Dan Abner Barrera Rivera

El pensamiento fundamentalista neopentecostal en Costa Rica

Resumen: Este artículo es un estudio del pensamiento fundamentalista neopentecostal en Costa Rica dentro del contexto internacional: se expone cuáles son las características principales que conforman su identidad, en qué aspectos se asemeja al pentecostalismo y en cuales se distancia de él, y cuáles son sus diferencias con las otras iglesias cristiana evangélicas. Se resalta el interés que tiene por ser protagonista, en estas primeras décadas del siglo XXI. en la política costarricense.

Palabras claves: fundamentalismo, neopentecostalismo, evangélicos, Costa Rica, iglesias.

Abstract: This article is a study of neopentecostal fundamentalist thought in Costa Rica within the international context: it exposes what are the main characteristics that make up its identity, in what aspects it resembles pentecostalism and in which it distances itself from it, and what are its differences with the other evangelical christian denomimations. The interest it has in being a protagonist in these first decades of the XXI century in Costa Rican politics is highlighted.

Keyword: fundamentalism, neopentecostalism, evangelicals, Costa Rica, churches.

Introducción

Antes de hablar del «pensamiento fundamentalista neopentecostal», y caracterizar su especificidad, es importante hacer un acercamiento a los términos principales que conforman el título para que nos orienten en lo que vamos a analizar. Se entiende por «pensamiento», al ejercicio intelectual, que se desarrolla por medio de procesos mentales, y que se expresa en ideas, acciones, conductas, etc., las cuales reflejan lo que la persona concibe, conoce y percibe del mundo y de sí mismo. El pensamiento se «ve» o representa de manera escrita, oral y en el comportamiento de las personas; los conduce o acompaña de forma consciente, intencional, y también de forma inconsciente (involuntaria), o inducida por estímulos externos. El pensamiento no es estático, es dinámico, se adquiere, acumula y desarrolla con el trascurrir del tiempo. El fundamentalismo, en este caso el religioso (también existe fundamentalismo económico, político, cultural, etc.), es un movimiento que surgió dentro del protestantismo evangélico en los Estados Unidos, entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, aparece como una reacción ante las ideas del modernismo y el liberalismo, porque los entendieron como una amenaza a la fe que siempre habían profesado, y que estaba cimentada principalmente en lo que ellos habían interpretado de la Biblia (interpretación literal del texto); se le denomina fundamentalismo, porque ese grupo de creyentes religiosos asumieron una serie de doctrinas cristianas como los fundamentos inamovibles de sus creencias, fe y conducta (Ramos 1998, 76). Y, el neopentecostalismo, este es precisado en el tiempo, según algunos estudiosos, como la tercera ola del pentecostalismo (esta es una periodización general, tampoco en esto hay a un consenso definitivo; habría que hacer una periodización por países o subregiones, situación que está muy lejos de este estudio): la primera fue, entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la segunda, como continuidad de la anterior, pero ahora presente en América Latina, se inicia entre la década del cincuenta y sesenta; y la tercera desde finales de los setenta e inicios de los ochenta. Independientemente de esas fases o periodos, lo que tienen en común a lo largo de su historia es un estrecho vínculo con la manera literal de entender lo que está escrito en la Biblia, y con la experiencia de recibir los dones del Espíritu Santo (Oro 2018).

Con esos señalamientos, tenemos un marco referencial para caracterizar la especificidad del neopentecostalismo. Sus particularidades, permiten diferenciarlo de las otras manifestaciones religiosas cristianas en la sociedad costarricense.

La novedad del neopentecostalismo en Costa Rica

En Costa Rica, en los últimos cuatro lustros, el tema del neopentecostalismo ha estado presente y visible en el ámbito público, y ha llamado la atención de los estudiosos del fenómeno religioso fuera de sus fronteras; investigadores, especialmente sociólogos y antropólogos de la religión, de países como México y Brasil, desde los años noventa del siglo pasado, realizan investigaciones interdisciplinarias sobre estas temáticas; diferentes universidades han extendido sus estudios sobre lo que ocurre en otros países, y también hacen trabajos de índole comparativo; es así que se han interesado por estos hechos que se viven en este país (en realidad sucede en toda América Latina y en otras partes del mundo). Por el contrario, es reciente e incipiente los trabajos que desde Costa Rica se hacen sobre el tema.

Este país centroamericano, tiene una larga tradición católica; es el único de la región cuyo Estado no es laico, es de confesión católica; el Artículo 75, de la Constitución dice: «La Religión Católica, Apostólica, Romana, es la del Estado, el cual contribuye a su mantenimiento, sin impedir el libre ejercicio en la República de otros cultos que no se opongan a la moral universal ni a las buenas costumbres» (Presidencia de la República de Costa Rica 1949, 10). En los últimos años, a iniciativa de la sociedad civil, se ha abierto el debate en la Asamblea Legislativa, de la importancia que tiene de que el Estado sea laico, pero existe una fuerte oposición de los sectores más conservadores, tanto católicos como neopentecostales, aduciendo equivocadamente, que lo que se quiere promover, es el ateísmo. En lo esencial, este rechazo consiste en que, en el caso de los primeros (los católicos) no están dispuestos a perder los privilegios que les otorga el Estado confesional costarricense, y los segundos (los neopentecostales), aspiran a un Estado confesional ampliado para que los beneficios les alcancen también a ellos. Algunos de los privilegios que disfruta la Iglesia Católica son: recibir cada año en sus cuentas eclesiásticas un presupuesto por parte del poder Ejecutivo; acceder a subsidios para sus escuelas; contar con el apoyo financiero para la restauración de templos; tener exenciones al impuesto de la propiedad; recibir apoyo económico para obras de bienestar social, entre otros (Díaz 2014). De estos y otros privilegios, los sectores neopentecostales también quieren beneficiarse.

Sin embargo, lo que aparece escrito, o se expresa como una declaración oficial y posición nacional-estatal, no garantiza nada a nivel social y personal porque las creencias no siempre son estáticas (UNA, UNED, CETIS, 2019) o inamovibles, por el contrario, varían, son volubles, y fluyen de una forma de creencia a otra (Fuentes 2015); las personas tienen distintos intereses y experimentan variadas migraciones de fe, religión e iglesia. De manera que cuando en el caso costarricense se declara que el Estado tiene una religión oficial (la católica), esto no significa que la jerarquía institucional eclesial pueda tener control de las creencias de todos sus ciudadanos o miembros, o que pueda evitar que muchos de ellos encuentren en otras confesiones de fe, un lugar (iglesia o grupo de creyentes) donde sus intereses y necesidades espirituales sean satisfechos; un espacio donde puedan expresarse, ser escuchados y acogidos.

