El pasado oculto bajo la ciudad: de una cronología cultural a una interpretación social de la historia antigua entre 1000 a.C. y 1550 d.C., cuenca del río Virilla, Costa Rica

R. Felipe Sol1* y Myrna Rojas2

1Universidad de Costa Rica (UCR), Escuela de Antropología (EAT), San José, Costa Rica

2Museo Nacional de Costa Rica (MNCR), Departamento de Antropología e Historia, San José, Costa Rica

*Autor para contacto: felipe.sol@gmail.com

Cuadernos de Antropología

Julio-Diciembre 2022, 32(2)

DOI: 10.15517/cat.v32i2.49329

Recibido: 30-11-2021 / Aceptado: 17-03-2022

Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas

Centro de Investigaciones Antropológicas (CIAN), Universidad de Costa Rica (UCR)

ISSN 2215-356X

Resumen: Actualmente, en el Valle Central de Costa Rica se concentra más de la mitad de los habitantes del país; y el crecimiento de la ciudad ha generado una gran presión sobre el patrimonio arqueológico. Gracias a esfuerzos institucionales y la legislación vigente, este proceso ha sido acompañado de un gran número de evaluaciones de impacto arqueológico y excavaciones de rescate, por lo que esta es una de las regiones más estudiadas del país. Sin embargo, estas investigaciones también tienen serias limitantes, pues casi nunca se cuenta con una delimitación espacial de los sitios o una perspectiva regional que permita interpretaciones generales. Con el fin de sistematizar parte de esta información, se recopilaron y generaron datos de los sitios arqueológicos en la cuenca del río Virilla. A pesar de las limitaciones particulares de la muestra, se sintetiza una amplia gama de documentos publicados e inéditos para lograr una interpretación antropológica del pasado precolombino y tener una visión más clara y objetiva sobre los cambios socioculturales a través del tiempo en una región bien delimitada. A partir del análisis de 208 fechas de radiocarbono, se proponen nuevos rangos para las fases de la Región Central. Los datos disponibles para el área considerada permiten proponer que no hubo diferenciación social antes de 400 d.C., a pesar de que gran parte de la cuenca estaba ocupada para entonces, y que parece haber existido una población regional alta con respecto a períodos posteriores. Se identifican debilidades en los datos disponibles, los cuales no permiten hacer análisis y comparaciones sistemáticas de población, nucleación o diferenciación de estatus y organización social a escala doméstica. Ante estas limitaciones se proponen algunas acciones correctivas.

Palabras clave: arqueología; Valle Central; organización social; cacicazgos; tribus; sociedades igualitarias.

The hidden past under the city: from a cultural chronology to a social interpretation of ancient history between 1000 bc and 1550 ad, virilla river basin, Costa Rica

Abstract: Currently, more than half of the country’s inhabitants are concentrated in the Central Valley of Costa Rica and the growth of the city has generated great pressure on the archaeological heritage. Thanks to institutional efforts and current legislation, this process has been accompanied by a large number of archaeological impact assessments and rescue excavations, making this one of the most studied regions in the country. However, these investigations also have serious limitations since there is little spatial delimitation of the sites and no regional perspective that would allow for general interpretations. In order to systematize part of this information, data was collected and generated from archaeological sites in the Virilla River basin. Despite the particular limitations of the sample, a wide range of published and unpublished documents is synthesized to achieve an anthropological interpretation of the pre-Columbian past and to have a clearer and more objective vision of the socio-cultural changes over time in a well-defined region. From the analysis of 208 radiocarbon dates, new ranges are proposed for Central Region phases. The available data points to the possibility of no social differentiation before 400 AD, despite the fact that a large part of the basin was occupied by then, and that there seems to have been a high regional population with respect to later periods. Weaknesses are identified in the available data, which does not allow for systematic analysis and comparisons of population, nucleation, or status differentiation and social organization at the domestic level. Given these limitations, some corrective actions are proposed.

Keywords: archaeology; Central Valley; social organization; chiefdoms; tribes; egalitarian societies.

Introducción

La arqueología latinoamericana ha alcanzado una notable madurez en la cual instituciones de educación superior, museos y legislación de protección del patrimonio cultural tienen una estabilidad y alcance sorprendentes. Sin embargo, a pesar de esta solidez, hemos descuidado la pregunta de ¿para qué excavamos? Muchos dirán que trabajamos para proteger el patrimonio, para difundir conocimiento sobre el pasado al público general y por conocimiento científico e histórico. No obstante, nada de esto se alcanza con solo excavar y proteger, es necesario también tener claro que el objetivo de la excavación es obtener datos de carácter socio cultural (estudiamos los restos de culturas antiguas) y estos no se obtienen directamente de la descripción de restos materiales y su ubicación espacio-temporal. La descripción es solo un paso metodológico para el fin último de la interpretación y, eventualmente (quienes tienen mayor curiosidad científica), de la explicación.

La gran mayoría de los arqueólogos estarán de acuerdo en que desean que sus interpretaciones se refieran a más que un caso aislado; pero no importa qué tan amplio sea el presupuesto, no es posible excavar todos los rasgos o sitios arqueológicos en una región y se utilizan criterios (estadísticos, ad hoc o arbitrarios) para definir qué excavamos. Los arqueólogos explícita o implícitamente definimos criterios: un sitio se excava porque es importante para un período determinado, porque tiene buena conservación, porque tiene una alta densidad de materiales, o debido a su posición en un sistema de organización política. En la arqueología de rescate o de contrato, el criterio de cuáles sitios y hasta qué punto excavarlos tiene aún menos relación con una intención de generar interpretaciones y explicaciones.

Los sitios excavados dependen de las necesidades de los proyectos de infraestructura y el criterio del investigador; esta atomización de las excavaciones limita fuertemente su potencial explicativo. El presente artículo es un esfuerzo de integrar la información dispersa de cientos de informes no publicados para lograr hacer interpretaciones sobre la estructura social de una región del Valle Central y tratar de aclarar qué elementos importantes faltan por conocer, con la esperanza de que futuros trabajos sean más productivos y enfocados hacia nuestro objetivo principal: conocer y entender mejor las sociedades nativas del pasado.

En el Valle Central de Costa Rica se concentran más de dos de los 5 millones de habitantes del país, y la población se ha duplicado en los últimos 40 años (INEC, 2013, 2015). Este acelerado crecimiento de la ciudad ha generado una gran presión sobre el patrimonio arqueológico. Al mismo tiempo, principalmente después de 1980, el Valle Central se ha convertido en una de las regiones más estudiadas del país; esto gracias a leyes e instituciones que han promovido una gran cantidad de evaluaciones de impacto y excavaciones de rescate arqueológico (Figura 1). Sin embargo, esta situación también implica que la mayor parte del conocimiento arqueológico del Valle Central de Costa Rica se ha generado por investigaciones aisladas e inéditas, por lo que casi nunca se cuenta con una delimitación espacial de los sitios o una perspectiva regional que permita interpretaciones generales.

Con el fin de analizar de manera más sistemática la información, no hacer generalizaciones a partir de los casos excepcionales, y de tener mayor consistencia en las manifestaciones socioculturales analizadas, el área de estudio se limitó a la cuenca del río Virilla, entre sus nacientes en el Volcán Poás y el río Ciruelas (Figura 2). Esta región no constituye una sola unidad política; por el contrario, sabemos que incluso para la época de la Conquista y la Colonia, cuando se ha propuesto que había mayor integración, estaba fragmentada en varias unidades políticas que se han interpretado como cacicazgos independientes (Ibarra 2015).

Metodología

Al trabajar con los datos arqueológicos de la cuenca del Virilla, y antes de emprender una labor de síntesis, es necesario tomar en cuenta las limitaciones y fortalezas de la muestra para entender lo que podemos y lo que no podemos alcanzar. Si consideramos el conjunto de sitios registrados en la cuenca del Virilla como nuestra muestra, debemos tomar en cuenta que no fue definida mediante técnicas estadísticas. Esta no es aleatoria, sino que corresponde al registro ad hoc que se hace de sitios arqueológicos en la región de mayor desarrollo urbanístico moderno; en otras palabras, el registro de sitios arqueológicos responde a la ubicación de los proyectos de construcción de infraestructura y no a un proceso investigación sistemática. Esto no significa que no se pueden hacer generalizaciones a partir de estos datos, sino que debemos tener especial cuidado en considerar cómo las tendencias que indiquen puedan estar influenciadas por la forma en que se registraron los datos. Por ejemplo, es evidente que en la muestra los sitios ubicados en zonas urbanizadas van a estar sobrerepresentados, y que estos coinciden con los suelos aluviales y planos, mientras que hay menos sitios registrados en las zonas alejadas de los centros urbanos de San José, Heredia y Alajuela que coinciden, en general, con zonas de pie de monte y laderas. En este caso, la naturaleza de los datos haría imposible determinar si las poblaciones precolombinas tuvieron una preferencia por asentarse en los suelos aluviales o no. Un caso distinto podría ser el dato sobre la temporalidad de los sitios registrados; en principio, el registro de sitios no debería estar particularmente sesgado en el reporte de más sitios de un período determinado. De esta manera, es muy probable que una mayor cantidad de sitios registrados para un período determinado tenga relación con una mayor extensión espacial de materiales cerámicos en la región. Por esta razón, no se discutirá en este artículo el tema de la ubicación de asentamientos con respecto a características biogeográficas, sino que nos limitaremos a los cambios socioculturales a nivel temporal.

