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85Diálogos Revista Electrónica de Historia, 21(2): 85-108. Julio-diciembre, 2020. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica
DOI 10.15517/dre.v21i2.41006
EL COMUNISMO COMO EXTERIOR CONSTITUTIVO
DEL SER COSTARRICENSE (1950-1959)
Laura Álvarez Garro
Resumen
En este artículo se exponen los resultados del análisis del concepto comunismo
y la red semántica asociada – capitalismo y socialismo – durante el periodo
de 1950-1959, el cual se desprende de una investigación de mayor alcance
titulada Conceptos políticos en Costa Rica durante el periodo de 1950 a 1959:
transformaciones y permanencias, desarrollada en el Centro de Investigaciones
Históricas de América Central (CIHAC) de la Universidad de Costa Rica. La
selección del periodo responde a que fue la década inmediatamente posterior a la
Guerra Civil de 1948, en la cual se establecieron las condiciones de la comunidad
política contemporánea. Se expone cuáles son los contenidos asociados a estos
conceptos y su uso político por parte de actores políticos y sociales en publicidad
política en dos periódicos de circulación nacional, La Nación y La República.
Se concluye que, para el periodo, el concepto de capitalismo se utiliza de forma
ambigua, aunque es clara su función de frontera frente a los conceptos de socialismo
y comunismo. Estos últimos son dibujados como algo siniestro, temible; no solo
amenazan a la democracia, sino al ser costarricense. En ese sentido, el comunismo
funciona como exterior constitutivo de la identidad nacional.
Palabras clave: capitalismo, comunismo, ideología, democracia, Costa Rica,
sociología, ideología política, sistemas políticos, prensa, análisis del discurso, política.
Fecha de recepción: 17 de marzo de 2020 Fecha de aceptación: 29 de mayo de 2020
Laura Álvarez Garro Profesora Asociada del Posgrado en Psicología, el Posgrado
en Filosofía y la Escuela de Filosofía, investigadora en el Instituto de Investigaciones
Filosócas (INIF) y en el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP). Universidad
de Costa Rica, San José, Costa Rica. Contacto: lauraalvarezgarro@gmail.com
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6674-3734
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COMMUNISM AS AN EXTERNAL CONSTITUENT
OF THE COSTA RICAN BEING (1950-1959)
Abstract
This paper examines the results of the analysis of the concept of communism
and the related semantic network – capitalism and socialism – during the period
between 1950-1959, which emerges from a larger research entitled Political
Concepts in Costa Rica during the period of 1950-1959: transformations and
remainings developed in the Centro de Investigaciones Históricas de América
Central (CIHAC) of the University of Costa Rica. The period was selected because
the 1950 is the following decade after the Civil War of 1948, where the conditions
of the contemporary political community were settled. The article presents the
content associated with these concepts and its use by political and social actors
in political publicity in two newspapers with national circulation, La Nación y
La República. It is concluded that the concept of capitalism is used ambiguously
although its role as a frontier for the concepts of socialism and communism is
clear. These two are represented as sinister and terrifying. Not only they threaten
democracy, but also the Costa Rican being. In that sense, communism functions
as a constitutive outside the national identity.
Keywords: capitalism, communism, ideology, democracy, Costa Rica, sociology,
political ideology, political systems, press, discourse analysis, politics.
Laura Álvarez Garro • El comunismo como exterior constitutivo del ser costarricense (1950-1959) 87
INTRODUCCIÓN
Este artículo es el último de una serie en la cual se han expuestos los resultados
de la investigación titulada Conceptos políticos en Costa Rica durante el periodo
de 1950 a 1959: transformaciones y permanencias, desarrollada en el Centro de
Investigaciones Históricas de América Central (CIHAC) de la Universidad de Costa
Rica. En este trabajo se rastreó el uso político de conceptos políticos que podrían
ser calicados como conceptos-guía del periodo histórico, seleccionados con base
en dos criterios: han permanecido en el habla de la población y poseen fuerza para
generar consenso o antagonismo; en otras palabras, son polémicos en el sentido
schmittiano (Schmitt, 1991, pp. 60-62).
Así, se estudiaron los siguientes conceptos: democracia y contraconceptos –
dictadura, totalitarismo, y autoritarismo– (Álvarez, 2018a); ideología –derecha e
izquierda– (Álvarez, 2019); liberalismo económico; liberalismo político; capitalismo;
socialismo; comunismo; anarquismo; concepto de Estado y derivados –nación, ciuda-
danía–; Ejército; revolución; Guerra Civil y otras denominaciones en periódicos de
circulación nacional (La Nación y La República) con base en una muestra de cuatro
meses por año –enero, julio, agosto y diciembre–. Estos se analizaron a partir de una
perspectiva semasiológica y onomasiológica (Fernández, 2009, pp. 101-102).
En este texto en particular, se exponen los hallazgos relativos a los conceptos
de capitalismo, socialismo y comunismo. Esta red semántica es de particular impor-
tancia para el periodo, ya que si bien las causas y precondiciones que derivaron en
la Guerra Civil de 1948 distan de ser simples y unidimensionales, la interpretación
histórica hegemónica durante muchas décadas fue que la guerra había tenido por
causa inmediata la defensa de la democracia liberal-procedimental puesta en jaque
por una alianza entre el calderonismo – Partido Republicano Nacional – y el comu-
nismo – Partido Vanguardia Popular –, quienes desconocieron los resultados de las
elecciones presidenciales de 1948 (Díaz, 2015, p. xv-xxv; 223-278).
En ese sentido, Costa Rica arriba a la década de 1950 padeciendo todavía los
efectos de la recién disputada Guerra Civil y la labor de la Junta de Gobierno de
18 meses, que bajo la tutela de José Figueres Ferrer y compañía asumió el poder
posterior a su culminación.
1
El nal de la guerra y la reincorporación al poder de
Otilio Ulate en 1949 no tuvo el efecto deseado, no devino en una nueva era de paz
y progreso para el país. Tres factores impedían el alcance de la paz: primero, la
sociedad costarricense seguía estando dividida y enfrentada en consecuencia de las
identicaciones políticas que se construyeron en la década anterior (Díaz, 2015, pp.
310-311) que provocaron un severo desgarre en el tejido social (Solís, 2006, p. 239).
En segundo lugar, los planes de invasión al país de los calderonistas mantuvieron
la intensidad del conicto político; y en tercer lugar, el uso del concepto de comu-
nismo como forma de exclusión política se estabilizó y se convirtió en algo común
para la década. De esta manera, el período se puede caracterizar como de gran
inestabilidad (Díaz, 2015, pp. 310-311).
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Aunado a lo anterior, es en esta década que se comienzan a gestar las alianzas
políticas que permitieron la construcción de una narrativa acerca de la guerra, en la
cual pronto arribarán a un silencio consensuado, minimizando la crisis social que
derivó en este conicto bélico y sus responsables (Díaz, 2015, p. xxxi). Esta cons-
trucción hegemónica impactó a tal magnitud que inclusive los esfuerzos tempranos
por parte de historiadores para dar cuenta de la cadena de acontecimientos no sólo
refrendaron esta interpretación, sino que la insertaron en una narración con un telos
democrático. Un ejemplo de lo anterior es la conclusión que Aguilar Bulgarelli brinda
de este evento. Para el reconocido historiador, la Guerra Civil en lugar de debilitar el
sistema democrático en Costa Rica, lo fortaleció y lo mejoró (Aguilar, 1978).
