LA ASESORÍA MILITAR ARGENTINA EN HONDURAS

Emiliano Balerini Casal*

Resumen

En este trabajo se analiza la influencia que tuvo el ejército argentino en las Fuerzas Armadas hondureñas para desestabilizar políticamente al gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), así como ayudar a desestabilizar a las guerrillas de El Salvador y Guatemala, a partir de 1980. Para poder explicar lo anterior es necesario realizar un breve recorrido por la historia que rodeó a la Junta Militar Argentina entre 1976 y 1983, y examinar el éxito que tuvo con su política contrainsurgente. Asimismo, la extraterritorialización del sistema represivo de la Junta Militar Argentina, propuesta en la Conferencia de Ejércitos Americanos (CEA), en noviembre de 1979 en Bogotá, Colombia, es estudiado, pues es a partir de esta propuesta formal de asesoramiento militar a distintos países de la región que se dio la intervención del país sudamericano en Centroamérica.

Con lo anterior, se pretende contribuir a los estudios y debates que en los últimos tiempos se realizan acerca de esta materiaen distintas universidades de América Latina, como la UNAM, en México y la UBAen Argentina. Finalmente, es importante aclarar que el artículo representa un acercamiento a la forma en la que operó la dictadura militar argentina en Honduras, país que sirvió como base para que se entrenara La Contra.

Palabras claves: dictadura militar argentina, conflicto centroamericano, Honduras, intervención militar, guerras civiles, conflicto este - oeste.

ARGENTINE MILITARY ADVISERS IN HONDURAS

Abstract

This article aims to analyze the influence the Argentine Army had in the Honduran Armed Forces to politically destabilize the government of the Sandinista National Liberation Front (FSLN), as well as desestabilize to the guerrillas of El Salvador and Guatemala, since 1980. It is necessary to briefly analyze the historical context that surrounded the Military Junta Argentina between 1976 and 1983, and the success that it had with its counterinsurgent policy.

The extraterritorialization of its repressive system, proposed at the Conference of American Armies (CEA), in November 1979 in Bogotá, Colombia, is a point that must be analyzed. It is from this formal proposal of military advice to different countries inthe region that the intervention of the South American country in Central America occurred.

It is intended to contribute to the studies and debates that in recent times are being conducted on this subject in different universities of Latin America, such as the UNAMin Mexico and the UBA in Argentina. The article represents an approach to the way in which the Argentine military dictatorship in Honduras operated, which served as a base for the training of La Contra.

Keywords: military dictatorship argentine, central american conflict, Honduras, military intervention, civil wars, east – west conflict

Fecha de recepción: 4 de noviembre de 2017 • Fecha de aceptación: 23 de abril de 2018

Emiliano Balerini Casal • Estudiante del Doctorado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM. Su actual tema de investigación es la Intervención de la dictadura militar argentina en el conflicto centroamericano (1978-1983). Estudió la Maestría en Estudios Latinoamericos en la misma institución y Licenciatura en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. García.

Antecedentes 

Para hablar de la intervención de la dictadura militar argentina en Honduras durante el conflicto centroamericano de los años setenta y ochenta, es necesario saber que si bien en ese país del istmo no hubo una guerra civil como en otras naciones de la región, su territorio funcionó para fundar y entrenar a las Fuerzas Democráticas Nicaragüenses (FDN) y a la Legión 15 de Septiembre, entre otras organizaciones que posteriormente conformaron La Contra, la cual atacaría las revoluciones de la zona.

No era la primera ocasión que el territorio hondureño era utilizado para embestir a movimientos sociales o gobiernos de los países vecinos. Juan Arancibia (1983) explica que el 24 de mayo 1954, Honduras firmó un acuerdo con Estados Unidos para crear el Primer Batallón de Infantería (pp. 23-24). Casi un mes después, el 27 de junio, las fuerzas paramilitares que derrocaron al mandatario guatemalteco Jacobo Arbenz, encabezadas por Carlos Castillo Armas, salieron desde Honduras y Nicaragua

Desde el inicio de la Guerra Fría en 1947 el mundo quedó dividido en dos. Uno de los escenarios donde se dirimió el conflicto Este-Oeste, entre Estados Unidos y la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), fue América Latina. Mientras en Sudamérica las dictaduras militares acababan con los supuestos “enemigos internos”, apoyados en la Doctrina de Seguridad Nacional y la Operación Cóndor, Centroamérica se debatía en medio de conflictos armados que orillaban a su sociedad a estar en uno u otro bando.

El conflicto centroamericano fue tan importante para la región, que según Mario Vázquez Olivera (2014) representó: “Nuestra propia Guerra Fría” (p. 183). Para María Seoane (2006) después del triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)el 19 de julio de 1979, Estados Unidos no se podía permitir otros triunfos revolucionarios en la zona e hizo lo que estuvo en sus manos para impedirlo: desde financiar ejércitos contrarrevolucionarios hasta acordar con las fuerzas armadas de otros países el entrenamiento de escuadrones de la muerte en el Istmo (Suplemento especial, Clarín, 24/03/2006).

Por su parte, Alain Rouquié (1994) señala que se han propuesto dos líneas de investigación sobre los orígenes del conflicto centroamericano. Por un lado, la tesis más difundida por el gobierno de Ronald Reagan decía que América Central era víctima de una agresión soviético-cubano y que los conflictos que perturbaban la paz del istmo se derivaban del expansionismo de la Unión Soviética en Cuba y Nicaragua, de la misma forma como sucedió en Angola y Vietnam. Esta interpretación tuvo una explicación más amplia en el Informe de la Comisión Nacional Bipartidista sobre América Central, también conocido como Informe Kissinger, presentado en enero de 1984, donde se reconocía que las condiciones miserables imperantes en la mayoría de los países de la región propiciaban la sublevación revolucionaria, pero aseguraba que esas condiciones “fueron explotadas por fuerzas foráneas hostiles” y por consiguiente no se trataba de revoluciones autóctonas (p. 16).

La otra interpretación sobre las guerras civiles del istmo atribuye los orígenes de la crisis centroamericana al subdesarrollo, a la acumulación explosiva de la miseria y a la opresión (Guevara de la Serna, 1963). Sus partidarios, dice Rouquie, sostienen que la represión y el autoritarismo de los gobiernos alentados por Estados Unidos empujaron a la oposición democrática o reformista a terminar aliados a los revolucionarios. A lo cual los partidarios de la interpretación Este-Oeste responden, no sin aparente lógica, que la miseria siempre ha existido en esos países, sin que por ello se produjeran revoluciones. Y que por el contrario, esas naciones conocieron entre 1960 y 1978 un desarrollo y una modernización acelerados y se encontraban en un periodo de progreso innegable cuando empezaron las revoluciones. Hay que buscar la mano foránea, señalan, porque los datos internos contradicen la explicación tercermundista (p. 17).

En este sentido, el presente artículo se suma al campo de estudio que asegura que las guerras civiles centroamericanas y las confrontaciones armadas en la región fueron inscritas en el conflicto Este-Oeste como una manera de transnacionalizarlas. Estados Unidos necesitaba justificar su intervención en la zona de alguna forma ya que su objetivo era acabar con la Nicaragua sandinista y bloquear un posible triunfo revolucionario en El Salvador y Guatemala. Por tanto, es en este contexto en que el artículo está dedicado a analizar la intervención de la dictadura militar argentina en Honduras.

Los militares argentinos intervinieron en ese país y el resto del istmo con tres objetivos: el primero de ellos fue sustituir a Estados Unidos como guardián militar del capitalismo cristiano en el subcontinente (Cardoso, Kirschbaum y Vander Kooy, p. 27). El segundo era ayudar y entrenar en materia de inteligencia a La Contra (Hüeck, Matamoros, Bosco, p. 13). Finalmente, se buscó perseguir a los exiliados de su país que se escaparon de la dictadura y se integraron a los distintos movimientos armados de El Salvador, Guatemala y Nicaragua, así como aquellos que buscaron regresar a Argentina para la Contraofensiva de 1979 (Sentencia condenatoria del Batallón 601, Centro de Información Judicial (CIJ), p. 50).

Teniendo presente esos tres objetivos es que el artículo propone dos hipótesis; primero, que después del éxito obtenido por el ejército argentino para acabar con el supuesto “enemigo interno” de su país, antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, la Junta Militar, encabezada por Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti, extraterritorializó su política represiva en el continente. Esto lo hizo oficialmente a partir del golpe de estado de Bolivia el 17 de julio de 1980, cuando la dictadura militar argentina asesoró a ese país en la materia. Extraoficialmente su propuesta inició en 1977, cuando apoyó al gobierno de Anastasio Somoza al venderle armamento y enviarle asesores. Pero de manera concreta, la propuesta se realizó en la XIII Conferencia de Ejércitos Americanos (CEA), de Bogotá, Colombia, donde Roberto Eduardo Viola, jefe del ejército argentino, planteó crear una fuerza armada latinoamericana para combatir al comunismo internacional.

La segunda hipótesis tiene que ver con que se decidió que Honduras fuera el país donde se estableciera un Estado Mayor Argentino en el contexto de la firma de un acuerdo secreto entre las fuerzas armadas de esa nación centroamericana, Argentina y Estados Unidos, conocido como Plan Charlie, donde Honduras, habiendo sido empleada en otras ocasiones como base militar de Estados Unidos, pusiera su territorio para que se entrenara los ejércitos irregulares que enfrentarían a la Nicaragua sandinista, y las guerrillas de El Salvador y Guatemala; Argentina el entrenamiento de esas fuerzas armadas y los norteamericanos el financiamiento de ellas.

Libros como Honduras, República Alquilada, de Gregorio Selser; Monjes, Mercenarios y Mercaderes, de Roberto Bardini; La última batalla de la Tercera Guerra Mundial, de Horacio Verbitsky; La Dictadura Militar Argentina y el Genocidio Centroamericano, de Raúl Cuestas; Operación Cóndor, de Stella Calloni, y La pista Suiza, de Juan Gaparini, entre otros, dan luz sobre el tema desde el periodismo. Asimismo, el reportaje especial que María Seoane publicó el 24 de marzo de 2006 en el diario Clarín, de Argentina, sobre el Plan Charlie, aporta en la materia.

