Universidad de Costa Rica, Posgrado en Gerontología, Anales en Gerontología

Número 13, Año 2021/ 172-204   ISSN: 2215-4647

Artículo

(IN)SATISFACCIÓN DE NECESIDADES HUMANAS DE PERSONAS MAYORES DURANTE LA PANDEMIA DE LA COVID-19

(DIS)SATISFACTION OF HUMAN NEEDS OF OLDER ADULTS DURING THE COVID – 19 PANDEMIC

Carlos Vicente Rodríguez Martínez1, Rosalie Carasa Alvarez2

Recibido:13-03-2021 Corregido:08-11-2021 Aceptado: 01-12-2021

RESUMEN

El artículo responde a una investigación descriptiva-analítica sobre las necesidades humanas y calidad de vida de personas mayores en el contexto pandémico de la COVID-19. Se tomaron las definiciones y elaboraciones teóricas provenientes fundamentalmente de las ciencias sociales. El objetivo del estudio es analizar la (in)satisfacción de las necesidades como expresión de la calidad de vida de un grupo de personas mayores en La Habana, Cuba, durante el contexto pandémico de la COVID-19. Desde una perspectiva metodológica mixta, (cuantitativa-cualitativa) se pudo dar respuesta a la problemática de investigación. Las técnicas de investigación empleadas fueron la entrevista y el cuestionario, aplicadas a una muestra de personas mayores residentes en La Habana, segunda provincia más envejecida de Cuba. Entre los resultados más importantes, se corroboró que la calidad de vida de este grupo etario ha empeorado a raíz de la insatisfacción de notables necesidades humanas durante el contexto pandémico y de la implementación de la tarea ordenamiento.

PALABRAS CLAVE: Personas adultas mayores, calidad de vida, COVID–19, Cuba, necesidades humanas

ABSTRACT

The article responds to a descriptive – analytical research on human needs and quality of life of older adults in the pandemic context of COVID-19. The definitions and theoretical elaborations coming mainly from the social sciences were taken. The objective of the study is to analyze the (dis)satisfaction of needs as an expression of the quality of life of a group of older adults in Havana, Cuba, during the pandemic context of COVID - 19. From a mixed methodological perspective (quantitative-qualitative) it was possible to respond to the research problem. The research techniques used were the interview and the questionnaire, applied to a sample of older adults residing in Havana, the second oldest province in Cuba. Among the most important results, it was corroborated that the quality of life of this age group has worsened as a result of the dissatisfaction of notable human needs during the pandemic context and the implementation of theTarea Ordenamiento.

KEY WORDS: Older adults, quality of life, COVID - 19, Cuba, human needs

Introducción

El tema de las necesidades humanas y su relación directa con la calidad de vida es un tema ampliamente abordado por diferentes disciplinas científicas como la economía, la sociología, la medicina, la psicología, entre otras. En las últimas décadas, el estudio de este fenómeno se ha enfocado principalmente en los crecientes grupos de personas mayores, grupo etario en situación de vulnerabilidad en la población mundial y, más aún, en un contexto pandémico desde hace más de un año y de implementación en el país de la tarea ordenamiento.

Los primeros casos de COVID-19 en Cuba se confirmaron el 11 de marzo de 2020, mismo día en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente esta enfermedad como una nueva pandemia (Beldarraín et al., 2020). A partir de ese momento, se tomaron medidas de aislamiento social como principal acción para evitar la propagación del coronavirus de tipo 2, causante del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2). Además, se comienza una labor intensa en la protección a personas con mayores riesgos, como lo son las personas adultas mayores. El aislamiento social, como medida para evitar el contagio, combinado con períodos de cuarentena restrictiva y toques de queda, se han desarrollado aproximadamente desde finales de marzo de 2020, repercutiendo en la calidad de vida de las personas adultas mayores, en tanto han visto limitadas sus actividades cotidianas.

Por otra parte, el proceso de implementación de la tarea ordenamiento cambiario y monetario, iniciado el 1 de enero de 2021, tuvo como objetivo la unificación monetaria y cambiaria, la eliminación de los subsidios excesivos y gratuidades indebidas, así como la transformación de los ingresos. La evaluación sobre el impacto que ha tenido es, en gran medida, negativa debido a una falta de correspondencia entre el incremento salarial y el aumento de precios unido al deterioro y empobrecimiento de las condiciones materiales que caracterizan la vida de las personas.

El presente artículo responde a una investigación sobre el tema de la (in)satisfacción de necesidades humanas como evidencia de la calidad de vida de un grupo de personas mayores, durante la pandemia de la COVID-19 en La Habana, capital de Cuba. Para ello, se tomó las definiciones y elaboraciones teóricas provenientes fundamentalmente de las ciencias sociales, a través de la literatura que se ha producido.

El objetivo general del estudio es analizar la (in)satisfacción de las necesidades como expresión de la calidad de vida de un grupo de personas mayores residentes en La Habana, durante el contexto pandémico de la COVID-19. Para cumplir con el mismo, se partió de una perspectiva de investigación mixta (cualitativa y cuantitativa), la selección de una muestra no probabilística con determinados criterios de intencionalidad, que se explican en el apartado metodológico del artículo, y la aplicación de las técnicas de entrevista y cuestionario para recopilar información sobre la problemática, proceder al análisis de los resultados y presentar conclusiones finales.

Acercamiento Teórico A Las Necesidades Humanas

El estudio de las necesidades, en tanto corriente teórica multidisciplinar, tiene sus orígenes en la formulación de las teorías sociales modernas asociadas al desarrollo. El nacimiento de la sociología, la psicología y otras áreas del conocimiento científico se da en un contexto de desarrollo de la sociedad capitalista industrial, que facilitó el surgimiento de estos diversos enfoques para analizar las necesidades de las personas.

Desde un enfoque fisiológico, las necesidades se relacionan con la privación de determinadas condiciones y componentes básicos para vivir, los cuales suelen expresarse como una sensación que, generalmente, determinan los hábitos y comportamientos de las personas: sed, sueño, hambre, enfermedad. Es decir, constituyen aquellos estímulos indispensables y la manifestación objetiva de estas necesidades: aquellas ausencias o excesos que son pertinentes aliviar, de lo contrario puede provocar daños irreversibles a la vida de las personas (Rojo-Pérez y Fernández-Mayorales, 2011).

Desde una perspectiva social, el concepto de necesidad se define a partir de dos enfoques teóricos principales. Dentro de las teorías motivacionales, donde el comportamiento de los individuos se explica mediante el proceso que llevan a cabo para satisfacer sus necesidades, se coloca la teoría funcionalista del destacado antropólogo Malinowski (1984), quien subraya que las sociedades funcionan con el objetivo de satisfacer todas las necesidades humanas. En su teoría de las necesidades básicas, señala 5 aspectos importantes: crecimiento, protección, parentesco, abrigo e higiene. Estos están integrados en las distintas facetas del ser humano que propone; a saber, biológica, psicológica, espiritual, material y cultural.

