InterSedes, Revista electrónica de las sedes regionales de la Universidad de Costa Rica,
ISSN 2215-2458, Vol XXI, Número 44, Agosto – Diciembre, 2020.
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SUBALTERNIDAD EN COSTA RICA: BRECHAS EDUCATIVAS Y OPORTUNIDADES
EN UNA SOCIEDAD GLOBALIZADA Y DIGITAL
SUBALTERNITY IN COSTA RICA: EDUCATIONAL GAPS AND OPPORTUNITIES IN
A GLOBALIZED AND DIGITAL SOCIETY
Luis Arturo Castellón Zelaya
1
Recibido: 24.03.20
Aprobado: 01.06.20
DOI: 10.15517/isucr.v21i44.43945
Resumen
Este artículo expone algunas reflexiones acerca de las desigualdades que afectan el
aprovechamiento de la educación pública costarricense para responder al contexto actual de
globalización y desarrollo tecnológico. A partir de aportes teóricos de Chakravorty-Spivak y Freire,
se discute la transformación de la alfabetización en el contexto de la cultura digital y las
oportunidades que representa para un desarrollo social mucho más equitativo en el país.
Palabras claves: Alfabetización digital; Brechas Sociales; Educación Pública; Subalternidad.
Abstract
This article exposes some reflections about the inequalities that affect to take advantage of Costa
Rican public education to respond to the current context of globalization and technological
development. Based on the theoretical contributions of Gayatri Chakravorty Spivak and Paulo
Freire, the transformation of literacy in the context of digital culture is discussed to take advantage
of opportunities for a more equitable social development in the country.
Key words: Digital literacy; Social Gaps; Public Education; Subalternity.
I. Introducción
Los cambios sociales y económicos de la sociedad costarricense y el mundo, junto con el
acelerado desarrollo de tecnologías, plantean importantes retos en términos de calidad de la
educación formal del país, como también, en el acceso a todas las personas sin exclusión. Junto a
estas aceleradas e inevitables transformaciones, la reciente pandemia global causada por el virus
1
Costarricense. Psicólogo. Educador. Docente en la Universidad de Costa Rica, Sede Guanacaste, Liberia,
Guanacaste, Costa Rica. Email: lcastellon1@gmail.com
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SARS-CoV-2, conocido como COVID-19 (acrónimo del inglés coronavirus disease 2019), ha
obligado a digitalizar aún más los procesos pedagógicos en los sistemas educativos del mundo
como parte de las medidas para evitar el contagio masivo (Ministerio de Salud, 2020).
Ante esta situación de emergencia sanitaria, el Ministerio de Educación Pública de Costa
Rica (MEP), en el año 2020, publica una guía con orientaciones para el proceso educativo a
distancia, en el cual se intensifica el uso de herramientas tecnológicas y la virtualidad como medio
para atender los procesos educativos. Esto implica una mayor aceleración y protagonismo en el uso
de los procesos virtuales para el ejercicio de la docencia, pero también evidenció una realidad en
el que existen desigualdades en el acceso a este tipo de recursos de una parte importante del
estudiantado costarricense y de la cual aún falta conocer el posible impacto en sus procesos de
aprendizaje.
Sin duda esto ha implicado nuevos retos para innovar y lograr un mayor acceso para
garantizar una mediación pedagógica con los estándares de calidad que espera el estudiantado a
nivel nacional. En este sentido, el sistema educativo costarricense debe partir de la heterogeneidad
de los diferentes grupos e individuos que componen la colectividad nacional para que haya un
acceso equitativo y aprovechamiento de la “IV revolución industrial del siglo XXI”, como lo
expone el Séptimo Informe del Estado de la Educación de Costa Rica (PEN, 2019).
Ante estas transformaciones, no puede dejarse de lado que los procesos de globalización ha
generado un impacto en los criterios de éxito o fracaso personal que se imponen en el mundo para
una vida en la que se depende cada vez más de tecnologías digitales. Esto ha generado muchos
beneficios para la juventud que cada vez se familiariza con el uso de medios digitales, pero también
implica cambios en las formas de interacción social y en los procesos de aprendizaje (Van den
Beemt, Akkerman y Simons, 2010).
