Tláloc Felino… ¿Jaguar o Puma?

Tláloc Felino... Jaguar the Puma?

 

Hugo Iván Chávez Servano

Seminario Tláloc,

Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

Ciudad de México, México

hugoivan.chavez@gmail.com

https://orcid.org/0000-0003-0363-6779

 

Cómo citar:                                           

Chávez Servano, Hugo Iván. 2025. «Tláloc Felino… ¿Jaguar o Puma?». Revista Reflexiones. Dossier Especial. 104. DOI 10.15517/rr.v104i1.64522

 

 

Resumen

 

Introducción: Tláloc, deidad náhuatl de la lluvia y fertilidad, llegó a Centroamérica con migraciones nahuas, influyendo en centros posclásicos como Cihuatán. Hallazgos arqueológicos revelan la centralidad de deidades nahuas, incluyendo Tláloc, en su cosmovisión. En Cihuatán se han reportado representaciones atípicas de Tláloc, carentes de estudios arqueológicos.

Objetivo: Iniciar la investigación e interpretación de cinco piezas iconográficas de Tláloc en Cihuatán, explorando similitudes con la observación del jaguar y el puma, felinos relevantes para la cultura Nahua-pipil del Posclásico.

Método: Análisis iconográfico de cinco piezas de Tláloc en Cihuatán, comparando su iconografía con la tradición nahua. Observación de los rasgos del jaguar y el puma, buscando paralelos visuales y conceptuales que pudieron influir en la representación local de la deidad en el Posclásico.

Resultados: El análisis inicial revela variaciones en la iconografía tradicional de Tláloc en las piezas de Cihuatán. Se identifican posibles similitudes entre ciertos rasgos de estas representaciones y características del jaguar y el puma, animales significativos para la cosmovisión Nahua-pipil.

Conclusión: Este primer acercamiento sugiere una posible influencia de la fauna local, jaguar y puma, en la representación de Tláloc en Cihuatán durante el Posclásico. Se abre una nueva línea de investigación para comprender la adaptación de deidades nahuas en Centroamérica y su conexión con el entorno natural.

Palabras clave: Tláloc, Puma, Jaguar, Simbolismo, Cihuatán.

 

 

Abstract

 

Introduction: Tláloc, the Nahuatl deity of rain and fertility, arrived in Central America with Nahua migrations, influencing Postclassic centers like Cihuatán. Archaeological findings reveal the centrality of Nahua deities, including Tláloc, in their worldview. Atypical representations of Tláloc, lacking in-depth archaeological studies, have been reported in Cihuatán.

Objective: To initiate the investigation and interpretive analysis of five iconographic pieces of Tláloc in Cihuatán, exploring similarities with the observation of the jaguar and puma, felines relevant to the Nahua-Pipil culture of the Postclassic period.

Method: Iconographic analysis of five Tláloc pieces from Cihuatán, comparing their iconography with the Nahua tradition. Observation of the jaguar and puma's features, seeking visual and conceptual parallels that may have influenced the local representation of the deity in the Postclassic.

Results: The initial analysis reveals variations in the traditional iconography of Tláloc in the Cihuatán pieces. Possible similarities are identified between certain features of these representations and characteristics of the jaguar and puma, animals significant to the Nahua-Pipil cosmovision.

Conclusion: This initial approach suggests a potential influence of local fauna, the jaguar and puma, on the representation of Tláloc in Cihuatán during the Postclassic period. A new line of archaeological and interpretive research is opened to better understand the adaptation of Nahua deities in Central America and their connection to the natural environment.

Keywords: Tláloc, Puma, Jaguar, Symbolism, Cihuatán.

 

 

Introducción

 

El presente texto es resultado de una investigación iniciada en el año 2019, retrasada por una larga pausa durante la pandemia COVID-19. Consideramos este trabajo como uno de los primeros pasos para conocer mejor a la deidad Tláloc en cuanto a su representación en territorio mesoamericano y centroamericano, específicamente dentro de la cultura nahua-pipil, a partir de los vestigios arqueológicos de la ciudad de Cihuatán, una de sus mayores y principales urbes, cuyo apogeo se dio en el Posclásico temprano (900 a 1,150 d.C.)

