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1Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica
DOI 10.15517/dre.v22i2.45681
LA CONSTRUCCIÓN DE LA NORMALIDAD
SEXUAL EN COSTA RICA ENTRE 1930-1950
José Daniel Jiménez Bolaños
Resumen
Este artículo tiene por objetivo identicar los discursos cientícos, educativos y
mediáticos - presentes en un corpus de textos de la época – entre cuyos ejes se encuentra
la normalidad sexual y, de esta forma, analizar algunos de los principales procesos
históricos que conformaron la noción de la heterosexualidad en Costa Rica entre las
décadas de 1930-1950. Mediante una revisión de manuales, investigaciones y artículos
periodísticos, se establece que la construcción de la normalidad sexual estuvo inuenciada
por los saberes sexológicos, psicoanalíticos e higienistas, y se caracterizó por su carácter
inestable, precario y contradictorio. Asimismo, dicho proceso de construcción produjo
la conformación de sus amenazas. Se concluye que la normalidad, además de su carácter
disciplinario, también tuvo un papel importante en la conformación de subjetividades, al
entrar paulatinamente en el imaginario de la cultura popular.
Palabras clave: sexualidad, educación sexual, higiene, discurso, homosexuales.
THE CONSTRUCTION OF SEXUAL NORMALITY IN
COSTA RICA BETWEEN 1930-1950
Abstract
This article aims to identify the scientic, educational, and media discourses - present
in a corpus of texts of the time - among whose main axes is sexual normality and,
in this way, analyze some of the main historical processes that made up the notion of
heterosexuality in Costa Rica between the 1930s and 1950s. Through a review of manuals,
investigations, and journalistic articles, it is established that the construction of sexual
normality was inuenced by sexological, psychoanalytic, and hygienic knowledge, and
was characterized by its unstable, precarious, and contradictory character. Likewise,
said construction process produced the conformation of its threats. It is concluded that
normality, in addition to its disciplinary nature, also played an important role in shaping
subjectivities, gradually entering the imaginary of popular culture.
Keywords: sexuality, sex education, hygiene, speeches, homosexuals.
Fecha de recepción: 3 de febrero de 2021 Fecha de aceptación: 28 de abril de 2021
José Daniel Jiménez Bolaños Máster en Historia. Docente de la Escuela de Historia,
investigador del Centro de Investigaciones en Identidad y Cultura Latinoamericana
(CIICLA) y director de la Revista Reexiones de la Facultad de Ciencias Sociales.
Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica. Contacto: josezero6@gmail.com
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8868-7729
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INTRODUCCIÓN
En la época contemporánea, la idea de lo normal está tan profundamente
enraizada en el discurso que resulta complejo problematizarla. Lo normal hace alusión
a lo común, lo ordinario, lo usual, lo convencional y lo regular (Cryle y Stephens, 2017).
Aunque en la academia se ha prestado atención a los efectos que esta idea produce en
la vida de aquellos sectores de la población catalogados como anormales, desviados o
patológicos (Flores, 2007; Gamboa, 2009; Arias, 2016) es poco lo que se ha analizado
sobre la construcción misma de la normalidad en el contexto costarricense.
A nales del siglo XIX, lo normal mantenía las connotaciones que había adquirido
desde 1820, un término especializado del discurso médico que se refería a la condición de
salud y funcionalidad biológica general. En la segunda mitad del XIX, la palabra normal
empezó a aparecer en los diccionarios anglófonos y europeos, y hacia nales de ese siglo
dicha palabra adquirió una centralidad conceptual, siendo utilizada con mayor frecuencia
en los incipientes estudios sobre la sexualidad humana (Cryle y Stephens, 2017).
Paralelamente, el interés cientíco por los temas relacionados con la sexua-
lidad empezó a cristalizarse a nales del siglo XIX en algunas regiones de Europa,
a través de la sexología, el psicoanálisis y, más tardíamente, la higiene y la salud
pública.
1
Como arma Weeks (2012), lo que constituyó la originalidad y signi-
cancia de la recién creada sexología no fue tanto su objeto de estudio, sino, más
bien, la dirección y el camino que siguió el trabajo. El punto más signicativo era la
premisa de que la sexualidad merecía estudios serios, no solo por sus componentes
siológicos vinculados con la salud y la enfermedad, sino por su importancia para la
conformación de la existencia de los individuos y la sociedad (p. 184).
La sexología exploraba un nuevo continente de conocimientos y simultá-
neamente asignaba una nueva signicancia a lo sexual dentro del ámbito social y
psíquico. Empezaron a reemplazarse viejas categorías ambiguas por nuevas clasi-
caciones médicas y psicológicas. Inicialmente, mucho del interés sexológico se volcó
al análisis de todos aquellos aspectos que se alejaban de la “norma”, sin embargo,
ese trabajo de denir y explicar lo “anormal” también tuvo el efecto de clasicar y
conceptualizar de forma más detallada lo que constituía “lo normal” (Weeks, 2012).
Los estudios médicos y cientícos sobre la sexualidad humana producidos
entre 1870 y 1930 constituyen un momento crucial en la genealogía de lo normal,
ya que ampliaron los parámetros conceptuales del término, y catalizaron el tránsito
de un uso exclusivamente profesional y médico, a uno más anclado en la cultura
popular (Cryle y Stephens, 2017).
Estas nuevas formas de ver lo sexual empezaron a tener cierta inuencia en el
contexto costarricense. Por ejemplo, muchas de las bibliotecas pertenecientes al sistema
de la Secretaria de Instrucción Pública, adquirieron tratados sexológicos, manuales de
higiene y libros de autores tan representativos como Sigmund Freud (Costa Rica, 1928,
p. 608; Costa Rica, 1939, p. 292). De igual manera, Juan José Marín (2002) ha expli-
cado ampliamente la dinámica donde, por medio de conferencias médicas y folletos
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escolares y colegiales, se dio una divulgación de materiales que buscaban “civilizara
los sectores populares. Las cartillas higiénicas “cumplieron la función importante, en
la difusión de la ideología liberal terapéutica” (p. 2).
En la primera mitad del siglo XX hubo una amplia circulación de manuales
y revistas médicas que tenían por objetivo establecer pautas de comportamiento
adecuadas en las relaciones conyugales, promover una mejor higiene sexual, y
regular la dinámica de la prostitución. Las cartillas higiénicas “retomaron los enun-
ciados básicos de los eruditos europeos; pero amoldándolos a la realidad del proyecto
liberal-terapéutico costarricense” (Marín, 2002, p. 24).
En este afán de “civilizar, los médicos e higienistas
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hicieron uso de varios de
los planteamientos sexológicos y psicoanalíticos que se habían venido construyendo
en algunas regiones de Europa desde nales del siglo XIX. Se tenía una noción de
la realidad social como desordenada, peligrosa y antihigiénica, y los actores sociales
populares junto a sus costumbres eran visualizados como “incivilizados, toscos,
groseros y, en algunos casos, depravados” (Marín, 2002, p. 39). Este poder de enun-
ciación que tenían los sectores médicos no surgió espontáneamente; fue el resultado de
un proceso paulatino de institucionalización de la medicina en el país. Proceso que en
el siglo XIX empieza a consolidarse con la creación de varias instituciones vinculadas
a la salud pública, la persecución de prácticas medicinales populares y la instauración
de un cierto control social, con la Iglesia y la Policía como agentes fundamentales,
además de otra gran cantidad de actores sociales involucrados (Marín, 2000).
Este proceso enunciativo por parte del sector médico se desarrolló en conjunto
con varios de los ideales que formaban parte de la base ideológica del liberalismo costa-
rricense. Bajo esta perspectiva, algunos intelectuales liberales se dieron a la tarea de
interpretar el concepto de raza, y empezaron a adoptar los planteamientos del darwi-
nismo social: el resultado de este maridaje fue la idea de la población costarricense como
una raza homogénea que debía ser protegida (Palmer, 1996, pp. 100-106). Al mismo
tiempo, la inuencia del higienismo también estuvo presente en el sistema educativo,
al menos desde 1920; en instituciones como la Escuela Normal, el Liceo de Alajuela y
el Colegio Superior de Señoritas se dieron esfuerzos por colocar la educación sexual, la
higiene y el venerismo como parte del currículum educativo (Molina, 2019).
De acuerdo con lo anterior, es posible armar que, en la primera mitad del siglo
XX, se vislumbra un proceso de construcción de la normalidad sexual, el cual es materia-
lizado a través de todos aquellos elementos que buscaban guiar el comportamiento entre
personas de distinto sexo: manuales, guías y tratados médicos. Algunos de estos manuales
fueron escritos por médicos e higienistas, quienes en un contexto de circulación de
saberes y posturas ideológicas colocaron a las dinámicas relacionales vinculadas con la
heterosexualidad como un “problema que había que atender. Por lo tanto, este artículo
tiene por objetivo identicar los diferentes discursos cientícos, educativos y mediáticos
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presentes en un corpus de textos de la época entre cuyos ejes centrales estaba la norma-
lidad sexual y, de esta forma, analizar algunos de los principales procesos que confor-
maron la noción de la heterosexualidad en Costa Rica entre las décadas de 1930-1950.
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“LA SOLUCIÓN DEL PROBLEMA DE LAS RELACIONES
ENTRE VARÓN Y MUJER”: REGULACIÓN
CONYUGAL, EUGENESIA E HIGIENISMO
En la primera mitad del siglo XX todavía existía una cierta incertidumbre en
torno a las bases biológicas, químicas y orgánicas de los mecanismos de la sexua-
lidad, por lo que no se podía más que especular acerca de las posible razones y
motivos de que los hombres y las mujeres se comportaran de cierta manera. Con el
desarrollo de la medicina, la psiquiatría, la sexología y el psicoanálisis, estas incer-
tidumbres empezaron a ser abordadas cientícamente, promoviendo una “verdad”
(Foucault, 1999) sobre la normalidad sexual que, como se concluye en este artículo,
se trató siempre de una “verdad precaria, sostenida con bases endebles y siempre
abierta a contradicciones y paradojas.
