Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X
Volumen 6 Número 1 Febrero - Agosto 2005.
Dirección web: http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm
( páginas 282- 307)
282
DIÁLOGOS. REVISTA ELECTRÓNICA DE
HISTORIA
Escuela de Historia. Universidad de Costa Rica
“Los Costaricenses no han Dejado de Admirar las Magnificencias del
Cielo”: La Evolución de las Ideas Astronómicas en Costa Rica (1814-
1910)
Ronald Eduardo Díaz Bolaños
Comité Editorial:
Director de la Revista Dr. Juan José Marín Hernández jmarin@fcs.ucr.ac.cr
Miembros del Consejo Editorial: Dr. Ronny Viales, Dr. Guillermo Carvajal, MSc.
Francisco Enríquez, Msc. Bernal Rivas y MSc. Ana María Botey
Diálogos Revista Electrónica de Historia” se publica interrumpidamente desde octubre de 1999
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Palabras claves: astronomía, desarrollo científico, ciencias físicas, historia, América
Central, Estado y sociedad.
key words: astronomy, scientific development, physical sciences, history, Central
America, State and society.
Resumen
El trabajo analiza cómo a lo largo del siglo XIX, se produjo un gran desarrollo de las ideas
astronómicas en Costa Rica, hechas por las investigaciones de científicos locales y
extranjeros. En concreto el trabajo procura analizar los procesos que promovieron el
desarrollo de esas ideas astronómicas en el país, con la apertura de la primera casa de
estudios superiores (1814) hasta el desenlace de la mayor polémica científica relacionada
con esta ciencia en por el paso del cometa Halley (1910).
Abstract
This work examines the extensive development of concepts on astronomy that occurred in
Costa Rica throughout the XIX Century, as a result of research carried out by local and
foreign scientists. In short, this work intends to analyze the processes that encouraged the
development of these ideas in the country, with the opening of the first higher education
institution (1814) up to the settlement of the greatest scientific dispute in relation to the
passing of the Halley comet (1910).
Ronald Eduardo Díaz Bolaños. Licenciado en Historia. Profesor de la Sede del Pacífico e
investigador del Centro de Investigaciones Geofísicas de la Universidad de Costa Rica.
Correo electrónico E-mail: roeddibo@yahoo.com
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“LOS COSTARICENSES NO HAN DEJADO DE ADMIRAR LAS
MAGNIFICENCIAS DEL CIELO”: LA EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS
ASTRONÓMICAS EN COSTA RICA (1814-1910)
i
Ronald Eduardo Díaz Bolaños
E-mail: roeddibo@yahoo.com
Hoy es llena y hay eclipse total de Luna. En san José será
visible, en parte, del modo que indica mi almanaque; no
obstante, publico estas líneas con el objeto de traer á la
memoria el fenómeno por si hubiere personas que tengan
gusto en observarlo.
Guillermo Molina, La República, 28 de enero de 1888, p.2.
Introducción
A lo largo del siglo XIX, se produjo un gran desarrollo de las ideas
astronómicas en Costa Rica, hechas por las investigaciones de científicos locales
y extranjeros, cuya difusión alcanzó a amplios sectores de la población. Su fin fue
orientar las primeras observaciones meteorológicas, hacer cálculos de la hora y
renovar la cartografía existente.
La hipótesis planteada para esta investigación sostiene que la difusión de
dichas ideas fue producto del interés mostrado por la naciente comunidad
científica y el sector gobernante liberal por explorar el territorio costarricense, con
el propósito de habilitar nuevas áreas para integrarlas a la economía
agroexportadora nacional.
Los objetivos de esta investigación son los siguientes:
1- Analizar los procesos que promovieron el desarrollo de las ideas astronómicas
en Costa Rica desde la apertura de la primera casa de estudios superiores (1814)
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hasta el desenlace de la mayor polémica científica relacionada con esta ciencia en
por el paso del cometa Halley (1910).
2- Destacar los aportes hechos a la astronomía por costarricenses y extranjeros
residentes en Costa Rica a partir de sus puntos de encuentro y desencuentro en
sus investigaciones e ideas científicas.
3- Asociar dichos aportes con el desarrollo de la astronomía en el contexto
mundial.
La estrategia metodológica se basa en el análisis de datos procedentes de
informes de instituciones científicas, fuentes documentales y publicaciones
periódicas referentes a observaciones astronómicas y trabajos relacionados con
esta ciencia durante el período señalado.
Los datos recolectados se confrontan con obras que abordan el desarrollo
astronómico en el contexto mundial a lo largo del siglo XIX y del XX.
Las conclusiones preliminares derivadas de la lectura de las fuentes
permitieron reconocer un incipiente desarrollo de la astronomía en Costa Rica,
cuya difusión promovió el acercamiento de importantes sectores de la población
con una disciplina que ha abierto la puerta a la humanidad para la comprensión
del Universo.
La introducción de las ideas astronómicas en Costa Rica
Las primeras ideas astronómicas en el actual territorio costarricense se
remontan a la época prehispánica, según lo demuestran investigaciones hechas
en Guayabo de Turrialba - el principal asentamiento precolombino de Costa Rica -
con la presencia de petroglifos referentes al ciclo de las lluvias y prosigue en la
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época colonial con las crónicas de observaciones de fenómenos astronómicos
como la lluvia de estrellas de 1799.
ii
No obstante, este proceso se vuelve cada vez más sostenido con la
fundación de la Casa de Enseñanza de Santo Tomás (1814), en San José, bajo la
presencia del intelectual nicaragüense Bach. José Rafael Osejo (¿1790-1848?),
procedente del Seminario Conciliar de León (Nicaragua), centro de estudios
eclesiásticos que experimentaba la difusión de la física experimental y el saber
ilustrado. El mérito principal de Osejo fue introducir en la provincia los primeros
conceptos formales de Astronomía y poseyó una biblioteca donde destacaban
obras científicas, entre ellas las de dicha ciencia, aspecto que lo facultó para
enseñar sus conceptos elementales.