Precisamente por tratarse de una primera aproximación, no se ha podido encontrar suficiente información referencial ni otras propuestas de interpretación relacionadas.

Metodológicamente se comenzó con la observación y descripción, formal e iconográfica, de algunas piezas cerámicas seleccionadas según ciertas características de la representación de la deidad. Después buscamos identificar los parecidos de las piezas con animales vivos y observados de cerca. El fruto de tales observaciones se presenta como una hipótesis de similitud, apoyada en una relación simbólica, que exponemos en el presente texto.

Para este proceso se contó con el apoyo de especialistas del campo de la Biología que asistieron en el trabajo realizado en el antiguo Zoológico Nacional (hoy Santuario de Animales), logrando así la obtención de datos positivos que ayudaron a formular y darle consistencia a nuestra propuesta hipotética, misma que se considera factible de trabajar en un alcance más amplio, con otras piezas y en otros sitios arqueológicos mesoamericanos.

Resulta importante señalar, primeramente, que en este tema hay una fuerte tendencia, en Arqueología, a pensar siempre en el jaguar como el felino totémico de toda Mesoamérica. Es cierto que de este animal hay innumerables representaciones en murales, cerámica, escultura lítica, etcétera. Sin embargo, a partir de la observación comparativa de las cinco piezas escogidas, proponemos que el felino elegido para crear esta representación de Tláloc se trata de un puma.

 

Iconografía general de Tláloc

Las primeras referencias visuales del dios Tláloc de la cultura nahua las encontramos en Teotihuacán, la gran ciudad del período Clásico, donde la importancia de su culto se refleja en la enorme cantidad y la gran calidad de sus representaciones en la pintura mural, piedras esculpidas y piezas de cerámica.

Más adelante, durante el apogeo de los mexicas en el Posclásico, el centro de la gran ciudad de Tenochtitlán contaba con una estructura piramidal hoy conocida como Templo Mayor, que ostentaba en su cúspide dos adoratorios, uno pintado de rojo y dedicado a Huitzilopochtli, dios del sol y de la guerra, y el otro pintado de azul, dedicado a Tláloc, dios de la fertilidad y las lluvias a quien se le asocia el trueno, el relámpago, los cerros y las montañas. (Figura 1)

Como parte de sus principales atributos iconográficos podemos mencionar la cabeza y el cuerpo antropomorfos, la máscara con anteojeras circulares, los dientes aserrados y colmillos. Puede mostrar también una lengua bífida y una bigotera (o labio superior pronunciado).

En cuanto a su presencia en la amplia región mesoamericana, la historiadora del arte María Ruiz Gallut explica que es una deidad que remite a un principio organizador de la vida, una de las bases del ensamble cultural conocido como cosmovisión nahua.

Esta última aproximación nos parece muy adecuada para comprender la inclusión que de este dios realiza la población salvadoreña hasta el presente, ya sea en leyendas que sobreviven en poblaciones o comunidades alejadas de las ciudades, o en representaciones visuales urbanas como grafitis, diseños, pinturas o esculturas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 1. Izquierda: imagen de Tláloc, Teotihuacán. Derecha: recreación del Templo Mayor con los adoratorios a Huitzilopochtli y Tláloc.

Fuente: Colección en línea del Museo Nacional de Antropología de México / Pinterest.

