Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
11Diálogos Revista Electrónica de Historia, 24(2): 1-31. Julio-diciembre, 2023. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica
24.2
ISSN: 1409-469X
Julio-diciembre 2023
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Centro de Investigaciones Históricas de América Central. Universidad de Costa Rica
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11Diálogos Revista Electrónica de Historia, 24(2): 1-31. Julio-diciembre, 2023. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica
DOI 10.15517/dre.v24i2.55347
“NUNCA NOS BENEFICIAMOS A COSTA DE OTROS
SECTORES”: INDUSTRIA PRIVADA COSTARRICENSE
FRENTE A LA CRISIS ECONÓMICA (1978-1985)
Natalia Chavarría Jiménez
Resumen
La crisis económica de 1980 expuso las fallas del modelo de desarrollo
intervencionista que se venía practicando en Costa Rica especialmente desde
la entrada al Mercado Común Centroamericano (MCCA) en 1963, que implicó
una política fuerte de fomento de la industria, para alcanzar la sustitución de
importaciones y dejar de depender tanto de los productos agrícolas. Pero, a pesar
de los incentivos industriales, para la década de 1970 todavía no se vislumbraba
un sector fuerte, capaz de competir y dejar de depender de los estímulos
gubernamentales. Llegada la crisis, muchos tecnócratas aprovecharon para señalar
a la industria como la principal culpable de la recesión, esta última reejada en
el desequilibrio de la balanza de pagos. Expuesto esto, este artículo tiene como
objetivo mostrar la versión de los industriales ante la crisis y las críticas de otros
sectores ¿Cómo se defendieron? ¿Qué pensaban de la crisis? ¿Cuál consideraban
que era su papel en la economía nacional?
Palabras clave: pequeña industria, historia económica, mentalidades, análisis de
discurso, periódicos, política económica, neoliberalismo, recesión económica.
Fecha de recepción: 05 de junio de 2023 Fecha de aceptación: 28 de junio de 2023
Natalia Chavarría Jiménez Licenciada en Historia, Universidad de Costa Rica, San
José, Costa Rica. Contacto: nathalia.chavarria@ucr.ac.cr
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4188-1054
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“WE NEVER BENEFIT AT THE EXPENSE OF OTHER
SECTORS”: COSTA RICAN PRIVATE INDUSTRY
AND THE ECONOMIC CRISIS (1978-1985)
Summary
The economic crisis of 1980 exposed the failures of the interventionist development
model that had been practiced in Costa Rica, especially since the entry into the
Mercado Común Centroamericano (MCCA), which implied a strong policy of
promoting industry, to achieve import substitution and stop depending so much on
agricultural products. But, despite the industrial incentives, by the 1970s there was
still no glimpse of a strong sector, capable of competing and ceasing to depend on
the stimuli that the government gave it. When the crisis arrived, many technocrats
took the opportunity to point to the industry as the main causer of the recession,
reected in the imbalance of the balance of payments. Given this scenery, this paper
aims to show the version of industrialists in the face of the crisis and criticism from
other sectors. How did they defend themselves? What did they think about the
crisis? What did they see as their role in the national economy?
Keywords: small industry, economic history, mentalities, discourse analysis,
newspapers, economic policy, neoliberalism, economic recession.
Natalia Chavarría Jiménez • “Nunca nos beneciamos a costa de otros sectores”: industria privada costarricense... 33
INTRODUCCIÓN
Desde la década de 1970, en Costa Rica, se estaba dando una etapa de
deterioro económico causado por la dependencia de las divisas que generaba el
sector agropecuario (principalmente café, banano, azúcar y arroz), el aumento en los
precios del petróleo y de las tasas de interés internacionales, el décit en la balanza
de pagos (Rovira, 1987, pp. 43-56), la baja internacional en los precios del café y la
gran cantidad de empleados públicos (Vargas, 2002, p. 61).
Uno de los sectores que venía presentando deciencias fue el industrial. En
primer lugar, por su elevada dependencia de las importaciones de materia prima,
bienes de capital y tecnología. Segundo, el tamaño del mercado demandante a nales
de la década de 1970 ya no era suciente para las exportaciones nacionales. Por
otra parte, una importante proporción del sector industrial era extranjero, en especial
multinacionales estadounidenses que extrajeron muchos benecios del país, aprove-
chando la Ley de Desarrollo Industrial de 1959. Y, en cuarto lugar, el sector estaba
compuesto por oligopolios cuyos productos eran de baja calidad y poco competitivos
respecto a los extranjeros (Vargas, 2002, p. 62).
Además, había un sesgo antiexportador, pues la industria no buscó terceros
mercados ni ser competitiva. No se podía lograr un modelo de sustitución de
importaciones porque las materias primas extranjeras estaban libres de impuestos,
con lo cual se desestimuló el uso de materias primas nacionales. Pareciera que
el modelo de sustitución de importaciones traía la semilla de la crisis (Vargas,
2002, p. 80). Reinaldo Carcanholo, incluso, se refería a la industria costarricense
como “parasitaria” dada su dependencia de las divisas del sector agroexportador
y de los pequeños campesinos que sostenían la agricultura (Carcanholo, 1981,
p. 72).
Sin embargo, Laura Blanco y Leonardo Garnier consideran que la causa de
la crisis no fue el tan aducido “agotamiento” del modelo económico, pues este pudo
haber continuado si las políticas económicas (en especial la scal) hubieran sido
mejor ejecutadas. Para los autores la crisis tuvo dos explicaciones. La primera es
que la estrategia de desarrollo fue desequilibrada, el Estado fomentó un amplio desa-
rrollo social y para eso tuvo que invertir sumas considerables de dinero; empero, la
productividad nacional no era suciente para pagar los gastos. En segundo lugar y
en consecuencia del anterior, para poder seguir nanciando los programas sociales
sin recargar a los ciudadanos, el Estado decidió endeudarse tanto interna como exter-
namente. Hay que tomar en cuenta que en la década de 1970 había liquidez interna-
cional, los créditos se conseguían de manera muy fácil, tanto Costa Rica como otros
países de América Latina aprovecharon esa situación y se endeudaron (Blanco y
Garnier, 2010, pp. 49-53).
No obstante, para nales de esa década las deudas eran tan elevadas que las
nancieras internacionales comenzaron a temer que no se les pagara, procedieron
a cobrar y se dieron cuenta que sus miedos eran reales. Además, con la segunda
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crisis petrolera los intereses de esos préstamos crecieron y las deudas se volvieron
exorbitantes. Aquí es cuando comienza la verdadera crisis para Costa Rica (Blanco
y Garnier, 2010, pp. 49-53).
Un detalle interesante de mencionar es que se ha establecido la fecha de inicio
de la crisis en el día 26 de setiembre de 1980. Pero ya quedo claro que la recesión
inició en la década de 1970, entonces, ¿por qué se propuso esa fecha? Según Luis
Hidalgo ese día es simbólico, dado que, aunque en el ámbito político y en el sector
privado ya se sabía sobre la crisis, la devaluación fue el “aviso público” de que efec-
tivamente se estaba viviendo en un periodo de recesión (Hidalgo, 2003, p. 74).
Expuesto este contexto, el objetivo de este artículo es presentar la postura
del sector industrial frente a la crisis, tomando en consideración que fue uno de los
grandes criticados de esa coyuntura. A continuación, se exponen los estudios que
analizan directa o indirectamente la industria costarricense, para tener claro cuál es
el conocimiento existente sobre el tema.
Fernando Herrero y Leonardo Garnier (1977) explican el proceso de desgaste
de la producción industrial en la década de 1970 y la necesidad de buscar terceros
mercados, a pesar de que se creía que la industria nacional no estaba en posición
de competir. El Gobierno de José Figueres Ferrer tomó medidas para evitar ese
decrecimiento, como la fundación de la Corporación Costarricense de Desarrollo
(CODESA), que administraba empresas públicas. Empero, el Estado se fue convir-
tiendo en empresario bajo las mismas reglas que la industria privada: sistema de
precios de los países centrales, dependencia tecnológica, dependencia crediticia,
entre otros. Es por esta razón que Herrero y Garnier sostienen que CODESA estaba
condenada al fracaso (pp. 71-73).
Carlos Izurieta (1982) brinda algunos detalles sobre la industria nacional.
Indica que el periodo más propicio para la instalación de actividades extranjeras fue
de 1965 a 1974, para 1980 un 79% de las empresas eran de capital extranjero y de
ellas la mayoría subsidiarias. Estas se dedicaban principalmente a la producción de
alimentos, bebidas y tabaco, y en menor medida a productos químicos. Al entrar el
país al MCCA hubo un fenómeno de absorción de industrias nacionales por parte de
estadounidenses (pp. 34-35).
Francisco Esquivel (1985) también estudió la composición del capital en la
industria nacional. Su temporalidad naliza en 1975, pero señala aspectos que son
importantes para comprender el sector. Antes de 1963 en el país predominaron las
actividades ligadas al sector agrícola, pero con la entrada del país al MCCA el capital
industrial se fortaleció, así como la presencia extranjera, en especial la estadouni-
dense (pp. 53-100).