Recientemente Jaynes (2020), ha documentado que el uso de la tecnología, sobre todo
aplicaciones denominadas redes sociales, han servido como medios de empoderamiento de la
juventud, en particular con importante uso del aspecto visual. Sin embargo, esto también ha
significado menos oportunidades para aquellas personas que no poseen conocimientos y acceso al
uso de las TIC. Según la UNESCO (2019), se han genera desigualdades en la calidad y el acceso a
la formación educativa que requiere el sistema económico global, precisamente porque en una
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economía de mercado se privilegia a los sectores sociales con mayor poder económico que pueden
costearse una educación de mayor calidad y acorde a las necesidades del mercado global, lo que
excluye a quienes no pueden pagarlo.
Por ello, la educación blica costarricense representa un medio clave para el progreso de
los grupos subalternos menos favorecidos, lo que posibilite disminuir brechas sociales para
alcanzar una sociedad equitativa con mejores índices de desarrollo humano en este contexto de
globalización y trasformación digital. Y es sobre este aspecto que resulta útil la teoría poscolonial
de Chakravorty-Spivak (2009) en su análisis de lo “subalterno”, refiriéndose a los grupos que
enfrentan diversas situaciones de opresión en una sociedad.
Cabe aclarar que para la autora, dicho concepto no se refiere a una categoría monolítica que
agrupa a todos los sectores oprimidos por igual, o en la que se presume una identidad y conciencia
unitaria del individuo, sino que implica la heterogeneidad que caracteriza a los grupos sociales y
el cambio permanente en cada persona. La subalternidad permite resaltar la diversidad y
complejidad de los grupos menos privilegiados u oprimidos y sin que esto implique una distancia
entre estos y quienes hacen el ejercicio teórico o incluso por son parte de la puesta en práctica de
políticas públicas.
Esto implica que un análisis de la subalternidad debe partir, en primera instancia, del
insurgente o subalterno, algo que según la autora, resulta difícil en la práctica porque hay una
complicidad entre el sujeto y el objeto de la investigación, algo que no permite una mirada
realmente objetiva. Se plantea así que la posibilidad de acción se relación a lo que Gramsci quería
decir con «elaboración»:
Puede proponerse que su trabajo presupone que todo el socius, por lo menos en tanto
objeto de su estudio, es lo que Nietzsche llamaría una fortgesetzte Zeichenkette: una
«cadena-de-signos continua». La posibilidad de la acción reside en la dinámica de
desorganización de este objeto, en la ruptura y reeslabonamiento de la cadena. Esta línea
argumental no contrapone la conciencia al socius, sino que ve en ella misma algo
constituido como (y en) una cadena semiótica. Se trata entonces de un instrumento de
estudio que participa de la naturaleza de su objeto de estudio. (Chakravorty-Spivak, 2008,
p.35)
Desde esta perspectiva se considera que la posibilidad de acción implica una reelaboración
simbólica de los objetos que son parte de la realidad de las personas. Lo anterior no deja de ser
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complicado, puesto que una definición de un objeto en un concepto puede implicar una reducción,
al eliminar parte de su complejidad o cualidad histórica. Por ello, el deseo de alcanzar una
concientización de la persona subalterna hacia una conciencia de su realidad “estado puro” es
quizás una tarea imposible.
No obstante, un objetivo realista buscaría un mayor empoderamiento de las personas para
mejorar sus condiciones de vida. Estos aportes se complementan con la propuesta educativa
liberadora de Freire (2005), considerada vigente y necesaria de retomar en este nuevo siglo. Sobre
todo se destaca la necesidad de generar un proceso de concientización de las personas oprimidas a
través de la alfabetización, en tanto debe ser entendida como un medio de transformación social
que facilita una aproximación crítica de la realidad.
