Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe

Vol. 17, No. 1, Enero-Junio, 2020

El cuerpo mutilado de la Gran Guerra. Discapacidad y género en el retorno de un aviador costarricense1

Artículos científicos (sección arbitrada)

El cuerpo mutilado de la Gran Guerra. Discapacidad y género en el retorno de un aviador costarricense1

The Mutilated Body of the Great War. Disability and Gender in the Return of a Costa Rican Aviator

O corpo mutilado da Grande Guerra. Deficiência e gênero no retorno de um aviador da Costa Rica

Dennis Arias Mora *
Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica

El cuerpo mutilado de la Gran Guerra. Discapacidad y género en el retorno de un aviador costarricense1

Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, vol. 17, núm. 1, 2020

Universidad de Costa Rica

Recepción: 13 Mayo 2019

Aprobación: 14 Octubre 2019

Resumen: Este artículo estudia la experiencia de mutilación corporal sufrida por el aviador Tobías Bolaños Palma (1892-1953) durante la Gran Guerra (1914-1918), contrastando las nociones sobre el cuerpo en países combatientes que desarrollaron un modelo de rehabilitación de la discapacidad, con las de medios de prensa y de la diplomacia costarricense que siguieron el caso. Empleando reportes diplomáticos, periódicos y revistas culturales, y considerando la perspectiva de género que marcaba la experiencia física de la guerra, se analiza el ingreso de Bolaños en la aviación francesa, su vivencia corporal y los significados sociopolíticos y corpóreos de su regreso al país. Con esto puede verse que, a diferencia del valor político y económico que tuvo la mutilación masiva entre las asociaciones de veteranos de algunos países combatientes, el caso individual de Bolaños se vio enfrentado al prejuicio social y corporal de diplomáticos, políticos y medios costarricenses y a los usos ideológicos que de su retorno hizo la dictadura de los Tinoco (1917-1919), asuntos que el propio Bolaños sorteó de distintas maneras.

Palabras clave: Primera Guerra Mundial, aviación, Costa Rica, Historia del cuerpo, rehabilitación.

Abstract: This article studies the experience of mutilation suffered by the aviator Tobías Bolaños Palma (1892-1953) in the Great War (1914-1918), contrasting the notions of (human) body in combatant countries that developed a model of disability rehabilitation with those of the press and the Costa Rican diplomats that followed the case. Using diplomatic reports, newspapers and cultural magazines, and considering the gender perspective that marked the physical experience of the war, Bolaños' entry into the French aviation is analyzed, as well as his bodily experience and the socio-political and physical meanings of his return to the country. It is concluded that, unlike the political and economic value that massive mutilation had among veterans' associations of some combatant countries, the individual case of Bolaños faced the social and corporal prejudice of Costa Rican diplomats, politicians, and media, and the ideological uses that the Tinoco dictatorship (1917-1919) made of his return, issues that Bolaños dodged in different ways.

Keywords: First World War, aviation, Costa Rica, History of the Body, rehabilitation.

Resumo: Este artigo estuda a experiência de mutilação sofrida pelo aviador Tobías Bolaños Palma (1892-1953) na Grande Guerra (1914-1918), contrastando as noções sobre o corpo em países combatentes que desenvolveram um modelo de reabilitação da deficiência física, com aquelas da mídia e da diplomacia costarriquenha que deram seguimento ao caso. Utilizando relatórios diplomáticos, jornais e revistas culturais e considerando a perspectiva de gênero que marcava a experiência física da guerra, se analisa o ingresso de Bolaños na aviação francesa, sua vivência corporal e os significados sociopolíticos e corpóreos de seu regresso ao país. Com isso pode-se ver que, diferentemente do valor político e econômico que a mutilação massiva teve entre as associações de veteranos de alguns países combatentes, o caso individual de Bolaños enfrentou o preconceito social e corporal de diplomatas, políticos e mídia costarriquenha e os usos ideológicos que a ditadura de Tinoco (1917-1919) fez do seu retorno, questões que o próprio Bolaños superou de diferentes maneiras.

Palavras-chave: Primeira Guerra Mundial, Aviação, Costa Rica, História do corpo, Reabilitação.

Introducción

Tobías Bolaños es uno de los aeropuertos internacionales de Costa Rica, nombrado así en honor póstumo a quien fuera uno de los precursores de la aviación en el país. Sin que exista una biografía detallada, varios episodios de su vida son referidos para sustentar la distinción, y si bien su pasaje por la Gran Guerra se menciona entre ellos, esa experiencia es poco conocida. Este artículo se detiene en su caso para responder no tanto a cuestiones aeronáuticas, sino más bien al conocimiento de la experiencia costarricense durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) a partir de una de sus más excepcionales vivencias; por encima de su singularidad, con este aviador es posible adentrarse en la historia del cuerpo y sus nociones sobre la discapacidad, la forma en que la guerra de 1914 incidió en estas, y la relación de la sociedad costarricense con tales procesos.

Toda experiencia de guerra es sobre todo experiencia del cuerpo, son los cuerpos los que infligen violencia y esta es ejercida sobre ellos, apuntaba el historiador Stéphane Audoin-Rouzeau (2006, p. 275). Los cambios técnicos alcanzados para 1914 aumentaron la capacidad destructiva del armamento y multiplicaron los traumatismos físicos en combate, lo cual resultó en una afluencia masiva de heridos y mutilados que transformó la percepción del cuerpo inválido (Stiker, 2005, p. 279; Courtine, 2006, p. 235) y los modos de atender la discapacidad, ya no desde el aislamiento y la exclusión a través del encierro, sino desde la rehabilitación y su aplicación centralizada de cirugías, terapias y prótesis (Stiker, 1999, pp. 123-124).

Pese al desarrollo de la cirugía ortopédica y la medicina prostética, el retorno a las actividades para un amputado era de suma complejidad (Van Bergen, 2014, p. 306), algo que ha sido tratado por los estudios en torno al fenómeno del veterano de guerra, figura central no solo para la política social de los estados modernos, sino también para la reconceptualización sociocultural de la discapacidad. En esa línea, el historiador David A. Gerber emplea un modelo constructivista sobre este actor desde el cambio cultural y sus modos de comprensión, de identificación y de agrupamiento, considerando para ello las políticas públicas, las vivencias y las representaciones (Gerber, 2000, pp. 1-4).

El caso de Tobías Bolaños y la sociedad costarricense no alude estrictamente a la incidencia que, en los países combatientes, tuvieron los programas para veteranos discapacitados en el ascenso del Estado de bienestar moderno, pero sí remite al hecho de que los gobiernos explotan el simbolismo del veterano para ganar legitimidad y lealtad por el Estado (el retorno del aviador en 1917 es significativo en tal sentido). Tampoco hay una experiencia local de organización colectiva de ex-soldados, pero su vivencia sí incluyó reconocimientos simbólicos como los reclamados por tales grupos y los esfuerzos por acoplarse a la experiencia médica, social y subjetiva de la rehabilitación. Esa vivencia reúne diversas representaciones sobre el género y la masculinidad, donde el veterano aparece como símbolo del guerrero y del honor masculino, capaz de inspirar campañas militares; pero también resulta feminizado en su discapacidad, cuando sus nuevas necesidades producen efectos de sentimentalización pública con expresiones de compasión y autocompasión, sobre todo cuando su retorno despierta interrogantes sobre su propio desenvolvimiento, su dependencia de instituciones y personas, su capacidad de sostener la familia, o su urgencia de volver a “hacerse hombre” (Gerber, 2000, pp. 8-9).

