Arnoldo Mora

Aporte de Hinkelammert al pensamiento crítico

Sin pretender desarrollar en su integralidad los fundamentos filosóficos del aporte invaluable de Franz Hinkelammert al pensamiento crítico latinoamericano, esbozaré en las líneas siguientes algunas de sus ideas fundamentales a guisa de homenaje póstumo.

El pensamiento de Hinkelammert asume como función primordial la exigencia de crear las condiciones de posibilidad de la construcción de un sujeto mediante la forja de una ciencia liberadora. Lo cual implica realizar una crítica de la economía política. Lo cual lleva, a su vez, reconocer la insuficiencia de la economía cuando se la concibe únicamente como lógica de lo utilitario o proyecto de maximización de las ganancias. Tal es la lógica del sistema capitalista que, por ser excluyente, conduce a la muerte. Como alternativa queda un proyecto, concebido como libertad que necesita ser cumplido gracias a la construcción de un modelo económico –político que realmente satisfaga las necesidades vitales del ser humano; su cumplimiento se convierte en el mayor de los deberes de la hora actual. Libertad y necesidad se ven, así, unidos pero dentro de un proyecto de liberación integral conducente a una auténtica y plena libertad. En breve, se trata de hacer una deducción trascendental o crítica, en el sentido kantiano de la palabra, de la economía capitalista y de la política económica burguesa.

Pero más que las conclusiones a que Franz llega en el ámbito utópico, aquí nos interesa destacar los presupuestos filosóficos que lo inspiran. Para ello, Hinkelammert parte del concepto del hombre concebido como praxis, una categoría antropológica-epistemológica inspirada en Marx. Si bien el concepto de hombre como sujeto de la historia está en Hegel, es solamente en Marx que ese sujeto es asumido como ser viviente. La vida como realidad biológica y no sólo como «espíritu» es lo que hace posible la economía como ciencia y no como ideología, en el sentido que Marx da a ese término. Toda acción humana es la expresión de una estrategia que busca la satisfacción de las necesidades vitales del grupo al que pertenece quien la enuncia. Esto lleva a construir la realidad a partir y dentro de los horizontes fijados por la experiencia; pero esta experiencia no abarca toda la realidad sino tan sólo la totalidad de la capacidad del ser humano como praxis, es decir, como capacidad de trasformación de lo real. Esto hace que lo real deje de ser un hecho fáctico puro y se nos dé como inteligibilidad en la medida en que nos aparezca envuelto en el ámbito de lo posible, es decir, de lo inteligible. La ciencia, para explicar lo real, se basa en el pensamiento que lo convierte en un haz de posibilidades. Pero como estas posibilidades sólo son infinitas en la teoría, pues en la práctica son limitadas debido a que en la realidad esas posibilidades suelen ser siempre muy restringidas, ya que, en el fondo, subyace la condición de raigambre óntica, del ser humano que solemos denominar «finitud». Esto explica por qué surge por parte de sectores minoritarios pero poderosos, reiteradas veces en el devenir temporal, la tendencia histórica de apropiarse de esas posibilidades de manera excluyente. Es por esta razón que, como expresión institucionalizada aparece la violencia, que tiene su expresión histórica en el despotismo político, cuya raíz es la explotación económica y la apropiación privada para fines de lucro individual de los recursos naturales y humanos disponibles y de los instrumentos para explotarlos. Tal es la causa profunda de la violencia imperante y de los graves problemas que afectan a las mayorías, especialmente a los países periféricos como América Latina.

Como respuesta surgen las tentativas de cambiar el sistema integralmente, que hacen de la política una acción liberadora siempre y cuando partan de un análisis de las causas de la violencia y propongan un programa o agenda de gobierno, que sea un instrumento eficaz como alternativa o modelo utópico. La dimensión utópica expresa la racionalidad de la acción política, la humaniza y la une a la economía haciendo factible la economía política, pues sólo lo utópico expresa la condición humana en su finitud. En otras palabras, sólo la dimensión utópica humaniza y, por ende, es realmente liberadora. La ausencia de la dimensión utópica, tanto en la idolatría del mercado cultivada por regímenes capitalistas, como el dogmatismo ciego y autoritario en que se inspiraba la pretensión de una imposible planificación total en los antiguos regímenes comunistas, es igualmente deshumanizante; por lo que sólo pueden producir la muerte y conducir a la humanidad a un fin apocalíptico a corto plazo históricamente hablando. De ahí que lo que se impone al pensamiento filosófico y a las ciencias humanas hoy día, es una función eminentemente crítica que proponga alternativas viables a corto y mediano plazo, mientras que a largo plazo se construyen las bases de un socialismo, cuya concreción todavía es utópica pero que posibilita el crear un horizonte abierto. La libertad no tiene posibilidades de realización en los regímenes capitalistas. De ahí que la política como búsqueda instrumental y voluntad de compromiso con la utopía, es, ante todo, la concreción de un ideal de justicia dentro de una circunstancia concreta. Esta dimensión de lo político abre espacio al futuro, a lo que no existe pero debe existir porque, de lo contrario, no sólo se disemina la muerte, sino que ésta se universaliza, lo cual implica que, no sólo muere a quien se mata, sino que también muere el propio homicida. Por lo que Hinkelammert no se cansa de repetir: «Todo homicidio es un suicidio». La tierra es redonda; por lo que la planetarización de la política y de la economía hace que la bala que lanza el homicida dé la vuelta entera a la tierra y termine por anidarse en la nuca de quien la disparó.

Para que logremos cambiar este desorden imperante en el mundo actual, se hace necesario construir lo que nuestro autor llama «sujeto». El pensamiento crítico debe convertirse en «el grito del sujeto», en una denuncia que, al mismo tiempo, sea portadora de vida, de esperanza. Pero la crisis actual ha llegado a un nivel tal que no basta con clamar en pro de hacer justicia a los oprimidos; porque está en juego la vida en todas sus manifestaciones en el planeta entero; salvar a las masas empobrecidas de la periferia es salvar a la humanidad entera. La razón utópica no es más que una epistemología crítica de las teorías económicas y políticas que han pretendido ser economía pura, pero que tan sólo han, de forma camuflada, renegado de la dimensión utópica al negarle un futuro a la humanidad en su condición de ser libre. Con ello, en la práctica se convierten en «ideologías de la muerte» y hacen del pensamiento «armas ideológicas de la muerte», porque llevarán a la muerte no sólo a quienes las sufren, sino también a quienes las propugnan. Por eso, el proceso de liberación no sólo tiene como objetivo el proponer reformas en las estructuras socioeconómicas e impulsar proyectos alternativos, sino también preservar la diversidad cultural y biológica; sujetos deben ser todos los pueblos y en todas las dimensiones de la vida. En conclusión —digo yo— se trata de forjar el hombre nuevo del que habló el Ché.

Arnoldo Mora Rodríguez (arnoldo.mora@ucr.ac.cr) Profesor jubilado, Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica.

Recibido: 26 de agosto, 2023.

Aprobado: 4 de setiembre, 2023.