Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. de Costa Rica XLVI (3) (Septiembre-Diciembre) 2022: 7-29/ISSN: 2215-2636
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FONOLOGÍA DEL MANGUE (CHOROTEGA)
Phonology of Mangue (Chorotega)
Haakon S. Krohn*
RESUMEN
En este artículo se realiza un análisis del sistema fonológico de la lengua extinta mangue, también conocida como chorotega,
el miembro más meridional de la familia otomangue. Se postula, al igual que en Quirós (1988, 2002), que la lengua contaba
con tres fonemas vocálicos: /i, u, a/. En comparación con el sistema consonántico presentado por Quirós (2002), se agregan al
inventario fonémico tres fonemas oclusivos prenasalizados, /mb, nd, ŋg/, y se afirma que la lengua poseía un solo fonema líquido,
representado como /ɾ/, lo cual da un total de doce fonemas consonánticos. Por su lado, el estatus fonémico de las deslizadas es
inseguro. Seguidamente, se indaga en los rasgos distintivos de las consonantes. Con respecto a la fonotáctica, se identifican
ciertos ataques silábicos complejos, a como algunas labas con coda. Por último, se sostiene que el mangue tenía tonos
contrastivos.
Palabras clave: mangue, chorotega, lenguas otomangues, lenguas mesoamericanas, fonología.
ABSTRACT
This paper carries out an analysis of the phonological system of the extinct language Mangue, also known as Chorotega, the
southernmost member of the Otomanguean family. It is asserted, just like in Quirós (1988, 2002), that the language possessed
three vowel phonemes: /i, u, a/. In comparison to the consonantal system presented by Quirós (2002), three prenasalized stops,
/mb, nd, ŋg/, are added to the phoneme inventory, and it is claimed that the language had only one liquid phoneme, represented
as /ɾ/, which gives a total of 12 consonant phonemes. On the other hand, the phonemic status of the glides is uncertain. Next,
the study looks into the distinctive features of the consonants. Regarding the phonotactics, some complex syllable onsets and
some syllables with coda are identified. Finally, it is stated that Mangue had contrastive tones.
Keywords: Mangue, Chorotega, Otomanguean languages, Mesoamerican languages, phonology.
1. Introducción
El mangue, también conocido como chorotega,
1
fue la lengua más meridional de la familia
otomangue y de todas las lenguas mesoamericanas. Fue hablada por los miembros de la etnia homónima,
descendientes de un pueblo que se desplazó desde el sur de México entre los siglos VIII y XIII (Quirós,
2002, p. 13) y se fue asentando a lo largo de la costa pacífica de El Salvador y Honduras, hasta llegar al
área conocida como Gran Nicoya (Chapman, 1974, p. 79; Campbell, 2017b, p. 4; Quirós, 2002, p. 13),
la cual comprende lo que actualmente es el suroeste de Nicaragua y el noroeste de Costa Rica. De
* Universidad de Costa Rica. San José, Costa Rica. Docente e investigador. Escuela de Filología, Lingüística y Literatura.
Correo electrónico: hkrohn@gmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8888-8512
DOI: https://doi.org/10.15517/rk.v46i3.52228
Recepción: 28/4/2022 Aceptación: 16/5/2022
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Según Brinton (1883, p. viii), la etnia se autodenominaba mánkeme (de acuerdo con el análisis fonológico del presente
artículo: /maŋgimi/) ‘gobernantes, amos’, españolizado como mangue. El término chorotega provendría del náhuatl chololteca
‘los expulsados’, una denominación que surgiría después de que los nahuas lograron invadir el territorio de los mangues y
esparcir a la población en dos direcciones.
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acuerdo con Brinton (1886, p. 4), la lengua mangue dejó de utilizarse a mediados del siglo XIX, pero
Quesada (2004, p. 516) presenta la posibilidad de que sobreviviera hasta principios del siglo XX.
Su pariente más cercano es el también extinto chiapaneco. Las dos lenguas descendieron de la
protolengua que en este escrito se denominará proto-chiapaneco-mangue y conforman el subgrupo
conocido como chiapaneco-mangue (Rensch, 1976, pp. 127-136; Campbell y Mithun, 1979, pp. 914-
918), o a veces Chorotegan en inglés (Kaufman, 2006, p. 118), dentro de la familia otomangue.
Las únicas fuentes primarias que existen del idioma mangue son algunos conjuntos de vocablos
y frases recogidos en el siglo XIX de hablantes o semihablantes de la lengua por parte de investigadores
de la época. Estas fuentes incluyen, principalmente, escritos de Berendt (1874), Rocha (1842) y Squier
(1860). Todos los datos conservados provienen de diferentes comunidades en Nicaragua, con la
excepción de unas pocas palabras recogidas en Costa Rica por Fernández de Oviedo (1851). Además,
se cuenta con las fuentes secundarias de Brinton (1886) y Lehmann (1920), quienes publicaron datos
recopilados de autores anteriores con notas adicionales. Los datos de ambos tipos de fuentes se exponen
y se comparan de manera clara y ordenada en Quirós (2002), una excelente obra de referencia de las
fuentes históricas del mangue.
Quirós (1984, 1985, 1988, 2002) elabora un estudio fonológico del mangue y propone un
inventario fonemático, además de describir los procesos fonológicos más notables. En el presente
artículo se lleva a cabo un reanálisis detallado de la propuesta de dicho autor, con base en la información
de las fuentes directas e indirectas, reconstrucciones diacrónicas de la familia otomangue y teoría
fonológica general, y se llega a proponer un conjunto de fonemas que difiere del análisis de Quirós
(2002) en algunos aspectos. Adicionalmente, se abordan los rasgos distintivos que contrastarían los
fonemas, así como la estructura silábica y los rasgos suprasegmentales de la lengua mangue.
2. Sistema vocálico
El sistema vocálico ha sido un reto para los análisis del mangue, debido a la gran cantidad de
vacilaciones ortográficas en las fuentes: se emplean los cinco grafemas vocálicos del español, en
ocasiones acompañados por diéresis y otros signos diacríticos, y a veces superescritos. Las variaciones
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en la representación de las vocales, que incluso se dan en las anotaciones de un mismo autor, sugieren
que los fonemas vocálicos presentaban una alofonía mayor de lo que suele ocurrir en un sistema
pentavocálico, lo cual apunta a que el mangue tenía un número de fonemas vocálicos más reducido.
