociedad
que patrocinaban a los gremios y les prestaban ayuda. Por regla general, éstos
salían de los donadores de catedrales. En el siglo XVI las construcciones de
catedrales llegaban a su término, y los masones se dedicaron más bien a
levantar edificios profanos. Al cesar la edificación de las grandes catedrales,
las hermandades y logias masónicas fueron paulatinamente quedando en manos de
los miembros adoptivos o los francmasones aceptados[16].
Como
consecuencia, se dio paso a un novedoso tipo de agrupación:
Los masones abandonaron la forma gremial y corporativa de los constructores
medievales para diseñar una nueva sociedad basada en la tolerancia (política,
social y religiosa) y el pacifismo […]. Buscaban una igualdad fraternal por
encima de separaciones sectarias o nacionales. Deseaban constituir una reunión
de hombres creyentes por encima de las divisiones políticas y religiosas del
momento; querían conocerse y trabajar juntos a pesar de sus opiniones religiosas
y su afiliación a confesiones o ideologías diferentes[17].
Esta nueva
definición de la hermandad comenzó a expandirse por Europa y por otros puntos
del planeta[18]. “Las
primeras logias continentales, que se documentan ya en Francia en la década de
1720, estaban formadas por masones procedentes del Reino Unido, a las que se iban
afiliando adeptos autóctonos hasta constituir finalmente agrupaciones y
obediencias puramente regionales. A mediados del siglo XVIII ya existían
fraternidades constituidas en casi todos los países europeos”[19].
Principal
simbología masónica
Sin embargo, para poder afrontar un ensayo como el presente
también hay que hacer un breve repaso a la simbología de la hermandad[20]:
Su deseo de instituirse en
herederas de las formas simbólicas de las viejas corporaciones de canteros
explica que la «espina dorsal» del imaginario emblemático de las agrupaciones
masónicas sean […] las herramientas o útiles empleados en la construcción. El
nivel, la plomada, la escuadra, el compás, la paleta, el martillo o el cincel
son instrumentos que han perdido totalmente su sentido fundacional en el nuevo
contexto. Se transforman aquí en conceptos adaptados a la mentalidad y
propósito de estas logias especulativas, integradas en una sociedad urbana e
inspirada por una ideología idealista y combativa, característica de la cultura
ilustrada[21].
Por tanto, el simbolismo es un elemento muy destacable
en las actividades iniciáticas. “El corpus iconográfico de la masonería es […]
un soporte privilegiado para transmitir sus doctrinas, su saber y su ciencia.
Cada pieza, cada imagen es una representación de algún concepto, principio o
aspecto de las doctrinas masónica”[22].
Las fuentes de esta realidad son múltiples. Además de la influencia medieval,
también se distinguirían–según Pere Sánchez Ferré– inspiraciones del mundo
egipcio, de la Cábala[23],
de la alquimia[24], de la Antigua
Grecia e, incluso, de otros periodos[25].
En cualquier caso, la tradición medieval en el
lenguaje simbólico de la cofradía es más que evidente. Una situación que puede
observarse en su representación de la noción de la deidad. “Su encumbrada
posición [de los albañiles operativos] se percibe también en la iconografía
medieval de Dios Padre como creador, dibujando el universo con un compás. El
concepto de Gran Arquitecto Del Universo [GADU] se remonta, por tanto, mucho
más allá de la moderna expresión de la idea[26].
En este sentido, hay cierta polémica sobre la
consideración exacta de la naturaleza del GADU. Para algunos es el dios creador,
mientras que para otros se trata de un símbolo meramente masónico. De todos
modos, y según Consuelo Conde:
[…] Se huye [del pasado]
porque existe una crisis, un abismo entre el progreso tecnológico e industrial
y la pérdida de valores tradicionales como la religiosidad, que venía
legitimando el progreso histórico. De ahí que en la masonería se sustituya al
Dios tradicional católico por el Dios–arquitecto, dignificador del trabajo,
que, además, podía hacer más factible la idea de que no existiera contradicción
entre el orden divino y el humano. Para vincular el capitalismo y la ciencia –por
un lado– con la religión –por otro– fue preciso que surgieran nuevas filosofías
reconciliadoras e incluso mesiánicas. En esta línea estarían la masonería y otras
disciplinas herméticas[27].
En otro orden de cosas, la escuadra y el compás son
las formas por las que la ciudadanía más fácilmente reconoce a la hermandad. Pero
¿qué es lo que significan? Según Ferrer Benimeli, la primera representaría la
regulación de las acciones del iniciado, mientras que el compás entroncaría con
el mantenimiento de los límites con todos los hombres, especialmente con los
miembros de la cofradía[28].
“El masón debe colocarse siempre entre ambos elementos, lo que equivale a decir
que debe esforzarse en ser justo en sus apreciaciones y en su conducta, sin dejar
de ser fraterno con todo el mundo”[29].Además,
estas dos herramientas están relacionadas con una tercera, el «volumen de la
ley».
[Este elemento], junto con la
escuadra y el compás, es una de las Tres
Grandes Luces de la Masonería, cuya misión es iluminar el espíritu y la
mente. Es un texto sagrado. En los países predominantemente cristianos suele
ser la Biblia, que se acostumbraba a abrir en diferentes capítulos, según el
grado en que se trabaja. Cuando se trata de un país musulmán se utiliza el Corán,
mientras que los hindúes emplean el Libro de los Vedas. Ante este texto se
presta el juramento de fidelidad a la orden[30].
Otro de los símbolos empleados por los masones es el
triángulo equilátero. Una forma cuyos tres lados, dentro de la cosmogonía de la
orden, representan la libertad, la igualdad y la fraternidad que deben reinar
entre los componentes de la organización. “Viene a ser, pues, una declaración
abreviada de los derechos y deberes humanos fundamentales, y se coloca siempre,
de modo que la libertad y la igualdad descansen siempre sobre la fraternidad”[31].
Sin embargo, como en todo discurso iconográfico,
existen diferentes interpretaciones sobre un mismo elemento. El historiador
Eduardo Torres–-Cuevas da un nuevo enfoque a la realidad triangular, aunque
respetando la idea política de la forma. “Constituye la figura geométrica
perfecta por tener sus tres lados y sus tres ángulos iguales. Ello significa la
igualdad entre los hombres y, en sentido republicano, la igualdad entre los tres
poderes del Estado”[32].
Y, al mismo tiempo, otros autores vinculan este diseño
geométrico con la cuarta letra griega –el delta–, escrita en mayúscula. “Su
forma de triángulo equilátero nos remite al ternario, presente en todos los sistemas
religiosos y en las escuelas iniciáticas de todas las épocas, tanto de Oriente
como de Occidente”[33].
De hecho, se vincula con otra de las representaciones más importantes dentro de
la orden, la pirámide:
El triángulo [...] da origen a
la pirámide y ambos son parte de la simbología masónica. Es símbolo de la luz.