Esperamos que un análisis detallado del estado actual de la investigación arqueológica en la zona ayude a conocer las limitaciones de los datos disponibles para desarrollar futuros trabajos. Consideramos que el ejercicio de integración de estos datos resulta urgente y es indispensable para la comprensión arqueológica de la región, especialmente en vista de que los datos arqueológicos son únicos e irremplazables; y los sitios arqueológicos que quedan están siendo alterados a un ritmo muy rápido, por lo que se prevé que en pocos años únicamente se podrán excavar secciones mínimas de estos.

La muestra analizada consistió en 225 sitios arqueológicos registrados en la base de datos “Orígenes”, la cual fue depurada para eliminar algunos errores, como registros redundantes o con datos incorrectos. Esta base de datos, creada en 1993 por el Departamento de Antropología e Historia del Museo Nacional de Costa Rica, compila información de los sitios arqueológicos reportados por los investigadores, asignando un código único y coordenadas centrales, junto con información básica relacionada con el estado de conservación, temporalidad y características generales (Vázquez, Rojas, Chacón e Hidalgo, 1995).

Estos datos se incorporaron en un sistema de información geográfica, lo que permitió una visión más clara sobre los cambios en la distribución y características de los asentamientos a través del tiempo. La localización y delimitación de las evidencias se estableció a partir de información bibliográfica reportada por los investigadores.

Delimitación del área de estudio

Tradicionalmente los arqueólogos han dividido el país en tres regiones culturales: la Gran Chiriquí, la Región Central y la Gran Nicoya, cada una de las cuales representaría “tradiciones culturales” distintas. Siguiendo esta perspectiva histórico-cultural, las síntesis arqueológicas en muchos casos todavía se organizan según estas divisiones (Corrales, 2002; Snarskis, 1981), aunque la Región Central se suele subdividir en cuatro subregiones, por criterios principalmente geográficos: la vertiente Caribe, las Llanuras del Norte, el Valle Central y la vertiente Pacífico Central (Corrales, 2002).

El presente estudio difiere de esta práctica con el fin de resaltar las particularidades en organización política de esta subregión. Si bien es claro que la Región Central del país comparte características similares en algunas tradiciones culturales (principalmente tumbas, casas y estilos cerámicos), cada subregión presenta características particulares en su desarrollo y características socio-políticas (Murillo, 2010a). Esto se debe a que en realidad la Región Central nunca correspondió a una sola unidad sociopolítica, sino a varias, que además fueron inestables en el tiempo; esta situación vista a lo largo de toda la historia precolombina de 2000 años o más de población sedentaria resulta sumamente compleja. Tan solo al momento del contacto con los europeos en la Región Central de Costa Rica, se reporta la presencia de hasta 8 cacicazgos (Huetar, Guarco, Curriraba, Pacaca, Aserrí, Votos, Suerre y Pococí) (Ibarra, 1996, 2015). El énfasis en una pequeña región bien delimitada permite resaltar la variabilidad en la organización política de las sociedades precolombinas y comparar sus trayectorias. Con este fin, este artículo se concentra arbitrariamente en el análisis de la información de la cuenca del río Virilla, una parte relativamente pequeña de la región Central, pero en la que incluso para el período de la Conquista había varias unidades políticas nativas (Figura 2).

La cuenca del río Virilla es una subcuenca de la del río Grande de Tárcoles, Vertiente Pacífica de Costa Rica. Conforma la cuenca más importante al centro del Valle Central, y comprende gran parte del desarrollo urbanístico, pues ahí se ubica la ciudad capital San José. El Valle Central constituye un paso natural entre el Pacífico y el mar Caribe, condición aprovechada para el establecimiento de vías de comunicación precolombinas, coloniales, y contemporáneas.

Condiciones muy favorables para el asentamiento humano desde hace miles de años están determinadas por factores; tales como: la altitud que va desde 800 a 1200 m.s.n.m.; la precipitación anual que oscila entre 1700 mm y 2000 mm; la temperatura generalmente cálida, entre los 20 y los 22.5 ºC; la humedad relativa entre los valores de 75 % y 80 %; y profundos y fértiles suelos volcánicos.

Existe una gran riqueza y biodiversidad en la región, constituyendo un recurso importante para los pobladores precolombinos, quienes tenían acceso a diversas zonas de vida en una región relativamente pequeña: bosques semideciduos de bajura (tropicales), vegetación arbustiva, arbustiva con boquetes aislados de parches o vegetación sabanoide, bosque lluvioso tropical submontano siempre verde y bosque lluvioso tropical-subtropical montano (Gómez 1986).

Estado de la investigación

Diversas publicaciones han reseñado la historiografía de la investigación arqueológica en Costa Rica (Corrales, 2020; Murillo, 2008), y específicamente de la Región Central (Rojas, 2012); por lo que aquí solo haremos referencia a los procesos más generales, y cómo inciden en el tipo y calidad de las investigaciones realizadas.

Aunque el primer ejemplo de investigaciones propiamente arqueológicas ocurrió a finales del siglo XIX (Hartman, 1901), y a pesar de la fundación del Museo Nacional de Costa Rica (MNCR) en 1887, las subsecuentes investigaciones arqueológicas hasta 1962 son esporádicas y a cargo de investigadores sin formación en arqueología (eg. Alfaro 1893; Fernández, 1900; Lines, 1940; Meléndez, 1954; Tristán, 1924). No es sino hasta los años sesenta del siglo pasado que se propone la primera secuencia cerámica para el Valle Central (Coe, 1962), la cual es posteriormente ampliada y refinada por Carlos Aguilar (1974, 1976, 1978). Las excavaciones y registro de sitios en el área de estudio por parte del MNCR son pocas hasta finales de la década de 1970, cuando, bajo la dirección del Dr. Michael Snarskis, arranca el proyecto de arqueología de salvamento a nivel nacional. Por su parte, la Universidad de Costa Rica desarrolló durante la década de los 80s, dos trabajos de graduación en el área de estudio. (Arias y Chávez, 1985; Arrea, 1987)

Quizás uno de los puntos más importantes en el desarrollo de la práctica arqueológica en la región es la aprobación de la Ley Nº 6703 de Protección del Patrimonio Arqueológico Nacional en 1980, que resulta ser determinante al prohibir el comercio de bienes precolombinos y normar y exigir la realización de excavaciones de rescate en proyectos de infraestructura.

De 1986 a 1996, respondiendo a la preocupación por el acelerado proceso de destrucción del patrimonio arqueológico, se crea el Proyecto Gran Área Metropolitana (León, 1987; Rojas, 1987). De 1995 en adelante, la labor del MNCR se fortalece con los Estudios de Impacto Ambiental motivados por la Ley 7554 Orgánica del Ambiente, creada por la Secretaría Técnica Nacional Ambiental (Setena). Así, se suman a los sitios que se conocían por denuncias e inspecciones aisladas, los registrados mediante los estudios de impacto ambiental, antes de que se inicien las obras constructivas.

A partir de esos años y hasta la actualidad, el MNCR e investigaciones independientes llevan a cabo una serie de importantes proyectos de evaluación y rescate arqueológico que han generado gran parte de la información con que contamos para la zona. Sin embargo, estos datos se encuentran casi en su totalidad sin publicar.

En general, vemos que la mayor parte de los sitios de la zona de estudio se han definido mediante inspecciones aisladas y trabajos de evaluación de impacto. Por un lado, las inspecciones han permitido reportar gran cantidad de depósitos, pero nuestro conocimiento sobre estos es muy limitado. Por otro lado, las evaluaciones, aunque han permitido el registro de datos mucho más detallados para los sitos, tienen la limitación de estar restringidas a la propiedad donde se construirá el proyecto y objetivos generalmente enfocados en aspectos descriptivos. Otro sesgo importante en el tipo de información disponible es que las excavaciones de rescate se han enfocado en zonas funerarias y han descuidado contextos habitacionales, rituales y productivos. Esto se ha debido en parte al atractivo que ejercen los contextos funerarios y sus ofrendas, pero también a falta de interés en la arqueología doméstica y la caracterización social de los asentamientos, así como falta de conocimiento de estrategias metodológicas para identificar y estudiar contextos habitacionales, rituales y productivos.