Tales cuestiones, en una guerra que trastornó el orden de los géneros cuando las mujeres consolidaron su presencia pública y política de diversas formas (Thébaud, 2005, pp. 45-48), son en gran medida conocidas gracias al aporte de diversas investigadoras cercanas a las teorías feministas y las cuales parten de la premisa de que el género configura la guerra como esta configura al género, por lo que la experiencia de las heridas de combate, de las bajas en el frente y de los hospitales militares revelan construcciones de género vinculadas a las demandas castrenses sobre los cuerpos masculinos y a la ansiedad social por el significado de los heridos y discapacitados (Carden-Coyne, 2015, pp. 1-2).

En esa dirección, la historiadora Joanna Bourke posiciona en el estudio de la guerra la separación teórica entre el sexo y el género; al renunciar a una asociación inevitable entre el cuerpo del hombre y la masculinidad, reconoce que la anatomía no es destino, pero que la creencia de que sí lo es modela muchas vidas (Bourke, 1996, pp. 11-12). La relación entre género y discapacidad al término de la Gran Guerra, con su magnificación de la experiencia de la deformidad, implicó un proceso de restauración de la masculinidad en tanto los roles atribuidos a esta habían sido puestos en cuestión (Kienitz, 2016, pp. 160-161). En este trabajo podrá verse que la diferencia sustancial entre el efecto colectivo de la guerra en los países combatientes y en una sociedad como la costarricense –donde hubo un impacto considerable en cuanto a la movilización social femenina (Arias, 2018, pp. 68-69), pero no una vivencia masiva de la mutilación–, no exime al caso de Bolaños de connotaciones de género por la ansiedad social frente a esa masculinidad amputada por la guerra.

Si bien estas temáticas han sido poco tratadas para América Latina, hay aportes sugerentes sobre la literatura popular del héroe de guerra que retorna inválido (Rinke, 2015, p. 245), la fascinación por los aviadores de la guerra, los horrores en las trincheras, y el drama y la percepción de los mutilados (Compagnon, 2014, pp. 186-187). Sin perder de vista la aproximación desde la historia global en estos estudios, el enfoque de este trabajo es microhistórico (Levi, 1996, pp. 119-120; Ginzburg, 2010, pp. 351-352): en ese proceso de la historia del cuerpo que transita hacia un modelo de rehabilitación sobre la discapacidad, se trata de apreciar el conflicto, las contradicciones y los intersticios de ese tránsito y de sistemas normativos como el uso/culto militar del cuerpo hábil masculino. Al reducir la escala de observación, se parte de lo particular para revelar fenómenos más generales, sirviendo el fragmento individual a la comprensión del contexto global.

El caso de Bolaños, entonces, sirve para sopesar el alcance global de las repercusiones corporales de la Gran Guerra, entre el rehabilitarse en la Europa bajo fuego y el retornar a un país donde tales avances empezaban a discutirse, episodio que pone en perspectiva las nociones contradictorias sobre el cuerpo con discapacidad. Al examinar reportes diplomáticos, periódicos (como La Información, La Prensa Libre y La República) y revistas culturales (como Pandemonium), se estudia al aviador desde 1) su incursión en la aviación francesa en guerra, 2) su experiencia corporal en esta, y 3) los significados sociopolíticos y corporales de su retorno al país.

Aviación y guerra: Tobías Bolaños en Francia

A pocos días de iniciada la Primera Guerra Mundial, las revistas culturales costarricenses dieron noticia de “la heroica muerte de Roland Garrós, el célebre aviador, que sacrificó su vida en el ataque aéreo, con su monoplano, a un dirigible alemán del tipo Zeppelín” (La guerra europea, Pandemonium, 10 de agosto de 1914, p. 607). A esta nota siguieron numerosas publicaciones, acompañadas de fotografías e ilustraciones, que visualizaban aquella fascinante incursión tecnológica en asuntos de guerra (Información gráfica de la guerra, Pandemonium, 25 de agosto de 1914, p. 628): vuelos de reconocimiento sobre líneas enemigas, travesías por el Canal de la Mancha y el valle de Aisne (Los aeroplanos, Pandemonium, 15 de diciembre de 1914, pp. 853-855; Ataque a un monoplano británico, Pandemonium, 15 de noviembre de 1914, p. 787), y los primeros bombardeos aéreos en Venecia y la Polonia rusa (Un nuevo aspecto de la guerra, Pandemonium, 31 de mayo de 1915, p. 160; Nota gráfica de la guerra, Pandemonium, 15 de junio de 1915, p. 201).

Con una mayor sensación de realidad, la prensa comentaba sobre las exhibiciones cinematográficas en teatros locales de combates por aire y basadas en tomas ordenadas por el Estado Mayor Francés (Teatro Variedades, La Información, 19 de enero de 1915, p. 4; Como se puede tener una verdadera sensación de la guerra, La Información, 30 de julio de 1916, p. 4). A este efecto de cercanía con la guerra en el aire vino a sumarse el testimonio de cronistas que visitaron el frente (El tedio de las trincheras, La Información, 8 de octubre de 1916, p. 5), pero más aún el de reclutas franco-costarricenses cuya correspondencia era publicada continuamente en periódicos y certificaba los usos de la aviación para fotografiar las trincheras alemanas (Impresiones de guerra de un franco-tico, La Información, 30 de setiembre de 1916, p. 7), o los informes sobre costarricenses o allegados que integraban algún cuerpo de aviación en combate (El aviador Charbonell, cuya esposa es costarricense, fue herido en la Champaña, La Prensa Libre, 4 de julio de 1917, p. 2; Los jóvenes costarricenses en el exterior, La Prensa Libre, 5 de julio de 1917, p. 2).

La aviación se encontraba en sus inicios al devenir la guerra, pero desde fines del siglo XIX estaba ya investida por un heroísmo elitista configurado por la literatura, la cultura popular y las exhibiciones de vuelo promovidas por empresarios (Paris, 1993); esto hizo que, durante la contienda, la conquista del cielo conservara el imaginario mitológico de la caballería medieval que la suciedad y el trauma de las trincheras robaron al combate en tierra (Mosse, 2016, pp. 160-161). Ninguna historia, ninguna figura sobre la aviación durante la guerra tuvo mayor cobertura en los medios costarricenses que la de Tobías Bolaños, la cual se enlaza de modo insospechado con aquel heroísmo.

Entre 1911-1914, Costa Rica fue el destino de algunos de los pilotos estadounidenses y europeos que, por mediación de empresarios de la industria aeronáutica, realizaban vuelos de exhibición en países de la región como Panamá, Guatemala, Jamaica y Puerto Rico; la presencia de uno de ellos, el francés Marius Tercé, a fines de 1913 e inicios de 1914, trajo caídas y vuelos sorpresivos que motivaron la atención periodística y la aclamación de los locales. Bolaños fue uno de esos interesados, y con la promesa de ayuda de Tercé se las ingenió para trasladarse a París con el fin de aprender el oficio. Allí lo encontró la guerra (Ortiz, 2002, pp. 17-18; Giralt, 2012, pp. 81-82).