Como muestra Quirós (2002, pp. 43-47), se registran vacilaciones entre todos los pares vocálicos
posibles, pero son más frecuentes entre los grafemas <i> y <e> y entre <o> y <u> (Quirós, 2002, p. 35).
La dificultad de reconocer las vocales pronunciadas en la lengua más cercana al mangue, el
chiapaneco, también fue admitida por los estudiosos contemporáneos. De acuerdo con Brinton (1886),
Dr. Berendt stated that the Chapanec dialect was the most difficult of any American language
he had ever studied, on account of the obscurity and uncertainty of its sounds. It is greatly
syncopated, and terminal syllables are often pronounced in so low a tone that they escape the
unpracticed ear. The vowels are not distinct, and many of the consonants are “alternating” as it
is called, that is, one may be substituted for another without altering the meaning of the word.
(p. 8)
Fernández de Miranda y Weitlaner (1961) reconstruyen cinco fonemas vocálicos para el proto-
chiapaneco-mangue: «*i, *e anteriores, *a, *u posteriores, *ï central» (p. 22). Esta reconstrucción se
basa únicamente en datos del chiapaneco, «debido a que [el mangue] tiene casi siempre
correspondencias muy diversa (p. 23). Como ejemplos de esto, resaltan que el proto-chiapaneco-
mangue /*i/ «tiene, arbitrariamente, reflejos de i, e, ee, #» (p. 23) en Squier (1860) y que /*u/ presenta
los reflejos «u, uu, o, oo» (p. 23) en Brinton (1886). Los autores originales citados no especifican los
valores fonéticos de estos símbolos, por lo que Fernández de Miranda y Weitlaner (1961) tampoco
ofrecen mayor detalle al respecto. De todos modos, las grafías claramente evidencian las vacilaciones
[i ~ e] y [u ~ o].
En el esquema de reflejos vocálicos presentado por Fernández de Miranda y Weitlaner (1961,
p. 23) también se observan vacilaciones entre los grafemas <a> y <o>, así como entre <a> y <e>, con
respecto a los fonemas reconstruidos. Aunque los autores no lo mencionan, todas estas inconsistencias
son indicios de una reducción de la cantidad de fonemas vocálicos en el mangue en comparación con el
proto-chiapaneco-mangue.
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Por su lado, Rensch (1976, p. 131) afirma que la vocal central reconstruida por Fernández de
Miranda y Weitlaner (1961) es innecesaria, de ahí que postule un inventario de cuatro vocales para el
proto-chiapaneco-mangue: /*i, *e, *a, *u/. Quirós (1984, 1985) originalmente propone este mismo
sistema tetravocálico para el mangue, pero en Quirós (1988) lleva a cabo un reanálisis en el que toma
en consideración las posibilidades de que el idioma tuviera un sistema de siete, cinco, cuatro y tres
fonemas vocálicos, respectivamente, y concluye que lo único que puede explicar las numerosas
vacilaciones de <i ~ e> y <o ~ u> es un sistema trivocálico, con los fonemas /i, u, a/.
Por estas razones, la clasificación de Quirós (1988, 2002) con tres fonemas vocálicos parece ser
la más acertada y mejor fundamentada. El autor resume la situación de la siguiente manera:
Había tres fonemas vocálicos, representables como /i/, /a/, /u/, cada uno de los cuales habría
tenido un margen muy amplio de variación alofónica, de modo que /i/ podría haber poseído
variantes como [i], [ɩ], [e]; /a/, variantes como [a], [æ], [ɛ], y quizás incluso [e], porque se hallan
ciertas vacilaciones de e con a; /u/, variantes como [u], [o], [ɷ]. En este caso, las variantes
podrían haber estado en distribución complementaria en algunos entornos (a veces, tal vez,
condicionados por factores que se nos escapan, como posibles fonemas tonales) y, quizás, en
otros, en variación libre. (Quirós, 2002, p. 35)
Dicho de otro modo, con solo dos alturas contrastivas se permitiría mayor variación alofónica
en la dimensión vertical del espacio vocálico sin que se perdieran contrastes.
2
Se trata de una evolución
llamativa en el contexto otomangue, puesto que ninguna de las otras lenguas de esta familia cuenta con
un sistema vocálico tan reducido.
En la Figura 1 se ilustra, de manera simplificada y aproximada, cómo podrían haberse
dispersado los alófonos de cada fonema vocálico en el sistema tripartito del mangue sin causar
neutralizaciones de contrastes. Como se aprecia, las realizaciones de los tres fonemas podrían haberse
acercado significativamente a las vocales medias, tales como [e], [ə] y [o], lo cual explicaría las
vacilaciones ortográficas más recurrentes.
2
En cuanto a la afirmación de Quirós (2002, p. 35) de que los tonos podrían condicionar la alofonía vocálica, existen algunos
estudios que apoyan esta posibilidad (Zee, 1980; Darwin, Pattison y Gardner, 1989), aunque la variación que ocasionan no
parece ser sistemática.
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Figura 1. Ilustración aproximada de cómo podrían haberse distribuido los alófonos de cada fonema en el sistema
trivocálico del mangue. Fuente: elaboración propia.
Con respecto a los rasgos distintivos que contrastaban los fonemas vocálicos, es evidente que
un solo rasgo se hacía cargo de la distinción entre los dos niveles de altura y que un rasgo binario sería
suficiente para contrastar /i/ y /u/ en la dimensión horizontal (aunque en el modelo de Clements y Hume,
1995, se involucrarían los rasgos monovalentes [coronal] y [dorsal]). En cambio, sin información
fonética más precisa que permita identificar patrones fonológicos, es imposible determinar el rasgo
correspondiente al eje horizontal para el fonema /a/.