Cronología

En la región, se ha detectado evidencia arqueológica de ocupación a partir del período formativo. Los investigadores suelen clasificar los materiales en cuatro periodos: Barva, Pavas, Curridabat y Cartago, denominando “Complejo” al primero, pues no se cuenta con información sobre las costumbres funerarias y formas de casas, y “Fases” a las siguientes, para las que sí se cuenta con esa información. Diferentes autores han propuesto distintos rangos temporales para estos períodos, utilizándose hasta seis diferentes esquemas (Rojas, 2012). Es ineludible aceptar que la definición de los límites temporales precisos de estos períodos es problemática por la complejidad de las clasificaciones cerámicas y la limitada cantidad de fechamientos radiométricos disponibles. Para este artículo se compiló una base de datos con todas las fechas de radiocarbono disponibles para la Región Central a partir del trabajo de Rojas (2012), que compiló las fechas radiocarbónicas disponibles hasta el 2012, y fue actualizado con fechas adicionales disponibles en otras publicaciones posteriores (Alarcón, 2018; Hurtado de Mendoza, 2016). Los datos se calibraron y analizaron según modelos probabilísticos de distribución, utilizando el programa OxCal 4.4. Aunque se compilaron un total de 208 fechas, debieron descartarse un total de 26 fechas que tenían evidentes problemas de registro o contexto, y un total de 7 fechas más que se pudieron identificar en los análisis estadísticos como valores atípicos.

Estos análisis sugieren rangos aún bastante amplios y con un traslape significativo para los períodos (Cuadro 1 y Figura 3). Para las intersecciones Pavas/Curridabat y Curridabat/Cartago, aún no es factible indicar si hubo períodos de convivencia de las tradiciones en diferentes regiones; es indispensable lograr conseguir más contextos y fechas de radiocarbono para poder entender mejor estos procesos.

Organización social en la cuenca del río Virilla

Complejo Barva (1200/950 a 350/150 a.C.)

La cerámica del complejo Barva constituye la evidencia de ocupación humana más temprana que se conoce en el área de estudio. Sin embargo, si tomamos en cuenta los datos de las regiones aledañas, es muy probable que esta aparente ausencia de sitios precerámicos se deba a la falta de investigaciones dirigidas a encontrarlos.

En la cuenca del Virilla se ha reportado únicamente 12 sitios con restos asociados al complejo Barva, la evidencia con que se cuenta en el área de estudio para este período se limita a sectores de poca extensión y muy bajas densidades cerámicas. Es el caso del sitio Quebrada Azul (SJ881QA), que mide apenas unos 1600 m2 (aunque el sitio podría extenderse fuera del área evaluada) y densidades observadas que no superan los 32 fragmentos por m3 (Sol y Rodríguez, 2005). En los sitios de este período no se ha detectado una clara estratigrafía y en la mayor parte de los casos, los restos se han recuperado en contextos multicomponentes.

Aún no se tienen datos de enterramientos ni rasgos habitacionales, e incluso los materiales recuperados han sido muy escasos y no han sido descritos en forma sistemática. Solo se ha reportado un posible ejemplo de ofrenda, una vasija cilíndrica casi completa proveniente del sitio SJ-16 Zetillal, pero tenemos muy pocos datos acerca de su contexto (Snarskis, 1978).

El complejo cerámico y su ubicación cronológica se han definido a partir del complejo La Montaña, descrito para la zona de Turrialba, y el complejo Chaparrón en San Carlos (Snarskis, 1978). Por el acabado en superficie y el importante uso de la pintura roja, se ha planteado de manera preliminar una similitud mayor con el complejo Chaparrón que con otros complejos coetáneos aledaños (Corrales, 2000).

Los pocos datos disponibles solo permiten hacer interpretaciones muy generales, la poca cantidad de sitios registrados sugiere que la población durante este período fue escaza, esto, aunado a la larga duración del período, poca extensión y baja densidad de los depósitos, indicaría grupos familiares pequeños y posiblemente un grado de movilidad alto (Figura 4). Una prospección sistemática realizada en la zona de San Ramón sugiere un patrón muy similar, una ocupación efímera de familias dispersas y poca continuidad en las ocupaciones (Murillo, 2010b).

Así mismo se puede afirmar que las muestras de alfarería obtenidas indican un desarrollo importante de la tecnología cerámica, con buen control de la técnica, cocción y materias primas utilizadas. Esta alta calidad de la cerámica temprana ha sido tomada como evidencia de que tuvo una importante función dentro de festejos comunales y estrategias de generosidad competitiva, que a su vez fomentaron el intercambio de ciertos productos agrícolas como el maíz, los cuales -en sus etapas tempranas de domesticación- habrían sido poco productivos, pero de alto valor social (Hayden, 1998; Hoopes, 1995). Las áreas con población de este período siguieron siendo ocupadas durante la fase siguiente: Pavas.

Fase Pavas (350/150 a.C. a 350/450 d.C.)

Para esta fase contamos con un acervo de datos mucho mayor y una gran cantidad de sitios registrados. A pesar de ello su ubicación temporal es aún imprecisa, pues se cuenta con fechamientos de radiocarbono únicamente para dos sitios de esta fase en toda la cuenca del Virilla.

Las decoraciones de los artefactos en general son simples y en su mayoría abstractas, utilizando rebordes, pintura en zonas con tonos rojizos y soportes sólidos. Hay también una cantidad importante de adornos modelados que representan motivos zoomorfos simples y estilizados.

Población

El número de sitios registrados para la fase Pavas es alrededor de 13 veces superior a la anterior. La ocupación de este período es notable, no solo por el gran número de sitios (153) -que corresponde a más del 65 % del total (n225)- sino también por su extensión y su extensa distribución regional (Figura 5). A pesar de que los datos están aún incompletos, no menos de un 15 % de los sitios tiene más de 10 hectáreas y en al menos tres casos llegan a más de 50 ha (Hernández y Novoa, 2004; León y Salgado, 2002). Es importante notar que la poca sistematicidad con que los autores han reportado la densidad y extensión de los sitios hace muy difícil estimar sus tamaños y determinar si se trata de aldeas, caseríos o casas dispersas. Del total de sitios reportados, poco menos de un 40 % equivale a unicomponentes para este período, esto puede deberse a diversos escenarios: una cantidad de población más grande, más dispersa, o distribuida en zonas distintas que en períodos posteriores. Es esencial que estos temas sean estudiados mediante prospecciones sistemáticas regionales y con métodos que permitan hacer comparaciones a escala de comunidades.

En la zona de San Ramón la situación parece haber sido algo diferente, sí se observa un gran aumento en la cantidad de sitios de esta fase con respecto al período anterior, pero sigue habiendo una baja densidad poblacional (Murillo, 2010b). Sin embargo, el tipo de datos disponibles para la cuenca del río Virilla no permite hacer una comparación precisa.

En cuanto a la densidad de materiales, es posible que áreas extensas presenten una baja densidad, pero se reportan zonas de hasta 3 ha con densidades importantes de 120 a 250 fragmentos cerámicos por metro cúbico, y rasgos habitacionales (Naranjo, 2017). Se ha planteado que, para las fases siguientes, Curridabat y Cartago, la población se encontraba mucho más concentrada (Snarskis ,19920), pero solo se ha podido encontrar dos sitios tardíos con casas de pisos más grandes y más cerca unas de otras. (La Ribera y Cenada)

La fase Pavas podría haber durado unos 100 años más que la fase Curridabat, aunque esto no puede explicar la mayor cantidad de sitios registrados para esta, pues aún si sumamos todos los sitios con un componente Cartago y Curridabat, estos últimos siguen siendo 10 % menos que los reportados para la fase Pavas. Otra hipótesis que se ha propuesto para explicar la mayor cantidad de sitios Pavas con respecto a los otros períodos es una “movilidad moderada”, motivada por la rotación de campos de cultivo (León y Salgado, 2002). Esta hipótesis resulta atractiva, pero aún no tenemos datos para corroborarla, no sabemos si en las fases posteriores las ocupaciones fueron más prolongadas ni si cambiaron las prácticas agrícolas.

