Fluyendo en medio de y lidiando con aguas diversas

Flowing amidst and dealing with diverse waters

 

Jeffrey Peytrequín Gómez

Escuela de Antropología || Centro de Investigaciones Antropológicas,

Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica

jeffrey.peytrequin@ucr.ac.cr

https://orcid.org/0000-0001-6837-3274

 

Cómo citar:

Peytrequín Gómez, Jeffrey. 2025. «Fluyendo en medio de y lidiando con aguas diversas». Revista Reflexiones. Dossier Especial. 104. DOI 10.15517/rr.v104i1.64453

 

 

Resumen

 

Introducción: A través del presente escrito se hace un balance, una síntesis y un análisis de varios de los trabajos presentados en el XIV Congreso Centroamericano de Antropología, efectuado en octubre del 2023, en particular, en la mesa temática llamada “Relaciones humanas con el agua: Pasado remoto y reciente”. De tal forma, se abordan sus alcances y discuten los principales resultados obtenidos.

Objetivo: Se busca visibilizar la investigación realizada en Centroamérica, y más allá, sobre el tópico del agua y los vínculos con este recurso; así como la difusión de los trabajos que se desarrollan en el marco de los eventos académicos en Antropología en esta parte del mundo.

Método: De naturaleza cualitativa, se recurrió al estudio de fuentes bibliográficas, en específico, los nueve estudios de caso que conforman este volumen para analizar sus contenidos y alcances.

Resultados: Se logró hacer una radiografía de por dónde están dirimiendo los estudios ligados a la gestión del agua tanto en varios países de Centroamérica como en tres Estados de México. Ello posibilita tener un punto de partida para el futuro en la profundización de dichas temáticas.

Conclusiones: El tópico de las relaciones humanas con el agua es un excelente puente para ligar discusiones tradicionales y todavía vigentes sobre nuestra posición en el mundo como especie y los ligámenes que establecemos con los recursos, en este caso, el agua. Aquí resaltan lecciones aprendidas desde el pasado milenario y los reclamos contemporáneos acerca del acceso al líquido vital.

Palabras clave: Agua, Manejo, Gestión, Centroamérica, México.

 

Abstract

 
Introduction: This paper reviews, analyzes and summarizes several of the papers presented at the XIV Central American Congress of Anthropology, held in October 2023, in particular, at the Thematic Roundtable called “Human Relations with Water: Remote and Recent Past”. In this way, their scope is addressed and the main results obtained are discussed.
Objective: The aim is to raise awareness of the research carried out in Central America and beyond on the topic of water and the links with this resource, as well as to disseminate the work developed within the framework of academic events in Anthropology in this part of the world.
Method: Qualitative in nature, the study of bibliographic sources was used, specifically, the nine case studies that make up this volume to analyze its contents and scope.
Results: It was possible to obtain an overview of the issues facing studies related to water management in several Central American countries and in three Mexican states. This provides a starting point for future in-depth study of these issues.

Conclusions: The topic of human relations with water is an excellent bridge to link old and still current discussions about our position in the world as a species and the ties we establish with resources, in this case, water. Here, lessons learned from the past millennia and contemporary claims about access to this vital liquid stand out.

Keywords: Water, management, handling, Central America, Mexico.

 

 

Introducción

 

        El presente volumen cuenta con 9 aportes, la mayoría de ellos producto de la mesa temática “Relaciones humanas con el agua: Pasado remoto y reciente” que se realizó como parte del XIV Congreso Centroamericano de Antropología en la Universidad de Panamá, mesa en la cual participé y tuve el honor de co-coordinar.

        Muchas veces, si no es que la mayoría de ellas, de forma irónica los esfuerzos realizados por participar en eventos académicos (sea en un coloquio, mesa redonda, foro, simposio o en un congreso como en este caso), a través de charlas o ponencias, no llegan a concretarse en alguna publicación. Es por lo que no es menor lo logrado en este dossier y considero oportuno darle su justo espacio y dimensión. Esto será posible a través de un análisis acerca de sus contenidos y la discusión de varios aspectos destacables dentro de cada una de las contribuciones que anteceden a este escrito que cierra el volumen.

 

Dimensión e impacto de los contenidos

En el presente dossier se exponen trabajos que abordan aspectos ligados a la relación humana con elementos acuáticos de distinto orden tanto para el Mundo Chibcha como el Mesoamericano (se trastocan las “culturas” Chanal, Río Verde, Maya y Nahua Pipil) y que se canalizan por medio de estudios de caso alojados en paisajes hídricos como: la cuenca del río Suchiate (en el lado guatemalteco) y la cuenca baja del Lacantún (Chiapas, México), el valle de Colima y su río principal homónimo (en el occidente de México), un manantial en San Luis Potosí (centro- Norte de México), al igual que la representación de deidades ligadas con el agua en Cihuatán (El Salvador); así como distintas localidades costarricenses en cuenta Pacayitas y Turrialba (ambas en la provincia de Cartago), Las Flores (Guápiles, llanuras del Caribe Central, Limón) y diferentes pecios localizados en ambas costas de Costa Rica (Figura 1).

Figura 1. Mapa de ubicación de los distintos lugares o sitios arqueológicos que son tratados en esta revisión.

Fuente: Elaboración propia.