Desde la academia uno de los primeros referentes fue Ariel Armony con su tesis doctoral La Argentina, los Estados Unidos y la cruzada anticomunista en América Central, 1977-1984. En los últimos años también se publicaron: Centroamérica, política, violencia y resistencia: Miradas históricas, coordinado por Esteban de Gori y Julieta Rostica; Guatemala y la Guerra Fría en América Latina (1947-1977), coordinado por Roberto García Ferreira; La CIA y el caso Arbenz, de Roberto García Ferreira, y La Guerra Fría y el Anticomunismo en Centroamérica, coordinado por Arturo Taracena Arriola y  Roberto García Ferreira, entre otros. El Grupo de Estudios sobre Centroamérica (GECA), de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires encabezado por Julieta Rostica ha hecho un trabajado relevante en la materia

Aún falta, sin embargo, indagar más sobre las razones por las cuales la Junta Militar Argentina, encabezada por Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti en 1976, y a partir de 1981 por Leopoldo Fortunato Galtieri, decidieron enviar asesores castrenses y civiles al istmo centroamericano, sustituyendo en más de una oportunidad al gobierno estadounidense, pero con la complacencia y complicidad de éste, especialmente durante el gobierno de Ronald Reagan (Clarín, 24/03/2006).

El tema será apoyado por bibliografía, hemerografía, informes de derechos humanos especializados, sentencias judiciales y cables desclasificados en 2009 por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina. Asimismo, se emplearán documentos desclasificados en los últimos años por el Departamento de Estado norteamericano, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Buró Federal de Investigaciones (FBI).

Sustituir a Estados Unidos

Oscar Cardoso, Ricardo Kirschbaum y Eduardo Van der Kooy (1983), han señalado que la idea de sustituir a Estados Unidos fue concebida en 1979 por el Estado Mayor General del Ejército (EMGE), a partir de la creencia de que Argentina podía ocupar los espacios vacíos en la lucha continental contra el comunismo internacional que había dejado la administración de James Carter con su política de derechos humanos (p. 27).

Los autores del libro Malvinas, la trama secreta, aseguran que si bien este hecho también hizo que la dictadura militar argentina extendiera su manto protector sobre el gobierno de facto de Luis García Meza, lo cual no era del agrado de Carter, los norteamericanos vieron en el compromiso ideológico voluntarista de los argentinos una herramienta útil. La junta militar estaba en condiciones de asumir -con fondos y material proporcionados por Washington- un grado de participación en la crisis, que el presidente estadounidense no podía ordenar a los suyos sin correr el riesgo de desatar una polémica en su propia opinión pública (Ibíd., p. 27).

Meses antes de que Ronald Reagan, entonces candidato Republicano de Estados Unidos, observara el mismo compromiso de James Carter por parte de los militares sudamericanos, Roberto Viola, jefe del ejército argentino, propuso en noviembre de 1979 en Bogotá, Colombia, durante la XIII Conferencia de Ejércitos Americanos, una nueva forma de organización de las Fuerzas Armadas de Latinoamérica para luchar contra “la subversión”.

Según publicó el diario El Tiempo, de Bogotá, el militar argentino:

Defendió la idea de la hegemonía militar permanente en el contexto socio-político; teorizó sobre los sensibles cambios en la naturaleza de la guerra, presentándola como una operación múltiple y de fondo; señaló que la legalidad basada en las leyes internacionales parece haber perdido actualidad cuando se refiere a la agresión marxista, por lo que abogó por el imperio de las propias normas castrenses como fuente de derecho para la conducción del Estado; y propuso una campaña conjunta de los ejércitos del continente contra la subversión comunista, es decir una alianza más estrecha, o quizás una fuerza interamericana, el sueño dorado del Pentágono. (09/11/1979).

Ese mismo día, se informó que Viola fundamentó su posición de crear una fuerza continental “en un minucioso análisis de la presencia de los grupos subversivos en Argentina y de la respuesta que a tal situación fueron dando los mandos castrenses de ese país” (AP, IPS y UPI, 9/11/1979).

El militar sudamericano también habló:

De la experiencia adquirida en América, a través de las periódicas agresiones del comunismo internacional, ha quedado claro que el profesional militar no puede permanecer ajeno al contexto socio-político en que se desenvuelve su acción. Este contexto se caracteriza por una creciente  complejidad, por la intensificación de las relaciones interpersonales, por una acentuada participación de todos los componentes de la comunidad en las decisiones políticas, y, en especial por la agresión del comunismo internacional que adquiere distintas formas procurando ampliar su geografía ideológica en los países del continente… Se han producido sensibles cambios en la naturaleza de la guerra y de la paz que no podemos desconocer, so pena de incurrir en la misma falta que ha llevado a no pocos países a sucumbir en las garras del comunismo internacional. El punto de vista común de la legalidad, basada en las leyes internacionales, parece haber perdido actualidad cuando se refiere a la agresión marxista. (Ibíd., 09/11/79).

El periódico El Nacional, de Caracas, publicó días después que James Carter, presidente de Estados Unidos, había propuesto crear “[...] una fuerza interamericana sobre el Caribe, iniciativa ésta que por cierto mereció la protesta sin vacilaciones de los más pequeños países de la región, entre ellos Granada, Guyana, Jamaica y Santa Lucía” (Herrera, 18/11/79).

En este contexto, Gregorio Selser (1983) explica que a finales de 1979 y principios de 1980, la Junta Militar Argentina había sido sancionada económicamente —junto con otras naciones de América Latina, como Guatemala—, por la administración de Carter debido a la violación de derechos humanos.

[…] Como esa sanción alcanzó igualmente a la dictadura de El Salvador y Guatemala, entre los tres hubo una natural proclividad frente al castigador común, pero de paso para insistir en lo que de lejos era una tarea de matarifes en gran escala que los hacían parientes y cofrades. A falta de los “boinas verdes” allí estaban a disposición los hermanos argentinos, que sin esfuerzo mayor se extendieron a Costa Rica, Honduras, Nicaragua -la de Somoza- y Colombia en las muy especializadas ramas de la “contrainsurgencia” y la “antisubversión”.  Con Honduras el vínculo comenzó a hacerse más estrecho a partir del momento en que el coronel Gustavo Álvarez Martínez se hizo cargo de la FUSEP (Fuerzas de Seguridad Pública), en coincidencia con la etapa postrera del somosismo en el poder. (p. 127).

La estrategia que la dictadura argentina siguió para acabar con el supuesto “enemigo interno” inició en 1975, previo al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, y durante el mandato presidencial de María Estela Martínez de Perón, última esposa de Juan Domingo Perón. Marie Monique Robin (2003) explica que el Operativo Independencia acabó entre febrero y septiembre de ese año a la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en Tucumán. En dicho operativo, el Ejército empleó metodologías de guerra sucia que les fueron enseñadas por los franceses (Idéale Audience (productora), Robin, M.M. (directora), 2003, Escuadrones de la muerte. La escuela francesa, Francia).

La formación argentina en contrainsurgencia empezó en 1957, cuando el general Alcides López Aufranc viajó a la Escuela Superior de Guerra de París, para cursar distintos seminarios en la materia. Este militar tuvo la oportunidad de trasladarse a Argelia para asistir a sesiones de interrogatorios que los franceses dirigieron durante la batalla de Argel, con el manual de La guerra moderna creado por los franceses, bajo el brazo (Ibíd., Robin, M.M).

Hasta ese momento, el ejército argentino tenía una estrategia de seguridad basada en la contención interna para controlar lo que sucedía dentro de sus fronteras (Plan Conintes, 2014). Después de la Segunda Guerra Mundial, y una vez iniciada la Guerra Fría en 1947, esta estrategia cambió. Daniel Mazzei habla al respecto:

En el marco de la sustitución de la doctrina de defensa se dio un mayor interés por nuevas formas de guerra, no tradicionales, surgidas en el marco de la Guerra Fría: la Guerra Nuclear o Atómica, y la Guerra Revolucionaria. En ese contexto también se eclipsó, definitivamente, la influencia alemana sobre el Ejército argentino que fue reemplazada por el predominio de las tradiciones militares norteamericana y francesa. (Revista de Ciencias Sociales, Núm. 13, 2002, pp. 105-106).

Carlos Jorge Rosas fue otro de los militares argentinos que aprendió la doctrina francesa en la Escuela Superior de Guerra de ese país. Según Ariel Armony (1999), este uniformado se graduó en la academia militar francesa a mediados de los años cincuenta, y desempeñó un papel fundamental en la difusión de esta doctrina en Argentina. Aunque dicha doctrina se fue desdibujando con el paso de los años, sus principios e ideas siguieron presentes en el ejército del país sudamericano (p. 37).

La relación que Francia y Argentina iniciaron en 1957 con la llegada de militares del país sudamericano a la nación francesa para aprender técnicas contrainsurgentes pronto vio sus primeros frutos. En 1959, ambos países firmaron un acuerdo para que militares franceses adiestraran en la Escuela Superior de Guerra de Argentina a los uniformados de esa nación.

Los resultados de estos seminarios se pudieron ver dos años más tarde.  Marie Monique Robin dice que en 1961 Argentina organizó en Buenos Aires el Primer Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria en el que participaron 14 naciones, entre ellas Estados Unidos. Su director fue Alcides López Aufranc (Op. Cit., Escuadrones de la muerte. La escuela francesa). Al parecer este fue uno de los primeros contactos que tuvieron los Ejércitos centroamericanos, argentino y estadounidense para empezar a colaborar juntos en materia de contrainsurgencia.

Mazzei comenta que la misión militar francesa contó con el apoyo de un grupo de oficiales argentinos que habían realizado cursos de capacitación en distintos centros de Francia, en particular la Ecole Superieure de Guerre de Paris, donde se formaba la élite de aquel Ejército.

La Ecole tenía como objetivo seleccionar y adiestrar a un grupo reducido de oficiales que se destinarían a los Estados Mayores. A ese grupo se sumaban representantes de países aliados, incluyendo la Argentina. A su regreso al país la mayoría de los oficiales se desempeñaron en la dirección de la Escuela Superior de Guerra. Es el caso de Carlos Rosas, subdirector en 1957 y 1958, o bien de los tenientes coroneles Pedro Tibiletti y Cándido Hure, director y subdirector de la Escuela, en 1960. Otros graduados en Francia fueron el teniente coronel Manrique Miguel Mom, quien cumplió una influyente labor docente en la ESG, que se reflejó en un par de artículos sobre Guerra Revolucionaria, y el teniente coronel Alcides López Aufranc. (Op. Cit., Núm. 13, 2002, p. 116).

Esta misma formación contrainsurgente se vio reflejada para crear una década después la Operación Cóndor. Empleando los mismos métodos señalados en el manual La guerra moderna, los militares argentinos no sólo terminaron de acabar con la subversión en su país, con operativos como el Independencia, sino que ayudaron a Chile, Uruguay, Brasil y Paraguay a acabar con las guerrillas de la época. Los dictadores sudamericanos extendieron sus prácticas de persecución dentro de la Operación Cóndor hasta Europa y Estados Unidos.

En este contexto de triunfalismo contrarrevolucionario es que Argentina buscó por un lado extraterritorializar su método represivo, y, por otra parte, como se dijo anteriormente, intentó sustituir a Estados Unidos en algunas áreas claves en la región. Cuando se habla de sustituir a Estados Unidos se trata de ocupar ciertos espacios que esa nación dejó libres tras las restricciones impuestas en el gobierno de Carter.