Durante la fase Pavas, se dio un fenómeno de explosión demográfica en un territorio con una muy baja densidad de ocupación previa. Este proceso parece ser el resultado de la consolidación de un sistema de subsistencia en que la agricultura llegó a ser suficientemente productiva y estable como para permitir un crecimiento constante de la población. Aunque se ha encontrado restos de pejibaye, frijoles, aguacate, maíz y otros alimentos domesticados en varios sitios del Valle Central, aún no se sabe si el maíz u otro producto jugaron un rol central en este crecimiento demográfico (Blanco y Mora, 1995). Tampoco sabemos si este proceso estuvo asociado a un remplazo poblacional o a un cambio cultural en las poblaciones nativas locales.

Enterramientos y estatus:

En cuanto a las costumbres funerarias, se reportan principalmente “tumbas de botella”, que se caracterizan por ser fosas excavadas hasta 2 metros de profundidad con un acceso restringido y una cámara más ancha donde se depositaron ofrendas. Se cree que los entierros fueron secundarios y los huesos pudieron ser depositados como “paquetes” (Aguilar, 1978; Hernández y Novoa, 2004; Rojas, 1991a), junto con ofrendas compuestas principalmente por alimentos y numerosos artefactos cerámicos, los cuales fueron quebrados ritualmente y dejados in situ (“matados”). Se ha excavado este tipo de rasgos en doce sitios del área de estudio: UCR-68 Pavas (Aguilar, 1974, 1978), H-43 Santa Helena (Herra, 1979), SJ-38 Urbanización Rohmoser (Aguilar, 1978), H-26 Cenada (Gutiérrez, 1986; Rojas, 1994), SJ-36 Belén (Rojas, 1991b), SJ-54 La Cubilla (Artavia y Solís, 1996), H-33 La Ribera (Artavia, Badilla, Ovares y Molina, 1997), A-150 El Pital (Hernández y Novoa, 2004; Valerio, Novoa, y Hernández, 1996), H-35 Doña Lola (Novoa, 1998), H-44 INBIO (Rojas, 1991a), SJ-118 Finca Coronado (Hernández, 1999), H-53 Finca Mayorga (León, 2002). También se ha reportado fosas más pequeñas que pueden ser interpretadas como tumbas más simples o “cachés”. Ejemplos de estas se encuentran en al menos cuatro sitios: H-26 Cenada (Sol, 2002), A-150 El Pital (Hernández y Novoa, 2004; Valerio et al., 1996), H-35 Doña Lola (Novoa, 1998), Mall Internacional (Soto y Gómez, 2003), H-53 Finca Mayorga (León, 2002).

Debido a que solo en uno de estos rasgos se han reportado restos humanos (sitio Pavas: Aguilar, 1978), ha habido una acalorada discusión acerca de si estos tuvieron una función funeraria o de pozos de almacenamiento (Gutiérrez, 1986; León y Salgado, 2002). Consideramos que un uso funerario concuerda mejor con los datos disponibles y los argumentos de Hernández y Novoa (2004), quienes señalan que el patrón en que se dispusieron los artefactos corresponde con ofrendas, que las condiciones de humedad de la zona no permitirían su utilización para el almacenamiento de granos, y que una estructura abierta en estas condiciones se derrumbaría en poco tiempo.

Aunque, en otras regiones del país para esta época se reportan marcadas diferencias en las ofrendas funerarias, en el área de estudio las ofrendas muestran un alto grado de similitud y muy pocos objetos de prestigio. Durante el periodo Tempisque en el Pacífico Norte y en la fase El Bosque en el Caribe costarricense, el jade ha sido considerado un marcador de estatus, pero en el área de estudio, los materiales que se pueden llamar “jade social” provienen de dos tumbas de botella del sitio A-150 El Pital, y consisten únicamente en un sencillo colgante, dos cuentas de lutita y una cuenta de serpentina (Hernández y Novoa, 2004). Aparte de estos objetos inusuales, pero sencillos, en general las ofrendas resultan sumamente homogéneas entre rasgos funerarios y las vasijas que constituyen el principal tipo de ofrenda; estas son iguales a las encontradas en contextos habitacionales.

Hernández y Novoa (2004) interpretan la diferencia de tamaño en las tumbas de botella como evidencia de una diferencia en el estatus de los individuos enterrados, pero, por el momento, no tenemos suficiente información sobre el uso de estos rasgos, no sabemos siquiera si pudieron haber sido criptas familiares o tumbas individuales (y esto evidentemente habría incidido en el tamaño de los rasgos). Es importante tomar en consideración que, incluso en sociedades igualitarias, algunos individuos pueden tener mayor prestigio; la presencia de materiales especiales destinados a personajes connotados de la sociedad no constituye, por sí sola, evidencia de desigualdad. Aunque aún está pendiente un análisis comparativo y más sistemático de aspectos como cantidad y calidad de ofrendas o el volumen de diferentes “tumbas de botella” dentro de un mismo asentamiento, la impresión que se desprende del tipo de ofrendas es que no hay evidencia de diferenciación social importante en el registro funerario en la región para este período.

Organización espacial de la comunidad y rasgos habitacionales

En cuanto a los rasgos habitacionales, para la fase se han reportado principalmente casas con pisos de arcilla quemada; se ha excavado estos rasgos en nueve sitios: H-44 INBIO (Rojas, 1991a), SJ-54 La Cubilla (Artavia y Solís, 1995), A-150 El Pital (Hernández y Novoa, 2004; Valerio et al., 1996), H-33 La Ribera (Artavia et al., 1997), H-35 Doña Lola (Novoa, 1998), H-53 Finca Mayorga (León, 2002), H-86 Vigui (León, Achío, y Odio, 2001) y H-26 Cenada (León, 2007).

Aunque en gran parte de los casos no se cuenta con una estimación de la forma del rasgo, hay evidencia de una importante variación en tamaño y forma de los rasgos circulares, ovalados y rectangulares. También las técnicas constructivas variaron: se presentan pisos de arcilla, paredes de arcilla quemada, casas que solo tenían paredes de arcilla y casas con piso de tierra sin utilización de arcilla. En algunos sitios se registran también rasgos que incorporan alineaciones de cantos y/o lajas. (La Cubilla, Finca Mayorga)

Tomando en consideración las estimaciones demográficas basadas en el área de piso propuestas por Naroll (1962), es probable que la mayor parte de los grupos domésticos fueron familias extensas de 15 a 20 personas, aunque también hay algunos rasgos pequeños que pueden ser rasgos mal conservados o estructuras anexas como bodegas o cocinas (Cuadro 2).

Es posible que algunos de los rasgos empedrados fueran edificios especiales de carácter público o ritual, que se reportan en muchas sociedades pre-estatales, pero esto debe ser investigado con mayor cuidado (Flannery y Marcus, 2012).

Hay evidencia de que al menos algunas ocupaciones fueron bastante estables, pues se encuentran pisos reparados con capas sucesivas de arcilla en sitios como Manzana de Agua, El Pital y La Cubilla. Algunos sectores de sitios extensos presentan mayor densidad de rasgos habitacionales, es el caso de Vigui (León et al. 2001), Finca Mayorga (León, 2002), Cenada sector Guaria (León, 2006), y Manzana de Agua (Naranjo, 2017). En estos sitios se ha documentado agrupaciones de hasta nueve casas separadas de tan solo 10 o 15 m., aunque en sectores periféricos de estos sitios las casas podían estar distantes de hasta 80 metros. Se reportan continuidades de materiales cerámicos dispersos en bajas densidades de cerámica en superficie, alternados con este tipo de configuraciones, ocupando hasta 70 ha. Este patrón se ha interpretado como correspondiente a aldeas dispersas (León y Salgado, 2005).

Aunque aún no se dispone de un plano suficientemente completo de una aldea de la fase Pavas, parece ser que los asentamientos fueron heterogéneos, con casas de diferentes tamaños y estilos constructivos, las comunidades fueron dispersas y no estuvieron organizadas alrededor de una plaza y calzada como en períodos posteriores.

Organización política:

Para la fase Pavas se han realizado excavaciones y evaluaciones de sectores extensos de asentamientos con distintas áreas y en diferentes zonas de la cuenca. En todos se puede observar un patrón muy similar de casas pequeñas dispersas y rasgos funerarios cercanos o incluso dentro de las casas. No encontramos un patrón de sitio principal / sitios satélites, sino varias aldeas extensas con características similares, aunque sí existen algunas zonas de mayor concentración de población a escala regional, con un gran número de caseríos y residencias aisladas. Este patrón es el que se ha descrito mediante prospección sistemática para la zona de San Ramón de Alajuela, donde se puede afirmar con mayor confianza que la sociedad no estaba integrada a nivel regional (Murillo, 2010b).

Tampoco se ha documentado la presencia de tumbas especiales, el uso de esculturas de piedra, montículos u otros objetos marcadores de prestigio, como sí se encuentran en el Caribe Central o en la Gran Chiriquí (eg. Severo Ledezma, Bolas, Barriles).