Solís interpreta que este silencio responde a cuestiones estructurales de la comu-
nidad política costarricense. Este conicto se da en una sociedad que se conceptualizaba
a sí misma como pacíca y en equilibrio, pero que podía convivir con dosis episódicas
de violencia como vía para resolver disputas entre élites políticas. Esto apunta a una
paradoja. Por un lado, está la representación de una sociedad que se piensa a sí misma
como pacíca e igualitaria, pero por otro lado acepta la existencia de verticalidad y subor-
dinación. Por una parte, está la imagen de la democracia de los pequeños y medianos
productores; por otra, está la gura del político patriarca y del caudillo (2006, p. 121).
Solís también destaca la falta de autonomía ciudadana, la cual sería una de
las razones que tendría más peso para explicar el por qué no hubo un duelo social
por los muertos, una elaboración colectiva de lo ocurrido ni nadie que asumiera
responsabilidades por lo ocurrido (2006, p. 527). Solamente en contextos electorales
se revuelcan las heridas que se produjeron en este conicto (2006, p. 517), en tanto
como se verá más adelante, se convirtieron en eficaces armas de ataque político.
Para el sociólogo, esta conguración particular generó una visión aséptica del
conicto. Se reforzaron y cristalizaron rasgos asociados al signicado de la comu-
nidad política y su ejercicio y se gestó el estereotipo electoral con lo cual la ciuda-
danía se piensa solo como un cuerpo que su única función es el ejercicio puntual,
aséptico y esporádico del voto. Solís concluye de forma lapidaria: aparece la gura
de una ciudadanía amable, mansa y condescendiente (Solís, 2006, p. 448).
No obstante, a pesar de que el antagonismo continuó dividiendo a la sociedad costa-
rricense, la década naliza con una calma aparente (Álvarez, 2018b)
2
producto de los
acuerdos alcanzados, en particular el proceso de Amnistía General para todos los involu-
crados en la Guerra que culminó en un decreto aprobado en 1961 (Solís, 2006, pp. 500-507):
La amnistía que daría paso a la paz política del resto del siglo requería que el
mecanismo electoral fuese instituido como el medio de rotación del poder. Esto lo
entendió Ulate al amarrar la paz externa y la paz interna con lo que él llamaba el 4
de febrero, un sufragio nítido y resplandeciente. Es recién en este momento que el
sufragio se convierte en el regulador de la circulación de las nuevas élites políticas.
La paz reclamada no pretendía tocar la verticalidad ni el lugar protagónico de los
caudillos. Conservaba intactas las atribuciones de las élites para denir el rango
de la dinámica social y política que les resultaba aceptable. Este proyecto de paz
seguía teniendo excluidos: los comunistas quedaban por fuera. (Solís, 2006, p. 500)
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Así, el bando ganador logró imponer una determinada narración de la cual
saldrá gananciosa la imagen de un José Figueres idealizado (Solís, 2006, p. 52),
un partido político que será referente central para los debates posteriores – Partido
Liberación Nacional – (Solís, 2006, p. 75), un sistema económico a defender – el
capitalismo –, y un enemigo absoluto a vencer: el comunismo.
LA AMBIGUA ADHESIÓN AL CAPITALISMO
Este estado de cosas derivó en que la condena hacia el comunismo estuviera
marcada por la presunción de que este modelo no correspondía con lo costarri-
cense. En ese sentido, la retórica apocalíptica de la Guerra Fría tuvo un impacto
central en la forma en cómo se concebían los antagonismos políticos en el país y
en su persistencia, a pesar de que no hubo nunca una amenaza concreta de toma
de poder, sea socialista o comunista. Este contexto global y regional localmente
generó un acoso hacia cualquier persona, partido, agrupación o sindicato que
fuera calicado de comunista. Esta persecución adquirió rango constitucional una
vez que se interpretó a través de la Ley 1191 de 1950 que el partido Vanguardia
Popular estaba comprendido dentro del Artículo 98 de la Constitución Política
(Muñoz, 2010). Este artículo prohibía la formación y funcionamiento de partidos
que por sus programas ideológicos, medios de acción o vinculaciones internacio-
nales, tendieran a la destrucción de los fundamentos de la organización democrá-
tica del país (Muñoz, 2008).
En ese sentido, Costa Rica no difería del estado de cosas global durante la
década. De acuerdo con Hobsbawn (1998, p. 265), en el periodo comprendido entre
principios de los cincuenta y principios de los setenta, la economía mundial creció
a un ritmo explosivo, la producción mundial de manufacturas se cuadriplicó y el
comercio mundial de productos elaborados se multiplicó por diez. Esto se debió a
la implementación de modelos de economía mixta, los cuales emergieron producto
del consenso que se gestó, por diversas razones, entre políticos, funcionarios y
economistas del fracaso de un mercado libre sin restricciones. Por consiguiente, se
instalaron objetivos políticos prioritarios tales como pleno empleo, contención del
comunismo, modernización de las economías atrasadas o en decadencia, medidas
que en otro momento hubieran podido ser calicadas de socializantes (Hobsbawn,
1998, p. 275). Algunas de estas medidas fueron aplicadas en los gobiernos de
la Junta Fundadora de la Segunda República y del Partido Liberación Nacional
(Miranda, 2010; Rovira, 2000), las cuales provocaron serias reticencias por parte
de los sectores conservadores más cercanos a los postulados clásicos del libera-
lismo económico, que acusaron y calicaron estas reformas como sovietizantes.
De esta manera, la historia del antagonismo estaba inscrita en un antagonismo
global, bajo el cual los distintos actores quisieron basar sus respectivas estructuras
de propaganda política.
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Este marco de disputa afectó la forma en cómo se utilizó el concepto de
capitalismo, el cual fue usado mayoritariamente como adjetivo durante los procesos
electorales –1953 y 1958– para calicar o descalicar a los oponentes. De esta manera,
el Partido Liberación Nacional, que no quería posicionarse como socialista o comu-
nista, pero que criticaba al liberalismo económico desde principios de la década,
quiso establecer una frontera entre aquellos capitalistas de mente sana y corazón
generoso en contraposición con los capitalistas sórdidos y de mentalidad feudal
(Partido Liberación Nacional, 1952a, p. 8-9). Esta separación, al asociar valores con
prácticas especícas, introdujo la posibilidad de hablar de dos tipos de capitalismo,
uno asociado al egoísmo y a los privilegios (Partido Liberación Nacional, 1952c,
p. 12-13; 1953b, p. 8-9), mientras que otro estaría destinado a generar bienestar y
progreso (Partido Liberación Nacional, 1953b, p. 8-9). Con esto se pretendía armar
que sus intenciones no eran imponer un gobierno socialista o comunista, sino tratar
de poner freno a la usura, al acaparamiento y favorecer así a los trabajadores de una
manera evolucionada (Partido Liberación Nacional, 1953d, p. 10; 1957b, p. 11).
Para comprender esta distinción entre diferentes tipos de capitalismo, es
importante detenerse brevemente en el uso que tenían los distintos partidos políticos
en el marco de los periodos electorales del concepto de liberalismo económico;
3
en
los cuales, si bien hay pocas menciones explícitas al concepto, aparecía frecuente-
mente de forma onomasiológica. Así, los bandos opositores al Partido Liberación
Nacional –Partido Unión Nacional y Partido Demócrata– basaron sus plataformas
de propaganda ideológica en la presunción de que la democracia tiene que respetar
el libre mercado, la libertad irrestricta de trabajo, la iniciativa privada y la propiedad
privada, asumiendo una posición liberal económica clásica considerada como la
única verdadera (Partido Demócrata, 1952c, p. 7; Escalante, 1957, pp. 22-23;
Partido Unión Nacional, 1958f, pp. 44-45).