iii
Después de la independencia (1821), la Casa de Enseñanza de Santo
Tomás, bajo el influjo de las ideas liberales, adquirió un carácter preuniversitario al
conferir el título de Bachiller (1824), otorgado por primera vez a Vicente Herrera
Zeledón (1821-1888) en 1839 y quien ejercería la Presidencia de la República en
forma interina (1876-1877).
iv
Los exámenes presentados por Herrera incluían una sección donde se
evaluaron temas relacionados con el equilibrio del Universo, el Sistema Solar, los
movimientos de los planetas, las causas de los eclipses y la división climática del
globo terráqueo, lo que demuestra la importancia de las ideas astronómicas en la
formación de los Bachilleres en Filosofía y la irrupción paulatina de esta ciencia en
la sociedad costarricense, como lo demuestra la publicación de artículos
relacionados con ella en El mentor costarricense (1845), uno de los primeros
periódicos que circularon por el país, que explicó a los lectores el uso del
telescopio.
v
La erección de la Universidad de Santo Tomás (1843) sobre los cimientos
de la antigua Casa de Enseñanza, incidió en la difusión de las ideas astronómicas,
asociadas a la enseñanza de la Física en las Facultades de Ciencias, Ingeniería,
Matemáticas y Física.
vi
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Además, la Astronomía llegó a ser parte del programa de estudios de la
cátedra de Geografía al ser impartido en el segundo año de dicha carrera, con el
propósito de situar al estudiante dentro de un marco espacial y se organizaron
conferencias relacionadas con temas astronómicos.
vii
Paralelamente, la llegada de científicos extranjeros al país incid en la
incorporación de nuevos estudios que afianzaron las ideas astronómicas en Costa
Rica, destacándose las del ingeniero alemán Luis Daser (muerto en 1862), oriundo
de Wurtemberg, quien arribó al país en 1859, donde exploró su geografía y cuyas
observaciones permitieron por primera vez, fijar la posición astronómica de la
ciudad de San Joy algunas triangulaciones para determinar la posición exacta
de algunas cumbres de las montañas que componen la Cordillera Volcánica
Central.
viii
La publicación del Compendio de Geografía para uso de las Escuelas de
Enseñanza Primaria en la República de Costa Rica (1866) del italiano Francisco
Alfonso Cinelli, Inspector de Enseñanza Primaria, introduce en su primera parte
una sección dedicada a explicar las nociones generales de la cartografía en los
que se incluían temas relacionados con la bóveda celeste, la tierra, la luna, los
cometas, los eclipses, las estaciones, esferas armilares, los puntos cardinales, la
división astronómica y medición del planeta, algunos de los cuales fueron
explicados por medio de cuadros.
ix
Esta obra, de orientación educativa, contenía
elementos básicos para la comprensión por parte del estudiantado de los
fenómenos astronómicos más comunes y contribuye a reforzar el incipiente interés
de esta ciencia en la sociedad costarricense.
Una figura destacada en el desarrollo de la astronomía en Costa Rica fue el
tenedor de libros Guillermo Molina Molina (¿1833?-1889), quien publicó el
Almanaque de Costa Rica, Indicador del Tiempo para 1873, arreglado al meridiano
de San José (1873). Este almanaque se editó en la imprenta del autor y un
análisis de su contenido muestra cómo había mucha influencia de la astrología en
las primeras obras astronómicas publicadas en el país, pero se rescatan los
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cómputos de datos astronómicos, su vinculación al calendario de celebraciones
religiosas en las que participaba una población en su mayoría confesionalmente
católica y que podía adquirir alguna noción de esta ciencia por medio de la compra
de esta publicación.
x
El esfuerzo llevado a cabo por estos científicos fue complementado por las
primeras visitas pastorales del obispo alemán Mons. Bernardo Augusto Thiel
(1850-1901), quien ocupó la sede episcopal de San José desde 1880 hasta su
muerte y había recibido realizado estudios en Física en su país natal.
xi
Sus
crónicas permitieron tener conocimientos de la cosmogonía de los pueblos
indígenas costarricenses instalados en las áreas periféricas del país.
Así tenemos una síntesis de la creación de la tierra según los malekus o
guatusos, habitantes originarios de las regiones del norte del país próximas a la
frontera con Nicaragua:
xii
Uno de los indios ancianos me dijo que segun las tradiciones de sus antiguos, Tocu
(Dios), que gobierna al Toji (sol), habia sacado la tierra de un gran hoyo, y en seguida
sembrado los árboles y criado los animales.
Thiel refutó a sus interlocutores indígenas sus creencias mediante la
explicación del relato de la creación del mundo en siete días descrito en el
Génesis como parte de las obra “civilizadora” y evangelizadora impulsada por este
obispo al querer introducir los valores de la cultura occidental en estas
comunidades.
xiii
Es preciso indicar que los conflictos entre la Iglesia y el Estado liberal por el
control de la esfera política costarricense, que llevaron a la expulsión de los
jesuitas y al exilio temporal del Obispo Thiel
xiv
se reflejaron en el ámbito científico
con la polémica mantenida entre liberales y clericales sobre los avances de la
ciencia y su posible contradicción con los textos bíblicos, especialmente el papel
ejercido por la Iglesia Católica en el proceso de Galileo Galilei (1564–1642) y que
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tantos debates provocó en torno a la relación entre conocimiento científico y
dogma religioso.