3
3. Sistema consonántico
Quirós (1985, p. 93; 2002, pp. 49-66) presenta lo que él considera el inventario consonántico
del mangue. Este incluye tres oclusivas sordas (/p, t, k/), tres nasales (/m, n, ɲ/), dos fricativas sordas
(/s, h/),
4
una vibrante simple (/ɾ/), una aproximante lateral (/l/; clasificada por el autor como la única
líquida) y dos semiconsonantes (/w/, /ɩ/; la primera clasificada por el autor como bilabial y la última
como mediopalatal y alveopalatal).
La existencia de las series de oclusivas plenas sordas (/p, t, k/), nasales (/m, n, ɲ/) y fricativas
sordas (/s, h/) no es controvertida, ya que se observan claros ejemplos de estos contrastes en los datos,
3
Esto puede parecer irrelevante para la única vocal baja en un sistema triangular. Sin embargo, tal rasgo es necesario si
ocurren procesos fonológicos, tales como asimilaciones, en los que la vocal baja se agrupa con alguna de las otras vocales. Si,
por ejemplo, /a/ participara en un mismo proceso que /u/, /a/ sería necesariamente [+posterior] (o [dorsal]) a nivel fonológico,
ya que ese es el único rasgo que puede unir ambos fonemas.
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En Quirós (2002, p. 50), /h/ se presenta como nasal, pero tiene que tratarse de un error.
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y su evolución a partir del sistema reconstruido del proto-otomangue (Rensch, 1976; Kaufman, 1983)
está justificada.
El hecho de que el mangue tuviera los fonemas /p/ y /m/ es notable, pues una minoría de las
lenguas otomangues posee oclusivas bilabiales (Campbell, 1979, p. 914). Según Rensch (1976, p. 128),
/p/ se derivó del fonema labiovelar /*w/ del proto-otomangue, mientras que la nasal bilabial /m/ provino
de la secuencia /*nn/.
En los siguientes subapartados se examinan las series consonánticas (excepto la de las dos
fricativas, ya que no presenta ninguna particularidad) con mayor detalle y se proponen ciertos ajustes al
sistema presentado por Quirós (1985, 2002). Por tradición, la fricativa glotal [h] y las deslizadas [j] y
[w] se incluirán dentro de categoría de consonantes a lo largo de todo el artículo, a pesar de que presentan
el rasgo distintivo [consonántico], por lo que no se deben confundir los términos consonante y fonema
consonántico con el rasgo [+consonántico].
3.1. Oclusivas plenas
Como explica Quirós (2002, pp. 49-50), la oclusiva /t/ presentaba una alofonía ante la vocal alta
/u/ que se nota claramente en las grafías empleadas en las fuentes. Al parecer, esto sucedía sin importar
la realización exacta del fonema vocálico. En concreto, /t/ experimentaba africación y fricativización
ante /u/, con las realizaciones [ʦ] y [s], ya que se registran las grafías <ts>, <s> y <z> (y un caso de
<tx>) en este entorno. Empero, también se halla aproximadamente la misma cantidad de <t> que <ts>
ante /u/, lo cual insinúa que también se daría la pronunciación [tu] en muchas ocasiones. De las tres
realizaciones [t], [ʦ] y [s] ante /u/, la última parece haber sido la menos frecuente y también es la que se
diferencia más de [t] en términos fonéticos.
Como ejemplos de este proceso fonológico (todos reconstruidos con base en los datos
presentados en Berendt, 1874 y Quirós, 2002) se pueden mencionar /tuhmu/ [ʦuh.mu] caliente’ (donde
las fuentes solo emplean <ts>), /natuɾi/ [na.tu.ɾi ~ na.ʦu.ɾi] ‘chocuyo, lorito’ (donde las fuentes indican
pronunciaciones tanto con [t] como con [ʦ]) y /natuŋgi/ [na.ʦu.ŋgi ~ na.su.ŋgi] ‘niño’ (donde las fuentes
indican pronunciaciones con [ʦ] y [s]).
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Para el fonema /k/, Quirós (2002, p. 50) postula el alófono [ʧ] ante /i/, lo cual sería un proceso
parecido al de /t/ ante /u/, ya que involucra una africación. Sin embargo, la realización [k] parece haber
sido, por mucho, la más frecuente en este entorno; solo para la acepción ‘cabeza’, /ŋgukimu/, aparecen
grafías que aluden a una africada (<ch> y <tx>) y que contrastan con otra grafía que representa [k]
(<k>). También se encuentra la forma cochijo para padre’ en Berendt (1874), para la cual Quirós (2002,
p. 111) reconstruye la forma fonológica /kukihu/, pero esta última es más cuestionable, ya que el dígrafo
<ch> no contrasta con ninguna forma escrita con <k> en este caso.
La asibilación de oclusivas ante vocales altas es un fenómeno relativamente común a nivel
interlingüístico (Bybee y Easterday, 2019, p. 287) y ha sido descrita como el resultado de una extensión
del breve período de turbulencia en la transición entre una oclusiva y una vocal alta, lo cual le añade al
fonema oclusivo el rasgo [+estridente] en el caso de africación y provoca el rasgo [+continuo] en el caso
de fricativización (Kim, 2001; Hall, 2003). En mangue, tiene sentido que esta turbulencia se reforzara
justamente en la secuencia /tu/, y posiblemente en /ki/ en algunas ocasiones, debido a la distancia
horizontal entre las dos posiciones linguales en la transición entre ambos sonidos, a diferencia de
secuencias como /ti/ y /ku/, donde el desplazamiento de la lengua en el plano horizontal es mucho menor.
Cabe agregar que Fernández de Miranda y Weitlaner (1961, p. 19) reconstruyen el fonema
oclusivo glotal /*ʔ/ para el proto-chiapaneco-mangue, pero señalan que su fonemicidad es dudosa. No
hay indicios en las fuentes de la existencia de este fonema en el mangue. Según Fernández de Miranda
y Weitlaner (1961, pp. 19-21), algunas ocurrencias de /h/ en mangue podrían ser reflejos de /*ʔ/.