Uno de los médicos que participó en las discusiones en torno a la normalidad
sexual a inicios del siglo XX fue Carlos Pupo Pérez quien, siendo médico y director
del Banco Nacional de Seguros, experto en bacteriología y funcionario del Hospital
San Juan de Dios, publicó en 1935 un libro titulado Nuestros males. Principios
sanitarios que nadie debe ignorar (1953). Dicho texto es prototípico de las cartillas
higienistas que se divulgaron en Costa Rica durante esos años, el cual abordaba una
gran cantidad de temáticas relacionadas con los comportamientos de la población.
En el capítulo que atañe a los comportamientos sexuales, el Dr. Pupo arma
que, desde la antigüedad, lo sexual siempre ha sido tratado con un cierto encubri-
miento, lo cual provocaba que el sexo se convierta en un misterio impenetrable.
Además, maniesta que, en los pueblos primitivos, existía una gran ignorancia en
torno a la procreación y que dicha ignorancia había que eliminarla, dándole toda la
información necesaria a los niños desde muy temprana edad. Posiblemente, inuen-
ciado por el psicoanálisis freudiano, Pupo deende la aparición del instinto sexual
aparece desde la infancia, y que la masturbación era inofensiva (Pupo, 1936).
Una de las técnicas utilizadas por la sexología en sus primeros momentos
fue la comparación del comportamiento humano con el animal. En el libro, Pupo
establece que el comportamiento sexual del hombre puede comprenderse mejor
cuando se conoce el de otros animales, como el mono. Pupo arma que “el chim-
pancé medio cansado sexualmente, deja tranquila a su compañera habitual; pero si
le presentan a una nueva, y más si es joven y bonita, da muestras inequívocas de
excitación sexual. Conducta similar se observa en los humanos con dramas impo-
sibles en el mundo de los simios” (Pupo, 1936, p. 417).
La idea de asignar cualidades humanas a los animales como forma de
comprender los mecanismos de la sexualidad es una de las estrategias implemen-
tadas en los discursos que buscan construir y regular la normalidad sexual. El coro-
lario de este argumento es la cuestión de la monogamia y el “animalesco instinto” de
los hombres por tener relaciones sexuales con muchas mujeres. En ese sentido, Pupo
declara que “si a ciertos individuos les gustan todas las mujeres, menos la propia,
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en cambio hay otros con tendencias monogámicas muy acentuadas, ya sea por la
completa e irremplazable compatibilidad sexual de la contraparte, por los frenos que
imponen las conveniencias personales” (Pupo, 1936, p. 417).
Detrás de todas estas argumentaciones está la necesidad de que tanto el
hombre como la mujer formalicen su relación y comprendan el conjunto de reglas y
procedimientos para llevar a cabo un matrimonio exitoso. Desde la perspectiva del
médico, existía una gran incertidumbre en torno a las bases del amor, no obstante,
deja entrever posibles hipótesis de su formulación química y hormonal, para luego
manifestar que “el amor es y será, la única base popular y estable para la unión entre
hombres y mujeres; sus leyes y sin duda las tiene son desconocidas; nadie lo
manda ni lo gobierna” (Pupo, 1936, p. 423).
Lo interesante de este texto radica en el hecho de que coloca a las relaciones
entre hombre y mujer como un problema sanitario que debe ser atendido; la práctica
heterosexual no cuenta por sí sola con la aprobación social innata, sino que debía
ajustarse a ciertos principios higiénicos y cumplir ciertas características, de otra forma,
quedaría al mismo nivel que el acto sexual entre animales.
4
Por lo tanto, además del
amor, se abordan otros temas como la educación sexual, la prostitución y las enferme-
dades venéreas (Pupo, 1936, pp. 417-432). A lo largo de gran parte de estas discusiones
sexológicas, la idea del amor – y del amor romántico especícamente – va a ser un eje
discursivo fundamental; el procesos de construcción de la heterosexualidad se va a
servir del amor como manera de diferenciarse del “otro amenazante”.
Otro de los médicos que tuvo un papel importante en estas manifestaciones de
construcción de la normalidad sexual es el Dr. Pablo Luros Floru, quien, durante la
década de 1930 y 1940, laboró en el Departamento de Estadística Vital y Educación
Sanitaria de la Secretaría de Salubridad Pública; además, se desempeñó como asesor
de la Organización y Administración Hospitalaria de la Junta de Protección Social de
San José entre 1954 y 1958, así como profesor de griego en la Universidad de Costa
Rica. El Dr. Luros publicó varios libros y folletos sobre temas tan diversos como la
educación, la economía y la moral (Láscaris, s.f. pp. 355-358). Sin embargo, su foco
de atención principal fue la sexualidad y el matrimonio.
En uno de sus libros publicado en 1941 titulado El sentido de la vida, Luros esta-
blecía una serie de pautas para que el hombre lograra obtener un correcto programa de
vida y felicidad. Por medio de argumentos de base psicológica, armaba que el malestar
del hombre y la búsqueda del sentido de la vida se podía resumir en tres cuestiones: la
relación del sujeto con el mundo material, con otros hombres, y con el otro sexo.
Sobre la tercera cuestión, se dice que “el hallazgo de las relaciones correctas
con el otro sexo se enfrenta por el hecho biológico de que la función de la reproduc-
ción se opera con dos individuos (…) Cada individuo, hacia la época de la excitación
del instinto sexual, deberá hacerse cargo del problema y tratar de resolverlo” (Luros,
1941, p. 11). El mismo Luros llama a este problema la relación sujeto – heterosexual,
y lo coloca como uno de los grandes aspectos que deben ser resueltos para encontrar
el adecuado sentido de la vida. Aunque, en un inicio, plantea que para encontrar
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dicha solución hay que partir de que la unión entre ambos sexos es una función
básica para la supervivencia del ser humano, rápidamente pasa a problematizar dicha
noción a partir de la idea del matrimonio. Con relación a esto arma que:
La sociedad, con el matrimonio, desde tiempos muy remotos, se esforzó en
dar una solución a este problema. Se considera, pues, que el matrimonio es
el único aspecto de la unión sexual permitido por la sociedad; ésta no reco-
noce las uniones extramatrimoniales. Pero la unión de los dos sexos por medio
del matrimonio, ¿puede considerarse como las más adecuada? La situación, a
veces, de familias de ricos, así como de pobres que viven casi en disolución,
demuestra que este aspecto de la solución del problema no es la debida. No
basta con que dos seres humanos convivan, para aceptar que son uña y carne en
el matrimonio. Para que esa convivencia humana de dos individuos sea armo-
niosa, y pueda así cumplirse con la misión impuesta y debida, será menester
una particular disposición psíquica del uno frente al otro sexo. Cuál debe ser esa
disposición psíquica, es lo que, principalmente constituye el problema que debe
solucionarse. El hecho matrimonial, o el de cualquiera otra unión, es simple-
mente un fenómeno externo; puede ser varia [sic] la forma de esa unión sin que
se obstaculice la solución del problema, bastará con que la actitud psíquica del
uno frente al otro sexo sea la debida. (Luros, 1941, p. 11-12)
Primeramente, se menciona que una de las maneras más usuales con las que
se ha tratado de resolver el “problema de la heterosexualidad ha sido con el matri-
monio. Sin embargo, Luros inmediatamente establece que dicha solución no siempre
es la adecuada y arma que la solución se encuentra en algún lugar del universo
psíquico de las personas. En contracorriente de las posturas tradicionales que colo-
caban al hombre y a la mujer en roles separados, uno por encima del otro, Luros
arma que, para que dicha disposición psíquica sea la adecuada, “el hombre debe
presentarse a la mujer como de igual a igual (…) como colaborador en una obra
común” (Luros, 1941, p. 14). Al apelar a la mujer, también establece que “no debe
considerarse a misma inferior al hombre (…) en la convivencia de los sexos deberá
buscarse la abnegación irrestricta y desinteresada del uno por el otro, y tomar valien-
temente la responsabilidad de las consecuencias de la unión” (Luros, 1941, p. 11).
Lo anterior permite ver que la perspectiva de Luros es disruptiva en el
contexto patriarcal de la sociedad costarricense de inicios de la década de 1940,
donde pese a la lucha de mujeres, no se había aprobado el voto femenino y estas
– por ejemplo – seguían siendo consideradas seres inferiores e incapaces de tomar
decisiones políticas (Rodríguez, 2008).
Según Luros, esta situación desequilibrada entre las mujeres que sufrían
opresión y los hombres que contaban con una posición privilegiada, daba paso a
una lucha entre los sexos, la cual “hace imposible la que debe ser la solución del
problema de las relaciones entre varón y mujer (…) es necesario que desaparezca
esta lucha y prevalezca el amor, la conanza mutua, la cooperación y la solida-
ridad” (Luros, 1941, p. 15). En opinión de Luros, usualmente son los individuos
con algún tipo de trastorno mental los que del todo no lograban solucionar las tres
cuestiones del sentido de la vida y, basándose en investigaciones psicológicas,
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concluía que más allá de los sujetos, había pueblos enteros que habían sufrido por
no resolver estas problemáticas descritas, “no han logrado regularizar sus rela-
ciones con los otros pueblos, resolver el problema económico y el de sus relaciones
con el otro sexo” (Luros, 1941, p. 16).