Esquivel indica que hubo algunos factores clave que posibilitaron la
industrialización, como las exportaciones agrícolas, el mantener jo el tipo de cambio,
la protección arancelaria y la exoneración de impuestos. Sin embargo, la industria
desde sus inicios presentó una serie de debilidades, dependía de la importación de
materia prima, tecnología y capital. No podían incursionar en la actividad “pesada”
Natalia Chavarría Jiménez • “Nunca nos beneciamos a costa de otros sectores”: industria privada costarricense... 55
pues no era rentable en la región y segundo, era fácil de importar. De hecho, propone
que no importaba cuanto creciera este sector y sus exportaciones, las importaciones
siempre superarían su valor, generando desbalance comercial. Entonces ¿por qué se
continuaron los esfuerzos para mantener el sector industrial? El autor argumenta que
fue en gran medida por la inuencia de intereses del capital estadounidense en el país
(Esquivel, 1985, pp. 53-100).
Entre 1963 y 1975 fueron desapareciendo paulatinamente las empresas fami-
liares y se consolidó la burguesía industrial (nacional y extranjera), el capital econó-
mico externo fue ganando lugar, con lo cual se dio una repartición de poder. Sin
embargo, la presencia de capital extranjero tuvo sus consecuencias negativas para el
país, pues el dinero que generaba no siempre se quedaba, podía fugarse mediante las
remesas, el pago de intereses a bancos externos, la inversión en otros países, entre
otros (Esquivel, 1985, pp. 53-100).
Se ha sostenido que la inserción al MCCA fue vital para la ampliación del mercado,
razón que atrajo la inversión extranjera. Pero Esquivel advierte que no hay que subes-
timar la importancia de la demanda interna, ya que la mayor parte de la producción se
quedaba en el país, de ahí surge la idea de que el modelo de sustitución de importaciones
tenía un sesgo antiexportador. No obstante, el mercado aún era muy pequeño para apro-
vechar la capacidad instalada (tecnología, mano de obra, entre otros) por lo cual, según el
autor, muchas actividades solo fueron rentables bajo la protección y los subsidios, de otra
manera no hubieran podido permanecer en el país (Esquivel, 1985, pp. 53-100).
Mary A. Clark (1993) propone que la industrialización fue un proceso simul-
taneo a la entrada al MCCA, cuyo objetivo era ir remplazando el sistema tradicional
de exportaciones agrícolas. En ese momento la Cámara de Industrias de Costa Rica
(CICR) presionó al gobierno para implementar una legislación que le permitiera
competir con los demás centroamericanos, por lo cual se puede inferir que la Cámara
fue la promotora (o al menos tuvo un buen peso) en el proceso legislativo de protec-
cionismo industrial (pp. 83-99).
Por otra parte, Tilman Altenburg (1995) señala que, en el contexto de restruc-
turación económica iniciado en la década de 1980, muchos incentivos fueron reti-
rados a la producción industrial, para que la economía pudiera ser liberalizada. Sin
embargo, el autor sostiene que la apertura fue gradual, lo cual permitió al sector
adaptarse a la nueva realidad (pp. 41-49).
En el momento en que los liberales ganaron el debate sobre qué modelo
debía seguir el país, vinieron dos cambios que afectaron directamente a la indus-
tria: la desgravación arancelaria y la devaluación. Esta última aconteció primero,
a partir de setiembre de 1980. Altenburg arma que los industriales apoyaron las
primeras reformas económicas de corte liberal, pero cuando llegó la desgravación
(1986), empezó la resistencia. Pero, el autor concluye que pocas industrias dejaron
de producir y todas las ramas mostraron un crecimiento más o menos uniforme. Para
Altemburg, la entrada de la industria costarricense a la competencia internacional fue
incluso “exitosa” (Altenburg, 1995, pp. 41-49).
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Para Jorge León, Nelson Arroyo y Andrea Montero (2016), la única
explicación de que la industria haya sobrevivido en el periodo benefactor, fue
la existencia de políticas estatales que la fomentaron y protegieron. De hecho, a
inicios de la década de los sesenta existía un miedo general de entrar al MCCA por
la competencia que suponían especialmente Guatemala y El Salvador. Entre los
principales incentivos señalan la seguridad jurídica, ambiente social estable, buen
nivel educativo de la mano de obra, infraestructura apropiada y el fomento desde
el sector público a empresas privadas. No obstante, se demuestra que la creación
de ese ambiente de confort más bien provocó un sesgo antiexportador (más allá
del MCCA) y una mentalidad poco proclive a la competencia. En un principio, la
industrialización fue pensada para abastecer el mercado nacional, pero las empresas
crecieron, entonces se tuvo que enviar ese excedente a la región. Para 1975 un 77%
de la producción industrial era consumida en Costa Rica, un 12% iba al MCCA y
solo un 10% era exportada al resto del mundo. Aquí se ve el sesgo antiexportador,
aunado a que había un exceso de tramitología para comerciar en el exterior (la cual
era casi inexistente para importar) y el servicio de trasporte marítimo era bastante
problemático (pp. 184-231).
Un aspecto relevante de la industria en esta época es que, como el mercado
era limitado, no había muchas empresas que dieran el mismo servicio, lo cual
provocó la aparición de oligopolios y, aunque los monopolios eran escasos, León,
Arroyo y Montero indican que esta situación oligopólica afectó la competitividad.
A partir de 1973 se desaceleró el crecimiento industrial, en 1979 se redujo conside-
rablemente la demanda de productos exportables, que ya era baja, y en el periodo
de 1980-1985 el sector entró en una severa crisis. A partir de 1980 hubo otros
factores que agudizaron la recesión, como lo fueron la contracción de la demanda
mundial de productos agropecuarios tradicionales, la falta de crédito externo, el
incremento en los precios de los insumos y los conictos centroamericanos que
deterioraron las actividades comerciales del MCCA. De hecho, León, Arroyo y
Montero sostienen que la crisis de la década de 1980 fue la peor del siglo (León et
al., 2016, pp. 184-231).
Los trabajos expuestos trazan el contexto económico y político de las décadas
de 1970 y 1980, y además, hacen una crítica –fundamentada- del papel de la indus-
tria nacional. Sus fuentes primarias se consideran cuantitativas, entre ellas están los
datos del Banco Central de Costa Rica (BCCR), la Ocina de Planicación (Minis-
terio de Planicación a partir de 1982) (OFIPLAN/MIDEPLAN), el Proyecto de
Historia Económica de Costa Rica en el siglo XX (PHECR), la Comisión Econó-
mica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Fondo Monetario Internacional
(FMI), el Estado de la Nación, la Dirección General de Estadística y Censos (INEC),
memorias institucionales, el Ministerio de Hacienda, el Ministerio de Trabajo, el
Instituto de Investigaciones de Ciencias Económicas (IICE), el Banco Mundial (BM)
y algunos periódicos, entre otros.
Natalia Chavarría Jiménez • “Nunca nos beneciamos a costa de otros sectores”: industria privada costarricense... 77
Solo se identicó una investigación cuya base es cualitativa, la de Altenburg.
Pero este estudio diere del presente en dos aspectos. En primer lugar, su temporalidad
es posterior y su objetivo es conocer cómo enfrentaron los empresarios el proceso de
liberalización económica, o sea, a partir de 1985. En segundo lugar, Altenburg trabajó
con entrevistas. Indica que entrevistó a 97 empresarios industriales en Honduras y
Costa Rica, aunque no queda claro si esa cantidad es por país o si en cada uno
fue la misma muestra. Empero, tomando en cuenta que según datos del Ministerio
de Industria, Energía y Minas para el año de 1984 había aproximadamente 17000
industrias (Importancia de la pequeña industria en la economía nacional, 1984, pp.
8-9), la muestra de Altenburg sería menor al 1%, lo cual nos parece muy limitada.
Aquí se estudian siete años y medio de declaraciones de la CICR, lo cual se detalla
a continuación.
Entonces, queda claro que en la historiografía costarricense no hay estudios
que se hayan interesado por estudiar la otra cara de la moneda, o sea, la postura
industrial. Se ha demostrado en numerosas fuentes la debilidad de ese sector, pero no
se conoce cómo tomaron ellos dichas críticas, ni cómo se defendieron. Se considera
que este es un vacío que es necesario llenar. En momentos críticos, si se presenta una
parte, hay que ver también la contraparte. Para esta tarea se analizaron tres grupos
de fuentes. La primera, y la base del estudio es El Industrial, que fue un suplemento
nanciado por la CICR, lo cual signica que su contenido estuvo dirigido por la
opinión de la Cámara que ha sido la representante del sector industrial y empresarial
nacional desde 1943.
Las otras fuentes son: los Documentos de Trabajo del Instituto de Investiga-
ciones de Ciencias Económicas (IICE) y publicaciones del Ministerio de Economía,
Industria y Comercio (MEIC). En este sentido, la metodología fue el análisis de
discurso, triangulado con los datos cuantitativos.
El análisis de discurso es el acto mediante el cual se presentan, perciben,
construyen y se valoran las experiencias colectivas, las identidades o las rela-
ciones de poder. Según esta metodología, el discurso es una interpretación de la
realidad, no existe la imparcialidad. Se argumenta que el discurso es una mani-
festación del pensamiento, este conecta todas las variables externas y les da un
sentido; a su vez, el pensamiento conduce al concepto de ideología, que es lo
que se considera cultural o socialmente como verdadero. En otras palabras, el
estudio del discurso permite identicar procesos ideológicos y como se desarro-
llan los juegos de poder para dominar la ideología. El poder no es exclusivo del
Estado, también hay otros actores que intentan manipular el lenguaje para causar
un efecto en la sociedad, en este caso es el sector industrial privado (Salgado,
2019, pp. 14-15).