Si bien el mes de setiembre de 1914 es referido como el momento de llegada de Bolaños a Francia (Giralt, 2012, p. 90), y es cuando aparecen los primeros informes diplomáticos sobre su situación y la de otros costarricenses en Europa (ANCR, 6 de setiembre de 1914)2, hay evidencias en la prensa de que había arribado en junio de 1914, poco antes de iniciar la guerra (Carta de don Manuel María Peralta al padre de Tobías Bolaños, La Prensa Libre, 16 de junio de 1915, p. 3). El periódico La Información señalaba en setiembre que “desde hace algunos meses se encuentra en Francia”, y publicaba una carta fechada el 23 de agosto que Bolaños dirigía a su profesor del Liceo de Costa Rica, Juan Dávila:

Toda empresa ha paralizado sus trabajos […]. Las escuelas de Aviación particulares cerraron sus puertas./ Todos los aviadores han puestose al servicio del gobierno militar, yo en cuenta […]. Yo figuro ahora […] en la armada aérea que resguarda a París./ Como esta gran capital está amenazada por los zeppelines y aéreos alemanes, yo vuelo por turnos todas las noches sobre París, como lo hace uno o dos centenares de aviadores, vigilando el acercamiento de buques aéreos de la armada enemiga […]. Pero, mis deseos son marchar a la frontera; allí haré papel más importante que aquí y espero, Dios primero, conquistarme un puesto preferente en el ejército aéreo de Francia con lo que haría carrera […]. Mis esperanzas se verán pronto realizadas, pues, el Jefe de la sección de aviadores en que yo sirvo, me ha prometido solemnemente llevarme consigo en el momento que reciba la orden de avance que será tan presto como los ejércitos franceses tomen la ofensiva (El aviador Bolaños presta servicio en la armada aérea francesa, La Información, 17 de setiembre de 1914, p. 7).

Costa Rica, como la mayoría de países latinoamericanos, mantuvo su neutralidad oficial respecto a la guerra hasta 1917, año en que el ingreso de los Estados Unidos fue seguido por varias naciones de la región (Compagnon, 2014, p. 24). La temprana participación de Bolaños en las fuerzas armadas francesas forma parte de un pequeño conjunto de casos excepcionales de costarricenses que, por su propia cuenta y de diversos modos, ingresaron a los ejércitos aliados. Fuera de esos casos, la participación en la guerra durante la neutralidad oficial fue protagonizada por más de un centenar de euro-costarricenses reclutados como reservistas por sus países de origen (Francia, Italia, Inglaterra y Alemania); sus experiencias fueron seguidas con sumo interés por la prensa (Arias, 2019), la cual hizo expreso el carácter mediático del conflicto (Vega, 2007 y 2013) y contribuyó al desarrollo de esa consciencia global que trajo la Gran Guerra para Latinoamérica (Rinke, 2015, pp. 304-305).

Entre los costarricenses civiles, residentes o de paso en Europa, el estallido de la guerra produjo enormes urgencias económicas por regresar al país, para lo cual requirieron el apoyo del gobierno mediante sus diplomáticos (ANCR, 25 de setiembre de 1914 y 30 de octubre de 1914), algo que se prestaba también a abusos (ANCR, 12 de octubre de 1914). Los reportes diplomáticos ubicaron a Bolaños como uno de esos civiles en Francia; en su correspondencia publicada por la prensa, el aprendiz de aviador desmentía los rumores de enajenación mental que ocasionaba su presunta participación militar, aclarando estar “muy por encima del mal concepto que de mí forman mis paisanos”, y contrario a la tendencia de sus compatriotas, afirmaba que “no tengo necesidad de dinero” (Las aventuras del aviador Bolaños en el Viejo Mundo, La Información, 20 de enero de 1915, p. 3). Esa autosuficiencia, en un costarricense de reconocido origen modesto3, fue motivo de constantes tensiones que invitan a ser leídas con un trasfondo de clase; algunos medios presionaron para que se anulara la beca que recibía desde sus días de estudiante en el Liceo de Costa Rica y que mantuvo en París (El gobierno no había suspendido la pensión al señor Bolaños, pero ahora lo ha hecho en vista de nuestra actitud, La República, 21 de enero de 1915, p. 2), mientras que el ministro plenipotenciario en Europa, el marqués Manuel María Peralta, escribía desde Pau, Francia: “‘La Información’ reclama pasaje para él del Gobierno; pero este pasaje y auxilio pecuniario se le ofreció desde el mes de Septiembre 1914. Él rehusó el pasaje y vive mucho de ilusiones” (ANCR, 10 de febrero de 1915).

Antes de 1916, los aeroplanos en la Gran Guerra eran muy frágiles para llevar cargas pesadas o volar contra el viento y durante la noche, por lo cual su rol se limitó solo a misiones de reconocimiento (Audoin-Rouzeau, 2014, p. 169); el caso de Bolaños refleja que tales misiones no se eximían de peligro. Prensa y diplomacia informaron en marzo de 1915 que el costarricense se había enrolado en la Legión Extranjera y que había sido herido por segunda vez, por lo que se encontraba internado en el Hospital St. Charles de Dinan, donde era atendido por las enfermeras de la Cruz Roja; el episodio, sin embargo, sirvió para que Peralta, a pedido de Bolaños, solicitara al ministro de asuntos exteriores en Francia, Theophile Delcasse, interceder con el ministro de guerra, Alexander Millerand, para que el costarricense fuera trasladado a una Escuela de Aviación Militar (ANCR, 24 de marzo de 1915; La odisea del aviador Tobías Bolaños, La Prensa Libre, 16 de abril de 1915, p. 2; El aviador Bolaños herido en los campos de batalla, La República, 17 de abril de 1915, p. 3). El resultado positivo de esta gestión hizo que Bolaños fuera trasladado en abril de 1915 de Lyon a la Escuela de Aviación de Pau donde, según Peralta, “se han formado los mejores pilotos franceses” (ANCR, 26 de abril de 1915); el diplomático consideró, nuevamente, que sería “indispensable auxiliarle de tiempo en tiempo con algún dinero”, por lo que pedía autorización al Ministerio de Relaciones Exteriores de Costa Rica para ello (ANCR, 27 de abril de 1915).

Una noticia en la prensa, en mayo de 1915, hizo un buen recuento de lo que habían sido esas primeras experiencias de fuego para el aviador costarricense antes de alcanzar sus sueños en la Escuela de Aviación Militar:

El Capitán de la sección de aviones de la escuadra aérea militar francesa en la que presta servicios Bolaños, certifica, que ‘en lugar que no se indica y en el mes de febrero, el aviador señor Bolaños fue herido en un brazo durante un reconocimiento aéreo en un campo enemigo; acompañaba al aviador un sargento artillero, que arrojó varias bombas en las trincheras enemigas; una bala enemiga hirió al aviador Bolaños en dos diferentes lugares de la pierna derecha y ya se encuentra el aviador casi restablecido. En diciembre del año pasado y, durante otro reconocimiento aéreo, Bolaños había también sido herido a bala en un brazo (Como fue herido el aviador tico señor Bolaños, La Información, 9 de mayo de 1915, p. 4).

Una carta del ministro Peralta al padre del aviador, el señor Francisco Bolaños, residente del cantón de Santo Domingo de la provincia de Heredia, fechada el 28 de abril de 1915 y publicada en junio de ese año, confirma el restablecimiento de la salud del hijo: “El estado de salud del joven Bolaños es excelente: ha recobrado fuerzas y está en mejor disposición física que en junio último, cuando vino de Costa Rica” (Carta de don Manuel María Peralta al padre de Tobías Bolaños, 16 de junio de 1915, p. 3). Arribado en junio de 1914, justo antes de iniciar la guerra, enganchado en la Legión Extranjera en octubre de 1914 (ANCR, 24 de agosto de 1915), herido por primera vez en diciembre de 1914 y por segunda vez en febrero de 1915, Bolaños había conseguido en abril de ese último año su sueño de ingresar a la Escuela de Aviación Militar. ¿Ahora qué sería de sus ilusiones?