Como también el vértice de su cima representa el fuego y la virilidad, con el
vértice para abajo se representa el agua o el sexo femenino; con un ojo en el
centro representa la omnipotencia, omnisciencia y la omnipresencia. El
triángulo equilátero es usado como símbolo de la divinidad masónica y representa
los tres atributos divinos: fuerza, belleza y sabiduría, y también los tres
reinos: mineral, vegetal y animal[34].
De igual forma se debe mencionar la letra «G», que
aparece en muchas de las representaciones masónicas. Se trata de un grafismo
que puede remitir a diferentes realidades, como a la divinidad o a los
conocimientos geométricos o geodésicos.
Letra sagrada de los masones es
de origen muy debatido. Posiblemente relacionada con el inicio de la palabra
geometría, ciencia vista como resumen del conocimiento en la Edad Media
europea. Se asocia también con el genio y con la gravitación. El significado
más generalizado es el de Dios, pues en inglés es God, concepto típico de la masonería
moderna[35].
Otro de los elementos simbólicos más conocidos de los
masones es el de los tres puntos que, colocados en forma de triángulo
equilátero –otra vez aparece esta forma–, identifican al masón en el mundo
profano[36].
Sin olvidar la estrella flamígera, que puede aparecer representada en la logia
o en sus herramientas y textos masónicos.
Se trata de un símbolo del Hombre, ya que es una
estrella de 5 puntas y 5 es el número del microcosmo, además de identificarse
cada una de sus puntas con la cabeza, los brazos y las piernas. También es el
símbolo del masón iniciado,
resplandeciente de Luz en medio de las tinieblas del mundo profano y un
emblema de la perfecta maestría[37].
Una opinión que es respaldada, en parte, por el
investigador Pere Sánchez Ferré. “La tradición occidental siempre ha asimilado
el número cinco al hombre regenerado, tomando de Vitrubio el modelo
iconográfico […] Es uno de los significados que debe darse a la estrella
flamígera masónica. El hombre-estrella es el hombre divinizado”[38].
Asimismo, se debe mencionar el gran simbolismo que se
introdujo tras la transformación de las logias de operativas a especulativas.
Una vez finalizada esta variación ya no se buscaba construir edificios físicos,
sino espirituales, por lo que “el trabajo sobre la piedra bruta destinada a
convertirse en cúbica, es decir, apta a las exigencias constructivas, remitirá
al hombre, quien habrá de irse puliendo en contacto con sus semejantes”[39].
En un sentido muy parecido se expresa Pere Sánchez Ferré: “La piedra bruta
simboliza el aprendiz, que debe trabajar para pulir su rudeza original, propia
de la vida profana y de la imperfección de la naturaleza humana”[40].
De esta forma, cada una de las herramientas de los
picapedreros recibirá un sentido dentro de la ritualística masona. Por ejemplo,
el mandil, además de representar el trabajo, su blancura también remitirá el
candor de las costumbres y la igualdad[41],
mientras que los guantes que utiliza el iniciado le recordarán que no debe
mancharse las manos con la iniquidad.
Toda esta simbología también aparece en los sellos.
Unas piezas que tienen su importancia dentro de la vida masónica.
Los cuños
constituyen no sólo una mera curiosidad, ya que denotan la vida administrativa
de la logia, además de algunas variables históricas y simbólicas. En cualquier
escrito, por rutinario que fuera, debía figurar el membrete de la institución,
si lo tuviera, y los diferentes tipos de sellos. Por lo general, éstos se
aprobaban desde la misma sesión de constitución, y en ellos aparecía el nombre
y el número de logia, al igual que el valle y la obediencia a la que
pertenecía. […] A veces estas entidades diseñaban varios tipos: el de la logia,
que solía ser de mayor elaboración; el de la secretaría, que presentaba dos
plumas en forma de aspas, y el de la tesorería, presidido por dos llaves
también cruzadas[42].
Pero la impronta gremial de la masonería se puede
observar no sólo en la simbología material, sino también en sus ritos. En este
sentido, las logias[43]
siempre han dado una gran importancia a las festividades equinocciales y
solsticiales, interés que puede entroncar con los santos a los que adoraban los
constructores de catedrales:
Como todos los gremios
medievales, también los albañiles tenían sus patronos protectores, que eran
honrados con solemnes fiestas. Éstos eran los dos San Juanes, el Bautista y el
Evangelista, más conocidos con los nombres de San Juan de Verano y San Juan de
Invierno[44].
Estas fechas son elegidas por muchas logias para
realizar diferentes celebraciones. Unos encuentros sociales que estarían representados
Los Simpson, producto cultural
elegido para la realización de este análisis.
Pero si existe un momento importante para el masón, ese
es el de su iniciación, al dejar su anterior vida profana y, por tanto,
comenzar a formar parte de la logia. Un paso que también está impregnado de
elementos ritualísticos de carácter medieval. Precisamente, uno de los rasgos
más relevantes del mencionado proceso es el juramento que realiza el profano al
formar parte del taller. Sobre este rito se han vertido las más oscuras
leyendas. Sin embargo, no hay ningún tipo de proposiciones oscuras.
“Propiamente dicho no es otra cosa que una promesa revestida de formalidades,
que no la hace ni más terrible ni más sólida, sino que solemniza su
presentación con un aspecto teatral destinado a grabar el recuerdo permanente
que impida su no cumplimiento”[45].
A
pesar de ello, dicha realidad siempre ha estado rodeada de polémica, ya que en
esta acción aparecería el secreto, una de las circunstancias más controvertidas
de la hermandad. De hecho, la fórmula del juramento, de acuerdo con un
catecismo de 1740 de la masonería de Berna, se relataría del siguiente modo:
Prometo bajo mi palabra de honor no revelar jamás los
secretos de los masones y de la masonería que me van a ser comunicados bajo el
sello del arte. Prometo no esculpirlos, ni grabarlos, ni pintarlos o
escribirlos sobre ningún objeto. Además, prometo jamás hablar nada contra la
religión ni contra el Estado, ayudar a socorrer a mis hermanos en sus
necesidades y según todo mi poder. Si faltare a promesa, consiento en que me
sea arrancada la lengua, cortada la garganta, atravesado el corazón de parte a
parte, quemado mi cuerpo y mis cenizas arrojadas al viento para que no quede ya
nada mío sobre la tierra, y el horror de mi crimen sirva para intimidar a los
traidores que fueran tentados de imitarme. Que Dios sea en mi ayuda[46].
Este juramento es un ejemplo de los que se realizan en
las logias. Pero, “en realidad existen muchas variantes, aunque las amenazas
permanecen casi siempre las mismas”[47].
Pero, en verdad, ¿qué significan toda esta suerte de «proclamas iniciáticas»?