En las últimas dos décadas, no solo en Costa Rica, sino en la mayoría de los países de América Latina, ha habido migraciones religiosas o confesionales, que le han restado membresía a la todavía mayoritaria Iglesia Católica (Guadalupe 2017). Cultural y nominalmente Costa Rica sigue siendo reconocido como un país católico, y sus celebraciones religiosas, aunque no muy masivas como antes así lo atestiguan. En el pasado, las otras iglesias cristianas no católicas, confesiones y denominaciones evangélicas, muy rara vez llamaron la atención de la sociedad costarricense, menos aún de los estudiosos del fenómeno religioso en América Latina, porque su incidencia en los asuntos públicos era mínima o prácticamente no existía. La gente los identificaba como los «no católicos», los «hermanos separados», incluso como «sectas», y sólo sabían de ellos cuando veían que construían algún templo pequeño en diferentes partes (lo hacían no solo en lugares céntricos, sino también en zonas periféricas), o porque realizaban campañas evangelísticas, que al principio los hacían en sus templos; y posteriormente, los neopentecostales, no solo dispondrían de templos más grandes, sino que alquilarían cines y estadios. Este dato es interesante, porque en la tradición de estas iglesias conservadoras, estos recintos siempre fueron vistos como lugares de pecado; decían que en los cines se exhiben películas «carnales», y en los estadios la gente se comporta de forma pagana, más aún cuando los partidos de fútbol eran los domingos, días en los que hay que estar congregados en la iglesia; los pastores no recomendaban a los creyentes ir a esos sitios. Hoy, ellos alquilan esos lugares, toman el control, y los declaran espacios de santidad porque ellos están ahí. Hacen campañas masivas para «ganar almas para Cristo», y aumentar su membresía eclesial (proselitismo). Pero desde un inicio las iglesias evangélicas, incluidas las pentecostales, realizaban sus actividades, sin tener ninguna participación en asuntos políticos ni formaban parte de alguna militancia partidaria, y tampoco tenían protagonismo en los medios de comunicación; es decir, nunca fueron noticia periodística y tampoco barreal o sectorial. Existían como grupos religiosos, que desarrollaban sus actividades proselitistas, pero social y políticamente, pasaban inadvertidos. Su teología o doctrinas cristianas no les orientaban a interesarse o empeñarse, por el «aquí y ahora» (presente), sino por el «allá y después» (el futuro); no estaban preocupados por las cosas terrenales, sino por las celestiales, no les interesaba los asuntos materiales, sino los espirituales; concebían el mundo, como un lugar de pecado, por eso había que apartarse de él, y esperar el Reino de los cielos más allá de la historia.

El surgimiento del neopentecostalismo en Costa Rica, no fue de manera súbita, este se vino incubando desde los años ochenta del siglo pasado, y su despliegue y desarrollo responde a causas sociales, políticas y económicas propias de la región, pero relacionadas con los intereses geopolíticos y estratégicos de los Estados Unidos en el Istmo centroamericano dentro del contexto de la Guerra Fría, en donde el gobierno norteamericano influyó con la propagación de estas iglesias, los recursos financieros, el envío de predicadores y literatura, las campañas internacionales, etc., ante la supuesta amenaza del comunismo cubano-nicaragüense hacia esta zona geográfica. Pero al neopentecostalismo, como movimiento religioso y social en esta parte del continente no se le puso ninguna atención en ese tiempo, sino hasta hace algunos años recientes. Ni la Iglesia católica ni las iglesias evangélicas que no eran neopentecostales, le dieron alguna importancia; menos todavía quienes no tenían interés en los asuntos sociorreligiosos. En los centros académicos del país este tema no era objeto de estudio; esto empezó a cambiar una vez que el neopentecostalismo, a través de sus iglesias y dirigentes, empezaron a tener alguna incidencia pública y se convirtieron en actores sociales y políticos que convocaban o repelían interlocutores. A diferencia de una larga tradición del comportamiento evangélico, caracterizado mayormente por el enclaustramiento en la privacidad de sus templos, los neopentecostales de manera suigéneris, irrumpieron en la vida pública de Costa Rica, y lo hicieron de manera orgánica, expresando abiertamente sus posiciones políticas y mensajes novedosos. Muy pronto tuvieron tribuna en los distintos medios de comunicación social (periódicos, programas radiales y televisivos, y posteriormente en las redes sociales), y sus dirigentes eran invitados para ser entrevistados en programas estelares de los principales canales de televisión del país, y así se hicieron conocidos, por ejemplo, este fue el caso del diputado Justo Orozco, en su segundo periodo (2010-2014), quien, en una entrevista, en su condición de presidente de la Comisión de Derechos Humanos, en nombre de una fe, de un Dios y de lo que algunos llaman «provida», asume una posición contraria a los derechos humanos de las personas de la diversidad sexual (Oreamuno 2012). Definitivamente, haber aparecido en esos espacios públicos con discursos que «afectan» la tradición religiosa o las creencias de la mayoría de la gente, los convirtió en centro de comentarios a favor y en contra («si no aparecen en los medios no existen»). Pronto, llamaron la atención de los partidos políticos, quienes, en los inicios, no los vieron ni trataron como posibles contrincantes o aliados de carrera. También fueron sujetos de observación, por parte de algunos sectores académicos, especialmente, de las universidades públicas, en donde docentes e investigadores, de manera aislada, tuvieron reacciones un tanto confusas cuando vieron su crecimiento y participación decidida en la política. Cuando el salmista Fabricio Alvarado, candidato neopentecostal ganó las elecciones en 2018 y pasó a la segunda vuelta, no pocos académicos temieron y vivieron una crisis política ante esa «amenaza». Asimismo, aparecieron de manera esporádica algunos artículos de opinión sobre ellos, en el Semanario Universidad. Poco a poco, la sociedad en general empezó a hablar de los neopentecostales como un caso novedoso, pero se ignoraba quiénes eran; se crearon muchos estereotipos y nadie explicaba quiénes eran (tampoco es que a estas alturas haya mayor conocimiento al respecto). En el mundo político, entiéndase los partidos y en los programas periodísticos dedicados a estos temas, pensaron que desaparecerían pronto del escenario público, cosa que no sucedió.

La presencia novedosa de estos grupos durante este tiempo se inició cuando incursionaron de forma abierta, sin esconder su identidad religiosa ni su programa político, en los asuntos públicos de la sociedad, y decidieron participar activamente en la política partidaria, con aspiraciones de asumir cargos a nivel nacional en los poderes del Estado, como el ejecutivo y legislativo, y también en los poderes locales como las alcaldías municipales. Esto no había sucedido antes en la historia de las iglesias evangélicas en Costa Rica.

Si su presencia en la política partidaria llamaba la atención, esta fue mayor cuando se conoció los temas de su agenda electoral y la posición que asumían sobre ellos: se oponían al aborto, estaban en contra del matrimonio entre parejas del mismo sexo, objetaban la adopción de hijos por parte de parejas no heterosexuales, disentían de la fecundación in vitro, satanizaban la legalización de la marihuana, se oponían a la teoría de género (que ellos llaman «ideología de género»), entre otros. Todos estos son temas sensibles que tienen que ver con derechos humanos, sobre los cuales solían hablar antes los especialistas (abogados, bioeticistas, médicos, etc.), pero ahora resulta, que los especialistas eran los neopentecostales; ellos eran los que conferenciaban sobre esos temas a partir de su fe y creencias religiosas. Ingresaron al territorio de la política partidaria y de las contiendas electorales, flameando como organización partidaria y religiosa la bandera de «la familia», «la vida», «el orden natural de Dios», etc. En un país religioso y conservador, no era difícil prever que estaban pescado en río revuelto y seguro, y que pronto obtendrían algunos resultados positivos en las justas electorales.