El cuerpo mutilado en disputa

Con fecha 24 de agosto de 1915, el ministro de relaciones exteriores de Costa Rica, Julio Acosta, recibió el reporte de su representante en Francia, el marqués de Peralta: días antes, el 16 de agosto, Bolaños había sido “víctima de un accidente de gravedad”. A dos semanas de recibir el diploma de piloto, su aeroplano cayó inexplicablemente en un vuelo nocturno a 50 metros de altura; al ser auxiliado y trasladado al hospital del liceo de Pau, se verificó que tenía “dos piernas fracturadas” y “lesiones internas de pronóstico reservado”. Luego de ocho días de cuidados y de cierta mejora pese a sufrir de disentería, los médicos estaban optimistas sobre la curación de Bolaños, a lo cual se sumaban los honores por “su bella conducta y por sus pruebas de valor”. Peralta adjuntó copia traducida del acuerdo tomado por Millerand, el ministro de guerra francés:

Queda inscrito en el cuadro especial de la medalla militar a partir del 17 de agosto de 1914: Bolaños, soldado en el 1ro extranjero, destacado a la Escuela de aviación de Pau como alumno-piloto: enganchado voluntario por la duración de la guerra, ya fue herido en el frente. Gravemente herido en una caída de aeroplano, ha dado prueba en sus sufrimientos del mayor valor, repitiendo en presencia de sus jefes y camaradas: “Estoy orgulloso de morir por la Francia, es la guerra” (ANCR, 24 de agosto de 1915).

El brillo de la medalla fue opacado menos de una semana después; un nuevo informe del diplomático, basado en el boletín médico que le facilitaban las autoridades militares francesas, indicaba un pronóstico reservado debido a que la “persistencia de la fiebre y la alteración del estado general han necesitado la amputación del muslo en el tercio superior, que ha sido practicada esta mañana./ La verificación de las lesiones ha mostrado que había sido ilusoria toda tentativa de conservación” (ANCR, 30 de agosto de 1915). Amputado de su pierna derecha, “mejorando unas veces, empeorando otras a causa de su resistencia a dejarse curar”, Bolaños padecía de una “gran debilidad cerebral”, por lo que las autoridades decidieron “trasladarlo a un hospital en Burdeos, en donde se trata con especialidad a los heridos molestados por enfermedades mentales” (ANCR, 21 de setiembre de 1915).

Algunas estimaciones indican que cerca de 8 millones de soldados fueron movilizados por Francia, de los cuales perdieron la vida 1,4 millones (Lafon, 2014); al menos un 54 % de los combatientes franceses en la Primera Guerra Mundial había resultado herido, y entre franceses y británicos, 42 % sufrió alguna amputación (Sesé, 2011, p. 634; Ferro, 2014, p. 414). Aquella guerra, con el regreso de sus miles de mutilados y el impacto visual de sus cadáveres desmembrados, alteró la experiencia y la percepción de la invalidez (Courtine, 2006, p. 235), así como fortaleció el paso de un modelo de aislamiento, exclusión y encierro de la discapacidad, con cierta noción medieval asistencialista hacia la pobreza, a uno de rehabilitación que asimila y hace volver a la vida y al trabajo ordinarios; para el caso francés, fue central en esto la Oficina Nacional de Mutilados creada en 1916 y el acceso general al uso de prótesis (Stiker, 1999, pp. 123-124).

El abordaje dado por la diplomacia y por la prensa al caso de Bolaños luego de su amputación ocurre, entonces, entre ese proceso europeo de institucionalización de la rehabilitación en países como Francia, y la vivencia de la discapacidad en una sociedad como la costarricense, donde las nociones caritativas hacia la pobreza y la invalidez perduraron a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX. El Hospital San Juan de Dios, creado en 1845, hizo por mucho tiempo las funciones de albergue para huérfanos, personas con discapacidad o los llamados “locos”, situación que varió al crearse instituciones más especializadas en su población, como el Hospicio de Incurables en 1878 (Guzmán-Stein, 2005; Méndez, 2014; Botey, 2013, pp. 286-287), donde “ancianos”, “miserables (pobres o desvalidos)” e “impedidos e inhábiles hasta para solicitar una limosna” fueron atendidos por las Hermanas de la Caridad y el personal médico4.

Los cambios institucionales que condujeron al desarrollo de la rehabilitación en Costa Rica generalmente se ubican luego de la década de 1940, con la formalización de la educación especial (Murillo, 1992) y la atención centralizada de epidemias como la poliomelitis (Malavassi, 2012); sin embargo, desde comienzos del siglo XX existieron debates científicos con criterios médico-legales y estéticos sobre la deformidad, así como casos de empleo de prótesis faciales que, en consonancia con la idea de rehabilitación, se decía que restituían la vida social al cuerpo con discapacidad (Arias, 2016, pp. 131-132).

Tales discusiones tuvieron lugar, no obstante, dentro de una atmósfera intelectual y política eugenésica que incidió no solo en el saber médico y las políticas de higiene (Palmer, 1995), sino también en la legislación migratoria; en 1905, por ejemplo, con el fin de “impedir la degeneración fisiológica o ética de nuestro pueblo con el contacto y comercio con gentes etnológicamente inferiores”, se aprobó un proyecto de ley que impedía el ingreso al país de extranjeros “Si fueran locos, imbéciles, ciegos o sordo mudos”, o “Si fueren valetudinarios o tuvieren impedimento físico permanente para el trabajo” (Oficial, 1906, pp. 2-4; Alvarenga, 2007, p. 13). A esto deben sumarse los intentos de gobernadores de provincia en 1914 y 1925 por crear un “plan de estética, orden y disciplina” que “limpiara” las ciudades de (y recluyera en instituciones a) “todos los inválidos y pordioseros” (Oficial, 1914, p. 417; Oficial, 1925, p. 171), mientras que, como indica la historiadora Mariana Campos, entre 1886-1940 se implementó en centros escolares la inspección, el registro y la exclusión de la discapacidad según distintas leyes, disposiciones y reglamentos (Campos, 2015, pp. 6-8).

Esta situación excluyente se reflejó en el censo de 1927 donde, posiblemente porque las personas censadas quisieron evitar el estigma social, solo aparecía un 0,37 % de la población con alguna de las cuatro categorías con que se identificó la discapacidad (ceguera, sordera, mudez o demencia) (Campos, 2013, p. 9). Esto también tuvo un reflejo crítico en la literatura de la escritora Carmen Lyra (1888-1949), cuyas novelas y cuentos en la década de 1910 asignaron un protagonismo excepcional a personajes con discapacidad y con diversas taras corporales, a la vez que criticaba la institucionalidad caritativa y filantrópica que las asistía (Arias, 2016, pp. 345-347).