Asociado a lo anterior, aparece una narrativa que pretende anclar esta forma
de economía en la naturaleza y, por ende, en la historia. Para aquellos que defen-
dían esta visión de mundo, la libertad económica ha sido el factor constante del
desarrollo del ser humano y de los pueblos. En este punto, es patente la intención
de ubicar esta forma de pensamiento como algo que ha estado desde el inicio de los
tiempos. Esta estrategia, que podría ser calicada como una operación de eterna-
lización y/o universalización, puede ser interpretada de forma más ecaz a través
de lo que Žižek (2005, pp. 81-82) dene como una historización superrápida.
Un proceso ideológico más astuto, a juicio del lósofo, en contraposición a los ante-
riores: “En otras palabras, si la universalización superrápida produce una Imagen
quasi-universal cuya función es cegarnos a su determinación histórica, socio-sim-
bólica, la historización superrápida nos ciega al resistente núcleo que retorna como
lo mismo a través de las diversas historizaciones/simbolizaciones” (Žižek, 2005, pp.
81-82). En este caso especíco, lo que retorna y se invisibiliza es la pregunta por la
división social, frente a lo cual velozmente se inscribe una narrativa que cuenta una
historia que señala responsabilidades y culpas, que distingue entre buenos y malos,
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entre aquellos que exaltan la iniciativa individual y privada, y aquellos que llamarían
a una mayor responsabilidad del individuo con relación a la comunidad (Partido
Unión Nacional, 1958a, p. 14; 1958f, pp. 44-45).
Este convencimiento en poseer la razón histórica les permitía criticar la
labor de la Junta de Gobierno y del gobierno de Figueres Ferrer por atentar contra
lo que consideraban eran leyes propias de la economía libre de mercado (Partido
Unión Nacional, 1958f, pp. 44-45). Por consiguiente, el uso de argumentos causales
tendientes a señalar responsabilidades era constante: la causa de los problemas
económicos y sociales del país era la presencia de una economía dirigida (“Manuel
Escalante”, 1957, p. 12). Así, abogaban a favor de una democracia que no limitara
la iniciativa privada ni pretendiera dirigir la economía, ya que consideraban esto
totalitario (Álvarez, 2018a, pp. 34-36; Partido Unión Nacional, 1958f, pp. 44-45).
De forma paralela, se asocia la imposición de más impuestos o la continuada
presencia del Estado en la economía con el peligro de una descomposición moral o
social. Ejemplo de lo anterior es un comunicado rmado por Julián Nájera Martínez
en 1951, en el cual se asocia la imposición de más impuestos al café con el pecado
(Nájera, 1951, p. 7). De igual manera, un comunicado rmado por Manuel Escalante
Durán, durante su campaña como precandidato en la Convención Oposicionista de
1957, advierte a la población que el Estado no puede asumir la solución total de los
problemas de los trabajadores tales como el desempleo y que, en caso de continuar
con esta pretensión, el país se expone a la descomposición social y a la desorganiza-
ción, caldo de cultivo de movimientos socialistas (Escalante, 1957, pp. 22-23).
En suma, la apelación al concepto de liberalismo económico es utilizada casi
de forma exclusiva por los sectores que, durante la década, se opusieron a lo que
consideraban era una excesiva intromisión en la economía por parte del gobierno de
Figueres Ferrer. En este sentido, esta forma de denir la libertad económica impacta en
el diagnóstico que se realiza acerca de la calidad de la democracia durante el periodo.
Por esto, no es casualidad que a la par de la reivindicación del liberalismo econó-
mico aparezca la defenestración de los conceptos de socialismo y comunismo como
modelos antitéticos a la democracia, contrarios al ser costarricense (Álvarez, 2018a).
Esto nos señala una clave para entender uno de los ejes sobre los cuales giraba el
antagonismo en el periodo, concerniente al tipo de sociedad que se quería construir
y al papel del Estado en la misma. Esto explica además porque en el bando guerista
no hay una recuperación del liberalismo económico en sentido positivo. Las pocas
veces que se menciona algo referente a la libertad económica es para replicar las
acusaciones que le hacía la oposición, tratando de contrarrestar las mismas seña-
lando las inconveniencias de incorporar esa doctrina económica (Partido Liberación
Nacional, 1952b, pp. 12-13; 1952e, pp. 12-13). Ahora, si bien el Partido Liberación
Nacional se oponía al principio de una economía regulada por sí misma, por un
lado abogaba por la necesidad de establecer un mecanismo estatal de regulación que
evitara o minimizara las distorsiones creadas por el capitalismo; empero, por otro
lado, insistentemente se desmarcaba de las acusaciones de socialista o comunista,
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por esta razón es que aparecen contorsiones discursivas para defender un tipo de
capitalismo moralmente bueno, sin asumir ninguna agenda que lo comprometiera
con propuestas de corte socialistas.
Esta defensa del liberalismo económico por parte de la oposición brinda un
marco interpretativo para comprender porque el concepto de capitalismo no es utili-
zado de forma extensiva por parte de los partidos políticos que se inscribían en ese
lugar político, a excepción de la elección de 1958. Es interesante notar que, en las
fuentes consultadas, hay hacia al nal de la década una disminución notable en su uso
por parte del Partido Liberación Nacional, mientras que los Partidos Independiente y
Unión Nacional lo incorporan a sus respectivos vocabularios políticos. Es probable que
la disminución en su uso por parte de Liberación Nacional estuviera vinculada a un uso
estratégico del discurso, propio de las contorsiones discursivas mencionadas anterior-
mente y destinado a evitar brindar mayores elementos para comprobar las acusaciones
de que era objeto. En otras palabras, demasiado énfasis en el carácter negativo del capi-
talismo y en la defensa del obrero le otorgaba mayores elementos con que trabajar a la
oposición. Sin embargo, se requiere mayor investigación para sustentar esta armación.
El Partido Independiente, que había surgido producto de una fractura interna
dentro del Partido Liberación Nacional durante las elecciones internas de 1957,
utilizó el concepto de capitalismo para referirse a un estrato social que se oponía
a los trabajadores, con lo que su uso es estrictamente negativo: los capitalistas son
grandes terratenientes, no reconocen los avances sociales y económicos propios de
la época y se oponen a los trabajadores con lo cual éstos los miran con desconanza
(Partido Independiente, 1957a, p. 47; 1957b, p. 14). En este sentido, a diferencia de
Liberación Nacional que lograba distinguir entre dos tipos de capitalistas, el Partido
Independiente lo utilizó especícamente como arma de ataque con la intención de
distinguirse de lo que consideraban partidos que encarnaban posiciones de extrema
izquierda y extrema derecha (Partido Independiente, 1957c, p. 14).
Por su parte, el Partido Unión Nacional trató de contrarrestar esta oposición
entre capitalistas y trabajadores al armar que los capitalistas, en tanto empresarios,
también eran trabajadores, tal como se observa en el siguiente extracto:
En el caso de nuestros adversarios no solamente hay deslealtad sino que hay
ignorancia de las cosas más elementales en materias económicas. Para ellos
existen dos clases radicalmente distintas y separadas: una clase capitalista,
vagabunda y explotadora, y una clase trabajadora, esforzada y explotada. Esto
es totalmente falso y ya no se arma ni en los libelos comunistas. El capitalista,
en la signicación técnica de la palabra, tiene que ser empresario, y por tanto,
trabajador. (Partido Unión Nacional, 1958c, p. 8)
Para esta agrupación, antes que sostener que había una oposición de tal tipo,
había que darle énfasis a lo que denominaban la armonía capital-trabajo (Partido Unión
Nacional, 1958c, p. 8), noción que aparece de forma repetida durante el proceso elec-
toral de 1958 e inclusive formó parte de un discurso realizado por Calderón Guardia
en 1958 (Calderón, 1958, p. 14). Para estos actores políticos sostener la diferencia
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entre capital y trabajo reejaba ignorancia y poco conocimiento de la economía
(Partido Unión Nacional, 1958d, p. 4).