Por otra parte, están las teorías de los sistemas sociales, en las que se desataca el sociólogo funcionalista Talcott Parsons. Este autor considera que todo sistema social presenta cuatro imperativos o necesidades funcionales indispensables para la supervivencia del sistema y propone el esquema AGIL: 1. la adaptación (A), asociada a la satisfacción de exigencias externas (necesidades económicas); 2. las metas o goals (G), que deben ser definidas y alcanzadas fundamentalmente (necesidades psicológicas); 3. la integración (I),como regulación necesaria de las interrelaciones sociales (necesidades sociales), y 4. la latencia (L) asociada a las pautas culturales que proponen, mantienen y renuevan las motivaciones en el sistema (necesidades culturales) (Parsons, 1982).

Desde una visión psicológica, la necesidad se define como el sentimiento relacionado con la ausencia, estrechamente relacionado con el proceso de eliminar esa falta para satisfacer esa necesidad y, por ende, modificar positivamente esa condición de carencia y generar bienestar subjetivo en la persona (Mella et al., 2004).

Desde el punto de vista económico, el concepto de necesidad parte de una concepción subjetiva y se relaciona con el deseo y la voluntad humana de tener determinados recursos capaces de satisfacer ciertas carencias, expresadas en sensaciones desagradables, o de la tenencia de estos recursos para asegurar o mejorar situaciones favorables, de modo tal que se generen sensaciones agradables y, por consiguiente, un determinado estado de bienestar en la vida de las personas (Rojo-Pérez y Fernández-Mayorales, 2011).

Max Neef et al.(1986) ofrecen una perspectiva de análisis de las necesidades humanas sobre la base de la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza, de tal modo se sustenta el desarrollo a escala humana. En este análisis, explican que la calidad de vida depende de las posibilidades que tienen las personas de satisfacer adecuadamente sus necesidades fundamentales.

Max Neef et al. (1986) clasifican las necesidades humanas en dos categorías: 1. las categorías existenciales donde están las necesidades del ser, tener, hacer y estar, y 2. Las categorías axiológicas relacionadas con las necesidades de subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad. En relación con estas, Max Neef et al. (2010) definen los satisfactores como todos aquellos bienes económicos y no económicos empleados para la complacencia de las necesidades humanas, los cuales están condicionados por el contexto histórico y sociocultural imperante.

Precisan que “lo que está culturalmente determinado no son las necesidades humanas fundamentales, sino los satisfactores de esas necesidades” (Max Neef et al., 2010, p. 17). Esto se traduce a que las necesidades son las mismas a través del tiempo y las culturas, sin embargo, los mecanismos de satisfacción caducan y se reemplazan por otros más actualizados o en coherencia con el momento sociohistórico en que se demandan.

Las Necesidades Humanas En La Teoría Sociológica Clásica Y Contemporánea

La conceptualización de necesidad ha tenido un amplio recorrido desde la teoría sociológica decimonónica. En los inicios de la disciplina, contexto de desarrollo de la industrialización, teóricos como Durkheim, Weber, Marx y otros aportan concepciones sobre lo que significa necesidad. La perspectiva marxista se dirige principalmente a los conceptos de escasez o carencia y se define como la ausencia de determinados bienes o recursos para cubrir esa falta y superarla para que las personas puedan continuar desarrollando su vida individual.

Marx señala la existencia de impulsos constantes, como el hambre y las necesidades sexuales, las cuales transforman su expresión de acuerdo con el contexto sociocultural en que se desarrollen, y los impulsos relativos que se derivan de la estructura social, las desigualdades asociadas a esta y de las condiciones de producción. Los análisis marxistas sobre necesidad se adentran en una discusión sobre el carácter universal y lo subjetivo de las necesidades humanas en un contexto capitalista de producción y reproducción social (Ballester Brage y Colom Cañellas, 2018).

Marx parte de la existencia de los seres humanos en relación con las condiciones naturales que lo rodean y señala que el estudio debe partir de fundamentos naturales y del cambio que se desarrolla por la acción humana a través de los años. A partir de este análisis, se caracteriza al ser humano como un ser material con determinadas necesidades (Marx, 1962).

Desde las teorías y aproximaciones sobre el tema de la anomia, Emile Durkheim describe que los deseos de los seres humanos nunca se satisfacen y que solo una forma de control o autoridad moral puede frenar el carácter ilimitado de las necesidades humanas (Durkheim, 1998). En su conceptualización de hechos sociales como modos de actuar, de pensar y de sentir, insiste en el carácter externo de los mismos respecto a la persona, lo cual destaca las características básicas que definen a dichos hechos, la exterioridad, la coerción y la colectividad (Durkheim, 1997). De este modo, establece una aproximación conceptual de necesidad y deseo como hechos sociales y los establece como aquello que el contexto les impone a las personas; esos deseos y necesidades ilimitadas las define como un comportamiento anómico o desviado de los parámetros normativos y morales del comportamiento humano.

Por otra parte, Georg Simmel se posiciona en contra de entender la pobreza a través de la cantidad o ausencia de dinero, y puntualiza que los pobres lo son de acuerdo con los niveles de vida de su comunidad, asumiendo una perspectiva relativista de la pobreza entendida como ausencia parcial o total de las necesidades humanas básicas (Simmel, 1977). En otra postura, Max Weber destaca que las ideas, subjetividades y motivaciones de las personas fungen como catalizador del cambio social y, además, asegura que las personas disponen de capacidades para actuar libremente y construir su vida futura (Weber, 1994).

En un contexto de revolución tecnológica y desarrollo de las críticas al estado de bienestar en el siglo XX, comienzan a aumentar los estudios sobre la evolución e incremento de las necesidades humanas, por lo cual surgen nuevas corrientes de pensamiento y discusión sobre el tema. En un primer momento, determinados autores rescatan la obra marxista y actualizan los conceptos y problemas elaborados por Marx y Engels en sus obras. Entre estos teóricos se encuentra Herbert Marcuse de la Escuela Crítica de Frankfurt, quien desarrolla una tipología de necesidades humanas: reales (aquellas necesidades asociadas a las condiciones básicas de vida del ser humano como comer, dormir, vestir, etc.) y ficticias (aquellas necesidades relacionadas con lo que la sociedad le genera a la persona como el establecimiento de relaciones sociales, acceder a un determinado status social, etc.). Respecto a esto, el autor expresa:

Se puede distinguir entre necesidades verdaderas y falsas. «Falsas» son aquellas que intereses sociales particulares imponen al individuo para su represión: las necesidades que perpetúan el esfuerzo, la agresividad, la miseria y la injusticia. (…) La mayor parte de las necesidades predominantes de descansar, divertirse, comportarse y consumir de acuerdo con los anuncios, de amar y odiar lo que otros odian y aman, pertenece a esta categoría de falsas necesidades. (…) Las únicas necesidades que pueden inequívocamente reclamar satisfacción son las vitales: alimento, vestido y habitación en el nivel de cultura que esté al alcance. (Marcuse, 1993, p. 35)

Otros autores como Gough y Doyal (1986) se inclinan por la vertiente objetiva y universal de las necesidades, señalando como necesidades básicas la salud y la autonomía. En su obra, sentencian que la única manera de valorar la calidad de los servicios sociales es de acuerdo con la capacidad que presentan para la satisfacción de necesidades sociales e individuales.