De ninguna manera Argentina podría suplantar en poderío militar a Estados Unidos. Sin embargo, las enseñanzas aprendidas del método francés y su capacidad para destruir rápidamente a la guerrilla de su país le permitió asesorar en materia de contrainsurgencia, inteligencia y tortura a otras naciones.

Esta extraterritorialización de su política de terror fue diseñada entre otros por Roberto Viola, jefe del ejército argentino entre 1978 y 1980 y presidente de la nación de marzo a diciembre de 1981; y presentada oficialmente en la XIII Conferencia de Ejércitos Americanos (CEA), en noviembre de 1979 en Bogotá, Colombia. Sin embargo, Gregorio Selser asegura que en la XI CEA, realizada en Montevideo, Uruguay, en 1975, los militares argentinos ofrecieron la transnacionalización de su política represiva (p. 126). Un artículo en el periódico El Día, de México, del propio Selser, dice: “Se concretó en la práctica, con el golpe militar del 17 de julio de 1980 en Bolivia, cuando los uniformados argentinos apoyaron a Luis García Meza para derrocar a la presidenta Lidia Gueiler” (28/08/1981).

Ariel Armony explica al respecto:

El “golpe de la cocaína” en Bolivia contribuyó al financiamiento de una red anticomunista transnacional dirigida por la Argentina y conocida como Brigada Andina o Grupo Andes: “una especie de legión extranjera secreta cuya tarea era eliminar a los comunistas en cualquier lugar que se encontraran, especialmente a los guerrilleros montoneros y a quienes los ayudaban”. Esta red paramilitar trabajaba con el Batallón de Inteligencia 601. Los enlaces argentinos clave con el Grupo Andes eran el general Suárez Mason y Raúl Guglielminetti, un agente de inteligencia civil que encabezaba el Grupo de Tareas del Exterior de la Argentina. Se afirma que la brigada colaboraba con personal militar estadounidense destinado en América Central. (p. 67).

Entre los asesores argentinos que participaron en el golpe de Bolivia se encuentra Alfredo Alberto Mingolla. Ricardo Ragendorfer (2014) dice que este militar estuvo involucrado en el golpe de Estado de Bolivia el 17 de junio de 1980, cuando las Fuerzas Armadas depusieron de la presidencia de la República a Lidia Güeiler, para que asumiera el poder el general Luis García Meza (El Pájaro Rojo, 09/04/2014).

En un documento desclasificado por el Archivo Histórico de la Cancillería Argentina, se da cuenta de su detención en 1982, en la ciudad de La Paz, cuando intentó reorganizar una banda paramilitar para desestabilizar al gobierno:

[…] El Ministerio del Interior, Migración y Justicia comunica a la opinión pública que el día de ayer (Domingo 28) fue detenido el Narcotraficante y Paramilitar argentino, Alfredo Mario Mingolla. La detención se produjo por la intervención directa del ciudadano uruguayo Mario Fajardo, quien acompañado de un funcionario de la Policía Boliviana y con el auxilio de efectivos de la Policía Militar logró esta importante captura. […] Alfredo Mario Mingolla [se refiere a Alberto Alfredo] es un elemento altamente peligroso y está vinculado con grupos paramilitares y narcotraficantes pertenecientes a la organización delictiva de Pier Luigi Pagliai […] La presencia en el país del paramilitar argentino Mingolla obedece al reagrupamiento de mercenarios que pretenden desestabilizar el proceso democrático, planes dentro de los cuales no están ausentes atentados con dignatarios del Estado. El Ministerio del Interior se encuentra evaluando e investigando las actividades del terrorista Mingolla. (Cable desclasificado No. 136, 13/10/1982).

Sin embargo, aún no se han abordado las razones por las que se considera que el Ejército argentino y su última dictadura militar extraterritorializaron su proyecto contrainsurgente. Sólo se ha dicho que deseaban sustituir a Estados Unidos en algunas áreas. Se piensa que ese deseo de extraterritorializar sus métodos represivos entrañaba un profundo sentimiento colonialista de imponer una forma de vida, religión y trabajo que se puede ver en la formación de la Contra.

La Contra

Primeramente, se deben explicar las consecuencias inmediatas que trajo en materia de política exterior la intención de sustituir a Estados Unidos, la cual se vio reflejada en la formación militar y logística que los argentinos prestaron a grupos como las Fuerza Democrática Nicaragüense y la Legión 15 de Septiembre, entre otros ex Guardias Nacionales somocistas, así como a escuadrones de la muerte de El Salvador y Guatemala, para formar la Contra.

La llegada al poder de Ronald Reagan como presidente de Estados Unidos supuso un cambio en la política exterior de su país. Las diferencias entre la dictadura argentina y los gobiernos centroamericanos con la administración Carter quedaron zanjadas con el nuevo residente de la Casa Blanca ante una amenaza común: la posibilidad real de que triunfara en el FMLN y así se comenzara a extender el comunismo en la región.

Con el triunfo del FSLN el 19 de julio de 1979 muchos nicaragüenses migraron en otros países; esto debido a que no estaban de acuerdo con el gobierno revolucionario y buscaban cómo derrocarlo, encontrando así, apoyo en Estados Unidos y Argentina. Es así que el ex Contra Bosco Hüeck Matamoros (2006), dice:

La Contra nace espontáneamente hacia finales de 1979 en respuesta al triunfo revolucionario, sin más ideología que la desesperación y conformada por grupos sin ninguna relación entre ellos. Por un lado los Guardias Nacionales, y después los milpas, antiguos revolucionarios que en su mayoría eran campesinos del norte. (p. 13).

El primer líder de La Contra fue el mayor Pablo Emilio Salazar, conocido como Comandante Bravo, quien se había graduado en la Academia Militar como subteniente y había hecho cursos de especialización en Estados Unidos y en la Escuela del Estado Mayor de Turín, Italia. Al regresar a Nicaragua se integró a la guardia personal de Anastasio Somoza. Su liderazgo se vio truncado rápidamente porque fue asesinado por una de sus ex amantes que pertenecía a la inteligencia del FSLN, y que le tendió una trampa en un motel de Tegucigalpa (Ibíd., p. 13).

A pesar de ese primer golpe, con el pasar de los meses Miami se convirtió en el teatro de operaciones de las primeras reuniones de los Contras. A finales de los setenta se formó un grupo identificado con ideas liberales, y vinculado al gobierno de Somoza. Entre los participantes se encontraban los coroneles Enrique Bermúdez y Guillermo Mendieta, así como Eduardo Román, antiguo funcionario de la empresa eléctrica nicaragüense. También estaban Eduardo y Fernando Chamorro, José Francisco Cardenal, Julio Pataky, Arístides Sánchez y Juan Sacasa. Poco tiempo después, no habiendo las condiciones necesarias para su trabajo, el grupo se trasladó a Guatemala, donde el gobierno del general Romeo Lucas les facilitó contactos con organizaciones anticomunistas que les prestaron una finca donde podían descansar y entrenarse, y donde se sumaron al grupo Juan Gómez, Ricardo Lau, Justiniano Pérez y José Benito Bravo (Ibid.,pp.17-18).

Rouquie (1994) explica que la desbandada de los ex Guardias Nacionales de Nicaragua hacia Estados Unidos no calmó sus ansias revanchistas en contra de los sandinistas. Por el contrario, no tardaron en volver al servicio activo. Los primeros grupos fueron formados por la CIA. Poco tiempo después se creó el Frente Democrático Nacionalista en Guatemala y una unión homónima en  Florida (pp. 204-205).

Matamoros Hüeck (2006) dice que las reuniones tenían el objetivo de organizar un grupo armado capaz de hacer frente al gobierno sandinista y golpear a las guerrillas salvadoreña y guatemalteca. Habían decidido mudarse de Miami a Guatemala, porque según ellos, “de esa forma estarían más cerca de la acción”. Sus primeros debates giraban en torno a dos preocupaciones: buscar un nombre adecuado para su organización y la forma en que obtendrían financiamiento (p. 18).

La primera de las preocupaciones fue rápidamente solventada cuando después de varias discusiones llegaron al acuerdo de llamarse Legión 15 de septiembre, en honor al día en que se celebra la Independencia en Nicaragua. Por su parte, la segunda preocupación se solucionó al buscar el apoyo de Estados Unidos y Argentina.

Los integrantes de la Legión 15 de septiembre comenzaron a conseguir presupuesto para viajar a Buenos Aires y así entrevistarse con los militares de la dictadura.

Al principio, ni Eduardo Chamorro, ni Eduardo Román, ni Enrique Bermúdez, ni Guillermo Mendieta obtuvieron el apoyo deseado. Se considera que la situación cambió a partir de que los militares argentinos comprobaron que el accionar revolucionario del FMLN era real y podía triunfar; y que había importantes contingentes de militantes argentinos que se habían escapado de su país e integrado a las guerrillas centroamericanas.

Paralelamente, el nuevo jefe de la CIA, William Casey, decidió formar una guerrilla antisandinista de 500 hombres entrenados por oficiales argentinos. Rouquié (1994) dice:

La Argentina apenas está terminando la guerra sucia. Pero los militares argentinos con muchas faltas por hacerse perdonar, no pueden negarle nada a los americanos; además se consideran unos orfebres en materia de Contrarrevolución. En diciembre de 1981, el proyecto recibe la consagración oficial. El presidente Reagan firma una directiva presidencial que autoriza a la CIA a gastar 19.8 millones de dólares para crear, en Honduras, una fuerza de exiliados contrarrevolucionarios. Los comandaran una cincuentena de oficiales argentinos. Por poco tiempo: sus relaciones con los expertos de la CIA se deterioran rápidamente, lo mismo que las relaciones entre Washington y Buenos Aires: en abril de 1982 la invasión de las Malvinas significa el fin de esa cooperación […]. (p. 205).

Según explica Matamoros Hüeck (2006), en mayo de 1981, Enrique Bermúdez volvió a Buenos Aires para entrevistarse con el general Alberto Valín, jefe de Inteligencia Militar del Ejército argentino, que le ofreció una cantidad limitada de dinero y la promesa de conseguirles más ayuda. Sin embargo,Valín le ocultó que estaba en contacto con la CIA (pp. 20-21). El contexto de esa reunión se dio cuando Roberto Eduardo Viola ya era presidente de la nación y Leopoldo Fortunato Galtieri, jefe del Ejército.

Tiempo antes de esta entrevista, Néstor Sánchez -posteriormente subsecretario de Defensa-, en representación de la CIA, viajó a Buenos Aires para un encuentro con el general Mario Davico y el general Valín del ejército argentino, y con el coronel Torres Arias, jefe del Servicio de Inteligencia de Honduras (Ibid.,p. 21).