Los planteamientos de este médico evidencian, una vez más, que la heterose-
xualidad vista como una institución social y como un régimen político de organiza-
ción del deseo (Tin, 2012; Adams, 2012; Guasch, 2000; Katz, 2012), era interpretada
en términos de un problema que había que resolver. Se trata de un discurso médi-
co-cientíco que no consideraba suciente que el hombre y la mujer se unieran; para
que dicha unión fuera “adecuada”, tenía que cumplir ciertos requisitos y contar con
una serie de características. De lo anterior se desprende que el tema del matrimonio
ocupara un lugar primordial en estas discusiones.
En este proceso de construcción de la normalidad sexual, la dinámica rela-
cional entre hombres y mujeres, además de estar mediada, obligatoriamente, por
el amor, tenía que adecuarse a una serie de requerimientos. Por lo tanto, se trata
de un proyecto que regulaba no solamente los comportamientos, sino que también
producía los sujetos a los que estaba haciendo referencia en el mismo momento de
su enunciación, la normalidad no se reduce a su capacidad disciplinaria, es también
productora de subjetividades.
Investigar el alcance que tuvo la difusión de estos textos es complicado.
Según lo planteado por Marín (2002), muchas de las cartillas higiénicas eran leídas
por profesores, alumnos, jóvenes y parejas adultas, los tirajes posiblemente osci-
laban entre las 1500 y las 3000 copias (pp. 20-29). Además, hay que considerar el
hecho de que estos autores también eran vistos como parte importante del mundo
intelectual costarricense de la época, al ocupar puestos políticos o administrativos
de gran transcendencia, por lo que tenían una mayor capacidad para difundir sus
ideas y un público anuente a escucharlos. En gran parte, fue gracias a estos escritos
– enmarcados en un contexto de propagación de saberes en torno a la higiene– que
la idea de la normalidad sexual experimentó su tránsito desde los discursos médi-
co-cientícos a una concepción más popular.
La publicación en diferentes partes del mundo de manuales sobre el
matrimonio fue algo muy común en la primera mitad del siglo XX. Aunque se
podría argumentar que la familia y el matrimonio son instituciones con muchos
problemas asociados a los vínculos entre sus integrantes desde hace mucho tiempo,
no es hasta nales del siglo XIX e inicios del XX que se desarrolla un interés médi-
co-cientíco sistemático por atender estas temáticas.
Era necesario publicar guías, manuales y documentos de ayuda para hacerle
saber a las mujeres y a los hombres – principalmente de extracto popular – cuáles
eran las actitudes y prácticas más recomendadas para encontrar una cierta armonía
en su unión. El mismo doctor Luros publicó en 1939 un manual titulado Salud
y matrimonio, en el cual se abordan una serie de aspectos que, de cierta forma,
buscaban regular el comportamiento heterosexual conyugal.
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En el prólogo de dicho manual, el Dr. A. Peña Chavarría ahondaba en los
atestados de Luros y mencionaba los principales aportes de la obra. Peña armaba
que el trabajo de Luros era fundamental, ya que tenía por objetivo elevar la cultura
sanitaria del país y “resaltar las reglas eugenésicas que regulan el equilibrio y la
armonía dentro del matrimonio” (Luros, 1939, p. 5). Al basarse en las premisas del
manual, Peña consideraba que el matrimonio “inuye en la patología de los sexos,
tiene estrecha relación con la demografía (…) inuye en la salud corporal y psíquica
de los individuos” (Luros, 1939, p. 4). Por lo tanto, desde el mismo prólogo queda de
maniesto, explícitamente, el trasfondo eugenésico del documento.
En el manual se comienza con la armación de que el matrimonio forma parte
de los aspectos más importantes de la higiene, cuyas implicaciones van más allá de
los individuos involucrados, ya que dependiendo de la forma en que se lleve a cabo,
la conformación de “buenos matrimonios” permitiría eventualmente “la creación de
una raza costarricense moral, sana y vigorosa” (Luros, 1939, p. 8). Como ya se vio
anteriormente, la composición racial de la población era una preocupación política
y social que venía en desarrollo desde el siglo XIX en el país, y que, en ocasiones,
había desembocado en legislaciones discriminatorias y racistas (Palmer, 1996).
Por lo tanto, era necesario proteger al matrimonio, lograr que sus usos y costum-
bres se adaptaran a dicho n eugenésico; el argumento de Luros era muy claro: “la vida
familiar es la fortaleza más segura contra la decadencia de la moral. Y que la vida de
familia conservando el hogar, conserva también al Estado. El Estado no puede existir
sin familia. El matrimonio es el barómetro de la sociedad” (Luros, 1939, p. 11). De
igual manera, “es el preventivo y curativo de los vicios y pasiones que arruinan la
salud, que ahogan la consciencia, que trastornan el espíritu y que conducen al suicidio
o a la locura” (Luros, 1939, p. 11), para luego establecer que el matrimonio “fue, es y se
cree que seguirá siendo el mejor, el más saludable y el medio más recomendable para
la satisfacción y la regulación de la vida sexual” (Luros, 1939, p. 13).
La pareja del hombre y la mujer se volvía, bajo esta óptica, en un escudo,
una barrera de primera línea que tenía la capacidad de evitar que la sociedad como
un todo se desviara por rumbos “inadecuados”. Además, se le daba al matrimonio
propiedades terapéuticas y curativas, al vincular directamente la acción de casarse
como un medio para prevenir enfermedades mentales, e incluso los crímenes. Para
justicar dichas armaciones, Luros mencionaba las estadísticas penales de Costa
Rica, así como los expedientes de ingreso en el Asilo Chapuí; para ambos casos,
los solteros parecían tener una mayor predisposición a la psicosis, al suicidio y a
la criminalidad. Asimismo, se manifestaba que los hijos ilegítimos provocaban la
“degeneración” moral y contaban con menos vitalidad que los hijos nacidos dentro
del matrimonio (Luros, 1939, pp. 13-20). Las metáforas biológicas y militares fueron
una de las estrategias discursivas más frecuentes en este tipo de publicaciones.
En la segunda parte del manual, Luros aborda diferentes aspectos vinculados
con la conformación de la pareja y la escogencia del cónyuge, por ejemplo, la cues-
tión etaria. En el manual se maniesta que cuando la mujer es menor de 19 años y el
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hombre menor de 24 el matrimonio “no sólo es ilógico y antihigiénico, sino que es
peligroso para los que lo contraen” (Luros, 1939, p. 25). Los posibles hijos de estos
matrimonios prematuros eran caracterizados detalladamente “de calidad corporal y
psíquica inferior, enfermizos, pequeños de cuerpo, linfáticos, mal desarrollados y no
raras veces idiotas” (Luros, 1939, p. 26).
De igual manera, los matrimonios en edad avanzada también eran vistos como
perjudiciales, ya que la edad de los padres muy adultos “predispone a los hijos a
la debilidad corporal y moral, a la degeneración, y con frecuencia a algunas enfer-
medades psíquicas” (Luros, 1939, p. 28). Finalmente, los matrimonios en donde la
edad de los cónyuges presenta una desproporción de años, eran vistos como los más
censurables de todos, de estos se armaba que “son contrarios a las leyes sioló-
gicas y terminan en el fracaso. Una gran desproporción en la edad de los cónyuges
es factor importante en la etiología de los matrimonios desgraciados” (Luros, 1939,
p. 29). Claramente, el matrimonio por solo no era suciente para promover una
buena relación de pareja, el aspecto etario era fundamental. Desde estos discursos,
una medida para saber si un matrimonio era “adecuado” o no, se basaba en las carac-
terísticas de la descendencia. De esta forma, la perspectiva sexológica y la eugené-
sica se acercan, se inuencian mutuamente y crean vínculos discursivos, además de
que construyen toda una categorización de los sujetos saludables.
Junto a las cuestiones etarias en la escogencia de pareja, había otra serie de
elementos que se tenían que considerar para poder tener una familia “sana”. Para
Luros era importante que, con las escogencias matrimoniales, desaparecieran las
viejas manchas familiares y se regenerara la raza costarricense. Por ejemplo, para la
escogencia de una esposa, se podían seguir estas reglas:
Para que una joven pueda ser esposa abnegada y madre perfecta, debe poseer
requisitos corporales, morales y espirituales. Como requisitos corporales
mencionamos: salud individual y hereditaria satisfactorias, formación armo-
niosa, elegancia de formas, regularidad de cara, cabello hermoso y abundante,
estatura mediana, busto bien desarrollado, cintura no muy estrecha. Como
requisitos morales e intelectuales los más recomendables son: la inteligencia,
la bondad, la dulzura, la buena educación familiar. (Luros, 1939, p. 43)
De igual manera, para los hombres también había que cumplir ciertos requi-
sitos, tanto físicos como morales e intelectuales. Una vez más, queda evidenciada la
premisa sexológica, en donde la construcción de la normalidad sexual debe regirse
por estrictos mecanismos y bajo la tutela de expertos. Se pensaba que la elección del
cónyuge ideal no podía quedar en manos del azar o el libre albedrío, tenía que regirse
por atributos especícos y regulados, guiados por la higiene. Esta primera etapa del
matrimonio era visualizada como una de las más complicadas, ya que, muchas veces,
los matrimonios no lograban una verdadera armonía y terminaban en separación.
De esta forma, se perlan y adquieren forma las características que deben tener los
sujetos para acoplarse de forma “adecuada” junto a alguien del sexo opuesto.
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Una vez que se había efectuado el casamiento, había instrucciones y pasos a
seguir para la vida en familia. Uno de los aspectos nales del manual tiene que ver
con el acto de la procreación, el cual, al igual que con la escogencia del cónyuge,
debía “ser consciente y seguida por todas las garantías higiénicas y eugenésicas”
(Luros, 1939, p. 45).