Otra corriente teórica es el estructural-funcionalismo que señala a la sociedad como un sistema complejo, cuyas diferentes partes funcionan conjuntamente para generar estabilidad. Este enfoque reconoce que las necesidades humanas motivan las acciones organizadas y crean instituciones que ayudan a satisfacer las necesidades de las personas. A medida que las necesidades se vuelven más complejas, se desarrollan en las estructuras sociales complejas (Girola, 2010).

Otras corrientes del pensamiento sociológico que abordan la temática de las necesidades humanas son la fenomenología y la etnometodología. La fenomenología sociológica intenta describir los fenómenos en sí mismos, definiendo dichos fenómenos como hechos significantes. Entre los autores más importantes de este enfoque se encuentran Alfred Schütz, Peter L. Berger y Thomas Luckman. Por otra parte, la etnometodología se entiende como el estudio sociológico del proceso de construcción social, siendo los representantes más destacados Harold Garfinkel y Erving Goffman. En la fenomenología, las necesidades humanas se definen como construcciones sociales (subjetivas y dinámicas), las cuales se conforman en las interacciones de la vida cotidiana, dependiendo del entorno en una estructura sociocultural determinada (Berger y Luckman, 2001). El lenguaje y las discusiones grupales son formas en que se manifiestan las necesidades en la perspectiva etnometodológica (Garfinkel, 2006).

En la contemporaneidad, respecto al concepto de necesidades humanas, cabe destacar autores como Agnes Heller y Jurgen Habermas. Heller, muy influenciada por el marxismo y el interaccionismo simbólico, en su obra señala que “las necesidades humanas están determinadas históricamente, ellas mismas no pueden proporcionar los criterios objetivos para dividir las necesidades mediante las categorías de «reales» o «imaginarias»” (Heller, 1996, p. 60). En este sentido, arremete críticamente con posicionamientos teóricos de la teoría de Marcuse y su tipología de las necesidades falsas y reales.

Además, respecto al proceso de satisfacción propiamente de las necesidades humanas argumenta que “la estructura de poder permite sólo la satisfacción de aquellas necesidades que interpreta como reales. No produce satisfacción de ninguna otra necesidad y oprime toda aspiración a ellas encaminada” (Heller, 1996, p. 60). Esto es un aspecto importante dentro del análisis desarrollado por Agnes Heller, debido a que explica la imposición del Estado y sus instituciones, sobre cuáles son las necesidades reales de la sociedad, estableciendo límites en qué es una necesidad y qué no lo es, implantándose la denominada dictadura sobre las necesidades.

En relación con lo señalado anteriormente, la autora defiende la necesidad de reconocer que “siempre hay más necesidades en las sociedades dinámicas actuales de las que pueden ser satisfechas por la sociedad en las condiciones presentes” (Heller, 1996, p. 61). Además, “aquello de lo que los individuos tienen conciencia de que es su necesidad, es realmente su necesidad. Es real, ha de ser reconocida, ha de ser satisfecha” (Heller, 1996, p. 68). Su postura va más allá de una elaboración conceptual de necesidad humana, sino que despliega una defensa de reconocimiento libre de las carencias o necesidades de las personas en su desarrollo.

Mientras que Habermas (1992), representante de la segunda generación de la Escuela de Frankfurt, plantea que estar por debajo de ciertas normas de bienestar es otro modo de expresar que las necesidades no son más que normas sociales expresadas individualmente. Esto significa que los criterios para valorar las necesidades tienen que ver con las normas sociales. De esta manera, expresa que la satisfacción de una necesidad está vinculada a una estructura simbólica y a las normas establecidas en un plano sociocultural.

Aproximaciones Generales A La Calidad De Vida

Para la Organización Mundial de la Salud (2015), la calidad de vida es la percepción que una persona tiene de su lugar en la existencia, en un contexto sociocultural de vida relacionado con sus objetivos, sus expectativas, sus normas y sus inquietudes. Como concepto, es muy amplio y está influido de modo complejo por la salud física de la persona, su estado psicológico, su nivel de independencia, sus relaciones sociales, así como su relación con los elementos esenciales de su ambiente. Está estrechamente vinculado a la concepción del bienestar y la satisfacción de las necesidades humanas.

Desde la teoría social, el bienestar se ha identificado al desarrollo económico, la riqueza familiar o individual, las condiciones o el nivel de vida, estado de salud mental y físico, la esperanza de vida, la calidad y cantidad de los servicios sociales (salud, alimentación electricidad, agua potable, etc.), los ingresos, la satisfacción de necesidades y deseos y con la existencia de la llamada felicidad; elementos todos que individual o conjuntamente pueden ser sentimientos transitorios y que se traducen en calidad de vida como expresión del bienestar (Martínez, 2000).

Algunos estudiosos de la calidad de vida conciben la importancia de la valoración subjetiva del fenómeno. Sin embargo, usualmente las propuestas dirigidas a las personas adultas mayores se orientan hacia una evaluación de los efectos que provocan sobre determinadas condiciones de vida. El concepto calidad de vida es relativo, al igual que otros como felicidad y bienestar. Está claro que existen determinadas condiciones que influyen en estos aspectos (físicas, psíquicas, sociales, espirituales, culturales, políticas, etc.) y que están muy relacionados con la valoración que la persona haga sobre sí misma. Por lo tanto, la calidad de vida corresponde tanto al ámbito de la subjetividad como al contexto objetivo en que se desarrollan las personas (Puig et al., 2011).

La calidad de vida ha sido estudiada desde diferentes ciencias. En el plano social, se relaciona con una capacidad adquisitiva que permita vivir con las necesidades básicas satisfechas, además disfrutar de una buena salud física-mental y de relaciones sociales satisfactorias.

Además, la calidad de vida presenta una dimensión social y económica, debido a que la vida de las personas necesita de determinadas condiciones socioeconómicas, por ser estas fundamentales para su desarrollo y para poder satisfacer sus carencias de tipo material. Aunque la calidad de vida no se puede reducir a las condiciones materiales de vida, estas son fundamentales para el bienestar de la persona(Rubio et al., 2015).

Según Rojo-Pérez et al. (2011), la armonía interior, el comportamiento y la actitud son aspectos psicológicos importantes vinculados a la forma de vida y a las circunstancias en que estas se desarrollan. Asimismo, tienen que ver con el modo de vida de las personas. En cierta medida, los factores sociales y personales relacionados con el nivel de vida son los que determinan la calidad de vida de las personas y mejorarán en la medida que funcionen y se integren como un todo. La salud y la satisfacción de las necesidades humanas requeridas desempeñan un rol muy significativo para lograr una calidad de vida ajustada a la esperanza de vida.