A su vez, de estos discursos de poder que establecen la “verdad social”, surge
el tema de la identidad. En este sentido, ¿cuál era la identidad del sector industrial
empresarial?, ¿quiénes creían ser? Este es un ejemplo de que el discurso no se aplica
de forma homogénea en todos los niveles sociales, cada uno trata de proteger su
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propia identidad colectiva y marcar la frontera entre “nosotros y los otros”, para
ello se usan estrategias discursivas (Salgado, 2019, pp. 19-28). El suplemento El
Industrial es la fuente que permitirá identicar los discursos industriales.
Según Salgado, los documentos de investigación histórica pueden ser mejor
interpretados si se recurre al análisis del discurso. Más allá de la construcción crono-
lógica del pasado, el discurso permite descifrar símbolos y conocer detalles cualita-
tivos de la sociedad (Salgado, 2019, p. 66). Por otra parte, gracias a la información
cuantitativa del IICE y el MEIC, quedó evidenciado que algunas de las armaciones
de la Cámara no estaban acorde a la realidad nacional. Esto demuestra la importancia
de comparar la información cualitativa con la cuantitativa, para poder trazar conclu-
siones más integrales y reconstruir mejor el pasado.
Entre las desventajas de las fuentes se puede mencionar que El Industrial fue
un suplemento semanal, que circuló principalmente en el periódico La República, o
sea, estaba disponible solo para lectores de ese medio. Por otra parte, la CICR estaba
conformada por un grupo de grandes y, en menor medida, medianos industriales, por
lo que su postura representaba la voluntad de una muestra, además se invisibilizó
totalmente a la pequeña industria y a la artesanía. En el caso del IICE, sus análisis
estuvieron basados en entrevistas realizadas a una muestra del sector, por lo cual no
se pueden generalizar sus conclusiones. Además, esas entrevistas fueron destruidas,
solo se conservaron los resultados ya procesados.
Por último, a pesar de que los estudios del MEIC permitieron visibilizar a la
pequeña industria, su principal desventaja es que son ejercicios meramente teóricos,
como institución, se evidencia su conocimiento sobre ese subsector, pero no se logra
conocer en detalle la opinión empresarial acerca de su entorno ni de las políticas
industriales.
CAUSAS DE LA CRISIS DESDE LA ÓPTICA INDUSTRIAL
La crisis económica fue un suceso traumático para la industria nacional, al
menos a la luz de las declaraciones de El Industrial. La retrataban como la peor crisis
de la historia de la República, la peor desde la industrialización y/o la peor del siglo.
Incluso, la CICR en uno de sus editoriales de enero de 1981 se expresó sobre la crisis
de una manera casi losóca, se mostró vulnerable:
Y no solo es horizontalmente extensa la crisis presente, sino que, verticalmente,
en profundidad ha llegado a socavar las raíces culturales, el sistema de creen-
cias sobre el que se basa la vida. Se ha derrumbado el sistema de valores sin
sustituirlo por nada. Hoy se vive en la intemperie. Hoy se vive, fundamen-
talmente, en la angustia. La vida, en alguna medida, para muchos carece de
sentido o tiene un sentido precario […] En las soluciones viejas hay una inade-
cuación sustancial. Encierran más un deseo que el ánimo decidido de resolver
los problemas. (Debemos encarar la crisis ¡sin demora!, 16 de enero de 1981,
p. 2).
Natalia Chavarría Jiménez • “Nunca nos beneciamos a costa de otros sectores”: industria privada costarricense... 99
Para el sector industrial, la reestructuración fue un proceso de mucha
confusión: el Gobierno del Partido Coalición Unidad (PCU) se distanció de la
industria, el diálogo entre sectores era mínimo, las reglas del juego (políticas
económicas) pasaban en constante cambio, no se sabía qué iba a pasar con
los incentivos industriales de cara al neoliberalismo, el Mercado Común
Centroamericano se estaba cayendo. Fue uno de los peores momentos para el
empresario privado. Incluso, para disminuir la incertidumbre, la CICR formó
un Departamento de Estudios Económicos que tenía como objetivo atender las
consultas de sus asociados respecto a la situación macroeconómica del país y las
políticas que estaba implementando la administración Carazo (Departamento de
estudios, 3 de octubre de 1980, p. 3).
Pero, contrario a los argumentos expuestos por los académicos como causantes
de la crisis, para el sector había un único culpable: el Gobierno. En octubre de 1980
en una entrevista se le preguntó a Walter Kissling, ex presidente de la CICR, “¿cuál
es el principal factor de la crisis que padecemos?” a lo que respondió: “el gasto
excesivo del Gobierno, no hay duda. Si el Gobierno mantiene en ascenso sus gastos
y los nancia con emisiones inorgánicas, la espiral inacionaria continuará” (Indus-
tria genera empleo y ja estabilidad del país, 10 de octubre de 1980, p. 3). Para la
industria, no había duda de que las decisiones de los gobiernos habían llevado al país
a la ruina. Sus principales críticas fueron hacia el tamaño de la burocracia, el endeu-
damiento (interno y externo) y la emisión inorgánica. Los grácos 1 y 2 revelan que
el sector público empleaba mucha más población que la industria y pagaba mejores
salarios:
9 00 00
100000
110000
120000
130000
140000
150000
160000
170000
1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985
Cantidad de ocupados
Años
Ind us tri a Pú bl ico
Figura 1. Costa Rica: cantidad de personas ocupadas por la industria y el sector público (1977-1985). Fuente:
Encuesta Nacional de Hogares. Empleo y desempleo (Costa Rica: Dirección General de Planicación del Trabajo,
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Ministerio de Economía, Industria y Comercio, Dirección General de
Estadística y Censo; 1979-1985).
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0
2000
4000
6000
8000
1 00 00
1 20 00
1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985
Colones
Años
Privado Público
Figura 2. Costa Rica: salario promedio por sector institucional, 1979-1985 (en colones). Fuente: Encuesta Nacional
de Hogares. Empleo y desempleo (Costa Rica: Dirección General de Planicación del Trabajo, Ministerio de Trabajo
y Seguridad Social, Ministerio de Economía, Industria y Comercio, Dirección General de Estadística y Censo; 1979-
1985).
Estos datos demuestran la cantidad de recursos que invertía el Estado en su
aparato burocrático, situación que se mantiene hasta el presente y que absorbe buena
parte del presupuesto nacional. Por otra parte, los industriales aseguraban que no
estaban en contra de una reestructuración a priori de la economía, lo que no acep-
taban era el neoliberalismo. Conocían los estragos que esa estrategia de desarrollo
había provocado en otros países, conocían las consecuencias que había traído para
las industrias, en especial, la desprotección arancelaria. Incluso argumentaban que
se basaba en la persecución del sector industrial (Industriales frente a decisiones
ociales, 10 de abril de 1981, p. 2.). Ellos abogaban por un modelo más apegado a
las posibilidades nacionales, más acorde a las “reglas del juego” a las que estaban
acostumbrados, o de cambiarlas, pedían que se hiciera de forma paulatina, no en un
“shock liberal” que no les daría oportunidad de adaptarse a una nueva realidad. Así
lo expuso un editorial de El Industrial:
Se ha querido trasladar a Costa Rica una edición de las teorías de la llamada
‘Escuela de Chicago’, cuyo fracaso es muy sonado en Argentina y se acusa
en Chile, pese a disponer de regímenes militares estrictos […] En Costa Rica
necesitamos escarmentar en cabeza ajena, evitando que los errores de los demás
se proyecten en nuestro pequeño territorio donde solo se cobijan dos millones
de habitantes. No podemos vivir a ritmo de champán si apenas producimos
para agua dulce. (Inaceptable respuesta del B. Central, 3 de abril de 1981, p. 2).
Expuestas las causas trazadas por la industria y su reacción ante la posibilidad
del nuevo modelo de desarrollo defendido por altos funcionarios del gobierno, se
procede a presentar la defensa que adoptó la CICR.
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POSTURA DEL SECTOR INDUSTRIAL PRIVADO
SOBRE SU PAPEL EN LA ECONOMÍA
Ante este panorama de restructuración económica, los tecnócratas liberales,
encabezados por Thelmo Vargas (director del BCCR) y Hernán Sáenz (Ministro de
Hacienda), inspirados en la Escuela de Chicago, defendían la premisa de que el país
debía dejar atrás la estrategia benefactora y seguir el curso neoliberalista que ya
había iniciado en América Latina. Ellos querían que la industria nacional pasara por
un proceso de depuración bajo los parámetros del libre mercado, donde solo las real-
mente ecientes pudieran permanecer en el juego económico.
Frente a la amenaza implícita por cambiar de modelo económico o cambiar
“las reglas del juego” como prefería denominarlo la Cámara, el sector adoptó la
estrategia de publicar artículos en El Industrial, cuyo contenido exponía los bene-
cios de la industria y los peligros que traería privarla de sus incentivos.