A partir de lo anterior, se puede interpretar que el concepto de capitalismo, en su
uso cotidiano, da cuenta de la estructura antagónica sobre la cual se gestaba el discurso
político antes que a una discusión que pudiera tener algún vínculo con una problema-
tización teórica-conceptual. En otras palabras, es evidente que existía una brecha entre
la forma en cómo se utiliza el concepto y su distinción especíca como sistema econó-
mico, lo cual indica el escenario polémico desprendido de la estructura de amigos-ene-
migos propia de la época. Las dicultades que tenían los respectos partidos políticos
para denotar y distinguir con propiedad qué entendían por capitalismo indican que
su defensa estaba más asociada a un imaginario que se contraponía a la denición
imaginaria de comunismo. De esta manera, al igual que con el concepto de socialismo
y comunismo, el concepto de capitalismo funcionaba como un signicante otante al
cual adherirse para marcar una frontera antagónica, operación subjetiva que no requería
ningún tipo de precisión o rigor en su denición y que bastaba con colocarlo bajo una
cadena enunciativa particular para que tuviera este efecto. A esto se le suma la presun-
ción de que este ha sido el modelo económico imperante en el desarrollo de la nación,
con lo cual también se asociaba directamente con el ser costarricense y adquiría con
esto los rasgos propios de la narración mítica hegemónica (Álvarez, 2011).
En ese sentido, este uso político del concepto de capitalismo como adjetivo
y con poca carga teórica-conceptual se repite a su vez con los conceptos de socia-
lismo y comunismo, los cuales también son usados como armas de ataque político
sin establecer una clara distinción entre uno u otro. Empero, sí hay una diferencia
en términos de la presencia de un concepto sobre otro, hay una primacía del uso del
comunismo sobre el socialismo que no solo se expresa cuantitativamente, sino en la
variedad de recursos lingüísticos asociados al primero. Esto coincide con el uso del
anticomunismo como recurso argumentativo destinado a atacar a los otros, ya que la
forma en cómo los actores políticos y sociales le dotaban de contenido al concepto de
comunismo estaba en función de su lugar como exterior constitutivo de la denición
de democracia liberal-procedimental.
SOCIALISMO Y COMUNISMO: EL MAL ABSOLUTO
En especíco, el concepto de socialismo se utilizó durante la mayor parte de la
década como un adjetivo destinado a calicar medidas tomadas durante los periodos
de la Junta Fundadora de la Segunda República y el gobierno de Figueres (Álvarez,
2018a). De esta manera, su uso estuvo destinado a reforzar esta presunción instalada:
un gobierno democrático no es socialista, el socialismo es totalitario. Era frecuente el
uso de analogías para equiparar estos periodos de gobierno con la Unión Soviética:
las medidas eran sovietizantes y Figueres era un imitador de los “tiranuelos socia-
listas de la escuela de Stalin” (Cámara de Propietarios de Costa Rica, 1951, p. 5),
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mientras que repetían insistentemente que las nacionalizaciones, la imposición de
impuestos y la exigencia del pago del aguinaldo eran una copia de ese modelo (Asociación
de Pequeños Productores de Café, 1951, p. 12-13; Partido Demócrata, 1952a, p. 11;
Partido Unión Nacional, 1952, p. 5; Asociación Nacional de Fomento Económico,
1958, p. 3; Cámara de Transportes y Empresarios Independientes, 1958, p. 4).
Sin embargo, más allá de las acusaciones y las calicaciones, interesa mostrar los
anti-valores que se asocian a un modelo socialista: para estos actores sociales y políticos,
el socialismo es un peligro porque fomenta el odio, la lucha de clases y la división social
(Cámara de Propietarios de Costa Rica, 1951, p. 5; Partido Demócrata, 1952a, p. 11).
En concordancia con lo planteado en otro escrito acerca de la democracia y sus contra-
conceptos (Álvarez, 2018a), el principal peligro que se le atribuye al socialismo es la
disminución de la libertad de la iniciativa personal (Martínez, 1953, p. 9; Escalante,
1957, pp. 22-23). Para estos sectores políticos y sociales, la presunción asociada al
socialismo era la siguiente: una sociedad con poca margen de acción personal, una
máquina burocrática centralizada que solamente llevaría a la perdición moral y al
descalabro económico (Partido Unión Nacional, 1958b, p. 2). Con la enunciación de
este escenario, se cumplía con dos objetivos: denostar las posiciones asociadas al gue-
rismo, que asociaba la imposición de estas medidas con un mayor bienestar económico
y social y, a su vez, permitía incorporarse al bando global que apoyaba al capitalismo
como parte del juego amigos-enemigos propio de la Guerra Fría:
Los socialistas arman que el predominio del Estado en la actividad económica
tiene por nalidad el bienestar del pueblo, oprimido por el capitalismo. Pero lo
primero que hacen, el único método de gobierno que hasta ahora han inventado,
es recargar al pueblo de impuestos y elevarle desproporcionadamente el costo de
la vida. Y lo segundo, que es todavía más grave, es quitarle la iniciativa y hacerle
perder todo incentivo de trabajo. Y al pueblo, al hombre del pueblo no le quedan más
que estos tres caminos: convertirse en un ser inactivo que se cruza de brazos y espera
la felicidad de la varita mágica del Estado; convertirse en un burócrata o convertirse
en un tornillo anónimo y esclavo de cualquiera de los organismos estatales. Lo único
extraordinario de todo esto está en que, cuando esta “sabia” política ha fracasado
y se ha desacreditado en todas partes, haya todavía en Costa Rica algunos frescos
que quieren presentárnosla como la última palabra de la novedad … La economía
dirigida, aparte de apagar el entusiasmo y la acción creadora de los pueblos, ha
mostrado ya en todas partes un vicio eminentemente económico: el costo eleva-
dísimo de su burocracia aperezada e inútil. (Partido Unión Nacional, 1958a, p. 8)
En menor medida, en algunas fuentes consultadas aparece el uso del cristia-
nismo como una verdad que se oponía al socialismo. Así, se podía calicar al socia-
lismo como una doctrina que no solo atentaba contra el mandato divino, sintetizado
bajo la cita bíblica “ganarás el pan con el sudor de tu frente” (Castro, 1953, p. 9), sino
que atentaba contra todo aquello por lo que había luchado el cristianismo a lo largo
de su historia: la primacía del individuo, su valor y su responsabilidad frente a la
masa (Partido Unión Nacional, 1958e, p. 8). Con base en lo anterior, se podía denun-
ciar como práctica inmoral la distribución económica, ya que esta anula la iniciativa
del individuo, condenándolo a una vida de inferioridad espiritual:
Laura Álvarez Garro • El comunismo como exterior constitutivo del ser costarricense (1950-1959) 95
Y es que todas las formas de socialismo y toda concepción socialista implican
una inferioridad espiritual o, como suele llamarse, un complejo de inferioridad. El
socialismo anula el incentivo individual y nulica el esfuerzo del hombre, acos-
tumbrándolo a esperarlo todo del Estado y a renunciar no solamente a su acción