Autores como Cassany (2012), Castells (2014) o Turkle (2011), han señalado que hay
transformaciones para la vida social relacionados con la revolución digital y aún hoy no hay certeza
del potencial y alcances que están por venir. Bajo esta perspectiva, en este texto se busca
problematizar el panorama que se enfrenta en la actualidad, ante una realidad en la que hay
inequidades que limitan las oportunidades que pueden ser impulsadas por el sistema educativo para
afrontar desafíos de un mundo globalizado y cada día más dependiente de la tecnología.
Como punto de partida, se expone la complejidad que implica la noción de alfabetización
en este momento histórico de progreso tecnológico. Posteriormente, se describen aportes de la
pedagogía critica de Freire (2005) y la educación estética de Gayatri-Spivak (2012) para abordar
la cuestión de la subalternidad en la era de la globalización. Finalmente, se destacan las
oportunidades para un mejor aprovechamiento de las TIC en los procesos educativos.
II. Alfabetización: un concepto complejo
Actualmente la noción de alfabetización es mucho más amplía y compleja al ser un
concepto que se transforma junto con el desarrollo de tecnologías diversas y nuevos conocimientos
en el mundo. Esto significa que la idea de solo aprender a leer y escribir códigos en papel no sería
suficiente y supone desafíos importantes para el diseño de las políticas educativas del país.
Si bien el concepto de alfabetización parte del sentido más básico de la lectoescritura
tradicional, actualmente también se refiere a un proceso que incluye los entornos digitales. De
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hecho, según la UNESCO (2011) la alfabetización digital implicaría habilidades para leer e
interpretar información disponible en medios digitales, reproducir datos e imágenes a través de la
manipulación digital, e incluso evaluar y aplicar el nuevo conocimiento obtenido en este tipo de
entornos.
En este contexto, Cassany (2012) plantea que el desafío de la educación es estimular la
capacidad crítica del estudiantado y las habilidades estratégicas para que desarrollen el potencial
para discriminar información relevante, leer y escribir desde medios digitales, algo indispensable
para desenvolverse en el mundo contemporáneo. La ciudadanía del siglo XXI implica así
competencias para utilizar y aprovechar los recursos tecnológicos disponibles y en constante
actualización, herramientas que posibilitan la comunicación, localización, evaluación, uso o
creación de información.
Al respecto, Gutiérrez (2009) expone que desde una perspectiva semiótica, el concepto de
lectura en este contexto de digitalización abarcaría un conjunto de usos e intercambios de códigos
diversos, tales como la imagen, los espacios, las gramáticas cifradas de los códigos de una máquina
o hasta las codificaciones magnéticas, legibles únicamente para los artefactos ópticos. Es decir,
esto supone que la alfabetización digital es parte de una paulatina transformación de la cultura que
ha encontrado en otros sistemas simbólicos alternativas para producir, circular y apropiar
significados y conocimientos. Al considerar estos cambios que inciden en los procesos educativos
del mundo contemporáneo, cabe resaltar la importancia del acceso equitativo a una formación
académica que responda a las necesidades de la población costarricense en el contexto de una
sociedad globalizada y digital. Sin embargo, aspectos como el uso de diseños curriculares
educativos que aún responden a una educación tradicional que no contempla la inclusión de la
tecnología en los procesos educativos impiden este objetivo.
Además de esta limitación, en la práctica el sistema se enfrenta a la necesidad de incluir de
mejor manera las características particulares de los grupos sociales, de la diversidad cultural o
regional y superar el obstáculo de las desigualdades económicas que hay en el país. Esto se
evidencia en información que se expone en informes recientes del Estado de la Educación en Costa
Rica (PEN, 2019). Se describe problemáticas existentes en términos de limitaciones y desafíos que
generan desigualdades en la calidad de la educación que se imparte en el país. Un ejemplo de ello
son las situaciones que enfrentan las poblaciones que residen en zonas rurales del país, sobre todo
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aquellas que viven en situación de pobreza, con bajo nivel de escolaridad, limitaciones por la
condición de género, como ser mujer y jefa de hogar, la edad, entre otros factores.