El organigrama había quedado planteado de manera que el Gobierno de Reagan se encargaba el financiamiento, el Gobierno de Honduras proporcionaba el santuario y los argentinos quedaban a cargo de la administración del proyecto, del entrenamiento de las tropas y de la guerra. El anticomunismo de la Junta Militar coincidía con la estrategia del Gobierno de Reagan en Centroamérica y con el terror de los hondureños de la amenaza sandinista. (Ibíd., p. 21).

Un testigo de esto fue José Francisco Rivera Aguirre (2018). En una entrevista concedida al autor de este texto el ex Guardia Nacional de Nicaragua, ex subjefe de personal de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EBBI) y ex integrante del Estado Mayor de la Contra, dice:

Yo conseguí los medios para enviar a la gente, a través de amigos nicaragüenses que nos ayudaron con los pasajes, ya con la venia de [Leopoldo Fortunato] Galtieri, si no me equivoco. Logramos enviar tres o cuatro grupos de muchachos jóvenes. Aquí está uno de ellos que perdió una pierna en una mina en la guerra. [Nos daban] cursos de explosivos, de inteligencia, todo lo que conlleva desgraciadamente la guerra: inteligencia, contrainteligencia, todos los entrenamientos, evasión y escape, emboscada, etcétera. Luego regresaban a Honduras ya más o menos con cierta venia. Ya en Honduras, con estos señores se va acrecentando el apoyo de muchos ciudadanos hondureños y nicaragüenses en logística, comida; armas todavía no. Conseguíamos algunas. Santiago Villegas [José Hoya] me dijo: ‘yo conseguí un poco por ahí’. (09/01/2018).

Armony (1999) explica que desde que se creó la estructura militar “contra” fue corrupta y carecía de controles y eficiencia administrativa, una tendencia que empeoró cuando la CIA tomó a su cargo la instrucción y la lógica(p. 204). “Los argentinos eran muy eficaces en la preparación de dirigentes militares para el movimiento de resistencia […]”(Ibid., p. 204) Sin embargo, subestimaban la incompetencia de la estructura de mando militar de la FDN para establecer una eficiente administración interna. Según algunos comandantes contras, el cambio de conducción tuvo un impacto negativo en la organización militar contrarrevolucionaria: “Los argentinos eran más exigentes, daban una mejor instrucción y demandaban más compartimentación y una mejor planificación de las operaciones” (Ibíd., p. 204).

Cuando en agosto de 1981 se formó  la FDN, mediante la fusión de la Legión 15 de Septiembre y la UDN-FARN, la CIA creó una junta política compuesta por José Francisco Cardenal, Mariano Mendoza Juárez y Arístides Sánchez. Cardenal, dirigente de la UDN, había sido convencido  por la agencia para que uniera sus fuerzas a la de los ex guardias nacionales  de Somoza, a fin de desalojar a los sandinistas del poder. Mendoza Juárez era dirigente sindical nicaragüense que trabajaba para el American Institute for Free Labor Devolpment (AIFLD), apoyado por la CIA, y Sánchez, ex socio de Somoza era un estrecho colaborador de Bermúdez y el estado mayor argentino en Honduras. También estaba directamente vinculado con un cartel de cocaína instalado en Costa Rica, que operó en el área de las bahía de San Francisco, en los Estados Unidos, durante los primeros años de la década del ochenta. Aunque no hubiera una sólida evidencia que demostrara la realidad de una conexión entre las actividades de narcotráfico de Sánchez y las de Carlos [Guillermo] Suárez Mason, un actor clave en el programa extraterritorial de la Argentina, la abundancia de vínculos entre los dos hombres y el negocio de la cocaína bajo el paraguas del anticomunismo sugiere que sí existía. (p. 205).

Entre el 5 y 10 de agosto de 1981, en Tegucigalpa fue desmantelada la estructura logística de las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (FARN), una de las cinco organizaciones del FMLN. En esta parte del artículo sólo se pretende mencionar este hecho, pues será abarcado más adelante. Esto porque la estrategia empleada para detener a sus integrantes demuestra que hubo una influencia del ejército argentino sobre las fuerzas hondureñas y salvadoreñas que realizaron la acción.

Si bien, oficialmente, la creación de las FDN se dio en septiembre de 1981 en Tegucigalpa, también es cierto que por lo menos un año antes existían denuncias que acreditaban la presencia de oficiales argentinos en territorio centroamericano. Una de ellas la publicó Gregorio Selser en el diario El Día, de México:

Miguel Paz, bachiller y candidato a la presidencia de la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras (FEUH), por la nueva facción denominada Fuerza Universitaria Revolucionaria (FUR), dijo: “Tenemos conocimiento que tras la venida al país hace unos meses del vicecanciller argentino, comodoro Carlos Cavándoli, comenzó el hostigamiento a catedráticos de esa nacionalidad que laboran en nuestra universidad. Tenemos conocimiento de la organización de tres organismos paramilitares, tipo escuadrones de la muerte, como los que funcionan en Guatemala y países del Cono Sur, y son los que, de hecho, enviaron los anónimos a los profesionales universitarios argentinos Eduardo Halliburton y Carlos Vilas, así como también al presidente de la FEUH, Mario Rivera”. (04/09/1980).

Al respecto, Carlos Vilas (2016) recuerda en una entrevista al autor de este texto:

Yo llegué en octubre de 1978. Primero llegué yo. Después llegó la familia. Honduras estaba viviendo lo que después nos dimos cuenta eran las últimas reverberaciones del gobierno reformista de los militares. Un gobierno que había hecho una Reforma Agraria, había impulsado la industria y el desarrollo campesino. Había otros compañeros argentinos. Estaban Daniel Slutzky y su esposa, que habían hecho una previa experiencia en El Salvador en los años sesenta y principios de los setenta […]. En la universidad había un buen clima, un buen clima, los hondureños son buena onda. Nos recibieron bien. A mí, por lo menos me recibieron bien. Hasta que empiezan a llegar la avanzada de los asesores argentinos. Ganan los Sandinistas. Nosotros con Eduardo [Haliburton], aparte de laburar, mandar cosas a la radio [Radio Noticias del Continente] sobre denuncias, pues éramos corresponsales, trabajábamos, trabajábamos con la retaguardia de El Salvador y de Nicaragua, recibiendo gente, pasándola, llevándola […]. Una buena tarde yo llego a mi oficina, ya dirigía el posgrado, empiezo a revisar las cartas y una de ellas decía: “Subversivo argentino te tenemos ubicado. Te damos hasta —ponele que eso era el 10 o 15 de abril—, el 30 para que te vayas, si no, vos y tu familia van a sufrir las consecuencias”. […] lo llamo a Eduardo, que también trabaja en la universidad, y le digo: ‘¿Eduardo recibiste carta?’ ‘Vos también [respondió]. Esto está cada vez peor’. Era la misma carta. Escrita a máquina y firmado como EAAE, que inferimos que era Ejército Argentino Anticomunista en el Exterior. Eso coincidió, en fecha, con la desaparición de la señora [Nohemí] Molfino desde Lima […] que luego apareció en España (C. Vilas, comunicación personal, 7 de septiembre, 2016).

Eduardo Haliburton (2016) explica:

Nosotros nos enteramos de la presencia de los militares argentinos posteriormente, cuando yo recibo la amenaza. Lo matan a un periodista que se llama Gerardo Salinas en Honduras. A los pocos días nos llega una carta que dice: “Agente sudamericano, comunista sudamericano te damos 24 horas para salir de Honduras”, yo creo que todavía tengo la carta, si te sirve te la puedo dar. Hay una denuncia en el diario El Tiempo que hace la Federación Universitaria. Yo hablé con los compañeros. Me dijeron: “Tomátelas”, porque empiezan a intervenir en varios lugares de Centroamérica y vos estás en un punto […].
Al mismo tiempo bombardean Radio Noticias del Continente en Costa Rica. Me dicen entonces: “Tomátelas”. Yo salgo para Nicaragua. Vuelvo a Honduras para recoger mis cosas y quien me acompaña es el presidente del Banco Centroamericano […] Villamar Contreras. Él me acompaña para sacar a mi mujer y tomarnos el avión a México. Ahí me entero yo, a partir de eso, de la presencia de los militares argentinos (E. Haliburton, comunicación personal, 15 de septiembre del 2016).

Si bien se encontraron algunas diferencias en cómo Vilas y Haliburton recuerdan la redacción de la carta que les enviaron los militares argentinos, lo que se duda es el seguimiento que las Fuerzas Armadas del país sudamericano le estaban haciendo a los ciudadanos de su país que se encontraban en la región.

La denuncia que hizo Miguel Paz de la presencia argentina en Honduras iba más allá de una visita diplomática de militares del país sudamericano a la nación centroamericana, esto se corroboró con el cable secreto no. 162/164 que el embajador argentino en Honduras, Arturo Ossorio Arana envió el 8 de mayo de 1980 a la Cancillería de su país y que fue desclasificado por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto en 2009. En él se señalaba:

En presencia jefe de estado, canciller (hondureño) reiteró su apoyo a nuestro país en materia de derechos humanos, destacando que único juez válido de una acción de gobierno era su propio pueblo, y... franco apoyo nuestro pueblo en proceso lucha antisuversiva y acción nuestro gobierno. También le brindaba su apoyo gobierno de Honduras, presidente ratificó tales conceptos que amplió con elogios apoyo asistencia nuestras fuerzas armadas (sic) (Cable desclasificado, 1980).

Según Ariel Armony, una semana después del arribo de Cavándoli a Honduras, llegaron a Tegucigalpa cuatro militares argentinos más bajo el mando del capitán Correa. Los uniformados eran especialistas en guerra sucia (p. 203).

Poco después, se integró el Estado Mayor Argentino en Centroamérica se instaló en la capital hondureña a mediados de 1980, siendo sus cabezas visibles José Osvaldo Ribeiros y Santiago Villegas. Stella Calloni (2001) señala que en Costa Rica se contaba con la presencia de Héctor Francés. En El Salvador operaba José Benayas (Tito) y Carmelo Grande. En Panamá, Juan Carlos Gelassio. Desde Miami operó Raúl Guglielminetti y Leandro Sánchez Reisse (agente de la CIA). Todos bajo las órdenes de Alberto Valín y Mario Davico (p. 246).

Después del éxito que había tenido la intervención argentina en el golpe militar de Bolivia el 17 de julio de 1980, los gobiernos de la región vieron de manera positiva que asesores de ese país sudamericano llegaran a sus naciones para poner en práctica sus políticas contrainsurgentes.