sino a su libertad y a su dignidad, a cambio del bienestar gratuito que le ofrecen
los charlatanes socialistas, bienestar que, como el espejismo de los desiertos, se le
aleja a medida que avanzamos a él. (Partido Unión Nacional, 1958d, p. 4)
Como se puede observar, subyacente a estas condenas se encuentra un modelo
normativo basado en un deber ser anclado en la asociación entre cristianismo, el
individuo como agente de superación individual y el trabajo, que encuentra en una
democracia liberal-procedimental la única manera de desarrollarse. Frente a esto, lo
que aparece es la contraposición entre una verdadera democracia y una democracia
que ha transitado hacia el socialismo de Estado:
Pero por desgracia nuestra, la Costa Rica de ayer ha sido transformada: ya no
existe la verdadera colaboración de los individuos por el bienestar de la nación,
vivimos con zozobras, con desconanza, nos acecha siempre el temor de lo que
viene. Nuestra democracia se ha convertido en un socialismo de Estado, hoy en
decadencia en el mundo civilizado. (Ortiz, 1957, p. 16)
En este punto, el antagonismo global adquiere una tonalidad local, con el cual
los distintos actores en disputa parecen mostrar un consenso: el rechazo al socialismo
no solo pasa por los peligros que conlleva, sino porque amenaza la idiosincrasia costa-
rricense (Martínez, 1953, p. 9). Así, se instala una naturaleza, una determinada forma
de ser. En este punto, no es coincidencia que aparezca una analogía con la enfermedad,
se tiene que evitar el contagio del sarampión socializante y el virus marxista:
Pero nosotros, francamente, no queremos probar de nuevo esas medidas. Preferimos
lo nuestro. La paz tradicional, la seguridad en trabajos y empresas, la igualdad de
derechos para todos, facilidades para el desarrollo de la libre iniciativa. Probable-
mente somos muy atrasados; no nos ha entrado todavía el sarampión socializante
y estamos vacunados contra el virus marxista. (Partido Demócrata, 1952b, p. 11)
Por consiguiente, aquello que perturbaría la inmanencia costarricense es una
exterioridad que traspasa los contornos de una identidad pre-jada e inmutable en el
tiempo. Así, se proyecta en un afuera las causas de la división social: solo aquellos que
se han dejado inuenciar y/o contaminar de discursos provenientes de otras latitudes
pueden oponerse a la forma propia de ser costarricense. Esta operación discursiva se
reeja a su vez en la forma en cómo el Partido Liberación Nacional, en las pocas veces
que utiliza el concepto, insiste en desmarcarse del mismo, acusación que si bien no
correspondía al estado de cosas – sí algo se le puede señalar al gobierno de la Junta y
el gobierno de Figueres Ferrer fue de implementar medidas económicas keynesianas –
(Partido Liberación Nacional, 1957a, p. 3), no podía ser ignorada por las consecuen-
cias que esto podía acarrear no solo en la arena electoral, sino en la propia constitución
simbólica de la comunidad. Sobre esta interpretación se regresará más adelante.
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 21(2): 85-108. Julio-diciembre, 2020. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica96
Ahora, es claro que el concepto de comunismo se inscribe dentro de la misma
operación discursiva. Tal como se planteó previamente, la única diferencia que se
observa en su uso con respecto al concepto de socialismo es que el primero está dotado
de una mayor riqueza semántica y es utilizado de forma más frecuente. El comunismo
es el otro de la democracia que actúa como su exterior constitutivo. Así, la acusación
de ser comunista no solo era ecaz en términos políticos, sino que establecía una
distinción entre lo costarricense y lo no-costarricense, entre el adentro y el afuera.
No es casualidad que, a lo largo de la década, su uso no solo se restrinja al ámbito
electoral, sino que es el segundo concepto más utilizado en el periodo por detrás del
de democracia, apareciendo en numerosos campos de publicidad política pagados por
ciudadanos, asociaciones, cámaras, sindicatos y partidos políticos con dos grandes
objetivos: atacarlo y deslindarse del mismo. Si bien se podría argumentar que este
esfuerzo por claricar la posición ideológica en el ámbito público está relacionado
con la persecución legal a la que se exponían, producto de la proscripción de cualquier
partido, agrupación o sindicato comunista en 1950, este argumento no es suciente
sí se toma en cuenta el efecto connotativo de estar asociado al mismo. Ser comunista
signicaba entrar en confrontación abierta con la idea de ser costarricense, con la
democracia como valor, con lo cual, a contrario sensu, es el anti-valor por excelencia.
Así, la forma en cómo se denía al comunismo reitera la asociación de éste
con la dictadura y el totalitarismo (Álvarez, 2018a; Partido Liberación Nacional,
1953e, pp. 12-15), al reducir la libertad – política y económica – del individuo en
nombre del interés superior del Estado (Cámara de Industrias de Costa Rica, 1950,
pp. 10-11; Partido Liberación Nacional, 1952d, pp. 9-11; 1953e, pp. 12-15). El
comunismo atenta contra la comunidad política porque introduce la división y la
enemistad (“Maniesto al”, 1955, p. 6), la lucha de clases (“Impedir la”, 1955, p. 1),
el odio (“Ante un”, 1953, p. 6); en resumen, provocan derramamiento de sangre:
Por lo que se reere a la amenaza de ensangrentar el país, que usted hace y
vienen haciendo los comunistas, a Usted y a ellos los invito a que lo intenten.
A los primeros, les estamos dejando celebrar sus reuniones secretas y realizar
sus habituales comienzos de agitación, a pretexto de las subsistencias, para que
no se diga que los perseguimos o que irrespetamos la libertad de pensamiento y
la de reunión; pero en cuanto sus actividades tomen carácter subversivo o aun
simplemente político, para cuyo objeto les está constitucionalmente prohibido
organizarse, les aplicaremos, dentro de la ley, la mano fuerte que usted quisiera
que les aplicásemos fuera de ella. (Ulate, 1950a, p. 4)
El comunismo se instala como el mayor enemigo de la sociedad costarricense, al
cual se le describe de forma inusitada: el monstruo del comunismo (Nájera, 1951, p. 7),
veneno demagógico que se esparce con nes politiqueros (“Ante un”, 1953, p. 6),
viste con piel de oveja (Clístenes, 1959, p. 15), malas atmósferas que repetidamente
han querido penetrar al país (Figueres, 1957, p. 18-19). Se dibuja como algo siniestro,
como una amenaza que una vez que traspasa las barreras de la democracia destruye
todo a su paso e irrespeta el derecho de la propiedad intelectual (Marín, 1952, p. 4).
Laura Álvarez Garro • El comunismo como exterior constitutivo del ser costarricense (1950-1959) 97
Aquellos que lo deenden no tienen ningún propósito más que tener el poder (Partido
Unión Nacional, 1957, p. 2) y quieren destruir la iniciativa privada a través de un Estado
que maneje la economía (Asociación Nacional de Fomento Económico, 1959, p. 26).
Por consiguiente, de lo que se trata es de conjurar su aparición: “Venceremos al
comunismo, como la luz a las tinieblas, como el calor a la humedad, como el amor al
odio, como la vida a la muerte” (Solidarismo, 1957, p. 2).