 

Tláloc y el sitio arqueológico Cihuatán

Las migraciones nahuas procedentes del centro de lo que hoy es México fueron estudiadas, entre otros, por el arqueólogo norteamericano William Fowler, quien habla de múltiples oleadas migratorias iniciadas en el Clásico terminal y continuadas a lo largo del Posclásico (Fowler 2011, 19), las cuales fueron conformando diversos asentamientos que hoy identificamos como los hogares de la subcultura nahua-pipil. Algunos de estos nuevos asentamientos llegaron a ser centros urbanos importantes, en otros casos los nahua-pipiles retomaron lo que quedaba de viejas ciudades mayas y les devolvieron un activo desarrollo. Muchos se han recuperado hoy como sitios arqueológicos, y contienen restos más o menos completos de objetos culturales en los que podemos identificar numerosos elementos de la cosmovisión náhuatl, incluyendo a muchas de sus deidades.

En el caso de Cihuatán, se encuentra ubicado en el Valle del Paraíso, distrito de Aguilares, en el departamento de San Salvador Norte. Su nombre significa <<Lugar de la mujer>> o <<Lugar junto a la mujer>>, debido a que la cresta del extinto volcán de Guazapa, muy cercano al sitio, parece dibujar la silueta de una mujer acostada. Se considera el sitio arqueológico más grande de El Salvador hasta el presente, y es el que mejor califica como ciudad prehispánica del período Posclásico Temprano (900 a 1,200 d.C.) Está conformado por una zona monumental que ocupa aproximadamente 27 hectáreas, y una zona residencial que rodea a la primera y que excede unas 300 hectáreas en extensión total. Varias excavaciones realizadas indican que la ocupación humana de Cihuatán terminó cuando un incendio arrasó la ciudad (Amaroli 2000, 1)

 

Dos felinos americanos

El jaguar (Panthera onca) y el puma (Puma concolor) (Figura2) son dos de los felinos propios del continente americano, cuyas características los hacen sumamente atrayentes para cualquier grupo humano. En tiempos prehispánicos, cuando las culturas humanas estaban en un contacto mucho más directo con la naturaleza, estos felinos eran muy importantes, práctica y simbólicamente.

En el caso del jaguar, resulta fácilmente reconocible por las manchas que cubren su bronceado pelaje. Tiene patas gruesas y robustas, orejas cortas y redondas y la mandíbula más poderosa entre los felinos americanos. Es un depredador imponente. Su nombre actual proviene de la lengua indígena de la familia tupí-guaraní de América del Sur. Pesa alrededor de 136 kg. y es el tercer felino más grande del mundo. Carnívoro, su fuerza y astucia le hacen capaz de matar casi a cualquier animal que se cruce en su camino. Entre sus presas se incluyen los venados, los pecaríes, los tapires, las iguanas, los capibaras, los armadillos y los monos. La fuerza de su mandíbula hace que sus colmillos puedan atravesar la piel del cocodrilo y el caparazón de las tortugas. Su lengua presenta protuberancias puntiagudas llamadas papilas, con las cuales raspa la carne de los huesos de sus presas. El que habita América Central es de los más pequeños[1].

La etnóloga Yólotl González indica que las representaciones del jaguar en Mesoamérica son de las más diversas y extensas debido a su fuerte carga simbólica, que se asocia al poder político, religioso y militar, es decir a gobernantes, sacerdotes y guerreros respectivamente, además del mundo nocturno y subterráneo, las cuevas y las fuentes, la fertilidad de la tierra, el valor y la fuerza (González 1995, 99).

En cuanto al puma, es el segundo felino más grande del continente pues su tamaño va desde los 2 a los 2.3 metros. Presenta un color uniforme dorado-gris, rojo o gradientes de café. Las crías tienen la piel moteada hasta los 6 o los 10 meses de edad. Tanto la punta de sus orejas como la de su cola son negras, lo que las destaca particularmente. Son animales solitarios que solo forman un vínculo entre hembra y macho cuando las crías están creciendo. Son animales cazadores, se alimentan del venado y otras presas más pequeñas. Su actividad es crepuscular, es decir, cerca del amanecer y del anochecer[2].

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 2. Superior izquierda: Fotografía de un jaguar. Superior derecha: Disco del Jaguar, sitio arqueológico Cara Sucia, El Salvador. Inferior izquierda: Fotografía de un puma. Inferior derecha: Cráneo de un puma con una pelota de piedra verde entre sus fauces, Museo del Templo Mayor, México. Pinterest.

