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138Diálogos Revista Electrónica de Historia, 21(1): 138-165. Enero-junio, 2020. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica
DOI: 10.15517/dre.v21i1.39376
HISTORIA DE LA MICROBIOLOGÍA EN AMÉRICA
LATINA DESDE LA PERSPECTIVA DE LOS ESTUDIOS
SOCIALES DE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA
Juan Pablo Zabala
Nicolás Facundo Rojas
Resumen
Este artículo surgió en el marco del trabajo conjunto de la Red de Historia
Global de la Microbiología en América Latina, compuesta por profesionales
de la microbiología, historia y sociólogos de la ciencia interesados en construir
una reexión histórica sobre la microbiología, que en nuestra tarea nos
enfrentamos al desafío conceptual que supone delimitar ese objeto en términos
empíricos y teóricos. Como resultado de esta preocupación, proponemos una
reexión sobre algunos de los ejes conceptuales y metodológicos que, desde los
Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (ESCT), nos permiten construir
una perspectiva histórica del desarrollo de la microbiología en el contexto
latinoamericano. Estos han puesto el énfasis en distintas cuestiones, tales como
los aspectos organizativos, las interacciones entre los actores o en las redes
sociales que se conformaron en torno a la práctica microbiológica. En segundo
lugar, se reconstruye la gran diversidad de prácticas, saberes, instituciones,
intereses (económicos, sociales, profesionales) y procesos políticos –tanto
locales como internacionales– que desde el siglo XIX han atravesado la
recepción de la microbiología en América Latina. A continuación, se presentan
dos perspectivas posibles de construcción de la microbiología como objeto de
investigación: a partir del estudio de instituciones, por un lado, y del análisis
de la emergencia de enfermedades y de los procesos de intervención política
asociados a ellas, por el otro.
Palabras clave: Microbiología, sociología, historia, América Latina, estudios
sociales de la ciencia y la tecnología, historiograa, ciencia y desarrollo,
conceptualización, institucionalización, enfermedades, análisis histórico
Fecha de recepción: 20 de octubre de 2019 Fecha de aceptación: 28 de noviembre de 2019
Juan Pablo Zabala Consejo Nacional de Investigaciones Cientícas y Técnicas
CONICET, Buenos Aires, Argentina. Instituto de Salud Colectiva/Universidad Nacional
de Lanús. Doctor en Ciencias Sociales. Contacto: jpzeta@hotmail.com
Nicolás Facundo Rojas Universidad Nacional de Lanus. Departamento de Salud
Comunitaria. Instituto de Salud Colectiva, Buenos Aires, Argentina. Licenciado en Historia
por la Universidad Nacional de Quilmes. Contacto: rojasnicolas82@gmail.com
Juan Pablo Zabala y Nicolás Facundo Rojas • Historia de la microbiología en América Latina desde la perspectiva de los Estudios... 139
HISTORY OF MICROBIOLOGY IN LATIN AMERICA FROM
THE PERSPECTIVE OF SOCIAL STUDIES OF SCIENCE
AND TECHNOLOGY
Abstract
This article emerged in the framework of the joint work of the Global History
Network of Microbiology in Latin America, composed of professionals from
microbiology, history, and sociologists of science interested in building a historical
reection on microbiology. In our task, we face the conceptual challenge of how
to delimit that object in empirical and theoretical terms. Because of this concern,
we propose a reection on some of the conceptual and methodological axes that,
from the Social Studies of Science and Technology (SSST), allow us to build a
historical perspective of the development of microbiology in the Latin American
context. These have outlined different issues such as organizational aspects,
interactions between actors or social networks formed around microbiological
practice. Secondly, the great diversity of practices, knowledge, institutions,
interests (economic, social, professional), and political processes –both local
and international– that inuenced the reception of microbiology in Latin
America. In the last sections, we discuss two perspectives for the construction
of microbiology as a research object: on one hand, the study of institutions, and,
on the other hand, the analysis of the emergence of diseases and the political
processes associated with them.
Keywords: Microbiology, sociology, history, Latin America, social studies of science
and technology, historiography, science and development, conceptualization,
institutionalization, diseases, historical analysis
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INTRODUCCIÓN. LA MICROBIOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
DESDE LA PERSPECTIVA DE LOS ESTUDIOS SOCIALES DE LA
CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA
El objetivo de este texto es presentar una discusión en torno a algunos de los
ejes conceptuales y metodológicos que han orientado, desde la perspectiva de los
ESCT, el análisis de los procesos de desarrollo cientíco y tecnológico en América
Latina. Con ello se propone, en primer lugar, reconstruir algunas discusiones gene-
rales acerca de los aportes de este campo de estudio a la construcción de una perspec-
tiva histórica y social del desarrollo cientíco, en particular de cómo estos procesos
se han producido en el contexto latinoamericano. En segundo lugar, se presenta una
reexión sobre el modo en que esas herramientas teóricas pueden resultar útiles para
el estudio de la microbiología en nuestra región, cuyas particularidades nos obligan
a tener en cuenta tanto los procesos especícos de producción de los conocimientos
como las dimensiones sociales en las que se desarrollaron. El texto tiene, de este
modo, un carácter introductorio a algunas de las principales discusiones del campo
de los ESCT en diálogo con los abordajes más propios de la historia social que se han
dedicado al estudio de las ciencias.
Una primera consideración de orden general está relacionada con el modo
en que “la ciencia” o “los conocimientos cientíco-técnicos” se convierten en un
objeto de estudio desde una perspectiva social (o de los estudios sociales). En este
sentido, el campo de los ESCT, que muestra un desarrollo sostenido y creciente en
la región en los últimos veinticinco años, ha tenido como uno de sus principales
objetivos analizar el proceso de desarrollo de la ciencia y la tecnología a través de la
apertura de “cajas negras” (Matharan, 2016; Vacarezza, 2004). Esto ha supuesto, en
general, considerar al desarrollo cientíco y tecnológico como resultado de prácticas
sociales, cuyos resultados son importantes para la estructuración u organización de
diferentes espacios de la sociedad y concentrarse en el modo en que las diferentes
dimensiones (sociales y técnicas) han condicionado su desarrollo.
Esto implica que para comprender el modo en que se desarrolla una determinada
elaboración cientíca ya no alcanza con comprender su lógica interna de producción
de conocimientos, sino que es necesario prestar atención a las circunstancias políticas,
sociales, económicas, institucionales e históricas que permitieron y condicionaron su
desarrollo. Es el análisis de estas circunstancias, entonces, el que nos permite entender
cómo y por qué en un lugar preciso, en un determinado momento histórico, emergen y
se institucionalizan espacios de producción de conocimiento validado por una comu-
nidad cientíca, y particularmente, cómo esos conocimientos han sido utilizados por
la sociedad y qué cambios han producido en su organización. De este modo, en los
últimos veinte años, observatorios astronómicos, museos, laboratorios, universidades,
institutos, dependencias públicas y rmas privadas, también burocracias y sistemas
nacionales de innovación, han sido tomados como posibles objetos de indagación
sociológica e historiográca para dar cuenta del carácter social e históricamente situado
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de las ciencias y las técnicas en América Latina en un amplio marco temporal que va
desde el siglo XIX hasta las últimas décadas del XX.
Por cierto, la apertura que supone la incorporación de los condicionamientos
sociales en el análisis del desarrollo de la ciencia y la tecnología nos permite abordar la
complejidad del objeto, pero al mismo tiempo nos enfrenta a la cuestión de cómo trazar
los límites de la práctica cientíca para organizar su análisis, y a qué cuestiones prestar
atención en la construcción de la ciencia como objeto de investigación. Como se ha
dicho, la respuesta será siempre provisoria para cada investigación en concreto y ha
estado en el corazón de los debates del desarrollo del campo de los ESCT. Sin embargo,
nos interesa recuperar dos cuestiones que se creen fundamentales para avanzar en una
propuesta del análisis histórico de la microbiología en América Latina. La primera es
de orden conceptual y apunta a la diferenciación de dos dimensiones de análisis: los
aspectos cognitivos y los aspectos sociales, y a las diferentes concepciones acerca del
modo en que se relacionan entre sí. La segunda, de tipo político, apunta a las particula-
ridades del desarrollo cientíco en América Latina y rescata algunos de las principales
tensiones y condicionamientos que moldearon su desarrollo, siempre atravesado por la
relación y el dominio ejercido por los países de Europa y América del Norte.