De esta manera, en las fuentes consultadas aparecen con frecuencia reco-
mendaciones destinadas a combatir las causas por las cuales el comunismo puede
insertarse en el país: la inconformidad y la miseria (Nájera, 1951, p. 7), la pobreza,
la lucha de clases y el rencor contra el rico (Solidarismo, 1957, p. 2), la persecución
a trabajadores y la creación de roces con los sectores de trabajo (Unión Ferroviaria
Nacional, 1958a, p. 23). Frente a lo anterior, parece haber un consenso acerca de cuál
es la mejor medida tendiente a evitar estas condiciones de posibilidad: un gobierno
democrático con justicia social (Partido Liberación Nacional, 1952a, pp. 8-9;
Partido Unión Nacional, 1958g, p. 27; Unión Ferroviaria Nacional, 1958b, p. 14)
que proteja al país y al mundo del comunismo:
Controlar al Comunismo dentro de nuestras fronteras es tarea importante para
cumplir con nuestro deber de soldados de la democracia internacional. Pero no
es todo lo que podemos hacer, ni lo mejor. Es más importante luchar porque
desaparezcan las condiciones que hacen posible el éxito de las prácticas ponzo-
ñosas del comunismo. (Partido Liberación Nacional, 1953e, pp. 12-15)
Dos conclusiones se pueden derivar de esta estrategia argumentativa. En
primer lugar, la cuestión relativa a la justicia social. Si bien parece existir un consenso
de que las masas populares pueden verse tentadas a identicarse con el comunismo
por el énfasis que éste otorga a la distribución económica y una mejoría general de
las condiciones de vida, la forma en cómo se dene y cómo se operacionaliza esta
justicia social está estrechamente vinculada con las posiciones ideológicas previa-
mente analizadas. Por consiguiente, si para unos lograr la justicia social implica una
mayor apertura de la economía y una menor injerencia del Estado en la misma, para
otros es exactamente lo opuesto. En segundo lugar, hay una contradicción en el diag-
nóstico acerca de las condiciones de posibilidad del comunismo y lo que se le acusa
de realizar. Si, por un lado, se le acusa de ser el culpable de introducir la lucha de
clases en el país, por otro lado, se acepta que hay que mejorar las condiciones de los
sectores más desfavorecidos, tácitamente se reconoce la existencia de una asimetría
económica a priori. En otras palabras, la divergencia se encuentra no en el estado
de cosas, ya que se reconoce que hay desigualdad económica y social, sino en cómo
se nombra. El problema no sería reconocer la inequidad, sino explicar las causas
de su presencia. La contradicción es maniesta cuando se acepta que existen dife-
rentes sectores o estratos sociales, mientras que se le acusa al comunismo de ser el
causante de la división social. En este punto es clara la brecha entre cómo se concibe
teóricamente el comunismo y la recuperación del concepto en la práctica cotidiana.
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 21(2): 85-108. Julio-diciembre, 2020. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica98
El comunismo es causa de la lucha de clases y no como teóricamente se concibe, como
una respuesta frente a esta constante histórica. En ese sentido, actúa como una causa
totalizante y es el responsable de la división social, por ende, conjura la pregunta por
el antagonismo y sus condiciones de posibilidad. Con esta narrativa se interpretó la
experiencia reciente de una forma unidimensional, responsabilizando del estado de
cosas propio de la época y su concomitante estructura de amigos-enemigos al comu-
nismo, que se instala como el mal absoluto que amenaza la vida en su totalidad.
EL TEMOR COTIDIANO
Esta operación no se restringió al discurso que pretende explicar el estado de
las cosas de la época, sino que se operacionalizó en prácticas cotidianas. La persecu-
ción que sufrieron individuos, sindicatos y partidos políticos por suponer que estaban
asociados al comunismo tuvo por resultado un juego de acusaciones y deslindes. En
este juego, los periódicos analizados –La Nación, La República– tuvieron un rol
protagónico. Patricia Vega muestra como había una intención de presentar las noti-
cias internacionales en términos de bueno y malo: por un lado, los gobiernos buenos
de Estados Unidos y los países aliados que buscaban la paz y la armonía mundial a
través de la democracia y la libertad en contraposición a los soviéticos, alemanes y
chinos que se presentaban como los enemigos del mundo libre. A su vez, esta distin-
ción se trasladaba al ordenamiento y presentación de noticias nacionales según la
posición ideológica del periódico (Vega, 1990-1991).
De esta manera, la atmósfera que prevalecía en la época era de enfrentamiento
y de amenaza continua, no solo en el ámbito local sino internacional. La presencia
de un consenso tácito de que el enemigo a vencer era el comunismo legitimaba la
persecución y el señalamiento. En este marco, las acusaciones podían ser contra indi-
viduos o contra agrupaciones, sindicatos o partidos. Esto derivó en la aparición de
telegramas, cartas y campos políticos pagados dirigidos a aclarar estas acusaciones.
Estos aparecen en algunas ocasiones a título personal, en los cuales individuos preo-
cupados por las consecuencias de los señalamientos publicitaban su posición ideo-
lógica, justicando así cualquier acción que pudiera ser calicada como comunista.
Señor Director de LA NACIÓN
Ruego a usted hacer la siguiente aclaración en el mismo sitio que ocupó la gace-
tilla titulada “Apoyo del Comunismo costarricense al régimen guatemalteco”,
aparecida el día martes 29 de junio del corriente año en la página treinta y nueve.
No soy ni he sido comunista.
Como todo ciudadano consciente amo y respeto la paz.
Protesto por el asesinato de gentes indefensas de la población civil tal como lo
han hecho las tropas invasoras de la República guatemalteca.
Sea esta, una vez por todas, mi declaración anticomunista. (Jiménez, 1954, p. 14)
Laura Álvarez Garro • El comunismo como exterior constitutivo del ser costarricense (1950-1959) 99
En el siguiente caso, se incluye además un deslinde respecto a una rma
brindada en un maniesto la cual, a juicio del autor, fue malinterpretada y sacada
fuera de contexto:
Señor Director de LA NACIÓN.
En la edición de ayer, del periódico que tan acertadamente dirige Ud., aparece
mi nombre entre un grupo de rmas al pie de un maniesto de apoyo a Guate-
mala que apareció en el periódico procomunizante “Adelante”. Francamente le
maniesto que nadie más sorprendido que yo al saber que el susodicho maniesto
había aparecido en el mencionado periódico, y mi franca indignación al ver que
se le había intentado dar cariz político al apoyo al caído régimen de Arbenz. Es
cierto que yo rmé este maniesto, pero también es cierto que me ha sorprendido
su publicación en el periódico de los camaradas, ya que ni profeso ni comparto las
ideas políticas que estos señores han importado y prohijado desde el extranjero,
sino que por el contrario, como partidario de la democracia, las condeno y las
combato. Mi rma obedeció únicamente a la simpatía que me inspiró la lucha de
un pueblo por mantener su soberanía, pero de esto a querer apoyar a los comu-
nistas en una maniobra política, hay una distancia insalvable. (Ortega, 1954, p. 22)
Se cuestionaba a cualquier organización sindical por sus prácticas y, si había
alguna sospecha, las voces comenzaban a demandar la aplicación de la ley. Bajo este
escrutinio, el 21 de abril de 1950 la Corte Primera de Trabajo ordenó la disolución
de la Confederación de Trabajadores de Costa Rica (CTCR) por sus vínculos con el
Partido Vanguardia Popular (PVP) (Díaz, 2015, p. 307), decisión que fue raticada el
13 de julio de 1951 (“Decretada la”, 1951, p. 1). Esta medida afectó a otros sindicatos
urbanos que trataron de evitar la represión declarándose independientes de la CTCR
(Díaz, 2015, p. 307); sin embargo, esto no fue suciente. Un ejemplo de lo anterior se
puede encontrar en la persecución al Sindicato Independiente de Zapateros, proceso que
colmó las portadas de La República durante nales de 1950 e inicios de 1951: “Grave
escándalo sindical se ha creado en el ramo de la zapatería. Los directivos del Sindicato
de Zapateros (independiente) es decir comunista, sorprendieron a innidad de obreros
y presentaron 14 Convenciones de Trabajo que tales obreros no han solicitado” (“Grave
escándalo”, 1950, p. 1); “Protestan obreros contra la maniobra del Sindicato de Traba-
jadores del Calzado. Trabajadores de las Zapaterías “El Morro”, “El Record” y “Zapa-
tería Infantil” han presentado sendos memoriales al Ministerio de Trabajo condenando
la actitud del citado organismo sindical comunista” (“Protestan obreros”, 1950, p. 1).