Muchas de estas personas tienen menos acceso a recursos tecnológicos o no cuentan con
conocimientos previos y habilidades para aprovechar el uso de la tecnología si se compara con
quienes residen en zonas urbanas del país. En el séptimo informe, el más reciente, se advierte:
Es un sistema que, si no es sujeto a cambios sustantivos, seguirá reproduciendo los
resultados insatisfactorios que ha venido midiendo el Estado de la Educación, los cuales le
impiden al país enfrentar, adecuadamente, los desafíos en desarrollo humano y los nuevos
retos de la cuarta revolución industrial. (PEN, 2019, p.15)
Estos datos muestran una realidad macrosocial del país y evidencian que en ese escenario
no se logra el propósito liberador de la educación que propone Chakravorty-Spivak (2012). Esta
autora, tomando como referente ideas de Antonio Gramsci, sugiere que se debe promover un
cambio epistemológico, tanto a nivel intelectual como en el empoderamiento de los grupos
subalternos. Se parte de que hay problemas de equidad relacionados con la globalización
económica en todo el mundo y que, por tanto, deben buscarse posibles alternativas que puedan
contrarrestar los mecanismos de opresión y mejorar la calidad de vida de los diversos grupos que
coexisten en una sociedad. Entonces, la autora retomando ideas de la pedagogía crítica, supone que
la educación es un dispositivo que posibilitaría dicho empoderamiento y que de al pueda surgir
una fuerza contrahegemónica.
Pero la tarea no es sencilla a pesar de que se ha declarado la educación como un derecho
universal. Por ejemplo, según la UNESCO (2017), lograr más del 95% de alfabetización es gran
logro para cualquier país, como es el caso de costa Rica, pero ante los nuevos retos y conocimientos
que se requieren para acceder a oportunidades de empleo bien remunerado, esto no es suficiente:
Esta preocupación global por las políticas educativas y de formación para la juventud no es
sorprendente en un contexto en el que el desempleo mundial se eleva y la juventud continúa
siendo afectada desproporcionadamente por menores oportunidades de empleo, así como
por el acceso a trabajos más informales y precarios. (UNESCO, 2017, p.5)
En este escenario complicado, la niñez y juventud serán las poblaciones más afectadas si
no se superan estas brechas de conocimiento. Lo preocupante de esta situación, es que un país como
Costa Rica ha invertido para lograr una cobertura total del sistema educativo público, sobre todo
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en el ciclo de primaria, pero que ahora debe pensarse en ir más allá de solo enseñar a leer y escribir,
así como no excluir las diferencias culturales o regionales que son parte de esta sociedad.
Esta complejidad de los nuevos saberes se refiere a lo que la UNESCO (2005) denomina
“sociedades del conocimiento” y que, si bien no es algo totalmente nuevo, se ha vuelto más
complejo a partir del desarrollo tecnológico y el aumento de las relaciones interculturales que han
posibilitado el comercio o el turismo desde finales del siglo XX. Dicho concepto implica que hay
siempre diferentes formas de conocimiento y cultura que intervienen en la edificación de las
sociedades, pero que ahora están muy influidas por el progreso científico y técnico moderno.
En este sentido, para Chakravorty-Spivak (2012) la tecnología puede generar un simulacro
de aprendizaje seductor pero también plantea desafíos. Según la autora, las nuevas formas de
comunicación digital están ligadas al fenómeno de la globalización, tiene un contenido narrativo
(o al menos descifrable), y puede utilizarse para la manipulación política, la gestión de crisis o
limitar los daños que podría generarse con el uso de la tecnología. En este contexto, la autora
considera que se hace necesario una educación que promueva el pensamiento crítico y que sea
capaz de empoderar a los subalternos. Una postura similar a la propuesta liberadora que propuso
Freire (2005), para quién una educación que problematice la realidad del estudiantado puede ser
un instrumento de cambio social para erradicar la opresión.
Investigaciones sobre el uso de medios digitales como las de Van den Beemta, Akkerman
y Simons (2010), parecen confirmar el aporte de las TIC en la población adolescente y adulta joven,
menor de 30 años, en generar nuevas formas de interacción y acceso a la información. Jaynes
(2020) incluso brinda información de las posibilidades que esto ha generado en años recientes en
términos de negociación entre pares, sociabilidad, criterios de confianza, entre otros.