 

A nivel general, algunos de los trabajos trastocan el tema de los retos ante episodios de inundaciones en asentamientos precolombinos ubicados en zonas ribereñas y con una alta pluviosidad, al igual que hay acercamientos que comulgan con los aspectos religiosos y ciertas deidades afines al agua del panteón mesoamericano como sería el caso de Tláloc y se presentan estudios de obras hidráulicas en sitios específicos. También, de destacar, es que hay dos aportes que corresponden a investigaciones propias de la Arqueología Subacuática, algo poco común en publicaciones costarricenses. Lo anterior, no deja de lado temas como la gestión del agua en tiempos actuales ligada a las luchas y resistencia por el derecho al líquido vital en el territorio centroamericano.

 

La gestión del agua en la antigüedad

El trabajo sobre el Monumento Nacional Guayabo de Turrialba (Arroyo y Arce 2025) permite hacer un repaso y actualización respecto al manejo de las aguas en ese sitio de Costa Rica, de forma principal, en lo que corresponde a los sectores norte y central de su núcleo arquitectónico. Además, es interesante señalar que en este acercamiento se ve implementada (se le da continuidad a) la propuesta conceptual y clasificatoria de Peytrequín y Arce (2016) para comprender la funcionalidad de las distintas obras hidráulicas en los sitios arqueológicos.

Así, de manera sintética, se abordan los sistemas hidráulicos de Guayabo que están compuestos por diferentes estructuras (superficiales y subterráneas) que permiten ya sea captar, conducir, re-direccionar y distribuir el agua hacia puntos específicos; así como la evacuación de varias fuentes de este recurso (hacia el río Lajitas), todo ello como parte integrante de las prácticas humanas desplegadas en este lugar y evidenciando el conocimiento ingenieril de las poblaciones precolombinas.

Interesantes son los detalles del flujo del líquido vital en cuanto a las direcciones que toma y el tiempo que dura en conducirse de un punto hacia otro dentro del sistema hidráulico, es decir; aspectos asociados con 1) el manejo de la fuerza, 2) la velocidad del agua y 3) las conexiones entre las distintas estructuras de dicho sistema. Esto se debe destacar debido a que –muchas veces– esos datos solo quedan en la literatura gris, aunque una de las coautoras ya había adelantado aspectos sobre esta cuestión (Arroyo 2020).

Al ser yo una persona autora de uno de los aportes del dossier, no considero conveniente hacer un análisis detallado de este, eso quedará para el juicio directo de las personas lectoras. Así, de forma puntual, los dos aspectos que considero importantes de no obviar en esta revisión acerca del trabajo de Arce y Peytrequín (2025) son: primero, que muestra una experiencia a largo plazo de una investigación arqueológica que ha ido de la mano con la gestión del patrimonio cultural y la divulgación de sus pesquisas. Lo segundo, de fondo y más específico, es el conocimiento andado para entrever las especificidades del funcionamiento de todo el sistema hidráulico precolombino implementado en Rosa María. En ese sentido, al menos para el contexto costarricense, son muy pocas las prácticas investigativas en un solo sitio arqueológico que cuenten con esfuerzos continuados por más de 10 años, con más razón, si estas faenas no están vinculadas de un modo directo a proyectos de entidades gubernamentales (tal como la UCR o el Museo Nacional); lo cual hace del Proyecto Arqueológico Rosa María (PARMA) un caso excepcional.

Yéndonos a México, Alcántara (2025) y su texto sobre El Chanal, un sitio del Post-Clásico (1290-1460 d.C.) ubicado en el Valle de Colima y si bien registrado y trabajado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) desde el año 1945, pone sobre la palestra información inédita (producto de las últimas nueve temporadas de campo ejecutadas por el personal del INAH) sobre una cultura mesoamericana poco conocida hasta ahora y que se desarrolló desde la costa pacífica hasta las faldas del volcán de Colima y a los alrededores de ciudad Guzmán (en el actual Estado de Jalisco).

El Chanal fue un centro urbano y ceremonial, valga decir el más grande de la zona alcanzando las 188 hectáreas y se calcula que en este –durante su apogeo– habitaron más de 50.000 personas, dicho asentamiento se extendió por ambas márgenes (Este y Oeste) del río Colima y, según su autor, aquí “el agua fue un factor de cohesión y culto”; resaltándose las plazas, altares, templos, palacios y los juegos de pelota.

En cuanto a los desarrollos tecnológicos ligados al uso de los recursos hídricos en El Chanal se señala la distribución de las unidades de habitación a lo largo de las dos márgenes del río Colima; al igual que el hallazgo y asociación de vestigios ocupacionales tempranos en el valle, ubicados a nivel cronológico cerca del 3.500 a.C., con cuerpos de agua antiguos (hoy secos); lo cual se complementa con factores físicos como el plano inclinado general de la zona (de Norte a Sur, desde los macizos volcánicos hacia el mar) que permitió la irrigación de cultivos sobre amplias extensiones de terreno fuera del centro urbano. Asimismo, la topografía natural se respetó en la erección de las edificaciones, ajustándose las bases de estas a la primera. También se señala que el río Colima proveyó de las piedras (cantos rodados) y el lodo, materias primas principales para la construcción de los edificios; fuentes que eran “renovadas” con cada temporada de lluvias.

Como veremos de inmediato, la veneración al agua se ve asociada aquí con la representación de dioses específicos de los panteones que poseen vínculos explícitos con este elemento, lo cual podría propiciar también la protección sobrenatural de esos centros de población y el beneplácito de buenas condiciones para la siembra. Además, si bien el agua da vida, según sus conjunciones (fuerza/ cantidad) puede ser destructiva; lo cual permite establecer más puentes –como se abordará líneas abajo– con lo tratado en otros aportes del dossier.