Generación de empleo
La CICR se rerió a la alta capacidad del sector por generar empleo. Para el
empresario Miguel Barzuna, el empleo industrial era el responsable de la paz que
gozaba el país, pero se quejaba de que era duramente criticado, especialmente, por
algunos altos funcionarios (Empleo industrial es la razón de la paz que disfrutamos, 1
de junio de 1979, p. 4). Incluso, ante el problema de la migración rural-urbana, Manuel
M. Madrigal (arquitecto y asesor privado) sostuvo que la industria garantizaba un
trabajo continuo y mejoramiento de las condiciones de vida, y que las personas apos-
tarían por esa opción a pesar de que las condiciones en la ciudad se podían tornar difí-
ciles (A propósito de la migración rural urbana, 26 de abril de 1978, p. 6). El problema
fue que la industria se concentró geográcamente en el valle central, el 90% de su
producción salía de allí. Los incentivos al sector se habían otorgado de forma geográ-
camente homogénea, por lo cual, para los empresarios no había razón para invertir
en las periferias (Ley de fomento a la industria rural, 6 de diciembre de 1978, p. 15).
Según la Cámara, la industria pasó de ocupar a 43.125 personas en 1963 a 110.000
en 1980 (Sector industrial el más dinámico de la economía, 1 de febrero de 1980, p.
4). El conteo propuesto inicia en un momento clave: la entrada al Mercado Común
Centroamericano (MCCA). Esto puede deberse a que antes de ingresar a dicho bloque
económico el empleo industrial no era signicativo. Segundo, del año inicial al año nal
(1963-1980) hubo un aumento de 155%, o sea, un crecimiento de casi el 10% por año
en 17 años (Salario industrial es el más atractivo para los costarricenses, 1 de febrero de
1980, p. 8). Se podría pensar que ese porcentaje fue importante; sin embargo, el sector
agropecuario seguía a la cabeza como el principal empleador nacional. El siguiente
gráco muestra lo mencionado anteriormente, se incluyó otros sectores de la economía
para conocer, comparativamente, cuál era el papel de la industria como empleadora:
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Cantidad de ocupados
Años
Agricultura Industria Comercio
Servicios Construcción Servicios básicos
Figura 3. Costa Rica: cantidad de ocupados por los sectores de la economía, 1977-1985. Fuente: Encuesta Nacional
de Hogares. Empleo y desempleo (Costa Rica: Dirección General de Planicación del Trabajo, Ministerio de Trabajo y
Seguridad Social, Ministerio de Economía, Industria y Comercio, Dirección General de Estadística y Censo; 1979-1985).
De la información expuesta se pueden sacar varias conclusiones. En primer
lugar, si bien la industria era una fuente de generación de empleo, no se podría decir
que fuera el sector estrella en ese sentido, ya vemos que la agricultura empleaba
muchísima mano de obra; empero, su caída (sector agrícola) en medio de la crisis
si fue más preocupante, contrario a lo que pasó con los otros sectores, cuya dismi-
nución de planilla no fue tan radical. Por otra parte, llama la atención la participa-
ción en el empleo que tuvieron los sectores de servicios y comercio, parece ser que
incluso no se vieron tan afectados por la crisis. En tercer lugar, el empleo industrial
se mantuvo constante en este periodo de 9 años, su participación porcentual osciló
entre los 15 y 16 puntos (en comparación con el empleo total nacional) y la cantidad
de ocupados máxima estimada fue de 131000 personas en 1985. En este sentido,
parece ser que ni la entrada en operación de las maquilas supuso un aumento impor-
tante en la demanda de mano de obra manufacturera.
A pesar de que la Encuesta de Coyuntura Industrial recalca la importancia del
empleo industrial, concluye que este no suponía un medio estable para la población.
Para los primeros dos trimestres de 1980, casi un 43% de los industriales indicó que su
personal ocupado no varió, o sea, menos de la mitad de las empresas pudieron mantener
su planilla estable. Además, en el primer trimestre de ese año, un 35% de las empresas
indicó que su planilla había aumentado, mientras que las empresas restantes tuvieron que
recortarlo. En el segundo trimestre, los datos de aumento y disminución del personal se
invirtieron. Esto demuestra que la industria no era capaz de garantizar fuentes de trabajo
estables, contrario a lo expuesto por Madrigal (Izurieta et al., 1980, p. 11).
En el caso de la pequeña industria, para 1984, los aproximadamente 15000 talleres
existentes (al lado de alrededor de 3000 grandes industrias), empleaban un 54% de la
mano de obra industrial (Importancia de la pequeña industria en la economía nacional,
1984, pp. 8-9). Esto evidencia la importancia de ese subsector que fue invisibilizado por
Natalia Chavarría Jiménez • “Nunca nos beneciamos a costa de otros sectores”: industria privada costarricense... 1313
el vocero de la CICR, lo cual deja inferir que esa entidad representaba principalmente a
un grupo de grandes empresarios y en menor medida a medianos industriales.
A nales de 1983, la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo
(CINDE) presentó un documento en el cual el sector privado se comprometía a
recoger alrededor de 6000 trabajadores públicos, con el objetivo de aliviar el presu-
puesto nacional, disminuir el gasto público y aumentar la productividad privada (6
mil empleados recibirá sector privado del estado, 3 de noviembre de 1983, p. 17). No
obstante, no se detalla el plan para absorber esa mano de obra; cuando la tendencia
había sido, en los últimos dos años, la reducción del personal. Incluso, en agosto de
1984, se publicó una nota que hablaba sobre la gravedad de la situación económica,
se armó: “el proceso de normalización de la economía sigue en veremos; no hay
nuevas inversiones y se alejan las posibilidades de generar nuevos empleos” (El SEL
no debe aprobarse, 7 de agosto de 1984, p. 2). Si el sector no podía mantener una
planilla estable o aumentar sus actividades ¿cómo iban a absorber mano de obra del
sector público? Que, como se mostró anteriormente, hasta tenía mejores salarios.
Salario industrial
La Cámara defendía que sus salarios eran altos y que varios miembros de
una misma familia podían laborar en ese sector, esto les permitía tener varios
ingresos, aumentar su nivel social y su nivel de consumo, lo cual consideraban un
motor de la economía nacional. Sin embargo, la brecha de género en este ámbito
fue una realidad, el siguiente gráco lo demuestra:
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Cantidad
Años
H om bre s M uj ere s
Figura 4. Costa Rica: total de asalariados por sexo en la industria, 1978-1985. Fuente: Encuesta Nacional de Hogares.
Empleo y desempleo (Costa Rica: Dirección General de Planicación del Trabajo, Ministerio de Trabajo y Seguridad
Social, Ministerio de Economía, Industria y Comercio, Dirección General de Estadística y Censo; 1979-1985).
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 24(2): 1-31. Julio-diciembre, 2023. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica1414
Entonces, de los asalariados industriales solo un tercio eran mujeres, y aún en
esta circunstancia, había una brecha salarial:
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Años
H om bre s M uj ere s
Figura 5. Costa Rica: salario promedio mensual industrial, 1979-1985 (colones). Fuente: Encuesta Nacional de
Hogares. Empleo y desempleo (Costa Rica: Dirección General de Planicación del Trabajo, Ministerio de Trabajo y
Seguridad Social, Ministerio de Economía, Industria y Comercio, Dirección General de Estadística y Censo; 1979-
1985).
En 1979 la diferencia entre ambos salarios era de unos 650 colones, lo cual ya
era signicativo. Pero es alarmante que, a partir de 1983, la diferencia alcanzó casi
los 2000 colones y continuó con esa tendencia. En ese sentido, no se puede decir
que el sector industrial contribuyera a alcanzar una realidad laboral donde se fuera
equilibrando la igualdad de género. Si es cierto que empleaba mujeres, pero eso no
es suciente para insinuar que era un sector inclusivo.
Por otra parte, la CICR argumentaba que tener un mejor salario y una mejor
calidad de vida fomentaba el pacismo, esto lo explicitó el 18 de julio de 1980 en
un editorial:
Los hombres hambrientos no son libres, ni tampoco las comunidades
hambrientas. En un sentido muy real, la libertad que hemos alcanzado está
[ligada] a nuestro sentido de producción de riqueza […] La acumulación de
diferentes entradas asegura el mantenimiento de un status social que es clave
en la proyección pacíca del país. (Hablando se entiende la gente, 18 de julio
de 1980, p. 2).
Hidalgo argumenta que el sector industrial junto con el sector servicios
contaban con los mejores salarios, lo cual -como se mencionó anteriormente- incluso
causó migraciones de las zonas rurales a las urbanas, situación que nutrió a la indus-
tria de la mano de obra que necesitaba (Hidalgo, 2003, p. 46). Por su lado, Carlos
Izurieta argumenta que esa política estaba orientada a retener al personal calicado y
Natalia Chavarría Jiménez • “Nunca nos beneciamos a costa de otros sectores”: industria privada costarricense... 1515
a lograr una mejor colaboración del personal (1983, p. 104). Empero, en un análisis
sobre la pequeña industria, Ulrich Hoffman aclara que en ellas los salarios eran
bajos, razón por la cual esos trabajadores rara vez recibían capacitaciones (Hoffman,
1983, p. 55).
En los datos extraídos de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) se
evidencia que los salarios industriales si eran mejores que los agrícolas, pero eran
superados por otros sectores, especialmente el de los servicios. En otras palabras, y
trayendo en consideración los datos sobre empleo, se inere que el sector industrial no
era ni el principal empleador ni pagaba los mejores salarios del país. En el discurso del
suplemento que estudiamos, se tiende a la idea de que el país es una dicotomía agri-
cultura/industria, y se cae en el error de invisibilizar la presencia de los otros sectores.