Honduras era una de las naciones más preocupadas. Temía que los movimientos armados de la región pernearan en su territorio. Al ser un país que tiene frontera con Nicaragua, Guatemala y El Salvador, las organizaciones guerrilleras de esas naciones buscaban establecer bases de apoyo logístico en su territorio, y el gobierno de este país pretendía contrarrestar esas intenciones. Para hacerlo recurrió
a un viejo conocido de los militares argentinos: el general Gustavo Álvarez Martínez, quien estudió Teoría de Seguridad en Argentina y conocía bien a los miembros de la Junta Militar del país sudamericano, pues había sido compañero de aula de algunos de ellos. Cuando Álvarez Martínez fue nombrado jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas de Seguridad Pública (FUSEP) de Honduras en enero de 1981, se apoyó en los argentinos para que éstos dirigieran, como desearan, la guerra sucia en su país.

Ragendorger (2014) explica que entre los principales asesores argentinos de Álvarez Martínez se encontraba Mingolla, quien debido a su buena relación con el general hondureño pudo participar en la creación del Batallón 3-16, de Honduras, una fuerza de élite formada a semejanza del Batallón de Inteligencia 601, en el que estuvieron involucrados varios militares argentinos, como Juan Martín Ciga Correa (Op. Cit., El Pájaro Rojo, 09/04/2014).

En este contexto, Honduras se debatía internamente con una crisis política y económica importante; y combatía a sus propias guerrillas: el Movimiento Popular de Liberación “Cinchoneros”, las Fuerzas Populares de Liberación Roberto Zelaya “Lenchos” y el Frente Morazanista de Liberación Nacional.

Matamoros Hüeck explica que una vez formada La Contra y establecido su Estado Mayor en Centroamérica, en el que Chamorro, Bermúdez y Lau tenía puestos claves al lado de militares argentinos como Villegas(José Hoya es su nombre real) y Ribeiros, el paso siguiente era la formación de escuadrones de la muerte en territorio hondureño que fueran capaces de realizar acciones rápidas y secretas (p. 22).

La base de estas acciones era el trabajo de inteligencia que los militares sudamericanos habían aprendido de los franceses y que se fundamentaba en que la población civil estaba aliada a la subversión y, por lo tanto, era sospechosa de cualquier acto relacionado con las guerrillas. En el informe de derechos humanos de Honduras: Los hechos hablan por sí mismos, realizado por Leo Valladares (1993) se explica que:

El gobierno militar argentino (1976-1983) se caracterizó por la aplicación de una sangrienta campaña antisubversiva conocida como la guerra sucia. Si bien logró desarticular totalmente a los grupos guerrilleros tanto rurales como urbanos la táctica empleada significó la violación sistemática e indiscriminada de los derechos humanos. Para ello, y con el fin de mantener la impunidad, se estableció una estructura clandestina insertada en el seno de las fuerzas de seguridad, bajo control militar que se compartimentaba operativamente en “grupos de tarea”, los cuales practicaban el secuestro, la detención clandestina, la tortura, la desaparición y las ejecuciones extra judiciales de personas consideradas subversivas. (p. 350).

El aprendizaje que obtuvieron los soldados hondureños y centroamericanos en general, al que se refería Valladares (p. 350 ) en su informe, incluía tácticas y estrategias de guerrilla y contraguerrillas (ataques relámpago, operaciones móviles y guerras de emboscadas), sabotaje, algunos tipos de operativos ofensivos, guerra psicológica, el uso de armas livianas (como rifles y ametralladoras de pequeño calibre) y otras más pesadas (ametralladoras de mayor calibre, morteros de 81 y 82 mm y artillería liviana), el empleo de explosivos, demolición, técnicas de rastreo direccional,
navegación de ríos, cartografía, técnicas de supervivencia, atributos del mando, movimientos de tropas, conducción administrativa y militar e inteligencia militar. Armony (1999) explica al respecto:

Cada curso se centraba en un conjunto de destrezas militares específicas, adaptadas a la capacidad del grupo que iba a recibirlas. Los cursos variaban en términos de su énfasis teórico o práctico. Los dictaban equipos de hasta diez oficiales argentinos y duraban de tres a seis meses. Se realizaron en campamentos de entrenamiento instalados en Honduras (Sagitario, Quinta Escuela, Lepaterique y otros) hasta principios de 1984, cuando los argentinos fueron reemplazados por instructores de los Estados Unidos, la mayoría veteranos de Vietnam, y asesores latinos, principalmente cubano-norteamericanos. La experiencia argentina en la guerra sucia tuvo un papel decisivo en la instrucción de “los Contras” (pág. 211).

Primeros ataques

Hasta este punto ya han sido explicados tres de los objetivos del artículo; a continuación, se buscará darle cauce a las razones por las cuales el Ejército argentino aprovechó su estancia en Centroamérica para perseguir a los exiliados de su país que se habían escapado de la dictadura y se habían integrado a las guerrillas centroamericanas. Es de esta manera que se pretende responder una de las preguntas planteadas al principio del texto, en la que se cuestionaba la posibilidad de que la intervención argentina en el istmo no sólo se debía al trabajo acordado con Estados Unidos y con La Contra de entrenar militar y logísticamente a soldados centroamericanos, sino a la posibilidad de perseguir y capturar a sus compatriotas guerrilleros.

Hay que recordar que los exiliados argentinos que se integraron a las guerrillas centroamericanas vieron en ellas un crisol de nuevas oportunidades después de lo que representaron las derrotas de sus proyectos armados. Hubo muchos militantes del país sudamericano que llegaron a Nicaragua con el propósito de sumarse al FSLN. Su idea era que después del triunfo de la revolución el 19 de julio de 1979, pudieran dirigirse a El Salvador y Guatemala para seguir luchando. Por tanto, no resultaría extraño que entre los propósitos de la dictadura militar argentina se encontrara capturar a estos exiliados.Además, aprovecharían la estructura que ya habían creado en la región para hacerlo.

En esta investigación serán abordados dos ejemplos de los ataques argentinos contra guerrilleros de su país: Radio Noticias del Continente y el caso de la detención de la estructura logística de las FARN en Tegucigalpa y San Pedro Sula **.

Cabe mencionar que algunos de los integrantes de Radio Noticias del Continente y de las FARN tenían una relación que se extendía más allá de la militancia. Había afecto entre ellos, sentimiento que se remontaba a la época en que lucharon juntos en el Frente Sur del FSLN. Es por esto que se intercambiaban información, colaboraban en actividades conjuntas y se intentaban proteger mutuamente. De hecho, en la protección de la radio participaban miembros de la organización armada salvadoreña.

El caso de la emisora, la cual se encontraba en Costa Rica, fue atacada por un comando de militares guatemaltecos, salvadoreños y nicaragüenses que provenían del Destacamento 101 de Guatemala, entrenados en Honduras por militares argentinos, según afirma Raúl Cuestas (2005), director de la estación (p. 113).

Radio Noticias del Continente fue una emisora que la guerrilla Montoneros de Argentina adquirió a mediados de 1979. Integrada por exiliados del país sudamericano y de otras nacionalidades centroamericanas, su propósito era romper el cerco informativo que había creado la dictadura militar argentina para difundir la violación de derechos humanos que había en ese país, así como lo que sucedía con las guerrillas del istmo pero por medio de una emisora de onda corta. Solía atacar las versiones oficiales de los gobiernos de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, y fue uno de los primeros medios de comunicación que dio a conocer la presencia de asesores militares argentinos en la región.

Entre septiembre y diciembre de 1980 la emisora fue atacada cuatro veces. El primer ataque fue un intento de amedrentar a los responsables de custodiar la planta transmisora que estaba instalada en un terreno de varias hectáreas en Puente de Piedra de Grecia, a sesenta kilómetros de la capital costarricense. El segundo fue la colocación  de una bomba en el estudio de San José de Costa Rica que destruyó parte de la mampostería y la totalidad de los vidrios de las dos plantas de la casa sin causar víctimas. El tercer ataque que sufrió Radio Noticias del Continente fue más grave, según recuerda Raúl Cuestas (2005):

“[...] fue efectuado a la planta transmisora desde una avioneta procedente de El Salvador, cuyos tripulantes, seguramente militares argentinos, dejaron caer sobre el techo de la misma un artefacto explosivo de alto poder. Se trataba de una bomba incendiaria, tipo napalm, que rompió el techo, pasó milagrosamente sobre la cabeza de la compañera Martha, atravesó una pared interna y siguió su camino exactamente por un pasillo entre el transmisor y la fuente de energía, para culminar su recorrido en un portón de hierro de acceso a la planta, sin explotar [...]”. (p. 113).

El cuarto atentado, explica Cuestas, el más importante, se presentó el 14 de diciembre cuando un comando del Destacamento 101 de Guatemala, dirigido por el capitán Hugo Villagra (alias Vissage), se dirigió hasta las instalaciones de la emisora para atacarla, y al ser repelidos por el equipo de seguridad que se encontraba en su interior, se vieron obligados a abandonar la misión y regresar a la casa de la que habían salido tan confiados horas antes (pp. 120-121). No obstante, al día siguiente fueron capturados por la policía de Costa Rica (Cable secreto 844).

Para Cuestas, los cuatro atentados que sufrió Radio Noticias del Continente, entre septiembre y diciembre de 1980, están relacionados con el miedo que la Junta Militar Argentina tuvo después del ajusticiamiento de Anastasio Somoza Debayle, ex dictador de Nicaragua, organizado por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) de Argentina, en Asunción, Paraguay:

De inmediato, la dictadura argentina entró en pánico y estableció como prioridad absoluta para sus tropas de inteligencia establecidas en América Central: “destruir la planta transmisora de Radio Noticias del Continente y eliminar a quienes la custodian”. La orden fue transmitida  por el Jefe de Inteligencia, general Alberto Alfredo Valín, al teniente coronel Santiago Hoya [se refiere a José Hoya] y a su lugarteniente Héctor Francés. (p. 112).

Es materia de este trabajo aclarar que la preocupación de la Junta Militar Argentina por la emisora no comenzó con el ajusticiamiento de Somoza Debayle en 1980, sino un año antes. En el cable secreto número 334, fechado en Buenos Aires el 16 de agosto de 1979, y firmado por la cancillería del país sudamericano, se explicaba: “Se tiene conocimiento sin confirmación que el DT [Delincuente Terrorista] Mario Firmenich habría adquirido la Radio Noticias del Continente. Dentro de sus posibilidades, ruego a V.E. [Vuestra Excelencia] la confirmación o no de dicha versión”.

Otro cable secreto, el no. 271, fechado el 30 de julio, firmado por el embajador argentino en El Salvador, señalaba:

Desde hace aproximadamente un mes ha salido al aire en Costa Rica nueva emisora “Radio Noticias del Continente” que transmite en 31 metros, 9, 615 kcs y desde agosto 1 en 9,450 kcs. Además, con equipo donado por Corea del Norte, según informaciones de buena fuente, entra con gran poder en territorio salvadoreño, en largos espacios dedicados a atacar nuestro gobierno, locutores con marcado acento argentino (sic).