3.2. Oclusivas prenasalizadas
En las fuentes aparece una gran cantidad de grafemas que aluden a consonantes oclusivas
sonoras (<b, d, g>). La mayoría de las veces, estas se ubican detrás de una letra que representa una
consonante nasal. Quirós (2002) interpreta las oclusivas sonoras como alófonos de los fonemas /p, t, k/,
sonorizados por la nasal precedente. Además, afirma que los únicos grupos consonánticos en mangue
eran /mp/, /nt/, /nk/ y /ns/ y que estos podían manifestarse en posición inicial y media de palabra (Quirós,
2002, p. 66). No obstante, esta interpretación ocasiona un problema en la descripción de la estructura
silábica, como se explica a continuación.
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Las consonantes [p, t, k, s] son obstruyentes y ocupan una posición más baja que las nasales en
la jerarquía de sonoridad, por lo que el orden nasal-obstruyente en el ataque silábico va en contra de la
tendencia universal de estructuración silábica interna. Esta consiste en que, en las secuencias
consonánticas tautosilábicas, las consonantes más sonorantes se suelen ubicar más cerca del cleo
silábico (Nathan, 2008, pp. 47-53; Hayes, 2009, pp. 77-78). Hayes (2009, p. 78) estima que s del
99 % de las sílabas de las lenguas del mundo siguen este patrón.
En el caso del mangue, Brinton (1886, p. 8) señala que, inclusive en posición interior de palabra,
la nasal y la obstruyente se silabificaban juntas: «All syllables are open; that is, they all end in a vowel
sound. Thus nimbu, water, is to be divided ni-mbu». Este tipo de silabificación normalmente no ocurriría
si se tratara de dos fonemas individuales, especialmente no en una lengua con una estructura silábica tan
rígida con respecto a otras consonantes, tema que se trata con mayor detalle en el apartado 4.
De todos modos, cabe adelantar dos hechos de la fonotáctica del mangue que son relevantes
para la interpretación de los sonidos en cuestión. En primer lugar, el mangue no parece haber admitido
consonante nasal a final de sílaba. Por tanto, las grafías <mb, nd, ng> en posición interna no podrían
representar secuencias de dos consonantes heterosilábicas. En segundo lugar, aparte de las posibles
secuencias de nasal-oclusiva, se deduce de las fuentes que los únicos ataques silábicos complejos
permitidos en mangue consistían en una oclusiva oral seguida de [j], [w] o [ɾ]. Tal estructura respeta la
jerarquía de sonoridad y difiere diametralmente de una secuencia de nasal ante oclusiva.
Debido a los hechos mencionados, resulta muy difícil justificar por qué las secuencias anómalas
[mp], [nt], [nk] y [ns] se permitirían en ataque silábico en mangue, mientras que la mayoría de las
posibles secuencias de sonidos que se ajustan a la jerarquía de sonoridad estarían prohibidas.
Principalmente por esta razón, aquí se postula una serie de fonemas oclusivos prenasalizados: /mb, nd,
ŋg/ (con [ns] como alófono de /nd/, como se verá s adelante). De esta manera, se mantiene la
regularidad fonotáctica, ya que cada oclusiva prenasalizada constituye una sola consonante. Se opta por
usar los símbolos correspondientes a oclusivas sonoras en lugar de las sordas en la representación de
estos fonemas prenasalizados, puesto que, a juzgar por las transcripciones en las fuentes, la realización
sonora era la más frecuente. Sin embargo, como se explicará en la sección 3.6, el rasgo [sonoro] no
parece encontrarse activo a nivel fonológico para las consonantes del mangue.
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Este sistema sería muy similar al de una lengua como, por ejemplo, el fiyiano, donde una serie
de tres oclusivas prenasalizadas sonoras contrasta con una de tres oclusivas sordas y no ocurren
oclusivas sonoras sin prenasalización (Tak, 2011, pp. 139-141). Los resultados de experimentos
fonéticos (Maddieson, 1989) de la duracn de las consonantes en cuestión y las vocales precedentes
respaldan un análisis que incluye una serie de fonemas oclusivos prenasalizados sonoros (/mb, nd, ŋg/)
para el fiyiano. Desgraciadamente, nunca se contará con este tipo de datos del mangue.
Otro indicio de que las oclusivas prenasalizadas eran fonemas individuales en mangue es el
hecho de que Brinton (1886) reconoce que la nasalidad preconsonántica en mangue no era equivalente
a los segmentos nasales ante una consonante oclusiva en lenguas europeas y que las realizaciones se
asemejaban a las oclusivas prenasalizadas de las lenguas tupí-guaraní:
There is a similar resonant nasal in various South American tongues, especially the Tupi-
Guarani dialects of Brazil. It appears most frequently before the consonants b and d. Its
peculiarity is that it is not an expiratory sound, but a soft inspirate, and as such is claimed by Dr.
Nogueira to be a phonetic phenomenon confined exclusively to American tongues. (p. 9)
Tanto Fernández de Miranda y Weitlaner (1961, p. 21) como Rensch (1976, p. 129)
reconstruyen tres fonemas oclusivos prenasalizados sonoros para el proto-chiapaneco-mangue: /*mb,
*nd, *ng/. Según el análisis de Rensch (1976, p. 129), estos fonemas se desarrollaron a partir de
secuencias de nasal más oclusiva del proto-otomangue. Por lo tanto, de acuerdo con el punto de vista
del presente análisis, estos fonemas prenasalizados se mantuvieron en el mangue.
En las representaciones de los fonemas prenasalizados en las fuentes, predominan las grafías
que incluyen el símbolo de una nasal seguida de una oclusiva sonora: <mb>, <nd> y <ng>. Además, en
varias ocasiones, principalmente en posición inicial, se emplea solo el grafema de la oclusiva sonora
(<b>, <d> o <g>), sobre todo en el caso de /ŋg/. Esto puede ser un reflejo de que la prenasalización no
siempre fue percibida por los autores o de que estos fonemas se encontraban en proceso de convertirse
en oclusivas sonoras plenas, pues la mera sonoridad aseguraría el contraste con las oclusivas sordas.
De todos modos, también se registran varias ocurrencias de las secuencias grafémicas <mp>,
<nt> y <nk>, especialmente la primera, y unos muy pocos casos de otras grafías. Con respecto a la
representación de estos fonemas, no es posible identificar patrones ortográficos que se correlacionen
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con los autores ni con los lugares donde los datos fueron recogidos ni con la posición en la palabra
(inicial absoluta o interna), por lo que, aparentemente, presentaban cierto grado de alofonía en variación
libre.