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Colones
Años
Agricultura Industria Construcción Servicios básicos Comercio Servicios
Figura 6. Costa Rica: salario promedio por sector institucional, 1979-1985 (en colones). Fuente: Encuesta Nacional
de Hogares. Empleo y desempleo (Costa Rica: Dirección General de Planicación del Trabajo, Ministerio de Trabajo
y Seguridad Social, Ministerio de Economía, Industria y Comercio, Dirección General de Estadística y Censo; 1979-
1985).
No se sabe si estos datos de la ENAHO son un promedio del salario de los
hombres y las mujeres, si no lo fuera, y tomando en consideración lo anterior sobre la
brecha de género, las mujeres habrían estado recibiendo un sueldo como si trabajaran
en la agricultura. Lo cual desmiente aún más el sueño de la Cámara de ser el sector
con los mejores pagos a sus trabajadores.
Labor capacitadora del sector industrial
La Cámara también indicó que la industria había tenido que capacitar a sus
empleados a través del trabajo y mediante programas de adiestramiento, pues criticaba
que aún faltaba una preparación adecuada por parte de instituciones públicas como el
Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) (creado en 1965 para que se desempeñaran
correctamente las labores propias de la industria) (Sector industrial el más dinámico
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 24(2): 1-31. Julio-diciembre, 2023. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica1616
de la economía, 1 de febrero de 1980, p. 4). En la Encuesta de Coyuntura Industrial,
el Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas (IICE) encontró que poco
más de la mitad de los entrevistados tenía problemas de capacitación del personal.
La forma más habitual en que lo solucionaron fue mediante la capacitación en la
propia empresa. Incluso algunos prerieron enviar al personal fuera del país en lugar
de crear programas con el INA u otra institución pública. En la misma encuesta se
preguntó a los industriales su opinión sobre los cursos de capacitación nacional,
aunque gran parte no contestó (38,5%), un 22% manifestó tener una buena opinión
sobre estos, mientras que un 15,4% indicó que les parecían insucientes (Pacheco,
1981, pp. 45-46).
Un análisis conjunto entre CINDE y la CICR señalaba que solo el INA tenía
programas especializados para capacitar operarios, supervisores y mecánicos, en
especial para la maquila de ropa; pero los empresarios se quejaban de que estos
programas ofrecían una preparación poco práctica. Además, en ese momento el INA
solo podía capacitar a unos 250 operarios por año, insuciente para los proyectos de
expansión industrial (Ruiz et al., 1983, pp. 34-35).
Por otra parte, la atracción de personal extranjero calicado estaba obsta-
culizada por los requisitos legales del Código de Trabajo y la tramitología de
inmigración. Este tipo de trabajadores se consideraban necesarios especialmente
cuando no había mano de obra calicada nacional para actividades especícas
o para el inicio de operaciones de ciertas industrias. No obstante, un aspecto
muy interesante que se resalta en dicho estudio, es la inconformidad de los
patronos con la falta de eciencia de sus empleados: “esto, que parece un mal ya
muy generalizado en la personalidad del costarricense, debería ser atacado con
especial interés por las instituciones capacitadoras […] Si el tico no sale de su
mediocridad laboral, jamás lograremos competir con otros mercados” (Ruiz et
al., 1983, pp. 34-35).
Esto contradice lo expuesto en el libro de León et al. (2016) donde se indica
que uno de los incentivos industriales fue el buen nivel educativo de la mano de obra
nacional. La opinión de los industriales fue otra, parece que las iniciativas públicas
de capacitación no llenaron las necesidades del sector.
Crecimiento industrial
Se armaba que el sector había crecido aceleradamente en comparación con
el resto de la economía. Para la Cámara esto tenía dos explicaciones, la primera fue
en denitiva el conjunto de incentivos que había estado recibiendo de las diferentes
administraciones (Sector industrial el más dinámico de la economía, 1 de febrero
de 1980, p. 4), León sostiene que sin ellos el sector no hubiera crecido de la manera
Natalia Chavarría Jiménez • “Nunca nos beneciamos a costa de otros sectores”: industria privada costarricense... 1717
en que lo hizo (2016). La segunda razón fue el tipo de productos que ofrecía al
mercado, especialmente al nacional que era el mayor demandante. Dichos productos,
según la fuente, no eran de primera necesidad, pero los industriales armaban que su
consumo reejaba que la población tenía un alto nivel de vida gracias en parte, como
ya se mencionó, a los salarios industriales (Sector industrial el más dinámico de la
economía, 1 de febrero de 1980, p. 4). Según los datos recopilados por León et al. se
puede comprobar que el sector efectivamente se mantuvo en crecimiento (de acuerdo
con su participación en el PIB) hasta 1979, a partir de 1980 se produjo una leve caída
en puntos porcentuales y después de ese año se fue recuperando. El autor indica que
fue el sector que mayor crecimiento presentó desde 1960 hasta 1979, seguido por el
transportista (2016).
Según los entrevistados por el IICE, ya para 1979 la producción industrial
mostraba contracciones, pues creció solo un 3,2% a diferencia de 1978 que lo hizo
en un 9,6%. Además, en 1980 se predecían que para el año siguiente su creci-
miento disminuiría respecto al año anterior (Izurieta et al., 1980, pp. 1, 12). Sin
embargo, los datos presentados en los grácos 7 y 8 muestran otra realidad. En
primer lugar, desde 1976 se nota un decrecimiento en la participación industrial
del PIB, o sea, la crisis establecida en 1980 no empeoró dichas cifras, sino que la
economía ya venía deteriorándose desde antes. En segundo lugar, esta participa-
ción en el ámbito porcentual fue mucho más estable que la de la agricultura y el
comercio, los cuales sufrieron altibajos importantes en el periodo. En tercer lugar,
la CICR se refería al sector como el gran productor del país, pero ya se ve que la
agricultura, e incluso el sector comercio, superaron a la industria varios años, no
se puede subestimar su papel.
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Porcentaje
Años
Agricultura Industria Comercio
Figura 7. Costa Rica: tasa anual de crecimiento del PIB de la industria, la agricultura y el comercio, 1976-1985.
Fuente: Costa Rica: Información básica del sector industrial, 1976-1985 (Costa Rica: Secretaria Ejecutiva de Plani-
cación de Sector de Economía, Industria y Comercio, 1985), 7.
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Millones de colones corrientes
Años
Agricultura Industria Comercio
Figura 8. Costa Rica: participación de la industria, la agricultura y el comercio en el PIB, 1976-1985 (millones de
colones corrientes). Fuente: Costa Rica: Información básica del sector industrial, 1976-1985 (Costa Rica: Secre-
taria Ejecutiva de Planicación de Sector de Economía, Industria y Comercio, 1985), 6.
Este gráco evidencia dos aspectos, el primero que, al menos a partir de
1976, el monto de la producción de estos sectores fue muy similar. El volumen de la
producción agrícola era mayor, pero sus precios eran bajos, porque tenían poco valor
agregado. En segundo lugar, que a partir de 1982 estos tres sectores aumentaron su
participación de forma bastante importante, lo cual puede deberse a las políticas
económicas implementadas por el gobierno de Luis Alberto Monge.
Cabe recalcar que no todas las actividades industriales se comportaron de la
misma manera, en 1980 la contracción en el crecimiento se debió principalmente
al deterioro en la rama de alimentos, bebidas y tabaco, la metalmecánica, madera y
papel. Pero en las ramas de textiles y minerales no metálicos, más bien se esperaba
un incremento en la producción (Izurieta et al., 1980, p. 12).
El rubro de crecimiento tuvo sus críticas, que fueron hechas en un documento
elaborado para el Plan Nacional del Desarrollo donde se manifestó que anteriormente,
cuando la economía estaba en recesión, los bienes suntuarios simplemente se podían
dejar de importar, pero ahora esos productos eran vitales para la supervivencia de la
industria nacional (porque era lo que producían). Empero, según los datos brindados
por León la rama industrial más importante para 1980 fue la de alimentos, bebidas y
tabaco; su proporción de exportación en ese año fue de uno de los más bajos, por lo
que se inere que casi la totalidad se quedaba en el país. La segunda en importancia
fue la de sustancias químicas, derivados del petróleo y del carbón, el caucho y los
plásticos; la tercera los productos metálicos y maquinaria. Esto signica que la
armación de que la industria nacional producía bienes suntuarios no era del todo
cierta, por el gran peso que tenían los alimentos y las bebidas en el mercado nacional.
Además, la industria textil fue la segunda en importancia hasta 1972, momento en
Natalia Chavarría Jiménez • “Nunca nos beneciamos a costa de otros sectores”: industria privada costarricense... 1919
que empezó a bajar peldaños, en 1980 estaba en cuarto lugar y constituye un bien de
consumo básico. Entonces, una parte de las industrias podían haber sido dependientes
de un mercado que consumiera productos suntuarios, pero eso no aplicaba para todo
el sector (León et al., 2016).