Por este motivo, en la era de la alfabetización digital, las personas deben tener acceso
equitativo a los recursos tecnológicos y desarrollar el pensamiento crítico para beneficiarse de los
conocimientos y oportunidades de este periodo histórico. Esto se refleja en un empoderamiento
social e implica que las personas sean capaces de participar en diversos ámbitos de la vida social.
Por el contrario, las inequidades generan brechas de conocimientos y con ello, desigualdades
sociales y económicas que se relacionan con la opresión de una parte de la sociedad. A nivel
práctico, si el subalterno está en estado de opresión, su voz no adquiere estatus dialógico, no es
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capaz de expresar sus intereses y ser tomado en cuenta en la toma de decisiones de la sociedad de
la que es parte.
III. Una educación estética: alternativas en la era de la globalización.
Los desafíos que presenta la globalización, determinada por el sistema económico
capitalista suponen, según Chakravorty-Spivak (2012), que la práctica pedagógica sea
imprescindible como recurso e instrumento para hacer posible la justicia social y la práctica de la
democracia. Plantea la necesidad de que la educación sea estética y por ello abre la discusión del
lugar de las artes y las humanidades de cara a los retos impuestos por el capitalismo global. Se
puede partir de algunos logros de las naciones democráticamente constituidas como la costarricense
al universalizar la educación. De hecho, como consecuencia a las nuevas demandas de formación,
el Estado costarricense ha hecho esfuerzos importantes para lograr una cobertura total de la
educación en el ciclo de primaria y secundaria, y con ello, ha logrado “alfabetizar” a prácticamente
todos los ciudadanos del país.
Sin embargo, esto no contempla la complejidad de los nuevos conocimientos que requieren
las sociedades actuales ante una brecha en cuanto al acceso a recursos con que cuentan centros
educativos en zonas rurales con respecto a aquellos ubicados en zonas urbanas, así como entre la
educación pública y la que ofrecen centros privados. Por ejemplo, según hasta el año 2016, de
las 3.731 escuelas públicas, solamente el 4,7% ofrecía el plan de estudios completo con asignaturas
denominadas especiales como artes plásticas o educación física (PEN, 2017). Además, se plantea
que el perfil de los docentes se caracteriza por mostrar usos básicos de las TIC en el aula y bajos
niveles de aprovechamiento. Es decir, se evidencia un avance lento en estas áreas del conocimiento
y no necesariamente implica que haya una adecuación curricular para las distintas poblaciones
distribuidas en el territorio nacional.
Hay desigualdades significativas en la calidad educativa que se ofrece en el país y que sobre
todo los datos oficiales no toman en cuenta la heterogeneidad de las poblaciones a la que van
dirigidas. Hasta ahora, un aspecto positivo es que se ha garantizado que esta oferta educativa sea
obligatoria y gratuita para toda la ciudadanía, pero no es suficiente para promover una relación de
equidad entre sectores sociales que reproducen relaciones de dominación y subordinación
respectivamente. En este caso, el reto es que se logre la equidad para que la educación pueda
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promover una práctica realmente democrática y representativa de todos los sectores de la sociedad
costarricense. Así, lo que Chakravorty-Spivak (2009) denominaría subalternos, lo representan
grupos sociales en desventaja por aspectos como la etnia, nacionalidad de origen, el lugar de
residencia, el aspecto económico, el género, entre otros, que se mantienen bajo la dependencia de
las políticas de los grupos de poder que toman decisiones de tipo centralizadas, y que se evidencia
con índices de menor desarrollo humano que los ciudadanos que residen en el Área Metropolitana
de Costa Rica.