xv
Mientras eso sucedía, el encargado del Cementerio Protestante de San
José (hoy día Cementerio de Extranjeros), el empresario e ingeniero civil alemán
Juan I. de Jongh (1845-1897), quien realizó observaciones meteorológicas para
San José en 1885, anotó en los registros que se conservan en el Museo Nacional
de Costa Rica, datos del eclipse solar del 8 de septiembre y del lunar del 24 de
septiembre de dichoo, pero sin ofrecer más datos acerca de sus observaciones
y habría que esperar hasta finales del decenio de 1880 para nuevas
contribuciones en el ámbito de las ideas astronómicas.
xvi
Las ideas astronómicas, las reformas liberales y las instituciones científicas
en Costa Rica (1885-1910)
Las últimas dos cada del siglo XIX se caracterizaron por una intensa
producción cultural, evidenciada en la fundación de nuevas instituciones
educativas y científicas, ejes de una política gubernamental para reformar la
cultura costarricense.
xvii
Las políticas del Supremo Gobierno, cuyos miembros estaban imbuidos por
la ideología del progreso liberal, se propusieron reformar el sistema educativo
costarricense a gran escala, idea auspiciada por el entonces Secretario de
Instrucción Pública, Lic. Mauro Fernández Acuña (1843-1905), quien centralizó
todos los niveles de la educación formal del país.
xviii
Estas políticas favorecieron la fundación de varias instituciones de
enseñanza secundaria: el Liceo de Costa Rica (1887), el Colegio Superior de
Señoritas (1888) y el Instituto Nacional de Alajuela (1889), así como la
reestructuración del Colegio San Luis Gonzaga en Cartago (1869).
xix
Estos centros de estudio fueron encomendados a profesores europeos,
contratados por el diplomático costarricense Dr. Manuel María de Peralta y Alfaro
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(1847-1930) y renovaron sus planes de estudio para hacerlos más acordes con los
postulados científicos de la época. Entre ellos figuraron los científicos suizos Paul
Biolley (1861-1908), Henri Pittier (1857-1950), Gustave Michaud (1860-1924) y
Jean Rudin (1849-1932), quienes comulgaban con el ideario liberal de los políticos
e intelectuales costarricenses de la época.
xx
El Liceo de Costa Rica llegó a contar con una importante biblioteca, donde
fueron registrados numerosas obras científicas en las que destaca varios tratados
sobre sica y Astronomía, pertenecientes a los Cien Tratados de la Biblioteca
Española (1853) y el libro Astronomía popular de Augusto T. Arcimis, publicado en
Barcelona por la casa Montaner y Simón (1901).
xxi
En las instalaciones de este centro educativo, se fundó el Observatorio
Meteorológico (1887) y al año siguiente adquirió el rango de Instituto
Meteorológico Nacional, gracias al desarrollo alcanzado por la ciencia
meteorológica en Costa Rica a lo largo del siglo XIX.
xxii
La ubicación de este edificio fue cuestionada al situarse en un sector
deprimido de la topografía capitalina, opinión que fue refutada por su director,
Henri Pittier, al afirmar categóricamente: “No se ha tenido la intención de
establecer un observatorio astronómico, para el cual si se hubiera necesitado
elegir un sitio elevado y construir un edificio más aparente y maciso que el
actual”.
xxiii
Además, Pittier también sostuvo que ese terreno era inconveniente para las
investigaciones astronómicas por las siguiente razón:
xxiv
Es sabido que las observaciones astronómicas de mucha precisión no se pueden
hacer en la cúspide de una torre, donde se está expuesto á la vibración continua que
la presión del viento produce en todo edificio de alguna elevación. - Por éso, los
Observatorios astronómicos se colocan ordinariamente en lugares donde el terreno se
eleve á modo de colina, pero los edificios allí no son de por sí tan elevados como se
cree generalmente.
A pesar de su dedicación exclusiva a los estudios meteorológicos, se
dispuso que el Instituto Meteorológico debía “cuidar de la conservación del tiempo
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civil, cuyo conocimiento es tan necesario para la regularidad de los asuntos
públicos” y para dicho fin se le dotaron de cronómetros para registrar la marcha
del tiempo en la república.
xxv
El Instituto Meteorológico Nacional mantuvo un activo intercambio con más
de un centenar de instituciones y personalidades científicas, entre ellas destacan
algunas dedicadas a la Astronomía como fueron el Observatorio Astronómico
Nacional Mexicano de Tacubaya, uno de los más importantes en América Latina,
el Astronomical Observatory de Adelaida (Australia) y el Astro-Physikalisches
Observatorium de Potsdam (Alemania).
xxvi
Otra institución que influ en la difusión de las ideas astronómicas, al
menos en la capital, fue la Biblioteca Nacional, establecida en 1888 al recibir los
libros de la clausurada Universidad de Santo Tomás
xxvii
y que se abrió para la
consulta al blico, donde sobresalían “unos cuantos muchachos muy aficionados
á las novelas de Jules Verne” que quizá tuvieron interés en la Astronomía gracias
a la lectura de sus fantásticas novelas.
Paralelamente, las librerías en San José poseían catálogos que incluían
libros de Astronomía, entre ellos el del Almacén Nacional de Útiles de Escuela de
Echeverría & Castro, distribuidor de Elementos de cosmografía de Guillermín y
colecciones de láminas astronómicas.
xxviii
La prensa mantuvo su importante función de difusora de los conocimientos
astronómicos en Costa Rica, debido al interés con que algunos periódicos
mostraron hacia esta ciencia, entre ellos La República, que publicó un artículo
escrito por José Echegaray,
xxix
donde se explicaban los movimientos de la Tierra y
del Sistema Solar y concluye que:
... la inmovilidad es imposible, caminamos ó nos llevan: las profundidades del espacio
nos atraen: giramos al rededor del eje de nuestro globo, giramos al rededor del sol
mismo: una velocidad infinita nos precipita hacia algo y no hay punto fijo del espacio
al cual podamos asirnos para alcanzar un verdadero instante de absoluto reposo.