Por otra parte, el Plan Nacional de Desarrollo señalaba que, a pesar del creci-
miento de la actividad industrial, ésta ya estaba mostrando síntomas de agotamiento,
para el periodo de 1966 a 1976 la producción industrial creció anualmente un 9,6%,
mientras que para el periodo de 1970 a 1976 bajó a un 7,8%. Esto quiere decir que
el mayor crecimiento industrial se dio antes de la década de 1970, posterior a esta
empezó su deterioro (Incentivos a la producción analiza Plan de Desarrollo, 1 de
febrero de 1980, p. 6). Eso puede explicarse por la entrada de CODESA al juego
económico en el año 1972, la cual según Mary Clark usó una “extraordinaria”
proporción de crédito disponible para el sector público en actividades poco fructí-
feras, recortando a su vez el crédito a la industria privada (Clark, 1993).
Entre las causas del agotamiento industrial que propuso el Plan, estaban la gran
dependencia de insumos importados para la producción nal, nunca se fomentó la
producción total con materias primas nacionales (Rodríguez y Ulate, 1982, p. 35).
Rigoberto Navarro Meléndez enfatizó que el desarrollo industrial en el país había sido
más voluntad de la clase empresarial que producto de una planicación estatal. Nunca
se priorizó las industrias básicas, el crédito y los incentivos scales se dieron casi sin
discriminación, “se prerió el camino fácil de la sustitución generalizada de importa-
ciones” (Problemas del proceso de industrialización, 18 de enero de 1978, p. 14).
También estaba la baja utilización de la capacidad instalada, muchas plantas
fueron desarrolladas con métodos que satisfacían a grandes mercados. Ennio Rodrí-
guez y Anabelle Ulate concluyen en su estudio que la utilización de la capacidad
instalada por parte de los empresarios entrevistados era baja, apenas un 40%. No
obstante, según el criterio de esos empresarios, la industria utilizaba un 66%. La
razón de esta diferencia es que ambos divergen en el número ideal de turnos por
día (1982, p. 35). Según Navarro Meléndez, en 1978, un 68% de las industrias solo
trabajaban un turno (Problemas del proceso de industrialización, 18 de enero de
1978, p. 14).
Sin embargo, se propone que, aunque el mercado hubiera sido grande, el
ingreso de la población estaba muy concentrado, especialmente en los otros países
del MCCA (Rovira, 1987, p. 50). Por otro lado, el crecimiento industrial tenía una
fuerte relación al crecimiento del sector agropecuario, el cual se estaba deteriorando
pues la mayoría de los benecios los estaba absorbiendo la industria (Hidalgo, 2003,
p. 46). El Plan concluyó que los incentivos a la industria pueden haber sido más
negativos que positivos (Incentivos a la producción analiza Plan de Desarrollo, 1 de
febrero de 1980, p. 6). Empero, Max Koberg Van Patten, ex presidente de la Cámara
de Industrias, no estaba de acuerdo con lo anterior y lo expresó el 14 de marzo de
1980 en El Industrial:
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 24(2): 1-31. Julio-diciembre, 2023. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica2020
La actividad industrial nunca se ha beneciado a costa del sacricio de otros
sectores […] Con el propósito de justicar la eliminación a los benecios que
protegen a la industria algunos funcionarios gubernamentales solo cosas nega-
tivas le han achacado, sin detenerse a pensar en los enormes benecios que esta
actividad trae a la economía del país, y los serios problemas que se presentarían
si los empresarios, por falta de estímulos, dejan de invertir. (Medidas a muy
corto plazo piden comercio e industria, 14 de marzo de 1980, p. 4).
Aunado a lo anterior, Enrique Chacón, ex presidente de la Cámara de
Industrias de Heredia sostenía que la única manera de que Costa Rica pudiera
salir del subdesarrollo era aumentando la producción y para eso era necesario
estimular al empresario, con créditos bancarios más favorables, por ejemplo
(Créditos bancarios favorables son único motor para avance industrial, 22 de
febrero de 1980, p. 3). En este sentido Blanco y Garnier estaban de acuerdo, para
ellos la única forma de equilibrar el modelo era aumentando la productividad,
mediante reformas coherentes a la realidad nacional y acorde al contexto global.
Aunque en ningún momento indican que la industria fuera superior a los demás
sectores, sino que debía haber un equilibrio en el ámbito productivo (Blanco y
Garnier, 2010, p. 75).
Pero, para la Cámara la industrialización sí era la única forma de alcanzar el
desarrollo e incluso creían que cuando ese sector se consolidara podría equilibrar
los demás sectores económicos nacionales. Más aún, defendían la premisa de que
gracias a la industria el país había dejado de depender tanto de las exportaciones
tradicionales, tal y como armó la CICR en un editorial del 14 de marzo de 1980 ante
las críticas del Ministro de Hacienda del momento, Hernán Sáenz:
El proceso de industrialización en Costa Rica, basado en la política de sustitu-
ción de las importaciones, ha logrado alcanzar uno de sus principales objetivos
cual es el de haber diversicado la producción nacional y reducir la depen-
dencia sobre la exportación de productos tradicionales a base de un esfuerzo
permanente del empresario por mejorar su eciencia productiva. (Industria
refuta al Ministro de Hacienda, 14 de marzo de 1980, p. 2).
La Cámara aseguraba que si Costa Rica no aumentaba su producción indus-
trial las consecuencias a futuro serían graves (Paquete tributario se abate en contra
del sector productivo, 27 de junio de 1980, p. 8). Revisando el texto de León se
encontró que, del porcentaje total de exportaciones en 1980, las industriales fueron
un 36,5%, lo cual representa una cantidad signicativa (2016). No obstante, el
sector agropecuario seguía siendo el más importante para la estabilidad económica,
tal y como indicó Jorge Rovira, el desarrollo mismo de la industria se basó en las
divisas provenientes de la agroexportación y, por otro lado, la caída de los precios del
café precipitó la crisis (1987, pp. 49-50). Sí se logró sustituir muchas importaciones
de productos nales, pero en su lugar se importaban materias primas, entonces se
puede decir que lo que hubo fue un reemplazo de importaciones basadas en la riqueza
del modelo primario-exportador. Por ende, lo que se ve es una defensa incondicional
de la producción industrial.
Natalia Chavarría Jiménez • “Nunca nos beneciamos a costa de otros sectores”: industria privada costarricense... 2121
Iniciada la administración del Partido Liberación Nacional (PLN), el presidente
Luis Alberto Monge resaltó la importancia de la industria. Sostuvo que, si la producción
nacional disminuía, simplemente sobrevendrían acontecimientos poco fortuitos para la
sociedad: el aumento del desempleo, el aumento en los precios, la caída vertiginosa del
poder adquisitivo de la clase trabajadora, y en consecuencia se pondría en peligro la
paz social. Por esta razón, indicó que el reto más importante del país era la producción
y la exportación, reto que la Cámara aceptó en el título de su editorial del 6 de mayo:
“el sector productivo acepta reto de Monge” (6 de mayo de 1982, p. 14).
Pero el aumento de la producción era una meta complicada, 1981 fue el peor
año para la industria desde su existencia. En 1982 el decrecimiento en la producción
continuó, los datos se pueden vericar en este gráco que muestra la tasa de creci-
miento anual promedio, sobre la línea del “0” hay un crecimiento positivo, mientras
que cuando los datos están debajo esa línea, signica que la producción industrial
estuvo en disminución:
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3.7
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Porcentajes
Años
Figura 9. Comportamiento de la producción manufacturera costarricense, 1978-1982 (en porcentajes). Fuente:
Carlos Izurieta, “Evolución de la industria en Costa Rica durante el año 1982 y perspectivas para el primer semestre
de 1983”, Documentos de trabajo, Universidad de Costa Rica, Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas,
No. 46, enero 1983, p. 2.
Además, el aumento de producción industrial solo era posible, en ese
momento, si se mantenían los estímulos industriales. Pero, del modo en que iban
enrumbadas las políticas económicas, los industriales armaron que la producción
se contraería (Izurieta et al., 1981, p. 18). Para ellos, seguía siendo evidente que la
exportación de productos no tradicionales era la única vía para salir de la crisis:
[…] algunos sectores fácilmente le atribuyen todos los males de la nación a
la política de protección industrial. En este sentido, si repasamos la historia
reciente, debería aceptarse que, el proceso de industrialización […] [f]omentó
la capacitación de importantes sectores de la población, tanto en el campo de
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la producción como en el administrativo. Se desarrollaron muchas empresas
en el campo de los servicios como la publicidad, los transportes, hotelería,
etc. Se multiplicaron las carreras profesionales […] Si somos justos, estos
ejemplos de desarrollo, tienen como sustento, la industrialización iniciada en
los años sesenta. También tiene mérito, haber contribuido a la diversicación
de nuestras exportaciones (ya no somos monocultivadores) y a la penetración
de nuevos mercados (ya no tenemos todos los huevos en una misma canasta).
En denitiva, […] no es destruyendo esta actividad que podrá salirse de la
crisis actual. (Proteger industria: política necesaria, 5 de agosto de 1982, p.
13).
A pesar del cambio de administración, para la CICR las políticas económicas
implementadas por el PCU y el PLN tenían algo en común: el deterioro del sector
industrial. Esto no quiere decir que fueron pensadas intencionalmente para perju-
dicar el sector, pero su contenido si lo hizo, en vista que eran bastantes contrastantes
a la tendencia de protección mantenida antes de la crisis.