Fuente: elaboración de la persona autora.

 

Los felinos como símbolo

Iniciamos considerando a una de las esculturas más emblemáticas del sitio arqueológico Cara Sucia (departamento de Ahuachapán), de la cultura Cotzumalguapa que se desarrolló en una franja de la costa pacífica entre Guatemala y El Salvador durante el período Clásico tardío. Se trata de la escultura popularmente denominada como Disco del jaguar o Disco de Cara Sucia. Fue estudiada en los primeros años de este siglo por los arqueólogos Paredes y Perrot-Minot, quienes la describen como un disco de 85 cm de diámetro y 30 cm de grosor, tallado en roca dura y cuya cara principal es un bajorrelieve de un rostro de apariencia felina, con amenazadora dentadura y la lengua de fuera. Los ojos redondos están bajo gruesas arcadas y las orejas son grandes y circulares. El borde perimetral lleva incisas cuatro pares de grecas opuestas, mientras que la parte posterior es cóncava y lisa. Según los autores, el Disco de Cara Sucia es la confirmación de la importancia de la figura del jaguar en la entidad de Cotzumalguapa, asociada al poder político, al sacrificio humano y a la fertilidad de la tierra (Paredes y Perrot-Minot 2006, 29)

Otro ejemplo a considerar es la imagen rupestre del sitio arqueológico Igualtepeque, en donde en la roca catalogada como MGR-SIGU-19 identificamos un felino también en bajorrelieve, de perfil derecho y con tres pequeñas concavidades en medio cuerpo, haciendo alusión a una piel con manchas. Tiene dos patas y una cola en forma de espiral que termina en punta (Chávez 2016, 331)

Sin embargo, en cuanto al puma, en El Salvador los trabajos arqueológicos que consideran su presencia en la producción visual prehispánica son, prácticamente, inexistentes. Pero en la UNAM, México, consideran posible que en uno de los murales teotihuacanos los felinos representados sean pumas, con tocado de plumas y con volutas trilobuladas saliendo del hocico. De igual manera el INAH, México, describe los frisos de Tula en la Pirámide B (Edificio de los Atlantes) en los que aparece un puma y águilas[3]. Ambos sitios pertenecen al gran grupo de la cultura náhuatl y, sin embargo, las referencias específicas al puma siguen siendo muy pocas.

 

Estudio comparativo: piezas Tláloc felino y ejemplares vivos

a)     Selección de cinco piezas: Conocidas como botellones Tláloc, estas piezas de cerámica pertenecen a la Colección Arqueológica del Museo Nacional de Antropología doctor David J. Guzmán (MUNA), y son las que presentan rasgos felinos en un 70% de su diseño, además de estar en buenas condiciones de conservación, lo cual evita especulaciones. Las piezas seleccionadas, según su número de inventario, son: A1-82, A1-3138, A1-3502, A1-3503 y A1-5900 (Figura 3) Todas proceden de Cihuatán, fueron excavadas en 1944 excepto una, del 2012[4].

Cabe mencionar que en Cihuatán se han encontrado diferentes objetos con motivos felinos directa y evidentemente relacionados al jaguar.

b)    Descripción del patrón Tláloc felino: Los Botellones Tláloc son piezas huecas y, en ellas, los elementos que identifican al dios son el rostro humano, la nariz con tabique pronunciado, las anteojeras circulares, las orejeras sobresalientes y los dientes aserrados. Adicionalmente, los Botellones presentan barba y un peinado liso al frente y de tipo rastas en la parte de atrás de la cabeza, decoradas con cuentas de cerámica circulares. En cuanto a los rasgos felinos más marcados, están las orejas puntiagudas y la forma general de la cara. También se observan elementos que podrían representar vello facial o pelo animal saliendo de las fosas nasales y en los laterales de las mejillas. La técnica de decoración es el pastillaje y la incisión (Figura 3)

Estas piezas también poseen tocados triangulares sobre la cabeza (varios están ya ausentes debido a la fragmentación), que se podrían interpretar simbólicamente como cerros, es decir, lugares que contienen o de donde nace el agua. Esto reafirma la asociación de la figura con la divinidad del agua, y su forma felina sería una advocación (Figura 4).