Envejecimiento Demográfico: Consideraciones Generales En Cuba

El envejecimiento constituye un proceso biológico que se produce entre personas sanas, bien alimentadas, a salvo de muertes violentas y de enfermedades graves. Es muy diverso y cambiante el modo en que las sociedades tratan a las personas en función de su edad, de manera que el envejecimiento biológico reviste consecuencias y significaciones sociales muy distintas de acuerdo con dimensiones espacio-temporales diferentes (Alvarado García y Salazar Maya, 2014).

Existen diversas aproximaciones al concepto de adulto mayor; sin embargo, en el presente estudio se reconoce que son personas de la tercera edad o que viven la última etapa del ciclo vital (vejez) con 60 años o más.

Debido al incremento de la esperanza de vida, el descenso de las tasas de fecundidad, las migraciones y el desarrollo de una cultura del bienestar integral de los infantes, la proporción de personas mayores de 60 años está aumentando vertiginosamente respecto a cualquier otro grupo etario en casi todo el mundo. El envejecimiento demográfico constituye una conquista de las políticas de salud pública y el desarrollo socioeconómico alcanzado; pero, también, es un desafío para la sociedad, que debe adaptarse a ello para mejorar la salud y la capacidad funcional de las personas mayores, así como su participación social y su seguridad (OMS, 2015).

En Cuba, las ciencias sociales están tomando conciencia de la significación del envejecimiento demográfico, de la calidad de vida de las personas adultas mayores y de las diferentes acciones (in)formales para brindar bienestar a este grupo etario. Lo anteriormente señalado, se evidencia en la mayoría de las investigaciones desarrolladas por grupos de economistas, demógrafos, sociólogos y psicólogos de centros que se dedican a los estudios sobre este tema, entre los que podemos mencionar el Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (CEDEM), el Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE) de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), el Departamento de Sociología y la Cátedra del Adulto Mayor de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, entre otros.

Hace pocos años, el actual vicejefe de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, Juan Carlos Alfonso Fraga, en conferencia magistral impartida como director del CEPDE para dar inicio al VI Taller EduMayores 2017, explicó las razones por las cuales Cuba es un país envejecido. Este investigador plantea que entre las causas principales está el alto desarrollo humano con resultados significativos en salud y educación, (de)crecimientos poblacionales muy bajos: bajos niveles de fecundidad y bajos niveles de mortalidad (baja mortalidad infantil y elevada esperanza de vida), la migración externa con saldo negativo, la población en proceso creciente de envejecimiento y cambios en tamaño y funcionamiento de las familias.

Por último, en relación con el proceso de envejecimiento demográfico cubano, el Ministerio de Salud Pública de Cuba (2021) declara que el 21.3 % de la población tiene más de 60 años y, específicamente, la ciudad en que se desarrolla la presente investigación, La Habana, es la segunda provincia más envejecida del país con un total de 467 473 personas con 60 años o más, las cuales representan un 21.9 % de la población total. Dentro de este grupo de personas mayores habaneras, 195 337 son hombres (19.2 %) y 272 136 mujeres (24.4 %) (Oficina Nacional de Estadísticas e Información , 2020).

Necesidades Humanas-Calidad De Vida De Personas Mayor: Consecuencias De La COVID-19

La pandemia de la COVID-19 ha impactado drásticamente sobre las poblaciones en mayor situación de vulnerabilidad, tanto en cuestiones de salud como por razones sociales, económicas, psicológicas o por otras circunstancias. Todos estos son efectos colaterales que deberían ser estudiados. Dichos colectivos en situación de vulnerabilidad son niños y niñas, personas adultas mayores, mujeres, personas enfermas o con discapacidad, en estado de exclusión social, entre otros. La distancia física y social puede convertirse en aislamiento para todas las personas, generando agravación en los problemas existentes y a otros añadidos (Salido, 2020).

Las personas adultas mayores presentan una mayor susceptibilidad a infectarse, característica propia de la edad, en la cual la inmunidad humana muestra un debilitamiento con los años. A esto, se asocian otras comorbilidades que traen como consecuencia que la persona tenga un mayor proceso de infección, por lo que se considera un grupo etario en situación de vulnerabilidad.

El análisis de la (in)satisfacción de necesidades humanas en las personas mayores es de vital importancia para la evaluación de las condiciones socioeconómicas, físicas y psicológicas en que se desarrolla este grupo etario y, por consiguiente, de su calidad de vida en el actual contexto de la COVID-19, tanto en Cuba como en cualquier país del mundo. Además, el estudio permite desarrollar capacidades para el futuro diseño y aplicación de políticas sociales, que reporten beneficios y garanticen el bienestar óptimo para este sector poblacional en situación de vulnerabilidad ante esta nueva enfermedad, así como las consecuencias que genera en el entorno de desenvolvimiento de las personas adultas. Al respecto, Rojas Soriano (2020) plantea:

Si bien es cierto que todos los individuos estamos propensos a contagiarnos por el virus SARS-CoV-2, la manera como se enfrenta la enfermedad y la posibilidad o no de restablecer y/o mejorar la calidad de vida (después de que pase la tercera fase de la pandemia) depende de las condiciones de vida y de trabajo de los individuos, las cuales son diferentes según los diversos grupos sociales (p. 4).

Por esto, entender la calidad de vida en la tercera edad, a través del proceso de (in)satisfacción de necesidades humanas, obliga a incluir aspectos relacionados con esta etapa de la vida, en la cual la persona se enfrenta tanto al envejecimiento cronológico como funcional, que está asociado a la pérdida gradual de capacidades físicas, mentales y sociales para el desarrollo de la vida cotidiana. Además, es muy importante tener en cuenta el contexto en que se desarrollan estos procesos, debido a que la pandemia de la COVID-19 y la crisis socioeconómica que ha generado en los últimos tiempos han cambiado las condiciones de vida de las personas adultas mayores.

Contexto Nacional: Implementación De La Tarea Ordenamiento Cambiario Y Monetario

Aparejado a la situación pandémica mundial y sus repercusiones en Cuba, también resulta pertinente valorar el impacto directo de la implementación de la tarea ordenamiento cambiario y monetario en la satisfacción de las necesidades y calidad de vida de las personas adultas mayores en el contexto nacional. Este proceso iniciado el 1 de enero de 2021 incluyó la unificación monetaria y cambiaria, la eliminación de los subsidios excesivos y gratuidades indebidas, así como la transformación de los ingresos.