Estos no fueron casos aislados, la actitud de vigilancia era constante. En las
fuentes consultadas aparecen comunicados de otras agrupaciones sindicales en respuesta
a acusaciones de vinculación con el comunismo: empleados de la Compañía Nacional
de Fuerza y Luz en 1950 rechazando su vinculación con el comunismo frente a imputa-
ciones realizadas en el periodo La Hora (Comité de Prensa y Radio, 1950, p. 3); la Fede-
ración de Trabajadores Bananeros (FETRABA) frente al señalamiento de La República
de tener vínculos con el comunismo en el marco de la huelga bananera de 1955
(FETRABA, 1955, p. 3); y la Unión Ferroviaria Nacional en 1958 frente a incriminaciones
aparecidas en el periódico La Nación (Unión Ferroviaria Nacional, 1958b, p. 14).
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Ni tan siquiera el sindicato católico Rerum Novarum pudo escapar a estas sospechas
(“Acusa la”, 1958, p. 19; Comité Ejecutivo Nacional de la C.G.T., 1958, p. 11).
Aunado a lo anterior, aparecían frecuentemente comunicados llamando a la ilega-
lización de partidos políticos por sus supuestos vínculos con el comunismo (“Agencias
soviéticas”, 1954, p. 1). En el caso del Partido Vanguardia Popular (P.V.P.), Otilio Ulate
denunciaba en 1950 que éste seguía estando en operaciones, por lo que hizo un llamado
a la Asamblea Legislativa para que fuera incluido dentro de los partidos políticos prohi-
bidos por su carácter antidemocrático (Ulate, 1950b, p. 3), resolución que como se
vio tuvo por consecuencia la creación de la Ley 1191, misma que La Nación reportó
en la portada de su edición del 27 de julio de 1950 (“El aniquilamiento”, 1950, p. 1).
Este mismo procedimiento se le aplicó en 1953 al Partido Progresista Independiente
(PPI), el cual no estuvo exento de polémica, ya que el Comité Directivo de este partido
armó que su ilegalización correspondía a una maniobra intimidatoria por parte del
Partido Liberación Nacional para tener control de las mesas receptoras de votos. El
Partido Liberación Nacional, por su parte, argumentaba que el Partido Progresista
Independiente no era otra cosa que el Partido Comunista con otro nombre (Partido
Liberación Nacional, 1953a, p. 7; Partido Liberación Nacional, 1953c, p. 11; Comité
Ejecutivo del Partido Progresista Independiente, 1953, p. 30). No obstante, en las
fuentes consultadas, el Partido Liberación Nacional no aparece como el único actor en
demandar su proscripción, tal como se muestra en el siguiente telegrama:
A Sr. Presidente de la República.
Don Otilio Ulate Blanco
… Las mujeres de Cartago pedimos a Ud. con todo respeto se sirva respaldar
con su rma el pronunciamiento del Honorable Congreso en la anulación del
Partido Comunista. Lo pedimos en nombre de nuestra religión católica, en
nombre de nuestros principios democráticos que condenan al comunismo y
en nombre de la sangre que se derramó en la pasada revolución en aras de la
redención nacional” (Moya et al., 1953, p. 19).
En 1957 volverá a aparecer un comunicado público pagado por una agrupación
anticomunista demandando la proscripción de otro partido político, en este caso, el
Partido Unión Popular. La misiva, rmada por la Liga Anti-comunista Universitaria
Costarricense, recogía la experiencia de 1953 con el Partido Progresista Independiente
y solicitaba al Tribunal Supremo de Elecciones seguir el mismo procedimiento, argu-
mentando que, al igual que en la experiencia previa, este era otro nombre del Partido
Comunista (Liga Anti-comunista Universitaria Costarricense, 1957, p. 5).
En algunas ocasiones, estas acusaciones iban acompañadas de referencias a
medios de comunicación internacional que advertían de actividades comunistas en
la región o en el país. Este recurso se utilizaba con la intención de dotarle de mayor
legitimidad a las acusaciones. En las fuentes consultadas aparece este recurso en
varias ocasiones. En 1953, el Partido Demócrata publica un campo pagado en el
cual se manifestaba que todos los grandes diarios de Centroamérica y el Caribe
Laura Álvarez Garro • El comunismo como exterior constitutivo del ser costarricense (1950-1959) 101
–sin especicar cuáles– habían reproducido un parte noticioso proveniente de la
International News Service, en el cual se armaba a partir de declaraciones del
General Hermida, Jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército Dominicano, que
Juan José Arévalo, José Figueres Ferrer y Rómulo Betancourt eran “los cabecillas
de la conjuración comunista” y que recibían cinco millones de dólares desde Moscú
como apoyo nanciero (Partido Demócrata, 1953, p. 9). En 1957 La Nación cita en
su portada al Diario El Día de Tegucigalpa para armar que Honduras es la base del
comunismo en Centroamérica, recibiendo a reconocidos organizadores comunistas
que se hacen pasar por agentes viajeros, turistas y hombres de negocios (“Honduras
base”, 1957, p. 1). En 1958 el mismo periódico publica en su portada información
concerniente a una aparente conspiración internacional dirigida por La legión del
Caribe para “[…] asesinar a los presidentes Luis Somoza, Fulgencio Batista, José
M. Lemus y coger el poder en Guatemala” (“Cadena de”, 1958, p.1), denuncia que
armaban estaba refrendada por el director de El Diario de New York, Stanley Ross.
Sumado a lo anterior, existía un dispositivo policial destinado a contener e inves-
tigar cualquier sindicato, asociación o partido político que se sospechara ser comunista.
Esto tuvo expresiones varias desde el allanamiento de ocinas (Sierra, 1950, p. 2), hasta
la imposición de medidas destinadas a evitar el ingreso de población extranjera: “Se dan
terminantes instrucciones a las Cías. [sic] de aviación sobre el ingreso de extranjeros.
Ello a n de evitar la llegada al país de elementos indeseables y por ende, evitar la posi-
bilidad de que ingresen personas conectadas con el comunismo” (“Se dan”, 1951, p. 1).