 

Entre lo sobrenatural y lo natural: las deidades ligadas al agua

Retomando el trabajo de Alcántara (2025) sobre el río Colima destaca que, en terrenos cercanos al Volcán del Fuego y para inicios del siglo XX, se empezaron a dar reportes de varias piedras labradas con imágenes del dios Tláloc y de seres vinculados a este (ejemplo, ranas), aparte de la localización en el propio centro del sitio El Chanal –en los edificios monumentales– de gradas esculpidas con este ser sobrenatural asociadas con glifos (en el Templo Principal); así como las representaciones de Ehécatl en la Plaza de los Altares, la Plaza del Tiempo y un templo dedicado a esta deidad particular. A la vez, en los espacios alrededor del núcleo de ese asentamiento (en probables terrenos de siembra antiguos y hoy utilizados para cultivar por los campesinos), es común encontrar rocas esculpidas con imágenes que refieren a estos dos dioses ligados a la vida y al agua.

Por su parte, Chávez (2025) se enfoca en cinco piezas cerámicas provenientes del sitio Cihuatán, ubicado en el distrito Aguilares en El Salvador, mismas que presentan atributos que combinan la imagen estilizada (muy conocida) del dios Tláloc con características felinas; algo bastante peculiar y poco estudiado hasta el momento, al menos para Centroamérica.

Cihuatán es un sitio que tuvo su apogeo en el Post-Clásico Temprano (900- 1150 d.C.) y, a partir de la evidencia artefactual y arquitectónica, se sugiere que allí hubo un culto asociado a la deidad de la lluvia; esto quizá ligado a la reafirmación del dominio político y el poder religioso de esta ciudad a nivel local. La combinación de atributos de las piezas Tláloc en cuestión solo se han hallado en dicho sitio y estas se caracterizan por ser “huecas, con peinado liso al frente, y peinado tipo rasta atrás, decorado con cuentas de cerámica circulares hechos al pastillaje, poseen barba y dos grandes orejeras, sólidas y sobresalientes, los rasgos felinos más marcados son sus orejas puntiagudas, bigotes tipo mostacho que salen desde la nariz y vellos faciales en sus laterales, elaborados también mediante las técnicas de pastillaje e incisión” (Chávez 2025).

Con la ayuda de biólogos expertos en felinos se llegó a determinar que el animal representado en las cinco piezas Tláloc (botellones y cabezas escultóricas), alojadas en las colecciones del Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzmán (MUNA), es un Puma concolor: un puma, no un jaguar; ello por los ojos grandes, rostro alargado y esbelto, orejas puntiagudas y sus vellos laterales prominentes.

A la vez, las vasijas efigies de estos “Tlálocs pumas” ostentan tocados con representaciones de triángulos, lo cual es interpretado por el autor como advocaciones a los cerros; vale decir, espacios donde surge y viene el agua y, al mismo tiempo, habita el puma (por ejemplo, en el cerro de Guazapa al frente del sitio Cihuatán esto se ha corroborado). O sea, esto sería una reafirmación simbólica del vínculo entre esta entidad sobrenatural y el líquido vital.

Tláloc es una deidad del panteón mesoamericano asociada a la lluvia (y de forma paralela a la fertilidad), los truenos, los relámpagos y los cerros; en relación con el primer y el último de los elementos vale la pena trazar conexiones con la perpetuidad de creencias y rituales aún vigentes hoy día (para ello, ver lo discutido al respecto acerca del aporte de Méndez 2025, más abajo).

 

Surcando profundidades: Descubrimientos bajo las aguas

El trabajo de Lara (2025) se diferencia del resto de componentes de este volumen, esto no por ser un trabajo de Arqueología Subacuática (como lo veremos párrafos abajo), sino porque aborda contextos funerarios bajo el agua. En este particular, aquí se estudian los primeros restos óseos humanos sumergidos que se han registrado en el valle de río Verde, en San Luis Potosí (México). De tal modo, en el manantial Media Luna se hallaron individuos depositados de forma extendida, ello junto a otros huesos dispersos a lo largo de todo este cuerpo de agua.

A partir de la cultura material asociada, dichos restos se vinculan a rituales funerarios realizados durante el Clásico y el Post-Clásico Temprano (500- 1000 d.C.) y, a la vez y de forma posible, a prácticas de inmolación relacionadas al manantial. Asimismo, las múltiples ofrendas encontradas tanto alrededor como dentro de este contexto acuático (entre ellas cientos de figurillas cerámicas antropomorfas) se ligarían a elementos propios del culto al agua dentro de las poblaciones mesoamericanas, a saber: la fertilidad y el Inframundo (comunicación con deidades y ancestros venerados).

Media Luna es un manantial termal con profundidades en ciertos sectores de hasta 36 metros y aguas cristalinas que permiten observar su fondo. Por estas y otras características se ha asociado con un paisaje sagrado al que acudían las personas de esa región en tiempos precolombinos.

Aparte del acercamiento al propio contexto mortuorio se han hecho análisis osteobiográficos y tafonómicos desde la década de 1980, ello a partir de huesos recuperados por buzos locales como aquellos extraídos por profesionales en Arqueología Subacuática. Entre la muestra osteológica extraída debajo de las aguas de Media Luna se incluyen huesos de infantes y de adultos femeninos (no de masculinos).

