ARTICULO ESPECIAL

Origen de la Revista de Biología Tropical

Transcripción de una entrevista con el Comité Editorial

 

Rodrigo Zeledón

Escuela de Biología, Universidad de Costa Rica

rodrigozeledon@ice.co.cr

El origen de la Revista de Biología Tropical giró alrededor de Alfonso Trejos Willis, quien había regresado de Brasil, después de completar sus estudios, y era el Director del Laboratorio Clínico del Hospital San Juan de Dios (San José, Costa Rica), posición que él heredó de su maestro el Dr. Clodomiro Picado (“Clorito”). Alfonso fue el único discípulo científico de Clorito en forma directa y trató de revivir la Escuela de ese gran científico en el Hospital.

Cuando Alfonso fue nombrado profesor en la Escuela de Microbiología, en la cátedra de Protozoología, comenzó a invitar a algunos alumnos que, a juicio de él, tenían inclinación por la investigación científica, para que fueran a trabajar con él medio tiempo en el Hospital San Juan de Dios, en vista de que las clases, en la Universidad de Costa Rica, tenían lugar solamente en las tardes. Yo fui uno de los invitados, cuando estaba en el segundo año de la universidad y en Alfonso encontré no solo a un hombre de gran personalidad, sino también, a un científico de amplia preparación y razonamiento excepcional, es decir, un gran maestro.

En 1949, Alfonso nos comenzó a hablar, por primera vez, de la necesidad de una revista científica nuestra, que en ese momento no sabíamos cómo se podía llamar y todos nos quedamos pensando en ello. Recuerdo muy bien que una vez me llamó y me dijo: Zeledón, lo he seleccionado para que me ayude a hacer un librito de cómo se escriben los trabajos científicos, ya que si vamos a hacer una revista, necesitamos que la gente escriba correctamente y fue así como nació: “Normas para la preparación de trabajos científicos” de Alfonso Trejos y Rodrigo Zeledón, que se publica en 1953 por parte de la universidad, con un prefacio del Rector Rodrigo Facio.

Es importante señalar que Alfonso y Rodrigo Facio habían sido compañeros y se trataban con mucha confianza y fue así como Alfonso le habló de la posibilidad de hacer una revista, publicada y financiada por la universidad, y el Rector le dio el visto bueno al asunto.

En 1950 llegaba al país, con su familia, el médico y académico italiano Dr. Ettore de Girolami y uno de los primeros amigos que tuvo fue Alfonso Trejos quien trato de ayudarlo a conseguir trabajo. El Dr. de Girolami era una persona bien preparada, emprendedor y trabajador y Alfonso encontró ideal que la revista, que estaba por nacer, fuera dirigida, editorialmente y a tiempo completo, por el propio Dr. de Girolami. El Rector Facio estuvo de acuerdo cuando Alfonso se lo propuso y fue así como se logró tener una persona que se encargara de editar la revista, conseguir artículos para ser juzgados, atendiera la correspondencia y velara porque saliera a su debido tiempo de acuerdo con la programación.

En un determinado momento, Alfonso me llamó para decirme que estaba gestionando la continuación de la beca que había dejado vacante en el Instituto Oswaldo Cruz del Brasil para que yo la usara. A principios de 1953 me avisaron que me habían concedido la beca y, entonces, Alfonso me dijo: yo pensaba ponerlo a usted en el Comité de Redacción de la revista (en ese entonces estaba casi listo el primer número), pero como usted se va pronto, le pido que nos ayude desde Brasil. En ese momento yo tenía dos manuscritos listos para publicar, se los entregué y, en efecto, aparecieron en el primer número de la revista en 1953; asimismo, y ante el pedido de Alfonso, logré enviarle dos manuscritos más desde Brasil. Armando Ruiz Golcher trabajaba con Alfonso, y al mismo tiempo estudiaba Microbiología, y como buen conocedor del español y del latín, Alfonso decidió pedirle ayuda y lo incluyó en el Comité de Redacción.

La revista nació en el Hospital San Juan de Dios como una revista del campo de las ciencias médicas; hasta se pensó que el nombre debía llevar el de medicina tropical. Alfonso nos reunió un día y nos dijo que se le había ocurrido ponerle Revista de Biología Tropical, ya que este era un nombre más amplio y la revista podía aceptar prácticamente cualquier trabajo dentro de las ciencias biológicas, incluyendo las ciencias médicas.