La primera cuestión, entonces, reere a que tanto los aspectos cognitivos como las
situaciones sociales en que se produjeron son dimensiones centrales del análisis socio-
histórico de la ciencia y la tecnología. La dimensión cognitiva, referida al contenido
epistémico del conocimiento cientíco, remite a la especicidad de los distintos campos
de investigación (a la denición de los objetos, a las metodologías con los cuales se los
aborda, a los instrumentos que se utilizan, a las teorías que se formulan, entre otros). Esta
dimensión ha sido la que más temprano y mayor atención ha tenido para la perspectiva
histórica y sociológica clásica. Como se ha adelantado más arriba, desde el punto de
vista de la historia de corte más clásico, el interés se centró en la reconstrucción de ese
espacio cognitivo, explicando su evolución por las razones provenientes del propio para-
digma cientíco. La visión que nos aporta esa mirada es que la ciencia avanza a través
de grandes ideas, elaboradas generalmente por grandes hombres, cuyo prestigio se basa
en el valor de verdad de sus enunciados (de modo que los axiomas que rigen el mundo
cognitivo son también los que rigen el mundo social). El interés por la dimensión cogni-
tiva eclipsa la atención que recibe el mundo social, que aparece en estos relatos como
hechos anecdóticos que ilustran un paisaje en el que los conocimientos se desarrollan.
La máquina de producir conocimiento se rige, en lo esencial, por sus propios métodos.
Desde un punto de vista sociológico clásico, por su lado, las investigaciones
cientícas también son concebidas como “actividades extremadamente especiali-
zadas”, aunque asimismo se remarca que “su desarrollo depende de una multitud de
elementos tales como las habilidades personales, las instalaciones, los recursos dispo-
nibles, el ambiente social y la organización” de esas actividades (Ben David, 1991, p.
202) [Traducción de los autores]. Desde esta concepción se conjugan, entonces, tanto
los factores cognitivos como las circunstancias sociales e institucionales en las que se
desarrollaron las investigaciones. Sin embargo, el interés se centra en estos segundos
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aspectos, y no se entiende que el análisis de los condicionamientos sociales pueda
extenderse al mundo de la producción de conocimientos. Este espacio, como señala
Merton (1977) en la misma línea, es terreno exclusivo de la metodología.
Esa perspectiva clásica que excluía del análisis la propia producción de cono-
cimiento fue fuertemente contestada por los trabajos de corte constructivista desde la
segunda mitad de la década de 1970. Con diferentes matices, estos estudios nos aportan
una visión que diere radicalmente de los análisis previos en al menos dos aspectos. En
primer lugar, porque nos permiten entender a los cientícos no ya como sujetos mera-
mente intelectuales sino como sujetos sociales atravesados por los condicionamientos
económicos, sociales y políticos en los que se desenvuelven. Ya sea que se los presente
como sujetos en pugna por la obtención y acumulación de un capital social especíco
(el capital cientíco, de acuerdo a Bourdieu, 2000), u orientados a crear y sostener redes
de signicados que les permitan posicionarse dentro de la sociedad (Latour, 1995), los
cientícos aparecen desde estas perspectivas como guiados por estrategias de acción
que intentan responder a los distintos intereses que tienen en cada uno de esos ámbitos.
En segundo lugar, porque nos muestran que los límites entre los espacios de
investigación cientíca y la sociedad que los rodea son inciertos, y los condicio-
namientos en uno y otro sentido son la característica habitual de los procesos de
producción y circulación de conocimientos. En este sentido, también son diversos
los conceptos que se han propuesto para comprender la porosidad de los espacios de
investigación: ya sea como “arenas transepistémicas” (Knorr Cetina, 1996), o como
“redes de actores” (Latour, 2007; Callon, 1991), la idea central que nos interesa
rescatar es que los procesos de producción y apropiación del conocimiento están
atravesados por las múltiples dimensiones de la vida social en la que tienen lugar.
Más allá de la riqueza de los análisis y de la renovación que supuso poner el foco
en las condiciones sociales de producción y circulación de los conocimientos, se ha
criticado que este tipo de enfoque “constructivista”, al otorgar un estatus privilegiado a
las luchas y estrategias políticas en su análisis, ha tendido a imponer una nueva forma
de reduccionismo, ya no tecnológico sino social. El argumento de esta crítica es el
siguiente: si la explicación de la difusión de un resultado cientíco no guarda relación
alguna con su capacidad para describir el mundo físico, sino que es la consecuencia,
únicamente, de la capacidad de los actores de imponer su punto de vista a otros actores,
entonces daría igual el tipo de conocimiento producido (Shinn, 2000; Collins y Yearly,
1992), con lo que se perdería de vista la especicidad y la complejidad del tipo de
objeto analizado, así como de sus propios mecanismos de funcionamiento interno.
Desde nuestra perspectiva, entonces, nos interesa recuperar ambos aspectos:
por un lado, las relaciones entre el desarrollo de la microbiología y el modo en que
se organizaron los distintos espacios sociales (como la intervención en salud, el
desarrollo de conocimientos tecnocientícos o los procesos de producción indus-
trial) y el Estado a lo largo del siglo XX. Al mismo tiempo, la especicidad y la
complejidad propias de la microbiología, de sus apuestas cognitivas y procedi-
mientos técnicos, su lógica interna y la especicidad de este campo de investigación.
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En consecuencia, desde la perspectiva que se deende en este trabajo, se enten-
diende que avanzar en una historia de la microbiología –o de cualquier otro proceso
de desarrollo tecnocientíco– implica analizar el modo en que se han desarrollado
esos particulares “sistemas que generan y seleccionan innovaciones intelectuales”,
que tienen a su vez “formas particulares de organización y control del trabajo” que
condicionan sus dinámicas (Whitley, 2012, p. 63).
Dos dimensiones aparecen entonces como parte constitutiva de ese análisis:
una que se puede llamar intelectual, que apunta a comprender los razonamientos,
argumentaciones y valoraciones cognitivas de las proposiciones cientícas, y una
social, que apunta a dar cuenta de la forma en que se organizan esos espacios
de producción de conocimiento internamente y en su relación con otros espacios
sociales, y de cómo esas variaciones condicionan o afectan el modo en que se
producen y aceptan o rechazan esos conocimientos. En denitiva, la elucidación
del contenido de los conocimientos elaborados por el mundo cientíco y las condi-
ciones de producción social de esos conocimientos.
En términos conceptuales, una propuesta de este tipo debe apelar entonces
a herramientas que nos ayuden a comprender ambas dimensiones del objeto de
estudio. En este sentido, nos interesa recuperar la propuesta de Richard Whitley
(2012), que apunta a articular en una misma perspectiva analítica el modo en que
la organización intelectual y la organización social, especícos de cada espacio de
producción de conocimientos, condicionan su desarrollo, su evolución y el modo
en que se insertan dentro de un medio social más amplio.
La dimensión intelectual, esto es, la especicidad y la complejidad las
apuestas cognitivas (teóricas, técnicas y de intervención) de cada campo, cumplen
así un papel central en el modo en que se organizan los espacios de producción de
conocimiento, ya que:
Las ciencias necesitan controlar métodos artesanales particulares de trabajo que
las diferencien de otras esferas y les permitan controlar el acceso a las reputa-
ciones en campos cientícos. Ejemplos de esos métodos son: exégesis textuales
en lología, cría de Drosophila en genética. Estas competencias y técnicas
son métodos de exclusión. Son procedimientos de trabajo (…). Cada campo
tiene que contar con algunos saberes particulares que excluyan a los que no
pertenecen a él y permitan que los resultados sean comparados y evaluados en
términos de su signicación para los objetivos colectivos. (Whitley, 2012, p. 98)
Al mismo tiempo, es necesario prestar atención a que la ciencia, en tanto produc-
tora de bienes culturales, requiere de ciertas condiciones para su institucionalización:
a) El prestigio social o reputación de los cientícos que logren una autonomía
de otros grupos sociales en la denición de las apuestas intelectuales del campo y en
la distribución de recompensas y capital reputacional.
b) La determinación por parte de cada campo particular de los estándares espe-
cícos de las investigaciones, lo que transforma a la ciencia en una “profesión fuerte”.
c) El control de un sistema de comunicación formal.
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En relación con el modo en que los espacios de producción de conocimiento se
vinculan con otras esferas sociales, se sugiere que el esquema conceptual de “zonas de
intercambio” propuesto por Ilana Löwy (1994) puede resultar adecuado para analizar la
relación entre las distintas instituciones productoras de conocimientos microbiológicos,
espacios de formación académicos y agencias sanitarias estatales, laboratorios públicos/
privados y hospitales, rmas privadas y espacios de producción de conocimientos orien-
tados al sector agropecuario, entre otros. La autora, al centrarse en el Instituto Pasteur
de tiempos de Roux y Metchnikoff hacia nes del S. XIX, señala que su historia no
puede ser pensada sólo a través del análisis de las trayectorias de los cientícos que lo
integraron, sino que la perspectiva para abordar su estudio debe ser relacional, prestando
especial atención al modo en que la institución formó parte de un entorno institucional de
gran amplitud, un “mosaico heterogéneo”. De acuerdo con Löwy, el esquema de “zonas
de intercambio” permite dar cuenta de la apertura de espacios intersticiales a través de
los cuales diversos actores socializados en “culturas cientícas” y profesionales parti-
culares, es decir, intérpretes de distintos “lenguajes nativos”. En estos espacios intersti-
ciales, los actores intercambian conocimientos, se legitiman, intervienen en el espacio
público y entran en conicto mediante la circulación de “objetos fronterizos” –artefactos
que tienen la capacidad de ser imputados de sentidos diversos, ya sea que tengan su
formato en papel, imágenes, materiales de origen biológico, o instrumentos– en pos de
la obtención de distintas especies de recursos y capitales (Löwy, 1994, pp. 686-688).