En el manual se arma que, para poder heredarle a los hijos los mejores atri-
butos y protegerlos de la herencia de los defectos, era necesario que el acto sexual
se llevara a cabo en “el momento en que sus defectos no se encuentren en intensidad
por razón de cansancio, de ingestión alcohólica o alguna enfermedad, y sus virtudes
se encuentren intensicadas con la vida higiénica y tranquila y el ejercicio corporal”
(Luros, 1939, p. 48). De igual manera, se armaba que “la concepción hecha en
momentos de cólera, de emoción, de dolor psíquico, de embriaguez, de enfermedad,
de convalecencia, de debilidad, etc., comporta frutos imperfectos, atroados y anor-
males” (Luros, 1939, p. 49). Una vez más, se mide la validez de la unión por las
características de la descendencia y se establecen pautas a seguir para el momento
del acto sexual procreativo, en las cuales se evidencia una mezcla de saberse médicos
y suposiciones populares. El qué, el cómo, el cuándo y el con quién del acto sexual
heterosexual era algo altamente regulado en estos discursos.
Este manual, que se publicó en 1939, es una evidencia de los principales
elementos que formaron parte del discurso médico sexológico y su proyecto de cons-
trucción de la normalidad, durante la primera mitad del siglo XX. En él se vislumbra
de forma detallada toda una pedagogía de la heterosexualidad; es decir, una serie
de lineamientos que se deben enseñar y cumplir para ser considerados saludables y,
por lo tanto, normales. En ese mismo contexto, se creó mediante decreto ejecutivo
en 1943 la Liga Social Antivenérea, la cual tenía por objetivo elevar la salud de la
población, disminuir las tasas de mortalidad infantil y “obtener que nuestra raza sea
más fuerte, más sana y, potencialmente fecunda” (Amador, 1946, p. 13), además de
“velar por la salud del futuro niño, controlando la de sus padres, a n de evitar que
aquél vaya a aumentar las las de esos desdichados que pueblan los asilos, cárceles
y manicomios de nuestra Costa Rica” (Amador, 1946, p. 11).
La búsqueda de una mejora en la raza costarricense fue uno de los principales
ejes transversales que formaron parte del proceso de construcción de la normalidad
sexual. En conjunto, estas cartillas higiénicas, tratados y manuales de comporta-
miento constituyeron un nuevo discurso público sobre el sexo, enmarcado dentro
de las premisas del higienismo. El sexo era visto como un impulso natural y volátil
que requería de supervisión estricta y de una pedagogía que estableciera la ruta que
se debía seguir para alcanzar la normalidad. Esto produjo la necesidad de programas
de educación que, de la mano con las autoridades de salud pública, le dieron a la
normalidad una mayor autoridad cultural.
José Daniel Jiménez Bolaños • La construcción de la normalidad sexual en Costa Rica entre 1930-1950 11
LA NORMALIDAD SEXUAL EN LAS AULAS
La construcción del normalidad sexual no se desarrolló solamente a través de
las publicaciones y discursos higienistas y cientícos; el sistema educativo también
funcionó como una plataforma para la propagación de ideas normativas en torno a
los comportamientos sexuales. Desde 1920 es posible encontrar en las memorias
institucionales de la Secretaría de Instrucción Pública, menciones acerca de la nece-
sidad de implementar y fortalecer los contenidos sobre higiene sexual entre los
temas abordados en las aulas.
Para 1929 se empieza a plantear un reglamento en los colegios de segunda
enseñanza, el cual estaba dividido por capítulos donde se especicaban las
funciones que tenían los diferentes integrantes de la estructura educativa. En el
sector correspondiente a los médicos, se apuntaba que estos tenían como obliga-
ción “dictar a los alumnos conferencias sobre higiene y, en los cursos superiores de
varones, especialmente sobre las funciones sexuales y el venerismo.” (Costa Rica,
1929, p.179). Un punto que va a ser retomado en 1939 en donde, como parte de una
propuesta para revisar dicho reglamento, se establece exactamente lo mismo bajo
la presidencia de León Cortés (Costa Rica, 1939, p.15).
Por lo tanto, los planes de estudio de segunda enseñanza prolongaron la temática
de las cartillas higiénicas. Aunque es difícil determinar hasta qué punto dichos conte-
nidos fueron efectivamente abordados en las aulas, el hecho de que se mencionen en las
memorias institucionales da cuenta de que existía, al menos, la noción de su importancia
y una cierta voluntad para implementar la materia dentro del currículum educativo.
Por ejemplo, en una carta escrita por José Fabio Garnier, quien fungía como
director de la Escuela Normal en 1936, se explicaba el proyecto para confeccionar
un plan de estudios de los normalistas a nivel de bachillerato. Especícamente para
el tema de psicología, mencionaba que era importante que los bachilleres tuvieran un
conocimiento amplio de psicología general e infantil. Asimismo, se establecía que no
se debían olvidar todos aquellos temas vinculados con el adolescente “ni los que se
reeren a los niños seudo-anormales y anormales; tampoco se creyó prudente ignorar
las cuestiones de la Psicología sexual que son de interés fundamental para quien
desea desempeñar con acierto las funciones docentes” (Costa Rica, 1936, p.91).
En un informe destinado para la Secretaría de Educación, la dirección del
Colegio de Señoritas hacía constar que era necesario suplir ciertas faltas, entre ellas,
mejorar el nanciamiento y los salarios. En la carta se armaba que uno de los prin-
cipales logros había sido el poder contar con servicios médicos permanentes y con
un doctor que se encargara de atender todo tipo de enfermedades. Sin embargo, se
mencionaba que todavía hacía falta un dentista, un oculista y algún servicio para
prevenir los debilitamientos pulmonares. En la carta, el director de dicho colegio,
Salvador Umaña, nalmente manifestaba que “no me atrevo a todavía sugerir alguna
intervención en los problemas sexuales, que son tratados, pero indirectamente y en
forma velada por las profesoras casadas” (Costa Rica, 1937, p.94).
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Por lo tanto, se puede argumentar que, por medio de las escasas menciones
que se hace de la sexualidad en las memorias de la Secretaría de Educación Pública,
se entrevé un contexto donde el tema no era completamente ajeno a la institucio-
nalidad educativa urbana. No obstante, su presencia es bastante fragmentaria. Los
rastros y las huellas de una apuesta estatal por fomentar este tipo de educación no son
muy claras en estas primeras décadas del siglo XX. Las problemáticas que, eventual-
mente, llegan a manifestarse en el discurso están relacionadas principalmente con
temas de higiene y prevención de enfermedades.
Bajo la presidencia de Rafael Ángel Calderón Guardia (1940-1944), se da una
creciente inuencia de la religión en la educación. El acercamiento de la política con
la Iglesia Católica se vio cristalizado con la erradicación de las leyes liberales, las
cuales habían puesto límites en el accionar público de la Iglesia desde la década de
1880, principalmente en el ámbito educativo (Díaz, 2010).
En una tesis universitaria elaborada en 1941 para obtener el grado de profesora
en enseñanza primaria, la autora Julieta Guevara Dávila hizo un recorrido sobre el
tema de la cuestión sexual en la escuela. Su tesis, la cual está escrita a mano y consta
de 81 páginas, inicia con una conceptualización de lo que se entendía por educación
sexual. En ese sentido, arma que “es la orientación del niño frente al problema
sexual, a n de que pueda disciplinar su conducta, lográndose así una educación en
general, sirviendo además de base para la preparación del hombre en la vida futura”
(Guevara, 1941, p. 1). De manera explícita, se expone la necesidad de disciplinar y
regular los actos y las conductas de los individuos desde una edad temprana, para
orientar sus comportamientos. Además de que, en concordancia con las discusiones
anteriores, se planteaba a la sexualidad como un “problema” que había que atender.
El debate sobre la relevancia de dar este tipo de educación a niños y niñas
estaba escindido en dos posiciones generales. Por un lado, se argumentaba que
los niños poseían una inocencia innata la cual debía cuidarse y, evitar exponerla a
cualquier tipo de información sexual. Por otro lado, se establecía que los niños eran
seres sexuales desde su nacimiento y, por lo tanto, su educación en este ámbito era
una necesidad fundamental.
Esta segunda posición había adquirido mayor impulso gracias a la popu-
laridad y distribución de los textos de Sigmund Freud, especialmente sus Tres
ensayos para una teoría sexual, publicado originalmente en 1905.
5
En la memoria
institucional de la Secretaría de Educación Pública de 1939, se menciona que, en la
biblioteca técnica de dicha institución, se habían adquirido varios libros de Freud,
entre ellos Introducción al psicoanálisis; Una teoría sexual y otros ensayos; Psico-
patología de la vida cotidiana; La interpretación de los sueños; Tótem y tabú; Inhi-
bición, síntoma y angustia; El análisis profano y, Malestar en la cultura (Costa
Rica, 1939, p. 292). Esto indica que sus libros ya eran conocidos y accesibles
durante la década de 1940; posiblemente, los planteamientos de Freud llegaron a
tener una cierta recepción por parte de diferentes sectores de la sociedad costarri-
cense, especialmente los vinculados con el sector educativo.