En cuanto a los depósitos primarios sumergidos (que aun guardan relación anatómica articulada), hay dos individuos infantiles; uno de ellos fue dispuesto en posición decúbito dorsal extendida. Asociado con estos había varias ofrendas y destacó el hallazgo –cerca de las vértebras lumbares de uno– de 7 fragmentos de fibra entretejida de henequén, es decir; los niños habrían sido amortajados antes de ser sumergidos en el manantial. Por su parte, se identificó a una mujer de más de 18 años en posición flexionada. También, vinculados a esta y en varias partes de su cuerpo, había conglomerados de materia orgánica con impresiones de fibra entretejida (todo su cuerpo fue envuelto por un petate dentro de la práctica funeraria).

Vale señalar que la mayoría de los restos óseos sumergidos y recuperados en este manantial se constituyen como elementos óseos aislados, o sea; se reportan como dispersos en diferentes sectores del cuerpo de agua y corresponden a distintos individuos (de los identificados: 10 infantes y 2 sub-adultos femeninos). Entre los huesos craneales diseminados se observaron huellas de modificación tabular, mientras algunos tenían señas de cortes (postmortem) y tres presentaban evidencias de traumatismos; a saber: dos en huesos frontales y uno en un parietal; estos últimos como posibles causas de la muerte, quizá como parte de prácticas sacrificiales asociadas al cuerpo de agua como un espacio transicional y en conexión con el Inframundo.

Ahora bien, las relaciones anatómicas de los restos primarios sugieren que las personas difuntas fueron enterradas a las orillas del venero, es decir, no fueron inicialmente sumergidos como parte de su ritual funerario. Pasado un tiempo, los cuerpos sufrieron modificaciones contextuales y, entonces, quedaron expuestos al agua ya sea por causas naturales (un deslave o el surgimiento de nuevos puntos de origen/ tránsito del líquido) o culturales (canalización para irrigar o debido a movimientos de tierra para construcciones turísticas modernas).

Este acercamiento al manantial de Media Luna no solo apunta hacia la variedad en las prácticas mortuorias, expresadas por un mismo grupo (en este caso, la “cultura Río Verde”), tanto en contextos terrestres (con entierros en asentamientos [debajo de los pisos habitacionales], en abrigos rocosos o en espacios delimitados por cistas), así como en los (sub)acuáticos (a orillas de cuerpos de agua y en veneros). A la vez, hace reflexionar sobre los indicadores arqueológicos para diferenciar entre un ritual funerario y los sacrificios en los contextos acuáticos.

Por su lado, Alfaro (2025) nos embarca –valga la metáfora– a reflexionar acerca del potencial investigativo del patrimonio arqueológico subacuático reciente (en este caso, algunos vestigios poseen poco más de 100 años y otros no sobrepasan los 300 años de antigüedad), en particular, a través del estudio de la arquitectura naval de 8 embarcaciones naufragadas en aguas costarricenses.

Esos restos materiales de los naufragios se conocen como pecios y 4 de ellos se hallan en las aguas del Caribe y los otros 4 en las del Pacífico de Costa Rica. De forma específica, en el Caribe 3 yacimientos se localizan en Playa Grande de Manzanillo y 1 en Punta Cahuita (provincia de Limón); mientras en el Pacífico existen 3 hallazgos cerca de la isla San Lucas y 1 en la isla del Coco.

Siendo la Arqueología Subacuática en Costa Rica todavía una especialidad en ciernes, el autor tiene la deferencia de irnos explicando, paso a paso y de manera llana y comprensible, muchos de los conceptos propios de este campo y de las partes que conforman los navíos; lo cual en sí genera mucha enseñanza.

Respecto a los pecios de Manzanillo, a nivel general, todos se ubican en la zona intermareal y dos de ellos están asociados a características de naves propias del siglo XVIII. El mejor documentado fue construido con madera de una conífera oriunda de los Alpes, es decir, el navío provenía de Europa; dada su arquitectura naval quizá de Inglaterra.

El hallazgo en Punta Cahuita está sumergido en el mar. Allí, entre 3 y 12 metros de profundidad y a 300 metros de la costa, se han reportado varios materiales; entre ellos: 12 cañones, 2 anclas y varios ladrillos dispersos (parte del lastre de la embarcación, que servía para darle estabilidad). Dadas sus características, esos indicadores pueden asociarse con un navío de guerra europeo de grandes dimensiones y propio de la segunda mitad del siglo XVIII. Este sitio arqueológico también es de destacar porque aquí, en el año 2023, se hizo la primera excavación estratigráfica y contralada –a nivel subacuático– en Costa Rica.

En relación con el Pacífico, en el Golfo de Nicoya hay un yacimiento semihundido de una embarcación moderna: un navío de vapor construido con metal que conserva segmentos de su proa, cabina o bancada de máquina y, además (hasta hace unos años), dos calderas de vapor; estas últimas ya se han perdido producto del saqueo. Se especula que dicho medio de transporte corresponde a inicios del siglo XX.

A menos de 200 metros del muelle principal de San Lucas se encuentra otro pecio sumergido casi en su totalidad; sobresaliendo hoy día solo del agua una porción de la borda de la proa metálica. Esta embarcación también ha sido presa de un fuerte saqueo, perdiéndose una enorme cantidad de información sobre la misma. A partir de archivos fotográficos se sabe que guardaría similitudes con el hallazgo descrito en el párrafo anterior, o sea, es probable que fuese otro navío de vapor.