Desde otra perspectiva, un enfoque que también se ha centrado en las múlti-
ples interacciones entre los espacios de producción de conocimiento y otras esferas
del mundo social es el de Bruno Latour (Latour, 2007). Para ello, ha propuesto la
teoría del actor-red (TAR), que parte de analizar la conformación de redes de actores
y “actantes” como asociaciones heterogéneas que permiten dar cuenta de la comple-
jidad de la circulación de conocimientos y prácticas microbiológicas, así como de
la relación entre distintos espacios de formación, de producción y de intervención
política. Por cierto, esta teoría implica ciertos presupuestos teóricos que han sido
largamente discutidos dentro de los ESCT, principalmente, la equiparación entre la
capacidad de agencia de los humanos y de los objetos, y la extrema importancia dada
a los factores políticos en la conformación de las redes (Shinn, 2000). Sin embargo,
nos interesa rescatar aquí el modo en que esta perspectiva pone de relieve la organi-
zación de actores con perles profesionales diversos, que trascienden las fronteras de
la medicina (como químicos, veterinarios, empresarios, políticos), y el modo en que
estos participan de distintos procesos de traducción.
La segunda cuestión que nos interesa rescatar, de orden político, es la particula-
ridad que han tenido en América Latina los procesos de institucionalización de la ciencia.
Con sus particularidades, estos desarrollos siguieron los modelos de las instituciones
de un número acotado de “centros cientícos”, localizados inicialmente en Europa y
luego en Estados Unidos, aunque también estuvieron sujetas a diferentes “patrones
de especícos de respuesta cultural y económica ante la compleja combinación de
ideas y sucesos que se identican como la ciencia occidental” (Vessuri, 2007, p. 69).
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En nuestros países, según esta autora, ha primado la “diversidad de modos de
organización social de la ciencia, la denición contextual de las normas y el esta-
blecimiento del control social, así como en las medidas adoptadas para asegurar la
continuidad de las actividades cientícas en circunstancias carentes de tradiciones
cientícas o en culturas donde la ciencia occidental se acopló con ciencias tradi-
cionales no occidentales de gran riqueza” (Vessuri, 2007, p. 69).
La institucionalización de la ciencia en América Latina estará fuertemente
atravesada, entonces, por el modo en que se conjuguen las condiciones locales y las
relaciones que se establezcan con las metrópolis. Estos desarrollos, en el caso de
la microbiología, han sido parcialmente abordados desde una perspectiva histórica
acorde al enfoque de los ESCT. En el siguiente apartado, se presenta un panorama
general de cómo se han abordado estas cuestiones en el análisis del desarrollo de la
microbiología en América Latina, desde sus inicios en Europa hasta la difusión de
los conocimientos y los modelos organizacionales vinculados a su consolidación.
LAS COMPLEJIDADES DE LA MICROBIOLOA COMO OBJETO DE
ANÁLISIS Y EL DESARROLLO DE SU HISTORIOGRAFÍA A NIVEL
INTERNACIONAL
Como se ha sugerido, la denición de la microbiología como objeto de análisis
desde los ESCT está atravesada por dos fuerzas contrapuestas: mientras que por un
lado se tiene la necesidad de acotar y denir los límites empíricos sobre los que se
desarrollará esta investigación, por el otro se enfrenta con una denición difusa de
los espacios de producción de conocimientos, concebidos como espacios de fronteras
porosas en los que diferentes dimensiones sociales ejercen una inuencia signicativa.
Ahora bien, esta tensión entre “apertura” social y “delimitación” del objeto puede
diluirse, en algunos casos, cuando el análisis se propone sobre objetos empíricos en los
que es posible identicar una cierta homogeneidad, tanto en el plano de las apuestas
cognitivas (en que los problemas y técnicas de investigación tienden a estar estabili-
zados) como en la organización social (donde es posible identicar una clara identica-
ción disciplinaria, o un marco institucional que ofrece límites precisos al objeto).
En el caso de la microbiología, en particular, el recorte del objeto remite empí-
ricamente a múltiples prácticas, saberes, disciplinas e intereses de aplicación. Tal
como muestra Olga Amsterdamska (2008), si bien la microbiología se consolidó
como un campo de estudio luego de la II Guerra Mundial, conservaría su heteroge-
neidad, condicionada por la integración de múltiples tradiciones de investigación
que la habían impulsado desde sus orígenes (bacteriología, virología, bioquímica
y micología) y, asimismo, distintas culturas profesionales (médicos, sanitaristas,
veterinarios, botánicos y químicos entre los principales) intersectadas por diversos
contextos institucionales e intelectuales (laboratorios, institutos, estaciones de expe-
rimentación, entre otros). Estas tendrían en común, desde sus inicios, el tomar como
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objeto de estudio el universo de los organismos microscópicos invisibles al ojo
humano (protozoos, bacterias, hongos, algas, virus ltrables y parásitos) a través de
una serie de herramientas conceptuales y técnicas que también permitían abordar
diversas problemáticas prácticas (Cunningham, 1991; Amsterdamska, 2008).
Durante la primera mitad del siglo XX, la microbiología generaría una serie
de expectativas, principalmente económicas, condicionadas por el vínculo estrecho
entre el estudio de los microorganismos y estas diversas aplicaciones prácticas. En
relación con el desarrollo agropecuario, por ejemplo, el estudio de las enfermedades
del ganado, los procesos de fermentación y la producción de agentes preventivos
para inmunizarlo, así como el estudio de las patologías de diversos cultivos, se
encontraba entre las principales temáticas de interés. Asimismo, la microbiología
permitió conceptualizar los problemas de la higiene urbana y el saneamiento en sus
distintas dimensiones, proveyendo una serie de soluciones prácticas: exámenes sobre
aguas, alimentos, desinfección de edicaciones y embarcaciones, sanidad militar.
Ahora bien, si bien la historiografía de la microbiología abordó el problema de
los orígenes de la disciplina guiada por distintas preocupaciones, existe un consenso
en torno a considerar a la bacteriología como la cultura profesional que motorizó el
proceso de difusión transnacional de la serie de prácticas y conocimientos asociados
al estudio cientíco de organismos microscópicos desde sus primeros pasos.
Asimismo, las coordenadas históricas del inicio de la relación estrecha entre micro-
biología y conocimiento biomédico no son motivo de controversia.
Para una serie de autores, este proceso puede ser conceptualizado inicial-
mente en dos momentos, delimitados por los cambios a nivel organizacional y
cognitivo que tuvieron lugar en dos espacios institucionales situados en la Europa
de nes del siglo XIX. Un tercer momento, en el que la microbiología se conso-
lida como una disciplina institucionalizada, comenzaría aproximadamente entre la
década de 1940 y la de 1950.
En un primer momento, y de acuerdo con Amsterdamska, quién retoma al
historiador de la bacteriología Andrew Mendelsohn, dos “culturas bacteriológicas”
comenzaron a consolidarse luego de la apertura, durante la segunda mitad de la década
de 1880, del Instituto Pasteur dirigido por Louis Pasteur (1822-1895), en París, y
el Laboratorio Bacteriológico de Berlín, dirigido por Robert Koch (1843-1910).
Inicialmente, las investigaciones de Pasteur y sus discípulos se centraron en proble-
máticas asociadas a la acción que distintos microorganismos tenían en la producción
agropecuaria, lo que los llevó a indagar tanto en su biología como en los condicio-
nantes ambientales involucrados en el proceso de su reproducción (Amsterdamska,
2008). En Berlín, en cambio, las investigaciones de Koch y sus discípulos, luego
de las expediciones a Egipto y la India –en las cuales se identicó al bacilo comma
como productor del cólera–, se centraron en la identicación de bacterias como
agentes causales de diversas enfermedades –tuberculosis, muermo, sílis, etc. –.
De este modo,
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Estas diferencias condicionaron sensiblemente las líneas que siguieron sus
respectivos programas de investigación. Pasteur centró rápidamente su aten-
ción en la atenuación de la virulencia y la inmunidad. Koch, en cambio, se
lanzó a la identicación de los enemigos invisibles, que podían encontrarse en
cualquier lado, con el n de erradicarlos. Sin embargo, los dos fundadores de
la bacteriología médica acordaban en una cuestión fundamental: que las enfer-
medades infecciosas era entidades especícas y que distintos microorganismos
estaban causalmente involucrados en su origen y su propagación (aunque, para
Pasteur, había que considerar elementos ambientales y siológicos de cierta
complejidad). (Amsterdamska, 2008, p. 324) [Traducción de los autores]
Aunque inicialmente la microbiología obtendría su mayor impulso a partir
del incipiente proceso de institucionalización de los conocimientos asociados a esta
tradición, cuyo principal espacio de circulación eran las cátedras universitarias de
higiene y anatomía patológica en las ciudades de Berlín, París, Viena y Londres,
también generó una serie de expectativas que trascendían a su aplicación en el ámbito
de la enseñanza y los estudios médico-quirúrgicos (Buklijas, 2005; Gradmann, 2018;
Worboys, 2000). La microbiología comenzaría a circular por fuera de sus princi-
pales espacios de producción en estas ciudades, dinamizada por las necesidades y
demandas gubernamentales a escala global, las cuales estaban condicionadas a su
vez por la interacción entre movimientos poblacionales de alcance transnacional,
incipientes procesos de urbanización, conictos armados, fenómenos epidémicos y
pandémicos. De este modo, la “revolución bacteriológica” había comenzado (Amster-
damska, 2008; Osterhammel, 2014; Cueto, 1997; Chakrabarti, 2015; Velmet, 2019).