“No son otra cosa que una promesa revestida de formalidades, que no la hacen ni
más terrible, ni más sólida, sino que –simplemente– solemniza su prestación,
con un aparato teatral destinado a gravar un recuerdo permanente que impida su
no cumplimiento”[48].
Además, hay que contextualizar este tipo de aseveraciones dentro de la
legalidad del momento en que fueron formuladas.
Las terribles amenazas que se
conminan al perjurio –muestra evidente, para muchos, de la gravedad del secreto
y de los fines de la masonería– en realidad no es otra cosa que la fórmula del
juramento exigido por las leyes inglesas de los siglos XVII y XVIII, donde se
amenazaba al perjuro con las penas destinadas al culpable de alta traición[49].
Una situación que puede enraizar su origen en la
masonería operativa, momento en el que la mencionada organización tenía una
concepción gremial muy relevante. “Los masones profesionales tenían un gran
interés en guardar el monopolio de los procedimientos de oficio que eran su
sustento y les aseguraban un lugar privilegiado entre los obreros-constructores”[50].
Por tanto, simplemente se buscaba confirmar la secrecía de las enseñanzas de
los picapedreros. Esta querencia, que se acabó reflejando en los juramentos, fue
continuada por los «integrantes especulativos»[51].
En cualquier caso, los castigos que se proclamaban en
estas formulaciones eran y son simbólicos, nunca reales. Empero, textos como el
que se acaba de transcribir sirvieron a la Iglesia para edificar una leyenda
negra contra la fraternidad que todavía perdura en la actualidad. Una mala
imagen que, además, se vio fomentada por otras razones, como el ya mencionado
secretismo[52]…
La
arquitectura masónica
Pero si la simbología es importante, también hay que
tener en cuenta a la arquitectura. “En cuanto a patrones estéticos, la
masonería moderna ha mostrado ciertas preferencias por el clasicismo. […] Sin
embargo, el goticismo estará siempre presente en la orden, […]”[53].
Pere Sánchez Ferré complementa esta afirmación: “Los
masones se apropiaron de una simbología que existía aún antes del surgimiento
de la masonería especulativa en Inglaterra, con los patrones clásicos de la
arquitectura grecolatina”[54].
Y también con referencias al Templo de Salomón...
Además, en el interior de la logia se pueden
distinguir varios elementos que se repiten de forma regular. Entre ellos, las
cadenas, que simbolizan la unión de todos los iniciados, así como el suelo
ajedrezado –en blanco y negro–, en el que se representa el bien y el mal. De
igual forma, los templos suelen presentar una
estructura parecida. En la entrada se observan dos columnas[55]que
evocan a las que decoraban el templo de Salomón, mientras que en el fondo se
ubica la presidencia, capitaneada por el venerable maestro, quien se encuentra
acompañado por el secretario y el orador. Asimismo, existen cuatro hileras de
asientos, dos a cada lado, ocupados por el resto de los miembros.
En
las sedes masónicas también puede aparecer un balaustre en ruinas. “La columna
completa, con basa y capitel, está emparentada con el contenido simbólico del
árbol de la vida, por tanto, la que están en ruinas representa el fin de la
vida”[56].En cualquier caso, toda obra constructiva masónica
debe guardar una serie de proporciones armónicas: “El templo es la
representación del cosmos, en el que sus cifras y proporciones están
perfectamente estudiadas”[57].
El nombre simbólico
No se puede terminar este epígrafe sin hacer referencia
a la importancia del nombre simbólico. La mencionada realidad se emplea como
elemento identificativo de los miembros:
La importancia de esta
denominación reside esencialmente en el hecho de haber sido elegida por un
individuo en la madurez necesaria que permite optar a ser candidato masón.
Implica, pues, una serie de reflexiones personales sobre cómo le complacería al
futuro masón que se le llamase o reconociese en este círculo hiramista que
desde fuera, al menos, atraía supuestamente, entre otros atractivos, a hombres
que buscaban saciar y compartir sus amplias inquietudes intelectuales en
relación con la organización de la sociedad[58].
En cualquier caso, y como dice el historiador Pedro
Álvarez Lázaro, el nombre simbólico no deja de ser una expresión de la
personalidad y de la cosmogonía de quien lo elige. En este sentido, “viene a
acuñar el código de valores y creencias del portador”[59][60][61].Sin
embargo, el asunto del nombre simbólico no ha sido tomado completamente en
serio por los masones, que ni siquiera lo han regulado:
Ningún órgano oficial de la masonería,
ni extraoficial, se ocupó de explicar la importancia del nombre simbólico. Es
un tema pasado por alto por los documentos oficiales de la orden y por las
voces que dirigieron oficialmente el devenir masónico en sus primeros siglos de
existencia y concretamente en el contexto español, cuyo uso fue más extendido.
[…] Este distintivo está ausente de los manuales en los que se describen los
Ritos y rituales, y en las Constituciones de las diferentes Obediencias[62].
Las series televisivas: Los Simpson
Historia de la caricatura
Los Simpson es una serie de animación satírica producida por la
Fox y cuyo origen es Estados Unidos. Su primera emisión fue el 17 de diciembre
de 1989 y, desde entonces, se han emitido más de 639 capítulos distribuidos en 30
temporadas. En este audiovisual se representa a una familia estadounidense de
clase media y de comportamientos disfuncionales, compuesta por cinco miembros:
Homero y Marge, que son los padres, además de Bart, Lisa y Magie, que son los
hijos.
La acción transcurre en un pueblo ficticio denominado Springfield.
Sin embargo, esto no impide el tratamiento de algunos de los temas más espinosos
de la actualidad estadounidense, siempre a través del humor y la ironía. Entre
estos asuntos se han encontrado la situación de la educación en el país o la corrupción
política, mediante los métodos poco ortodoxos del alcalde.
En este sentido, uno de los elementos que se abordan
es el de las sociedades secretas. Se hace en el capítulo 115, incluido en la
sexta temporada, y que recibe el nombre de “Homero El Grande”. Se emitió por
primera vez en Estados Unidos el 8 de enero de 1995. En el mismo, se explica
cómo Homero se da cuenta que dos de sus compañeros de trabajo, Karl y Lenny,
forman parte de la agrupación de los magios, por lo que quiere formar parte de
ella. Lo consigue gracias a su padre, Abraham Simpson, que era miembro de la entidad.
Así, durante toda la trama se pueden observar bastantes referencias –veladas o
directas– a la masonería, razón por la cual se ha querido elegir este capítulo
para el análisis propuesto en el presente ensayo.