Hay que aclarar que las mencionadas características no se encuentran en otras piezas Tláloc de otros sitios arqueológicos de El Salvador. Hasta el momento, podemos considerar que su presencia se limita a Cihuatán.

c)     Estudio comparativo de ejemplares vivos: Se observaron de cerca no solo a un jaguar y a un puma vivos, sino también a un yaguarundi, otro de los felinos propios de América, pero se descartó la posibilidad de que hubiese sido una referencia para los botellones Tláloc porque su cara es demasiado plana, sus ojos muy pequeños y las orejas, cortas y redondas, características todas que no encajan en el diseño, y si bien es cierto que la interpretación plástica de un motivo animal no se rige exclusivamente por el realismo, también lo es que debe haber una similitud, sobre todo de conjunto, que induzca a un reconocimiento del animal en cuestión para cumplir con la función simbólica. Esta conexión de parecido puede aparecer sobre-elaborada cuando una cultura se vuelve más y más compleja, pero en el caso de los nahua-pipiles su desarrollo estaba aún en fase temprana cuando fue interrumpido por la conquista española.

El jaguar, por su parte, presenta orejas redondas y una cabeza gruesa, corta y abultada. Esto no coincide con la forma general de la cabeza de las piezas.

En el caso del puma encontramos mayor coincidencia entre sus características y las de los botellones Tláloc: rostro más alargado y esbelto, orejas puntiagudas, vellos laterales un poco más prominentes y ojos grandes. Recurriendo a la comparación visual (Figura 5), las semejanzas son notorias. Hasta el momento solo las hemos encontrado en estas piezas específicas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 3. Botellones Tláloc con características felinas. De izquierda a derecha (arriba), piezas A1-82, A1-3502, A1-3138. De izquierda a derecha (abajo) piezas A1-5900 y A1 3503.

Fuente: Fotografía: Hugo I. Chávez.

Figura 4. Detalles y patrones identificados para los Tlálocs felinos.

Fuente: Fotografía e imagen: Hugo I. Chávez.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 5. A la izquierda, pieza A1-3502 de Cihuatán. Al centro, sobreposición del botellón Tlaloc con el rostro de un puma. A la derecha, sobreposición con el rostro de un jaguar. En el caso del puma, se observa que se acopla de una manera más natural con la pieza.

Fuente: Fotografía e imagen: Santiago Arnulfo Pérez / Hugo I. Chávez.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 6. Arriba, botellón Tláloc A1-5900 procedente de Cihuatán. Abajo, escultura de cerámica estucada conocida como «El Creador», Xochicalco, México.

Fuente:  Fotografía, Hugo I. Chávez.

 

Conclusiones generales

 

La figura de Tláloc y su culto en Cihuatán se presentaron con diversas variantes tanto a nivel local y en zonas aledañas como a nivel regional. La vinculación del dios Tláloc con grandes felinos reafirmaba su fuerza y energía, y por lo tanto su poder. Sus representaciones causaban un fuerte impacto concepto-visual.

Es posible también que estas piezas de cerámica con atributos de puma podrían contener la intención de un parecido físico, como un retrato, con algún personaje de alto rango, o incluso un grupo de guerreros, gobernantes, sacerdotes o incluso comerciantes, y los peinados a manera de rastas adornadas con cuentas podrían ser un elemento identitario. Un ejemplo similar de estos peinados lo encontramos en la escultura de cerámica conocida como El creador de Xochicalco, México, (900 d.C.)[5], asociado con una divinidad proveedora y fecunda. (Figura 6)

Desafortunadamente no ha quedado información directa de la cultura Nahua-pipíl de Centroamérica de los tiempos prehispánicos, como tampoco del momento de la conquista. Los estudios con los que se cuenta son escasos y tardíos. Es por eso que este trabajo busca abrir más la puerta de la investigación y del análisis: ¿solo los botellones Tláloc presentan estas características formales?, ¿por qué se han encontrado tan pocos ejemplares?, ¿hay otras evidencias que confirmen la interpretación de que se utilizó la belleza y el semblante intimidatorio del puma las piezas?