El documento también aclaraba: 1) Mencionan (los locutores) supuesta ayuda prestada a gobierno de Somoza y, en especial, aporte armas y municiones; 2) Retransmiten entrevistas con dirigentes Montoneros, actualmente en México y Nicaragua, y 3) Transmitieron supuesta conferencia telefónica entre dicha emisora y militares argentinos… dando nombres y graduación sobre venta de camiones a régimen somocista (sic) (Cable secreto No. 271).

Además, otro cable secreto fechado el 17 de diciembre y firmado por (Arnoldo) Listre, (embajador argentino en Costa Rica) explicaba que:

Atentados a Radio Noticias del Continente ha causado honda impresión en Costa Rica que no conoce de este tipo de hechos de violencia y tiene una larga tradición de tranquilidad pública y convivencia pacífica. La preocupación se agudiza por el temor que pueda constituir el primer acto de una serie que asemeje a este país a la situación que atraviesan otros países centroamericanos, y de la cual, hasta el presente, ha estado excluida. La reacción, de los principales grupos dirigentes es de censurar al gobierno por haber permitido la instalación y continuación de la emisora a pesar de la oposición de los principales medios de prensa, la Cámara Nacional de la Radio e importantes dirigentes políticos [...]. (Cable secreto número 833-834-835-836).

La historia de Radio Noticias del Continente concluyó el 4 de marzo de 1981, cuando el gobierno de Costa Rica, presionado por Argentina, suspendió su frecuencia. Lo anterior con el argumento de que habían sido descubiertos rifles automáticos y otras armas en una casa cercana a la radioemisora. Este fue uno de los primeros ataques conocidos por los militares argentinos a sus compatriotas en el Istmo.
Aunque no fue el único, tal vez sí uno de los más llamativos por sus dimensiones. Su impacto tuvo consecuencias directas en el apoyo que el gobierno costarricense le daba a ciertos sectores sandinistas, pues como la emisora era abiertamente un espacio para difundir las ideas de las guerrillas, las críticas al gobierno por defender a la radio no se hicieron esperar. Ante lo anterior, los medios de comunicación temían que la violencia de Nicaragua, Guatemala y El Salvador se propagara por su territorio.

Días después de que las autoridades costarricenses decidieran clausurar la radio, la casa de Raúl Cuestas, y su esposa Josefina Piana, en ese entonces profesora de la Universidad de Costa Rica, fue allanada por elementos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), la policía secreta de ese país. En una entrevista que Cuestas (2018) le concedió al autor de ese texto, dice:

Entre las personas que fueron a nuestra casa se encontraba uno de los asesores argentinos, Raúl Gulglielminetti. Lo supimos porque cuando volvió la democracia a Argentina vimos una foto de Raúl Alfonsín [ex presidente de Argentina], custodiado por él y otros hombres. (R. Cuestas, comunicación personal, 11 de abril del 2018).

Meses después de que cerrara sus operaciones Radio Noticias del Continente, entre el 5 y 10 de agosto de 1981 fue capturada la estructura logística de las FARN que operaba en Honduras. Una de las sobrevivientes de ese acontecimiento fue María Luz Casal (alias Helma), ex guerrillera argentina que por aquella época usaba documentación ecuatoriana con el nombre de Lucía María García Olivares, de Morales.  

En un informe interno a la FARN, realizado por Helma (1981) días después de su secuestro el 8 de agosto de 1981, relató:

A las 07:30 horas, Jorge (su marido) y Yanira Villalta y sus dos hijos: Antonio y Marisol, salieron de la casa. Jorge se dirigía a la finca con los dos niños, mientras Yanira tenía a las 08:00 a.m. una cita con Roberto (su compañero). Yanira estaba desde el jueves en la noche en la casa porque el día anterior habían llegado hombres desconocidos a preguntar por Roberto a su casa de habitación. Roberto y Jorge consideraron que era mejor moverlos de la casa porque Víctor y Ricardo podían ubicar esa casa, y por medidas de seguridad los movieron” (sic). (p. 1).

En el documento dirigido a la comandancia general de las FARN en El Salvador, Helma escribe que a las 09:00 horas, salió de su hogar para dirigirse al negocio que ella y su marido Jorgetenían. A las 10:25 volvió a su domicilio, ubicado en la Colonia Palmira, de Tegucigalpa. Minutos después de entrar apareció la muchacha que la ayudaba acompañada de tres hombres, los cuales se identificaron como policías. Le hicieron varias preguntas y empezaron a registrar el lugar con el propósito de encontrar armamento. Los policías hicieron que la mujer subiera al segundo piso del lugar para que abriera una puerta con candado. Registraron el sitio y la bajaron para que tomara asiento en un sillón. Posteriormente le ataron las manos e hicieron lo mismo con las otras tres muchachas que había en la casa.

Después, se le volvió a indicar a Helma que volviera a subir a una habitación, y ahí le comentaron que ya sabían quién era y que tenía siete mil dólares, pues Víctor les había comentado que intercambiaba dinero para la guerrilla salvadoreña. Ante esto, ella respondió que no pero los policías siguieron interrogándola, y finalmente, cuando se cansaron de golpearla se retiraron. Le habían hecho un simulacro de fusilamiento y amenazado con desaparecer a su hijo, además de haber abusado sexualmente a las muchachas. Una vez que los policías se habían retirado, las cuatro mujeres y el niño lograron salir del lugar.

Como era sábado, Helma se fue con las tres jóvenes y su hijo a casa del abogado que le había tramitado los documentos de residencia en Honduras, quien precisamente era tío de dos de las jóvenes. Al llegar al sitio, una de las jóvenes decidió regresar al domicilio de Helma y se encontró con policías de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI) que llevó hasta la casa de su tío por la noche. Ahí la policía le pidió a Helma que fuera a declarar. Ella lo hizo, pero acompañada del abogado. El oficial le mostró el pasaporte suyo, el de su marido, un álbum de fotos y los documentos de constitución del negocio que tenían en Tegucigalpa. Todo se lo regresaron y anotaron los datos no sin antes solicitarle que al día siguiente regresara a hacer una declaración oficial en la que les relatara lo que había sucedido.Ante la situación, y el hecho de que su marido se encontraba desaparecido, Helma decidió asilarse en la Embajada de México, y desde ese país inició una campaña internacional de búsqueda de su esposo y el resto de sus compañeros.

La razón por la cual se explicó cómo sucedieron los eventos anteriores es porque es transcendental señalar que el actuar de los paramilitares que secuestraron a María Luz Casal, a su marido Carlos Balerini (alias Flaco Francisco) —internacionalista argentino que por aquella época se hacía llamar Jorge Manuel Morales Alvarado, y usaba un pasaporte falso de Ecuador—, y al resto de los integrantes de la estructura militar de las FARN: Yanira Villalta y sus hijos Antonio y Marisol de 6 y 8 años, respectivamente; Eduardo González, Flavio Ayala, Lizbeth Carminda, Rafael Torres Rodríguez, Eduardo García y Jorge Enrique Jiménez, fue similar al que emplearon los argentinos en su país para acabar con la guerrilla.

María Luz Casal y Carlos Balerini tenían órdenes de aprehensión en Argentina. La de ella estaba fechada el 2 de enero de 1977, decía su nombre y el alias que usaba en esa época: Elena. Además de las razones por las cuales se la buscaba:

La causante es secretaria sindical de la zona sur (Buenos Aires); tuvo a su cargo trabajos de propaganda y agitación en sectores laborales de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires; […] fuerzas conjuntas efectuaron un procedimiento en su domicilio... la nombrada no se encontraba en su domicilio, dicha comisión secuestró gran cantidad de material subversivo, perteneciente a OCPO (sic) (Orden de aprehensión del gobierno argentino a María Luz Casal).

Según el informe, Los hechos hablan por sí mismos que Leo Valladares realizó el 8 de agosto de 1981, fueron detenidas 11 personas entre Tegucigalpa y San Pedro Sula de distintas nacionalidades: salvadoreñas, hondureñas, nicaragüenses y un ecuatoriano, entre otras (pp. 164-166).

En 2006 el embajador de Argentina en Honduras, Alfredo Forti, corroboró oficialmente que dicho ciudadano ecuatoriano era el marido de María Luz Casal, Carlos Leoncio Balerini García (Carta de Forti, Alfredo al secretario de Derechos Humanos de Argentina, Eduardo Dualdhe). Casal explica que su marido:

Militó en Argentina desde adolescente y desde donde tuvo que salir perseguido por la dictadura militar, pocos meses después del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Ya en el exterior, primero en Lima, Perú, y luego en México, D.F., se conectó con compañeros de diversos países latinoamericanos y colaboró tanto con chilenos contra la dictadura de Augusto Pinochet como con las causas de Centroamérica como las de Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Honduras. Fue combatiente del FSLN en el Frente Sur en la guerra de Nicaragua contra Anastasio Somoza, y luego miembro de la Resistencia Nacional, organización fundadora del FMLN de El Salvador. En Honduras desarrollaba tareas de cobertura y logística al momento de su captura (Presentación del archivo Balerini en CAMeNA).

Treinta y siete años después del secuestro de Carlos Balerini, su familia sostiene que por el contexto en el que se dio su desaparición, en la que militares argentinos dirigían los operativos de los escuadrones de la muerte en Honduras, bien pudieron estar involucrados en su detención. Esta idea se ve reforzada con la información proporcionada por Valladares en su informe:

Observadores de derechos humanos no pueden dejar de notar las sorprendente similitud entre el patrón que comienza a percibirse en Honduras y las 15,000 a 20,000 desapariciones forzadas por las fuerzas armadas argentinas entre 1976 y 1980. Estas similitudes incluyen el uso de hombres de civil fuertemente armados que no se identificaban porque claramente ejercían autoridad oficial, los cuales realizaban operativos durante el día, permanecían largo tiempo en residencias y lugares de trabajo, persiguen y espían a sus objetivos en público, sin ser interferidos por agentes regulares de la policía. Otras similitudes incluyen el uso de vehículos sin placas y centros clandestinos de detención. (p. 353).

Además de lo dicho en el informe de Leo Valladares, José Sbezzi (2018), quien fue compañero de militancia de Carlos Balerini en Costa Rica para las FARN, tampoco descarta la posible participación de militares argentinos en su secuestro al decir en una entrevista que le concedió al autor de este trabajo lo siguiente: “Cuando estuve detenido en San José entre 1981 y 1982, fueron hasta la cárcel dos militares argentinos […] para secuestrarme y traerme a Argentina. Llevaban una orden de un juez y se hicieron pasar por periodistas” (J. Sbezzi, comunicación personal, 21 de marzo del 2018).