Análisis
de la serie
La primera de estas menciones es, precisamente, la
relativa a la secrecía. Lo hace tanto en el minuto 01:50 como en el 02:20,
cuando Karl y Lenny no explican a Homero la razón de que posean una mejor silla
que él en la oficina, o la causa de que no le puedan acompañar a jugar al
boliche “Es un secreto”, alegan. En realidad, tras las obligaciones laborales,
Karl y Lenny tenían una reunión en la logia. Por ello, no tenían permiso para
ir a la bolera junto a Simpson.
Además, uno de estos dos compañeros emplea un anillo
con el logotipo de los magios –un martillo con dos cabezas–, que intenta ser
una reinterpretación de la escuadra y el compás masónico. Asimismo, no hay que
olvidar que este tipo de joyas –sellos o anillos– son empleadas por los
iniciados, como se ha visto anteriormente.
Poco después, en el minuto 03:45 aparece otra remisión
a la orden. Se representa el templo de los magios, cuya estructura arquitectónica
recuerda a los edificios tradicionales de la fraternidad. En él se pueden
observar tres puertas, una principal y dos accesorias. Las tres están coronadas
por un frontispicio triangular que evoca a una pirámide, un símbolo que tiene evocaciones
masónicas, como ya se ha relatado. De igual forma, sobre el dintel del acceso principal
se reproducen diversos elementos de cantería –como el martillo y el compás–,
que se relacionan con la tradición de los antiguos gremios de constructores.
Incluso, se observa la representación de un ojo, que entronca con la idea de omnipotencia,
omnisciencia y la omnipresencia. De igual forma, sobre las mencionadas entradas
se pueden encontrar otras características simbólicas, entre las que se hallan los
tres puntos, emblema muy importante de las logias.
En este sentido, en el minuto 03.54se observa cómo en
los dinteles de la mencionada entrada se encuentran representadas diferentes
formas típicamente masónicas. Entre ellas, la escuadra o el mallete. Además, el
elemento por el que se distinguen los magios consiste en una extrapolación de
la representación de la escuadra y el compás masón. En concreto se trata de un
martillo doble, con sendas cabezas en sus extremos, cada una de las cuales se
encuentra mirando en dirección opuesta.
Una vez dentro, la sala central de la logia se
caracteriza por estar rodeada de columnas. A ello se añade que, en las paredes,
se encuentran colgados diferentes cuadros en los que se representan la escuadra
y el compás[63] o el
ojo enmarcado en un triángulo. Todas referencias masónicas.
Pero hay otros elementos en los que, en cierta medida,
se pueden reconocer a la cofradía. Entre ellos, la fraternidad existente dentro
de la reunión de los magios o la igualdad entre sus miembros. De hecho, en las
mismas participan desde el señor Burns –el rico cacique de Springfield,
propietario de la central nuclear– hasta muchos de sus empleados, pasando por
el jefe de policía de la localidad. Y todos parecen obviar la diferencia de
clases existentes entre ellos.
Del mismo modo, también se puede reconocer una suerte
de nombre simbólico. En realidad, en Los
Simpson no se ocupa una denominación como tal, sino un número determinado
por el momento de ingreso del iniciado en la cofradía. Pero el concepto subyacente
comparte una filosofía parecida. En definitiva, se cambia el nombre habitual
por otro apelativo, gracias al cual esa persona es reconocida por los socios de
la entidad.
Por otro lado, se debe mencionar el rito de acceso de
nuevos magios en la organización, que se puede relacionar con dicho proceso
masónico. Durante el mismo, el neófito –en este caso, Homero– entra a la logia
con una venda en los ojos y realiza el juramento ante el pergamino sagrado, que se correspondería con el volumen de la ley.
En este sentido, Ferrer Benimeli explica así el proceso de entrada de un nuevo
aprendiz en una logia en la vida real:
[…] con una venda en los ojos
se le conducía a la puerta que daba acceso al salón, la cual se abría después
de haber llamado en ella dando tres fuertes golpes. El segundo presidente
guiaba al recipiendario hacia el Maestro […] Luego, el candidato daba tres
vueltas alrededor del salón y, situándose ante la puerta, ponía los pies en
ángulo recto y daba tres pasos, hasta llegar al sitio que ocupaba el Maestro,
quien tenía una mesa delante y encima de ella se hallaba colocado el libro de
los Evangelios abierto, además de la escuadra y el compás. El candidato
extendía la mano derecha, jurando fidelidad a las leyes de la cofradía, aceptar
todas las obligaciones y guardar el más absoluto secreto acerca de lo que sabía
y de lo que aprendiera en lo sucesivo. Terminadas las ceremonias del juramento,
se quitaba el neófito la venda, […] se le entregaba un mandil, se le daba a
conocer la palabra de paso, designándole el sitio que había que ocupar y,
finalmente, el saludo que posteriormente usaban los aprendices[64].
Un proceso que, en parte, realiza Homero al entrar en
la logia. De hecho, las palabras del protagonista durante su iniciación
entroncan con los supuestos castigos que se señalaban en documentos como el de
Berna de 1740. Simpson, en el capítulo analizado, afirma que “si revelo el
secreto de los magios que se me hinche el estómago y que se me caiga el cabello
de la cabeza”. Unas aseveraciones que tienen cierta semejanza a las fórmulas
ritualizadas verdaderas. En cualquier caso, las aserciones de este personaje
son cómicas, ya que él se define por su calvicie y sobrepeso…
De igual forma, tras la iniciación de Homero, el líder
de los magios –lo que en la masonería sería el venerable maestro– señala que
uno de los principales objetivos su organización sería “combatir la sombra de
la ignorancia” y “buscar la luz del conocimiento y la verdad”. Unas metas que
son compartidas por los masones de carne y hueso. Empero, y a modo de mofa,
cuando Homero propone realizar obras de beneficencia, sus “hermanos” le dan la
espalda y fundan otra sociedad secreta a la que le prohíben la entrada. Sin
duda, se trata de una broma en la que se critica el individualismo existente en
Estados Unidos.
En este mismo sentido, se pueden encontrar otros
rasgos reales de la cofradía. Por ejemplo, tras la aceptación de Homero, se
observa una celebración masónica –en la que todos los miembros se reúnen a
cenar–[65],
viéndose el concepto interclasista y universalista de la entidad. Hay
componentes de diferentes edades, religiones y etnias. Una descripción que, sin
duda, concuerda con la realidad. De hecho, Ferrer Benimeli habla así de algunos
de los rasgos principales las logias especulativas:
[…] abandonadas
las enseñanzas técnicas de la construcción, [la orden] se transforma en una
asociación cosmopolita que acoge en su seno a hombres de diferente lengua,
cultura, religión, raza e –incluso– convicciones políticas, pero que coinciden
en el deseo común de perfeccionarse por medio de una simbología de naturaleza
mística o racional, y de prestar ayuda a los demás a través de la filantropía y
la educación[66].