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La necesidad planteada por la comunidad científica nacional de que el país
contara con un mapa que representara su configuración física, en forma más
precisa que los existentes, útil para ubicar las zonas productivas del país y la
incorporación de amplias zonas aun no vinculadas a la economía nacional,
favoreció el establecimiento del Instituto Físico-Geográfico Nacional (1889), cuya
base fue el Instituto Meteorológico Nacional y concentró gran parte de la actividad
científica del país.
xxx
La elaboración del mapa requirió la triangulación del territorio nacional
basada en la determinación de varios puntos donde se hicieron las observaciones
astronómicas: Buenos Aires, Térraba, Boruca, Palmares, Boca Brava, Boca
Zacate, Puntarenas, San Mateo, Boca del Diquís, Sipurio y el Cerro Kámuk entre
1890 y 1895.
xxxi
Los esfuerzos del personal del Instituto fueron objeto de críticas, que
pretendían mejorar los trabajos astronómicos del Instituto, como el artículo firmado
por X.Y.Z., quien destacaba la ausencia de observaciones astronómicas en puntos
neurálgicos para la economía del país y su concentración en áreas de difícil
acceso y abrupta topografía:
xxxii
Insistimos en la necesidad de dar principio cuanto antes á las operaciones en la
meseta central, pues da lástima grande pensar que no conocemos siquiera con la
aproximación la posición exacta de ninguna de nuestras poblaciones, con excepción
tal vez de la capital ...
El Instituto Físico-Geográfico prosiguió con el registro de la hora,
empleando dos cronómetros, uno de ellos para la hora solar media y el otro para
la hora sideral, cuya regularidad había sido probada durante mucho tiempo y los
desajustes en el cálculo de la hora representaban cantidades insignificantes. No
ocurría lo mismo con la Administración del Ferrocarril de Costa Rica, cuya hora
marchaba en completo desacuerdo con los relojes públicos, que eran
programados con base en la hora brindada por el Instituto, debido a que tomaba la
hora de Limón para programar los recorridos, cuya diferencia era tan solo 4’24” y
al no haber una disposición gubernamental respecto a la hora oficial del país - que
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el Ing. Pedro Reitz propuso fuera la del meridiano que pasaba por el Observatorio
Meteorológico de San José - se producían atrasos en el servicio de trenes.
xxxiii
Reitz publicó un folleto de nueve páginas referente al eclipse total de Luna
del 15 de noviembre de 1891 en el que determina en forma rigurosa el tiempo en
que se efectuarían las fases del fenómeno para el meridiano de San José.
xxxiv
El producto de todas las investigaciones hechas en el Instituto se
publicaban en los Anales, que en sus nueve tomos difundió los principales
estudios científicos hechos en Costa Rica. Estas obras fueron enviadas a
observatorios astronómicos, algunos de ellos de renombre, como por ejemplo los
del Observatorio Magnético y Meteorológico del Real Colegio de Belén en La
Habana (Cuba), el Observatory of Harvard College (Cambridge, Estados Unidos),
el Observatorio Astronómico Nacional Mexicano (Tacubaya, México), el
Meteorological and Magnetic Observatory de Pamplemousses en la isla africana
de Mauricio, Astronomical Observatory de Adelaida (Australia) y el Astro-
Physikalisches Observatorium de Potsdam (Alemania).
xxxv
En 1895, el Instituto Físico-Geográfico contrató al puntarenense, Ing. Pedro
Nolasco Gutiérrez Gutiérrez (1857-1918), discípulo del físico italiano Rodolfo
Bertoglio (1844-1886), para encargarse de su Sección Meteorológica
xxxvi
y aportó
un importante legado a la astronomía costarricense al proseguir la publicación de
los almanaques de Guillermo Molina.
El Ing. Gutiérrez hizo observaciones astronómicas para determinar en forma
definitiva las coordenadas geográficas del Observatorio Nacional, labor a la que se
sumó el profesor Jean Rudin, conocido s adelante como Juan Rudín, quien
poseía una sólida formación en Matemáticas, Física, Geología y Astronomía;
quien aprovechó la infraestructura ofrecida por este Instituto para la realización de
investigaciones y fundó una sociedad astronómica en el país.
xxxvii
La colaboración entre Rudín y Gutiérrez, se manifiesta en el siguiente
párrafo:
xxxviii
“Debido á la eficaz cooperación de don Juan Rudín he llegado á
precisar para la latitud geográfica de la veleta del Observatorio 56’1”3 Norte por
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7 observaciones hechas por él y 2 por mí, todas bastante concordantes, de
culminaciones de 5 estrellas de la constelación de Argús [la antigua del Navío
Argos], como Usted [Pittier] verá por los cálculos que conservo”.
Ambos estudiosos observaron otras ocultaciones de astros hechas por la
Luna, usando telescopios, algunos situados entre la séptima y la octava magnitud
los días 9, 10 y 11 de marzo de 1897 que no se encontraban en las efemérides
utilizadas por el Observatorio, por lo que Gutiérrez solicitó la conveniencia de dotar
al Instituto de un buen catálogo estelar y se limitó a anotar la hora de las
observaciones en el tiempo sidéreo local de la inmersión y ascensión recta y la
declinación de la Luna en esos momentos y para ser confrontadas por el nuevo
catálogo. Casi todas estas observaciones se hicieron en la casa de Rudín por la
incomodidad de hacerlas en el Observatorio por su pequeño espacio que hizo
necesario transportar uno de los cronómetros y al regreso, confrontar sus medidas
con el otro y el péndulo.
xxxix
En 1902, el Ing. Luis Matamoros Sandoval (1859-1934), en su obra
Dinámica interna del Globo. Investigaciones sobre una nueva teoría de la causa
de los temblores, se refería a la posible influencia de los cuerpos celestes sobre la
Tierra y el calor interno del globo terrestre,
xl
atestiguando con ello la consolidación
de las ideas astronómicas en Costa Rica y sus vínculos con otras ciencias, entre
ellas la Geología.