Un ejemplo de esta exclusión en el país lo describe Sánchez (2016). Para ella, los pueblos
indígenas están aislados y en desventaja del resto de la sociedad civil, lo que representa condiciones
de vida limitadas en términos económicos, de toma de decisiones, o el acceso a oportunidades de
crecimiento personal o comunal. La educación y las políticas sociales, en este caso, no ha sido
suficiente para empoderar y mejorar la calidad de vida de muchas de estas comunidades. Otro
ejemplo lo brindan Ovares, Méndez, Torres y Cerdas (2007), describen el proceso vivido por las
poblaciones rurales, la indígena e incluso de migrantes, quienes han sido excluidos de muchas de
las oportunidades educativas que se ofrecen en el país. Los autores exponen el impacto del acceso
a la tecnología en la educación y la brecha digital que se ha generado en el país, sobre todo porque
la oferta educativa en las zonas rurales aún no responde del todo a necesidades de una sociedad
globalizada y tecnológica.
Bonilla (2008), por ejemplo, plantea que los habitantes de zonas rurales son afectados por
una serie de dificultades que limitan su desarrollo integral. Algunos de estos factores son el
aislamiento geográfico, las pocas fuentes de trabajo y la falta de programas de desarrollo
comunitarios acordes con las necesidades reales de estos pobladores, entre otros posibles. Para esta
autora, estas limitaciones provocan dificultades para que las personas que residen y estudian en
estos contextos, puedan mejorar su calidad de vida. De modo que las desigualdades pueden generar
que las personas que son menos favorecidas no se sientan representadas y no tengan un sentido de
pertenencia hacia gran parte de la sociedad o incluso no haya posibilidad de un dialogo real, porque
no tienen capacidad de ser escuchadas, sin un “otro” que preste atención a sus necesidades
particulares. En cuanto a este aspecto, Butler y Chakravorty-Spivak (2007) consideran que la
globalización ha generado ciertas transformaciones culturales que se orientan a la pérdida del
sentido de pertenencia a un Estado o nación.
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Las autoras proponen la idea de que haya una voz para los subalternos, una voz que sea
capaz de interrumpir, de estar en relación con un otro u otra y crear así un verdadero dialogo. De
esta manera se rechaza el “fonocentrismo” para que la voz pueda estar en codependencia con ese
o esos otros y lograr el objetivo de la comunicación. Así, se pretendería promover una mayor
participación de los subalternos en las estructuras de decisión, respetando sus concepciones y
particulares formas de organizar y articular la realidad y aprovechando una educación que responda
a sus necesidades. Como proyecto democrático, las personas se pueden apropiar del uso de las
tecnologías y, como lo plantea Jaynes (2020), puedan desarrollar y potenciar sus habilidades,
creatividad e incluso, compartir conocimientos en nuevas formas de socializar a partir del
empoderamiento que les facilita el uso de las TIC. En consecuencia, se busca que las prácticas
locales sirvan para lograr el objetivo emancipatorio, el cual puede estimularse desde los contextos
escolares:
En este sentido, el reto en los contextos escolares es que los estudiantes exploten los recursos
que tienen a su alcance, por lo que habría que enseñar métodos de búsqueda, a distinguir las
fuentes confiables, así como promover el desarrollo de un pensamiento crítico que les permita
usar la información y enfrentar la realidad que viven de una forma autónoma, crítica y libre.
(Hernández, Cassany y López, 2018, p.19)
Esto implica que en el ejercicio de la práctica docente, debe considerarse las circunstancias,
condiciones sociales y culturales que influyen los procesos educativos. Can base en ello, el
aprovechamiento de las TIC estaría relacionado con las prácticas comunicativas de cada grupo
social particular, lo que obliga a tener un enfoque de trabajo comprensivo y situado a cada contexto
especifico. Esto debe suponer un análisis riguroso que pueda detectar los posibles beneficios pero
también los efectos colaterales o latentes producidos por el uso de las tecnologías digitales. El
énfasis debe estar orientado, según Hernández, Cassany y López (2018), en promover recursos
idóneos para aprender, informarse, socializar o expresarse. A su vez, el estudiantado también
requiere aprender a detectar los espacios no regulados y peligrosos en la internet, donde la
información pueda ser ofensiva o generar algún tipo de perjuicio para las personas.