Aunque, a primera vista, parece contraintuitivo que se presentaran alófonos sordos de estos
fonemas en entornos altamente sonoros, es importante recordar que las oclusivas prenasalizadas
provenían diacrónicamente de secuencias que incluían una oclusiva sorda y que no hay evidencias de
sonorización de oclusivas no prenasalizadas en ningún entorno en mangue. Por lo tanto, lo que causaría
la sonorización de las oclusivas prenasalizadas sería exclusivamente el componente nasal. La presencia
de alófonos sordos indicaría que el rasgo [sonoro] se encontraría inespecificado a nivel fonológico para
las oclusivas prenasalizadas. En consecuencia, el rasgo [sonante] de estos fonemas podría haber
ocasionado realizaciones sordas en ciertos casos, debido al fuerte vínculo entre obstruyentes y la
ausencia de sonoridad, tanto en esta lengua como a nivel universal (Botma y Veer, 2013, p. 46).
Algo que se evidencia claramente en las fuentes es que el fonema /nd/ sufría el mismo proceso
que /t/ ante /u/, por el uso de la grafía <ns>, y, en unos pocos casos, <nz>, en este entorno; ejemplos de
esto son monsu ‘uña’, nsuri plátano maduro’ y manzu ‘amigo’ (Berendt, 1874). No es posible
determinar si el sonido fricativo era sonoro o no, debido a que la letra <s> bien podría representar una
consonante sonora, así como la <z> podría aludir a una sorda, y los autores no hacen ningún comentario
al respecto. Los ejemplos anteriormente citados tendrían las siguientes formas fonológicas y fonéticas:
/mundu/ [mo.nsu ~ mo.nzu], /nduɾi/ [nsu.ɾi ~ nzu.ɾi] y /mandu/ [ma.nsu ~ ma.nzu]. En algunas ocasiones
también ocurre la grafía <nd> antes de /u/, lo cual sugiere que /nd/ podría haber retenido una realización
oclusiva en ciertos casos, del mismo modo que /t/. En cambio, /nd/ no parece haber presentado
pronunciaciones africadas. En lo que concierne al fonema /ŋg/, no hay ninguna transcripción que indique
una pronunciación africada ni fricativa ante /i/.
3.3. Nasales
El mangue también poseía una serie de tres fonemas nasales: /m, n, ɲ/. Estos contrastaban
claramente con las oclusivas prenasalizadas, ya que las fuentes son relativamente consistentes en su
diferenciación, con solo unos pocos casos de omisión de la parte oclusiva de las prenasalizadas. Además,
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pares mínimos como los siguientes también apoyan la distinción entre nasales y oclusivas prenasalizadas
(transcritos fonológicamente por la gran variación que podrían presentar los fonemas vocálicos): /muɾiu/
‘mañana’ vs. /mbuɾiu/ ‘camisa de mujer, gallina’; /ni/ ‘espina, piña’ vs. /ndi/ ‘dónde’ (reconstruidos con
base en los datos presentados en Berendt, 1874 y Quirós, 2002).
En cuanto a la nasal palatal /ɲ/, sus realizaciones compartirían el punto de articulación solo con
la deslizada [j]. Sin embargo, no se encuentra ninguna vacilación ortográfica entre símbolos que podrían
representar [ɲ] y [j] e, incluso, se halla el par mínimo [ɲu] ‘ceravs. [ju] ‘luna’ (formas reconstruidas
con base en los datos presentados en Berendt, 1874 y Quirós, 2002).
3.4. Líquidas
La consonante vibrante del mangue debe de haber sido una vibrante simple, por lo menos en
posición interior, dado que no se encuentra la grafía <rr> en las fuentes. Quirós (2002, p. 50) incluye
tanto /ɾ/ como /l/ en el inventario fonemático del mangue, pero no queda claro en qué se fundamenta
este contraste. En primer lugar, en el vocabulario mangue-español transcrito fonológicamente (Quirós,
2002, pp. 127-137),
5
que tiene un total de 344 rubros, el símbolo [l] aparece solo en cuatro ocasiones:
napalumu mecapal’, nkula ‘frente’, ñuli ‘culebra’ y ñumpulimi ‘elote’. Además, se incluye la entrada
ñuri ‘ave, pájaro, culebra, flor’, la cual definitivamente sugiere que no había contraste fonológico entre
[ɾ] y [l], pues se consigna el significado culebra’ tanto para ñuli como para ñuri. De hecho, Albornoz
(1870, p. 2) destaca justamente las palabras para ‘ave’, ‘culebra’ y ‘flor’ como un ejemplo de vocablos
que solo contrastaban mediante rasgos suprasegmentales en chiapaneco (véase el apartado 5 del
presente escrito). De la misma manera, se encuentran las formas ortográficas niri (Berendt, 1874) y nele
(Squier, 1860) para flor’, donde hay que recordar que [i] y [e] serían alófonos de un mismo fonema.
Por añadidura, en su vocabulario ordenado ortográficamente, Quirós (2002, p. 140) consigna la misma
transcripción fonológica,
6
/ntiɾi/, para las dos grafías dili y diri.
5
De acuerdo con el autor (Quirós, 2002, p. 127), la transcripción es fonética, pero se trata claramente de una transcripción
fonológica, puesto que se limita a utilizar los símbolos que representan los fonemas propuestos por él (p. 50), con lo que hace
caso omiso de toda la alofonía explicada en las secciones sobre la fonología del mangue (pp. 35-66).
6
Fonética según el autor.
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Rensch (1976, p. 130) también menciona la alternancia entre <r> y <l> en mangue, sin comentar
acerca del estatus fonémico de [ɾ] y [l]. El único par mínimo en el vocabulario de Quirós (2002) que
podría justificar la fonemicidad de /l/ es gula (Berendt, 1874) y goola (Squier, 1860) ‘frente’ vs. nkuɾa
y gura (Berendt, 1874) ‘pie’. Sin embargo, por tratarse de un solo caso, y por la existencia de varios
ejemplos que predican en contra de una distinción fonémica entre /ɾ/ y /l/, lo más probable es que ‘frente’
y ‘pie’ contrastaran por medio de rasgos suprasegmentales, al igual que ‘ave’, ‘culebra’ y ‘flor’.