En ese panorama de tensiones en torno a los modos de concebir la discapacidad, donde el proceso francés de centralización de la rehabilitación en la atención de los mutilados de la guerra venía siendo motivo de discusión en la prensa (Arias, 2019), la amputación de Bolaños no pasó inadvertida. Si bien los síntomas por los cuales el aviador fue ubicado en el Servicio de Psiquiatría del Hospital Militar de Burdeos podrían ser atribuidos a lo que se denominó trauma de guerra o Shell shock (Winter, 2014), diversos indicios sugieren su relación con los cambios ocurridos en su cuerpo tras la amputación, por lo cual es conveniente prestar atención a la propuesta de la investigadora Julie Anderson de acercar dos historiografías tradicionalmente desarrolladas por separado: la de los traumas psíquicos y la de los efectos corporales de la Gran Guerra. En ese sentido, Anderson estudia el fenómeno del muñón nervioso (jumpy stump), una exaltación corporal vinculada con los efectos emocionales de la amputación, la lenta recuperación requerida para la cicatrización y la adaptación a la prótesis (Anderson, 2015). El primer boletín médico enviado por el hospital de Burdeos al Servicio Exterior costarricense, en setiembre de 1915, refería no solo a que los “trastornos cerebrales se traducían en confusión mental ante la excitación ruidosa en forma de crisis cada vez más frecuentes”, sino también al muñón “incompletamente cicatrizado” de Bolaños (ANCR, 3 de octubre de 1915). Los informes del ministro Peralta también sugieren esa relación entre los traumas psíquico y físico:

Bolaños dio muestras de enajenación mental a consecuencia de sus heridas y de la conmoción que sufrió en su caída del aeroplano […]. En cuanto a sus heridas, la cicatrización continúa satisfactoriamente, aunque con lentitud e interrupción, porque el enfermo suele desgarrar los vendajes […] no fue posible mantenerle allí porque comenzó a dar signos de la más inquieta y agitada enajenación mental, entreverada de ratos de calma y lucidez (ANCR, 9 de octubre de 1915).

Luego de realizarse en el mismo mes de setiembre el traslado de Bolaños desde Burdeos al asilo de Saint-Luc, en Pau (ANCR, 18 de octubre de 1915), su caso alcanzó resonancia en la prensa mediante dos titulares que revelaban la ansiedad hacia el cuerpo con discapacidad y, al mismo tiempo, comenzaban a formar la leyenda del aviador. En “Al aviador costarricense le fue amputada una pierna”, se repasaba lo sucedido y se decía: “Lamentamos la desgracia que sería más dolorosa si no la mitigara el honor de haber sucedido en la noble defensa de un ideal” (Al aviador costarricense le fue amputada una pierna, La Prensa Libre, 10 de octubre de 1915, p. 2). Mientras que en “Mutilado”, el Teniente Niki (seudónimo) contaba cuando conoció a Bolaños siendo un estudiante del Liceo de Costa Rica que trabajaba a la vez como cobrador de un pequeño periódico; el “hijo de padres campesinos” que “no había nacido para tan rudos oficios”, vivía “con muchísima modestia” y revelaba ya “un algo inexplicable, una lucha sostenida y valiente para surgir”:

Haciéndose maestro estaba, cuando vino Tercé y -cosa admirable- fue la caída de ese aviador lo que le reveló su vocación […] vino a decirme: Yo quiero ser aviador!/ Y lo fue. Ya ustedes saben su historia./ Y en llegado a Francia, sintió la gran atracción de ese país. Sobrevino la guerra y se alistó en la legión extranjera. Fue herido; estuvo en un hospital. Y cuando se curó, pidió un puesto en la Escuela de Aviación de Pau, puso toda su alma en el aprendizaje porque él quería estar cuanto antes en condiciones de hacer la guerra que le seducía, la guerra de los aires. Cuando ya llegaba a la meta, cayó, con las más tristes consecuencias./ Ha habido que amputarle una pierna. Podrá seguir siendo aviador? Es seguro que no, por más que en esta guerra se pelea de todos modos: hay en las huestes de Francia un General sin un brazo y un General sin un ojo./ Pero en todo caso, si así mutilado tiene que volver a su rincón ostentando en el pecho la venera de la medalla militar, siempre será digno de envidia […]. Cuando lo veamos mutilado, sentiremos como si nos sobrara una pierna! (Teniente Niki, La Información, 3 de octubre de 1915, p. 5).

En el marco de esa doble narrativa tradicional sobre la discapacidad que, siguiendo a la investigadora Rosemarie Garland-Thomson, podría definirse como maravillosa (por su asombro y admiración) y sentimental (por su clamor de piedad y protección a una sufrida víctima) (Garland-Thomson, 2002, pp. 56-57), comenzó a desarrollarse un largo pulso entre el héroe mutilado de origen modesto5, y el diplomático de origen aristocrático, el marqués de Peralta (Cascante y Sáenz, 2004, pp. 3-5), por su intento constante de hacer volver a Bolaños al país. De sus visitas entre octubre y noviembre de 1915 al asilo de Pau, Peralta señalaba que Bolaños recobraba su salud, “aunque con la desgracia de haber perdido una pierna. Pero él se alegra de pensar que podrá andar con muletas” (ANCR, 20 de octubre de 1915); luego agregó haberlo hallado en “excelente estado de salud física y mental y me aseguró que estaba completamente bien, en lo que hay por supuesto alguna exageración” (ANCR, 9 de noviembre de 1915).

En sus informes, Peralta informaba haber dejado una suma de dinero para gastos que no cubría el asilo; en esa constante, donde la recuperación y el optimismo de Bolaños eran contrarrestados con el escepticismo del diplomático, el gesto del dinero se recubría de un sentimentalismo piadoso. Si bien esto sucedía también a los mutilados de guerra en Europa, ellos tenían como contrapeso el valor político de las organizaciones de veteranos con discapacidad; sobre el caso británico, la historiadora Joanna Bourke indica que el vacío corporal, la ausencia de miembros, significaba una forma de patriotismo y de poder para acceder a recursos y estatus (Bourke, 1996, p. 59). En la mirada del diplomático, la experiencia de Bolaños tenía un valor político inverso, pues justo en el instante en que estaba por conseguir su prótesis, Peralta retiró la ciudadanía al aviador:

Cuando se le suministre una pierna articulada podrá sin mayor dificultad dirigirse de un punto a otro y ocuparse de algo./ Ha recobrado el señor Bolaños el uso normal de sus facultades y pretende volver a trabajar en la aviación./ Esta pretensión es sin duda loable en sí misma, pero, en mi concepto, denota falta de juicio, porque en su estado físico no le permitirá emprender vuelo alguno. Acaso podrá ocuparse en oficios mecánicos y preparatorios./ El señor Bolaños, que ha prestado servicios como militar a una nación extranjera, sin previa autorización del Gobierno de la República, ha perdido sus derechos de ciudadano. Esto no obstante, su calidad de costarricense y otras circunstancias que le abonan le hacen acreedor a la indulgencia y a la protección del Gobierno y quisiera yo saber si el señor Presidente está dispuesto a concederle un subsidio de viático y su pasaje de regreso a Costa Rica en caso de que desee retornar al país o que sea indispensable repatriarlo./ El señor Bolaños se hace ilusiones y no creo que consienta fácilmente en regresar a Costa Rica (ANCR, 24 de febrero de 1916).

Como puede apreciarse, las ilusiones no habían desaparecido en Bolaños, por lo que su deseo de regresar no era seguro. Para abril de 1916, el aviador había sido trasladado del asilo de Saint Luc al Hospital mixto de Pau, y se encontraba en trámite su pensión, por parte del gobierno francés, de 800 francos anuales: 700 por su herida grave como mutilado, y 100 francos por ser titular de la medalla militar; pese a esto, Peralta insistía a la Secretaría de Relaciones Exteriores en que al aviador le convenía regresar a Costa Rica, donde “podrá obtener una ocupación conveniente”, por lo cual solicitaba le informaran si le serían facilitados los viáticos (ANCR, 5 de abril de 1916). Sin embargo, en junio de 1916, Peralta informó que Tobías Bolaños había “conseguido una ocupación en la Escuela de aviación militar de Pau, al servicio del Estado francés, y renuncia al pasaje de regreso a Costa Rica que pedí para él” (ANCR, 27 de junio de 1916). La severidad con que luego se refirió el diplomático a la situación de Bolaños sugiere que no se tomó muy bien el rechazo del dinero para volver al país:

es indispensable procurarle un pasaje de regreso y algún subsidio para gastos […]. No es necesario esperar que esté dispuesto; lo estará siempre y si no lo estuviere no importa, le conviene regresar y debe regresar; pero necesita recursos y suplico a U. que tenga a bien recabarlos del Sr. Presidente para que Bolaños vuelva al país (ANCR, 14 de julio de 1916).