Si ustedes ven el contenido de los números de los primeros años se van a encontrar esa tendencia clarísima y notarán que la mayoría de los trabajos se originaron en el Hospital San Juan de Dios y, en todo caso, formaban parte de la escuela que Alfonso Trejos estaba creando, que en cierto modo era una continuidad de la escuela de Clorito Picado. Clorito trabajó en ese mismo laboratorio e hizo una serie de cosas directamente conectadas con pacientes del Hospital e inclusive uno de sus libros lo escribió con Alfonso como coautor, Biología Hematológica Elemental Comparada.

El Dr. de Girolami estuvo al frente de la revista únicamente 6 años, aunque logró, en ese tiempo, darle el impulso inicial que necesitaba. Fue a partir del siguiente año de aparición de la revista, o sea en l954, que se agregó como subdirector a Rafael Lucas Rodríguez, un biólogo con cualidades extraordinarias, y que también jugó un papel fundamental en el arranque de la revista.

Rafael Lucas, o Raf como le decían los amigos cercanos, especialmente los estadounidenses, se encargó completamente de sacar adelante la revista, pero llegó un momento en que la carga se hizo muy pesada y el trabajo abrumador y llamó, en 1960, a dos personas para que le ayudáramos: John De Abate que era profesor en la Escuela de Biología y a mí, como profesor en la Facultad de Microbiología, ambos con doctorado en los Estados Unidos.

Debo hacer un paréntesis para contarles que en 1956 el Rector Facio nos llamó a Rafael Lucas y a mí y nos dijo que deseaba que fuéramos, en compañía del ingeniero Eddy Hernández, durante un mes, a los Estados Unidos a visitar universidades para ver laboratorios de biología y microbiología de esos centros, para aprovechar lo importante de su construcción en los laboratorios futuros de los edificios de microbiología y biología que deberían construirse en la Ciudad Universitaria. Nuestra función era traducirle al ingeniero Hernández las virtudes de los laboratorios que viéramos en cuanto a dimensiones, necesidades, instrumental, muebles y algunos otros detalles, para ser aplicados aquí.

John De Abate estuvo poco tiempo con nosotros, algo más de un año, y quedamos al frente de la revista, en calidad de directores y editores, Rafael Lucas y yo, lo cual tuvo lugar entre 1962 y 1979. El trabajo editorial crecía día con día, la correspondencia era copiosa y teníamos que dedicar mucho tiempo a la Imprenta Falcó, donde se hacía la revista, que era levantada en lingotes de plomo y se imprimía primero en galeras y luego en pruebas de página que nosotros enviábamos a los autores para su debida corrección.

Llegó un momento en que el trabajo se hizo imposible para dos profesores como nosotros que además de dar clases hacíamos investigación, y un día nos reunimos y Rafael Lucas, quien llevaba el peso mayor, me confesó que ya no podía seguir con la revista y que si no cambiaban las cosas posiblemente había que cerrarla. Ahí mismo tomamos la decisión de pedirle una cita al señor Rector, Carlos Monge, para plantearle la situación en que estábamos y, de una vez, plantearle nuestra renuncia. El Rector Monge, con su clara inteligencia y disponibilidad para tomar decisiones rápidas, nos pregunto: ¿qué necesitan para solucionar esto porque la revista debe continuar? Rafael Lucas contestó: contratar un editor de tiempo completo. ¿Y ya lo tienen? Nos preguntó. Sí, dijo Rafael Lucas, se llama Manuel Chavarría. Rafael Lucas conocía bien a Manuel y tenían buena amistad. Manuel poseía una serie de cualidades, tenía experiencia como editor y un gran dominio del inglés lo que lo hacía totalmente apto para el puesto. Fue así como la revista pudo seguir viviendo. Si bien algunos números sufrieron retrasos, esto pudo corregirse y Manuel, quien comenzó su trabajo en 1968, logró hacer frente al nuevo desafío sin ningún problema.

El contenido de la revista cambió totalmente y la revista paso a ser más una “revista biológica” y dejo atrás su característica de revista biomédica, con algunas excepciones.

El Editorial del primer número comienza diciendo: “En nuestra joven universidad se hacía necesaria una revista científica en la cual pudieran ser publicados los trabajos que poco a poco iban apareciendo y que o permanecían inéditos o veían la luz en revistas extranjeras con la consiguiente escasa divulgación en nuestro medio”. Esta frase es de la típica redacción y del pensamiento de Alfonso Trejos que con las mismas palabras se había manifestado ante sus colaboradores o asistentes en el laboratorio.

Ese fue el origen de la que hoy es una de las revistas científicas más prestigiosas de América Latina.

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Alfonso Trejos Willis.

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Ettore de Girolami.

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Armado Ruiz Golcher.

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Rafael Lucas Rodríguez Caballero.