En medio de un entorno de crisis mundial generado por la pandemia de la COVID-19, se llevó a cabo la tarea ordenamiento que trajo como consecuencia para la economía cubana la devaluación del peso cubano (moneda nacional) frente al dólar, la subida de los costos y aumento de los precios, conllevando a una importante inflación y disminución del poder adquisitivo de la población cubana. Con la moneda nacional devaluada y el desabastecimiento en gran parte de las redes comerciales, se ha hecho difícil la adquisición de bienes y de servicios de primera necesidad. En cambio, los establecimientos en Monedas Libremente Convertibles (MLC) se encuentran mejor abastecidos con productos de primera necesidad, pero su acceso ha significado una brecha de inequidad y disparidad. Esto ha afectado a grupos sociales en situación de vulnerabilidad, debido a que la mayor parte de las pensiones, que estaban fijadas entre 280 y 500 pesos, quedaron por debajo del salario mínimo, entre 1528 y 1733 pesos, mientras que a las personas pensionadas con ingresos superiores a 500 pesos se les fijó un valor de 1528 más el valor que anteriormente cobraban. En la reforma se consideró una canasta básica de bienes y servicios (conjunto de productos de primera necesidad: alimentos, artículos de higiene y aseo personal, regulados y distribuidos equitativamente a la población cubana, los cuales son asignados mensualmente a cada persona ciudadana, a través de una libreta de abastecimiento) valorada en 1528 pesos, que sería el equivalente de la pensión mínima (Parrondo, 2021). También, se han incrementado los precios de los servicios sociales que reciben las personas adultas mayores, a través del Sistema de Atención a la Familia (SAF), concebido para complementar la alimentación de personas adultas mayores, derivados del inicio de la tarea ordenamiento. Un caso emblemático ha sido el de los comedores sociales, donde muchos de las personas beneficiarias han tenido que dejar de usar el servicio por no poder costearlo. Esto se traduce en una pérdida del poder adquisitivo, así como un encarecimiento exponencial de productos y servicios antes subsidiados para este grupo social en situación de vulnerabilidad.

Metodología, Resultados y Discusión

La muestra seleccionada incluye 20 personas adultas mayores con edades comprendidas entre 60 y 89 años, de ambos sexos. Se les aplicó una entrevista y un cuestionario con el objetivo de recopilar información sobre la (in)satisfacción de las necesidades de este grupo etario como expresión de su calidad de vida, durante el período de aislamiento social cubano en el contexto pandémico de la COVID-19 y la implementación del proceso de reordenamiento monetario y cambiario. Para la selección de la muestra, se utilizó un muestreo no probabilístico con criterios de intencionalidad; es decir, se realizó una selección consciente y no aleatoria de los sujetos de la muestra. “En las muestras no probabilísticas, la elección de los elementos no depende de la probabilidad, sino de causas relacionadas con las características de la investigación o de quien hace la muestra” (Hernández Sampieri et al., 2010, p. 176).

Entre los criterios de selección, se estableció el grupo etario de personas adultas mayores por ser la población en mayor situación de vulnerabilidad en medio de la pandemia de la COVID-19. Además, otro criterio fue el lugar de residencia, pues las personas adultas mayores que participaron de la investigación residen en diversos municipios de La Habana con mayores índices de envejecimiento demográfico. Asimismo, se determinó la selección de personas adultas mayores no institucionalizadas. Esta investigación sigue un diseño de campo, de tipo descriptivo-analítica, pues especifica propiedades, características y rasgos importantes de la calidad de vida de las personas adultas mayores, a través de la (in)satisfacción de sus necesidades en el contexto de la pandemia de la COVID-9 y de la tarea ordenamiento. Los estudios descriptivos buscan caracterizar y especificar las propiedades importantes de personas, grupos o cualquier otro fenómeno que sea sometido a análisis. Registran, miden o evalúan diversos aspectos, dimensiones o componentes de los fenómenos a investigar (Batthyány y Cabrera, 2011).

Resultó más pertinente el empleo de una metodología mixta, la cual permite dar respuesta al problema de investigación desde diversas aristas y niveles de análisis. Para Hernández Sampieri et al. (2010), la metodología mixta (cuantitativa-cualitativa) analiza las unidades de estudio con el propósito de lograr un conocimiento intensivo, profundo y detallado del fenómeno a investigar, de manera que puede generalizarse a otras situaciones donde la problemática está presente. La combinación de métodos cuantitativos, como el cuestionario, y cualitativos, como entrevistas, se complementaron para enriquecer la investigación.

Caracterización Social De Personas Mayores Habaneras De La Muestra

El grupo de personas adultas mayores que conforma la muestra es de 20 personas, las cuales se ubicaron en tres grupos de edades: de 60 a 69 años representado por 10 personas mayores (50 %), de 70 a 79 años por 7 (35 %) y de 80 a 89 años por 3, quienes representan una minoría muestral (15 %). Del grupo total, existe una representación tanto femenina (60 %) como masculina (40 %).

Entre los datos sociodemográficos identificados, uno importante es el color de la piel. La muestra está conformada mayoritariamente por personas de tez blanca (70 %), seguidos por una minoría de mestizos (20 %) y personas negras (10 %). Además, el nivel de escolaridad de las 20 personas mayores está representado por un 20 % con estudios primarios y secundarios finalizados, técnico medio (20 %), preuniversitarios (30 %) y universitarios (30 %). De modo general, existe un nivel de escolarización alto (80 % de educación media y superior) de las personas adultas mayores, como resultado de las acciones y políticas sociales llevadas a cabo por la Revolución Cubana desde inicios de la década de 1960. Como parte de dichas acciones, se encuentra la Campaña de Alfabetización y la obligatoriedad de finalizar hasta estudios secundarios en la educación cubana, entre otras.

La mitad de las personas entrevistadas son casadas (50 %), otras son divorciadas (20 %), viudas y solteras (15 %), respectivamente. De todas estas personas adultas mayores, una gran mayoría vive acompañada (75 %) y un 25 % vive sin compañía. En correspondencia con los datos anteriores, respecto al estado civil, se identifican un 50 % que viven con sus cónyuges.

Respecto a la situación ocupacional de las personas adultas mayores estudiadas, las personas jubiladas representan mayoría (60 %), en menor proporción trabajadores (30 %), quienes pertenecen al sector estatal o privado. También, una persona se identifica como trabajadora doméstica no remunerada y otra como desempleada, las cuales representan minoría.

Entre los ingresos percibidos por esta muestra, una mayoría recibe una pensión por jubilación (60 %) y otra parte recibe salarios (40%). Sin embargo, también es importante añadir que, dentro de las 20 personas adultas mayores estudiadas, un 35 % recibe remesas trasnacionales o que provienen fuera del país y solo un 10 % recibe remesas nacionales. Algunas personas reciben remesas tanto nacionales como transnacionales (25 %) y la misma cantidad no recibe de ningún tipo. Es importante destacar que estas ayudas económicas (remesas) están conformadas por montos de dinero, alimentos, vestimenta y otros productos de necesidad para este grupo poblacional, que provienen indistintamente de familiares, amistades y otras personas con importantes vínculos afectivos.

(In)Satisfacción De Necesidades-Calidad De Vida De Personas Mayores Habaneras

Necesidades Humanas De Subsistencia

Un 60 % pudo satisfacer sus necesidades parcialmente mientras que un 40 % lo hizo escasamente, a partir de los ingresos percibidos (remesas/salarios/pensiones de jubilación). Asociado a este indicador, la totalidad identificó poco accesibles los productos alimenticios. La poca accesibilidad a los alimentos durante el contexto pandémico se debe, según lo declarado, al desabastecimiento en las redes comerciales, las grandes colas (numerosas hileras o filas de personas que esperan turnos para acceder a productos o servicios) para poder comprarlos, la coincidencia de horarios de las entidades de venta con los laborales de las personas adultas mayores trabajadores de la muestra, poca oferta y mucha demanda en los mercados, la insuficiencia de productos de primera necesidad en peso cubano (CUP) y el poco acceso a monedas libremente convertibles (MLC) para la compra en centros que comercializan con estas divisas, las cuales se encuentran más abastecidas y existe mayor variedad de productos.