III. Oportunidades de las TIC para la educación costarricense
El análisis hasta ahora permite destacar que si bien hay inequidades en el acceso y
aprovechamiento de la tecnología de una parte del estudiantado costarricense, también se presentan
oportunidades para mejorar las condiciones del sistema educativo. No es solo lograr una cobertura
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total para disminuir la brecha digital, sino que debe servir para buscar una integración de las TIC
de manera que facilite los procesos de aprendizajes en los distintos niveles educativos. Carrera
(2016) describe que con el uso apropiado de la tecnología es posible una mayor para el manejo de
los tiempos por parte del estudiantado. Algunas actividades no requieren asistir de manera
presencial a clases y las actividades las puede realizar en cualquier lugar donde se encuentre.
Esto promueve una mayor autogestión del aprendizaje. De esta manera, cada estudiante
puede asumir una mayor responsabilidad y disciplina para lograr su propia formación. El rol
docente es fundamental porque requiere que sean profesionales que supervisen y evalúen el proceso
formativo de cada estudiante, además de facilitarles actividades y materiales didácticos
previamente diseñados para lograr los objetivos de aprendizaje.
Claro está que esto implica tener metas claras y definidas, así como necesidades específicas
para cada nivel educativo, así como promover un aprendizaje que sea acorde a su entorno
sociocultural. Es por ello que se considera que las TIC pueden ser aliadas y una importante
alternativa para el futuro de la educación en el país, no solo en tiempos de pandemia, con beneficios
como el ahorro en cuanto a tiempo y desplazamientos, y sobre todo una flexibilidad para el
estudiante y docentes. Rojas (2017) plantea que con un adecuado aprovechamiento de la tecnología
se optimizan muchos procesos, tiempos o recursos humanos. Esto impacta la productividad de los
procesos de enseñanza y aprendizaje porque se puede aprovechar de mejor manera la ejecución de
tareas complejas que demanda la sociedad en la era digital.
En este escenario, el sistema educativo deberá estar orientado en el desarrollo de
competencias digitales en las personas estudiantes. Esto supone promover el desarrollo de
actitudes, conocimientos y habilidades necesarias para el manejo de dispositivos y aplicaciones
tecnológica, así como un desempeño en actividades concretas que requieran el análisis y resolución
de problemas a partir del uso de estos recursos. Fallas y Trejos (2015), se resumen algunos aportes
de las TIC en los procesos educativos:
Posibilitan tanto al estudiantado como a profesionales de la educación, experiencias de
conocimiento que serían difíciles de lograr en algunos contextos por la lejanía, el tiempo o
condiciones geográficas, entre otras.
Son potenciadores de las habilidades intelectuales.
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Sirven como medios expresivos para comunicar ideas, los sentimientos y las opiniones del
estudiantado o docentes.
Permite mantener de manera estable o incluso inalterable la información, puesto que se
puede conservar y almacenar la información en diversos dispositivos.
Los recursos utilizados son, al mismo tiempo, medios de información y objeto de estudio
porque se requiere aprender a interactuar con estos en la cotidianidad.
Estos y otras ventajas que se han señalado en este texto se consideran como necesarias de
considerar en un futuro en el que se tendrá que convivir cada día más con la tecnología. Costa Rica
no puede quedarse atrás y las situaciones que se han experimentado en el año 2020 ocasionadas
principalmente por la pandemia del Covid-19, son ejemplos de la necesidad de convivir con la
tecnología en diversos ámbitos de la vida en sociedad.
En la educación pública, las TIC son un aporte importante para lograr los objetivos de
aprendizaje y facilitar muchos procesos educativos. Pero al mismo tiempo permiten dotar al
estudiantado de criterios para la toma de decisiones acerca del uso de dichos medios en la sociedad,
un empoderamiento que es acorde con las ideas de Freire (2005), Chakravorty-Spivak (2012) o
Cassany (2012). El proyecto de una educación problematizadora y desarrollo de pensamiento
crítico es siempre necesario en tiempos de alfabetización digital. El uso de tecnología digital,
herramientas de comunicación, la evaluación y creación de datos, es crucial que sea descolonizado
para no ser solo consumidores de información sino también creadores de conocimiento.