Cuando los políticos neopentecostales a través de sus partidos confesionales participaron orgánicamente en la política, fue en 1981, cuando crean el Partido Alianza Nacional Cristiana (PANC), con una marcada identidad evangélica, y su primera incursión en una lid electoral es en 1982, sin resultados positivos. A raíz de esta experiencia, el pastor Justo Orozco, uno de los creadores del PANC, funda en 1995, el Partido, Renovación Costarricenses (PRC), con el que por primera vez un evangélico obtendría una diputación en la Asamblea Legislativa (1998-2002). Ya una vez en el hemiciclo de la República, expusieron su posición sobre los temas mencionados, y recibieron una serie de comentarios y adjetivaciones, como, por ejemplo: ignorantes, atrasados, ‘mongolitos’, fanáticos, antimodernos, trasnochados, etc. Este tipo de reacciones y calificativos no provenían de los sectores sociales más humildes o económicamente pobres que, en su mayoría, influenciados por el conservadurismo religioso, se identifican con la agenda moral que ellos proponen. Procedían mayormente de los sectores con mejor educación, y pertenecientes a la clase media y alta (también había sectores con alguna filiación nominal católica), así se crearon algunas estigmatizaciones contra este grupo, que, en lugar de hacerlos retroceder en sus aspiraciones, tuvo un efecto contrario: logró que se empeñaran por copar todos los espacios políticos mediáticos posibles y posicionar con más fuerza su agenda política. Entre los grupos que los adversaban se pueden identificar a tres: un sector vinculado al mundo académico (las universidades públicas), otro al feminismo en sus diferentes variantes, y el tercero, los grupos lgtbiq+; de esto dan cuenta las redes sociales. Como sabemos, en estas redes existe de todo, y la gente se manifiesta de diversas maneras; mientras unos pocos trataban de generar debate o análisis, la mayoría se atrincheraba en sus perfiles personales, desde donde mostraban ser poseedores de la razón absoluta, y descalificaban a los otros, con términos ofensivos e irrespetuosos; era algo así, como un abanico de fundamentalismos. Por eso, no deja de ser cierto cuando se afirma que, «hay un fundamentalismo muy potente dentro del campo religioso, pero también hay un fundamentalismo muy potente dentro de los activismos LGTB. Entonces son dos fundamentalismos que para nada van a querer establecer un puente» (Otros Cruces 2023). Entre los fundamentalistas de los grupos LGTB en América Latina, también hay activistas cristianos y evangélicos, y en ellos no faltan los que sin hacer ninguna exégesis y hermenéutica bíblica seria, recurren a nuevas interpretaciones de la Biblia para justificar la opción y posición que defienden; y muchas veces se muestran intolerantes a cualquier tipo de crítica u observación; asumen posturas absolutistas y verticales, y son igual de rígidos que los otros fundamentalistas que adversan. En una situación así, es muy pertinente la frase/consejo, que se le asigna a Jorge Luis Borges: «Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos» (Borges 2010) Sin embargo, estas reacciones no ayudaron a entender el fenómeno, sino lo que hizo fue fortalecerlo y hacerlo crecer. Como se dijo antes, nadie los tomó en cuenta con seriedad, porque creían que desaparecerían rápido. Y todavía hoy, muchos de quienes ayer trataban a los neopentecostales de ignorantes, siguen desconociendo (ignorando) quiénes son.

El pentecostalismo y el neopentecostalismo

Toda definición de una expresión religiosa, como en este caso la del fundamentalismo neopentecostal, corre el riesgo de ser siempre incompleta, más aún cuando se trata de un movimiento que está en constantes cambios, tanto en su forma de expresión religiosa y social, como en las ideas en las que se sostiene. Cuando se dice movimiento, se está haciendo referencia a las iglesias que lo constituyen, y que están presentes con bastante notoriedad pública y política en América Latina; en algunos países son mucho más evidentes que en otros, pero de esto no se concluye que sea un movimiento homogéneo o uniforme en el continente, aunque sus iglesias tienen características básicas similares. Si bien el tiempo de existencia de este movimiento en América Latina, alcanza ya las cuatro décadas, los estudios que se han realizado sobre él, son cada vez más diversos y amplios debido a la variedad y las mutaciones que experimenta; esta situación hace que sea difícil hablar de una única identidad neopentecostal. Sin embargo, es posible hacer una aproximación a partir de lo que distintos autores han señalado, sin la pretensión de que sea un asunto concluido y cerrado.

Existe una discusión todavía vigente sobre si hay alguna relación (conexión) entre el pentecostalismo y el neopentecostalismo. Sobre esto, hay por lo menos dos versiones: una, que sostiene que el neopentecostalismo es una continuidad del pentecostalismo, pero más modernizado en algunos aspectos; es decir, mantiene lo esencial de sus creencias principales, aunque se acopló a los nuevos tiempos, porque tuvo que cambiar su percepción negativa que tenía de las «cosas materiales de este mundo», como por ejemplo, los asuntos políticos y el uso de los recursos tecnológicos que ofrece el mundo actual, de los cuales se sirven para cumplir la misión que tienen en la sociedad, ya sea para sus celebraciones internas, como para sus proyecciones sociales y políticas proselitistas. La segunda versión, considera que existe una clara ruptura, porque si bien el neopentecostalismo no ha abandonado las creencias principales del pentecostalismo, ha agregado otras, como la denominada «teología» de la prosperidad, que es cuestionable que se llame así, porque se trata de una inversión de lo que significa la teología, no sólo porque no existen bases bíblicas para defender y promover tal prosperidad, excepto manipulando el texto, sino porque sería una negación del significado central del Evangelio: justicia, paz, amor, equidad, igualdad, projimidad, etc.; es una selección parcializada y antojadiza de textos de la Biblia, que ignoran los contextos históricos, culturales y lingüísticos, con el propósito de justificar una práctica financiera (más adelante nos referiremos más a este tema). Además, el neopentecostalismo, contrario al pentecostalismo, tiene una perspectiva redentorista e histórica del mundo, ya no sólo cree en un futuro celestial, espiritual y triunfante, en el que el mal será derrotado, sino que, cree también, en el compromiso con el presente histórico, por eso deciden participar en la vida política de la sociedad con el fin de restaurarla, y para lograr ese objetivo, se valen de las ventajas que ofrecen los recursos tecnológicos, materiales y financieros. Respecto a estas dos versiones de la continuidad o no, entre el neopentecostalismo y el pentecostalismo, existen varios matices, pero en lo esencial, sobre sus creencias básicas, hay una estrecha relación. Son cuatro elementos básicos los que les caracteriza: la guerra espiritual, hablar en lenguas, la sanidad divina y el don de profecía. Posteriormente el neopentecostalismo, sumará otros elementos que lo distinguirá de su antecesor.

La «guerra espiritual», es una expresión rimbombante y espectacular, pareciera que se referiría a alguna gran película de cartelera mundial, que nunca pasa de moda, porque anuncia un tema como si fuera parte de los acontecimientos del fin de la historia. El término salió a la luz ahora, pero el concepto siempre estuvo presente en la tradición pentecostal, y tiene que ver con esa perspectiva dualista de la vida, que cree que hay dos fuerzas sobrenaturales que disputan el control del mundo y en particular de las personas: por un lado, Dios, y por el otro Satanás, es una contienda espiritual entre el bien y el mal, en donde está en juego la vida y el futuro de la humanidad. Mientras que Dios restaura a quienes creen en él, estos están expuestos a ser destruidos por Satanás, que los induce a flaquear, pecar, volver al mundo pasado de pecado. Esta idea de que los creyentes son tentados por Satanás está presente en la mayoría de las iglesias evangélicas, pero ninguna como las iglesias pentecostales, y ahora las neopentecostales, que enfatizan o sobredimensionan esta creencia, por eso la llaman «guerra espiritual», y repiten que la lucha es contra fuerzas espirituales invisibles del mal. Esto es observable en las reuniones donde practican el exorcismo; son sesiones en las que participan varias personas, que se colocan alrededor de quien dicen que está poseído, y oran, hablan en lenguas, le imponen las manos, y con voz fuerte, repiten la frase: «En el nombre de Cristo, te ordenamos que abandones este cuerpo». Después de hacer varias veces este ritual, la persona queda libre del espíritu maligno, y por lo general convulsiona o cae al suelo; esto sería una señal de que ha quedado purificada y libre del espíritu maligno; de esta forma, la guerra espiritual ha sido ganada (Vázquez 2021). Pero, para los neopentecostales, la guerra espiritual no se reduce al terreno inter eclesial, individual y espiritualizado, sino que también esta guerra se manifiesta cuando se enfrentan públicamente a quienes defienden el aborto, el matrimonio entre parejas del mismo sexo, la adopción de hijos por parejas no heterosexuales, el derecho a la fecundación in vitro, la legalización de la marihuana, la teoría de género, entre otros. Para ellos, detrás de todos estos reclamos de derechos, hay fuerzas invisibles de maldad, por eso lo denominan «guerra espiritual».