Los datos con que contamos indican la presencia de sociedades bastante igualitarias y sin una organización regional unificada. Estas características apuntan a una sociedad del tipo que generalmente se ha denominado “tribal”. Los datos analizados no coinciden con las interpretaciones previas para la totalidad de la Región Central, que sugieren una importante diferenciación de rango y el inicio de diferenciaciones regionales debido al surgimiento de sociedades cacicales o de rango medio (León y Salgado, 2002; Snarskis, 1992).

Es interesante notar que las representaciones iconográficas durante este período enfatizan motivos zoomorfos y decoraciones poco complejas que contrastan con lo que se observa en los períodos siguientes. Para la fase Pavas, las figuras son simples e indicativas de poco desarrollo de un “estilo étnico” (Hodder, 1979; Pasztory, 2005). En otras palabras, no habría un alto grado de competencia y conflicto que impulsara a los individuos de este período a enfatizar estilos particulares que los diferenciasen de sus vecinos. Esta interpretación coincide con los demás datos que tenemos sobre la organización social del período. Esto es de particular interés si consideramos que los niveles de población parecen ser altos y sugiere que se trata de un caso más en que no hay una relación directa entre un crecimiento de la población y el surgimiento de unidades políticas más grandes e integradas a nivel regional (cacicazgos).

Fase Curridabat (350/450 a 900/1000 d.C.)

Se cuenta con muy pocas fechas de radiocarbono para esta fase en el área de estudio; dos fechas del sitio Chagüite se ubican entre 400 y 500 d.C. (Sánchez, Ramírez, y Castillo, 2018), cuando ya las tradiciones culturales características de la fase parecen estar bien establecidas. Sin embargo, la definición temporal de este período es imprecisa y se hace con respecto a fechas dispersas en toda la Región Central y según las dos fases que la enmarcan.

Algunos elementos como el matado de piezas, uso de pintura morada en zonas y vasijas con soportes largos trípodes se mantienen de acuerdo con la fase anterior, pero cambia la forma de enterramiento, los tipos cerámicos, y se desarrolla una iconografía mucho más diversa y compleja que coincide con los cambios sustanciales observados entre ambos períodos.

Población

Para la fase Curridabat se evidencia un significativo cambio estructural en la sociedad y una disminución de un 30 % en la cantidad de sitios registrados (106), con respecto a los de la fase Pavas (Figura 6). De la muestra, 28 sitios son unicomponentes de esta fase, lo que sugiere la fundación de nuevas comunidades. No se reporta extensiones de materiales en superficie tan grandes como para la fase Pavas; sin embargo, a pesar de lo incompleto de los datos, los cementerios y sitios parecen ser mucho más densos que en el período anterior, lo que sugiere mayor agrupamiento de la población y/o mayor continuidad en las ocupaciones.

Enterramientos y estatus

Conocemos algunas de las costumbres funerarias típicas de la fase gracias a excavaciones realizadas en los sitios: Curridabat y Concepción (Hartman, 1907), SJ-19 Motorola (Rojas, 1989), SJ-40 Málaga (Rojas, 1992a), SJ-74 La Pradera (Rojas, 1993), SJ-76 Los Sitios (Artavia y Rojas, 1994; Rojas y Odio, 2003), La Isla (Artavia, 1995), SJ-51 Llorente (Sol, 2005) y C-151 Chagüite (Sánchez et al., 2018). Marcados cambios en las costumbres funerarias y cambios estilísticos en la producción artesanal debieron ser resultado de eventos socioculturales que afectaron de manera significativa la sociedad. La excavación de un cementerio de personajes de alto rango en el sitio SJ-50 Talamanca (Snarskis, 1979) es un caso excepcional que podría corresponder a inicios de la fase Curridabat. Las fosas no estaban marcadas con piedras y presentaron ofrendas de alta calidad, como objetos de la región Gran Nicoya e incluso de Guatemala o el sur de México. La ubicación temporal de este cementerio es compleja, pues la cerámica importada se encuentra usualmente en sitios de 500 a.C. a 300 d.C.; sin embargo, la cerámica local corresponde a artefactos de la fase Curridabat, por lo que los objetos más antiguos pueden interpretarse como reliquias familiares. Los metates de plato circular plano con cabezas trofeo en el borde, entierros extendidos y fosas rectangulares u ovaladas, difieren del patrón de enterramiento observado para la fase Pavas y coincide más con otros rasgos conocidos para la fase Curridabat.

Excavaciones de rescate reportan fosas ovaladas, dispuestas de forma caótica y de cerca de un metro de profundidad, generalmente marcadas en las capas superiores por alineaciones de cantos rodados y en algunos casos solo con rocas aisladas o sin marcas. En algunos rasgos de SJ-76 Los Sitios se reportan lajas verticales en las paredes de algunas tumbas. A pesar de que se ha encontrado algunos restos óseos humanos, su conservación ha sido muy mala, por lo que aún no se ha podido definir con certeza si los enterramientos eran primarios o secundarios; sin embargo, el tamaño de muchas fosas sugiere la deposición de cuerpos extendidos.

Las ofrendas se encuentran en varios niveles de las tumbas y es frecuente encontrar algunas con un orificio ritual en la base. En algunos cementerios hay grandes cantidades de artefactos, especialmente jarrones trípodes, quebrados en los primeros niveles de las tumbas. Este ha sido considerado el patrón general en la región central para las fases Curridabat y La Selva, pero en el área de estudio no siempre está presente, solo se ha registrado en los sitios Curridabat, Concepción, C-151 Chagüite y SJ-76 Los Sitios. Aún no podemos saber si la diferencia se debe a factores de grupo social o temporalidad. Es probable que para esta fase se fabricara una vajilla especial para su uso en contextos funerarios: jarrones trípodes de soportes huecos largos, con adornos modelados en los que se representa una iconografía compleja (África trípode), y vasijas pequeñas y de paredes gruesas, abundante desgrasante y recargadas de motivos modelados (Selva arenoso); todas estas características no parecen haber sido muy prácticas para labores diarias de cocinar o servir (aunque las vasijas en cuestión presentan frecuentemente huellas de ahumado, posiblemente como parte del ritual funerario). Lamentablemente aún no se ha realizado análisis detallados de estas hipótesis ni se ha hecho comparaciones con vajillas provenientes de contextos habitacionales, lo que permitiría saber si esta vajilla era exclusiva de los rituales funerarios o si también se utilizaba en otro tipo de contextos.

Peytrequin (2011) ha propuesto que estos rituales funerarios involucraron consumo de chocolate y un contenido mítico y simbólico muy similar al practicado por las sociedades talamanqueñas de los siglos XIX y XX; sin embargo, aún no se cuenta con análisis de residuos o de la distribución espacial de las representaciones plásticas.

El patrón de “tumbas de corredor” presente en algunos de los cementerios del período ha sido interpretado como reflejo de una ideología igualitaria, como ideal cultural del período (Snarskis y Guevara, 1987). Sin embargo, existen numerosos ejemplos de tumbas con artefactos de prestigio y desigualdad en la distribución de ofrendas, lo que sugiere una intención de marcar diferenciación social. Individuos con mayor poder y prestigio parecen haber sido frecuentes durante esta fase, como lo indican enterramientos especiales en H-26 Cenada (Guerrero, 1986), Talamanca de Tibás (Snarskis, 1979), SJ-40 Málaga (Rojas, 1992a) y Motorola (Rojas, 1991), en que se observan individuos extendidos sobre metates circulares o planos, en ocasiones asociados a jades o cuentas de piedra verde.

Rasgos habitacionales:

Aún contamos con muy poca información sobre los rasgos habitacionales en esta fase, pues estos casi no se han reportado y solo se han excavado parcialmente. Se reporta un molde de poste y fragmentos de piso de arcilla quemada en el sitio La Isla (Artavia y Solís, 1996), y moldes de postes cerca del área funeraria en SJ-76 Los Sitios.

Es muy probable que en este período se mantuviera la tradición de casas circulares, tal como se registra para una ocupación contemporánea en el sitio La Fábrica, a unos 8 km del área delimitada para este estudio (Solís, Herrera, y Guerrero, 2019). Los pocos datos disponibles sugieren que durante este período se mantuvo el uso de pisos de arcilla, pero hacia el final de la fase empezaron a abandonarse en favor de pisos de tierra con perímetro de cantos rodados que se discuten en la siguiente sección.

Organización política:

La excavación de contextos de la fase Curridabat se ha concentrado en rasgos funerarios y contamos con mucho menos datos sobre comunidades de este período que para las fases Pavas o Cartago. No se conoce para la región estudiada ningún plano de una comunidad, aunque existen reportes de posibles sitios con una ocupación densa para este período, tales como Chagüite (Sánchez et al., 2018), o un sitio sin investigar en Coronado.