La descripción del propio Bolaños de su situación, en contraste, evidencia el reconocimiento y el aprecio de los otros dentro de su nuevo trabajo, donde ganaba lo necesario para su subsistencia; una carta suya fue publicada a fines de julio de 1916 en La Información:

hago una vida muy sabrosa, y todos me estiman y me quieren, como a un buen soldado camarada. La Escuela es muy bonita. Yo no tengo mucho que hacer, porque no hago más que las listas de los pilotos aviadores y mecánicos, para lo que debo verlos volar en las mañanas y en las tardes./ Por ahora yo no vuelo y en cuanto se terminan los ejercicios tomo el tren para ir a dormir a la ciudad […]. Como ustedes saben, a mí me van a dar una pensión de mil francos, poco más o menos y estoy condecorado con la ‘Medalla Militar’; y según me decía mi General en uno de estos días, me van a dar también la condecoración de la ‘Cruz de Guerra’, que sería muy honrosa para mí (El aviador costarricense Tobías Bolaños ha sido nombrado empleado de la Escuela de Aviación de Pau, Francia, La Información, 29 de julio de 1916, p. 3).

La experiencia gratificante de vivir su sueño dentro del nuevo paradigma social de la rehabilitación en la sociedad francesa llegó a su término no mucho después, cuando las continuas gestiones del diplomático por hacerlo volver fructificaron en un nuevo contexto local: el gobierno de los hermanos Tinoco, resultado de un golpe militar contra la administración de Alfredo González Flores (1914-1917), dispuso la repatriación de Bolaños en mayo de 1917 (ANCR, 15 de marzo de 1917; ANCR, 20 de junio de 1917).

‘El regreso del humilde soldado’

La guerra había traído nuevas formas de vivir la discapacidad dentro de los países combatientes, y como lo muestra el caso de Bolaños, los veteranos lisiados eran objeto de distinciones, algo que, junto con el cambio médico y tecnológico, benefició igualmente a civiles con discapacidad; no obstante, también hubo continuidades que hacían la percepción tradicional de la invalidez más resistente, al tiempo que permanecían sus problemas de desempleo, bajos salarios, pobreza, reclusión doméstica, caridad y malos tratos. El orden de género, en tal sentido, fue motivo de convulsiones en tanto los espacios abiertos por y para las mujeres durante el conflicto fueron vistos, en la posguerra, como una amenaza que llevaba a restaurar la masculinidad tradicional; era común el temor del veterano lisiado por el rechazo al momento de regresar de los campos de batalla, cuando los imperativos hacia el hombre doméstico de posguerra se combinaban con la feminización producida por su discapacidad (Bourke, 1996, pp. 73-75). Esta experiencia amenazaba las posibilidades matrimoniales entre solteros y el cumplimiento del rol de proveedor: la guerra, en definitiva, más que consolidar una masculinidad heroica hegemónica, la había cuestionado, lo que llevó a numerosas estrategias cotidianas para volversehombres otra vez, como lo fue el conservar el uniforme militar o exigir tareas “masculinas” en la terapia rehabilitadora o en la industria (Kienitz, 2016, p. 173).

La documentación consultada imposibilita seguir el rastro de la cotidianidad de Bolaños al regresar, pero como indica la investigadora Ane Carden-Coyne, el cuerpo militar, más que carne y sangre, es un lugar simbólico investido de significados políticos y personales –valor, patriotismo, heroísmo, coraje– (Carden-Coyne, 2015, p. 5), y esto es precisamente lo que trasciende en el retorno del aviador costarricense, dentro de un nuevo escenario local.

Las repercusiones comerciales y fiscales de la guerra en Costa Rica conllevaron una serie de reformas bancarias y tributarias que causaron descontento en varios sectores y un levantamiento militar en enero de 1917 que depuso al presidente González Flores y dejó en el gobierno al general Federico Tinoco. En adelante, su administración realizó constantes y fallidos intentos por obtener el reconocimiento diplomático de los Estados Unidos, incluso el declarar la guerra a Alemania en mayo de 1918; el ministro Peralta, quien justificaba el golpe inconstitucional, hizo múltiples esfuerzos por evidenciar la afinidad costarricense con los franceses y obtener la aceptación oficial entre los países aliados, los cuales no quisieron poner en riesgo el apoyo dado por los Estados Unidos al ingresar a la guerra (Cascante y Sáenz, 2004, pp. 115-120). Justo al arribar Bolaños a Costa Rica en mayo de 1917, inicia el régimen dictatorial de Tinoco que, luego de las elecciones exitosas de abril, decretó poderes omnímodos al Ejecutivo para enfrentar la oposición, desarrolló una política de conmemoraciones y actos públicos que fortalecieran su legitimidad en el poder, a la vez que utilizó la figura del demonio germánico para estigmatizar a los movimientos revolucionarios en su contra y para, desde su talante de caudillo militar, feminizar al presidente depuesto (Bonilla, 2013, pp. 81-84, 129-139, 182-183).

Quienes pensaron en 1914 que el heroísmo de Bolaños sería olvidado a su regreso (El aviador Bolaños presta servicio en la armada aérea francesa, La Información, 17 de setiembre de 1914, p. 7) se equivocaron, porque calzó muy bien con el nuevo escenario. La temprana correspondencia en que el aviador avisaba de su retorno y manifestaba gratitud con los médicos y enfermeras que lo trataron, fue celebrada por la prensa, no sin la ansiedad común hacia su discapacidad; también en la sociedad costarricense, el honor masculino de las distintas clases sociales radicaba en el cumplimiento de las obligaciones domésticas de manutención (González, 1997, pp. 233-235), y la mayoría de familias en el cantón de origen de Bolaños, Santo Domingo de Heredia, eran sostenidas por hombres dedicados a la agricultura (González, 1978, pp. 152-154). La siguiente cita, en tal sentido, es de suma relevancia debido a que contiene una de las pocas alusiones a lo que podía ser la cotidianidad del aviador a su regreso, marcada por temores y expectativas de género frente al cuerpo masculino vulnerado en su discapacidad:

Estas ingenuas palabras del compatriota ausente, nos recuerdan con dolor que regresará a su amada patria mutilado y talvez impedido para emprender las empresas propias de su espíritu. Pero vendrá satisfecho de haber cumplido con su deber, prestando su contingente al servicio de la República, por la que siente profunda admiración./ Celebramos mucho el regreso del humilde soldado (Está al regresar el aviador Tobías Bolaños después de prestar sus servicios en el ejército francés, La Información, 31 de enero de 1917, p. 5).

Su llegada al país fue seguida en detalle por los medios periodísticos; a su arribo en el tren proveniente del Caribe a una estación de la capital, Bolaños fue recibido por familiares y una juventud “que entusiasmada y orgullosa ardía en deseos de saludarle”; también lo esperaban en la estación el señor Carlos María Jiménez, entonces funcionario del régimen de Tinoco; el señor Enrique Peyroutet, miembro de la comunidad franco-costarricense y cuyo hijo había hecho honores en los combates del Somme (Los franco-ticos en la guerra, La Información, 12 de octubre de 1916, p. 3); y Monsieur de Franqueville, Encargado de Negocios de Francia, quien, junto con su esposa, le dio la bienvenida en nombre de la Colonia francesa. A su llegada, Bolaños fue ovacionado al pasar por el Parque Central y en una breve aparición que hizo en el Teatro Variedades, y luego hizo una visita de agradecimiento al presidente de la República, Federico Tinoco (1868-1931), por su “telegrama de bienvenida”; al Ministro de Guerra, José Joaquín Tinoco (1880-1919), hermano del presidente; así como a distintos empresarios de la comunidad francesa (Llegada del aviador Tobías Bolaños, La Prensa Libre, 27 de mayo de 1917, p. 2).