El tercer registro próximo a la isla San Lucas es otra embarcación metálica de vapor que está encallada (zona intermareal). Sepultada en medio de arena fangosa, se puede llegar a esta caminando cuando la marea está baja. Para el pacífico de Costa Rica, este sitio es el que cuenta con la mayor cantidad de indicadores arqueológicos de su tipo. En ese sentido, están expuestos: su codaste, parte de la borda y la popa, la bancada donde estaba la máquina, pantoques, volante de inercia (ruedas dentadas relacionadas con los mecanismos de movilización de la nave y sus hélices) y restos del cigüeñal. Es muy probable que este pecio también haya sido víctima del expolio en los últimos años.

Producto de una prospección arqueológica subacuática, se dio el claro registro del SV Viduco, un navío velero alemán de tres mástiles que naufragó en Bahía Wafer (isla del Coco). Esta embarcación fue construida en 1875 en Hamburgo y se hundió el 27 de diciembre de 1907 en aguas costarricenses. Con un buen estado de conservación dentro de los componentes identificados están su quilla, parte de la proa, escobenes, vagras y varengas; quedando todavía mucho potencial por indagar en dicho sitio.

Valga decir que este tipo de investigaciones, por un lado, confirma y deja patente –a nivel arqueológico– las dinámicas navales (de un pasado reciente) en que estuvo relacionado tanto el Pacífico costarricense en el siglo XIX y principios del XX, así como el Caribe de Costa Rica desde el siglo XVIII y que, hasta el momento, solo otras fuentes (documentos históricos) habían indicado y, a la vez; permite visualizar la existencia de este tipo de patrimonio en el país, informar a los ciudadanos sobre este. Todo esto para evitar que continúe el saqueo de los yacimientos arqueológicos subacuáticos.

 

Vulnerabilidades, riesgos, decisiones y oportunidades en contextos ribereños y fluviales

Vázquez, Ruíz e Hidalgo (2025) trabajan sobre el sitio Las Flores, un complejo arquitectónico ubicado en un abanico aluvial (Santa Clara) en la Sub-región Arqueológica Caribe Central de Costa Rica y que, a pesar de su cercanía con varios ríos caudalosos de impacto regional, este lugar no sufrió embates por la crecida de sus aguas. De forma inmediata, en dirección hacia su Oeste discurre la quebrada Flores que desemboca en el río Corinto (a una distancia de solo 600 metros) y este, por su parte, entronca luego con el Chirripó Norte de mayor envergadura, lo que permitiría una navegación usando esos nodos fluviales y extendiendo la capacidad –en distancia y posiblemente en una importante reducción de tiempo– de las comunicaciones con otros poblados.

En particular, desde la quebrada Flores se pudo acceder a este sitio vía el canotaje. Así, en el borde superior del talud de dicho arroyo se construyeron “ribetes pétreos” conformados por cantos de río dispuestos en hileras: una de 55 metros y otra de 30 metros de largo y, en medio de ellas, una senda pedestre no pavimentada de 5 metros de ancho, junto a una escalinata puntual para superar el desnivel. Según los autores las primeras estructuras (que conformarían parte del complejo arquitectónico asociado a una temporalidad 600- 900 d.C.) no funcionaron para la retención del agua de la quebrada, sino como aspectos decorativos que formaban (y formalizaron) el ingreso fluvial al sitio por su sector Noroeste.

Vinculado con lo anterior planteado, a 20 metros de esta configuración de entrada del sitio existe una roca con petrograbados de diseños meándricos, ello en medio de la terraza inundable de la quebrada. A la vez, en este sector de Las Flores se ingresa/ sale a un patio (con apertura hacia el arroyo y en donde pudo haberse colocado un monolito liso de forma ovalada, sea dentro de este o en sus proximidades) a través de un empedrado estrecho. Desde ese espacio se transitaba hacia el centro del asentamiento que contenía concentraciones residenciales, una plaza circular y calzadas que se proyectaban hacia afuera del recinto arquitectónico. Es decir, las vías de acceso terrestre a los sitios (calzadas) se configurarían/ integrarían con el transporte fluvial en el Caribe Central de Costa Rica y haría que Las Flores estuviese en comunicación con otros sitios contemporáneos de la llanura aluvial.

Todo lo anterior se coliga con el trabajo realizado en Chiapas respecto al emplazamiento en lugares con ciertas características (una puede ser la “seguridad” ante embates ambientales) pero, sobre todo, el conocimiento del entorno y la erección de estructuras para adecuar las relaciones con el agua: su conservación/almacenaje, adecuado drenaje y su re direccionamiento para propósitos específicos.

Schroder, Ramiro y Lara (2025) exponen varios aspectos acerca del manejo del agua en la cuenca baja del río Lacantún, Sureste de Chiapas, cerca de la confluencia con el Usumacinta (frontera entre México y Guatemala). Uno de los objetivos centrales de su trabajo es estudiar cómo las comunidades mayas antiguas afrontaron los “peligros naturales” –en particular, las inundaciones– percibidos como riesgos (ya sea de alta o baja probabilidad) y las lecciones aprendidas de ello para el presente; de un modo específico, en la planificación residencial actual. A nivel general, se explora la gestión del agua en la forma de retención y drenaje de esta en algunos centros cívicos-urbanos; al igual que el manejo del líquido en las antiguas zonas rurales mayas.