Eso sí, no hay rastro de los personajes más devotos de
la serie, como el reverendo Lovejoy o Ned Flanders. En este sentido, no se
deben olvidar las condenas que se han impulsado desde diferentes entidades
religiosas –como la Iglesia Católica[67]
– hacia la mencionada organización[68].En
consecuencia, siempre ha existido un gran recelo desde algunos estamentos
eclesiales hacia las logias, razón por la cual es lógico que no aparezcan
creyentes-practicantes o clérigos en este capítulo de Los Simpson…
Asimismo, en el pasaje analizado se representa una
reunión de los magios en la que se celebran los 1.500 años de la fundación de
la hermandad. En este caso, hay una cosa cierta y una errónea. En cuanto a la
primera se debe mencionar la querencia de los masones por la conmemoración de
determinadas fechas, como los dos San Juanes. Sin embargo, el elemento irreal
es la edad de la organización. En realidad, la edad de las logias especulativas
–que son las que se representa en la serie– es mucho menor. En 2017 han
cumplido tres siglos de antigüedad.
Además, hay también otros elementos que se alejan de
la realidad masónica, como es el caso de los atuendos. Los miembros de las
logias no suelen ir acompañados de túnicas como las que aparecen en la serie. De
la misma forma, en este capítulo no hay referencias al mandil, muy relevante en
la indumentaria empleada en las logias.
Por otro lado, en la serie estudiada se indica que
sólo hay dos formas de poder entrar a la organización. Una sería salvar la vida
a un miembro y, la otra, si existe algún familiar del interesado que ya sea componente
de esta. Empero, estos requerimientos no son reales en la vida de «carne y
hueso». Para poder formar parte de un taller debe mediar invitación de alguien
que ya esté dentro, sin importar la ascendencia. Lo que sí se exige es que el
neófito comparta los valores de la institución.
Y, de igual forma, en Los Simpson se exponen una serie de prebendas que recibirían los
magios por el hecho de serlo, pero que en la realidad no se producen. Entre
ellas, evitar los embotellamientos de tráfico gracias a la existencia de un
túnel secreto que sólo ellos pueden utilizar, o el disfrute de una nueva silla
en el centro de trabajo, mucho más cómoda que el resto. En cualquier caso, son
circunstancias intrascendentes que se incluyen en la narración audiovisual a
modo de broma. Muy posiblemente mediante su exposición también se pretenda
criticar a las lecturas más conservadores sobre las sociedades secretas, que
acusan a sus miembros de estar detrás de las principales conspiraciones
mundiales.
Igualmente, hay que indicar que ni en las logias ni en
ninguna otra organización masónica existe la figura del elegido, como se
representa en Los Simpson. Los cargos
en las reuniones fraternas son rotatorios entre los integrantes de esta, y no
hay más representación deísta que el concepto del GADU. Sin embargo, en este
sentido, sí que hay un componente interesante. Se trata de la roca que se
coloca al protagonista cuando éste destroza el pergamino de la orden y es expulsado
de la misma. En ese momento se le ata al cuello la “piedra de la vergüenza”.
Empero, tras serle descubierta una marca de nacimiento muy parecida al símbolo
de los magios, sus compañeros le consideran el elegido y le ponen la roca del
“triunfo”.
En este sentido, en la realidad sí que existe una idea
pétrea, aunque desde la perspectiva simbólica. Me refiero a la representación
de los avances en el conocimiento masónico por parte del iniciado. Así, la piedra
tosca remitiría a la persona que accede por primera vez a la orden, mientras
que la pulida entroncaría con el integrante de esta que ya ha recibido los
conocimientos en las logias. De cualquier forma, lo que se pretende realizar en
la serie es un chiste visual, a través del cual se expone que, a pesar de ser
el nuevo “mesías”, Homero debe arrastrar un peso más grande que el que tenía
que transportar cuando estuvo condenado por desacato a la organización.
Y, en último lugar, se debe mencionar que existe una
referencia al mito del contubernio masónico. Cuando Homer está intentado
acceder a la hermandad, se da cuenta que su padre, Abe Simpson, forma parte de
los magios. Una membresía que comparte con la de comunista y presidente de la
Alianza de Gais y Lesbianas, entre otras filiaciones. Todo ello, además, en un
tono jocoso. De hecho, Homero no sólo se lleva el carné de magio, también el de
comunista… Así, en esta serie se querrían desacreditar aquellas argumentaciones
que aseveran que existe una gran conspiración masónico-comunista que desea
acabar con el trono y el altar, subvirtiendo los roles sociales, políticos y
religiosos. Por ello, dibujando al abuelo Simpson –también caracterizado por
tener problemas de memoria asociados con su avanzada edad– como miembro de
ambas realidades, se quieren descreditar las ideas conspiranoicas.
En este sentido, no se puede olvidar la teoría
complotista que –tradicionalmente– ha perseguido a la mencionada sociabilidad.
Como ya se ha visto, desde poco después de su aparición bajo la fórmula
especulativa ya apareció la persecución a las logias. No sólo desde el poder
religioso. También desde el político. Durante todo este tiempo los argumentos
fueron evolucionando hasta llegar al famoso contubernio judeo-masónico-comunista,
que tan bien explotaron dictaduras como la franquista[69].
Entre los tópicos que rodean o
han rodeado a la masonería en general, hay tres fundamentales: el satanismo, el
judaísmo y el comunismo. Satanismo en cuanto anti-Iglesia; judaísmo, o si se prefiere
sionismo, en cuanto centro del complot internacional; y comunismo, como comodín
o compañero de viaje del ya famoso «contubernio»[70].
Sin embargo, la identificación entre masonería y
comunismo no deja de ser una circunstancia contradictoria. De hecho, las logias
estuvieron prohibidas en la Unión Soviética[71].Un
hecho que se acabó propagando a través de realidades afines:
La política antimasónica
llevada a cabo desde 1917 en la URSS se extendió, a partir de 1921, a todos los
partidos comunistas occidentales, en virtud de la decisión adoptada por la
Tercera Internacional en su tercer congreso. Trosky pidió que la adhesión a la
orden fuera prohibida a todo miembro del partido, ya que «la masonería no
presentaba otra cosa que un proceso de infiltración de la pequeña burguesía en
todas las capas sociales». Y añadió que «la solidaridad, principio básico de
las logias, constituía un serio obstáculo para la acción proletaria, y que la
libertad reivindicada por dicha organización era una libertad de concepción
burguesa, opuesta a la dictadura del proletario»[72].
Un
último repaso
Por
lo tanto, se puede observar cómo en el capítulo de “Homero El Grande” hay
muchos elementos extraídos de la orden y que –además– guardan una relación muy
estrecha con la realidad masónica. Entre ellos, el asunto de la secrecía o la
ceremonia de iniciación, en la que se puede observar cómo el protagonista es
introducido en la logia con una venda en los ojos y realiza un juramento sobre
un libro sagrado, tal y como ocurre en la realidad. Además, las palabras que Homero
debe pronunciar sobre el volumen de la ley guardan una cierta similitud lo que
ocurre fuera de la serie.