Una gran parte de las personas encuestadas-entrevistadas (75 %) opina no tener una alimentación de calidad al no existir variedad de productos y haber escasez de alimentos altamente nutritivos como carnes, pescados, leche, frutas y vegetales, lo cual impide tener una dieta balanceada. Por otra parte, una minoría (25 %) platea tener una alimentación de calidad asociada a la tenencia de alimentos variados y su acceso sistemático.

En cuanto a la accesibilidad de los artículos de aseo e higiene personal, la mayor proporción (75 %) manifiesta que son productos a los que han tenido poco acceso por los bajos ingresos que poseen, el desabastecimiento, la escasez en los centros de venta, la inestabilidad del mercado y las grandes colas, por lo cual resulta deficiente su obtención. Se manifiesta la necesidad de recurrir a mercados informales para proveerse de estos, lo cual encarece su costo. Una minoría (25 %) considera que fueron accesibles puesto que son artículos que se reciben en la canasta básica normada, aunque otros consideran que estos resultan insuficientes y de baja calidad. Estos productos se ofertan en mayor variedad por las tiendas en MLC, donde pocos tienen acceso.

Respecto al estado de salud de estas personas, el 85 % se considera saludable en contraposición a una minoría no saludable (15 %). Vale destacar que este grupo poblacional presenta un conjunto de enfermedades relacionadas con el proceso de envejecimiento, sin embargo, consideran que la condición de salud no está asociada solamente a la presencia/ausencia de enfermedades. Entre las comorbilidades más recurrentes que padecen las personas adultas mayores de la muestra, están la hipertensión arterial (65 %) y la diabetes mellitus (25 %). En menor medida, presentan: hernias y asma bronquial en un 15 % respectivamente, e hipotiroidismo y artrosis en un 10 % cada una. Solo casos aislados declaran otras afecciones como anemia, enfisema pulmonar, gastritis, epilepsia, mala absorción intestinal, artritis, genu valgo, cardiopatía isquémica, cefalea migrañosa, insuficiencia cardiaca, entre otras. Las personas adultas mayores que se sienten más vulnerables a desarrollar complicaciones por la COVID-19 (85 %) son los que padecen enfermedades cardiovasculares, respiratorias y la diabetes mellitus, las cuales son consideradas factores de riesgo para la muestra estudiada. En general, esta mayoría asocia su estado de vulnerabilidad a la COVID-19 con su edad (mayor de 60 años).

Entre las acciones de atención de salud mencionadas se haya la pesquisa epidemiológica (exploración sistemática de la población objeto de atención de salud, la cual percibe como objetivo la disminución del contagio y la mortalidad causada por la enfermedad que se investiga y la identificación del mayor número de casos para facilitarles un tratamiento oportuno y efectivo, mejorando su calidad de vida) realizado por estudiantes de ciencias médicas (75 %) y profesionales de la atención primaria de salud (20 %). Estas son consideradas negativas en mayor proporción (55 %), pues no se realizan en profundidad, no son frecuentes ni sistemáticas, generalmente se hacen preguntas superficiales, no cuentan con los medios ni instrumentos necesarios como termómetros de ahí las limitaciones relacionadas al control de la temperatura y la realización de la prueba diagnóstico Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR), lo cual puede falsear la información que se obtiene e ir en detrimento de la calidad del proceso. Otros las consideran positivas (45 %) una vez que se (pre)ocupan de la salud de las personas en mayor situación de vulnerabilidad y son importantes formas de vigilancia epidemiológica para evitar un mayor contagio de la COVID-19. En menor proporción, alegan una falta de atención médica y dificultades para acceder a los centros de atención primaria de salud, pues la mayor parte de estos servicios están destinados al enfrentamiento de la pandemia.

Respecto al acceso a medicamentos durante el contexto de la COVID-19, existe un equilibrio en los datos: un 50 % accedió, mientras que la otra mitad no tuvo acceso. De las personas adultas mayores que accedieron a los medicamentos, la totalidad manifiesta que dicho acceso fue parcial debido a la escasez de ciertos medicamentos necesarios para curar sus dolencias y padecimientos, la dificultad que imponen las excesivas colas para acceder a los productos farmacéuticos y mala distribución en las farmacias. Algunos han tenido que comprarlos, aunque no estén enfermos ni les haga falta en ese momento, principalmente por miedo a que no abastezcan después en las farmacias; es decir, han accedido a ellos no tanto por necesidad, sino por cierta precaución.

Necesidades Humanas Socioemocionales

Durante el período de aislamiento social, las personas mayores experimentaron en mayor proporción: miedo (50 %), inseguridad (30 %), depresión y ansiedad (25 %), trastornos del sueño (15 %) y de la alimentación (10 %). Además, sintieron estrés, temor, tensión, incertidumbre y vulnerabilidad ante el contagio de la COVID-19. El miedo se manifestaba en el temor de recibir visitas, precaución con la higiene, cambiando las formas de saludos y evitando los contactos para una mayor protección. Otras personas sintieron ansiedad por el encierro y por conseguir los alimentos ante su escasez. En algunos casos, la inseguridad y la ansiedad lo manifestaban a través de los deseos de salir de la casa, caminar, visitar amistades, vecinos y familiares no convivientes, lo cual se veía impedido. En algunos casos, destacan el tema de la soledad y la angustia de sentirse sin compañía en varios momentos, a pesar de vivir acompañados. Como algunas de las personas adultas mayores (60 %)tuvieron interrumpido su salario por encontrarse en situación de vulnerabilidad, esto provocó cambios en las dinámicas familiares relacionadas con las variaciones en los horarios de sueño y alimentación.

El impacto que tuvo esta situación pandémica en la condición psicológica y emocional de las personas mayores fue variable. Para algunas, no impactó negativamente por las maneras de lidiar con la situación, pero para otros si tuvo un impacto negativo por el tiempo prolongado de la COVID-19, la exposición continua a las noticias generadas por la pandemia, referidas a las pérdidas de vidas humanas y a la situación epidemiológica del territorio de residencia, miedo al realizar actividades cotidianas como hacer uso del transporte público e ir a trabajar. Además, las afectaciones a esta dimensión psicoemocional están estrechamente vinculadas a los estados experimentados (miedo, ansiedad, trastornos del sueño, etc.) por las personas adultas mayores durante este contexto.

Las relaciones de las personas adultas mayores con familiares, amistades y vecinos cambiaron en su gran mayoría (95 %), en cuanto a la disminución de visitas y la interacción con estas personas. Además, se limitaron los saludos, como abrazos y besos, mediando el nasobuco o mascarilla en esos intercambios. Durante este lapso de tiempo, una entrevistada alega que un familiar cercano falleció y no pudo despedirlo, al igual que otros enfermaron sin poder ir a visitarlos. Disminuyeron las visitas de familiares y amistades que residen en el extranjero por el cierre de fronteras, la reducción de vuelos y la restricción para personas viajeras.