Pequeña industria
En un estudio elaborado por el Comité de Coordinación Interinstitucional de
la Pequeña Industria y Artesanía (CIPIA), se encontró una serie de ventajas que tenía
para el país el fomento de la pequeña industria y la producción artesanal. Se aseve-
raba que, en primer lugar, era una fuente de trabajo permanente, que beneciaba
especialmente a las zonas rurales y a los lugares con bajo empleo (Informe sobre
los problemas de planicación del sector pequeña industria y artesanía, 1980, p. 6),
hasta las mujeres y sus hijos formaban parte del proceso productivo (Importancia
de la pequeña industria en la economía nacional, 1984, pp. 8-9), en consecuencia,
promovía una mejor distribución de los ingresos.
En segundo lugar, tenía el potencial de aumentar y diversicar la produc-
ción de bienes esenciales. Podía desarrollar tecnología nacional y aprovechar los
recursos internos. Dada su naturaleza, tenía la capacidad de preservar y desarro-
llar las tradiciones culturales y artesanales. Incluso se mencionó que podía ayudar
a mejorar la balanza de pagos (Informe sobre los problemas de planicación del
sector pequeña industria y artesanía, 1980, p. 6). Podían operar con un bajo nivel
tecnológico y poco capital. Utilizaban mucha más materia prima nacional y su
mercado era el interno. El Ministerio de Industria, Energía y Minas sugirió que la
pequeña industria sí era un ejemplo de lo que debió ser la sustitución de impor-
taciones (La política industrial hacia la pequeña industria y artesanía, 1979, pp.
3, 10, 18).
Según el CIPIA, estas ventajas debían ser impulsadas con apoyo gubernamental,
aunque aclaraban que ese apoyo tenía que ser enfocado en fábricas y talleres con “posi-
bilidades reales” de expandirse, o sea, que busquen aumentar su producción, su planilla
y el uso de recursos naturales (¿qué buscaran dejar de ser pequeñas para convertirse
Natalia Chavarría Jiménez • “Nunca nos beneciamos a costa de otros sectores”: industria privada costarricense... 2323
en medianas o grandes industrias?). El CIPIA recomendaba impulsar la creación de
pequeñas industrias en zonas rurales y urbano marginales, para reactivar allí el empleo
(Informe sobre los problemas de planicación del sector pequeña industria y artesanía,
1980, p. 6). A pesar de las ventajas de la pequeña industria, el Ministerio de Economía,
Industria y Comercio reconoció que las medidas tradicionales de fomento (incentivos
scales, crédito, formación de profesionales, investigación, asistencia, entre otros)
habían dejado al margen a ese subsector: las exoneraciones a la “pequeña industria no
representan ni un medio por ciento de lo que se exonera a la gran industria” (La política
industrial hacia la pequeña industria y artesanía, 1979, pp. 1, 9-10).
Defensa ante la crítica de los tecnócratas liberales
La Cámara argumentó reiteradamente y a lo largo de todo el periodo de
estudio, que el sector no fue el culpable del décit y que la única posibilidad real
de generar ingresos scales era que aumentara la producción, que consideraban la
fuente primaria de ingresos nacionales (Solución integral del problema económico
en crisis de C. Rica, 20 de junio de 1980, p. 3). De hecho, la CICR publicó el día 20
de junio de 1980 que:
Es bien conocida en Costa Rica la importancia que ha tenido la participación
de la industria en el aumento de las exportaciones en los últimos 20 años. Esa
participación, además, le ha dado a la balanza de pagos costarricense una esta-
bilidad que sin ella no tendría […] Hay que subrayar que los incentivos tribu-
tarios no signican un subsidio gratuito del erario público. En el caso de la
industria, los incentivos constituyen la contraprestación necesaria por bene-
cios externos que crea la inversión y que el inversionista no capta, sino que se
traseren a la comunidad y/o el Estado. (Un diálogo sobre la política arance-
laria, 20 de junio de 1980, p. 2).
Lo extraño de ese argumento es que autores como Rovira, León, Hidalgo,
Blanco, Garnier y Fernando Herrero, en sus análisis concluyen que las voluminosas
importaciones de materia prima para la industria fueron uno de los factores de peso
del desequilibrio en la balanza de pagos. En palabras de Hidalgo, desde 1948:
Surgió […] el modelo histórico estructural primario-exportador doméstico-in-
dustrial, basado en la producción de bienes destinados al mercado interno o
al Mercado Común Centroamericano, y en el desarrollo del sector exportador
de productos primarios que permitía nanciar las importaciones de bienes de
capital e intermedios necesarios para la producción de bienes de consumo.
(Hidalgo, 2003)
Aunque en un punto la CICR si tenía razón, los incentivos industriales no
fueron los únicos causantes del décit, las diferentes Administraciones no manejaron
los recursos de manera adecuada, gastando mucho más de lo que ingresaba y no
trazaron planes para aminorar la dependencia de las importaciones. Sin embargo, la
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industria vivía en un momento de jaque, donde adoptó cualesquiera estrategias para
poder justicar su importancia. Es cierto que la producción industrial genera más
divisas que los productos tradicionales, por su valor agregado, pero la mayor parte de
la mercadería se quedaba en el país o en el MCCA y los incentivos contrarrestaban
esas ganancias.
SOLUCIONES PARA SUPERAR LA CRISIS
Para los tecnócratas liberales, una de las principales soluciones para salir de
la crisis era quitar los incentivos de protección al sector industrial e insertar al país
en la dinámica del libre mercado, la libre competencia. Pero la industria que estaba
en clara desventaja ante sus homologas latinoamericanas, y más aún, ante los tigres
asiáticos (expertos en la manufactura masiva) expuso su propia propuesta para el
desarrollo. Fiel a su actividad proponía que la única manera era mediante el fomento
de la industria, produciendo y exportando más. Sostenía que el crecimiento de las
empresas conllevaba al crecimiento de la economía (Estado, sindicatos y empresa
privada, 26 de junio de 1981, p. 2) y que las exportaciones eran equivalentes a la
entrada de divisas, en particular las de productos industriales, dado que por su valor
agregado eran mejor pagadas y eso daba la posibilidad de fortalecer la balanza de
pagos en el corto plazo (Cámara de Industrias reclama más claridad a Banco Central,
12 de setiembre de 1980, p. 3).
Para aumentar la producción y las exportaciones, según la CICR, era necesario
un trabajo conjunto con el sector público, acceso a crédito favorable y la posibilidad
de llegar a terceros mercados. Este último haría posible que el país pudiera producir
para un mercado más amplio, pues el regional ya no estaba dando a basto, aunque
el MCCA seguía siendo visto como el cliente más seguro. En segundo lugar, estaba
el tema de los créditos, la CICR indicaba que, si el sector no contaba con créditos a
tasas de interés bajas, simplemente no podría auto superarse (BANEX: conanza en
el futuro de Costa Rica, 23 de enero de 1981, p. 3).
El Gobierno también consideraba que la producción era una de las soluciones
de la crisis, pero la descoordinación política confundía a los empresarios e
industriales, sabían que tenían el mismo objetivo, pero no podían prever el
comportamiento político. Un editorial de octubre de 1980 lo indica así: “producir
más, exportar más, es tarea que conoce el sector productivo. Pero; [¿]pensará
mañana el Gobierno, igual que arma hoy, ese mismo principio?” (BANEX:
conanza en el futuro de Costa Rica, 23 de enero de 1981, p. 3). Por otra parte,
el IICE armó que el crédito a la industria y la producción eran dos factores que
estaban directamente relacionados, una relación “tan íntima que podría armarse
que si no hay crédito no hay producción” (Villasuso, 1982, p. 4).
En cuanto al problema del gasto público, la CICR sostenía que tenía que
reducirse drásticamente, limitar el nanciamiento interno del Gobierno, limitar el
Natalia Chavarría Jiménez • “Nunca nos beneciamos a costa de otros sectores”: industria privada costarricense... 2525
crecimiento descontrolado del endeudamiento externo y restablecer la autonomía del
Banco Central para que el Poder Ejecutivo dejara de absorber sus recursos de forma
indiscriminada. En una entrevista de inicios de julio de 1981, Koberg insistió en que
había que “… impedir [el crecimiento de la burocracia]. Precisamente ese detalle se
encontraba dentro del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. No se puede
eliminarla, entonces hay que frenarla, controlarla y hacerla más eciente” (Medidas
cambiarias: descontento incertidumbre para la industria, 3 de julio de 1981, p. 4).
Durante todo 1982, la CICR lanzó críticas contra quienes armaban que a la
industria debía reducírsele los benecios, sin conocer o haber estudiado el sector
para saber la situación real por la cual estaba pasando. Casi nalizando el año, los
industriales se resignaron a que no habría mejora económica, esto se encuentra en un
editorial del 2 de setiembre de 1982:
En una conagración bélica se unen todas las fuerzas y recursos de un país para
un solo objetivo: trabajo de guerra, espíritu de guerra, industria de guerra…
No se guerrea por capricho, algo superior lo respalda. Costa Rica atraviesa una
crisis de supervivencia y muchos costarricenses no están enterados todavía de
la dramática coyuntura, aunque la padecen por la tremenda ola inacionaria
que nos desborda. Estamos pues en guerra, en guerra económica de vida o
muerte […] El presidente Monge lanzó un grito […] en su campaña política:
´Más producción y más exportación´. Pero a esta altura del año y empantanados
en un túnel, sin luz [y] sin amanecer por delante, ‘exportar o morir se torna
realista y urgente. Se levanta como voz de batalla. Como rayo en la lejanía
que ilumina cual chispazo en una noche negra, de tormenta […] O generamos
exportaciones o pereceremos. (Exportar o morir, 2 de setiembre de 1982, p. 14).