Una
semejanza que también se observa en los elementos constructivos y decorativos
del edificio, en el que aparecen formas propias de la fraternidad, como la
pirámide, el ojo que todo lo ve, la escuadra y el compás, o los tres puntos. Otros
rasgos que revisten un gran realismo son el nombre simbólico que se conceden
los hermanos, las reuniones que celebran y la ayuda mutua que se profesan entre
ellos. Algo que se contempla cuando el fontanero, miembro también de los
magios, sólo arregla la avería de agua existente en la casa de Homero al
enterarse que comparten filiación iniciática.
Sin
embargo, las prebendas que tienen los magios son realmente irrisorias. Entre
ellas, evitar los embotellamientos de tráfico, utilizar mejores sillas en la oficina
u obtener unos patines para trasladarse entre su plaza de aparcamiento
–conserva la misma– y el centro de trabajo. Como se observa, ni rastro de
conspiraciones ni de subversiones con el fin de dominar el mundo. De esta
manera, se lanza una crítica indirecta a aquel pensamiento que atribuye a la masonería
todo tipo de fechorías.
Otro
postulado que se ve reflejado en la caricatura es el de la desaparición de las clases
sociales. En la logia comparten filiación los obreros –como Karl y Lenny– y el
cacique del pueblo, el señor Burns. Incluso las celebraciones que se muestran
en Los Simpson también tienen un
entronque con la realidad, ya que los masones celebran en comunidad
determinadas festividades, como los dos San Juanes.
Además,
hay un último ejemplo en el existen coincidencias con la vida real. Todos los
magios son hombres. En la masonería ocurrió así hasta no hace tanto. La razón
que aducían los integrantes de la fraternidad es que en las Constituciones de
Ánderson existía la prohibición expresa de que las mujeres pudieran acceder a
la fraternidad. Sin embargo, con el aperturismo que progresivamente fue
viviendo la sociedad, dicha situación fue cambiando y el sector femenino fue
progresivamente accediendo a la orden. Eso sí, los talleres de tradición sajona
–más apegados a la norma– siguen mayoritariamente sin permitir esta membresía.
Éste sería el “brazo” de la masonería representado en Los Simpson…
Por
otro lado, se deben mencionar los elementos que, aunque se dibujan en el
capítulo analizado, no tienen correspondencia con la realidad masona. Entre
ellos se encontraría el atuendo; la forma de inclusión de nuevos miembros; o la
búsqueda de un elegido entre sus componentes. Empero, hay un rasgo que, como se
ha comentado, se encuentra entre la realidad y la ficción. Se trata el de la
piedra que debe portar Homero. En la actualidad dicha acción no se constituye
como un castigo o un reconocimiento a las acciones de un miembro dentro de la orden.
Se trata de la representación del avance del conocimiento del iniciado, desde que
accede a la logia y según va ascendiendo en los grados masónicos. De esta
forma, el neófito se va puliendo como la roca que aparece en los templos
masónicos.
Reflexiones finales
En el presente ensayo se han analizado sucintamente una
obra audiovisual. Más concretamente, Los
Simpson, a través del capítulo de Homero
el Grande. Como se ha podido ver, en este producto cultural el tratamiento
general de la masonería es certero. No incurre en grandes errores –aunque
haberlos, haylos–, a la vez que no se distinguen grandes manipulaciones en
torno a la fraternidad. Incluso, en la serie critica veladamente los postulados
de la teoría complotista. Eso sí, se hace mediante la mofa, representando diversos
privilegios baladíes de los magios, entre los que se encontraría el poder
evitar los embotellamientos de tráfico.
En cualquier caso, se dibujan las logias como lugares
de reunión de sus miembros, privilegiándose la ironía y la broma. A pesar de
ello, no se retrata la totalidad de la simbología masónica, porque si así fuera
el resultado sería un capítulo muy largo. Hay que tener en cuenta que son
muchos y muy variados los elementos ritualísticos y simbólicos con los que
cuenta la orden…
Pero eso no es excusa para haber hecho un mayor
hincapié en los postulados ideológicos y la dimensión social de la hermandad.
Quizá sean asuntos que permitan una mayor variedad temática. Sin embargo, en Los Simpson se presta más atención a lo
simbólico, a lo místico, a lo esotérico. Quizá porque estos elementos generen
un mayor interés en el público. Una circunstancia que, en último término, produce
un incremento de las ventas y un subsiguiente aumento de los ingresos en las
empresas productoras y emisoras.
No se debe olvidar que esta serie se constituye como
un producto cultural cuya finalidad fundamental es que sea consumido por el
gran público y que, por ende, genere dinero. En consecuencia, esta obra trata
la masonería desde un punto de vista simbólico –y no tanto ideológico–, con el
fin de atraer a los espectadores y generar beneficios económicos, como ocurre
en la totalidad de la industria cultural estadounidense.
Pero,
dejando a un lado este asunto, la mencionada serie ha sabido representar lo que
ocurre dentro de la hermandad. “Todo indica que nos encontramos ante el retrato
de una sociedad secreta cuyas características coinciden casi literalmente con
las de la masonería”[73].
Sin embargo, los contenidos y el discurso de este capítulo se deben enmarcar
dentro de la tradición narrativa de dicho producto audiovisual, la cual siempre
intenta retratar la sociedad actual en tono de sátira. Y el asunto de los magios
no iba a ser menos.
Por
ello, no es de extrañar que los mismos comportamientos de los personajes
habituales de la serie se vean reflejados en estas reuniones iniciáticas. No
hay nada de sublime en los magios, y mucho menos en Homero. Son sus
comportamientos habituales. Lo que se busca es plasmar irónicamente una
realidad como la de las sociabilidades, tan extendida en Estados Unidos. Y, a
través de esta tendencia, conseguir la atracción del público y que el producto
sea mucho más demandado.
Pero,
en cualquier caso, no nos encontramos ante “una sátira antimasónica
tradicional”[74], que
defiende Martínez de las Heras. Todo lo contrario. Este capítulo habría que
enmarcarlo en la propia línea narrativa de la serie analizada, en la que la
ironía es su leitmotiv. En cualquier
caso, si tomamos los elementos masónicos aisladamente, la gran mayoría son
ciertos. Por tanto, no se podría hablar de antimasonería como tal. Sería más
certero decir que estamos ante el tratamiento de una supuesta logia por parte
de una serie humorística e iconoclasta respecto a todos los aspectos de la vida
estadounidense. En definitiva, como toda la industria cultural, lo que busca
esta producción es generar beneficios. Por ello, ha de respetar su habitual
línea editorial, con el fin de satisfacer a su público fiel y que siga apoyando
a la familia Simpson capítulo tras capítulo.