6
José Daniel Jiménez Bolaños • La construcción de la normalidad sexual en Costa Rica entre 1930-1950 13
En ciertas partes de su tesis, Guevara Dávila hace mención explícita de
algunas teorías psicoanalíticas. Asimismo, se menciona que, idealmente, la educa-
ción debería iniciar en los hogares en el momento en que los niños empiecen a hacer
preguntas e interesarse por el tema. De esta forma, según la autora, se asimilarían los
principales hechos sexuales de manera natural y, una vez que se ingresara al sistema
educativo, ya el individuo conocería los temas fundamentales de la vida sexual, lo
cual facilitaría la labor del maestro. Este último se representa como alguien que debe
adoptar una actitud mesurada, sin anticiparse a la curiosidad del niño, eludiendo
cualquier tipo de enseñanza innecesaria. La autora maniesta que
Es casualmente en el tiempo escolar, en donde el niño sufre sus primeros fenó-
menos sexuales e inquietudes, pudiendo decirse, que son dos las etapas de la
edad escolar: la primera, es el periodo anterior a la pubertad. En este no debe
intervenir la instrucción sistematizada, porque aún no es necesario. El maestro
debe observar, se podría decir, con astucia, la conducta del niño para descu-
brir las posibles manifestaciones precoces de la sexualidad, y entonces es aquí
indispensable la intervención de los padres, a n de prevenir los malos hábitos.
Una de las armas con las que puede contar el maestro en estos casos es su ascen-
diente moral sobre el alumno. Segundo: la época de pubertad y comienzo de la
adolescencia. Esta ofrece un carácter diverso, porque los apremios sexuales se
imponen y no es posible desconocerlos. Entonces las normas de higiene sexual
son indispensables, lo mismo que la orientación moral. En resumen: se puede
decir que es indispensable la educación sexual del niño, pero hay que saber
dársela en forma inteligente y discreta a n de evitar efectos contraproducentes.
La vida sexual requiere preparación. Luego hay que educar al niño a n de que
adquiera las aptitudes necesarias para triunfar. Y, ¿cómo vamos a darle esos
conocimientos al niño? Haciendo que todos los padres como los maestros sean
educados en este sentido, que tengan un conocimiento amplio del problema y
sepan educar a los niños. (Guevara, 1941, pp. 4-5)
El planteamiento de la tesis, el cual se evidencia de manera clara en el extracto
anterior, señala la necesidad estratégica de iniciar la educación sexual, no con los
niños directamente, sino con los padres y docentes, ya que, si no se instruye la estruc-
tura desde sus bases, sería muy difícil que la educación sexual fuera efectiva. Al
mencionar las manifestaciones precoces de la sexualidad, la autora da a entender que
hay ciertos comportamiento reservados para edades más avanzadas, lo cual denota
una vez más la tensión discursiva en torno a la sexualidad infantil. Las metáforas
militares surgen en el discurso, apuntan a la idea de que es necesario armar a los
encargados de educar a los niños, para que puedan defenderlos de los malos hábitos.
Esta perspectiva se construye a partir de la idea de la sexualidad como algo amena-
zante, pero inevitable, ya que sus apremios se “imponen.” Desde las primeras páginas
de la tesis queda claro que, para una exitosa construcción de la normalidad sexual en
las aulas, es necesario un esfuerzo coordinado que involucre a los adultos también.
De igual manera, a lo largo de la tesis de Guevara se hace mención constante a
los “malos hábitos”, los cuales aparecen como fantasmas suspendidos a lo largo del
proceso de instrucción sexual y que tienen el potencial de desviar las mentes y los
cuerpos de los infantes. Estos malos hábitos se representan como todo aquello que se
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debe prevenir por medio de un ejercicio activo de la moral y la higiene. Una vez más,
se conceptualiza a la normalidad sexual no solo como una problemática, sino como
un proceso dicultoso, lleno de obstáculos, que requiere de constante vigilancia,
regulación y preparación.
La canalización de la sexualidad es otro tema tratado por Guevara Dávila. En
su descripción del concepto de instinto sexual, hace referencia a la existencia de una
disposición “natural” que está dirigida a cumplir un conjunto de objetivos útiles
para la especie.” Para la autora, basándose en algunos teóricos, el instinto era algo
“innato, de esta forma “la atracción sexual es instintiva, pues es impuesta también
por la naturaleza para la reproducción de la especie, y se traduce podría decirse en la
anidad que el individuo normal experimenta al sexo opuesto” (Guevara, 1941, p. 6).
Lo “normal aquí asume el papel de identicar aquello que produce el interés del
hombre por la mujer y la mujer por el hombre, interés que es visto como un instinto
canalizado y producido por los designios de la naturaleza, el cual paradójicamente
está constantemente susceptible al desvío.
Desde nales del siglo XIX e inicios del XX, un objetivo común de la sexo-
logía era denir la esencia o la “verdad de la sexualidad, materializada en el instinto
sexual. El desarrollo de la biología y los estudios de Darwin estimularon un análisis
de la clasicación de los instintos en términos puramente biológicos (Weeks, 2012).
Los planteamientos de Freud vienen a problematizar dicha visión sobre el
“instinto”, al proponer la pulsión, cuestionar al determinismo biológico y, agregar un
fuerte componente simbólico, lo cual, a inicios del siglo XX, constituyó uno de sus
argumentos más revolucionarios. Freud (1992b) establecía que la pulsión no tenía
objeto denido, es decir, las pulsiones no estaban ligadas de manera automática a los
objetos pulsionales, el instinto sexual no tenía un destino predeterminado.
Volviendo al argumento original que se hacía Guevara Dávila sobre el instinto
sexual en el niño, la autora llegó a la conclusión de que este efectivamente existía. Sin
embargo, hizo la acotación de que la atracción sexual aparecía sólo en la pubertad.
Los años de infancia y pubertad fueron tratados de forma amplia por la
autora. Argumentaba que, antes de la pubertad, la vida sexual del niño se desarro-
llaba sin orientación o n especíco, todo constituye posible fuente de placer. Sin
embargo, una vez en la pubertad “sus deseos se despiertan, el instinto se dispone
como fuerza potente que lo lleva hacia el deseo despertado por el sexo opuesto. Y
es aquí, donde vemos la importancia de esta edad, que ja el rumbo de la conducta
sexual ulterior, por eso es indispensable orientarla hacia la normalidad” (Guevara,
1941, pp. 22-23 [énfasis añadido]).
De esta forma, para la autora, el interés por el sexo opuesto se alza como prueba
de la existencia de madurez y de una orientación adecuada y normal del instinto.
“Normalidad” que, no obstante, requiere ser encauzada desde los primeros años de
vida y que necesita de guías y guras de autoridad que se encarguen de disciplinar y
recticar cualquier tipo de desvío. La normalidad, en esta dinámica discursiva, no es
algo que surge espontáneamente, sino algo que se alcanza después de pasar por etapas
José Daniel Jiménez Bolaños • La construcción de la normalidad sexual en Costa Rica entre 1930-1950 15
vitales peligrosas y delicadas. Para lograr eso, la autora plantea la necesidad de iniciar
la educación sexual en la infancia, con el n de evitar y superar dichas amenazas.
Guevara Dávila (1941) en varias ocasiones menciona las desviaciones del
instinto y dedica gran parte de su tesis a explicar en qué consisten. Las dene como
“aquellas anomalías que nacen de una disposición pervertida del instinto y desarro-
llan en forma extraviada la perversión sexual” (p. 38). La autora divide estas desvia-
ciones en dos tipos: las que no son comunes en la escuela, y las que lo son; en el
primer grupo están el sadismo, el masoquismo, el fetichismo y el exhibicionismo.
En el segundo grupo están las que de manera más recurrente suceden en las
aulas y, por ende, deben ser atendidas por los maestros, entre ellas la autora menciona
a la masturbación, la cual es representada como un “vicio frecuente”, un “hábito
detestable” y muy difícil de extirpar y suprimir. Como consecuencia de la mastur-
bación, se argumentaba que el niño era víctima de un agotamiento físico extremo,
un agotamiento más poderoso que el acto sexual, ya que la “masturbación excita en
forma cticia y exagerada, al estar el estímulo natural reemplazado por un esfuerzo
imaginario y por lo tanto articial” (Guevara, 1941, p. 44).
El tema de la masturbación, u onanismo como en algunas ocasiones era
llamada, tiene una larga historia en donde se mezclan concepciones morales, legales,
religiosas y de salud pública. Entre nales del siglo XIX e inicios del XX, la mayor
parte de los médicos alrededor del mundo empezaron a dejar atrás la idea de que la
masturbación mataba, mutilaba o enloquecía a sus practicantes. Hacia 1930 empezó
a asentarse la idea - dentro de los círculos médicos especializados - de que el sexo
solitario era médicamente benigno (Laqueur, 2007). Dicho cambio en la posición del
discurso médico no provocó que la noción culturalmente negativa hacia la masturba-
ción dejara de existir, solo que ahora el miedo a la afectación física empezaba a ser
reemplazado por un sentimiento de culpa.
7
La tesis de Guevara Dávila y sus planteamientos se encuentran en un punto
intermedio, donde todavía persiste algo de ambas nociones. Es aquí donde se empiezan
a conformar los elementos que se considerarían amenazantes para la “normalidad.”