En 1903, el Instituto Físico-Geográfico publica en Alemania el mapa que se
venía trabajando desde su fundación, elaborado manualmente por el cartógrafo
guatemalteco Enrique Silva Ramírez.
xli
Al o siguiente, el profesor colombiano
Félix Noriega (1856–1924) editaba el Diccionario Geográfico de Costa Rica donde
se incluyeron algunas coordenadas de diferentes puntos de Costa Rica, obtenidos
por el Dr. Pittier y el Ing. Gutiérrez.
xlii
Henri Pittier,
xliii
se mostró en desacuerdo con las tesis de Gutiérrez, al
analizar el origen de los terremotos del 20 de diciembre de 1904 y el 20 de enero
de 1905, notando que coincidieron con días de luna llena y comentó que:
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[está] lejos de la idea de culpar al astro de las noches por tales calamidades! Creo
que en el estado actual de nuestros conocimientos, no se puede establecer con
fundamento paralelismo casual alguno entre los fenómenos seísmicos, y el estudio de
las obras modernas sobre la materia me ha confirmado en esta opinión.
Estas críticas no impidieron que el Ing. Gutiérrez calculara, estudiando
ocultaciones de estrellas por la Luna y por eclipses solares, la determinación de
las coordenadas geográficas del Observatorio Nacional, que serían adoptadas por
esta entidad bajo carácter oficial y fue complementada confrontándola en relación
con los meridianos de París, Greenwich, Nueva York y Madrid; de los
Observatorios de San Fernando de Cádiz, Madrid y Tacubaya (México); del
Observatorio Naval de Washington; la isla de Hierro (Canarias) y las basílicas del
Santo Sepulcro (Jerusalén) y San Pedro (Roma), las catedrales de San Pablo
(Londres) y de San Jo(Costa Rica), el Gran Hotel de Puerto Limón y la iglesia
de Puntarenas (Costa Rica). Esto prueba su conocimiento científico al efectuar
dichos cálculos con base en los datos suministrados por la bibliografía de la
época, entre ellos, la Tabla del conocimiento de los tiempos.
xliv
El 15 de enero de 1908, se produjo un eclipse total de Sol, el primero visible
en Costa Rica durante el siglo XX, que Amador y Solano fijan para el 31 de ese
mes.
xlv
Este eclipse comenzó en la zona central del Océano Pacífico y se
prolongó hasta las provincias de Guanacaste y Puntarenas y la duración de la fase
total en Costa Rica fue de tan solo 1 minuto y 27 segundos.
En opinión de Amador y Solano,
xlvi
este fenómeno fue poco notado porque
“ocurrió en una zona con poca densidad poblacional y a la hora del atardecer (5:27
p.m.), es factible que no haya sido percibido por mucha gente y por esta razón no
se le diera la debida divulgación en los periódicos posteriores a la fecha en ese
año”. Sin embargo, uno de esos pocos observadores fue el científico nacional
José Fidel Tristán (1873-1932), que se encontraba en esos momentos junto al
lecho mortuorio del Dr. Paul Biolley, quien fallecería al día siguiente: “El quince de
enero, a las cinco de la tarde, había un eclipse parcial de sol [debido a que la
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umbra no alcanzó al Valle Central]; a esa hora estaba yo en el dormitorio de don
Pablo, y a través de la ventana que daba a la calle vi la oscuridad que se
produjo.”
xlvii
Poco tiempo después, el 28 de junio de 1908 se observó un eclipse anular
de sol, más difundido que el anterior por los periódicos y los avances científicos de
la época permitieron al Ing. Pedro Nolasco Gutiérrez realizar cálculos elementales
y un diagrama para explicar el fenómeno. No obstante, en Costa Rica fue visto
como un eclipse parcial y se podían observar cerca del Sol los planetas visibles
(Saturno, Mercurio, Venus, Marte y Júpiter) y los invisibles por telescopio (Neptuno
y Urano).
xlviii
Amador y Solano
xlix
destacan que la información publicada en torno a este
eclipse excluía sugerencias en cuanto a medidas de seguridad para observarlo, al
recomendarse el uso de unos “simples anteojos” porque se conocía muy poco de
los efectos de los rayos ultravioleta en la vista humana.
Las observaciones del cometa Halley y el debate de ideas científicas (1910)
En esta época tuvo lugar uno de los fenómenos astronómicos más
destacados, fascinantes y polémicos del siglo XX: el paso del cometa Halley
(1910).
En Costa Rica, su aparición provocó revuelo, al igual que en el resto del
mundo, por el temor que sentía gran parte de la población ante la
espectacularidad con que se presentó, a tal extremo que el Gobierno propuso la
distribución gratuita de la obra ¿El peligro del cometa Halley? (1910) de Juan
Rudín, para aminorar el temor entre los costarricenses y contrarrestar la difusión
de la hipótesis del científico francés Camille Flammarion (1840-1925) referente a
la posible existencia de gas cianógeno en la cola del cometa que podría
desaparecer la vida en la Tierra cuando entrara en contacto con la atmósfera
terrestre.