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[2] Ferrer Benimeli, La masonería (Madrid: Alianza Editorial, 2005). Ferrer Benimeli, La masonería como problema
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[3] Pedro Álvarez, “Krausistas, institucionistas y
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Manuel Vázquez-Romero y Pedro Álvarez Lázaro (Madrid: Universidad Pontificia de
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[4] Roger D.
Wimmer y Joseph Dominick, La
investigación científica de los medios de comunicación. Una introducción a sus métodos
(Barcelona: Bosch Casa editorial, 1996), 41.
[5] De acuerdo con los postulados de este paradigma, en
los estudios que lo toman como guía se analizan pocos ejemplos, o incluso uno
sólo, pero se hace en profundidad (Wimmer y Dominick, “La investigación
científica”, 45). Es el ejemplo de este artículo y el seguimiento de Los Simpson que se realizará durante el
mismo.
[6] Morlino destaca la vinculación del estudio de caso a
los trabajos históricos, por la utilidad que tiene la mencionada técnica en
dicho ámbito (Leonardo Morlino, Introducción
a la investigación comparada (Madrid: Alianza editorial, 1996), 135).
[7] En la mayoría de los estudios de caso se utiliza el
razonamiento inductivo, a través del cual se alcanzan afirmaciones universales
mediante el análisis de datos particulares (Wimmer y Dominick, “La investigación
científica”, 161). Así, a través del
seguimiento de Los Simpson se pretende observar el tratamiento de la masonería
por parte de la industria cultural de masas.
[8] El
análisis de contenido, además, permite el descubrimiento de tendencias dentro
de un mensaje comunicativo (Florence Toussaint, Crítica de la información de masas (México DF: Trillas, 1983),
26–27).
[9] Robert
Keohane, Sidney Verba y Gary King, El
diseño de la investigación social: la inferencia científica en los estudios cualitativos
(Madrid: Alianza, 2000), 14.
[10]Trueba, “Masones en México”,
34.
[11]El nombre
de estas cuatro sedes masónicas fueron Goose
and Gridiron, Crown Ale House, Apple Tree y The Rummer and Grapes (Ferrer, “La
masonería española”, 27).
[12]Ferrer, “La masonería española”, 27.
[13]Ferrer, “La masonería española”, 28.
[14]Ferrer, “La masonería española”, 27.
[15]Ferrer, “La masonería española”, 28.
[16]Ferrer, “La masonería española”, 25.
[17]Ferrer, “La
masonería”, 54 y 55.
[18]Trueba, “Masones en México”,
49.
[19] José Julio
García Arranz, "Simbología masónica o los emblemas del
autoconocimiento", en Palabras,
símbolos, emblemas. Las estructuras gráficas de la representación, coords.
Ana Martínez Pereira, Inmaculada Osuna y Víctor Infantes (Madrid: Turpin
Editores, 2013), 62.
[20] Se debe
hacer hincapié en la gran variedad de interpretaciones que existen sobre la
simbología. Casi tantas como personas. “El simbolismo masónico encierra una
gran pluralidad de significados, los cuales pueden abordarse desde múltiples
puntos de vista y, lejos de excluirse o contradecirse, se armonizan y se
complementan entre sí” (Figueroa, “La masonería y su simbolismo”, 15).
[21] García
Arranz, "Simbología masónica”, 63.
[22]Sánchez
Ferré, “La iconografía masónica”, 55.
[23]Según
Sánchez Ferré, “la gran mayoría de las palabras sagradas y de paso que se
pronuncian en los distintos grados y sistemas masónicos son hebreas y se
expresan en dicha lengua” (Sánchez Ferré, “La iconografía masónica”, 61).
[24]En torno a
este particular también se expresa el investigador Sánchez Ferré. “La alquimia
[…] es la primera de las ciencias tradicionales con que se encuentra el
candidato a la iniciación. En la Cámara de Reflexiones, donde redactará su
testamento filosófico (puesto que va a morir como profano) contemplará los símbolos
que aluden a los misterios de la palingensia” (Sánchez Ferré, “La iconografía
masónica”, 61).
[25]Sánchez
Ferré, “La iconografía masónica”, 59–62.
[26]Ferrer, “La masonería como problema”, 26.
[27]Conde, “Aspectos simbólicos de los sellos”, 134.
[28]Ferrer, “La masonería española”, 29.
[29]Ferrer, “La masonería como problema”,30
[30]Torres–Cuevas, “Historia de la masonería”, 328.
[31]Ferrer, “La masonería como problema”,30.
[32]Torres–Cuevas, “Historia de la masonería”, 95.
[33]Sánchez
Ferré, “La iconografía masónica”, 69.
[34]Iglesias y Gutiérrez, “La simbología masónica”, 71.
[35]Iglesias y Gutiérrez, “La simbología masónica”, 70. Esta
opinión es compartida por Pere Sánchez Ferrer: “La letra G está presente bien
sola, entre una escuadra y un compás, o dentro del Delta [o triángulo]. Su
primer significado es Geometría, pues en los Antiguos Deberes medievales
ingleses la masonería es asimilada a esta ciencia. […] La letra G también puede
significar Gnosis, en griego
«conocimiento», y si nos atenemos únicamente al mundo masónico de habla
inglesa, correspondería a la inicial de God,
«Dios»”, en Sánchez Ferré, “La iconografía masónica”, 73.
[36]Iglesias y Gutiérrez, “La simbología masónica”, 72
[37] Figueroa,
“La masonería y su simbolismo”,21,
[38]Sánchez
Ferré, “La iconografía masónica”, 71.
[39]Ferrer, “La masonería como problema”,31.
[40]Sánchez
Ferré, “La iconografía masónica”, 68.
[41]Sin
embargo, José Julio García señala que “la función esencial [del mandil] es la
indicación del grado de quien lo porta”. García Arranz, "Simbología
masónica”, 84.
[42]Conde, “Aspectos simbólicos de los sellos”, 141.
[43]En este
sentido, se debe mencionar que una “logia es una asamblea de masones
debidamente congregados, y sus símbolos y los rituales practicados en ella
varían según el Rito y el grado que se trabaje. Esto vuelve necesario situar
cada símbolo masónico en el contexto de la logia para que así adquiera su
auténtico significado, de la misma forma que evita que aquellos símbolos ajenos
a la masonería sean confundidos con los que le son propios”. Figueroa, “La masonería
y su simbolismo”, 31.
[44]Ferrer, “La masonería como problema”,25.
[45]Ferrer, “La masonería como problema”,32.
[46]Ferrer, “La masonería como problema”, 32-33.
[47]Ferrer, “La masonería española”, 31.
[48]Ferrer, “La masonería española”, 33.
[49]Ferrer, “La masonería española”, 34.