La masturbación es directamente problemática para la heterosexualidad porque va
de la mano con el narcicismo, con tomarse a uno mismo como objeto sexual y, por
ende, también con el homo-mismo-erotismo. Entonces, pone en riesgo al supuesto
“instinto natural”, porque cuestiona la necesidad del encuentro con el otro, y la
supuesta obligatoriedad de la conformación de la pareja heterosexual. De esta forma,
la masturbación se consolida como una de las amenazas de la heterosexualidad, por
su capacidad disruptiva en el encauce “normal” del instinto. Seguidamente, la autora
pasa a mencionar el segundo vicio común en las aulas, al armar que:
Después de la masturbación, el gran problema existente en la escuela es el
homosexualismo. Y es muy natural, pues sabemos que el instinto sexual
está en trance de madurez y al no hallar facilidad para ejercitarse en sentido
heterosexual, da cabida a las manifestaciones homosexuales. Por otra parte,
es frecuente que los niños incurran en estas prácticas, siguiendo el ejemplo
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de individuos viciosos o degenerados. Sabido es que los invertidos buscan
casi siempre para satisfacer sus deseos, la inexperiencia de los niños. Hay
que recordar, sin embargo, que fuera de los niños que cometen este vicio por
extravío de la conducta pudiera decirse, hay otro grupo de niños degenerados
por disposición congénita, desde luego estos son víctimas de este vicio sin
ninguna culpa. (Guevara, 1941, p. 48)
La infancia, al ser representada como un proceso de transición, conlleva el
potencial latente de verse corrompida, en ese proceso, el “instinto natural” se ve
amenazado por las manifestaciones homosexuales. También es evidente el conjunto
de signicantes con los cuales se describe a los supuestos homosexuales: dege-
nerados, viciosos e invertidos, lo cual denota una mezcla de visiones biológicas,
morales e, incluso penales.
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En general, el tema de la masturbación se vio normalizado mucho antes que
el de la homosexualidad. Algunos autores interpretan esto como la primera victoria
contra el moralismo victoriano. En ese sentido, una hipótesis interesante que ha plan-
teado Jean Allouch (2003) consiste en que el nuevo dispositivo de sexualidad, el cual
se pone de relieve de forma progresiva después de la derrota frente a la masturba-
ción, es el que construye la oposición entre lo heterosexual/normal, por un lado, y la
homosexualidad/perversión por otro.
En la tesis de Guevara Dávila tanto la homosexualidad como la masturbación
se instauran en un mismo nivel, ambas son vicios que se deben combatir desde la
escuela por medio de la educación sexual. El sentido heterosexual del instinto debe
ser encauzado y regulado de forma estricta. Al igual que la masturbación, la homose-
xualidad también se constituye como una de las amenazas para la normalidad sexual,
ya que evidencian la paradoja de tener que enseñar el “instinto natural”, poniendo en
jaque su supuesta “naturalidad”.
De acuerdo con la cita anterior, se menciona que, además de los niños que
por un “extravío de la conducta” caen en un comportamiento homosexual, hay
otros que se encuentran predeterminados por alguna fuerza natural que los lleva a
comportarse de esa manera. Sobre el segundo grupo, la autora llama al fenómeno
“hermafroditismo, y lo conceptualiza como una condición intersexual, donde se
da un desarrollo paralelo de los dos sexos y, como consecuencia, hay una atracción
erótica hacia su propio sexo. En conclusión “este viene a ser el invertido congé-
nito, reconocido por su aspecto intersexual. Es decir, si es hombre ofrece aspecto
femenino, y si es mujer, apariencia varonil. En estos casos lo recomendable es la
canalización del instinto mediante una labor educativa cuyas normas indicará el
médico” (Guevara, 1941, p. 50).
De esta manera, queda conformada la tríada masturbación – homosexualidad
hermafroditismo, la cual se erige como la estructura amenazante para la norma-
lidad sexual, como aquello que evidencia en el sentido más amplio el gusto por
lo mismo y que, simultáneamente, provoca la necesidad de enseñar lo “natural”, la
inclinación por lo opuesto, por el otro. Es interesante que, al discutir sobre el “inver-
tido congénito”, se mencionen cuestiones como el aspecto femenino o varonil, es
José Daniel Jiménez Bolaños • La construcción de la normalidad sexual en Costa Rica entre 1930-1950 17
decir, se habla de expresión de género, aunque, nalmente, esta observación queda
absorbida por el tema sexual.
Para poder llevar a cabo dicha labor, se enfatiza en la necesidad de que todas
las personas involucradas en la crianza de los niños tengan conocimiento sobre las
diferentes etapas del desarrollo sexual para llegar al objetivo nal, el cual, según la
tesis de Guevara, consiste en que “de la escuela es de donde deben salir el hombre y
la mujer plenamente dotados, tal como lo exige nuestra sociedad hoy día” (Guevara,
1941, p. 79). ¿Dotados de qué? Posiblemente de un instinto sexual “normal”.
En síntesis, se puede armar que la tesis de esta autora permite ver de manera
amplia, algunas de las principales concepciones que existían con respecto a la educación
sexual en Costa Rica, principalmente en la educación primaria. A inicios de la década
de 1940, los argumentos y conceptos utilizados evidencian el grado de inuencia que
tenían las ideas sexológicas y psicoanalíticas más importantes del momento.
En repetidas ocasiones, el discurso de Guevara brinda ciertos elementos del
proceso de construcción y regulación de la heterosexualidad. Esta es concebida como
un instinto “natural” que debe ser constantemente guiado, canalizado y vigilado y,
en ese sentido, la educación se convierte en una de las principales herramientas que
permiten construir la normalidad sexual. Esta gran paradoja de tener que enseñar
algo que, en teoría, es asumido como “natural e instintivo”, es una contradicción
que acompaña a la mayoría de los discursos sobre la heterosexualidad a lo largo del
siglo XX. El hecho de que dicha paradoja se prolongue en el tiempo y esté presente
en múltiples espacios institucionales y discursivos, da cuenta de que la construcción
de la normalidad sexual se caracteriza por su precariedad, su fragilidad y por la faci-
lidad con la que puede ser perturbada.
Esta tesis no fue publicada en forma de libro, por lo que su alcance y difu-
sión, posiblemente, fue muy reducido. No obstante, se analizó en profundidad ya que
expone algunas de las principales concepciones sobre la normalidad sexual presentes
en el ámbito educativo costarricense de esos años que, como se vio anteriormente,
también aparece de manera fragmentaria en las memorias institucionales.
LA NORMALIDAD SEXUAL Y LA CULTURA POPULAR
A nivel global, hubo varios modelos de educación sexual, sin embargo, después
de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), empezó a consolidarse una educación
orientada hacia la vida en familia, con roles de género determinados y formas apro-
piadas de criar a los hijos (Zimmerman, 2015). Asimismo, en el caso costarricense,
los fondos que tenían por objetivo nanciar a la educación pública aumentaron soste-
nidamente entre 1950 y 1960 (Molina, 2016, p. 352). Para la década de 1950, todavía
no se había establecido, concretamente, un plan nacional de educación sexual, a
pesar de los esfuerzos que se habían llevado a cabo desde décadas pasadas. El tema
seguía siendo una gran laguna en la agenda de la enseñanza pública en Costa Rica.
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Sin embargo, la sexualidad y, especialmente, todo lo relacionado con la
natalidad y el ciclo de la vida, era un tema presente en la discusión pública. La cues-
tión sobre qué hacer cuando un niño pregunta acerca del origen de las personas era
algo que generaba angustia y recelo (“¿Debe el niño saber cómo nacemos?”, 1951,
p. 9). En ese sentido, durante la década de 1950 se proyectaron películas que, al igual
que los manuales de puericultura,
9
trataban de dar una visión cientíca e informada
acerca de los detalles de la formación de la vida.
Una de esas películas fue El origen de la natalidad,
10
una producción audiovi-
sual que solo era permitida verla en compañía de adultos. Las funciones se proyec-
taban en función del género de los asistentes, en el Teatro Raventós para los hombres
y en el Teatro América para las mujeres. La película se anunciaba como una expe-
riencia emotiva y sentimental, en donde era posible observar por primera vez en la
pantalla grande, el nacimiento de tres bebés a través de una operación de cesárea
(“El origen de la natalidad,” 1950a, p. 10). Al mismo tiempo, se instaba a las mujeres
a asistir, especialmente se apelaba a las madres, con un eslogan que armaba “su
hija está en peligro, USTED tiene la culpa porque faltó al deber como madre…
nadie debe quedarse sin verla” (“El origen de la natalidad,” 1950b, p. 14). De alguna
manera, los temas de la película se perlaban como un asunto de conocimiento obli-
gatorio, la maternidad cientíca fue de los principales elementos que caracterizó a
las dinámicas de género durante periodo de guerra fría, especialmente en Costa Rica
(González, 2005, pp. 113-121).
La normalidad sexual y su relación con el tema de la procreación y la crianza
de los hijos no era algo que se podía dejar simplemente en manos de la natura-
leza, había que intervenir sistemáticamente, crear manuales y guías para que dicha
procreación se diera bajo un control estricto de la ciencia y la higiene. La regu-
lación de la heterosexualidad se vuelve crítica en los momentos donde se detecta
gran inestabilidad o la presencia de grandes amenazas (Adams, 2012). Paradójica-
mente, frente a estos esfuerzos cinematográcos por educar a la población, una de
las supuestas amenazas que se asomaba entre las grietas de la sociedad costarricense
era, precisamente, el cine.