Las equivalencias simbólicas que tendría el puma para los grupos nahua-pipiles son, en gran medida, desconocidas. Este trabajo contribuye a ampliar el otrora restringido paradigma arqueológico, sobre todo en Centroamérica, de que toda imagen felina se corresponde a un jaguar. Y aporta también, para la metodología de descripción e interpretación, la premisa de estudiar directamente, en medida de lo posible, ejemplares reales de la flora y la fauna que se supongan representados en las piezas objeto de estudio, e incluso buscar el auxilio de expertos en otras disciplinas para obtener resultados más positivos.

 

Referencias

Amaroli, Paul. 2025. «Diagnóstico del centro ceremonial Poniente, sitio arqueológico Cihuatán, 2000». Fundar. Consulta: 5-febrero-2025. https://fundar.org.sv/layout-esp1.html

Chávez, Hugo I. 2016. «Jaguares y perros: Manifestaciones rupestres procedente del sitio arqueológico Igualtepeque, Lago de Guija, municipio de Metapán, departamento de Santa Ana, El Salvador». En Alrededor de la lluvia: Imágenes pasadas y presentes en América, Editores varios, Editorial Secretaría de Cultura de la Presidencia, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Astronomía de la UNAM, Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzman.

Fowler, William. 2011. «El complejo Guazapa en El Salvador: la diáspora tolteca y las migraciones nahua pipiles». La Universidad, Nueva época. Vol. 4, No. 9: 17-66. https://revistas.ues.edu.sv/index.php/launiversidad/issue/view/31

Gallut, María Elena. 2014. «Tlaloc en las márgenes de Mesoamérica: Los ejemplos de Cihuatán y las Marías en El Salvador». Revista digital universitaria. Vol. 15, No. 1. http://www.revista.unam.mx/vol.15/num1/art05/index.html

González, Yolotl. 1995. Diccionario de Mitología y Religión mesoamericana. Ediciones Larousse.

Paredes, Federico. Daniel Salazar. 2016. «Teo síntesis Mesoamericana en una tradición escultórica del occidente de El Salvador». En Alrededor de la lluvia: Imágenes pasadas y presentes en América, Editores varios, Editorial Secretaría de Cultura de la Presidencia, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Astronomía de la UNAM, Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzman.

Perrot-Minnot, Sebastien. Federico Paredes. 2006. «El disco de Cara Sucia. Análisis de un monumento clásico tardío de la Costa Occidental de El Salvador». El Salvador Investiga, Edición 4: 19 -26.

Ségota, Dúrdica. 1995. «El Panteón Mexica». Arqueología Mexicana, septiembre-octubre, Volumen III, Número 15: 32-41.

 

 

 



[1] https://www.worldwildlife.org/descubre-wwf/historias/jaguar

[2] https://mexico.inaturalist.org/taxa/42007-Puma-concolor

[3] Descripción del Palacio de Tetitla, https://www.aragon.unam.mx/teotihuacan/content/palacios/fase_2.php

«Tula, ciudad de Quetzalcóatl», https://www.inah.gob.mx/boletines/tula-ciudad-de-quetzalcoatl

[4] Lastimosamente, las fichas de inventario no indica el lugar exacto donde fueron encontradas las piezas Tláloc, sólo menciona que fueron excavadas en Cihuatán y el año, excepto por la ficha AI-5900 del 2012, que informa que fue encontrada en el nivel 1-2, unidad N44/ W80, a 4 cm debajo de la superficie.

[5] https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/el-creador-xochicalco-morelos