[50]Ferrer, “La masonería española”, 38.
[51]Ferrer, “La masonería española”, 38.
[52] “El culto
del secreto (que procedía de la necesidad de conservar cuidadosamente las
fórmulas arquitectónicas de la Edad Media), sus ceremonias complicadas, su
gusto por lo simbólico y lo litúrgico, dotaba a la orden de un incentivo
místico que ejercía un poderoso atractivo en una Era más profundamente
religiosa” (Ferrer, “La masonería
como problema”, 34).
[53]Sánchez
Ferré, “La iconografía masónica”, 59.
[54]Iglesias y Gutiérrez, “La simbología masónica”, 66.
[55]Las mencionadas columnas se denominan Jakin y Boaz, a imitación que las que Hiram –arquitecto del Templo de Jerusalén– puso en el acceso de su obra. Pero ¿qué significan estas construcciones? “Simbolizan la dualidad [el bien y el mal]”. Iglesias y Gutiérrez, “La simbología masónica”, 73.
[56]Iglesias y Gutiérrez, “La simbología masónica”, 73.
[57]Conde, “Aspectos simbólicos de los sellos”, 138.
[58]Pozuelo, “Notas sobre el nombre simbólico”, 212.
[59]Álvarez, “Krausistas, institucionistas y masones”,
154.
[60] En una
línea muy parecida se expresa María Teresa Roldán cuando señala que “los miembros
de la orden del Gran Arquitecto del Universo solían adoptar nombres de
personajes conocidos que a lo largo de la historia hubiesen destacado por sus
cualidades, por sus virtudes, su sabiduría o bien por sus hechos. Parece ser
que el iniciado se comprometía a tomar por modelo o a imitar al personaje
elegido”. Roldán, “Análisis y estudio de los nombres
simbólicos”, 530.
[61] En este
sentido, se debe indicar que la fraternidad, a lo largo de la historia, ha
estado influenciada por las tendencias más aperturistas del pensamiento
filosófico y político, hecho que ha afectado a diversos aspectos internos, como
la elección del nombre simbólico. “No podemos olvidar que existe una estrecha
relación entre liberalismo y masonería. Aunque la institución del Gran Arquitecto
del Universo no es un partido político, sus postulados éticos, políticos y
sociales son prácticamente idénticos a los reflejados en el programa político
liberal. Así, se observa una clara inclinación por tomar nombres de
personalidades relevantes dentro del mundo liberal y democrático”. Roldán, “Análisis y estudio de los nombres
simbólicos”, 533.
[62]Pozuelo, “Notas sobre el nombre simbólico”, 219.
[63]Esta representación, junto con la del ojo que todo lo ve, también aparece estampada en los laterales del pergamino sagrado, que hace las veces de volumen de la ley en esta singular logia.
[64]Ferrer, “La masonería española”, 16-17
[65]Este tipo
de celebraciones también forman parte del ritual masónico: “Los banquetes
consecutivos a la recepción terminaban con una plegaria; el recipiendario
brindaba con la copa de la cofradía por los maestros y por la prosperidad de la
orden” (Ferrer, “La masonería española”, 18). De hecho,
durante la representación de Los Simpson
aparecen todos los magios brindando por el nuevo iniciado.
[66]Ferrer, “La
masonería”, 38–39.
[67]Las primeras resoluciones de la Iglesia Católica en contra de las logias se
produjeron muy pronto, de la mano de Clemente XII –en 1738– y de Benedicto XIV
–en 1751–, sin olvidar al cardenal Firrao, que también intervino en 1739.
Durante el XIX se mantuvo esta política de persecución por parte del Vaticano, aunque
por razones diferentes a la centuria anterior (Ferrer, “La masonería como problema”, 143-14). Tras el Concilio Vaticano II se produjo un acercamiento entre ambas
realidades, entre las logias y la Iglesia, hasta llegar al nuevo Código de
Derecho Canónico, en vigor desde el 25 de enero de 1983. En el mismo,
desaparece “toda referencia a la masonería, a la excomunión y a los que
maquinan contra las potestades legítimas” (Ferrer, “La masonería como problema”, 151).Por tanto, se avanzó en este sentido.
Sin embargo, algunos sectores –coincidentes con los más fundamentalistas–
no vieron con buenos ojos el fin de las referencias a la cofradía. De esta
forma, el 27 de noviembre de 1983, el entonces prefecto de la Congregación para
la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, publicó una «Declaración sobre las
asociaciones masónicas», en la que indicaba que “permanecía inmutable el juicio
negativo de la Iglesia respecto a las asociaciones masónicas, porque sus
principios siempre habían sido considerados inconciliables con la doctrina de
la Iglesia, por lo que la inscripción en ellas permanecía prohibida” (Ferrer, “La masonería como problema”, 152). De esta forma, y según el mencionado escrito, “los fieles que
pertenecieran a las asociaciones masónicas se encontraban en estado de pecado
grave y no podían acceder a la santa comunión” (Ferrer, “La masonería como problema”, 152). Por tanto, hacía una interpretación negativa del nuevo Código Canónico…
[68]Pero los
poderes religiosos no fueron los únicos que prohibieron las logias. También
hicieron lo propio diferentes gobiernos y reinos: “En 1735 los habían hecho los
Estados Generales de Holanda; en 1736 el Consejo de la República y Cantón de
Ginebra; 1737 el gobierno de Luis XV de Francia; y el príncipe elector de
Manheim, en el Palatinado; en 1738 los magistrados de la ciudad hanseática de
Hamburgo y el rey Federico I de Suecia; en 1743 la emperatriz María Teresa de
Austria; en 1744 las autoridades de Aviñón, París y Ginebra; en 1745 el Consejo
del Cantón de Berna, el consistorio de la ciudad de Hannover y el jefe de la
policía de París; en 1748 el gran sultán de Constantinopla; en 1751 el rey
Carlos VII de Nápoles (futuro Carlos III de España) y su hermano Fernando VI de
España; en 1763 los magistrados de Dantzing; en 1770 el gobernador de la isla
de Madeira y el gobierno de Berna y de Ginebra; en 1784 el príncipe de Mónaco y
el elector de Baviera Carlos Teodoro; en 1785 el gran duque de Baden y el
emperador de Austria José II; en 1794 el emperador de Alemania Francisco II,
rey de Cerdeña Víctor Amadeo, y el emperador ruso Pablo I; en 1798 Guillermo
III de Prusia, etc.”. Ferrer, “La masonería”, 57.
[69]Ferrer, “La
masonería”, 133.
[70]Ferrer, “La
masonería”, 133.
[71]Ferrer, “La
masonería”, 135.
[72]Ferrer, “La
masonería”, 137.
[73]Martínez de las Heras, “Las sociedades secretas”,
675.
[74]Martínez de las Heras, “Las sociedades secretas”,
670.