En un segundo momento, durante la década de 1890, las características organi-
zacionales del Instituto Pasteur y el laboratorio bacteriológico de Berlín comenzaron
a cambiar sensiblemente, dinamizadas por el relevo generacional en sus respectivos
personales técnicos y el desarrollo, en tan solo un par de años de la seroterapia,
una nueva terapéutica basada en la elaboración de agentes terapéuticos especícos
a partir del suero de la sangre de equinos (Gradmann y Simon, 2010; Opinel, 2008).
Esta nueva terapéutica, cuya promesa consistía en curar todas las enfermedades
infectocontagiosas conocidas, no sólo daría un nuevo impulso a las expectativas
generadas inicialmente por la bacteriología, cuyos conocimientos tomaba como base,
sino que también produciría tensiones, conictos, y un nuevo tipo de relación entre
los cuerpos profesionales –principalmente médicos– en su nuevo rol de productores
de un conocimiento codiciado y su función empresarial, y los Estados nacionales.
El caso de la seroterapia también pone de maniesto la relación estrecha
entre la dimensión práctica y la dimensión cognitiva de la producción de conoci-
mientos tecnocientícos. En el plano de las prácticas, el proceso de elaboración,
producción y distribución de sueros implicaba una novedosa división del trabajo.
Los bacteriólogos, trabajando en coexistencia con veterinarios, se dividirían táci-
tamente al interior de los espacios institucionales que inicialmente habían logrado
consolidar –principalmente laboratorios al interior de instituciones dependientes
de distintos Estados nacionales, independientemente de su régimen de gobierno–
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entre especialistas encargados de producir cultivos bacterianos necesarios para obtener
las toxinas para inmunizar a los caballos y especialistas en la inmunización, produc-
ción y testeo de nuevos sueros, cuya práctica no se reducía al intramuros del labora-
torio. En el caso de los segundos, esta división del trabajo, dado que la fase de testeo
de los sueros requería de la experimentación con humanos, se tradujo en la profundi-
zación de la relación estrecha entre prácticas de laboratorio y experiencia clínica que
inicialmente había caracterizado a los estudios bacteriológicos (Simon, 2007).
En el plano cognitivo, la seroterapia amplió las dimensiones de análisis de su
objeto a través de la apertura a una serie de problemáticas conceptuales y metodoló-
gicas cuya resolución trascendía los marcos que inicialmente habían dado forma a
la bacteriología en su conjunto. La división del trabajo que comenzó a operar entre
la “producción de cultivos y toxinas”, área que se concentraría en indagar la acción
de las toxinas bacterianas a través de la producción experimental de enfermedades
y el estudio de su evolución en modelos animales así como también la biología de
las bacterias capaz de producirlas y la “elaboración de sueros”, cuyos problemas
gravitarían entre alcanzar los estándares deseados de inmunización y la producción
a gran escala, condicionaría la irrupción de modelos conceptuales vinculados a la
química, principalmente a la química coloidal.
En cuanto a la dimensión institucional, el desarrollo “exitoso” del suero anti-
diftérico transformaría a los inicialmente institutos de exámenes o investigaciones
bacteriológicas en espacios tensionados por la demanda gubernamental y privada de
producción de agentes terapéuticos a gran escala. Como muestra de estas tensiones, por
ejemplo, en Alemania el suero antidiftérico comenzó a ser comercializado a partir de
1894 por la Farbwerke Hoechst, una rma que había nanciado inicialmente las investi-
gaciones de Emil Von Behring (1854-1917) sobre la toxina diftérica. Posteriormente, la
aprobación de una ley que otorgaba el control de la producción de los sueros producidos
en el nuevo Instituto de Enfermedades Infecciosas de Berlín –dirigido por Koch– a la
Ocina de Higiene, colocó los estándares, el proceso de producción y la comerciali-
zación bajo la tutela directa del Estado imperial (Hüntelmann, 2007a, 2007b; Linton,
2005). En París, el grupo liderado por Emilé Roux (1853-1933) y Elie Metchnikoff
(1845-1916), incluso antes de la desaparición física de Pasteur, comenzó a posicionarse
guiado por renovadas expectativas cientícas y empresariales. Al comenzar el siglo XX,
el Instituto Pasteur controlaba directamente desde la conformación del Comité del Suero
de la Academia de Medicina en 1894 –cuyos integrantes pertenecían a la institución–
los estándares de producción y comercialización del suero antidiftérico, tanto el produ-
cido en el establecimiento anexo de Marnes-la-Coquette, en París, como en las liales
y factorías provinciales e internacionales, consolidándose como una rma de alcance
global, una institución de referencia en el campo de la biomedicina mundial y un expo-
nente de la ciencia colonial francesa (Gachelin, 2010; Moulin, 1992; Opinel, 2008).
En cuanto a las distintas ramas de investigación de la microbiología, las cuales
han recibido una atención dispar por parte de la historiografía, existen al menos
tres áreas cuya apertura se produciría durante el transcurso de la segunda mitad
Juan Pablo Zabala y Nicolás Facundo Rojas • Historia de la microbiología en América Latina desde la perspectiva de los Estudios... 149
del siglo XX y una cuarta ya avanzada la década de 1940. El estudio de los proto-
zoarios daría lugar, por ejemplo, a la emergencia de la protozoología, una disciplina
con sus propios institutos, revistas y textos. Durante la última década del siglo XIX, el
modelo conceptual a través del cual se identicaba a distintos parásitos unicelulares
como productores de enfermedades, al igual que había ocurrido con las bacterias, se
consolidaría, dando lugar a la apertura de una serie de instituciones orientadas a su
investigación, como el Instituto de Medicina Tropical y Naval de Hamburgo (1901)
y la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (1899).
En su amplia mayoría, los estudios sobre las infecciones tropicales estarían
vinculados a los derroteros de las administraciones coloniales y los espacios, en los
cuales circularon los conocimientos vinculados a la medicina colonial alejados de
los espacios académicos, tendrían una relación estrecha con los cuerpos militares de
los Estados imperiales. Entre otros casos, por ejemplo, la leishmaniasis, fue descrita
por William Leishman (1865-1926), un médico integrante del Cuerpo Médico del
Ejército Real designado a la India.
En el caso especíco de Alemania, el giro de las investigaciones de Koch
hacia el estudio de las infecciones tropicales y la medicina veterinaria, y más especí-
camente hacia el desarrollo del concepto de “estado de portador“, estuvo motivado
por el fracaso público luego del anuncio de la cura de la tuberculosis, pero también
por la búsqueda de vincularse a un campo que planteaba una serie de interrogantes
novedosas, alejado de temas que se encontraban consolidados en la agenda cientí-
ca, como la inmunología y la seroterapia. Como ha señalado Gradmann (2016),
en una interpretación que podría extenderse a otros cientícos movilizados por el
estudio de las infecciones tropicales y la medicina veterinaria:
(…) la medicina veterinaria brindó oportunidades excepcionales para experimentar
con enfermedades infecciosas a nivel poblacional. El ganado podía ser fácilmente
trasladado de una zona no-endémica a una zona endémica, por ejemplo. El punto
de vista económico que guiaba estos estudios coincide con el desplazamiento del
punto de vista de Koch, que cambió desde el enfoque en las infecciones indivi-
duales hacia los intentos por comprender y controlar las epidemias en estas pobla-
ciones. Las colonias africanas eran, por lo tanto, lugares ideales para llevar a cabo
este tipo de estudios. Para Koch, el continente se convirtió en un laboratorio en el
cual experimentar con las enfermedades infecciosas y su control. Un lugar en el
que, como él mismo señalaría, “las calles todavía están pavimentadas con el oro
de la ciencia”. (Gradmann, 2016, p. 328) [Traducción de los autores]
En estrecha vinculación con el interés económico, el desarrollo de los estu-
dios botánicos, químicos y agrícolas también se caracterizó por estar surcado por
la tensión entre investigación y aplicación práctica. El botánico ruso Sergei Wyno-
gradsky (1856-1953) y el holandés Martinus Willem Beijerinck (1851-1931), por
ejemplo, radicados en el Instituto Politécnico de Suiza y el Politécnico de Delft
respectivamente, estudiaron los microorganismos causantes de diversas patologías
vegetales, la herencia y variación microbiana, problemáticas estrechamente vincu-
ladas al desarrollo de la industria agropecuaria. Asimismo, virus y hongos, así como
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 21(1): 138-165. Enero-junio, 2020. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica150
las condiciones del medio en el que se reproducían, fueron estudiados desde el punto
de vista químico y microbiológico. Durante la última década del siglo XIX, pero sobre
todo durante las primeras dos décadas del siglo XX, esta tradición, en articulación
estrecha con la entomología agrícola, tendría un gran impulso en Estados Unidos, en
particular al interior del U.S Department of Agricultural (Amsterdamksa, 2008).