Hay evidencia de intercambio de bienes de prestigio a larga distancia asociado a enterramientos excepcionales; el intercambio entre regiones vecinas solo está claramente registrado para cerámica de Guanacaste, pero parece haber una marcada variación en la frecuencia de su acceso. Aunque sí parece haber evidencia clara de que algunos individuos tenían mayor prestigio, aún no sabemos qué tan marcadas fueron las diferencias sociales con respecto al período subsecuente y a regiones aledañas. Es frecuente encontrar, tanto en artefactos cerámicos como líticos, el motivo de las cabezas trofeo; estos objetos sugieren un mayor énfasis en los rituales asociados a la toma de cabezas trofeo y podrían indicar mayor incidencia de guerra, pero esto debe ser confirmado por evidencia a nivel de patrones de asentamiento u osteol.ogía. Un ejemplo de este tipo de actividades se observa en el sitio H26 Cenada, en el que se excavó un metate rectangular aislado, decorado en su reborde con cabezas humanas y sobre el que se depositaron hachas lasqueadas enmangadas con fémures humanos (Guerrero, 1986).

Aunque generalmente se considera que para la fase Curridabat ya estaba establecida una organización política cacical, con élites bien definidas, aldeas principales, e importancia del intercambio a larga distancia (Corrales, 2002; Peytrequín, 2012; Sánchez et al., 2018), los datos disponibles para la cuenca del Virilla son escuetos e insuficientes. Parece claro que pare este período hubo una mayor desigualdad social en relación con el período anterior, pero aún faltan datos de extensión y complejidad de las comunidades para poder afirmar que la sociedad era de tipo cacical, si hubo o no una organización política integrada a escala regional, o si aumentó la incidencia de conflictos.

Fase Cartago (900/1000 a 1550d.C.)

El proceso de cambio entre las fases Curridabat y Cartago parece haber sido progresivo y varios sitios muestran una continuidad de ocupación entre estos dos períodos. Las fechas de radiocarbono con que contamos para la cuenca del Virilla provienen de dos sitios considerados transicionales entre las fases Curridabat y Cartago. Para el sitio H-26 Cenada, se cuenta con tres fechas que se agrupan cerca de 1000 d.C. (Rojas, 2012), mientras que en el cementerio 1 de Chagüite, cuatro fechas se agrupan entre 800 y 1100 d.C. Se ha sugerido que muchos de los sitios excavados en la región asociados al período Cartago corresponden a este período transicional que se ha propuesto llamar fase Heredia, caracterizado por enterramientos similares a las tumbas de cajón, pero sin lajas, abundancia de vasijas del tipo Mercedes Línea Blanca y Tuis, y un alto porcentaje de vasijas cerámicas importadas de Guanacaste (Sánchez et al., 2018).

Independientemente de la postulación de esta posible fase transicional, es claro que se dan cambios importantes a partir de 900 d.C., tanto a nivel de prácticas funerarias como de organización política, demografía y tradiciones culturales. Con respecto a la cerámica, por lo general, presenta acabados menos cuidadosos que en las fases anteriores y los tipos registrados cambian sustancialmente, aumentan los diseños pintados e incisos, se dejan de usar los soportes largos, y se observa una disminución en la práctica de “matar” las ofrendas, pero continúa la fabricación de vasijas pequeñas con decoraciones aplicadas.

Las fechas de radiocarbono sugieren que el final del período se ubicaría cerca de 1500 d.C., sin embargo, datos etnohistóricos sugieren que el impacto más constante y prolongado de la guerra de conquista y enfermedades en las sociedades nativas se dio a partir de la segunda mitad del siglo XVI. Arqueológicamente se han fechado muy pocos contextos posteriores a 1400 d.C., lo cual puede deberse a las dificultades de encontrar contextos bien conservados de ese lapso, pues son los que se encuentran más superficiales y afectados por actividades modernas.

Población

El cambio en la cantidad de sitios con respecto a la fase Curridabat fue menos drástico que el observado entre las fases Pavas y Curridabat. Se reportan 83 sitios con evidencia de la fase Cartago, lo que representa una disminución de un 20 % con respecto a la fase Curridabat, y casi la mitad de los sitios registrados para la fase Pavas (Figura 7).

El tipo de datos disponible no permite saber si esta disminución en la cantidad de sitios se debe a una disminución de la población, pero el registro de aldeas nucleadas como Cenada o La Ribera, sugieren que sí hubo mayor concentración de la población en aldeas.

Rasgos habitacionales

Se reportan basamentos con perímetro de piedra en los sitios Cenada (Blanco y Salgado, 1980; Rojas, 1998), La Ribera, Yurusti-2 y Chagüite. Tanto en el caso de Cenada como en el sitio La Ribera, se registró la existencia de hasta tres líneas de cantos formando el perímetro de los basamentos. En el sitio Cenada se logró definir nueve basamentos (Gutiérrez, 1986; Rojas, 1998) cinco rectangulares de hasta 10m de lado y cuatro circulares de hasta 20 m de diámetro.

A diferencia de las fases anteriores, los datos con que contamos en el área de estudio indican que en la fase Cartago se deja de utilizar la arcilla quemada en los pisos, cambio que pudo darse de forma gradual durante la fase Curridabat. Lamentablemente, se ha dedicado mucho más esfuerzo a la excavación e identificación de rasgos funerarios que a la de rasgos habitacionales, y es muy posible que hasta ahora se estén registrando las casas con perímetro de piedras, mientras que muchas pudieron no tener esta característica. Asimismo, existe aún poca claridad en cuanto a si ciertos montículos o basamentos, con una alta densidad de rasgos funerarios en su interior, pudieron haber sido utilizados también como casas, si fueron originalmente casas y luego se abandonaron y utilizaron exclusivamente como áreas funerarias, o si desde un inicio se planificaron como cementerios especializados, tal como se ha propuesto para el sitio Chagüite (Sánchez et al., 2018).

Tomando en consideración las estimaciones demográficas basadas en el área de piso propuestas por Naroll (1962), parece que hubo una importante variación en el tamaño de los grupos domésticos, consistentes en familias extensas de 6 a 28 personas. Aún cabe la posibilidad de que los rasgos más pequeños correspondan a estructuras anexas (cocinas o bodegas), y las más grandes a estructuras especiales de la comunidad (Cuadro 3). Se requiere más análisis de áreas de actividad para resolver estas preguntas.

Enterramientos

Con respecto a las prácticas funerarias, estas cambian aparentemente en forma gradual, aunque se mantiene la tradición de entierros extendidos.

Excavaciones en 10 sitios aportan datos sobre las costumbres funerarias del período: La Sabana (Tristán, 1924), SJ-394 Fátima (Piedra y Rojas, 1987), H-26 Cenada (Rojas, 1994), SJ-393 Higuito (Castillo, 1985), SJ-45 Cajón (Rojas, 1992b), H-33 La Ribera (Artavia et al., 1997), SJ-49 Palo Campano (Valerio, 2001), SJ-71 La Itaba (Badilla, 2001), SJ-51 Llorente (Sol, 2005; Valerio y Rodríguez, 2006), H-172 Pará Grande (Valerio, 2013), y C-151 Chagüite (Sánchez et al., 2018).

Las excavaciones realizadas en el área de estudio permiten caracterizar principalmente dos patrones de enterramiento, aunque en ambos sistemas los cuerpos se dispusieron generalmente extendidos en decúbito dorsal y articulados. En los sitios La Sabana, Higuito, Cajón, Fátima, Palo Campano, La Itaba, Llorente y Chagüite se ha excavado tumbas llamadas en la literatura “tumbas de cajón”, caracterizadas como fosas generalmente rectangulares y de dimensiones anatómicas, con paredes formadas por lajas de piedra o cantos aplanados y, en algunos casos, piso y tapa de piedra. También se ha documentado la reutilización de estas tumbas, pues se ha encontrado restos óseos desarticulados en sitios como Fátima y La Sabana.

Otro tipo de enterramientos (descritos en los sitios Cenada, La Ribera, Llorente, Pará Grande y Chagüite) están menos bien delimitados, consisten en fosas ovaladas marcadas con rocas aisladas, alineaciones, concentraciones de cantos desordenados, solo una tapa de lajas o incluso sin marcas de piedra. Tanto en Cenada como en La Ribera se encontraron sepulturas dentro y fuera de las viviendas, en este último dentro de un rasgo habitacional se encontraron más de 20 fosas orientadas en sentido este-oeste. La mayor parte de las tumbas encontradas en Llorente y en el cementerio 1 de Chagüite son de este tipo y parecen haber estado dentro de rasgos circulares con perímetro de cantos rodados, cuya función como rasgos domésticos es aún poco clara.