Accionar al descubierto

La intervención militar argentina se empezó a descubrir de manera oficial cuando fue detenido por un grupo del FSLN en Costa Rica el capitán del Ejército argentino Héctor Francés García. Su declaración fue registrada por el cineasta Jorge Denti, y se exhibió el 30 de noviembre de 1982 en un videocasete de una hora,
en la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) de México. Poco después, varias copias circularon en América latina y Europa. Testimonios como los de Francés García han permitido entender de mejor forma la intromisión de la dictadura sudamericana en el Istmo:

Soy el ciudadano argentino Héctor Francés García y he realizado en Costa Rica tareas de inteligencia y asesoramiento tendientes al derrocamiento del régimen revolucionario de Nicaragua. Hace dos años ingresé al Batallón de Inteligencia 601, y en una escuela de la provincia de Buenos Aires preparada a tal efecto recibí instrucción en materias tales como reunión y análisis de información, seguimiento y contraseguimiento, técnicas de interrogatorio y contrainterrogatorio, fotografía, escritura con medios especiales y apertura y cierre de correspondencia. (Denti, Jorge, 1982).

Según el periodista uruguayo Fernando Butazzoni, Francés García reveló que en Honduras existió un Estado Mayor argentino formado por los coroneles José Hoyos u Ollas, alias ‘Santiago Villegas’, en la jefatura militar (su nombre verdadero es José Hoya), y José Osvaldo Ribeiro, alias ‘Balita’, jefe del aparato político. Además había otros militares como Juan Martín Ciga Correa, Carmelo Gigante y Ricardo Correa. Todos se interrelacionaban con un Estado Mayor hondureño, encabezado por el general Gustavo Álvarez Martínez, comandante del ejército de ese país (La Jiribilla, 16/06/2015, La Habana, Cuba).

La información sobre la captura de Francés García fue corroborada en un cable secreto, el número 600, y fechado desde la Organización de Naciones Unidas, donde se informaba que:

En días anteriores fue presentado en un noticiero de la televisión Norteamericana, un documental en el que aparecen oficiales norteamericanos y argentinos, muchos de estos últimos recientemente licenciados por el Ejército de ese país, en labores de entrenamiento de contrarrevolucionarios somocistas y mercenarios latinoamericanos en Honduras. (1982).

Además, el documento desclasificado, decía:

Que el 19 de marzo, el señor Noel Ernesto Vázquez Gutiérrez pidió asilo en la Embajada de Nicaragua en Honduras, y fue posteriormente arrebatado de la protección de la Embajada y secuestrado por autoridades hondureñas. El señor Vázquez logró denunciar a los medios de difusión de ese país, que había sido reclutado en California para entrar al servicio de los grupos contrarrevolucionarios somocistas que operan tranquilamente en Honduras, y que en los lugares que se desplazó, llegó a contar hasta veinte y dos militares argentinos dirigidos por el coronel Santiago Villegas, dedicados a actividades conspirativas en contra de Nicaragua. Ahora, en burda y desacreditada maniobra esta misma persona es presentada en un programa oficial de televisión de las Fuerzas Armadas de Honduras, diciendo todo lo contrario, obligado a inventar una historia que trata de implicar a Nicaragua. (1982).

La preocupación por la detención de Héctor Francés tenía pendiente al gobierno argentino. El cable cifrado No. 590 del embajador argentino en Honduras, Arturo Ossorio Arana, el 25 de noviembre de 1982 señalaba:

Hoy al despedirme del general Álvarez Martínez, jefe de Fuerzas Armadas (Honduras), confidencialmente manifestome que en Managua, jefes sandinistas han montado un programa de 61 minutos, con declaraciones del presunto ex militar argentino recientemente secuestrado en Costa Rica, Francés García. Agregome que dicho programa será transmitido Estados Unidos y tendrá grave impacto, en razón impresionantes declaraciones hacer decir al prisionero [...](sic).

Dos días después, otro cable secreto, el número 427, explicaba:

Existe un nuevo video que muestra a un ex oficial argentino monologando por un espacio de 75 minutos, durante los cuales acusa a integrantes de Fuerzas Armadas Argentinas, de realizar todo tipo de maniobras, conjuntamente con elementos norteamericanos con el fin de derrocar al gobierno sandinista. Dicho supuesto ex oficial, cuyo apellido es Francés, manifiesta haber desertado, de los grupos que califica como contrarrevolucionarios, por efectos de la guerra de Malvinas… Francés ha protagonizado meses atrás un confuso episodio en Costa Rica, que se considera un autosecuestro, tras del cual aparece como un defensor del sandinismo (sic) (27 de noviembre de 1982).

A pesar de la captura de Héctor Francés García y de que él se identificó como integrante del Batallón de Inteligencia 601, al revisar el libro de militares y agentes civiles que pertenecieron a cuerpo militar, no aparece su nombre, por lo que si bien no se puede justificar el actuar de la Junta Militar Argentina en el istmo, sí se encuentra en entredicho la participación de Francés García en el Plan Charlie.

Con el descubrimiento del Estado Mayor argentino en Centroamérica, así como del Plan Charlie, con el que Estados Unidos, Honduras y Argentina buscaron eliminar la supuesta amenaza comunista en la región, queda claro que los militares del país sudamericano no sólo estaban el istmo para adiestrar a sus pares centroamericanos, sino, como se mencionó anteriormente, pretendían convertirse en un referente en Latinoamérica en materia de contrainsurgencia y perseguir a los exiliados que se les habían escapado.

Si bien la intervención argentina en Centroamérica no llegó a buen puerto porque se vio interrumpida en 1982 por la Guerra de Malvinas, lo que hizo que algunos militares de ese país regresaran a su nación para combatir contra el Reino Unido, también es verdad que otros se hicieron contratar por los gobiernos de la región, como mercenarios, para seguir con su cruzada.

Conclusiones

Desde que la Junta Militar Argentina tomó el poder en 1976, y acabó con la guerrilla de su país menos de un año después, tuvo como propósito extraterritorializar su política represiva, denominada “doctrina Viola”. Presentada oficialmente en
la Conferencia de Ejércitos Americanos (CEA), de Bogotá, Colombia, en noviembre de 1979, dicha doctrina pretendía asesorar a las Fuerzas Armadas de la región en materia de políticas contrainsurgente y varias fueron las naciones que aceptaron la ayuda.

Oficialmente, este asesoramiento comenzó el 17 de julio de 1980, con el golpe militar que derrocó en Bolivia a la presidenta Lidia Gueiler, para imponer como dictador a Luis García Meza. Sin embargo, de manera extraoficial, esta ayuda comenzó años antes, cuando los militares argentinos ya prestaban sus servicios para que los gobiernos de América Central exterminaran a las guerrillas de la región. Un ejemplo de esto es que el Ejército argentino le vendía armamento a la Guardia Nacional de Anastasio Somoza en Nicaragua, y enviaba oficiales para que lo ayudaran a acabar con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

El temor porque el comunismo ganara terreno en América Latina frente a lo que representaba en los años setenta y ochenta la Guerra Fría, en un momento en que Estados Unidos había vetado a varios países de Centroamérica y Sudamérica por violaciones a los derechos humanos, entre ellos Guatemala, El Salvador y Argentina, hizo que ésta última nación se erigiera como salvadora del mundo Occidental y cristiano y comandara a sus fuerzas armadas hacia otros territorios. Sus deseos por acabar con el comunismo encontraron aliados en los gobiernos de América Central. 

El asesoramiento militar en Centroamérica se vio fortalecido una vez que Estados Unidos, Argentina y Honduras firmaran un acuerdo conocido como Plan u Operación Charlie, en el que el primero de los países pondría los recursos económicos, el segundo el asesoramiento y el entrenamiento militar y el tercero el territorio para formar a los grupos contrainsurgentes que combatirían a los guerrilleros salvadoreños, guatemaltecos y nicaragüenses. Dicho acuerdo le permitió a los militares argentinos, además, perseguir, secuestrar, asesinar y hasta desaparecer a ex militantes de su país exiliados en otras naciones y que habían encontrado en las guerrillas de Centroamérica un faro de esperanza para concretar su lucha revolucionaria ante las derrotas que traían en sus espaldas.

Por su parte, el Grupo de Tareas del Exterior de Argentina, que operó en Centroamérica, estableció su base en Tegucigalpa. Desde ahí dirigió operativos urbanos tanto en Guatemala, como en El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y la propia Honduras. Los casos de Radio Noticias del Continente y de Helma, mencionados en el texto son un ejemplo de ello.

Asimismo, el ex comisionado de derechos humanos de Honduras, Leo Valladares, explicó en su informe Los hechos hablan por sí mismos, dado a conocer en 1993, que el fenómeno de la desaparición forzada de personas en su país se puso en práctica con la llegada de los militares argentinos a territorio hondureño, y que ellos estuvieron involucrados en la creación de escuadrones de la muerte que secuestraron y desaparecieron a más de cien personas en ese territorio.

Con este trabajo se ha pretendido dar algunas luces sobre cómo fue la intervención militar argentina en Centroamérica, y problematizar sobre lo que esto significó política y socialmente para la región.

NOTAS

* Emiliano Balerini Casal estudió la licenciatura de periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García y la maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Actualmente es candidato a doctor en Estudios Latinoamericanos en la misma institución.

1 Seoane, María, http://edant.clarin.com/suplementos/especiales/2006/03/24/l-01164353.htm, 24/03/2006.

2 Rouquié, Alain, Guerra y Paz en América Central, Primera Edición en español, 1994, Fondo de Cultura Económica, México, pág. 17.

3 Ver referencia en: Guevara de la Serna, Ernesto, Guerra de Guerrillas, Editorial Ocean Sur, Madrid, 2014.

4 Op. Cit., Rouquié, Alain, pág. 17.

5 Hüeck, Matamoros, Bosco, La Contra, movimiento nicaragüense 1979-1990, Editorial Hispamer, Managua, 2006, pág. 13.

6 Op. Cit., Seoane, María, 24/03/2006.

7 Cardoso, Raúl; Kirschbaum, Ricardo y Van Der Koy, Eduardo, Malvinas, la trama secreta, Argentina, Editorial Planeta, Argentina, 1983, pág 27.

8 Ibíd., pág. 27

9 El Tiempo, Bogotá, Colombia, 09/11/79. Consultado en el Centro Académico de la Memoria de Nuestra América (CAMeNA), de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).

10 Agencias de noticias AP, IPS y UPI, Bogotá, Colombia, 09/11/79. Consultado en el Centro Académico de la Memoria de Nuestra América (CAMeNA), de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).

11 Ibíd., (AP, IPS y UPI, 09/11/79).

12 Herrera, Oropeza, José, El Nacional, Caracas, 18/11/79. Consultado en el Centro Académico de la Memoria de Nuestra América (CAMeNA), de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).

13 Selser, Gregorio, Honduras, República Alquilada, Editorial Mex-Sur, México, 1983, pág 127.

14 Ver documental Escuadrones de la muerte. La escuela francesa, Robin, Marie-Monique, 2003, https://www.youtube.com/watch?v=_LRGf4G1XnI, consultado 7 de marzo de 2016.