El interés empresarial, al igual que en el caso de la seroterapia y las investi-
gaciones microbiológicas vinculadas a la patología vegetal, también tendría su desa-
rrollo en la industria bioquímica. Algunas empresas productoras de cerveza, como
la danesa Carlsberg, movilizaron una serie de recursos para producir estudios sobre
los microorganismos que participan en la fermentación. En la industria química,
por ejemplo, las investigaciones de Chaim Weizmann (1874-1952), quién aisló la
bacteria Clostridium acetobutylicum capaz de transformar almidón en acetona y
butanol, tendrían aplicación práctica en la fabricación de explosivos que serían utili-
zados durante la Primera Guerra Mundial (Amsterdamska, 2008).
Estos intereses transversales dieron lugar, durante la década de 1930 y 1940,
al surgimiento de una nueva rama de la microbiología identicada como “microbio-
logía general”, que reuniría las investigaciones sobre la bioquímica, la genética, la
siología, la adaptación al ambiente y la evolución de los microorganismos.
En la década de 1940, los microorganismos se convirtieron en las herra-
mientas predilectas de los biólogos que promovían y desarrollaban una nueva
“visión molecular de la vida”. Este interés estuvo ligado, inicialmente, al estudio de
las variaciones en los microorganismos y al efecto que estas variaciones pudieran
tener en la patogenicidad de las bacterias o en la inmunidad que proporcionaran, pero
también, los microorganismos se convirtieron en los modelos experimentales prefe-
ridos para estudiar los mecanismos de herencia o el control genético de los procesos
bioquímicos.
LA MICROBIOLOGÍA COMO OBJETO DE LOS ESCT EN
AMÉRICA LATINA: INSTITUCIONES Y ENFERMEDADES
El proceso de conformación de grupos sociales e instituciones vinculados a la
producción de conocimientos microbiológicos que se dio en Europa hacia nales del
siglo XIX tuvo su correlato velozmente en América Latina, en el marco de la confor-
mación de los Estados nacionales. Inicialmente, los actores vinculados a diferentes
tradiciones profesionales y de conocimiento, como la bacteriología médica, la medi-
cina tropical y la veterinaria, movilizaron la mayor cantidad de recursos, liderando la
difusión de estos conocimientos.
Este proceso fue abordado por la historiografía y la sociología de las ciencias,
al menos desde principios de la década de 1990, principalmente en Colombia, Brasil,
México y Argentina, desde diferentes estrategias de investigación que se tradujeron,
a su vez, en distintas maneras de construir a la microbiología (o a algunas de las
Juan Pablo Zabala y Nicolás Facundo Rojas • Historia de la microbiología en América Latina desde la perspectiva de los Estudios... 151
prácticas que hoy se reconocen como pertenecientes a esa tradición de investigación)
como objeto de análisis. Se propone, en la última parte de este trabajo, un repaso
por algunos de estos antecedentes, agrupándolos a partir de dos de estas estrategias
de investigación: en primer lugar, los que abordaron el análisis de los entramados
institucionales en los que se desarrolló la investigación microbiológica y, en segundo
lugar, los que se centraronen el estudio de diferentes enfermedades.
Interesa rescatar dos aspectos. Por un lado, algunos de los aportes que signi-
can estos trabajos previos, que echan luz a una futura tarea de avanzar en una
historia de la microbiología. Al mismo tiempo, estos casos sirven para reexionar
sobre las distintas posibilidades de construir el objeto de investigación y ver, de
qué manera se articulan en estas perspectivas, las diferentes dimensiones cognitivas
y sociales que condicionaron la producción de conocimientos y su circulación por
espacios que excedían a la mera comunidad de especialistas.
En cada uno de estos casos, como se verá, son diferentes los énfasis y las
dimensiones privilegiadas para el análisis: la importancia de una determinada
profesión, el papel de un actor particular, los intereses económicos de un modelo
productivo particular o las expectativas en torno a la salud pública. Sin embargo,
al mismo tiempo, puede verse también una cuestión que atraviesa los procesos
de producción de conocimiento en América Latina. En este sentido, un denomi-
nador común de estas historias es el carácter subordinado de los procesos de desa-
rrollo cientíco locales en relación con lo que sucede en los países centrales. Esto
puede hacerse visible en diferentes cuestiones, ya sea la inuencia de una escuela
de investigación en particular, la visita de un cientíco de renombre, la copia de
modelos institucionales, los viajes de formación de los investigadores locales a
formarse en los centros europeos o norteamericanos y la necesidad de asegurarse
la provisión del equipamiento necesario para las investigaciones desde el exterior.
Asimismo, puede ser también conceptualizado de distintas maneras: la producción
local de conocimiento cientíco como un mero efecto de difusión de la ciencia
europea, de acuerdo con Basalla (1988); como una muestra de dominación cultural
(Varsavsky, 1969), de integración subordinada (Kreimer, 2016) o como una opor-
tunidad para llevar a cabo desarrollos originales que logran ser parte de un coro
internacional de saberes (Cueto, 1989).
La microbiología desde un abordaje institucional
El primer enfoque que nos interesa rescatar es el que ha construido su objeto
de investigación a partir de los marcos institucionales en los que se ha producido el
conocimiento. En la difícil tarea de delimitar el objeto, tensionado permanentemente
por intereses económicos, políticos y profesionales de distinto tipo, una serie de
trabajos ha privilegiado la delimitación empírica que suponen las instituciones en las
que se desarrolla la producción de conocimiento en el campo de la microbiología.
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 21(1): 138-165. Enero-junio, 2020. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica152
De este modo, en América Latina, los institutos bacteriológicos y seroterápicos
creados a lo largo del continente entre nes del siglo XIX y principios del XX, así como
también los productores de conocimientos microbiológicos en general, fueron tomados
como objeto de estudio por parte de sociólogos e historiadores de Brasil, Colombia,
Argentina y México (Cavalcanti, 2013; García López, 2016; Lopes, 2019; Priego, 2009;
Zabala, 2010). Durante este período histórico, que va desde la década de 1880 hasta
1930, es cuando se dan los primeros pasos en la conformación de un locus de recursos
o el inicio del ciclo de “reproducción ampliada” de una cultura de laboratorio (Prego,
1998; Prego, 2001). En esta serie de trabajos se aborda el problema de la historia de la
microbiología a partir del estudio de procesos de creación, análisis de trayectorias o
conformación de entornos institucionales, que han seguido diversas formas organiza-
cionales, tanto bajo la órbita del sector público-estatal como del sector privado.
El polimorsmo institucional, que en términos empíricos signó el proceso de
recepción de la microbiología en la región, ha llevado a que los diversos inves-
tigadores que abordaron la temática –en particular sociólogos e historiadores–
construyan su objeto señalando la inuencia que distintos paradigmas y grupos de
interés, como la medicina tropical francesa, el movimientos higienista alemán, el
pensamiento clínico francés, entre otros, tuvieron en la creación y la consolidación
de estas instituciones. Al mismo tiempo, se han concentrado en la relación de estas
instituciones con el poder político, cuyo principal interés radicó en posicionarlas
como parte de un proyecto de intervención sobre la salud a nivel poblacional, un
proceso dinamizado por la importancia que la higiene pública comenzó a tener en las
ciudades latinoamericanas en el tránsito del siglo XIX al XX.
También es común a muchos de estos trabajos la idea común a los ESCT,
que sostiene que estas instituciones operaban insertas en entornos institucionales
de gran amplitud, señalando la interacción estrecha entre hospitales, institutos,
espacios académicos y círculos de agremiación médicos (Soares Da Costa Santos,
2019; Rojas, 2019). En estos casos, la propuesta analítica no está centrada en señalar
una historia lineal de las instituciones, sino en ampliar el tipo de preguntas sobre la
conformación de grupos, tanto en su dimensión intelectual o cognitiva como orga-
nizacional, sus estrategias de movilización de diversos recursos y las dinámicas de
producción y uso de conocimientos cientícos.
Por cierto, si bien aquí se concentran dentro de una misma perspectiva, que
se identica con el análisis de los entramados sociales encargados de la producción
de conocimiento, es necesario distinguir los matices de los diferentes trabajos en
la conformación de su objeto de estudio. En este sentido, muchas veces ha tenido
mayor atención el problema de la conformación de grupos diferentes –culturales,
profesionales y cientícas, escuelas o tradiciones de investigación–, que la organiza-
ción de los propios Institutos y la conformación de entornos institucionales.