Para esta fase las ofrendas más comunes que se han preservado son vasijas cerámicas, pero entierros especiales presentan metates labrados, esculturas, oro, o varios de estos tipos de artefactos. Algunos cementerios, particularmente Cenada, La Ribera y Llorente, presentan ofrendas frecuentes de materiales policromos provenientes de la Gran Nicoya. Hasta la fecha se han reportado artefactos de oro en los sitios Cenada, La Ribera, Palo Campano, Llorente, Pará Grande y Chagüite. Sin embargo, en todos estos casos los artefactos han sido encontrados de manera aislada en tumbas que, aparte de estos objetos, no fueron excepcionales en su construcción, ubicación, o conjunto de ofrendas.

Mientras que en algunos cementerios la cerámica tiene acabados finos y existen artículos de lujo, como es el caso de los sitios Cenada, Palo Campano y Llorente, otros cementerios de tumbas de cajón son pequeños y con ofrendas elaboradas con menor calidad, como en los sitios Fátima y Cajón. Esto sugiere diferencias de estatus a escala de asentamientos; sin embargo, las excavaciones se han visto determinadas por los límites de los terrenos y proyectos de infraestructura modernos, por lo que usualmente solo se cuenta con datos de un sector de la comunidad, mientras que otros no pueden ser excavados.

Organización política:

En 6 sitios se reportan elementos que denotan un cierto grado de complejidad, tales como basamentos con perímetro de cantos rodados, densas áreas de cementerio y la presencia de artefactos de oro y calzadas empedradas. Asimismo, se ha documentado diferencias importantes en las ofrendas y en la calidad de la elaboración de las tumbas.

A nivel regional las comunidades parecen haber sido relativamente independientes y de pequeño tamaño, con un máximo de unos 10 rasgos para el caso de Cenada (Rojas, 1994; Villalobos, 2015).

En la zona de San Ramón, para este período se registra una mayor concentración de la población en menos asentamientos y el surgimiento de una aldea principal que habría tenido influencia sobre toda la región (Murillo, 2010b). Aunque este es un escenario factible para la cuenca del Virilla, no se cuenta con datos suficientes ni se ha identificado una comunidad lo suficientemente grande como para que jugara este papel integrador regional.

Conclusiones

Es importante señalar que las interpretaciones que se plantean en este apartado se refieren únicamente a la cuenca del Virilla. La muestra con que se trabajó tiene limitaciones importantes, pues proviene de prospecciones asistemáticas, reportes aislados, evaluaciones de propiedades y excavaciones de rescate. Sin embargo, estos datos tienen la fortaleza de ser abundantes (225 sitios) y constituyen una fuente de información única que es necesario aprovechar.

Los datos con que contamos para el área de estudio indicarían una importante población durante la fase Pavas. En este período se notan muy leves diferencias de prestigio social, y los datos sugieren que la sociedad era de tipo tribal, las comunidades estaban dispersas, con poca diferenciación y no estaban integradas políticamente a escala regional. Consideramos que la notable mayor extensión y cantidad de sitios de la fase Pavas, con respecto a los otros períodos, se explica solo en parte por el patrón de asentamiento, característico de un modelo de explotación de los recursos y organización de los asentamientos distinto. Después de la fase Pavas, parece haber un proceso de agregación de la población, con aldeas más nucleadas y menos casas aisladas.

La nucleación de la población en comunidades locales podría haber sido un factor importante en la organización social, incidiendo en una sociedad más desigual y con un poder político más centralizado. Sin embargo, hasta la fecha, no se ha registrado comunidades particularmente densas o extensas en la cuenca del Virilla.

A pesar de que la muestra de sitios excavados para la fase Curridabat es pequeña, se nota una mayor diferenciación social con respecto a períodos anteriores; sin embargo, no tenemos detalles sobre el grado de desigualdad y aún faltan datos de extensión y complejidad de los sitios para poder afirmar que la sociedad estaba integrada a escala regional (en otras palabras, si era de tipo cacical).

Para la fase Cartago, contamos con información de sitios con importantes áreas funerarias, generalmente asociadas a basamentos habitacionales. Los sitios más importantes que se han excavado en la cuenca del Virilla (Cenada, La Ribera, Llorente, Pará Grande y Chagüite) presentan diferencias con respecto al patrón funerario definido en el Valle del Guarco (Hartman, 1901; Vázquez, 1984, 1989). Esto por el momento se ha explicado como una diferencia cronológica, considerando que los sitios excavados en el Virilla se ubicarían en la parte temprana de la fase Cartago. Si este es el caso, queda por verificar si hubo algún grado de despoblamiento o cambios en el patrón de asentamiento en la parte tardía de la fase Cartago. Para la cuenca del Virilla, aún no hay evidencia de una sociedad completamente integrada con un centro político fuerte y amplia diferenciación social o especialización productiva, aunque los datos etnohistóricos indican que para el siglo XVI sí la habría. Esta situación podría explicarse por falta de datos o porque los centros de poder se ubicasen fuera de la cuenca del Virilla. Es posible que, al menos para la parte tardía de la fase Cartago, la aldea de Agua Caliente (fuera del área de estudio) ejerciera control sobre parte de la cuenca del Virilla.

¿Hacia dónde dirigirnos?

Con el fin de que estas observaciones puedan ser verificadas, será necesario plantear proyectos de investigación a diversas escalas. A escala regional es necesario contrastar la muestra asistemática de que disponemos actualmente (que privilegia las zonas aluviales de mayor desarrollo urbanístico), con zonas de pie de monte menos urbanizadas y muestras sistemáticas que permitan comparaciones a escala regional. También se deberá orientar más trabajo a obtener información a nivel de comunidades, en particular para las fases Curridabat y Cartago, con un enfoque especial en el estudio de su organización social y productiva. A escala interna de los asentamientos, se debe reforzar el estudio de rasgos domésticos, su periferia y basureros, enfatizando análisis sistemáticos factibles de ser comparados entre sí.

Asimismo, será necesario comparar los procesos observados en la cuenca del Virilla con el desarrollo de otras regiones aledañas con énfasis en las diferencias en su desarrollo socio político y no solo en las similitudes, tal como ha sido el caso hasta la fecha. Este tipo de investigación debería ser una prioridad para las instituciones que generan investigación arqueológica en el país, pues permitiría aprovechar mucho mejor la gran inversión privada generada en el marco de diagnósticos y evaluaciones de impacto ambiental, pero cuyos resultados se encuentran desordenados y aislados, sin un marco regional que permita hacer interpretaciones más útiles. Una deficiencia en muchas de las investigaciones consideradas en el presente estudio es el énfasis en la descripción de objetos y fragmentos de manera aislada, con metodologías de excavación que limitan la comprensión a escala del asentamiento. Es importante en el futuro que no se agrupen todas las descripciones como si los sitios fueran unidades naturales, sino diferenciando sectores y entendiendo que las comunidades son internamente diversas.

A nivel de consultorías se debe promover el registro de densidades de material arqueológico por período de manera sistemática. No requeriría de mucho más esfuerzo en trabajos a nivel de diagnóstico ambiental (D1) solicitar a los investigadores que registren la densidad de fragmentos por metro cuadrado en superficie en distintas zonas de la propiedad; por ejemplo, estableciendo una unidad mínima de muestreo de una hectárea o un cuarto de hectárea.

También se requiere incentivar una metodología más estandarizada para el registro de los sitios arqueológicos en la base de datos “Orígenes del MNCR”, el cual se hace actualmente con puntos. “Orígenes” ha sido una herramienta sumamente valiosa y potente para la investigación y protección del patrimonio cultural costarricense, consultada a diario por distintos investigadores nacionales y extranjeros. Creemos esencial para su fortalecimiento que se incorpore algún tipo de delimitación espacial de los restos arqueológicos, pues la distribución y continuidad de materiales culturales es muy variable, tal como lo demuestran las diferentes prospecciones sistemáticas (Murillo, 2011; Sol, 2013).

Esperamos que esta síntesis crítica del estado de las investigaciones en el Valle Central de Costa Rica pueda ser de utilidad para encauzar los esfuerzos hacia proyectos más productivos e integrados en esta zona. Dicho esfuerzo no podría haber sido hecho sin los importantes avances realizados por el país a nivel de regulación legal, institucional y formación académica. Estamos en posición de lograr avances que permitan que la arqueología genere conocimiento histórico y antropológico que pueda incidir en las discusiones más amplias de las ciencias sociales.

Referencias bibliográficas

Aguilar, C. (1974). Contribución al estudio de las secuencias culturales en el área central de Costa Rica. Presentado en IX Congreso Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas. Chigago, Estados Unidos.