En los cuatro casos citados de Quirós (2002), la [l] aparece en posición intervocálica, por lo que
este entorno podría ser el condicionante. No obstante, en Lehmann (1920) se observa una vacilación
ortográfica <r ~ l> en posición final: yauayor ~ nagual yol para ‘huevo’. Por otro lado, no aparece
ningún ejemplo de [l] detrás de otra consonante en las fuentes, por lo que el alófono lateral de /ɾ/ estaría,
por lo menos, restringido a entornos posvocálicos.
En conclusión, parece que el mangue contaba con un solo fonema líquido, cuya realización más
frecuente era [ɾ], pero con alófonos percibidos como [l] por los colectores de datos en ciertos casos.
3.5. Deslizadas
Las deslizadas son los sonidos también conocidos como deslizantes, semivocales o
semiconsonantes. Se distinguen tanto de las vocales como de las consonantes por presentar los rasgos
[silábico, consonántico]. Con base en las fuentes, es relativamente clara la existencia de las deslizadas
[j] y [w] a nivel fonético en mangue, ya que se presentan grafías como <y>, <i>, <gu> y <u> en
posiciones adyacentes a vocales. Verbigracia, de Berendt (1874) se pueden citar yokue ‘grande’, nyui
‘cordel, nigua’ y nagua ‘escarabajo’.
El estatus fonológico de las deslizadas es notoriamente controvertido en muchas lenguas (Hume,
1995; Padgett, 2008; Nevins y Chitoran, 2008; Soultatis, 2013; Hall, 2017) e, inclusive, en el español
(Mel’čuk, 2006, pp. 543-561). Levi (2008) muestra que, mediante el análisis de distintos procesos
fonológicos particulares de cada lengua, se puede determinar que algunas lenguas poseen deslizadas
fonémicas, mientras que en otras las deslizadas son realizaciones no silábicas de fonemas vocálicos,
además de que se pueden dar deslizadas de ambos tipos en una misma variedad lingüística.
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No obstante, debido a la escasez de información fonética y la falta de uniformidad ortográfica
en las transcripciones, los datos del mangue no son suficientes para determinar si estos sonidos tenían
estatus fonémico o si se trata de deslizadas derivadas de fonemas vocálicos en ciertas posiciones. Por
consiguiente, no queda claro si la forma fonológica de una palabra como [jukwi] ‘grande’ sería /iukui/
o /jukwi/.
3.6. ntesis y rasgos distintivos del sistema consonántico
En la Tabla 1 se resume el sistema de fonemas consonánticos del mangue, según se desprende
del análisis realizado a lo largo de este apartado. Como ya se ha mostrado, el inventario parece constar
de tres oclusivas plenas (realizadas como sordas), tres oclusivas prenasalizadas (realizadas
mayoritariamente como sonoras), tres nasales, dos fricativas y una líquida. El fonema nasal /ɲ/ se
categoriza como palatal, dado que se desconoce su punto de articulación exacto. No se incluyen fonemas
deslizados, ya que, como se ha señalado, ninguna información en las fuentes puede justificar el estatus
fonémico de estos sonidos.
Tabla 1. Fonemas consonánticos del mangue.
Bilabial
Alveolar
Palatal
Velar
Glotal
Oclusiva plena
/p/
/t/
/k/
Oclusiva prenasalizada
/mb/
/nd/
/ŋg/
Fricativa
/s/
/h/
Nasal
/m/
/n/
/ɲ/
Líquida
/ɾ/
A continuación, en el Tabla 2 se propone un sistema de rasgos distintivos rudimentario para el
inventario consonántico, con el fin principal de resaltar los contrastes fonológicos en el mangue. Los
rasgos relacionados con la posición del velo del paladar ([nasal] y [prenasalizado]) y la zona de
articulación primaria ([labial], [coronal] y [dorsal]) se consideran monovalentes.
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Tabla 2. Rasgos distintivos de los fonemas consonánticos del mangue.
/t/
/nd/
/s/
/n/
/ɾ/
consonántico
+
+
+
+
+
aproximante
+
sonante
+
+
continuo
+
+
nasal
prenasalizado
labial
coronal
dorsal
Como se aprecia en la tabla, los rasgos [labial], [coronal] y [dorsal] son suficientes para
diferenciar los puntos de articulación contrastivos. La nasal pronunciada alrededor de la zona del paladar
duro, /ɲ/, se clasifica como [coronal, dorsal] (cf. Hayes, 2009, p. 97; Morales-Front, 2014, p. 44). El
rasgo [sonoro] no se considera distintivo en el mangue, puesto que no es necesario para asegurar los
contrastes a nivel fonológico, y su valor positivo a nivel fonético viene implicado por otros rasgos
([+sonante] o [prenasalizado]) en todos los casos; por tanto, no se incluye en la tabla. Es importante
enfatizar que el rasgo [nasal], en este análisis, indica que todo el sonido se pronuncia con oclusión total
en la cavidad bucal y el velo del paladar descendido, por lo que las oclusivas prenasalizadas no presentan
este rasgo.
La mayor interrogante es cómo formalizar la prenasalización. Como muestra Herbert (1986, pp.
94-100), numerosas representaciones en términos de rasgos distintivos fueron propuestas durante las
primeras décadas de la fonología generativa. Más recientemente, los fonemas prenasalizados han sido
representados como segmentos de contorno en los que la nasalidad varía a lo largo de la realización, del
formato [+nasal nasal], siguiendo la propuesta de Sagey (1986), como en la clasificación de Barbour
(2012, p. 26) de los fonemas de la lengua neverver. En efecto, por su carácter complejo, es probable que
los fonemas prenasalizados sean mejor representados de alguna manera no lineal, aunque autores como
Steriade (1993) argumentan en contra, debido a la probable naturaleza monovalente del rasgo [nasal].