15 Ibíd., Robin, Marie-Monique, 2003.

16 Ver referencia en Plan Conintes. Represión política y sindical, Editado por Presidencia de la Nación, Argentina, 2014.

17 Mazzei, Daniel, La misión militar francesa en la escuela superior de Guerra y los orígenes de la Guerra Sucia, 1957-1962, Revista de Ciencias Sociales, Buenos Aires, Núm. 13, 2002, pp. 105-106.

18 Armony, Ariel, La Argentina, los Estados Unidos y la cruzada anticomunista en América Central, 1977-1984, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 1999, pág. 37.

19 Op. Cit., Robin, Marie-Monique, 2003.

20 Op. Cit., Mazzei, Daniel, pág, 116.

21 Op. Cit., Selser, Gregorio, pág., 126.

22 Selser, Gregorio, El Día, México, 28/08/1981.

23 Op. Cit., Armony, Ariel, pág. 67.

24 Ver referencia en Ragendorfer, Ricardo, “EL REPRESOR MÁS ESTRAFALARIO: Breve historia de Mario Alfredo Mingolla Montrezza, que pasó de ser el batata “Christian” al obispo Valerian de Silio”, en http://pajarorojo.com.ar/?p=806.Publicado 09/04/2014.

25 Cable desclasificado No. 136. Archivo Histórico de la Cancillería Argentina. 30 de noviembre de 1982.

26 Op. Cit., Hüeck, Matamoros, Bosco, pág 13.

27 Ibíd., pág.13.

28 Ibíd, pp. 17 y 18.

29 Op. Cit, Rouquié, Alain, 1992, pp. 204-205.

30 Op. Cit, Hüeck, Matamoros, Bosco, 2006, pág. 18.

31 Op. Cit., Rouquié, Alain, 1994, pág. 205.

32 Op. Cit., Matamoros, Hüeck, pág. 20-21.

33 Ibíd., Matamoros, Hüeck, pág. 21.

34 Ibíd., Matamoros, Hüeck, pág. 21.

35 Entrevista con José Francisco Rivera Aguirre, para la tesis de Doctorado en Estudios Latinoamericanos: “La intervención de la dictadura militar argentina en el conflicto centroamericano (1978-1983), así como la integración de los internacionalistas de ese país sudamericano a los movimientos armados de la región, que actualmente hace el autor de este texto en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Realizada el 09/01/2018. 

36 Op. Cit., Armony, Ariel, pág. 204.

37 Ibíd., Armony, Ariel, pág. 204.

38 Ibíd, Armony, Ariel, pág. 204.

39 Ibíd, Armony, Ariel, pág. 205.

40 Selser, Gregorio, “Asesores militares argentinos”, El Día, México, 4 de septiembre de 1980.

41 Entrevista con Carlos Vilas, para la tesis de Doctorado en Estudios Latinoamericanos: “La intervención de la dictadura militar argentina en el conflicto centroamericano (1978-1983), así como la integración de los internacionalistas de ese país sudamericano a los movimientos armados de la región, que actualmente hace el autor de este texto en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Realizada el 07/09/2016.

42 Entrevista con Eduardo Haliburton, para la tesis de Doctorado en Estudios Latinoamericanos: “La intervención de la dictadura militar argentina en el conflicto centroamericano (1978-1983), así como la integración de los internacionalistas de ese país sudamericano a los movimientos armados de la región, que actualmente hace el autor de este texto en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).. Realizada el 15/09/2016.

43 Cable desclasificado del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, no. 162/164, 8 de mayo de 1980.

44 Según el investigador Ariel Armony, la edición del 5 de marzo de 1985, del diario Wall Street Journal, publicó: “Ribeiro se convirtió en una figura prominente en Tegucigalpa; vivía en una gran casa, repartía dinero norteamericano y brindaba  lo que los funcionarios de la CIA consideraban un asesoramiento militar poco sólido...Por ejemplo, como su experiencia provenía del combate urbano y no rural aconsejó a La Contra montar un programa de terrorismo urbano. La CIA quería alimentar una insurrección popular en el campo”. Ver referencia en Armony, Ariel, La Argentina, los Estados Unidos y la cruzada anticomunista en América Central, 1977-1984, 1999, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, pág. 203.  José Hoyos u Ollas actuaba como enlace con el jefe de la delegación de la CIA en Honduras, controlaba el flujo de pertrechos militares y fondos de esa agencia para las fuerzas de La Contra. Autorizaba el gasto en equipamiento y desembolso de dinero de la CIA para la FDN. Este militar argentino colaboró muy cercanamente con líderes políticos y militares antisandinistas para construir esa fuerza en agosto de 1981. También jugó un papel importante en la reorganización del Estado Mayor Militar de las FDN en diciembre del mismo año, cuando ubicó a oficiales nicaragüenses pro argentinos (Ernesto Bermúdez, Ricardo Lau y Emilio Echeverry) en puestos clave. Ver referencia en Ibídem, pág., 203.

45 Calloni, Stella, Operación Cóndor. Pacto Criminal, La Jornada, México, pág. 246, 2001.

46 Op. Cit., Ragendorfer, Ricardo, http://pajarorojo.com.ar/?p=806.  Publicado 09/04/2014.

47 Op. Cit, Hüeck, Matamoros, Bosco, pág. 22.

48 Valladares, Leo, Informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Honduras, Los hechos hablan por sí mismos, 1993, Tegucigalpa, Honduras, pág. 350.

49 Ibíd., Valladares, 1993, pág. 350.

50 Op. Cit., Armony, Ariel, pág. 211.

51 **Los ejemplos que mencionamos en el artículo no son los únicos que hubo en la materia. Consideramos que la caída de la estructura logística de las FPL en diciembre de 1980 y el RP en 1982siguieron el mismo camino que las FARN. Fueron detenidas por grupos de tareas, conformados por hombres vestidos de civil, que se movían por fuera de la estructura militar hondureña.

52 Cuestas, Raúl, La dictadura militar argentina y el genocidio centroamericano, 2005, SIMA, Editora, Córdoba, Argentina, pág. 113.

53 Ibíd., pág. 113.

54 Ibíd., pp. 120-121.

55 El cable secreto 844, desclasificado en 2009 por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina, señalaba: “En una reunión celebrada ayer (18 de diciembre de 1980) por la tarde con representantes de los medios de comunicación, el ministro de Seguridad Pública, licenciado Carlos Argueda informó que en la Finca Birmania, a siete kilómetros de Liberia, detuvieron a siete individuos, de los cuales sólo uno fue identificado como el capitán Hugo Villagra Gutiérrez, presumiéndose que se trata del comando que asaltó las instalaciones de Radio Noticias del Continente”. Además explicaba: “El viceministro de seguridad, licenciado Alfredo Blanco Odio, explicó a la prensa que en el momento de la captura se encontraban dentro de una casa ubicada en el centro de una gran plantación de arroz. La captura se realizó sin resistencia alguna. Uno de los capturados tenía una pierna herida, supuestamente como resultado de un enfrentamiento armado en la madrugada del domingo 14 al intentar capturar la emisora. En un vehículo que se encontraba fuera de la casa fueron halladas ametralladoras M-76, M-16, Nihausen, fusiles ametralladoras Galil y Fal, Carabinas, municiones, granadas de fragmentación, dinamita, salveques y equipo de primeros auxilios... hoy 19 serán traídos por separado a San José a fin de ser interrogados aisladamente. El licenciado Blanco al ser consultado luego de la conferencia de prensa, dijo que oficialmente no podía asegurar que se trataba del mismo comando que atentó contra la radiodifusora de onda corta, Radio Noticias del Continente. Por su parte, el coronel Fernando Muñoz, director general de la Fuerza Pública, en la misma reunión y al ser consultado por los periodistas, manifestó su preocupación por el hecho de que grupos extranjeros hayan venido a Costa Rica a producir actos violentos, descartó que en Costa Rica pudiera llegarse al crimen político, en especial en la persona del presidente de la República”.

56 Op. Cit., Cuestas, Raúl, pág. 112.

57 Cable secreto No. 334, 16 de agosto de 1979, desclasificado en 2009, por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina.

58 Cable secreto no. 271, 30 de julio (no dice año), desclasificado en 2009 por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina.

59 Ibíd., Cable no. 271.

60 Cable secreto no. 833-834-835-836, 17 de diciembre (no dice fecha, pero se supone que por los hechos descritos es de 1980, correspondientes al último ataque a Radio Noticias del Continente), desclasificado en 2009 por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, de Argentina

61 Entrevista con Raúl Cuestas, para para la tesis de Doctorado en Estudios Latinoamericanos: “La intervención de la dictadura militar argentina en el conflicto centroamericano (1978-1983), así como la integración de los internacionalistas de ese país sudamericano a los movimientos armados de la región, que actualmente hace el autor de este texto en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Realizada el 11/04/2018.

62 Testimonio presentado por Helma a la organización Resistencia Nacional, del FML, sobre lo sucedido el 8 de agosto de 1981, pág. 1.

63 Orden de aprehensión del gobierno argentino a María Luz Casal, alias Elena o Helma o Lucía, 12 de enero de 1977, Comisión Provincial de la Memoria.

64 Carta de Alfredo Forti, ex embajador argentino en Honduras, a Eduardo Dualdhe, ex secretario de Derechos Humanos de Argentina, 8 de noviembre de 2006.

65 Presentación del archivo de la familia Balerini Casal en el Fondo H”, del Centro Académico de la Memoria de Nuestra América (CAMeNA), de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, el 19 de mayo de 2011.

66 Op. Cit, Valladares, Leo, pág. 353.

67 Entrevista con José Sbezzi, para la tesis de Doctorado en Estudios Latinoamericanos: “La intervención de la dictadura militar argentina en el conflicto centroamericano (1978-1983), así como la integración de los internacionalistas de ese país sudamericano a los movimientos armados de la región, que actualmente hace el autor de este texto en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Realizada el 21/03/2018.

68 http://www.lajiribilla.co.cu/2005/n215_06/215_16.html, consultado en febrero de 2016.

69 Cable secreto No. 600, sin fecha exacta, 1982, desclasificado en 2009 por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina.

70 Cable cifrado No. 590, de Arturo Ossorio Arana, 25 de noviembre de 1982, desclasificado en 2009 por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina.

71 Cable cifrado No. 427, 27 de noviembre de 1982, desclasificado en 2009 por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina.

72 Ver referencia en el libro Batallón de Inteligencia 601, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. República Argentina, Buenos Aires, 2015.

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Colección Forti. (2009) Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina. Cable cifrado No. 590, de Arturo Ossorio Arana, 25 de noviembre de 1982.

Colección Forti. (2009) Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina. Cable secreto No. 600, sin fecha exacta, 1982.

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