Como parte del Proyecto Arqueológico Bajo Lacantún (PABL), que ya cuenta con tres temporadas de campo, se han realizado trabajos en diferentes sitios arqueológicos como: Benemérito Primera Sección, El Palma, Planchón de las Figuras, San Lorenzo, Boca Lacantún, Yaxún, Rancho San Juan y La Oaxaca. Se ha enfatizado sobre su relación con el río (los asentamientos se ubican a las orillas de este) y en ciertas dinámicas inmersas en ello como, para citar un ejemplo, los centros de transbordo o focos portuarios. Aquí, el uso de tecnologías de teledetección aérea, como el LiDAR (hiperespectral) y de imágenes térmicas de la NASA-Goddard (G-LiHT), así como otras tomadas con dron DJI Mavic 2 Pro (GatorEye); permitieron analizar las relaciones espaciales con los distintos cuerpos de agua (aparte de elaborarse varias figuras muy interesantes y aclaradoras).

En síntesis, en el reino de Lacantún los traslados fluviales fueron elementales para la conexión entre comunidades, el control territorial y el establecimiento de rutas de comercio a corta y larga distancia. También, se establecieron aguadas o “cisternas” en los centros urbanos para la retención/almacenamiento del líquido vital. Por ejemplo, en el caso del sitio Benemérito Primera Sección estas se implementaron casi que una por cada grupo habitacional-patio durante el Clásico Tardío, lo cual hacía del agua un bien abundante y accesible. A la vez, en uno de estos espacios se descubrió un depósito ofrendario (“escondite”) que puede estar indicando aspectos simbólicos vinculados a rituales de dedicación cuando se construían o ampliaban las aguadas.

Por su parte, el sitio El Palma está dividido por un arroyo temporal y en la sección Sureste del mismo se erigió una especie de “represa”, al parecer, con múltiple propósito: recolectar y retener agua llovida; así como redirigir la del arroyo a una depresión, donde posiblemente se sembró en la antigüedad. Aquí también se reportan varias aguadas y a 500 metros al Noreste del conjunto principal –en medio de una llanura que se inunda– se registró un canal recto asociado al “control de la humedad” de los suelos de esta zona. Según las descripciones, la primera y la última de las estructuras parecieran corresponder a un dique y una zanja (dentro de la categorización de Peytrequín y Arce 2016).

A la vez, había lugares sagrados a las orillas de los ríos, como sería el caso del sitio Planchón de las Figuras que contiene un manantial y varios petrograbados en una gran roca caliza (que solo pueden ser observados en época seca con un nivel bajo del río), junto a un atracadero; ello en medio de varias comunidades y que, es probable, dicho lugar sirviera de nodo en una red de transporte fluvial (tráfico de canoas).

En sitios menores mayas estudiados en la llanura aluvial del Bajo Lacantún se presentan campos canalizados que potenciaron una agricultura intensiva controlando los episodios de inundación durante la temporada de lluvias e impidiendo que la tierra se anegue y se perdieran los cultivos. De tal forma, en las márgenes de varios arroyos el agua fue redirigida y distribuida disponiendo canales perpendiculares a los cuerpos de agua y luego paralelos, a veces, con tal nivel de concentración que forman una especie de retícula; por ejemplo, en La Oaxaca. También, algunas de esas conducciones artificiales llegan a cisternas excavadas (para el almacenamiento de agua).

En otro sitio, Rancho San Juan, dominan los canales paralelos a los flujos de agua. Es posible que se implementaran así para descargar el líquido en las áreas pantanosas y, de nuevo, hacerles viables para la siembra. En síntesis, la construcción de dichas estructuras permitió prever riesgos de inundación tanto en las zonas cultivables como en los lugares de habitación. En relación con esto último en sitios como San Lorenzo y en Yaxún, localizados a la orilla de ríos, se erigió una gran plataforma y dispusieron otros rellenos constructivos para evitar la erosión natural del agua y el riesgo de inundación. Con ese mismo propósito, también, elevaron el nivel donde se asentaban las acrópolis.

 

Una continua relación con el agua: Entre el pasado y el presente

Tal cual se aclara en la presentación de este dossier, como parte de la mesa temática que dio vida al actual volumen se expusieron algunos trabajos que trastocaron el vínculo de ciertas poblaciones originarias con el líquido vital en tiempos contemporáneos; no obstante, al final, fueron pocas las personas participantes que concretaron su artículo.

Un ejemplo de esto es el aporte de Méndez (2025) con la comunidad Mam (maya) en la cuenca del río Suchiate, parte de la zona fronteriza (Suroccidental) entre Guatemala y México. La autora muestra la forma de organización social en tres municipios del altiplano de San Marcos en relación con el manejo del agua; incluyendo experiencias de conflicto por las nacientes de este recurso vital (ejemplo, entre Ixchiguán y Tajumulco) y, a la vez, la instauración de proyectos hidroeléctricos dirigidos por población indígena que potencian su autonomía respecto al gobierno guatemalteco.