Es importante destacar que el 100 % de las personas adultas mayores entrevistadas señalan mantener una comunicación sistemática con sus familiares no convivientes, la cual desarrollan diariamente (55 %) y con frecuencia semanal (45‍ %). Esta comunicación la llevaban a cabo mayoritariamente a través de teléfonos fijos (65 %), mientras que en menor medida utilizaban celulares o teléfonos móviles (20 %) y accedían a Internet para comunicarse con sus familiares (15 %), principalmente con los que residen en el exterior del país. Sin embargo, esto demuestra un cierto acercamiento a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) por parte de este grupo etario, quien, en su gran mayoría, no es muy diestro ni ha sido sistemática y formalmente alfabetizados en su uso.

Establecer comunicación con personas queridas impactó positivamente en el bienestar de las personas adultas mayores, pues conocían el estado de salud de estos y del resto de la familia, monitoreaban sus actividades y relaciones sociales. Cuando la comunicación estaba mediada por la tecnología de Internet, esta presentaba deficiencias causadas por la mala conexión y la necesidad de asistir a lugares públicos para mejorar la infraestructura tecnológica, por lo que había que usar la mascarilla y eso interfería en el intercambio.

Una gran mayoría de las personas entrevistadas son practicantes de alguna religión (60 %), sin embargo, otro grupo no profesa ninguna, ni practica creencia religiosa (40 %). Dentro del grupo religioso, en mayor medida son cristianos católicos (45 %), otros ejercen el judaísmo (10 %) y solo uno pertenece a la religión yoruba. Estos datos son una pequeña muestra de la diversidad religiosa cubana en las personas adultas mayores, pero también destacan la fuerte tendencia a la religión católica en Cuba.

Necesidades Humanas Espirituales/Religiosas

Las actividades religiosas se vieron afectadas por la prohibición de reunirse en los lugares de culto. De esta manera, quedó suspendida la asistencia a instituciones religiosas (iglesias católicas, sinagogas y templos) como parte de las medidas restrictivas establecidas por la emergencia de la COVID-19. En el caso de las personas católicas, se vieron imposibilitadas a asistir a las misas dominicales, de las cuales participaban con asiduidad, afectando su relación con la comunidad religiosa.

Del total de personas practicantes de alguna religión, un 91.7 % declara que su fe y práctica religiosa han contribuido a su bienestar espiritual en el contexto pandémico de la COVID-19. Estas personas dan cierta importancia a sus creencias como soporte de paz espiritual y generadoras de buenas energías para la vida diaria, pero también señalan que ayudan a incrementar sus esperanzas de mejoramiento de la situación epidemiológica cubana y mundial. Desde la casa, rezaban a su dios y santos para que acabara la pandemia, les diera mucha salud a sí y a sus familiares, así como prosperidad y desenvolvimiento financiero. Las personas religiosas se mantuvieron confiadas en que iban a mejorar la situación.

Necesidades Humanas De Ocio

Un 70 % de las personas adultas mayores entrevistadas indica que participaba en actividades sociales antes de la llegada de la pandemia al país, las cuales se ubican mayoritariamente en el grupo de edades de 60 a 69 años (55 %) y, en menor proporción, de 70 a 79 años (15 %). Dentro de las actividades socioculturales y deportivas que asistían las personas adultas mayores se encuentran la asistencia a teatros, cines, fiestas, playas, espectáculos humorísticos, actividades con la familia, competencias deportivas de natación, viajes y excursiones con compañeros de trabajo, actividades lúdicas y deportivas dentro de centros, como Casas y Círculos de Abuelo, entre otras.

La prohibición de la realización de estas actividades limitó la vida cotidiana y las actividades diarias, generó mucho estrés, tristeza y melancolía para estas personas que asistían a alguna o varias de estas actividades. A otras personas no les afectó tanto porque no eran tan asiduas a asistir a este tipo de actividades antes de la introducción de la COVID-19 en Cuba, los cuales representan el 30 % de la muestra y se ubican predominantemente en los grupos de edades de 70 a 79 años (15 %) y de 80 a 89 años (15‍ %). Es posible interpretar que, a medida que avanza cronológicamente la edad en las personas mayores, estas van perdiendo sistematicidad en la participación de actividades sociales, lo cual repercute negativamente en su bienestar y calidad de vida.

En relación con proceso de (in)satisfacción de las necesidades de este grupo durante el contexto pandémico en una escala de medición, una mayoría, que representa el 90 % de la muestra, indica que sus necesidades están satisfechas (45 %) o poco satisfechas (45 %). Mientras que una minoría, representada en el 10 % de la muestra, expresa que sus necesidades son bastante satisfechas (5 %) e insatisfechas (5 %) en este contexto de la COVID-19 en Cuba. Resalta que del 25 % de las personas adultas mayores que viven solas, un 20 %declararon sus necesidades poco satisfechas y un 5 % insatisfechas. De este grupo, un 10 % indica percibir una calidad de vida regular, un 10 % mala y un 5 %muy mala, debido a que declaran ausencia de redes sociales de apoyo, principalmente familiares.

En relación con lo anteriormente expuesto, el 60 % de la muestra estudiada declara tener una calidad de vida regular y en menor medida (25 %) se indica una calidad de vida buena. En valores inferiores, se clasificó como mala (10 %) y muy mala (5 %). Por otra parte, nadie señala tener una calidad de vida muy buena, lo cual está claramente asociado a un conjunto de aspectos insatisfechos (sociales, económicos, psicológicos, culturales, entre otros) que han sido generadores de determinados niveles de la calidad de vida como consecuencia de la pandemia de la COVID-19 en el país.

La totalidad de las personas adultas mayores declara que su calidad de vida ha empeorado desde el comienzo de la pandemia de la COVID-19. Tanto a nivel internacional como nacional se ha generado una crisis sanitaria, afectando muchos ámbitos de la sociedad, unidos a los cambios derivados de la implementación de la tarea ordenamiento. Entre las principales razones esgrimidas por este grupo de personas entrevistadas se encuentran la agudización en el acceso de productos de primera necesidad como alimentos, artículos de aseo e higiene, medicamentos, afectaciones en el transporte público, pérdida de empleos y contratos por ser personas adultas mayores de alto riesgo, disminución de ingresos percibidos en cuanto a salarios, remesas (tras)nacionales, cambios en la interacción con familiares, amistades, vecinos y limitaciones en la realización de diversas actividades, así como el aumento de afectaciones psicológicas-emocionales provocadas por el temor al contagio de la enfermedad.

Conclusiones

El trabajo por lograr mayores niveles de satisfacción de las necesidades humanas en la población adulta mayor es un proceso imprescindible para una excelente calidad de vida en las personas adultas mayores de cualquier sociedad. De modo general, a partir de los resultados obtenidos en el análisis de los datos recopilados durante el trabajo de campo, es posible exponer un grupo de conclusiones que suscitan cierta discusión necesaria referida a las dimensiones económica, de salud, sociocultural y psicológica, relacionadas directamente con las necesidades humanas en la vida de las personas adultas mayores.