l
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La prensa costarricense de la época, contribuyó al aumento de la histeria en
la población, al publicar noticias sensacionalistas referentes a la tesis de
Flammarion sobre el choque del cometa en la superficie terrestre y los supuestos
vínculos entre estos cuerpos celestes y fenómenos de naturaleza geológica
(terremotos), meteorológica (inundaciones, crepúsculos rojizos, nevadas),
astronómica (auroras polares y grandes marejadas) e incluso antrópica (guerras),
a pesar de la difusión de artículos científicos que refutaban todas estas
conjeturas.
li
El paso del cometa Halley promovió también discusiones en el seno de la
comunidad científica costarricense relacionadas con la veracidad de las tesis que
pretendían atribuir un origen astronómico a ciertos fenómenos terrestres,
sostenidas por los ingenieros Manuel V. Dengo, Luis Matamoros y Pedro Nolasco
Gutiérrez y opuestas a las de Rudín, que las consideraba “explicaciones en
apariencia bien fundadas”.
lii
La polémica se agudizó cuando Gutiérrez, entonces auxiliar del Instituto
Físico-Geográfico Nacional, publicó el Almanaque para 1910 en los que asignaba
a los días 12 de abril y 4 de mayo de 1910, un carácter “crítico” y sospechoso”
respectivamente, coincidiendo con el inicio de un período de actividad sísmica (13
de abril) que tuvo su clímax con el terremoto que destruyó la ciudad de Cartago (4
de mayo) y que atribuyó directamente al cometa, aspecto refutado por Rudín
cuyas tesis fueron apoyadas por el Gobierno - quien desde comienzos de ese año
venía cuestionando en La Prensa Libre las declaraciones que Gutiérrez brindaba a
El Noticiero referentes al cometa.
liii
Este ciclo de actividad sísmica ratificó los vaticinios de Gutiérrez y complicó
la campaña educativa impulsada por el Gobierno y dirigida por Rudín, arreciando
el debate entre ambos científicos, que el historiador Iván Molina
liv
interpreta como
una fuerte reacción de los sectores populares frente a las políticas de los
gobiernos liberales de propagar la cosmovisión burguesa como parte de una
campaña civilizadora de la cultura popular costarricense. Esta investigación por el
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contrario, propone que dicho debate es fruto de la lucha entre dos paradigmas
científicos: uno tradicional, sostenido por Gutiérrez, que mezclaba elementos
astronómicos con la astrología y otro racionalista, acorde con el conocimiento
astronómico de la época, defendido por Rudín y apoyado por los gobernantes
contemporáneos.
Rudín, con el propósito de eliminar el temor entre los costarricenses, prestó
su telescopio para realizar observaciones públicas, ejemplo que fue seguido en
otros sectores del país, después de haber transcurrido el “crítico” día 18 de mayo y
sin cumplirse los sucesos que se le atribuían al Halley pese a la continuidad de la
actividad sísmica.
lv
En esos mismos meses, se publicaba la revista científica El Telegrafista,
emitida para la instrucción de los telegrafistas, contando con una Sección
Científica donde colaboraban algunos científicos como Gustave Michaud, Juan
Rudín, Fidel Tristán y su hermano Federico Tristán (1877-1928).
lvi
A pesar de su corta existencia (1909-1910), hizo una contribución
importante al difundir el conocimiento astronómico de la época: los hallazgos de
meteoritos llevados a cabo por el célebre explorador polar Robert Peary (1856-
1920) en Canadá (1904), hipótesis sobre el origen del Sistema Solar a partir de
una nebulosa, la propuesta del peruano Carlos A. Hesse para una reforma del
calendario gregoriano en el Primer Congreso Científico Panamericano (Santiago
de Chile, 1908-1909), fotografías de los canales de Marte y representaciones
fantásticas de sus supuestos constructores con base en los relatos del escritor
británico Herbert George Wells (1886-1946).
lvii
En esta revista se presentan interesantes artículos donde se asocia
directamente la actividad solar con los fenómenos geofísicos que experimenta el
planeta Tierra,
lviii
incluso para explicar el origen del terremoto de Cartago de
1910:
lix
¿Qué de extraño tiene, pues, que ese astro luminoso que nos da la vida haya
sido, y probablemente sea, en una de sus fases de tormentosa agitación, la causa del
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siniestro y de los movimientos seísmicos que tan tristes recuerdos dejarán en los
anales de nuestra historia.
Las perturbaciones de que es víctima ese coloso; más cuando nos muestra en
su faz granulosa ese ejército de sombras (manchas) que se entienden, se acercan, se
hinchan y concluyen por desaparecer afectando poderosamente las condiciones
climatéricas, meteorológicas, vitales, del planeta, ¿no son motivo suficiente para
suponerlo así?
Fruto de la consolidación de las ideas astronómicas en Costa Rica, fue el
surgimiento de astrónomos aficionados, entre ellos, el poeta, militar y Profesor de
Gimnasia, Eduardo Calsamiglia (1880-1918), quien poseía un telescopio para
efectuar observaciones desde la parte superior del Fortín de Heredia.
lx
Además
del anterior, el insigne Prof. Miguel Obregón Lizano (1861-1935) organizó un
gabinete de instrumentos científicos que incluía telescopios y esferas celestes y
fabricó mapas astronómicos elementales para fines didácticos.
lxi
Conclusiones
A lo largo de la presente investigación, se consultaron diversas fuertes cuyo
análisis contribuye al estudio de la difusión de las ideas científicas en Costa Rica,
particularmente de las astronómicas, que a lo largo del siglo XIX, fueron
evolucionando paralelamente con la introducción de conocimientos científicos
debido a la fundación y reforma de instituciones educativas, culturales y
científicas, vinculadas a las políticas gubernamentales de promoción de la ciencia
para ampliar el conocimiento del territorio en forma íntegra y racional e
incorporando nuevos espacios poco habitados a la economía nacional.