Con al menos 2000 años de ocupación en esta zona, los pueblos mayas han cargado de significados los paisajes que habitan y transitan; de forma principal, vinculando el agua y los cerros y dejando vestigios de ello en rocas alteradas con oquedades para captar el agua de lluvia. Este profundo sentido espiritual de los Mam ha trascendido el tiempo y se ha mantenido desde épocas precolombinas por medio de ceremonias en los lugares considerados sagrados, incluyendo la imploración de traída de las lluvias en las cumbres montañosas (a los entes espirituales de los cerros) siempre un mes después de la siembra de la milpa; al igual que solicitar el crecimiento adecuado de la vegetación (fertilidad) y consagrar el maíz, el principal cultivo desde tiempos antiguos.

Por su parte, en ese contexto, la autoridad indígena –núcleo de la organización comunal y de raíces milenarias– es el vehículo para garantizar la autonomía y el derecho de libre determinación; en ese sentido, el “Consejo Mam de San Marcos” se pronuncia respecto a los megaproyectos propuestos en sus territorios y articula resistencias organizadas ante estos cuando no están de acuerdo con ellos y consideran que violentan sus derechos

Así, se da la situación entre los municipios de Ixchiguán y Tajumulco, una disputa de casi 200 años por las cabeceras de cuencas importantes y las zonas de recarga acuíferas (todo ello en medio de un escenario actual más complejo y que involucra varios factores más), trascendiendo en el 2005 con agresiones físicas. Aquí se combinan los altercados por tierras (propiedades) y los “nacimientos de agua” contenidos en ellas; con pretensiones de uso exclusivo de los últimos por un municipio u otro.

El caso de San Pablo es otro. Localizado en la costa del departamento de San Marcos, sus habitantes campesinos lidian con el problema (nacional) de la privatización de la energía eléctrica y, a través tanto del Frente de Resistencia Nacional en Defensa de los Recursos Naturales y de los Derechos de los Pueblos (FRENA) como del Comité de Desarrollo Campesino (CODECA), han buscado –desde el 2002– que el servicio eléctrico sea público y accesible para la mayoría, considerándolo como un derecho y no una mercancía; ello por medio del diálogo con el gobierno y vía protestas y resistencia. Todo lo anterior fue el caldo de cultivo para considerar instaurar, a futuro, pequeñas centrales hidroeléctricas comunitarias como la solución (en donde, claramente, es fundamental el agua).

El ejemplo a seguir fue “San Pablo Tacaná”, lugar que empezó a generar su propia energía eléctrica en 2018; esto por medio de un generador y el uso de combustibles fósiles. No obstante, al abaratamiento inicial del servicio, en contraste con los costos de la energía privada, el uso de gasolina fue encareciendo las tarifas. Es así como en el 2023, gracias a la gestión comunitaria, se inaugura el proyecto hidroeléctrico como tal que, además, es sostenible con el ambiente, propiciando el desarrollo autónomo de los pueblos del occidente guatemalteco.

 

 

Reflexiones finales

 

Los aportes de este volumen se traslapan en muchos puntos, no podría ser de otra forma, los cuales poseen varias interconexiones e insisten en algunas ideas y conceptos clave compartidos (Figura 2). Al respecto, para cerrar este balance, se retoman algunos de esos elementos.

 

Figura 2. Conjunción de conceptos y frases más representativas y constantes en los distintos trabajos del dossier.

Fuente: Elaboración propia.

 

Lo primero a por retomar es la variedad de la muestra, con ejemplos arqueológicos no solo en contextos ribereños, fluviales, en cuencas de ríos de distinta envergadura y con posibilidades varias, en llanuras aluviales y zonas con propensión a inundarse; también, casos en espacios intermareales y otros totalmente sumergidos. Además, se dan estudios –respecto a las fronteras políticas actuales– de alcance regional y “transfronterizo” teniendo de protagonistas a los cuerpos de agua e incluyendo diversos grupos mesoamericanos como los Mayas, tanto de las Tierras Altas como de las Bajas, y las personas de la cultura Río Verde y de la cultura El Chanal; así como varios acercamientos a escala de sitio arqueológico correspondientes a la gestión del agua para los Chibchas del actual territorio de Costa Rica. Lo previo, no deja de lado escenarios navales en las costas pacíficas y caribeñas centroamericanas de los siglos XVIII, XIX e inicios del XX y las luchas contemporáneas por el derecho al agua entre los Mam.

Varios de los trabajos tienen como su epicentro y dinamizador de flujos sociales a las quebradas (llamadas a veces, sin distingo, arroyos) y, sobre todo, a los ríos. Estos últimos concebidos a partir de las múltiples oportunidades que generan para el ser humano. A lo largo de las distintas exposiciones los ríos se presentan (o son sugeridos) como vehículos para la obtención de sustento (por ejemplo, a través de la pesca) y el abastecimiento de materias primas esenciales para la construcción de edificaciones de diversa índole (cantos rodados y lodo), así como para la comunicación entre diferentes pueblos; potenciando su papel como medio por el cual transportarse (que no es lo mismo que medio de transporte) con el uso de cayucos o canoas y propiciando no solo el contacto, también actividades como el comercio a corta y larga distancia y, a la vez, la solidificación de alianzas políticas.

De tal forma, se entrevé distintas actividades cuya amalgama son los cuerpos de agua; habiendo sitios en los cuales se accedía (su fachada principal era) por la ribera y otros definidos en sí como lugares para transbordo, focos portuarios o atracaderos. Enfatizando lo antedicho, en cuanto a las relaciones espaciales de los asentamientos y los ríos principales, secundarios y sus tributarios, todos estos últimos se constituirían en nodos de redes sociales (para el transporte, la conexión entre comunidades, el control territorial y la definición de rutas comerciales) y, por supuesto, la definición de los paisajes culturales.