El pentecostalismo se inscribe en la tradición de las iglesias evangélicas herederas de la Reforma Protestante del siglo XVI, que tiene entre sus principios fundantes la llamada «Sola scriptura» (latín) que significa «únicamente» lo «escrito»; es decir que, solamente la Biblia (Escritura) posee autoridad sobre el creyente, tanto en su fe como en su práctica. Con este principio, la Reforma Protestante hizo un gran deslinde y ruptura de la Iglesia Católica Romana que tenía a sus tradiciones (el magisterio y la ortodoxia eclesial) en un nivel superior a la autoridad de la Biblia. Aunque el énfasis por la «Sola Escritura», su enseñanza y práctica, se volvió un principio fundamental de las iglesias evangélicas en general, sin embargo, el mayor acento de los pentecostales no estará en la educación o enseñanza a partir de la Biblia, sino en la experiencia («experientia») de ser poseído por el Espíritu Santo. La fe y práctica pentecostal no tiene como referencia primera lo que dice la Biblia, sino lo que les dice la experiencia individual con el Espíritu Santo. Según Rodríguez, en su texto de 2014 dice que, el pentecostalismo de América Latina tiene dos características principales: «por un lado el rescate del valor personal e individual por encima de lo estructural o colectivo, y por el otro, el que se le otorga a la experiencia espiritual por encima de la articulación teológica» (223). Esta es una distinción y especificidad importante que debe tomarse en cuenta cuando se quiere comprender lo que hoy se conoce como el neopentecostalismo. Todos los que son creyentes, pueden ser poseídos por el Espíritu Santo y ser depositarios de algunos dones, entre ellos, el de hablar en lenguas, y las personas viven esta experiencia en alguno de los cultos. La llenura del Espíritu Santo los conduce a tener un trance para enseguida hablar en lenguas desconocidas. Estas experiencias suceden en encuentros o reuniones grupales, en las que primero hay una etapa de cantos y oraciones como preparación para lo que será el clímax espiritual: hablar en lenguas. Simultáneamente, varias personas pueden vivir esa experiencia, y se expresan por varios minutos en lenguas que nadie interpreta o traduce. Aunque este tema siempre fue una práctica interna de estas iglesias y que poco o nada se conocía fuera del mundo de los creyentes evangélicos, sin embargo, en Costa Rica, en las elecciones de 2018, se hizo público, a raíz de que la señora Laura Moscoa Morales, esposa del candidato Fabricio Alvarado Muñoz, apareció en un video, en Facebook Live, hablando en lenguas (Elmundocr 2018). Ella estaba acompañada de la pastora y profeta Cinthya Araya, quien informa previamente, que muchas personas le escriben pidiéndole que haga milagros todos los días (La Nación 2018), es decir, Araya se presenta como una persona que posee el don de hacer milagros y sanar enfermedades. En el video se observa que luego de leer algunos textos bíblicos, contar experiencias de personas sanadas, y orar con intensidad, la señora Moscoa (a quien Araya también le llama profeta), habla en voz alta y luego empieza a emitir palabras desconocidas; la expresión «ramashenka talamasoa», la repite varias veces. Este hecho llamó mucho la atención de los otros candidatos y de la sociedad en general, y se convirtió en noticia en la prensa nacional e internacional. Como se dijo antes, la práctica de hablar en lenguas se conocía solo al interior de las iglesias pentecostales, las otras iglesias evangélicas no tienen esa práctica; de pronto, en un contexto político electoral, en un país donde la «Religión Católica, Apostólica, Romana, es la del Estado», que la esposa de un candidato a la presidencia aparezca en un video hablando en lenguas, causó un gran revuelo político nacional por buen tiempo. Los medios de comunicación al igual que las redes sociales hicieron viral ese video, y pronto los costarricenses empezaron a usar la expresión «los ramashenkos» para referirse (y descalificar) a los neopentecostales y ciudadanos en general, que apoyaban la candidatura de Fabricio Alvarado. A raíz de ese video, en las redes sociales y en los medios de comunicación (prensa, radio y televisión) se desplegaron una serie de comentarios desfavorables y violentos (de hombres y mujeres) contra la señora Laura Moscoa. Es interesante la investigación que al respecto ha realizado el sociólogo Randall Blanco Lizano (Escuela de Sociología 2022), donde hace una comparación del tratamiento que reciben las esposas de los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta, y encuentra cómo en nombre de una mujer, en este caso, Claudia Dobles, esposa de Carlos Alvarado Quesada (presidente de Costa Rica 2018-2022), se destruye a otra mujer, Laura Moscoa. Blanco, sugiere que, desde un análisis de perspectiva de género, debería discutirse a fondo cómo se legitima que se destruya a una mujer en nombre de otra mujer (esta destrucción no la hicieron solamente los hombres).

En el ejercicio de hablar en lenguas, existe una fuerte dosis de emotividad, las personas no están quietas en sus asientos, sino que balbucean, levantan los brazos, se arrodillan, danzan, etc. Ahí, no existe el remanso, el orden o la pasividad que son características de otras iglesias evangélicas no pentecostales. Sobre esta forma, de cómo realizan los cultos las iglesias que no son pentecostales, los creyentes pentecostales creen que en esas celebraciones no está presente el Espíritu Santo, porque si lo estuviera, entonces habría mucha efusividad, movimiento, exaltación y bullicio; cuando el Espíritu está, no hay «orden», sino «caos». Últimamente ha habido algunos cambios en las iglesias que no son pentecostales, por ejemplo, sus celebraciones (cultos) son más entusiastas, donde además del piano (instrumento infaltable en estas iglesias), usan las guitarras, y acompañan con palmas los cánticos. En las iglesias de tradición pentecostal siempre han usado una gran variedad de instrumentos: guitarra, pandereta, piano, tambores, timbales, guitarra eléctrica, etc.

A esta experiencia de hablar en lenguas y al contexto celebrativo de gran fervor que crean, ellos lo reconocen como la vivencia de Pentecostés, remitiéndose así a un acontecimiento del primer siglo, narrado en el capítulo 2 de libro de Los Hechos (La Biblia), cuyo propósito fue que algunos cristianos hablaran un idioma que no conocían para enseñar el Evangelio de Jesucristo a otros que no eran de su comunidad. Si bien hemos dicho que los pentecostales y neopentecostales antes que depender de lo que dice la Biblia, priorizan la experiencia del Espíritu Santo, en este caso al tratarse del Pentecostés, se apoyan en un hecho narrado en la Biblia, y hacen suya una experiencia sucedida hace más de dos mil años; esto se debe a que interpretan de forma literal el texto (y lo continúan haciendo hasta ahora), desconociendo el contexto histórico social de ese tiempo y el contexto literario del mismo texto, en este caso del libro de Los Hechos (Biblia). Lo que acabamos de decir sobre el tema de hablar en lenguas no es de fácil comprensión ni aceptación para mucha gente; los estudiosos de este fenómeno tienen también una perspectiva al respecto:

Los científicos sociales consideramos que el don de lenguas es una forma de estado de conciencia especial semejante a la posesión o el éxtasis místico o chamánico, pero tales explicaciones no son aceptadas por los creyentes que consideran el don de lenguas como una experiencia única. (Garma 2018, 448)

Otro elemento fundamental es el don de la sanación. En la tradición de esta corriente religiosa hay una diferencia entre curar y sanar; dicen que los curanderos y los médicos pueden curar el cuerpo, pero solo Espíritu Santo puede sanar el alma, y por supuesto también el cuerpo; hacen esta distinción, para indicar que hay enfermedades del alma en las que la ciencia no puede aportar nada (en la tradición pentecostal, en sus inicios hubo siempre rechazo a la ciencia en general, por ejemplo, ante problemas o enfermedades de tipo mental, era muy difícil que el pastor recomendara visitar o buscar la ayuda profesional de un psicológico). El primer acto de sanación sucede cuando una persona cambia de religión, y se vuelve evangélica, en este caso, pentecostal.