El siglo XIX, que a nivel mundial conoció un amplio desarrollo de las ideas
astronómicas a nivel mundial, gracias a los avances de la Física, las
observaciones de cometas, la incorporación de la fotografía a los estudios
científicos, el descubrimiento de nuevos cuerpos en el Sistema Solar, novedosas
teorías sobre su origen, las primera clasificaciones espectrales de las estrellas y la
formulación de la teoría de la relatividad,
lxii
en Costa Rica, al igual que en el resto
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de América Latina, los elementos s instruidos que integraban las comunidades
científicas, se interesaban por el conocimiento astronómico e hicieron
observaciones en sus países, gracias al apoyo brindado por instituciones, que
para el caso costarricense fueron la Casa de Enseñanza y la Universidad de Santo
Tomás y posteriormente el Instituto Físico-Geográfico Nacional.
Aunque estas entidades, no tenían como fin específico fomentar las ideas
astronómicas, estas fueron incluidas como parte de la formación del estudiantado,
el lculo de la hora oficial y la determinación de puntos para las tareas
cartográficas que le fueron asignadas. Esto fue posible gracias a la difusión de
ideas procedentes del exterior, por medio de la prensa, la adquisición de literatura
científicas y la incorporación de elementos formados en Europa que introdujeron
novedosas teorías, cuya discusión provocaba profundas polémicas al cuestionar
las ideas científicas tradicionales, difundidas entre amplios sectores de la
población y que entraban en contradicción con los enfoques racionalistas de
aquellas, más acordes con el ideario liberal de los gobernantes de finales del siglo
XIX y principios del XX y que apostaron por la difusión del conocimiento científico
como el eje del progreso de la nación.
Esta confrontación de nuevas ideas y la incorporación de más
conocimientos científicos, irían perfilando el acervo científico costarricense y
latinoamericano en el siglo XX, aspecto que se iría reflejando en la difusión de las
ideas científicas en la población por medio de los sistemas educativos formales.
Investigaciones posteriores permitirán dilucidar más elementos que
contribuyeron a la difusión de estas ideas en la región y en cada uno de los países
y que fueron conformando un patrimonio científico local y regional que los
historiadores y científicos en general deben de investigar y rescatar para las
nuevas generaciones de latinoamericanos, en un mundo donde los procesos de
globalización contribuyen a difundir en forma vertiginosa las ideas científicas y el
acervo tecnológico procedente de otras latitudes, a veces en detrimento de las
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ideas locales y cuya incorporación ha hecho de la ciencia un aspecto más de la
vida cotidiana.
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i
Agradezco a la Licda. Xinia Trejos Ramírez del Archivo Nacional, al Sr. Jeffrey Cambronero Durán,
Exfuncionario de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano y a los Drs. Jorge Páez Portuguez y Manuel
Ortega de la Escuela de Física de la Universidad de Costa Rica y a la Licda. Flora Solano por la ayuda
proporcionada para la realización de la presente investigación, efectuada en el marco del proyecto de
investigación Meteorología e Impacto Social Ambiental en México y América Central (MISCAM) y del
Programa de Estudios Sociales de la Ciencia, la Técnica y el Medio Ambiente, pertenecientes al Centro de
Investigaciones Geofísicas (CIGEFI) de la Universidad de Costa Rica.
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Volumen 6 Número 1 Febrero - Agosto 2005.
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ii
Archivo Nacional de Costa Rica (ANCR). Fondo Particular: Álbum de Figueroa. Tomo I, f. 37v y tomo II,
f. 24v.; González Víquez, Cleto: Temblores, terremotos, inundaciones y erupciones volcánicas en Costa
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Antonio Goicoechea al Muy Ilustre don José Damas”. El Mensajero del Clero. Año XL, núm. 2. San José,
Costa Rica: Lehmann, febrero de 1928, pp. 37-38; Amador, Jorge; Páez, Jorge y Solano, Flora: Algunos
detalles y hechos históricos de los albores de la Física en Costa Rica. Parte I”. Las matemáticas en Costa
Rica. Memorias del Tercer Congreso Nacional de Matemáticas. San José, Costa Rica, 15-19 de octubre de
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tecnología. Vol. 18, núms. 1-2. San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1994, pp.
54-61.
iii
Amador, Páez y Solano: art. cit., 1990, p. 353; Solano, Flora; Amador, Jorge y Páez, Jorge: “Algunos
detalles y hechos históricos de los albores de la Física en Costa Rica. Parte III”. Las matemáticas en Costa
Rica. Memorias del Tercer Congreso Nacional de Matemáticas. San José, Costa Rica, 15-19 de octubre de
1990. Ruiz Zúñiga, Ángel (ed.). Heredia, Costa Rica: Departamento de Publicaciones de la Universidad
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institucionalización de la meteorología en Costa Rica en el siglo XIX. Tesis de Licenciatura en Historia,
Escuela de Historia, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Costa Rica, 1999, pp. 92-96.
iv
Solano, Amador y Páez: art. cit., 1990, pp. 372 y 375-376.
v
Páez: art. cit., 1994, pp. 63-64.
vi
Íbidem.
vii
González Villalobos, Paulino: La Universidad de Santo Tomás: un estudio introductorio. Tesis de
Licenciatura en Historia, Facultad de Ciencias y Letras, Universidad de Costa Rica, 1972, p. 105.
viii
Gutiérrez Braun, Hernán: Historia de la ingeniería en Costa Rica: 1502-1903. Ensayo histórico.