El eco de la prensa fue épico. En el editorial “El poder de la raza”, del periódico pro-tinoquista La Información, se hizo recuento de la ya conocida biografía de “el pequeño milagro de Bolaños, así como el grande, el enorme prodigio del Marne”; el “humilde joven, modesto y retraído”, el “estudiante pobre” que se sintió aviador desde el momento en que “compró una gorra a cuadros” para “limpiar el hermoso aeroplano Deperdussin que los costarricenses habían obsequiado a Tercé”, defendió las trincheras, cayó herido y con su grito “Muero feliz porque muero por la Francia” se “convertía en héroe”. El editorial apelaba al discurso de la raza latina para asociar el heroísmo francés en la Gran Guerra con el de Bolaños y el de Costa Rica en la Campaña Nacional de 1856-1857 contra los filibusteros estadounidenses, fecha que había sido ya objeto de apropiación por parte del régimen de los Tinoco (Bonilla, 2013, p. 134):

Ese es el espíritu de nuestra raza; el muchacho tímido se convertía en héroe; ese es el espíritu que puso a toda la Francia de pie en un instante y la enfrentó a una máquina de guerra preparada de medio siglo […] que en tierra gala no pudo pasar de las riberas del Marne. Ese es el mismo espíritu que levantó en armas a los costarricenses para las campañas del 56 y 57 y los arrancó de sus labores sencillas de labriegos y los lanzó a los horrores de las refriegas militares, contra enemigos aguerridos […]. El triunfo de Bolaños nos parece simbólico por eso (El poder de la raza, La Información, 1 de junio de 1917, p. 5).

Frente al discurso glorioso, saltaba la duda: “Pero y la pierna, diréis, la pierna que perdió?”; el editorialista decía habérselo preguntado a Bolaños, quien al parecer le respondió: “La pierna que perdí, la tengo sustituida por una pierna mecánica. Pero en todo caso, jamás la cambiaría por esto. Y se acarició la cruz de guerra que con tanto orgullo y satisfacción lleva sobre el pecho” (El poder de la raza, La Información, 1 de junio de 1917, p. 5). Bajo esta dinámica en que el honor militar llenaba el vacío corporal y posiblemente restauraba la masculinidad amputada de la guerra, fue recibido Bolaños y, con ello, se incluía su llegada dentro de los sutiles mecanismos de legitimación del régimen. Esa fusión simbólica entre la llamada colonia francesa y la sociedad costarricense tenía como antecedente la heroificación efectuada desde 1915 de los reservistas de origen francés que marcharon a la guerra, donde se fundieron los símbolos identitarios nacionales y franceses en un novedoso heroísmo transnacional (Arias, 2019); pero, más aún, tenía como trasfondo el proceso de apropiación que la dictadura había hecho de la causa aliada mediante el liderazgo que ejercía la esposa del gobernante, María Fernández de Tinoco, en las organizaciones y actividades benéficas de mujeres (Arias, 2018, p. 78).

De manera que el regreso del héroe, luego del arribo de su tren, pasó a ser festejado a nivel local en Santo Domingo de Heredia con banquetes, brindis, Te Deum en la Basílica y baile con la presencia de “gran número de señoritas y personas de todas las clases sociales” (Los festejos de ayer en Santo Domingo en honor del aviador Bolaños, LaPrensa Libre, 2 de junio de 1917, p. 2)6, y de vuelta a la capital, tuvo una recepción organizada por la Colonia Francesa en la cual se escenificó ese nuevo y estratégico patriotismo transnacional donde Tobías Bolaños era “el lazo de unión entre Costarricenses y Franceses; entre Costarricenses y Aliados”, y el “abrazo de dos pueblos cuyos pabellones están formados por los mismos colores”. El decorado del salón reproducía ese transnacionalismo que acercaba a las banderas de Costa Rica y Francia en los pabellones de las naciones aliadas, cada una representada además por sus embajadores y cónsules, al lado de figuras prominentes de sus colonias locales y de la clase política del país. Los discursos de acogida al héroe recordaron aquellas que pudieron haber sido las últimas palabras de Bolaños al caer de su aeroplano, y reiteraron las felicitaciones por los honores militares recibidos; definitivamente, el “alma noble y generosa que brilla en ese joven cuerpo mutilado es la propia alma de este hermoso país!/ Viva Costa Rica!/ Viva Francia!”, palabras que fueron seguidas por las notas del himno nacional. El agradecimiento de Bolaños frente a semejantes honores, y luego de haber escuchado la lectura de una carta que le enviaba desde el “fondo de mi corazón” su General Anger, Comandante de Brigada en Libourne y en Burdeos, dio paso a la entonación de la Marsellesa y al frenesí del público:

Yo no he hecho otra cosa que cumplir con mi deber por mi querida Francia y sus aliados, que defienden la causa sagrada de la Humanidad. Por ella perdí mi pierna, la cual está reemplazada por esta medalla que me enorgullece, pues es la primera que ostenta un costarricense y la más alta recompensa de los POILUS, mis heroicos e inolvidables compañeros./ Al terminar Bolaños su breve alocución la banda ejecutó La Marsellesa que fue una explosión de entusiasmo pues en aquel momento se cruzaron atronadores vivas a Costa Rica, a Francia y a todos los defensores de la gran causa mundial (La gran fiesta de los aliados, La Información, 3 de junio de 1917, p. 4).

Uniendo así “nuestros machetes indo-americanos” con “los golpes de mazo formidables del pueblo francés” (La gran fiesta de los aliados, La Información, 3 de junio de 1917, p. 4), se buscó reparar la corporalidad mutilada de la guerra que era asimismo compartida por los combatientes franco-costarricenses. Era más estratégico celebrar el heroísmo excepcional de Bolaños desde la simbología tricolor y con tonadas de banda marcial que servían a la legitimación y la cultura masculina de una dictadura de origen militar, que prestar atención a los propios heridos y torturados del régimen (Bonilla, 2008), o a los expedientes del hospital psiquiátrico donde se ubicaba una persona trastornada por haber participado en la misma guerra y otra por haber defendido al gobierno frente a los movimientos revolucionarios de la oposición (Flores, 2013, pp. 163-166).

Conclusiones

Analistas de las masculinidades latinoamericanas del siglo XIX plantean que el acto performativo del ser hombre tiene como marco varios espacios homosociales, entre los cuales se ubica el campo de batalla donde la actuación heroica depende del coraje, la agresividad y la fuerza física. Aclaran, no obstante, que la masculinidad hegemónica se fabrica relacionalmente a partir de la aprobación de otros hombres y por oposición a lo femenino, y que el poder masculino resulta poco estable, pues no se basa en una sola sustancia identitaria sino en varias, entre ellas la clase social (Peluffo y Sánchez, 2010). Considerando que el enfoque empleado para aproximarse a la experiencia de Bolaños remite menos al dato íntimo y subjetivo, y más al proceso de significaciones sociales que produjo, es fundamental recuperar estos planteamientos.