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Ya que un análisis extenso de la representación fonológica de la prenasalización queda fuera del
alcance de este artículo, se emplea en la Tabla 2 el rasgo [prenasalizado] con la misma justificación que
Herbert (1986, p. 94): no representa ningún sesgo teórico y sirve para cubrir cualquier estrategia que se
proponga para formalizar el fenómeno. Dicho de modo simplificado, indica que la primera parte del
sonido se pronuncia con el velo del paladar descendido y la segunda parte con el velo levantado.
Ahora bien, antes de abandonar el tema, también cabe considerar otra posibilidad: que los
fonemas prenasalizados del mangue ya hubieran llegado a fonologizarse como sonoros, de forma que el
rasgo [+sonoro] constituiría el contraste con la serie de oclusivas sordas. Esto se justificaría por el hecho
de que aparecen varios grafemas de oclusivas sonoras sin nasal precedente en las fuentes. Al respecto,
investigadores como Ohala (2011) y Wetzels y Nevins (2018) afirman que la prenasalización surge
como una estrategia para mantener o fortalecer la sonoridad contrastiva; Iverson y Salmons (1996)
proponen justamente que las oclusivas prenasalizadas en algunas variedades del mixteco, también de la
familia otomangue, son fonológicamente sonoras, de manera que la prenasalización se da a nivel
fonético como una manifestación de hipersonorización.
De todos modos, la situación del mangue no es directamente comparable: mientras que la
prenasalización en las variedades mixtecas y en muchas otras lenguas proviene históricamente de
oclusivas sonoras plenas, en mangue surgió a partir de secuencias que incluían un fonema nasal en la
primera posición. Por tanto, originalmente, no existía el contraste sordo/sonoro; de ahí que la nasalidad
no sea un resultado de hipersonorización a nivel diacrónico. Además, la presencia de algunos símbolos
correspondientes a oclusivas sordas detrás de nasales en las fuentes, si bien los casos son pocos, sugiere
que las oclusivas prenasalizadas no habían llegado a fonologizarse como sonoras al momento de la
extinción del mangue.
4. Estructura silábica
Poco se ha escrito en publicaciones anteriores sobre la estructura silábica del mangue. Como ya
se ha señalado, Quirós (2002, p. 66) sostiene que los únicos grupos consonánticos eran los que en el
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presente artículo se analizan como oclusivas prenasalizadas, pero el autor no aborda la fonotáctica del
mangue con mayor detalle.
4.1. Ataque silábico
Acerca de la familia otomangue en general, Campbell (1979) comenta que «syllable-initial
consonant clusters are limited» (p. 914). Lo que esclaro en el caso del mangue es que en un ataque
silábico sencillo (de un solo fonema) podía ocurrir cualquiera de los sonidos con el rasgo
[+consonántico]. Además, en esa posición podían aparecer los sonidos deslizados, como en las palabras
[ja.ŋgu ~ ja.gu] ‘agrio’, [nu.ja] ‘yuca’, [wa] ‘dary [na.ʦu.wa] ‘loro, lora’, así como la fricativa glotal
/h/, como en [ha] ‘dos’ y [ni.hi] ‘él, aquel, olote, diente, mula’ (todas reconstruidas con base en los datos
presentados en Rocha, 1842; Berendt, 1874; Lehmann, 1920, y Quirós, 2002).
En cuanto a ataques silábicos complejos, parece relativamente seguro que la deslizada labiovelar
[w] podía ocurrir detrás de consonante oclusiva no coronal: /p/, /k/, /mb/ o /ŋg/; por ejemplo, en
[na.kuh.pwi ~ na.koh.pwe] ‘cielo’, [ju.kwi ~ jo.kwe] ‘grande’, [mbwa.ju.ɾi ~ mbwa.jo.ɾe] ‘pene’ e [i.ngwi]
‘hombro’ (todos reconstruidos con base en los datos presentados en Berendt, 1874 y Quirós, 2002). Por
añadidura, unas pocas transcripciones que indican una [w] detrás de una oclusiva coronal podrían ser
muestras de que el punto de articulación de la oclusiva era irrelevante para este tipo de secuencia.
La palatal [j], aunque se hallan menos indicios al respecto, también puede haber ocurrido detrás
de oclusiva tautosilábica, como parece ser el caso en palabras como [nih.tju] ‘aire, viento’ y [ni.mbju]
‘machete’ (ambas reconstruidas a partir de los datos presentados en Berendt, 1874 y Quirós, 2002).
Quirós (2002, p. 93) también propone la secuencia [ɾj] para la grafía mborio de ‘gallina’ en Berend
(1874), pero las variantes nori y ñori para la misma acepción no apoyan una interpretación de la letra
<i> como representante de una deslizada en este caso.
Asimismo, hay varias transcripciones que insinúan que también la líquida [ɾ] podía aparecer
detrás de una oclusiva labial tautosilábica. Ejemplos de esta configuración serían [ku.pɾi.ma ~
ko.pɾe.ma] ‘beber’ y [na.mbɾu.mi ~ na.mbɾo.me] ‘carne, corazón, cuerpo, mosca’ (ambos reconstruidos
con base en los datos presentados en Squier, 1860; Berendt, 1874 y Quirós, 2002). Cualquier secuencia
de oclusiva ante [w], [j] o [ɾ] en el ataque silábico cumpliría con la jerarquía de sonoridad, ya que estos
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tres sonidos presentan los rasgos [silábico, +aproximante], de modo que se hallan entre las vocales y
las demás consonantes en la jerarquía.
4.2. Coda silábica
De acuerdo con Campbell (1979), una de las características de las lenguas otomangues es su
preferencia por sílabas abiertas: «most OM languages have only CV syllables except for those closed
with a glottal stop» (p. 914). Sin embargo, DiCanio y Bennett (2020) determinan que alrededor de la
mitad de las lenguas otomangues permiten codas silábicas.