IV. Conclusiones
El aporte teórico citado en este ensayo, sobre todo autores como Freire (2005) o
Chakravorty-Spivak (2012) posibilitan comprender la educación como un medio de liberación de
las personas, al menos desde las posibilidades de un conocimiento que permita una toma de
conciencia de la realidad social que les rodea y orientado hacia la transformación para la búsqueda
de mejores condiciones de vida. Son perspectivas humanistas que se orientan hacia la búsqueda
permanente de estrategias para el desarrollo del pensamiento crítico del estudiantado en los
diversos escenarios educativos que son parte del sistema educativo de Costa Rica.
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Aunque Freire (2005) escribió sus ideas en un contexto con un menor desarrollo tecnológico
en la segunda mitad del siglo XX y murió sin conocer los avances de los medios digitales
disponibles hoy en día, sus aportes son muy relevantes y complementan con ideas más recientes
de Chakravorty-Spivak (2008, 2009, 2012) en la lucha constante por disminuir las inequidades y
brechas entre los distintos grupos o colectivos que son parte de las sociedades del mundo. En el
caso de Costa Rica, es necesario buscar alternativas educativas y desde las políticas económicas
para disminuir las brechas en el ámbito digital y que de esta manera, se posibilite una mayor
democratización del conocimiento, la potenciación del aspecto creativo de cada individuo y que
sirva como medio de resistencia para luchar contra las diversas formas opresión.
El alcance de esta reflexión es insuficiente para captar muchos de los aportes de la postura
descolonizadora de estos autores, pero es un intento por retomar ideas críticas que quizás en años
recientes se han mantenido marginadas o incluso olvidadas por algún sector de la academia
orientada por paradigmas de tipo positivista. Sus propuestas, junto con ideas más recientes y
contextualizadas al contexto de cultura digital de autores Cassany (2012), suponen trascender el
ámbito educativo para buscar trasformaciones orientadas hacia el bienestar colectivo, y con ello
luchar contra la inequidad y opresión que afecta a muchas personas en el mundo contemporáneo.
No se trata de homogeneizar el conocimiento en todas partes, sino de aprovechar la heterogeneidad
y complejidad de los distintos grupos sociales en Costa Rica y aumentar sus posibilidades de
desarrollo social y económico. Esto resulta fundamental en un país en el que una quinta parte de
su población vive en condiciones de pobreza y en el que se hace necesario comprender como les
afecta las transformaciones digitales en distintos aspectos de su vida.
En esta era digital del siglo XXI, es imperativo considerar los diversos aspectos que
implican las nociones de alfabetización digital y conocimiento, lo que puede ser también una
oportunidad para mejorar las condiciones de vida en un futuro en el que se espera se requerirá un
mayor uso de entornos virtuales para estudiar o trabajar. Costa Rica y demás países de
Latinoamérica, aún considerados con menor desarrollo, presentan muchas limitaciones económicas
e infraestructura que no les permite aprovechar este contexto de globalización digital. Cabe tener
esperanza en un futuro mejor. La crisis sanitaria que afecta al país y el mundo es una posibilidad
para invertir con mayor agresividad en la modernización de los sistemas educativos desde una
estrategia que respete las diversidad sociocultural de las comunidades de cada región del país.
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No se trata de destruir la diversidad y riqueza local de las comunidades, pero sí de dotarlas
de las herramientas para ofrecerles oportunidades de autorrealización a sus habitantes. Es claro que
hay que orientar los esfuerzos para que se pueda superar los obstáculos que impiden una verdadera
equidad en la educación, donde se garantice la misma calidad de los procesos de aprendizaje para
cada estudiante del país. El papel del Estado es fundamental para asegurar una equidad de
oportunidades en cuanto a desarrollo personal y profesional de cada ciudadano, sin importar la
región en que habite. La capacidad de hacerse escuchar y dialogar para una convivencia en este
nuevo siglo implica una mediación digital, lo que obliga a adaptarse a esta realidad, sin olvidar que
debe aspirarse a alcanzar los más altos índices de desarrollo humano y de justicia social. Hay
muchos desafíos e incertidumbre hacia el futuro, pero la esperanza debe prevalecer.
Referencias
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