Ahora, no solo los periódicos contribuían de forma extensa a esparcir el clima
de tensión. La creación de La Liga Anti-comunista de Costa Rica en 1953 (“Vigilancia
anticomunista”, 1953, p. 1) y su constante presencia en los medios durante los años de
1953 a 1954 es un reejo de cómo el antagonismo trascendía el marco sindical y parti-
dario. En sus comunicados utilizaban una variedad amplia de recursos lingüísticos,
destinados a informar acerca de acontecimientos y personajes comunistas con un estilo
coloquial a través de la fórmula interrogadora “¿Sabía Ud. qué?”. En especíco, denun-
ciaban que el comunismo lo que pretendía era instalar un reinado de terror, tal como
sucedió en Polonia y Rumania (Liga Anti-comunista de Costa Rica, 1953b, p. 19);
que la campaña “Pro-Paz” impulsada por la Unión Soviética era un instrumento de
agresión contra el mundo anti-Comunista (Liga Anti-Comunista de Costa Rica, 1954a,
p. 13; 1954e, p. 8); y que el instrumento más poderoso para su accionar era la Federa-
ción Mundial de Sindicatos (Liga Anti-Comunista de Costa Rica, 1954e, p. 6; 1954f,
p. 4; 1954g, p. 8). Aunado a lo anterior, utilizaron acontecimientos políticos en la
región, en particular en Panamá y en Guatemala, para reforzar sus propuestas. Por un
lado, utilizaron como ejemplo la acción tomada por el gobierno de Panamá de ilega-
lizar el Partido Comunista para incitar al gobierno de Costa Rica a registrar a líderes
comunistas, así como para expulsar extranjeros pro-comunistas y miembros del magis-
terio con la misma anidad, los cuales, además, armaban tener identicados (Liga
Anti-Comunista de Costa Rica, 1953c, p. 2; 1954b, p. 18; 1954c, p. 8). Por otro lado,
se utilizó a Guatemala como contraste y como ejemplo de qué sucedería en caso de
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 21(2): 85-108. Julio-diciembre, 2020. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica102
que avanzara el comunismo en el país. Para ello, se basaron en diferentes presunciones,
como que la aplicación de la reforma agraria convirtió al campesino en un jornalero
proletario al que solo le prestan las tierras y no tiene título de propiedad (Liga Anti-Co-
munista de Costa Rica, 1953a, p. 7); que la presencia de aparentes desavenencias entre
los miembros del Partido Guatemalteco del Trabajo se resolvía a través de las consignas
desprendidas del Soviet ruso (Liga Anti-Comunista de Costa Rica, 1954d, p. 11); y
que los comunistas guatemaltecos asesinaban anticomunistas, con lo cual preguntaban
al público qué se podría esperar de los comunistas ticos si tuvieran esta oportunidad
(Liga Anti-Comunista de Costa Rica, 1954h, p. 38). A la par de esta campaña de
desprestigio, destinada a mostrar los aparentes efectos nefastos de la aplicación del
comunismo en otras partes del mundo, aparecían en la mayoría de los comunicados
nombres asociados al movimiento comunista local, lo que lleva a suponer que se espe-
raba que el gobierno de turno realizara una investigación sobre los mismos.
Este breve recorrido alrededor del juego de acusaciones y deslindes muestra la
extensión del clima de persecución que se vivió durante la década. Además, visibiliza
que el mismo era parte de la cotidianidad, un eje transversal del debate político, ya que
no respetaba prácticamente ningún sujeto, asociación o partido político. No sorprende,
por tanto, que los periodos electorales utilizaran de una forma particularmente intensa
el recurso del anti-comunismo para denostar a sus oponentes. El comunismo es la
causa totalizante de cualquier mal en el país, es el anti-valor por excelencia.
CONCLUSIONES. EL PASADO EN EL PRESENTE
Durante este artículo, se ha expuesto las formas predominantes bajo las cuales
distintos actores políticos y sociales entendían los conceptos de capitalismo, socialismo
y comunismo. Si bien el uso político de los conceptos responde a la interrelación entre
las tonalidades locales y el contexto antagónico propio de la Guerra Fría, y que por
tanto pueden haber resonancias importantes con otras latitudes y otras formas de cons-
trucción del enemigo comunista, es importante destacar que en el caso costarricense, a
diferencia de otras unidades territoriales, al no existir una amenaza concreta de toma del
poder por parte de alguna agrupación que se reconociera a sí misma como comunista, se
trabajó con un concepto de expectativas [Erwartungsbegriff] (Koselleck, 2012, p. 37),
condición favorable para depositar en este un amplio abanico de signicaciones.
Esta operación simbólica, al inscribirse en la narrativa de un ser nacional,
mantiene su ecacia como arma política, de modo que cualquier actor, agrupación
o sujeto que sea calicado de comunista recibe aún en la época contemporánea una
sanción social inmediata de repudio, rechazo y exclusión. En ese sentido, resulta
llamativo que buena parte de los recursos lingüísticos analizados permanecen en el
repertorio de habla de la ciudadanía, que son ecaces y que, además, se han asociado
a las reivindicaciones de otros grupos de oposición política, tales como los colectivos
LGBTIQ, feministas, pro-migración, entre otros.
Laura Álvarez Garro • El comunismo como exterior constitutivo del ser costarricense (1950-1959) 103
Poco importa aquí referirse a la lejanía que se palpa entre el uso político del
concepto y su signicación teórica-conceptual. Asumir una postura de este tipo
supondría asumir que existe un sentido único, verdadero esencial de las palabras.
Al contrario, se reconoce que el lenguaje está atravesado por esta “polivocidad”, y
que los conceptos políticos también actúan como signicantes otantes. De lo que
se trata entonces es de poder rastrear la construcción de sentido y su permanencia
o transformación en el tiempo, procesos simbólicos que indican algo referente al
estado de cosas sobre el cual se tejen estas asociaciones semánticas.
Así, si bien el texto reere a un caso concreto Costa Rica en un periodo espe-
cíco década de 1950 –, resulta ilustrativo para dar cuenta de una transformación en la
forma en cómo se usan los conceptos políticos y en la forma en cómo las cadenas enun-
ciativas se construyen con la intención de obtener un determinado efecto. Así, lejos de
pretender armar que en el país no se tenía ninguna idea de la teoría que soporta estos
conceptos, lo que se pretende mostrar el estiramiento o el desborde del concepto sobre
sí mismo, y por ende al desplazamiento semántico o mutación del orden simbólico que
reeja y que parece estar más asociada a una moralización de lo político.
Esto podría explicar el por qué la persistencia del uso de estos conceptos
como armas de ataque político, ya que están asociadas a lo moral antes que a una
posición antagónica en el marco de un conicto político y/o económico. Convocan
fantasmas de un pasado imaginario en un presente atravesado por múltiples focos
de antagonismo. Se están usando palabras con un aparente registro de experiencias
[Erfahrungsregistraturbegriff] que parecen no adecuarse a las expectativas actuales
[Erwartungsbegriff] (Koselleck, 2012, p. 36-37): no se cambia como se habla, sino
el sentido asociado, el signicado otorgado.
Así, el otro, aquel que encarna la diferencia, basta con etiquetarlo de comu-
nista para conjurar su amenaza, para garantizar y legitimar su persecución. El comu-
nismo sigue siendo un signicante otante en el cual se depositan los temores frente
al cambio, aun cuando parece ser que esta amenaza sea menos palpable que nunca.
Se mantiene como exterior constitutivo, es el borde sobre el cual se organiza la
pretensión de una identidad unicadora y homogénea de la nación.
NOTAS
1 La guerra se extendió del 12 de marzo al 19 de abril de 1948.
2 El análisis correspondiente al periodo de 1960-1969, muestra que, si bien hubo una
merma en la frecuencia de episodios de violencia física entre los distintos actores
políticos y sociales, el antagonismo político persistió (Álvarez Garro, 2018b).
3 Se reconoce que en el marco del liberalismo económico existen múltiples tendencias.
Sin embargo, para efectos de este artículo se toma como base de análisis una deni-
ción amplia de esta escuela de pensamiento económico.
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