Cartago, Costa Rica: Editorial Tecnológica de Costa Rica, 1981, p. 45.
ix
Dobles Segreda, Luis: Índice bibliográfico de Costa Rica. Tomo II. San José, Costa Rica: Lehmann
(Sauter & Co.), 1928, pp. 200-203.
x
Dobles: op. ci.t, 1928, pp. 221-222.
xi
Soto Valverde, Gustavo Adolfo: “Humanista y pensador”. Vida de Iglesia. 122. San José, Costa Rica:
Curia Metropolitana de San José, enero-marzo de 2002, p. 19.
xii
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Eclesiástico. Sección Visitas Pastorales. Libro 3 (1881-1882), f. 262.
xiii
AHAMBAT. Serie Gobierno Eclesiástico. Sección Visitas Pastorales. Libro 3 (1881-1882), f. 103.
xiv
Vargas Arias, Claudio: El liberalismo, la Iglesia y el Estado en Costa Rica. San José, Costa Rica:
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xv
“Galileo Galilei”: El Mensajero del Clero. Año IX, núm. 103. San José, Costa Rica: Tipografía de San
José, 31 de marzo de 1897, pp. 73-78.
xvi
Archivo del Museo Nacional de Costa Rica (AMNCR). Inventario General de Bienes (IGB), 8551, ff. 1 y
11 y Solano: op. cit., 1999, pp. 165-166.
xvii
Solano: op. cit., 1999, pp. 176-177.
xviii
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Solano: op. cit., 1999, p. 177.
xix
Quesada: art. cit., 1999, pp. 371 y 393-398 y Solano: op. cit., 1999, p. 177.
xx
Eakin: art. cit., 1999, p. 129; Quesada: art. cit., 1999, pp. 396-397 y Solano: op. cit., 1999, p. 177.
xxi
Páez: art. cit., 1994, pp. 65-66.
xxii
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xxiii
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xxiv
Íbidem.
xxv
SIPRCR, 1888, pp. 26-27.
xxvi
Ibid., pp. 34-35.
xxvii
Casal: “En la biblioteca”. La República. 27 de enero de 1889, p. 3.
xxviii
“Almacén Nacional de útiles de escuela, á cargo de Echeverría & Castro”. La Gaceta, 14 de marzo de
1888, p. 321.
xxix
Echegaray, José: “Crónica científica”. La República. 7 de diciembre de 1889, p. 3.
xxx
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xxxii
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xxxiii
IGN: op. cit., 1989, p. 65.
xxxiv
Dobles: op. cit., 1928, p. 283 e IGN: op. cit., 1989, p. 73.
xxxv
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xxxvii
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xxxviii
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xxxix
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xl
Dobles: op. cit., 1928, pp. 368-369.
xli
Barrantes Ferrero, Mario: El Instituto Geográfico Nacional. Breve reseña histórica. San José, Costa Rica:
el Instituto, 1975, pp. 11-12 y Eakin: art. cit., 1999, p. 137.
xlii
Cit. pos Dobles: op. cit., 1928, p. 373.
xliii
Cit. pos González: op. cit., 1910, p. 105.
xliv
Archivo del Museo Nacional de Costa Rica (AMNCR). Inventario General de Bienes (IGB), 8552, f. 685
y Anales del Instituto Físico-Geográfico Nacional de Costa Rica. Tomo IX. 1896. San José, Costa Rica:
Tipografía Nacional, 1898-1905, p. 75c.
xlv
Amador, Jorge y Solano, Flora: “Algunos datos históricos sobre eclipses de sol en Costa Rica en el siglo
XX”. En: Polaris. Año 3, núm. 3. San José, Costa Rica: Asociación Costarricense de Astronomía, mayo-
junio de 1991, pp. 9-10.
xlvi
Amador y Solano: art. cit., 1991, p. 10.
xlvii
Tristán Fernández, JoFidel: Baratijas de antaño. Ramos, Lilia y Zeller de Peralta, Lolita (eds.). San
José, Costa Rica: Editorial Costa Rica, 1966. p. 45.
xlviii
Amador y Solano: art. cit., 1991, p. 10.
xlix
Art. cit., 1991, p. 10.
l
Dobles: op. cit., 1928, pp. 420-421 y Molina: art. cit., 1994, pp. 167-168.
li
Molina: art. cit., 1994, pp. 168-173 y 178-179.
Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X
Volumen 6 Número 1 Febrero - Agosto 2005.
Dirección web: http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm
( páginas 282- 307)
307
lii
Ibid., pp. 173-174.
liii
Ibid., pp. 174-177 y 180.
liv
Art. cit., 1994, p. 184.
lv
Molina: art. cit., 1994, pp. 179-180 y 182.
lvi
El Telegrafista, 1 de diciembre de 1909, snp.
lvii
El Telegrafista, 1 de diciembre de 1909, p. 17; 16 de diciembre de 1909, pp. 6-7; 1 de enero de 1910, p. 2;
1 de febrero de 1910, pp. 13-14 y 16 de junio de 1910, pp. 4 y 8 y Sagasti, Francisco R. y Pavez, Alejandra:
“Ciencia y tecnología en América Latina a principios del siglo XX: Primer congreso científico
panamericano”. Quipu. Vol. 6, núm. 2. México: SHLCT, mayo-agosto de 1989, pp. 189-216.
lviii
El Telegrafista, 1 de junio de 1910, pp. 1-2 y 25 de agosto de 1910, pp. 5-6.
lix
Ibid., 1 de junio de 1910, pp. 1-2.
lx
León Villalobos, Edwin: Una Universidad en una ciudad de maestros. Heredia, Costa Rica: EUNA, 1982,
p. 35.
lxi
Ministerio de Educación Pública (MEP). Comité Pro-homenaje a Don Miguel Obregón: Centenario del
nacimiento de Don Miguel Obregón Lizano. 19 julio 1861 19 julio 1961. San José, Costa Rica: Lehmann,
1961, p. 27.
lxii
Paluzíe Borrel, Antonio (dir.): Astronomía. Explorando el Universo. Barcelona, España: Editorial
Ramón Sopena, 1984, pp. 504-505.