Es decir, de manera tajante se presenta el agua como un factor de cohesión social y, sumado a lo señalado, no hay que olvidar lo simbólico inmerso en ello. Así, se exponen ejemplos donde ciertos puntos del paisaje (no solo acuáticos, también terrestres) sirven de referente para la entrada/término de las épocas de lluvias y las implicaciones de ello para la vida cotidiana y más allá. Así, el “culto al agua” entre ciertas poblaciones precolombinas se mantiene aún vivo en la actualidad; mismo vinculado con cuerpos ácueos específicos como los veneros (y el depósito de ofrendas y posibles sacrificios humanos en estos), de la mano con el hallazgo de múltiples estatuetas y vasijas efigies de dioses relacionados con la lluvia y el viento en los propios asentamientos y en los campos de cultivo antiguos (que siguen aprovechándose hoy día para los mismos efectos) y sin olvidar las conspicuas y constantes ceremonias en lugares considerados sagrados ante entidades que interceden en la conexión lluvia-siembra-fertilidad.

Otro aspecto entrelazado en varios de los aportes del dossier es lo que atañe al conocimiento del entorno y la gestión del agua en la antigüedad. En concreto, la disposición de diferentes obras hidráulicas ya sea para la captación, “conservación” y almacenaje adecuado del líquido, o su evacuación, drenaje; del mismo modo que su redireccionamiento para propósitos específicos en contextos domésticos/habitacionales y en los campos de cultivo. Acerca de los primeros, tanto para propiciar el consumo directo y fácil del agua, así como la disponibilidad/suministro de esta en temporadas secas y para prevenir el impacto de inundaciones en esos espacios cotidianos durante las épocas de mayor pluviosidad. Y, por su parte, su aplicación en la siembra se hizo con la intención de intensificar la agricultura; ello a partir de un riego adecuado, del control de la humedad de los suelos y del desagüe en zonas con exceso de agua.

Todo lo expuesto es el reflejo de los flujos de una red compleja compuesta por distintas conexiones, enlaces y escalas; pasando de la comprensión de lo natural, de lo hidrológico y su aprovechamiento; para acercarse al análisis y el entendimiento de los paisajes hídricos o lo que desearía empezar a llamar lo hidrocultural.

 

Referencias

Alcántara, Saúl. 2025. «El río Colima y su aprovechamiento: El Chanal, un sitio en el Valle de Colima». Reflexiones, 104: 1-24. DOI https://doi.org/10.15517/rr.v104i1.63441

Alfaro, Iván. 2025. «Los humanos que encontraron un modo de vida en una embarcación». Reflexiones, 104: 1-22. DOI https://doi.org/10.15517/rr.v104i1.63471

Arce, Marco y Jeffrey Peytrequín. 2025. «12 años de investigaciones arqueológicas sobre obras hidráulicas en el sitio Rosa María». Reflexiones, 104: 1-18. DOI https://doi.org/10.15517/rr.v104i1.63208

Arroyo Wong, María Gabriela. 2020. «Manejo de la fuerza y la velocidad del agua: sector este del sistema hidraúlico del sitio arqueológico Monumento Nacional Guayabo de Turrialba». Revista Herencia, 33 (2): 81-102.

Arroyo Wong, María Gabriela y Marco Arce Cerdas. 2025. «Análisis y caracterización general del sector central del sistema hidráulico del sitio arqueológico Monumento Nacional Guayabo de Turrialba». Reflexiones, 104: 1-17. DOI https://doi.org/10.15517/rr.v104i1.63486

Chávez, Hugo. 2025. «Tláloc felino… ¿jaguar o puma?». Reflexiones, 104: 1-12. DOI https://doi.org/10.15517/rr.v104i1.64522

Lara Tufiño, Pamela Nayeli. 2025. «Prácticas mortuorias en río Verde, San Luis Potosí. Una aproximación a través de los restos óseos sumergidos del Manantial Media Luna». Reflexiones, 104: 1-18. DOI https://doi.org/10.15517/rr.v104i1.63505  

Méndez, María Belén. 2025. «Historia y prácticas culturales alrededor del agua en la cuenca del Río Suchiate». Reflexiones, 104: 1-16 DOI https://doi.org/10.15517/rr.v104i1.63512

Peytrequín Gómez, Jeffrey y Marco Arce Cerdas. 2016. «Obras hidráulicas antiguas del Centro y el Caribe costarricense (600-1200 d.C.): Una propuesta formal de clasificación». En Arqueología del Caribe Costarricense. Contribuciones Científicas, editado por Luis Hurtado de Mendoza, 67-86. San José, Costa Rica: Editorial e Imprenta LIL

Schroder, Whittaker, Moisés Ramiro Talavera y Guillermo Lara Bolaños. 2025. «Oportunidades y retos en el manejo del agua dentro del paisaje ribereño en la cuenca baja del río Lacantún, Chiapas, México». Reflexiones, 104: 1-33. DOI https://doi.org/10.15517/rr.v104i1.63401

Vázquez Leiva, Ricardo, Cleria Ruíz Torres y Tatiana Hidalgo Orozco. 2025. «Mediante la experiencia de los ancestros: viviendo a salvo de la amenaza del agua en el sitio arqueológico Las Flores, Caribe Central de Costa Rica». Reflexiones, 104: 1-31. DOI https://doi.org/10.15517/rr.v104i1.63481