En columnas de periódicos se argumentaba que los jóvenes eran propensos
a ser fácilmente inuenciados, se decía que la mala educación era algo común y
que había una evidente decadencia en las costumbres, una moral en declive, un
desinterés y desgano. Se hacía un llamado para que los diferentes sectores de la
sociedad actuaran los más pronto posible. En un artículo publicado en La Nación
en 1952 se armaba que
No es posible que las autoridades conductoras de la educación pública vean
con indiferencia este relajamiento que existe en la cultura de un pueblo que el
maestro ha forjado en las aulas de la escuela y el colegio. Mucho se ha hablado
ya acerca de las deciencias de la enseñanza nacional. Nuestros muchachos,
se dice, están saliendo de la escuela y de los colegios mal preparados (…) Los
frutos que se palpan en la calle, en el hogar, en el salón, en todas las clases que
forman la sociedad, no son, por cierto, los más apetecibles. Por doquiera se
José Daniel Jiménez Bolaños • La construcción de la normalidad sexual en Costa Rica entre 1930-1950 19
levanta una queja contra la decadencia moral en que nos estamos precipitando
(…) La escuela, el hogar y la autoridad ocial deben recuperar su puesto de
severos conductores y vigilantes de las costumbres sociales y enderezar los
extravíos que estamos padeciendo y de que ya empezamos a lamentarnos con
toda razón. (“El hogar y la escuela deben volver en sí,” 1952, p. 2)
¿A qué se debía la percepción negativa de dicho panorama? En un contexto de
posguerra, de tensiones políticas y de crecimiento demográco, la percepción de que
los viejos moldes sociales se reconguraban era palpable. La familia nuclear empezó
a ser visualizada como la primera línea de defensa frente a los cambios que se desa-
rrollaban día con día. Esta noción de degradación moral y cultural estaba también
vinculada con la idea de que los robos y los crímenes eran crecientemente cometidos
por personas jóvenes (“Aspectos sobre el problema moral y cultural de Costa Rica,”
1952). Como muestra la anterior cita, se apelaba a la educación y al hogar como
una manera de contener, vigilar y disciplinar a esos jóvenes que habían perdido el
camino, que se habían extraviado.
En una carta publicada en prensa, dirigida al Dr. Carlos Caamaño, quien era
el jefe inspector de Colegios de Segunda Enseñanza en Costa Rica, se le comuni-
caba que la incultura era el estado actual de la juventud. Se constataba que, dicho
sector de la población estaba “rompiendo la honrosísima tradición costarricense”
(Pío, 1952, p. 10). Y, aunque nunca se explica en qué consistía dicha tradición, se
hizo una lista de las causas para esa incultura, entre ellas se citó al cine moderno,
principalmente las cintas provenientes de México; la música vulgar, chabacana;
la libertad de prensa que se dedica, principalmente, a publicar “las vergüenzas de
las pasiones humanas”; las revistas grácas donde abunda el “desnudo y las acti-
tudes atrevidas, inmorales; la novelas de bajo fondo moral, las cuales son de fácil
acceso por cualquier persona; los anuncios comerciales; la desintegración familiar
caracterizada por “uniones libres, divorcios, adulterios públicos, amores libres,
borracheras, lenguaje libertino, poca o ninguna instrucción moral,” y la falta de
autoridad moral por parte de los profesores (Pío, 1952, p. 10).
En cierta forma, la juventud era representada como un actor social que se
encontraba en un estado permanente de naufragio, perdido y con necesidad de ser
guiado por el camino adecuado. Pero dicho camino se encontraba lleno de obstáculos,
en la forma de una “incultura”, que tenía el potencial de romper las más básicas tradi-
ciones que caracterizaban a la imagen idealizada del país que tenían ciertos sectores
de la población. El cine fue repetidamente mencionado como uno de esos elementos
que obstaculizaba la buena formación de los jóvenes, incluso se llegó a formar una
Ocina de Censura Católica Cinematográca, la cual, para 1950, llevaba a cabo
una serie de conferencias sobre la higiene cinematográca y los mecanismos que
utilizaban para clasicar las películas; su principal objetivo era proscribir los “malos
espectáculos” y alentar aquellos que “no rebajen las normas de moralidad del espec-
tador” (“Defensa nacional de principios cristianos,” 1950, p. 15).
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El discurso sobre la necesidad de depurar el contenido de las salas de cine
llegó hasta las aulas. Por ejemplo, el 23 de abril de 1950, unas 400 alumnas del
Colegio de Sión se manifestaban a través de una carta, debido a su inconformidad
con el hecho de que se exhibieran películas “escabrosas y condenadas, así como de
carácter “amoral e irrespetuoso”. Su protesta iba dirigida a los empresarios encar-
gados de traer dicho material audiovisual, alentándolos a recapacitar sobre el poten-
cial corruptor de sus escogencias, y se rearmaba la capacidad instructiva del “buen
cine” en la formación de la juventud (“Cuatrocientas alumnas del Colegio de Sión
hacen un ruego a los empresarios de Teatros,” 1950, p. 7).
De igual manera, se hacía un llamado para que los cines alrededor de la ciudad
de San José no permitieran el ingreso de menores en sus funciones (“Sanción a los
empresarios que permitan la entrada de menores,” 1952). Como se puede observar,
las supuestas amenazas eran múltiples y venían de distintas direcciones, la juventud
se encontraba desprotegida, y circulaba la noción de que la legislación nacional no
era lo sucientemente contundente (“Instancia para reforma al Código Penal,” 1955)
para protegerla en ámbitos como el de la sexualidad.
Uno de los principales mediadores en la producción de “conocimiento experto”
sobre el tema de la niñez, la juventud y la sexualidad en este contexto fue Luis Felipe
González Flores, quien, además de haberse desempeñado como docente, fue parte de
la subsecretaría de Instrucción Pública en 1914. González Flores fue el fundador del
Departamento Sanitario Escolar y presidente del Patronato Nacional de la Infancia,
además de sus labores en distintas instituciones, también tuvo publicaciones variadas,
entre las cuales resaltan reglamentos (González, 1995). En 1950 publicó un artículo
en donde abordaba el tema de la prostitución en menores de edad. En dicho texto, se
explaya ampliamente sobre el tema de la homosexualidad, al caracterizarla como
Una fundamental anomalía de la vida sexual, ha sido estudiada por muchos
médicos y psicólogos contemporáneos y es conocida corrientemente con el
nombre de inversión sexual. Junto con los vicios sexuales solitarios, el problema
de la homosexualidad debe ser objeto de una delicada y permanente observa-
ción de parte de los padres y maestros de los menores para evitar en esto malas
consecuencias que ambos tienen en su salud física y moral. El problema tiene
su origen en perturbaciones endocrinas que producen estados intersexuales, en
el ambiente de prejuicios estrechos y anticuados y en la libertad de que hacen
uso y en que crecen los menores, como una reacción o desquite de la renuncia-
ción obligada de las excesivas y atormentadas limitaciones impuestas (…)en
la pubertad propiamente dicha, se presentan las prácticas de inversión sexual y
los vicios sexuales solitarios en los menores, y es en aquélla época cuando la
observación de las manifestaciones morales y patológicas debe redoblarse de
parte de los padres y de los educadores. (González, 1950, p. 9).
Nuevamente, las tres principales amenazas a la normalidad sexual aparecen en
el discurso. La masturbación, la homosexualidad y la intersexualidad (anteriormente
llamada hermafroditismo), se erigen como esas milicias que asechan la fortaleza creada
para proteger a la familia nuclear, a las personas jóvenes y al propio “instinto sexual
José Daniel Jiménez Bolaños • La construcción de la normalidad sexual en Costa Rica entre 1930-1950 21
natural”. Conforme dichas amenazas se acercan, su presencia provoca que las defensas
se vean reforzadas. La familia nuclear, las tradiciones y la juventud conforman una
triada opuesta – como en negativo – la cual es abordada en los discursos, se evidencia
su vulnerabilidad y, por lo tanto, se crean las justicaciones necesarias para protegerla.
Dentro del discurso de González, en ningún momento se menciona la
heterosexualidad. El reflejo opuesto de la supuesta patología que está describiendo se
encuentra sobre la superficie, pero nunca es nombrada, su presencia es naturalizada
y tomada por sentado. Dicha afirmación es posible ya que esta caracterización de la
homosexualidad, tan temprana en el contexto costarricense, presupone que el autor
muy posiblemente estaba al tanto de algunos de los más importantes tratados sexoló-
gicos del momento. La descripción de esta “anomalía” como una amenaza que, junto
a la masturbación y la intersexualidad, pueden tener consecuencias negativas en los
jóvenes, evidencia que el proceso de construcción de la “normalidad” sexual era algo
delicado, algo a lo que había que ponerle atención, de lo contrario, fácilmente se podía
desviar el camino. Y, en ese sentido, una vez más, son los docentes y los padres de
familia los llamados a convertirse en guardianes de la moralidad, en vigilantes de los
comportamientos, supervisores de las actitudes sexuales de sus hijos y estudiantes.
Otros aspectos que llaman la atención sobre las declaraciones de González
son las diferentes menciones que se establecen acerca del origen de la “inversión
sexual”. Por un lado, hace énfasis en la causación biológica, anclada en los trastornos
endocrinos
11
y, por otro lado, menciona algunos factores sociales como el grado de
libertad, la necesidad de rebeldía y la imposición de valores y prejuicios obsoletos.
¿Cuál tenía más peso? ¿Es acaso esta una forma de conceptualizar la homosexua-
lidad donde tanto lo biológico como lo social tenían un peso equitativo? Y, en ese
caso, para que la persona lograra convertirse exitosamente en un “adulto normal”
¿también se veía inuenciado por ambos mundos, el natural y el social? Se podrían
hacer muchas conjeturas alrededor de esta intervención periodística, lo importante
de recalcar es que ya desde antes de la década de 1950, el opuesto de la “normalidad”
sexual; la “inversión” y la “anomalía”, conformado a partir de una triada, tenían un
lugar simbólico como amenazas latentes, al menos en el corpus de textos analizados.
En la intervención de González es posible notar una ambivalencia en cuanto
al origen de la homosexualidad que describe en su texto. Al mismo tiempo, permite
evidenciar, hasta cierto punto, el grado de alcance que tenían las teorías sobre la
sexualidad en el ámbito nacional. Estas discusiones presentes en los medios de comu-
nicación escrita son importantes, ya que muestran la forma en que las nociones sobre
la normalidad sexual que habían adquirido forma desde la intelectualidad higienista,
médica y educativa empezaban a tener una mayor presencia en la cultura popular.