En respuesta a los ataques contra el sector, se formó un comité para el fomento
industrial, integrado por un grupo de empresarios asociados a la Cámara de Indus-
trias, a la Cámara Costarricense -norteamericana- de Comercio y por el CINDE.
Juntos crearon una campaña publicitaria en favor de la empresa privada bajo el lema
de “la empresa privada produce libertad”. Tras una serie de encuestas, se encontró
que el público en general la desconocía, “por lo tanto, en la campaña publicitaria se
adoptó la estrategia de darle a la empresa privada, por así decirlo, una presencia de
carne y hueso, con base en anuncios de televisión en los que se presenta a personajes
concretos en su función de empresarios, al tiempo que consigna los benecios que la
empresa privada aporta al país” (La empresa privada produce libertad, 30 de octubre
de 1984, p. 5).
El último editorial de 1982 (9 de diciembre) recoge la opinión de la CICR en
retrospectiva sobre lo acontecido en dicho año y sus expectativas para el siguiente:
Termina 1982 con una ansiedad muy clara en el sector productivo: pelear dentro
y fuera de las fronteras patrias para seguir cosechando un fruto provechoso que
benecie al país, en el marco de un entendimiento razonable y justo con las
tendencias localistas de entorpecer el desarrollo productivo nacional y frente a
la fuerte competencia de mercados nuevos. (Un año en el esfuerzo industrial, 9
de diciembre de 1982, p. 16).
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Inclusive, en un estudio de nales de ese año, el IICE armó que la crisis del
sector industrial había superado por mucho las expectativas desfavorables de los
empresarios, fue peor de lo que imaginaron.
CONCLUSIÓN
Ya quedo claro que el proceso de reestructuración económica de inicios de la
década de 1980 fue muy confuso para el sector industrial, no había claridad en las
“reglas del juego” e incluso durante la administración Carazo, La Nación nombró
esta dinámica como la política del “hacer y el deshacer” (Rivera, 1982, pp. 81-82),
puesto que se tomaban decisiones respecto a las políticas económicas, luego Rodrigo
Carazo las anulaba, luego la Asamblea se pronunciaba de otra manera, lo mismo los
ministerios y así sucesivamente. Además, la comunicación entre el sector público y
privado se deterioró después de la devaluación.
Para la Cámara de Industrias era evidente que las políticas seguidas por los
sucesivos gobiernos habían sido las causantes de la crisis: el gasto excesivo, el endeu-
damiento, el crecimiento del aparato burocrático, el nanciamiento del gobierno del
PCU con emisiones inorgánicas, entre otros. Este tema, de hecho, llama a la reexión
acerca del contexto actual nacional, pues parece que se están cometiendo los mismos
errores. Por ejemplo, el porcentaje del PIB para pagar la deuda aumentó, los salarios
y la gran cantidad de funcionarios son una carga para el presupuesto, así también
las pensiones de lujo. Se supone que una de las funciones de la historia es evitar los
errores del pasado, pero la realidad nacional parece un déjà vu innito, la rueda del
Samsara lanza las mismas lecciones y siempre se reprueban. El dragón costarricense
no deja de morderse la cola.
Por otra parte, se encontró que la CICR no estaba en desacuerdo con
cambiar o variar la estrategia de desarrollo. Lo que si rechazó radicalmente fue la
implementación del famoso neoliberalismo, por dos razones principales: era un
modelo foráneo inaplicable a la realidad nacional y que ya había fracasado en otros
países, por otro lado, el neoliberalismo signicaba desprotección industrial y el
sector no creía estar preparado para eso. A pesar de ello, Tilman Altenburg asegura
que la apertura y desregulación en Costa Rica sucedieron de manera gradual y que
la apertura económica no fue un golpe mortal para las empresas, pocas dejaron de
producir y todas las ramas mostraron un crecimiento más o menos uniforme. El autor
incluso considera que el ingreso de la industria al libre mercado fue exitoso, contrario
a lo que sus detractores -y la misma Cámara- pensaban. Altenburg también armó
que, en un principio, los industriales apoyaron las primeras reformas liberales, hasta
que llegó la desgravación arancelaria (1995, pp. 41-49); no obstante, durante esta
investigación se encontró que el sector se opuso al cambio desde el principio, no
se identicó el más mínimo apoyo a la liberalización, al menos desde El Industrial.
Natalia Chavarría Jiménez • “Nunca nos beneciamos a costa de otros sectores”: industria privada costarricense... 2727
Ante los ataques de los teóricos liberales, la CICR expuso cuatro características
que hacían al sector “irremplazable”: su capacidad para generar empleo, sus altos
salarios, su labor capacitadora y su crecimiento productivo. Gracias a las fuentes
cuantitativas, se encontró que la industria no era ni la gran empleadora ni pagaba
los mejores salarios del país; además, la brecha de genero era una realidad en ambos
rubros. Tampoco podía garantizar empleos estables. En el caso de la capacitación,
parece ser que el sector si tuvo un papel importante, dadas las deciencias de los
institutos públicos de aprendizaje y la dicultad de traer mano de obra extranjera
capacitada.
Ya que se mencionó la brecha de género, es importante recalcar que El Indus-
trial es una fuente es meramente masculina. No hubo artículos escritos por mujeres
y no se identicaron empresarias (gerentes o fundadoras de alguna industria). Es
evidente que, en las décadas de 1970 y 1980, la industria era manejada por hombres.
En las fotografías de congresos industriales tampoco se ven mujeres con un papel de
liderazgo.
En lo que concierne al crecimiento industrial, es cierto que fue el sector con
mayor aumento en el periodo benefactor, pero esto sucedió porque, como indicó
León, cuando empezó a estimulársele estaba apenas iniciando, entonces su despegue
fue más signicativo que el de la agricultura que ya tenía mucha historia recorrida.
Además, los estímulos scales que recibió fueron determinantes, así como su entrada
al MCCA. En periodo de crisis sí pasó por una importante contracción, relacionada
efectivamente a la perdida de sus incentivos. Sin embargo, la Cámara insistió en que
la actividad que representaba nunca se había beneciado a costa de la agricultura,
incluso armó que gracias a la industrialización el país había dejado de depender
de las exportaciones de productos tradicionales, lo cual está demostrado que no es
cierto. Rovira, León, Hidalgo, Blanco, Garnier y Fernando Herrero, en sus análisis
concluyen que las voluminosas importaciones de materia prima para la industria
fueron uno de los factores de peso del desequilibrio en la balanza de pagos.
Uno de los grandes hallazgos de esta investigación fue el papel de la pequeña
industria. Lograron sobrevivir muchos años al margen del proteccionismo, sin incen-
tivos, sin créditos, sin tecnología especializada y sin estudios para conocer mejor
el mercado. El pequeño empresario se involucraba en todas las actividades de su
taller, desde labores administrativas como técnicas; no tenía el capital para contratar
consultores y administradores. A pesar de ello, las pequeñas industrias eran grandes
generadoras de empleo, aprovechaban la materia prima nacional, aunque se concen-
traban en la GAM podían adaptarse a zonas periféricas, su producción era alrededor
del 40% de la producción industrial, reciclaban tecnología, conservaban las tradi-
ciones culturales, podían operar con poco capital, no provocan tanta fuga de capital
y su morosidad era muy baja en comparación a la gran industria.
La Secretaría Ejecutiva de Planicación del Sector Economía, Industria y
Comercio (SEPSEIC) armó que aportaba más a la sociedad que lo que recibían
en servicios del Gobierno. El Ministerio de Industria, Energía y Minas aseguró que
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esta sí fue un buen ejemplo de lo que se buscaba como objetivo de la sustitución
de importaciones. Consideramos que este subsector debería recibir una mejor
atención por parte de los gobiernos, debería de haber programas de información
más completos y accesibles para quienes desean emprender y capacitaciones que
minimicen el rango de fracaso. La pequeña industria podría ser una gran aliada para
reactivar la economía.
La Cámara si tenía razón en lo siguiente: las malas administraciones tuvieron
buena cuota de responsabilidad respecto a la crisis, los industriales no fueron los
únicos causantes del décit. Para la industria era más que obvio que la solución
era el fomento de su actividad, en un contexto en que más bien se estaba buscando
disminuir sus incentivos.
En este estudio no se mencionó, pero también hubo quienes criticaron la inca-
pacidad del gobierno para recaudar tributos, evidenciado en la evasión y la elusión.
A nales de setiembre del 2022, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE) se rerió sobre el gasto nacional de la siguiente manera: “el
país ha centrado históricamente su monitoreo de las empresas de las que dispone en
relación con ‘el logro de objetivos sociales, sin ningún control de la salud nanciera’,
y eso tiene implicaciones negativas en términos de precios y riesgos en términos de
la estabilidad del Estado como un todo” (¿Rentables o no? Esta es la realidad de las
empresas estatales de Costa Rica, 22 de setiembre del 2022).
Entonces, este trabajo también es un recordatorio de que los vicios del pasado
se mantienen presentes, es necesario adoptar medidas concienzudas que realmente
permitan primero, equilibrar la balanza de pagos nacional y, posteriormente, sacar el
verdadero potencial de Costa Rica.
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