En relación con los espacios de producción de conocimiento, de acuerdo con esta
historiografía, en territorios que a principios de siglo XIX se encontraban bajo admi-
nistración virreinal como Argentina y Colombia, los conocimientos microbiológicos
Juan Pablo Zabala y Nicolás Facundo Rojas • Historia de la microbiología en América Latina desde la perspectiva de los Estudios... 153
comenzaron a circular principalmente al interior de instituciones académicas, satis-
faciendo una demanda generada en torno a las necesidades de la enseñanza en
el área de la anatomía patológica y la higiene urbana (Prego, 2001; Rojas, 2019;
García López, 2014). Inicialmente, un grupo de médicos de distintas nacionalidades,
guiados por el trabajo de identicación del bacilo comma llevado a cabo en Berlín,
tendría un papel protagónico durante la epidemia de cólera de 1885-1886, practi-
cando exámenes a partir de las herramientas conceptuales y técnicas provistas por la
bacteriología. Para ello, fueron capaces de obtener el apoyo necesario para materia-
lizar espacios de producción y reproducción de estas nuevas prácticas, en particular
laboratorios adjuntos a cátedras universitarias u hospitales. Luego de este momento
crucial, los médicos que se lanzaron a identicar bacterias y producir experimental-
mente enfermedades infectocontagiosas en pequeños animales se posicionaron en
la región como integrantes de un colectivo de investigadores de bacterias disemi-
nado en distintas partes del mundo, pero con epicentro en Europa (Alvares, 2012;
García López, 2016; Prego, 2001; Rodríguez, Rivero y Carbonetti, 2018). Las rela-
ciones que orientaban el modo en que los investigadores locales se integraban a ese
escenario mundial han sido interpretadas de diversas maneras y han variado en los
disímiles casos empíricos concretos, en los que varían los intereses movilizados, la
centralidad de los conocimientos en la denición de las problemáticas y en la aplica-
ción de políticas concretas, y, claro, a los marcos interpretativos de los historiadores.
En el caso de Brasil, como ha señalado Benchimol (2000), el proceso de
recepción de la microbiología estaría cargado de tensiones y conictos. Para el
autor, la reforma administrativa, urbana, etc, iniciada luego del cambio en el
régimen imperial, no implicó un corte abrupto con la tradición comenzada por
la Escuela Tropicalista Bahiana, que si bien había sido integrada por médicos
con perles heterogéneos –sus tres principales liderazgos, Otto Wucherer, John
Paterson y José Francisco Da Silva Lima eran extranjeros– centraron sus preocu-
paciones en el estudio de los parásitos como productores de enfermedades, abor-
dando su estudio a partir de conocimientos novedosos como la anatomía patoló-
gica, la microscopia o la química. En el Brasil republicano, los actores vinculados
al estudio de los microorganismos patógenos, así como a la producción de sueros,
guiados ahora por el marco conceptual de la medicina tropical y el estudio de la
ebre amarilla –lo que implicaba un desplazamiento en los objetos bajo estudio–,
se multiplican, reproduciendo algunas preocupaciones de la década anterior como
el estado de la salud en el interior rural (Benchimol, 2000).
Al igual que en Europa y Estados Unidos, el proceso de recepción de la micro-
biología adquirió un nuevo impulso en la región una vez que los conocimientos
asociados a la seroterapia comenzaron a circular. Como se ha señalado más arriba,
este proceso había dado lugar a que las características organizacionales de los insti-
tutos y laboratorios bacteriológicos cambiaran sensiblemente durante los primeros
cinco años de la década de 1890, tensionados por la articulación de una dimensión
práctica y una dimensión cientíca.
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En América Latina, los grupos vinculados a estas instituciones se apropiaron
velozmente de los conocimientos seroterápicos, tanto a través de la importación
de sueros –comprados a los institutos alemanes o al Instituto Pasteur– como de las
estadías formativas y la formación autodidacta. Durante los primeros cinco años
del siglo XX, este proceso se había generalizado, dando lugar a dinámicas de crea-
ción, organización o reforma en casi todas las ciudades latinoamericanas. En Buenos
Aires, por ejemplo, la recepción de conocimientos seroterápicos se produjo al inte-
rior de la principal asociación de agremiación médica de la ciudad, el Círculo Médico
Argentino. Al comenzar el siglo XX, también en Brasil y Uruguay, diversas institu-
ciones, creadas bajo la órbita estatal o surgidas de iniciativas privadas, articularon las
dos dimensiones, la producción de conocimientos bacteriológicos y la elaboración
de agentes terapéuticos y preventivos (Alves Duarte da Silva, 2016; Cavalcanti y
Romero Sá, 2017; Rodríguez Ocaña, 2007; Rojas, 2019).
Las formas institucionales creadas en este momento comprendieron desde
pequeños laboratorios dependientes de instituciones sanitarias de administra-
ción comunal, como el laboratorio bacteriológico de la Asistencia Pública de la
ciudad de Buenos Aires, hasta instituciones divididas en diferentes secciones espe-
cializadas, con personal numeroso y orientadas a la elaboración y distribución
de agentes terapéuticos y preventivos (Stepan, 1976). En los diversos casos, su
funcionamiento dependía de ministerios, agencias de higiene de carácter nacional
o universidades (Benchimol y Texeira, 1993; Priego, 2009; Rojas, 2019; Stepan,
1976). Por otro lado, si bien estos se caracterizaron por la fragilidad institucional
al menos hasta la década de 1940, la creación de diferentes espacios de producción
e investigación, como los dos Institutos Bacteriológicos creados en Buenos Aires
durante la primera década del 1900 –bajo dependencia del Ministerio de Agri-
cultura y del Departamento Nacional de Higiene–, fue un hecho que dinamizó el
proceso de recambio y transmisión de aprendizaje entre las sucesivas generaciones
de bacteriólogos.
De este modo, en la región, e independientemente de sus regímenes de
gobierno –republicanos o imperiales–, la microbiología sería impulsada por el desa-
rrollo de la “bacteriología médica” y los médicos, nucleados en torno a asociaciones
profesionales, cientícas y gremiales, se posicionarían como los principales repro-
ductores de estos conocimientos, tomando a las instituciones sanitarias estatales
como plataforma, aunque no exclusivamente. La articulación de la microbiología
con las problemáticas agropecuarias, al menos en el caso de la Argentina, también
tuvo una historia compleja, que aún es necesario investigar y cuyo análisis posible-
mente alteraría este panorama que se ha trazado hasta aquí.
Juan Pablo Zabala y Nicolás Facundo Rojas • Historia de la microbiología en América Latina desde la perspectiva de los Estudios... 155
La microbiología a través del estudio de enfermedades:
las relaciones entre conocimientos y políticas
El segundo de los modos de abordar el análisis de la microbiología desde una
perspectiva de los ESCT que interesa rescatar está ligado al estudio de las enferme-
dades desde una perspectiva que las considera procesos al mismo tiempo sociales y
cognitivos. En estos, el objeto es pensado como un “marco” de relaciones en el cual
se desarrollan procesos de producción de conocimiento, de intervención política,
desarrollo de profesiones, consolidación de roles sociales, de producción y comercio
de bienes y servicios (Rosenberg & Golden, 1992).
Esta perspectiva que asume a las enfermedades como procesos sociales, que
ha sido ampliamente desarrollada por la historia social dedicada al campo de la salud,
implica una manera de denir el objeto de investigación que articula las dos dimen-
siones –cognitiva y social– que se ha rescatado en la primera parte del artículo. En
particular, desde los ESCT, se ha rescatado esta perspectiva general, y se le ha dado una
particular importancia al papel que la producción de conocimientos cientícos tiene en
el proceso de denición de las enfermedades tanto en el plano cognitivo (cuáles son las
características de esa entidad mórbida, sus agentes causales, sus modos de contagio, su
prevalencia, entre otras características), social (qué conductas la favorecen, quiénes las
sufren, quiénes son los responsables) como político (qué hacer frente a la enfermedad,
quién es el responsable de asumir esas intervenciones). En la medida en que buena
parte de las enfermedades estudiadas tienen un carácter infeccioso y son denidas e
investigadas a partir de las teorías microbianas, se considera que esta estrategia de
investigación es otra vía legítima para avanzar en un estudio histórico de la microbio-
logía desde una perspectiva en la que se resaltan las interacciones entre los espacios
de producción de conocimiento y de su interacción con un mundo social más amplio.
De hecho, en la medida en que en la propia denición de una enfermedad
hay una referencia a una serie de procesos biológicos (agentes infecciosos, vectores,
mecanismos de interacción con el organismo), los conocimientos cientícos son los
que permiten una primera denición del objeto en cuestión y aportan el lenguaje
sobre el que se dene la entidad. Sin embargo, esta denición, que puede ser más
o menos estable dentro de una disciplina o especialidad de investigación, implica
además una serie de deniciones más allá de los espacios de producción de conoci-
mientos. Así, una enfermedad que logra atraer la atención de la sociedad, ya se trate
de un brote epidémico o una endemia que alcanza una cierta notoriedad, se convierte
en un espacio social que articula diferentes prácticas (de curación, prevención e
investigación), actores (investigadores, médicos, políticos, industrias) y políticas
(modos de intervención sanitaria, de apoyo a la investigación).