Las preocupaciones sobre las actitudes de la juventud, los roles de género, la mater-
nidad, el acceso al cine y la música moderna, la pornografía, las novelas eróticas y la
publicidad son elementos que evidencian una creciente cultura de masas a mediados
del siglo XX, cultura que estaba permeada hasta cierto punto por los debates e
ideas sobre la normalidad sexual que se habían desarrollado desde años anteriores.
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CONCLUSIÓN
Convertirse en una persona normal durante la primera mitad del siglo XX
no era algo fácil, requería de atención, trabajo, esfuerzo y constante vigilancia, y
no había garantía de éxito (Cryle y Stephens, 2017). Tanto la sexología, como el
higienismo, la educación sexual, la salud pública, la eugenesia y el psicoanálisis
tuvieron un papel fundamental en establecer el rol de la sexualidad como eje central
en la conformación de la normalidad. Los discursos analizados permiten evidenciar
que, para la época, en Costa Rica había un verdadero intercambio de saberes, prove-
nientes en su mayoría de algunas regiones de Europa.
A través de las distintas publicaciones y discusiones públicas, estos lugares
de enunciación discursiva permitieron que la gura de la persona normal ocupara,
paulatinamente, un espacio en el imaginario popular. Como dos caras de una misma
moneda, el proceso de construcción y regulación de la heterosexualidad estuvo
acompañado del establecimiento de amenazas y, por lo tanto, se legitimaba cualquier
tipo de acción con tal de defenderla. Analizar este ir y venir entre la “normalidad” y
la “anormalidad” sexual es necesario para comprender el tipo de discusiones y polí-
ticas – de sexualidad y género - que se implementarán en Costa Rica a lo largo de la
segunda mitad del siglo XX.
La construcción de la normalidad sexual desde los discursos higienistas, cien-
tícos y sexológicos dan cuenta de que, para las décadas de 1930 y 1940, había una
necesidad por parte de dicha intelectualidad de llevar estos saberes al grueso de la
población mediante la publicación de manuales y folletos. Dichos discursos analizados
parten de la idea de la heterosexualidad como un “problema” que debía ser atendido.
Junto a estos discursos, el sistema educativo también tuvo un papel funda-
mental en la propagación de información sobre la sexualidad. Las menciones frag-
mentarias que se pueden encontrar en las memorias institucionales evidencian que
no era un asunto completamente ajeno a los contenidos abordados en las aulas. En
la tesis examinada es posible observar de forma más amplia algunas de las nociones
que había en el país en torno a la educación sexual, la normalidad y las posibles
amenazas que podían desviar del camino correcto a los estudiantes. Eventualmente,
estos saberes y discursos empezaron a tener una mayor presencia en la cultura
popular, mediante la discusión mediática de ciertas problemáticas que evidenciaban,
una vez más, el papel central de la normalidad sexual en la regulación de los compor-
tamientos y en la propia conformación de subjetividades.
Como mencionan Cryle y Stephens (2017) en su análisis genealógico de la
normalidad, uno de los principales supuestos que se han desarrollado con este tema, ha
sido la idea de que lo normal tiene una lógica coherente y que, por lo tanto, exponer sus
incoherencias y contradicciones permitiría socavar su hegemonía y funcionalidad (p.
9). Este análisis, para el caso costarricense, evidenció que ese carácter precario, paradó-
jico e inestable ha estado presente en los discursos sobre la normalidad sexual durante
el periodo analizado. Lo normal es heterogéneo, es variable, se adapta al contexto, su
José Daniel Jiménez Bolaños • La construcción de la normalidad sexual en Costa Rica entre 1930-1950 23
incoherencia conceptual es en parte lo que le permite adquirir su fuerza y autoridad
cultural. Un entendimiento amplio y crítico sobre la manera en que se ha construido a
lo largo del tiempo permite tomar consciencia de esas dinámicas. El gran poder simbó-
lico que posee la normalidad tiene efectos materiales en la vida de muchas personas,
por lo que no se le puede tomar por sentado.
NOTAS
1 Con relación a la circulación transatlántica de saberes, es importante tomar en cuenta que Europa
durante la primera mitad del siglo XX pasaba por profundas transformaciones geopolíticas. En
ese sentido, los saberes que circulaban eran sometidos a diversas adaptaciones y modicaciones,
por lo que se trataba de elementos inestables que podían ser reapropiados en otros contextos,
como el costarricense. Es necesario tener presente tanto el contexto de formación de saberes,
así como el contexto de recepción e interpretación. Vetö (2014) ha investigado esta cuestión de
forma más amplia para el caso chileno durante el mismo periodo.
2 Dennis Arias (2016) hace un análisis bastante detallado del desarrollo del higienismo en
Costa Rica (pp. 46-66).
3 Aunque la Iglesia tiene un papel sumamente importante en los procesos de construcción de la
normalidad sexual, en este artículo no se abordarán los discursos religiosos, ya que el énfasis
está sobre lo médico-cientíco, lo educativo y lo mediático. Para un análisis de las posiciones,
discursos y prácticas provenientes de la Iglesia se puede revisar a Quesada (2012) y Flórez (2017).
4 Richard von Krafft-Ebing, uno de los sexólogos más importantes del siglo XIX, establecía que
la función sexual normal implicaba más que la capacidad física para tener relaciones sexuales,
al abarcar toda una serie de estados psicológicos y procesos dinámicos. La normalidad y la
anormalidad sexual no eran, desde esta perspectiva, conceptos opuestos y antagónicos, al
contrario; se traslapaban y, por lo tanto, el deseo sexual podía manifestarse anormalmente de
varias maneras, podía darse en el momento erróneo (paradoxia), en una cantidad inadecuada
(anestesia e hiperestesia), o hacia un objeto equivocado (parestesia) (Cryle y Stephens, 2017, p.
269).
5 En dicho texto, Freud comienza diciendo que “forma parte de la opinión popular acerca de la
pulsión sexual la armación de que ella falta en la infancia y sólo despierta en el periodo de la
vida llamado pubertad. No es este un error cualquiera: tiene graves consecuencias, pues es el
principal culpable de nuestra presente ignorancia acerca de las bases de la vida sexual…Parece
seguro que el neonato trae consigo gérmenes de nociones sexuales que siguen desarrollándose
durante cierto lapso, pero después sufren una progresiva sofocación…Parece, empero, que casi
siempre hacia el tercero o cuarto año de vida del niño, su sexualidad se expresa en una forma
asequible a la observación (Freud, 1992a, pp. 157-160).
6 Queda como tema pendiente por investigar, la inuencia del pensamiento freudiano en el
ámbito educativo costarricense en la larga duración.
7 Thomas Laqueur (2007) menciona que “No siendo ya una amenaza para la salud, el sexo con
uno mismo podía representar un rechazo no sólo de una sexualidad socialmente apropiada, no
sólo de una sociabilidad adecuada, sino también del propio orden social. La masturbación, que
durante mucho tiempo había sido construida como el mayor de los desafíos a la política moral,
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se volvió una amenaza aún más catastróca y atávica. Al no colmar más los hospitales mentales
ni gurar en las estadísticas de mortalidad, quedaba nalmente libre de sus epifenómenos y
podía revelarse en toda su desnudez como lo que siempre se había sospechado que era: el
colapso de la cultura y el retorno al nivel más primitivo de deseo y graticación (…) La culpa
y sus costos psíquicos reemplazaron la muerte y la locura, pero no eran menos aterradores e
importantes por ser menos orgánicamente mórbidos… La masturbación siguió siendo crucial
para el pensamiento sobre la sexualidad y el yo, pero en un nuevo registro, un aterrador nuevo
registro en que el antiguo objetivo del sexo y sus placeres – la reproducción – ya no podía darse
por supuesto” (pp. 421 – 423).
8 Un fenómeno similar en cuanto al uso de múltiples signicantes se puede encontrar en el
análisis que hace Patricia Alvarenga de los juicios por sodomía en Costa Rica a inicios del siglo
XX (Alvarenga, 2012, pp. 286-293).
9 En 1949 aparece el primer Boletín de Puericultura, el cual era editado por el Ministerio de
Salubridad Pública y que aparecía de forma irregular los domingos en algunos de los principales
periódicos nacionales, en dichos boletines se buscaba construir y fomentar una salud materno-
infantil estrictamente bajo la perspectiva médico-cientíca moderna (González, 2005, p. 113).
10 Originalmente, publicada en 1945 con el título “Mom and Dad” y producida por Hygienic
Productions. La película dura alrededor de una hora y treinta minutos, y trata sobre una
adolescente que en su primera experiencia sexual queda embarazada, al acudir a su madre por
consejo, es rechazada. La joven entonces se acerca a un profesor que había sido despedido
por impartir educación sexual, y este le provee de información básica sobre la maternidad.
La película fue una de las más exitosas en su estilo y fue ampliamente distribuida a diferentes
partes del mundo, aunque también sufrió la censura y la prohibición en ciertas regiones (Black,
1999, p. 432).
11 En el tránsito del siglo XIX al XX, los avances en temas relacionados con la endocrinología
empezaron a dar luces acerca de la cuestión del comportamiento sexual humano, permitiendo
que el modelo hormonal empezara a consolidarse. En ese contexto, es posible que la perspectiva
de González esté directamente inuenciada por algunos de los sexólogos más importantes de la
primera mitad del siglo XX; entre ellos el británico Havelock Ellis juega un papel fundamental.
Autor del libro Sexual Inversion, publicado en 1897, fue durante mucho tiempo la única
contribución sistemática sobre la clasicación teórica de la homosexualidad. Ellis argumentaba
que cuando la inversión era inherente, es decir una “homosexualidad innata”, esta tenía que ser
descrita como una anomalía biológica, determinada por irregularidades hormonales (Weeks,
2012, pp. 190-194).
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