En lo que concierne al mangue, hay numerosos ejemplos en las fuentes que indican la presencia
de [h] en coda silábica, tanto en posición interna como final de palabra, representada con <j>, <h> o
<s>
7
en las transcripciones. Algunas palabras que presentarían esta característica son [ni.kah.wi ~
ne.kah.we] jardín’, [uh.pu ~ oh.po] cántaro’, [nah.mu ~ nah.mo] ‘dinero’ y [na.mbuh] azada’ (todas
reconstruidas con base en los datos presentados en Rocha, 1842; Berendt, 1874 y Quirós, 2002).
Es relevante mencionar que Fernández de Miranda y Weitlaner (1961, p. 21) reconstruyen un
fonema /*hw/ para el proto-chiapaneco-mangue, el cual tendría los reflejos [hu], [hw] o [h] en mangue.
No obstante, en el caso del mangue tiene que tratarse de una secuencia de dos fonemas heterosilábicas,
dado que el sonido [h] también ocurre ante varios otros sonidos no vocálicos, como se aprecia en los
ejemplos anteriores.
Adicionalmente, las transcripciones en las fuentes indican que la deslizada [j] también podía
ocurrir en coda silábica, por ejemplo, en [haj.mbi] ochocientos’ y [ñuj] ‘cordel, mecate’ (ambos
reconstruidos con base en los datos presentados en Berendt, 1874 y Quirós, 2002). Con respecto a [w]
en la coda hay menos evidencia, con la transcripción nguniw ‘madre’ de Berendt (1874) como el único
ejemplo que claramente apunta a esta posibilidad.
4.3. Síntesis de la estructura silábica
Las sílabas sin ataque y las iniciadas con una sola consonante eran muy frecuentes en mangue.
Empero, también parecen haberse permitido ataques silábicos complejos que consistían en una oclusiva
7
La <s> sería un resultado de hipercorrección gráfica, causada por la frecuente aspiración de /s/ en el español nicaragüense.
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oral seguida de [j], [w] o [ɾ]. Estos tres sonidos forman un grupo natural, ya que son los únicos (junto
con [l], alófono del mismo fonema que [ɾ]) del mangue que presentan los rasgos [silábico,
+aproximante]. La clasificación de las oclusivas prenasalizadas como fonemas individuales, en lugar de
secuencias de dos consonantes, implica que el mangue permitía un máximo de dos fonemas en ataque
silábico.
A su vez, las sílabas abiertas eran las más frecuentes, pero también se atestiguan sílabas con una
coda que consistía en [h] o [j]. Ambos sonidos comparten los rasgos [silábico, consonántico], por lo
que forman un grupo natural que también incluye [w]. Por esta razón, se puede asumir que [w] también
se permitiría en esa posición, pero podría haber estado excluido como consecuencia de un hueco
arbitrario fonotáctico.
Si se ignoran los puntos de articulación, para los que parecen haber existido restricciones más
específicas, la sílaba máximamente compleja en mangue se puede representar de la siguiente manera:
[sil, sont, cont] [sil, +aprox] [+sil] [sil, cons].
5. Suprasegmentales
Todas las lenguas otomangues habladas hoy en día son tonales (Campbell, 2007a, p. 7;
Hernández, 2021, p. 1), probablemente como resultado de la existencia de tonos contrastivos en el proto-
otomangue. Por esta razón, es muy factible que el mangue también tuviera tonos léxicos, aunque en
ninguna de las fuentes aparece información precisa acerca de rasgos suprasegmentales.
De todos modos, la presencia de suprasegmentales contrastivos en el chiapaneco se constata en
la descripción de Albornoz (1870, p. 2), quien resalta explícitamente el contraste entre un «acento largo»
y un «acento breve». Al respecto, aparentemente con referencia tanto al chiapaneco como al mangue,
Brinton (1886) comenta lo siguiente:
Accent is of the utmost importance in both these dialects, and the identity to the eye of various
words as nyujmi, ear and smoke, arises from absence of proper accent marks in my authorities.
The words for bird, snake and flower are the same; but Albornoz gives this very example to
illustrate the importance of accent, nolō, a snake, nolô, a flower. (p. 9)
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No es posible deducir de la explicación de Albornoz si los contrastes del chiapaneco consistían
en cantidad vocálica o en tonos, ya que distintos tonos también tienden a influir en la duración de la
vocal. Sin embargo, lo más probable es que se trate de tonos, dada la existencia de contrastes tonales en
las demás lenguas otomangues. Por su cercanía genealógica con el chiapaneco y los varios conjuntos de
palabras homógrafas que se hallan en las transcripciones, también se puede sostener que el mangue
contaba con tonos contrastivos, pero el número exacto y la naturaleza de cada uno son imposibles de
determinar.
6. Conclusiones
Con base en el análisis fonológico del mangue realizado a lo largo de este artículo, se afirma
que la lengua contaba con un sistema vocálico de tres fonemas que exhibían una variación alofónica
notable, tal como concluye Quirós (1988, 2002). En cuanto al sistema consonántico, se postula un
inventario de doce fonemas, el cual incluye un contraste entre oclusivas plenas y prenasalizadas, y con
solo un fonema líquido. El estatus fonémico de los sonidos deslizados no ha sido posible de determinar,
pero se reconoce su existencia a nivel fonético.
También se ha indagado en la estructura silábica y se postula que el mangue permitía ataques
silábicos complejos con una oclusiva como primer elemento y un sonido [silábico, +aproximante] en
la segunda posición. En coda silábica se ha registrado la presencia de [h] y [j] y, posiblemente, [w]. Por
último, se afirma que el mangue presentaba tonos contrastivos.
Por un lado, los resultados de la presente investigación cimientan una descripción más detallada
de la estructura básica de la lengua mangue. Por otro lado, son relevantes para los estudios históricos de
la familia otomangue, la cual, de acuerdo con Kaufman y Justeson (2010, pp. 226-227), es la familia
mesoamericana más diversa y menos comprendida. La información fonológica del mangue que se ha
tomado en cuenta en indagaciones diacrónicas de esta familia siempre ha sido escasa, un inconveniente
que se espera contrarrestar parcialmente por medio del presente artículo. De todos modos, cabe recordar
que las fuentes de la lengua mangue presentan numerosas deficiencias, por lo que nunca se obtendrán
descripciones conclusivas acerca de ningún aspecto de este idioma.
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