Desde los ESCT en América Latina, diferentes trabajos han tenido la preten-
sión de articular ambas dimensiones de análisis en un mismo objeto, en el que tanto
las dimensiones cognitivas –al proponer una forma de mirar el acontecimiento
de la enfermedad– participan de una conceptualización del objeto, así como las
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 21(1): 138-165. Enero-junio, 2020. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica156
dimensiones sociales (fundamentalmente las políticas sanitarias destinadas al mante-
nimiento de un orden sanitario) inuyen en la producción de conocimiento, selec-
cionan algunos de los postulados que vienen del mundo cientíco y moldean el
espacio social denido por la enfermedad.
Las enfermedades han sido, de hecho, importantes vectores del desarrollo de
las ciencias en América Latina y a través de sus estudios es posible analizar tanto el
desarrollo de la investigación como de los grupos sociales que la llevaron adelante.
Así lo muestran una serie de trabajos producidos principalmente en Colombia, Brasil
y Argentina desde mediados de la década de 1990, que estudian tanto la recepción
de la bacteriología en estos países, así como su inserción y circulación en distintas
instituciones sanitarias durante el proceso de consolidación estatal.
Estos trabajos parten de analizar la historia de distintas enfermedades y su
trayectoria en el tiempo, articulando distintas dimensiones analíticas. En una de
estas dimensiones, la microbiología es estudiada en relación con la producción
de conocimiento cientíco y técnico sobre distintas enfermedades, en particular
endemias –rurales y urbanas– como la lepra, las ebres palúdicas y la enfermedad
de Chagas, y el modo en que estas emergen como problemas sociales sobre el
cuál distintos agentes sociales, como instituciones, corporaciones profesionales
y gobiernos comienzan a intervenir (Obregón, 2002; Kropf, 2009; Zabala, 2010).
En el caso de Colombia, estos trabajos se centraron en estudiar el modo en
que estas enfermedades fueron conceptualizadas por una élite de médicos, cuyo
principal objetivo era la creación y consolidación de una tradición médica nacional
en el contexto de la conformación de los estados-nacionales a partir de la nueva
etiología bacteriana “cientíca” en un momento de tenue institucionalidad para la
producción de conocimientos tecnocientícos. Su mayor aporte reside en presentar
un panorama complejo de la recepción del modelo etiológico bacteriano y el modo
en que este proceso estuvo marcado por una serie de oposiciones, así como también
de articulaciones con tradiciones médicas locales.
En el caso de los trabajos de Diana Obregón, su principal preocupación teóri-
co-conceptual inicial apuntó a la discusión del modelo de difusión de George Basalla
para demostrar empíricamente, en línea con un debate de mayor amplitud –central para
los estudios sociales sobre la ciencia y la tecnología en la región durante sus inicios–,
las particularidades, resignicaciones y articulaciones producidas por su recepción
en el espacio local. Según Obregón, a través del estudio del desarrollo de la lepra en
Colombia, es posible ver el carácter transicional que tuvo el proceso de investigación de
la enfermedad desde el paradigma bacteriológico. En el plano cognitivo, estos cambios
estuvieron marcados por el pasaje de un paradigma desde el cual la lepra era entendida
como una enfermedad hereditaria –por lo tanto, no transmisible de personas enfermas a
sanas, lo que hacía innecesario el aislamiento de los enfermos– a su estudio desde el para-
digma bacteriológico, y con ello la identicación de un agente infeccioso causal, modos
de transmisión y estrategias de intervención basadas en la segregación de los afectados.
Juan Pablo Zabala y Nicolás Facundo Rojas • Historia de la microbiología en América Latina desde la perspectiva de los Estudios... 157
En el plano social, los conocimientos bacteriológicos estuvieron enmarcados por
–y dinamizaron– el proceso de profesionalización de los médicos locales, confor-
mando redes de actores sociales e instituciones originales por las que circulaban
los nuevos conocimientos (Obregón, 1998).
López García retoma algunas de estas preocupaciones teóricas. Al tomar las
ebres palúdicas como objeto de estudio, la autora desgrana un conjunto de dinámicas
sociales en las cuales la recepción y circulación de los conocimientos bacteriológicos
tuvieron un protagonismo central. En sus trabajos también es posible ver el impacto
que tuvo la recepción del paradigma bacteriológico hacia nes del siglo XIX y de la
imbricación de factores sociales y cognitivos en ese proceso que, lejos de darse de un
modo medianamente automático a partir de la superioridad de un conjunto de argu-
mentos sobre otros, reconoce idas y vueltas, recursos y contradicciones. Al contrario,
a partir de la reconstrucción histórica es posible ver cómo la aceptación de las nuevas
teorías muchas veces tiene lugar de un modo contradictorio e incremental, mezclando
argumentos de uno y otro paradigma en la explicación de los hechos, y sobre todo,
atada a las posiciones que ocupan los actores de mayor inuencia dentro de los espa-
cios sociales de producción y legitimación de los conocimientos, y de los modos de
aplicarlos en el ejercicio médico y en la denición de medidas políticas.
De hecho, la élite médica bogotana de la segunda mitad del siglo XIX,
nucleada en torno a la Sociedad de Biología de Bogotá –una sociedad cientíca
y gremial creada en el año 1873–, inicialmente se posicionó en contra de la adop-
ción del modelo bacteriano para explicar la causa de las enfermedades infectocon-
tagiosas (García López, 2014). Esta resistencia, sin embargo, no fue monolítica. En
el transcurso de una epidemia de ebre amarilla ocurrida en Cúcuta a nes del año
1886, un médico disidente, Julio Uricoechea, capitalizaría una demanda planteada
por el Ministerio de Fomento llevando a cabo una serie de inoculaciones preventivas
basadas en las técnicas del mexicano Carmona y Valle (García López, 2012a).
A pesar de esta iniciativa estatal y de la promoción de médicos disidentes, la
hegemonía detentada por la élite médica bogotana, que se mantuvo reacia a aceptar
los nuevos conocimientos y se aferró a sus paradigmas tradicionales, impidió la
generación de un consenso amplio durante la siguiente década. Así, la adopción
del modelo bacteriano estuvo cargada de ambivalencias y su incorporación al
discurso médico y político atravesó distintas instancias en las que se articuló con
los modelos etiológicos de las tradiciones médicas dominantes, en particular, los
ambientales –“miasmáticos” –, cuya principal expresión profesional y discipli-
naria era la geografía médica (García López, 2012b).
La relación entre los aspectos de tipo cognitivo, sociales y políticos se hacen
especialmente evidentes en el análisis del surgimiento de la enfermedad de Chagas
en Argentina y Brasil. En este caso en particular, la bacteriología tuvo un papel
fundamental no solo en la denición del alcance y de las características de la enfer-
medad, sino de su propia existencia. A diferencia de otros casos en los que la inves-
tigación cientíca y la práctica médica aparecen como respuestas a situaciones
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patológicas evidentes (la existencia de las malformaciones de la lepra, el malestar
y las muertes causadas por las ebres, por retomar los dos ejemplos aludidos ante-
riormente), en el caso de la enfermedad de Chagas, la emergencia de la enfermedad
fue el resultado de una serie de procedimientos llevados a cabo en los laborato-
rios del recientemente creado Instituto Manguinhos, en Río de Janeiro, por parte
de Carlos Chagas en la primera década del siglo XX. Allí, al analizar muestras de
sangre tomadas en el interior de Brasil, Chagas dio cuenta de la identicación de un
nuevo protozoario, al que denominó Trypanosoma cruzi en honor a Oswaldo Cruz,
del vector que transmitía su infección a los humanos (barbeiro, vinchuca, chinche),
y de una serie de síntomas clínicos que estaban asociados. Este “polimorsmo” de
la enfermedad propuesto inicialmente por Chagas incluía como consecuencia de
la acción del Trypanosoma cruzi al bocio (por el compromiso de la tiroides) y al
denominado “cretinismo” (alteraciones mentales producto de lesiones en el aparato
nervioso causados por la infección), además de otros síntomas como las dolencias
cardiacas y el compromiso de diversos órganos afectados por la infección.