En su gran mayoría, las personas adultas mayores viven acompañadas o conviven con al menos un familiar en el hogar, lo cual garantiza, generalmente, un conjunto de necesidades (socialización, canalización de necesidades afectivas y emocionales, garantizar el cuidado necesario, etc.) para este grupo etario, independientemente de la compañía.

La gran mayoría son personas mayores jubiladas, lo cual es una tendencia global respecto a la última etapa del ciclo vital tras una vida de trabajo. En cambio, existe un grupo importante de personas adultas mayores en condición laboral, pese a los riesgos que conlleva el desarrollo de esta función ante el contagio de la COVID-19.

Prácticamente, todas las personas adultas mayores estudiadas reciben remesas, tanto en su variante transnacional como nacional, que proceden de familiares, amistades y personas con lazos afectivos significativos. Estas ayudas económicas apoyan mucho a las condiciones materiales de vida de estas personas durante este contexto pandémico y de crisis económica, que ha generado en el país.

En relación con lo mencionado anteriormente, es importante destacar que el proceso de envejecimiento de la población cubana se ha desarrollado en un contexto de bajo desarrollo económico en las últimas décadas, pero con el advenimiento de la pandemia de la COVID-19 y la tarea ordenamiento, de reciente implementación, se ha recrudecido esta situación en nuestra sociedad. Es evidente que el factor económico no ha sido un limitante del crecimiento de la población de 60 años y más, y del aumento de la esperanza de vida en Cuba, aunque sí ha afectado considerablemente la posibilidad de satisfacer determinadas necesidades humanas y la calidad de vida de las personas adultas mayores. Tanto es importante cuánto puede vivir una persona, como en qué condiciones puede hacerlo. Resultados positivos de ambos indicadores van a condicionar una vida con calidad en las personas.

De acuerdo con los ingresos percibidos (remesas, pensiones de jubilación, salarios) en este período pandémico, las personas adultas mayores indican que solo han podido satisfacer sus necesidades parcialmente o escasamente.

En cuanto a las necesidades de subsistencia, la gran mayoría de las personas adultas mayores tiene poco acceso a artículos de primera necesidad como alimentos, productos de higiene, aseo personal y medicamentos. Las dificultades en su acceso han estado asociadas al desabastecimiento, a la alta demanda, poca oferta, grandes colas, bajos ingresos y poca posesión de divisas. Además, señalan no tener una alimentación de calidad en el contexto pandémico. Estos indicadores expresan la precariedad de sus condiciones de vida asociadas a necesidades indispensables para una excelente calidad de vida en la tercera edad.

La generalidad de las personas adultas mayores estudiadas se considera saludable y es importante señalar que no asocian su estado de salud a la presencia/ausencia de enfermedades. Presentan variadas dolencias y enfermedades, destacándose la hipertensión arterial en su gran mayoría, lo cual evidencia la tendencia nacional, puesto que es la enfermedad que más padece la población adulta mayor en Cuba (MINSAP, 2021). Todas las personas adultas mayores consideran presentar un estado de vulnerabilidad ante la COVID-19, debido a la presencia de sus enfermedades, entendidas como factores de riesgo ante el contagio de la enfermedad, y la pertenencia al grupo de la tercera edad.

Una gran mayoría señala recibir servicios de pesquisa epidemiológica de la atención primaria de salud. Muchos consideran estos servicios negativos, debido a su falta de sistematicidad, calidad y deficiente infraestructura técnica para la realización de los procedimientos necesarios en el control de la COVID-19.

Por otra parte, esta pandemia influyó en la satisfacción de necesidades humanas socioemocionales, afectando en el plano psicológico y emocional a las personas adultas mayores investigadas con el padecimiento de miedo, inseguridad, ansiedad y depresión en su gran mayoría, así como trastornos del sueño y la alimentación. Todos estos estados experimentados durante el contexto de aislamiento social están relacionados con el temor al contagio, la necesidad de salir de la casa, socializar y compartir libremente con otras personas.

Las relaciones sociales de las personas adultas mayores cambiaron durante el contexto pandémico, lo cual se expresó en modificaciones de la interacción con familiares, amistades, vecinos y otras personas. Mantuvieron una comunicación sistemática (diaria y semanal) con sus familiares no convivientes, durante el período de aislamiento social. Esto canalizó determinadas necesidades comunicativas y afectivas de este grupo poblacional en este contexto.

A pesar de realizar una comunicación sistemática con sus familiares, mediante el teléfono fijo en su mayoría, un grupo emplea teléfonos móviles y utiliza el Internet para comunicarse con sus personas queridas, demostrándose un aprendizaje y dominio creciente en el uso de las TIC. La comunicación con familiares generó impactos positivos en su bienestar, debido a que encauzaban determinadas necesidades asociadas a la preocupación por sus estas personas, el sentirse cuidados y vigilados por sus familiares y a su socialización, de modo general.

En cuanto a las necesidades humanas religiosas, una gran mayoría son practicantes o profesan alguna religión y consideran que estas contribuyeron a su bienestar espiritual durante el período pandémico, a pesar de que muchas de las personas entrevistadas no pudieron asistir a sus instituciones religiosas, debido a las restricciones impuestas en el contexto pandémico en La Habana.

En mayor proporción realizaban diversas actividades ante la emergencia de la COVID-19 en Cuba, lo cual afectó el bienestar de estas personas adultas mayores ante las prohibiciones, principalmente, a los sexagenarios que llevaban una vida social más activa. De modo general, afectó considerablemente la satisfacción de importantes necesidades de ocio en este grupo.

Las personas adultas mayores estudiadas declaran que sus necesidades, de modo general, están satisfechas o poco satisfechas y, asociado a estos estados, consideran regular su calidad de vida durante el contexto pandémico. No se evidenciaron diferencias significativas por sexo. Sin embargo, las personas adultas mayores que viven solas perciben una mayor insatisfacción de necesidades y, por consiguiente, una peor calidad de vida respecto a las personas adultas mayores que viven acompañadas. Como consecuencia de la introducción de la pandemia de la COVID-19 y de la crisis socioeconómica vinculada a la misma, aparejado a la implementación de la tarea ordenamiento, la calidad de vida de las personas adultas mayores empeoró, debido a la insatisfacción o satisfacción parcial de determinadas necesidades de subsistencias, socioemocionales, religiosas y de ocio.

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1 .

Licenciado en Sociología, Universidad de La Habana, Cuba. Especialista del Departamento de Investigaciones y Docencia, Centro de Educación Sexual (CENESEX), Cuba. Habana, Cuba. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7852-6780 E-mail: carlosvicenterm@gmail.com

2 .

Licenciada en Comunicación Social, Universidad de La Habana. Investigadora independiente. Habana, Cuba. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-9785-5926 E-mail: rcarasaalvarez@gmail.com