Una vez que la persona se hace creyente, para recibir la sanidad de cualquier enfermedad, deben tener fe y orar a Dios. La respuesta a esa solicitud se manifiesta por medio de la imposición de manos (semejante a lo que se dijo respecto a la expulsión de demonios); esta es una práctica que consiste en que uno o varios creyentes se convierten en instrumentos de Dios al colocar sus manos sobre la parte enferma del cuerpo de la persona, mientras tanto, oran, leen la Biblia, cantan y hablan en lenguas. Quienes imponen las manos, no son cualquier persona, sino creyentes seleccionados por el Espíritu Santo, debido a su obediencia a Dios, su compromiso espiritual y su fe ejemplar; por lo general son personas mayores. Aunque creen que Dios les ha dado a algunos creyentes este don, también practican las sanidades por medio de pequeñas células organizadas, donde oran fervientemente por la persona enferma; si el creyente enfermo no puede asistir a la iglesia, entonces se trasladan a su casa o al hospital. Primero se trata de la sanación dirigida a las personas que son creyentes, pero no se quedan ahí, sino que realizan, con previo anuncio, las campañas de sanación (en el pasado era común observar en la puerta principal del templo, carteles en los que se anunciaban los días y horas en los que realizarían las sanidades, ahora se los puede ver en las páginas de las redes sociales; recuérdese el caso de la pastora y profeta Cinthya Araya mencionado más arriba). Su punto de apoyo es que no hay nada imposible para Dios, y que él no quiere que la humanidad sufra; los males son resultado del pecado de los humanos, por eso la condición para ser sanados es que la persona crea en Dios. En sus celebraciones, siempre hay un momento en el desarrollo del programa, en el que piden que quienes están enfermos, pasen al frente para que oren por ellos y sean sanados. En las plegarias que realizan, relacionan el mal o la enfermedad con el espíritu diabólico; repiten las siguientes frases: «En nombre del Señor, espíritu del demonio, te ordeno que salgas de ahí», o «En nombre de Dios, te ordeno que abandones este cuerpo». También reservan un momento en el culto para que la personas narren sus testimonios de cómo y de qué enfermedad han sido curados; ahí se puede escuchar experiencias de curaciones que van desde dolores de cabeza o jaqueca hasta enfermedades de cáncer. En la tradición pentecostal se enfatiza mucho que esos actos son totalmente divinos, el ser humano es un simple instrumento, y evitan el protagonismo personal de algún dirigente («milagrero») de la iglesia. Esto no sucede en el neopentecostalismo, donde siempre hay un showman o show-woman, que puede ser el pastor, profeta o apóstol (tanto hombre como mujer), que aparecen como las figuras centrales para esos actos; lo que hacen y dicen estos personajes tiene más importancia que la interpretación literal que hacen de la Biblia. Sobre el rol principal de Dios, y la actuación de los creyentes en estos actos pentecostales, leemos: «Esta convicción hace que todas las referencias al papel del individuo como sanador desaparezcan no sólo de los testimonios públicos sino también de las historias y de las conversaciones privadas» (Garma 2000, 89). Este tipo de experiencias llama la atención de la gente, y se vuelven actos masivos. En sus orígenes las iglesias pentecostales en América Latina estaban compuestas mayormente por personas humildes, pobres, migrantes e indígenas, muchos de ellas debido a sus tradiciones, necesidades y creencias, se sentían atraídos por este tipo de prácticas, y siempre fueron bien acogidas en estas congregaciones, y esperaban los beneficios de esas sanaciones. Creer que una persona enferma puede ser sanada por Dios, no determina que alguien sea pentecostal o neopentecostal; existe la creencia popular, incluso presente en los círculos universitarios que, cuando la ciencia o la medicina no pueden hacer nada frente a la enfermedad terminal que sufre una persona, «solo queda esperar un milagro de Dios», y piden oraciones para eso (son conocidas las cadenas de oración que se hacen por WhatsApp). La diferencia radica en que, mientras los pentecostales y neopentecostales realizan ceremonias religiosas públicas en busca de esas sanaciones, el resto de las personas acude a sus súplicas individuales y privadas.

Además de la guerra espiritual, del don de hablar en lenguas y del don de sanidad, estas iglesias también practican el don de profecía, pero lo expresan con menor frecuencia que los anteriores. Según diversos autores, este don consiste en que algunos creyentes poseen una capacidad especial otorgada por Dios para transmitir un mensaje de él a su pueblo; son creyentes a los que Dios los dota de su poder para que comuniquen su voluntad a la gente, y los orienten; anuncian la voluntad salvadora de Dios en cuyo mensaje está presente la advertencia, la exhortación, la instrucción, y el juicio; «ser llamado por Dios y proclamar el mensaje divino, son dos aspectos inseparables del ministerio profético. El profeta es entonces una persona llamada por Dios a fin de hablar por él» (Stefanovic 2015, 200). Las diferentes definiciones indicadas, guardan en común que este don «proviene de Dios, expresa su voluntad, es un mensaje divino y ungido, revestido con la autoridad de Dios mismo para decir lo que él quiere que diga. Aquí no hay lugar para ningún error ni fallo» (Benoit 2018, 17). La interpretación de la palabra profecía y la práctica que se hace de ella en estas iglesias son polémicas dentro y fuera de sus congregaciones, sobre todo cuando afirman que un dirigente (profeta) de la iglesia ha recibido una revelación divina o hace predicciones de eventos futuros. Pueden existir tantas revelaciones como profetas y, por lo tanto, también hay muchas contradicciones entre esas revelaciones, generándose así, protagonismos y divisiones en las iglesias; suele haber manipulación y discursos desesperanzadores y aterradores. Y cuando esos profetas hacen sus predicciones de acontecimientos futuros, son mensajes que no se limitan a los miembros de la iglesia, a quienes causan confusión, sino que también involucra a la sociedad en su conjunto. En los últimos años, el pueblo costarricense ha sido testigo de la presencia pública de estas personas, que han hecho anuncios de acontecimientos futuros que contradicen los elementos básicos de la lógica y el conocimiento científico. Uno de los casos más divulgados es el del conocido neopentecostal, el señor Ronald Chaves Monge, conocido como Rony Chaves, quien se presenta como apóstol y profeta (en Costa Rica, el candidato Fabricio Alvarado Muñoz reconoció públicamente que Chaves era su guía espiritual, situación que generó más polémica en la contienda electoral; para una sociedad en la que la «Religión Católica, Apostólica, Romana, es la del Estado», era difícil admitir que un hombre con esas creencias podía ser su presidente). Gallardo (2018) llama a Chaves, «pastor plutócrata gracias a su iglesia del diezmo» (24) (las itálicas están el original), dice que recibe revelaciones de Dios, y anuncia los cambios que sucederán en Costa Rica; pero, para que esos hechos ocurran o se eviten, es necesario sumarse a las campañas de oración que él promueve (Chaves 2019). A raíz de un sismo de magnitud 7,6 en la escala Richter acontecido en Costa Rica, en septiembre del 2012, del que se pensaba causaría cuantiosos daños, pero sólo se reportó la muerte de dos personas, Chaves declaró que eso se debió, gracias a su intervención: «Dimos palabras de orden a las placas terrestres de ordenarse de una manera tal, que no causaran los daños que se suponía iban a venir» (Acontecer Cristiano 2012, párr. 5). Este tipo de intromisiones desde lo religioso (neopentecostal) en los asuntos sociales y científicos del país, nunca habían sucedido en Costa Rica; ninguna de las otras iglesias evangélicas, que además no tienen entre sus dirigentes ni apóstoles ni profetas, habían hecho esta clase de afirmaciones, contraviniendo con la ciencia. El sismólogo y vulcanólogo Marino Protti del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (OVSICORI), reaccionó frontalmente contra Chaves:

Uno hace un esfuerzo por ser tolerante de todas las religiones, pero yo no puedo ser tolerante de la estafa, de los charlatanes religiosos, ni de los estafadores religiosos. Este tipo Rony Chaves debería estar pudriéndose en una cárcel por el engaño y estafa que hace a la pobre gente, abusando de que por fe deben aceptar todo lo que un autoproclamado profeta les mete en la cabeza. (Mora 2018, párr. 5)

Llama la atención que estos profetas modernos, contrario al papel de denuncia que asumían los profetas en los tiempos bíblicos, frente a la corrupción, abuso, explotación e injusticia de los gobiernos, los de hoy no se caracterizan por eso, sino que por el contrario parecieran confabulados con el actual sistema económico capitalista neoliberal, donde todo, incluso «la fe» es convertida en mercancía. Al respecto, dice Gallardo (2018, 24):

Rony Chaves Jr., Profeta y Pastor de Pastores es fundador del Ministerio Avance Misionero Mundial institución a la que además preside. Como experto en rezos y vendedor de productos (lociones y ropa con la marca el Reino de la Profecía), consagrados por Dios y conferencista milagroso (sana enfermos terminales, habla en lenguas, seduce, etc.) también ofrece cursos, programas y literatura para pastores fieles y, de paso, hacerse millonario. (las itálicas están en el original)

Cuando se refieren al Pentecostés y promueven la experiencia de hablar en lenguas, dicen apegarse a lo que está escrito en la Biblia, cuando se trata de asumir una tarea profética de denuncia de los problemas sociales, políticos y económicos de hoy, se distancia de lo que dice esa misma Biblia. Como puede verse hasta aquí, estas cuatro características son centrales en el pentecostalismo y neopentecostalismo, y son elementos que se expresan externamente, tienen relación con los sentimientos y emociones; esto los distingue y diferencia de las otras expresiones cristianas evangélicas. Por eso, algunos señalan que se trata de una religiosidad que se basa en los sentidos:

explota la exaltación en sus cultos; la emotividad que conduce al llanto, la catarsis física y espiritual, la búsqueda de la presencia de Dios a través del don de hablar en lenguas angélicas, el deseo de «sentir» a Dios a través de sus dones. Bajo esta perspectiva se puede decir que el pentecostalismo también es una religiosidad basada en los sentidos, la cual apela a la expresión externa e interna del sentimiento religioso en una adoración y alabanza cargada de «sensualidad». (Rodríguez 2014, 229)

El neopentecostalismo y los signos externos

Además de las cuatro características sobresalientes en el pentecostalismo y el neopentecostalismo, el segundo posee otras que le hacen distanciarse del primero, y son las razones por las que estas iglesias se han convertido en centro de atención de la gente en general, y en objeto de estudio en particular de los científicos sociales. A continuación, nos referiremos a tres de ellas que hacen que el neopentecostalismo se distinga y se distancie de todas las otras iglesias cristianas evangélicas en Costa Rica.

La primera tiene que ver con lo que aquí llamamos los signos externos de sus iglesias, siempre haciendo la salvedad de que no es un elemento homogéneo en todas sus congregaciones, es decir, aunque todas poseen muchos de estos signos, no todas cuentan con la misma cantidad o la totalidad de ellos, eso dependerá de los años que tiene cada iglesia. Decimos signos externos, porque están a la vista de todas las personas y llaman la atención, y se vuelven más atractivas por eso. Poseen grandes edificios, recursos materiales, acervos financieros y equipos logísticos, como si se tratara de grandes empresas comerciales (podría estudiarse estas iglesias como empresas financieras religiosas); esos signos son observables en los interiores como exteriores de sus templos. Existe suficiente información sobre las megaiglesias neopentecostales en países como Brasil (La Voz de Galicia 2014), Guatemala (Protestante Digital 2007), El Salvador (Misión Cristiana 2022), Costa Rica (Pomareda 2019), entre otros. Todos coinciden en señalar que son templos grandes que albergan a miles de asistentes, algunos de los más conocidas son: la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD) en Rio de Janeiro, con capacidad para 10.000 personas, y posee más de seis mil templos en Brasil, donde se estima que cuenta con 1,8 millones de fieles. La IURD tiene relaciones formales y está presente en más de un centenar de países, incluido todo Centroamérica; en Guatemala, la Fraternidad Cristiana, cuenta con el templo más grande del istmo regional, con capacidad para 12.000 personas. Estas megaiglesias que cada vez son más en toda América Latina, poseen salas de estudio, auditorios, habitaciones y apartamentos para albergar a pastores, obispos y profetas, estudios de radio y televisión, asesores de prensa e imagen, equipo profesional de administradores y contadores financieros, estacionamiento para miles de autos, cocinas, cafeterías, guardería, librerías, jardines, página web (con traducción a otros idiomas), equipos de sonido, equipos de música con personal calificado, maestros de ceremonia, etc. Algunas también desarrollan ministerios de asistencia social: visitan las cárceles, hospitales, orfanatorios, etc.; disponen de comedores para ancianos, atienden a personas que viven en condición de calle, realizan jornadas médicas, etc. Es importante señalar que no todos sus templos están ubicados en zonas pertenecientes a la clase alta, la mayoría se encuentran en barrios de clase media y clase baja, pero por las características que tienen, se convierten en un lunar en esos contextos sociales. Muchas de estas iglesias inician sus reuniones en locales alquilados que antes fueron cines o teatros, y poco a poco van construyendo en otros terrenos, o terminan comprando los locales donde se reúnen. En el pasado los templos más grandes siempre fueron los de la Iglesia Católica, mientras que los de las iglesias evangélicas por ser pequeños pasaban inadvertidos; hoy eso ha ido cambiando, en casi todos los países de América Latina hay una clara tendencia a la construcción de megaiglesias neopentecostales, estas son las nuevas catedrales religiosas (en Costa Rica, entre las iglesias grandes están: la Iglesia Vida Abundante, en Coronado, con sucursales en Heredia, Alajuela y Liberia; el Centro Evangelístico de Zapote; Oasis de Esperanza, en Santo Domingo de Heredia; y el Centro Mundial de Adoración, en Tibás). Respecto a cómo consiguen los recursos financieros para las construcciones de las megaiglesias hay una diversidad de opiniones, que merecen algunas investigaciones (Univisión Noticias 2018). Si se toma en cuenta la cantidad de recursos, propiedades y proyectos de estas iglesias, se entiende mejor lo que señalamos al principio, respecto al rechazo de los neopentecostales a que haya en Costa Rica un Estado laico, porque les interesa mejor un Estado confesional ampliado, por los beneficios que les alcanzaría también a ellos.