En su análisis de este proceso, Kropf (2009) da cuenta de las diversas dimen-
siones que condicionaron el proceso de producción de conocimientos sobre los que se
postuló la existencia de la enfermedad, por un lado, y cómo esas armaciones fueron
recibidas por parte de la sociedad, de los círculos profesionales vinculados, y funda-
mentalmente del impacto político que tuvo para los distintos gobiernos. En términos
cognitivos, los primeros trabajos de Chagas son una muestra cabal de la inuencia
de los institutos europeos ligados a la bacteriología y a la Medicina Tropical en sus
homólogos latinoamericanos de principios del siglo XX, y su propia existencia solo
puede ser entendida en el contexto de la adopción del paradigma bacteriológico. La
búsqueda de agentes infecciosos en el terreno (y la importancia de los territorios
tropicales para esta tarea), la aplicación del modelo de las enfermedad infecciosas,
así como las técnicas utilizadas para describir las características del parásito (desde
los procedimientos para infectar animales en el laboratorio hasta las técnicas de
coloración utilizadas), fueron elementos constitutivos del programa de investigación
europeo, y de hecho investigadores del Instituto de Medicina Tropical de Hamburgo
colaboraron en las descripciones iniciales del ciclo de vida del T. cruzi, que tuvieron
una gran repercusión en el mundo cientíco (Kropf, 2009).
Sin embargo, también el modo en que la nueva enfermedad fue recibida en
el mundo médico y político estuvo atravesado por aspectos sociales que ayudaron
a la aceptación de su importancia cientíca y sanitaria, aun cuando luego muchas
de las armaciones de Chagas no se hayan conrmado (particularmente, la asocia-
ción entre la infección con el parásito y el bocio y cretinismo endémicos del inte-
rior brasileño). En particular, tal como muestran el trabajo de Kropf y el de Löwy
(2001), la importancia política y el prestigio de Oswaldo Cruz, director del Instituto
Manguinhos, como consecuencia del éxito en las medidas de control de la ebre
amarilla en Rio de Janeiro en el inicio del siglo XX, la pertenencia del propio
Chagas a ese espacio institucional, así como la existencia de un clima político
Juan Pablo Zabala y Nicolás Facundo Rojas • Historia de la microbiología en América Latina desde la perspectiva de los Estudios... 159
de modernización favorable a los adelantos cientícos, crearon las condiciones de
posibilidad para el reconocimiento inicial que tuvo la enfermedad como problema
sanitario, y el propio Chagas como investigador.
En el estudio que se ha realizado sobre la enfermedad en Argentina (Zabala,
2010), la recepción de los hallazgos de Chagas y las distintas iniciativas que se
derivaron de ella nos sirven también como una puerta de entrada a la comprensión
del desarrollo local de la microbiología: de los espacios de producción de conoci-
mientos, de las intervenciones estatales en materia sanitaria siguiendo el paradigma
bacteriológico, y sobre todo del modo en que se articulan los conocimientos cien-
tícos y las dimensiones sociales en la conguración de los problemas públicos.
De hecho, en un escenario diferente al brasileño, aunque marcado por la existencia
de los mismos hechos biológicos (la comprobación de parásitos y vectores en el
territorio), una conguración social diferente del espacio cientíco-político implicó
una valoración distinta de lo que había ocurrido en Brasil. En Argentina, el Instituto
Bacteriológico del Departamento Nacional de Higiene (versión local de las institu-
ciones análogas a las que se ha referido) desarrolló una serie de investigaciones en
las que no se pudieron comprobar los postulados de Chagas (básicamente, la rela-
ción entre infección parasitaria y bocio), y se terminó concluyendo que en el país
no existía la enfermedad (como hipótesis ad hoc se recurrió a una posible inuencia
de los factores climáticos para atenuar la virulencia del parásito), lo que derivó en
la década de 1920 toda una serie de controversias acerca de la existencia o no de la
enfermedad de Chagas y de la importancia que tenía en términos epidemiológicos y
políticos. Por cierto, estas armaciones provenían del director del Instituto, Rudolf
Kraus, de origen austríaco, que había desarrollado estudios sobre el bocio en Europa
y que analizó las armaciones de Chagas con esos parámetros.
Siguiendo la trayectoria del Chagas, por último, se encuentra que el estado
controversial en el que se encontraba la enfermedad durante toda la década de
1920 fue, en buena medida, superado gracias a los aportes de otro grupo de inves-
tigación argentino radicado en la Misión Argentina de Patología Regional del
Norte (MEPRA), bajo la dirección de Salvador Mazza, y en el que tuvo un papel
destacado Cecilio Romaña. A partir de estas investigaciones que implicaron una
aproximación sistemática y de revisión de los distintos postulados inicialmente
propuestos por Chagas, se produjo una redenición de la enfermedad, descartán-
dose nalmente la asociación con el bocio. Aquí, nuevamente, fueron centrales las
condiciones en que se dieron esas investigaciones: desde la formación de Mazza
y la inuencia que tuvo en él su paso por los institutos europeos para el desarrollo
de una perspectiva cientíca en un contexto institucional donde esto era poco
frecuente, por un lado, pero también la creciente importancia de la intervención
estatal (en general, y especícamente en materia sanitaria) que comienza a veri-
carse luego de la crisis de 1930.
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CONSIDERACIONES FINALES: LA CONSTRUCCIÓN DE LA
MICROBIOLOGÍA COMO OBJETO DE INVESTIGACIÓN
A lo largo del trabajo se ha recuperado algunos de los aportes que pueden
derivarse de la adopción de un enfoque cercano a los ESCT para el estudio de la
microbiología, y cómo estas diferentes opciones se han resuelto empíricamente en la
investigación sobre instituciones y enfermedades en América Latina.
El primer aporte que se rescata está fundamentalmente vinculado a la idea
de romper con la “concepción heredada” de que la ciencia es un proceso autó-
nomo, cuyo desarrollo está regido por sus propias leyes internas. En cambio, la
propuesta es incorporar en el análisis los distintos factores sociales que condi-
cionan la producción de conocimiento (disciplinarios, políticos, institucionales,
sociales, entre otros). Ahora bien, si todo aspecto del mundo social es pasible de
tener una inuencia en el proceso de producción y circulación de conocimientos,
¿de qué modo se puede establecer una frontera en la delimitación del objeto de
investigación? ¿Qué queda adentro y qué queda afuera de la investigación?
Se propone que, teniendo en mente la necesidad de prestar atención al conte-
nido del conocimiento y a sus condiciones sociales de producción y circulación, la
respuesta debe ser empírica: es necesario ver, en cada caso analizado, cuáles han
sido los condicionamientos en el proceso de generación, adaptación y circulación de
conocimientos y cómo es posible delimitar allí una unidad de sentido.
Estas respuestas empíricas han tenido, en los ESCT, distintas formas de resolu-
ción. Por un lado, apelando a la unidad que puede reconocerse en los diversos modos
de organización social de la producción de conocimientos, a partir de conceptos tales
como disciplinas, campos o regímenes de producción de conocimientos. Ahora bien,
en el caso de la microbiología, se ha visto que el concepto reere a una multiplicidad
de prácticas, espacios de producción y de aplicación, lo que implicaría prestar una
especial atención al modo en que estos conceptos podrían aplicarse.
Una segunda forma de delimitación de la microbiología como objeto de inves-
tigación ha sido a través del análisis de las instituciones en los que se han llevado a
cabo, principalmente los grandes institutos creados hacia principios del siglo XX.
Desde este enfoque, la unidad está dada por los marcos institucionales, aunque en su
concepción esos espacios tienen fronteras difusas y funcionan como lugares desde
los que se articulan y negocian los múltiples intereses a los que reeren las investiga-
ciones, ya sean profesionales, políticos, económicos. Desde esta perspectiva, entonces,
el análisis propone comprender el modo en que una determinada forma de producir
conocimiento (la microbiología, bacteriología o las diversas disciplinas asociadas)
es adoptada por una sociedad particular y cómo las particularidades propias de ese
espacio social moldean ese proceso de incorporación/recepción/desarrollo.
En el caso en que las investigaciones construyen su objeto a partir de enferme-
dades, la microbiología aparece más bien como una herramienta que interviene en la
denición de –y permite conocer– una entidad mórbida cuyos efectos son directamente
Juan Pablo Zabala y Nicolás Facundo Rojas • Historia de la microbiología en América Latina desde la perspectiva de los Estudios... 161
visibles por la sociedad que se ve afectada. El foco no está directamente puesto
en el desarrollo de los conocimientos, sino más bien en cómo esos conocimientos
moldean un espacio social denido por la enfermedad.
Por último, se ha señalado la especicidad que los desarrollos cientícos en
América Latina siempre se dan en una relación desigual con los países centrales y
las diferentes nociones que han dado cuenta de estas relaciones (dominación, subor-
dinación, cooperación). Al respecto, se considera que la aplicación de cualquiera de
estos conceptos no puede ser un a priori teórico, sino que deben surgir del análisis
especíco y de las características del caso empírico. Sin embargo, al mismo, algunas
cuestiones pueden ser tomadas como constantes para los distintos análisis particu-
lares. En primer lugar, el carácter desigual en relación con los recursos disponibles
(materiales, simbólicos y políticos) de los espacios locales con relación a los países
centrales y, en segundo lugar, el hecho de que el desarrollo local es en buena medida
una recepción de los desarrollos originados en los países centrales. La historia de la
ciencia local, entonces, no puede escapar a su permanente puesta en tensión con el
modo en que se desarrolla en los países de los que adopta sus patrones de conducta.
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