Al examinar la documentación queda claro que, antes que un hombre de armas, había un sujeto deseoso por poder volar, fuera como fuera, y que la guerra, con todo su dramatismo, sirvió a sus propósitos. Su identificación con los aliados no se corresponde solamente con las simpatías predominantes de su país de origen, sino también con la permanente gratitud hacia un lugar y hacia unos compañeros que posibilitaron y acompañaron ese sueño. Para poder dimensionar esta situación, es necesario no perder de vista el panorama social; el modesto origen de Bolaños contrasta en todo momento con el de sus compatriotas atrapados en la guerra, generalmente estudiantes de universidades o colegios europeos, familiares de diplomáticos, personas de negocios o políticos. A contracorriente de estos, que estaban urgidos por conseguir el financiamiento de parte del gobierno, de casas comerciales o de los propios diplomáticos para regresar al país y huir de la guerra, Bolaños la busca y renuncia reiteradamente al pasaje de vuelta. Es evidente la dimensión de clase social que caracteriza las tensiones con el diplomático, para quien la mutilación del cuerpo de Bolaños reafirmaba la necesidad de su retorno, mientras que para el afectado devino en oportunidad: la de ser un veterano con derechos, siempre cercano al sueño de volar.

Su retorno fue impostergable una vez transformado el escenario político local; menos imponente es la masculinidad del veterano que antepone el honor militar frente al vacío en su cuerpo, que los temores sociales de la prensa ante el destino del mutilado, o los usos políticos y culturales dados a este en el nuevo contexto autoritario. Varios factores intervienen en la resonancia épica con que fue recibido Bolaños: primero, no hubo otro caso tan seguido por los medios, una excepcionalidad que por momentos parecía simbolizar el origen social del aviador con el lugar de la nación en el escenario militar, tecnológico y diplomático mundial; segundo, la experiencia local previa de heroificación durante la Gran Guerra remitía principalmente al caso de los reservistas franco-costarricenses, el cual se fusionó en sus símbolos con el del aviador; tercero, en el nuevo escenario político, esta fusión transnacional quedó codificada bajo los mecanismos de legitimación del régimen tinoquista, resultando asociada la causa aliada –gracias en gran parte al liderazgo de la esposa del dictador– a las formas conmemorativas del régimen y a los usos de su cultura militar masculina frente al mito feminizado del demonio germánico.

Las fricciones con el diplomático y la ansiedad social reflejada en la prensa por la anatomía mutilada del aviador revelaron las diversas concepciones en tensión respecto al cuerpo masculino con discapacidad. Ser un veterano de guerra condecorado sirvió al recibimiento heroico, pero la documentación resguardada en los archivos sobre años posteriores sugiere que Bolaños debió seguir luchando por sus sueños y con su condición social; a su regreso, había sido incorporado al servicio militar, pero en 1920 se dirigía así al Congreso:

Yo vivo pobre con las consiguientes inquietudes y sobre todo sin horizonte para desarrollar mis vivísimos y nunca colmados anhelos de servir a mi Patria en los derroteros de mi vocación./ No pido granjerías; solicito únicamente que se me conceda la oportunidad de regresar a Francia, ya para aportar aquí una máquina, ya para permanecer allá, después de unos meses de prueba por mi propia cuenta completando y ensanchando mis estudios de aviador y trabajando en los talleres militares./ También necesito una pierna artificial para reponer la que perdí en un accidente de aviación estando en el desempeño de mis funciones […]. Y por último: que en el caso de que no me fuere posible volver a Costa Rica trayéndome conmigo un aeroplano, quedarme en Francia trabajando en los aeródromos […]. Ahora, si yo permanezco más en Costa Rica sin volar, pronto veré mis esperanzas trocadas en la más grande desilusión, pues vendrán otros aviadores que volarán primero que yo y esplotarán [sic] el negocio, si es que lo hay, a lo que yo me creo con mucho derecho, pues fui el primer costarricense que me inicié en esa carrera, habiendo tenido muchos sinsabores para hoy ser piloto (ANCR, 20 de julio de 1920).

La documentación entre 1924 (ANCR, 27 de mayo de 1924) y 1936 indica que tales esfuerzos, lejos de fructificar, llevaron a los congresistas a admitir “un pecado de olvido y de indiferencia contra un costarricense de indiscutibles capacidades”, ya que “seguimos manteniendo olvidado y arrinconado a este aviador, en cuya alma vemos haciendo crecer una disilusión [sic] mientras ayudamos eficazmente a extranjeros que vienen a desplazar a hijos del país” (ANCR, 26 de mayo de 1936). A fines de los años veinte, la aviación comercial y su mundo de empresarios extranjeros y de compañías internacionales comenzaba a dar sus primeros pasos en el país (Ortiz, 2002, pp. 49-58; Giralt, 2012, pp. 131-139), dejando atrás al “humilde soldado” y confirmando que el heroísmo de la aviación no renunciaría todavía a su elitismo. Más allá de su registro en los anaqueles olvidados de la historia aeronáutica nacional, la experiencia de Bolaños invita a palpar las porosidades de esa asociación entre la Primera Guerra Mundial y el modelo de rehabilitación sobre la discapacidad; la globalidad de esta transformación, que incluye la participación de legionarios extranjeros en las innovaciones médicas, terapéuticas e institucionales de los países combatientes, y la discusión local de tales avances, es confrontada por la vivencia individual de la frustración que, en los márgenes de esa guerra global, no se ve compensada con organizaciones colectivas de veteranos, sino con el anhelo de regresar a ese lugar de rehabilitación que es el del reconocimiento. Bolaños, cuenta un familiar descendiente, nunca dejó de escuchar con afecto la radio francesa; a ese nostálgico recuerdo está dedicado este artículo7.

Referencias

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Notas

1 Este trabajo se publica gracias al apoyo de la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad de Costa Rica, a través del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (CIICLA). Agradezco la valiosa colaboración de la Bach. Nasly Madrigal en la recopilación documental para este artículo, y de la Dra. Eugenia Rodríguez por sus observaciones.
2 En adelante, la abreviatura “ANCR” refiere al Archivo Nacional de Costa Rica.
3 “Nos agrada sobremanera que este joven emprendedor haya podido sostenerse en Europa, sin que la supresión de la beca de 30 colones le haya causado perjuicio alguno” (Las aventuras del aviador Bolaños en el Viejo Mundo, La Información, 20 de enero de 1915, p. 3). Como se verá, el origen social de Bolaños fue centro de atención en las noticias sobre su caso.
4 Sobre la creación, funciones, valores, personal y pacientes del Hospicio de Incurables véase ANCR, 24 de noviembre de 1878, 22 de diciembre de 1878, 13 de febrero de 1879, 20 de junio de 1880, 26 de enero de 1884, 4 de mayo de 1884, 25 de enero de 1885, y 6 de marzo de 1900.
5 Sobre el carácter eminentemente agrícola del cantón de Santo Domingo de Heredia, de donde provenía Bolaños, véase González, 1978, pp. 135-136.
6 Otra recepción hecha en la comunidad de Santo Domingo fue reseñada por La Prensa Libre (Una fiesta en honor del aviador Bolaños, La Prensa Libre, 6 de julio de 1917, p. 2).
7 Agradezco al Sr. Dennis Bolaños, nieto del aviador, por brindarme el tiempo para conocer más sobre su abuelo.

Notas de autor

* Costarricense. Doctor en Historia por la Universidad Libre de Berlín, Alemania. Profesor en la Escuela de Historia e investigador en el CIICLA y en el Centro de Investigaciones Históricas de América Central (CIHAC), todos pertenecientes a la Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica. Correo electrónico: dennis.arias@ucr.ac.cr / https://orcid.org/0000-0003-1484-9198
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