Las iglesias pentecostales nunca se identificaron con los templos ostentosos, sino más bien sencillos; al igual que la mayoría de las iglesias evangélicas, cuando crean una congregación, sus primeras reuniones las hacen en casas o en edificios semi construidos, y sus locales de reunión, por lo general están ubicados en los lugares pobres, no solo en las zonas periféricas, sino también en las ciudades principales; en Costa Rica estas iglesias están presentes por todo el territorio nacional. A diferencia de la membresía de las iglesias pentecostales que, con algunas excepciones está compuesta en su mayoría por personas procedentes de los estratos socioeconómicos humildes y pobres, la de las iglesias neopentecostales, la componen gente de todas las condiciones socioeconómicas. Existe la falsa idea, de que en esas iglesias se congregan solamente personas de clase media y alta, pero eso es un estereotipo; aunque la mayoría de sus templos tiene muchas de las comodidades antes mencionadas, sus miembros provienen de diferentes estratos sociales, incluyendo gente pobre. Las motivaciones que los lleva a congregarse ahí son diversas, y la mayoría de sus miembros son mujeres (cerca del 70%). Estas iglesias utilizan los medios de comunicación y las tecnologías modernas, por ejemplo, el Internet para todos sus quehaceres eclesiales, recurren a las plataformas virtuales de manera ilimitada: transmiten sus reuniones, oraciones, predicaciones, informes, solicitud de ofrendas y diezmos, programas de sanación, alabanzas, etc.

La teología del neopentecostalismo

Otra de sus características es la llamada «teología» de la prosperidad, de la cual algo ya hemos referido. Se trata de una selección de diferentes textos bíblicos para utilizarlos como argumentos con el propósito de justificar la idea (teología dicen ellos) de que Dios quiere que los creyentes sean prósperos, ricos o empresarios. Lo central aquí, ya no son los asuntos espirituales, sino los materiales y económicos, las propiedades. Esto que ellos denominan «prosperidad» no es otra cosa que el mundo de la avaricia (egoísmo, competencia, individualismo), que va en contra de todo el mensaje central del evangelio: solidaridad, equidad, justicia, servicio, amor, etc.

Estas enseñanzas tienen su origen en los Estados Unidos, en la llamada Iglesia Electrónica (Assmann 1987). Proponen que lo que Dios quiere para sus hijos es el éxito, la felicidad, la prosperidad en todo sentido (espiritual, material, económica, familiar, profesional, etc.); ser próspero es ser feliz, y la riqueza es señal de tener la bendición divina, su Dios no es el Dios de los pobres, sino el Dios de los ricos. Desde su concepción maniquea del mundo, como lo vimos en el tema de la «guerra espiritual», hay un enfrentamiento entre el bien y el mal; afirman que, si la riqueza proviene de Dios, entonces la pobreza proviene de Satanás. En la historia de las iglesias pentecostales, no existe esa forma de pensar sobre la prosperidad, eso no era ni es parte de sus doctrinas; por el contrario, hay una renuncia a las cosas materiales y a las riquezas económicas, las cuales son entendidas como propias de este mundo de pecado; cuando el creyente se aparta de ese mundo material, entonces se acerca más a Dios. En la tradición pentecostal la riqueza no es de índole material, sino espiritual, y la plenitud de esta la obtendrán en el futuro, cuando Jesucristo venga por ellos.

Pero la prosperidad que promueve el neopentecostalismo no se logra fácil, sino que es resultado de que el creyente tenga mucha fe en Dios (hay que ponerle atención al adjetivo «mucha»), es una fe que el creyente debe mostrar por medio de acciones en la iglesia, es una fe «eclesiocéntrica», es una fe mediada por la iglesia; la fe en Dios debe materializarse a través de las ofrendas, los diezmos, las donaciones en especies, las ofertas financieras, etc.; todo esto es lo que el creyente le debe otorgar a Dios, quien es el dueño de todas las riquezas de la tierra, que a cambio, le retribuirá con creces. Antes en las iglesias pentecostales, los creyentes depositaban las ofrendas y diezmos en los bolsos, cuando los ujieres pasaban fila por fila; era un acto sencillo y rápido, que se anunciaba una sola vez, y se evitaba cualquier tipo de exhibicionismo. Ahora, en las iglesias neopentecostales, la recaudación de ofrendas y diezmos es uno de los actos principales del culto, al que le dan mucha atención (es un espectáculo). Los asistentes no solo depositan sus ofrendas en los bolsos, sino ahí mismo hacen la transacción electrónica desde el celular; en la pared frontal del templo, proyectan una pantalla con los números de las cuentas bancarias de la iglesia y los números de SINPE Móvil, del profeta, apóstol o profeta. En estas iglesias, el creyente expresa la dimensión de su fe en Dios, por medio del volumen de sus dádivas; si ofrece poco, es porque tiene poca fe, y si ofrece bastante, es porque tiene suficiente fe (Quesada 2019). Y como Dios retribuye de acuerdo con la fe que tiene el creyente, entonces cuando el creyente no recibe esas remuneraciones (bendiciones), es porque tiene poca fe. En las celebraciones religiosas los pastores, profetas y apóstoles, que son tanto hombres como mujeres, insisten reiteradamente en lo de «mucha» fe; al ser un adjetivo indefinido, entonces nadie puede determinar a qué o a cuánto equivale eso, porque si se pudiera deducir la cantidad, entonces las personas harían los cálculos para saber cuánto sería la retribución divina. Desde el púlpito las autoridades eclesiales, utilizan textos bíblicos fuera de sus contextos históricos, culturales y lingüísticos («el texto sin su contexto es un pretexto») y recurren al uso de metáforas y estrategias psicológicas de convencimiento, y reiteran a la congregación que deben tener «mucha fe» para ser bendecidos por Dios. Así, las personas sin distinción de clases sociales se disponen a ofrendar, diezmar y entregar diferentes tipos de donaciones. Al respecto, dice Ari Oro en su texto de 2018, que en esta relación hay una especie de sacrificio, «pues se supone que existe una relación entre el tamaño de la fe y el de la oferta. Pero para eso el fiel necesita vencer la batalla contra el demonio, que lo incita a flaquear en su donación financiera» (416).

A las cinco razones de la Reforma Protestante, conocidas también como las «cinco sola» (solo la Escritura, solo Cristo, solo gracia, solo por la fe y solo a Dios la gloria) que usó Martín Lutero para protestar y separarse de la Iglesia Católica en el siglo XVI, los neopentecostales estarían agregando una sexta: «solo dinero». Así, muestran una gran diferencia con el resto de las iglesias cristianas evangélicas procedentes del protestantismo en Costa Rica.

El neopentecostalismo y el compromiso político

Otra característica más del neopentecostalismo (la última que analizaremos) y que está ausente en el pentecostalismo, es su compromiso con los asuntos políticos. Como se dijo más arriba, la presencia y participación de ellos en la vida política es una de las particularidades que más les distingue. Aunque algunos sostienen que la participación de los evangélicos en la política latinoamericana no es reciente (Tec-López 2018), y señalan que hubo otras antes de los años ochenta del siglo pasado, como por ejemplo, cuando a finales del siglo XIX e inicios del XX, los protestantes lidiaron por la libertad de cultos, el Estado laico y el reconocimiento jurídico, y en los años sesenta y setenta, en plena Guerra Fría, se sumaron a la cruzada anticomunista promovida desde los Estados Unidos; sin embargo, ambos casos no se realizan desde plataformas políticas partidarias cristianas, y tampoco tenían interés por ocupar los primeros poderes del Estado, como veremos que es el caso de los neopentecostales.

En Costa Rica, antes de los años ochenta del siglo XX, ni los pentecostales ni otras iglesias cristianas evangélicas participaron orgánicamente en los procesos electorales (no tenían partidos políticos propios para participar en las contiendas electorales). Los cristianos, debido a la formación que habían recibido, separaban la religión de la política; para ellos la política era un terreno en el que participaban los que estaban interesados en las «cosas de este mundo perecedero», por eso se limitaban a cumplir de manera personal con sus responsabilidades cívicas, por ejemplo, ir a votar periódicamente. Esa separación entre religión y política respondía a la perspectiva que tenían de la historia, al dividirla en historia profana e historia sagrada; el mundo de la política pertenecía a la primera, y por eso los cristianos no podían o debían participar en ella. Además, la escatológica que la mayoría de las iglesias evangélicas tenía, era que este mundo pronto se acabaría, y que la vida plena, abundante, en donde reinará la paz y la justicia será en el reino de los cielos, en el futuro, más allá de la historia; entonces, el presente, el mundo de aquí y ahora, no tiene importancia porque perecerá, por eso hay que apartarse de él. El neopentecostalismo hace un quiebre con esa concepción tradicional del mundo y con esa manera de estar en la sociedad; irrumpe en esa tradición religiosa, y lo hace interesándose por los asuntos presentes de la sociedad moderna, con intereses políticos, y participa en las decisiones públicas donde se aprueban asuntos que atañen a todos como, por ejemplo, asuntos concernientes a los derechos humanos. Incursiona en la política de forma planificada y organizada, con recursos humanos, materiales, financieros, logísticos, mediáticos y tecnológicos propios, a través de partidos confesionales en procesos electorales, y colocan en algunos casos a sus candidatos neopentecostales en los primeros poderes del Estado. Pero independientemente de que ocupen esos puestos de poder o no, se convierten en un sujeto social que ha llegado a darle una nueva configuración a la política en varios países de América Latina (Bastian 1999). En el caso de Costa Rica, como se dijo antes, estos partidos empiezan a organizarse a inicios de los años ochenta, pero logran obtener una curul parlamentaria por primera vez en 1998; a partir de ahí, por diferencias internas sus dirigentes formaron otros partidos (también confesionales), y hasta el 2022, un periodo de casi cinco lustros siempre ha habido diputados neopentecostales en la Asamblea Legislativa, primer poder de la República.

El neopentecostalismo hace causa y casa común con el sistema neoliberal globalizado (Simbaña 2013). Su presencia, desarrollo e impacto en Costa Rica, y en todo América Latina, se da en un contexto en el que los países en general, sufren una crisis social y económica, como resultado de las políticas neoliberales; un sistema económico, cuyo postulado principal de libre mercado ha logrado que las relaciones sociales, incluyendo los espacios y sectores religiosos estén dominados por la lógica de la competitividad, la eficiencia, el individualismo, el consumismo, la des-historización de la vida, lo efímero, la desesperanza y el fin de las utopías; en un contexto así, las prácticas, creencias y propuestas del neopentecostalismo se convierten en sus aliados. En este tipo de sociedades, el neopentecostalismo, encuentra las condiciones adecuadas para afianzar su mensaje, y se presenta a través de sus variados medios de comunicación y sus reuniones eclesiales como la «salvación», proponiendo, y otras veces obligando a la gente, a someterse a las «verdades eternas» de la Biblia y a sus respectivas instituciones religiosas, incluyendo ahora, a los propios partidos políticos confesionales. Como dice Vega (2021 274), «Ofrecen un reino de prosperidad en este y otros mundos, conceden nuevas indulgencias a cambio de la entrega sacrificial en los altares de la Iglesia, el culto mediático, la patria, el mercado.» Se constata de esta manera que se está ante un fundamentalismo de corte teocrático y conservador que se conduce emparentado con el sistema económico capitalista neoliberal, ejerciendo una violencia ideológica, cultural, simbólica y política de avanzada en distintos países de América Latina.

Conclusiones

El pensamiento fundamentalista religioso existe en Costa Rica, desde que se establecieron las primeras iglesias evangélicas conservadoras provenientes de misiones norteamericanas e inglesas, alrededor de mediados del siglo XIX, y aumentaron y se expandieron con más notoriedad, desde finales de ese siglo hasta inicios del XX. Si bien es un tema de investigación actual, y para muchos novedoso, no se trata de un asunto reciente, este tiene ya más de un siglo de existencia, lo que sucede es que no se había hecho manifiesto a nivel público como ahora. Lo nuevo radica que, en los últimos veinte años, este pensamiento se expresa a través de un peculiar rostro, un actor religioso, denominado neopentecostalismo. Es decir, la aparición y presencia patente en el ámbito público del neopentecostalismo en Costa Rica, ha sido la puerta y camino para pensar y estudiar un tema (el fundamentalismo religioso) que anida por más de cien años en la sociedad costarricense.

Cuando se reconoce y analiza las características particulares del neopentecostalismo y sus cercanías o distancias con las otras iglesias evangélicas cristianas costarricenses, encontramos en primer lugar, que hay palmarias diferencias con las otras expresiones cristianas no pentecostales y, en segundo lugar, así como tiene algunas semejanzas con el pentecostalismo, también existen evidentes desapegos entre ellos. Respecto a lo primero, las otras iglesias evangélicas cristianas que también tienen a la Biblia como norma de fe y conducta, no contemplan o desarrollan las siguientes cuatro prácticas, que sí lo hacen los pentecostales y neopentecostales: la guerra espiritual, hablar en lenguas, la sanidad divina y el don de profecía. Mientras que los pentecostales y neopentecostales priorizan la experiencia personal y espiritual («el Espíritu de Dios me ha hablado», suelen decir), las otras iglesias cristianas no, en estas la enseñanza de la Biblia ocupa el primer lugar («la Palabra de Dios dice», es lo que enseñan). Los primeros, interpretan la Biblia literalmente, y por eso recalan en posturas fundamentalistas, en cambio los segundos, se valen de otros recursos hermenéuticos que les permiten entender con mayor amplitud lo que dice el texto bíblico.

Entre el pensamiento pentecostal y el neopentecostal, encontramos que con más o menos énfasis, en lo esencial mantienen las cuatro prácticas antes mencionadas que se expresan en ejercicios y ritos espirituales; pero hay una distancia muy clara entre ambos, que tiene que ver por lo menos con tres aspectos que le dan identidad al neopentecostalismo, y que no se encuentran en el pentecostalismo: los signos externo visibles, la «teología» de la prosperidad y la participación en los asuntos políticos del país. Estos elementos han hecho que este «nuevo» actor social, religioso y político, llame la atención de la sociedad en general, y sea motivo de estudio por los especialistas. Así, se distancia del pentecostalismo, y son las razones por las que estas iglesias se han convertido en centro de atención en los últimos años.

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Dan Abner Barrera Rivera (dan.barrera.rivera@una.ac.cr) Peruano-costarricense. Bachiller en Teología de la Universidad Nacional de Costa Rica. Licenciado en Teología del Seminario Bíblico Latinoamericano (hoy Universidad Bíblica Latinoamericana). Licenciado en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Costa Rica. Magister en Derechos Humanos en la Universidad Estatal a Distancia; realizó estudios de posgrado en Ciencias Políticas en la Universidad de Costa Rica. Académico Investigador del posgrado en el Instituto de Estudios Latinoamericanos (IDELA) de la Universidad Nacional de Costa Rica. Ha participado con ponencias en coloquios y congresos nacionales e internacionales. Artículos: «Acercamientos y distanciamientos entre Costa Rica y la Revolución Cubana: algunas relaciones de hostilidad y deferencia», en Repertorio Americano. «Teología Latinoamericana de la Liberación: Una valoración», en Revista de Filosofía Universidad de Costa Rica. «Costa Rica: El papel del Estado frente al femicidio» (coautor), en Temas de Nuestra América. «Antecedentes del fundamentalismo religioso: Apuntes para entender el neopentecostalismo», en Revista de Filosofía Universidad de Costa Rica. «Abordaje noticioso del femicidio: estudio de los periódicos La Nación y Diario Extra en Costa Rica», en Saskab. Revista de discusiones filosóficas desde acá. «El socialismo cubano y el culto a la personalidad», en Repertorio Americano. Libros: Autor y editor con Rafael Cuevas y Andrés Mora: (2021). Visiones sobre Centroamérica: En el 200 aniversario de su independencia (3 Tomos).

Recibido: 20 de septiembre, 2023.

Aprobado: 27 de septiembre, 2023.