Aguilar, C. (1976). Relaciones de las culturas precolombinas en el Intermontano Central de Costa Rica. Vínculos, 2(1), 75-86.

Aguilar, C. (1978). Contribution to the Study of Cultural Sequences in the Central Area of Costa Rica. En D. L. Browman (Ed.), Cultural Continuity in Mesoamerica (pp. 387-411). Berlin, New York: De Gruyter Mouton.

Alarcón, G. (2018). Datación de procesos constructivos en el núcleo arquitectónico del Monumento Nacional Guayabo, Caribe Central de Costa Rica. Cuadernos de Antropología, 28(2), 1-20.

Alfaro, A. (1893). Arqueología Costarricense. El Centenario, 4, 5-12.

Arias, A., y Chávez, S. (1985). Ubicación espacio temporal de los sitios catalogados y registrados en el Valle Central por el Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Costa Rica (Tesis de licenciatura inédita). Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica.

Arrea, F. (1987). Introducción a la arqueología de Santo Domingo de Heredia (Tesis de licenciatura inédita). Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica.

Artavia, J. (1995). Informe de campo: rescate arqueológico en el sitio La Isla SJ-82LI. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Artavia, J., Badilla, A., Ovares, E., y Molina, A. (1997). Rescate arqueológico de dos sectores de La Ribera (H-33LR). San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Artavia, J., y Rojas, M. (1994). Informe de campo: excavaciones arqueológicas en Los Sitios (SJ-76LS), Moravia. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Artavia, J., y Solís, O. (1996). Informe final de evaluación arqueológica del sitio La Cubilla (SJ-54LC). Pozos de Santa Ana. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Badilla, A. (2001). Excavaciones de rescate en el Sector 1 del sitio arqueológico La Itaba. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Blanco, A., y Mora, G. (1995). Plantas silvestres y cultivadas según la evidencia arqueobotánica en Costa Rica. Vínculos, 20(1-2), 53-77.

Blanco, A., y Salgado, S. (1980). Rescate Arqueológico del sitio 26-CN CENADA, Barreal de Heredia. En G. Ureña (ed.), Memoria del Congreso sobre el Mundo Centroamericano de su Tiempo. V Centenario de Gonzalo Ferández de Oviedo (pp. 133-138). San José: Editorial Texto.

Castillo, E. (1985). Rescate arqueológico del sitio SJ-393 Higuito, San José. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Coe, M. D. (1962). Arqueología Costarricense y Mesoamérica. Instituto Geográfico Nacional. Informe Semestral (julio-diciembre), 61-71.

Corrales, F. (2000). An Evaluation of Long Term Cultural Change in Southern Central America: The Ceramic Record of the Diquís Archaeological Subregion, Southern Costa Rica (Tesis de doctorado inédita). University of Kansas, Kansas, Estados Unidos.

Corrales, F. (2002). Los primeros costarricenses. San José: Museo Nacional de Costa Rica.

Corrales, F. (2020). La arqueología en Costa Rica en la primera década del siglo XXI. En D. G. Díaz, I. Molina y R. J. Viales (eds.), La historiografía costarricense en la primera década del siglo XXI: tendencias, avances e innovaciones (1a ed. digital, pp. 27-54). San José: Editorial UCR.

Fernández, F. (1900). Ompa-ontla-neci-telt, ó Piedra transparente, mesa altar de piedra calada, de San Isidro. Informes del Museo Nacional de Costa Rica, Informe de 1899 a 1900, 7-36.

Flannery, K., y Marcus, J. (2012). The creation of inequality: How our prehistoric ancestors set the stage for monarchy, slavery, and empire. Cambridge, MA: Harvard University Press.

Gómez, L. D. (1986). Vegetación y clima de Costa Rica (1a edición). San José: EUNED.

Guerrero, J. V. (1986). El contexto del jade en Costa Rica. Vínculos, 12(1-2), 69-82.

Gutiérrez, M. (1986). Interpretaciones Preliminares de los Rasgos “Tumbas de Botella” del sitio CENADA: Intermontano Central. Journal of the Steward Anthropological Society, 14(1-2), 45-66.

Hartman, C. V. (1901). Archæological researches in Costa Rica. I. Estocolmo: Haeggstroms Boktryckeri.

Hartman, C. V. (1907). The Alligator as a Plastic Decorative Motive in Certain Costa Rican pottery. American Anthropologist, 9(2), 307-314.

Hernández, M. (1999). Informe de Laboratorio. Una aproximación a las evidencias arqueológicas de uno de los remanentes del sitio arqueológico Finca Coronado (SJ-118FC). San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Hernández, M. C., y Novoa, V. (2004). Análisis del contexto arqueológico del sitio El Pital (A-150EP), fase Pavas (300 a.C. – 300 d.C.), cuenca media del río Virilla, Alajuela, Costa Rica (Tesis de licenciatura inédita). Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica.

Herra, E. (1979). Sitio Santa Elena. Diario de campo. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Hodder, I. (1979). Economic and Social Stress and Material Culture Patterning. American Antiquity, 44(3), 446-454.

Hurtado de Mendoza, L. (ed.). (2016). Arqueología del Caribe Costarricense (vol. 1). San José: Litografía e Imprenta LIL.

Ibarra, E. (1996). Las eociedades cacicales de Costa Rica (siglo XVI). San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica.

Ibarra, E. (2015). Actualización del mapa cacicazgos indígenas en el siglo XVI: de 1990 a 2014. Vínculos, 36, 1-10.

Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). (2013). Estimaciones y proyecciones de población por sexo y edad, 1950-2050. San José: CCP, INEC.

Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). (2015). Indicadores demográficos regionales. San José, Costa Rica: CCP: INEC.

León, M. (1987). Proyecto Gran Área Metropolitana. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

León, M. (2002). Conociendo a la Gente Pavas. Rescate Sitio Finca Mayorga Sector Los Cafetos (H-53FM). La Aurora, Heredia. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

León, M. (2006). Informe final evaluación arqueológica. Proyecto Barreal, sitio arqueológico CENADA (H-26 CN), sector Guaria, Ulloa, Barreal, Heredia. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

León, M. (2007). Informe final rescate. Terrenos de reserva de PIMA – CENADA, Sitio CENADA (H-26CN). San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

León, M., Achío, A., y Odio, E. (2001). Rescate arqueológico urbanización Quizarco, Santo Domingo de Heredia. Sitio Vigui H-86 Vg. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

León, M., y Salgado, S. (2002). Los desarrollos sociales de la Fase Pavas (300a.C.-300d.C.) en el sector occidental del Valle Central. Vínculos, 27(1-2), 1-18.

Lines, J. (1940). Los altares de Toyopán. Revista de los Archivos Nacionales, Año IV(5-6), 259-271.

Meléndez, C. (1954). Labores antropológicas del Museo Nacional de Costa Rica durante el año de 1954. B.B.A.A. Boletín Bibliográfico de Antropología Americana, 17(1), 104-107.

Murillo, M. (2008). Estado actual y perspectivas de la investigación arqueológica en territorio costarricense. En L. G. Jaramillo (ed.), Arqueología en Latinoamérica: historias, formación académica y perspectivastemáticas: Memorias del Primer Seminario Internacional de Arqueología Uniandes (1a ed., pp. 41-84). Bogotá: Universidad de los Andes.

Murillo, M. (2010a). Diversidad sociopolítica en Costa Rica precolombina. Implicaciones para la comprensión del cambio social. International Journal of South American Archaeology, 6, 16-34.

Murillo, M. (2010b). Historia antigua de San Ramón de Alajuela (1000 A.C.-1550 D.C.). Revista del Archivo Nacional, 74(1-12), 63-82.

Naranjo, D. (2017). Evaluación arqueológica. Condominio Real Bougainvillea, Santo Domingo de Heredia, Heredia. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Naroll, R. (1962). Floor area and settlement population. American Antiquity, 27(4), 587-589.

Novoa, V. (1998). Doña Lola: Un asentamiento prehispánico de la fase Pavas (300 a.C- 300 d.C), Belén, Heredia. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Pasztory, E. (2005). Thinking with things: toward a new vision of art. Texas: University of Texas Press.

Peytrequín, J. (2011). Identidad y prácticas rituales funerarias en Costa Rica, 300-800 d.C. Una interpretación. Cuadernos Inter.c.a.mbio, 8(9), 249-270.

Peytrequín, J. (2012). Un acercamiento a la historia antigua y cotidianidad del Valle Central costarricense. 1700 años atrás. Anuario de Estudios Centroamericanos, 38, 241-278.

Piedra, V., y Rojas, M. (1987). Sitio Fátima (SJ-394Fa), San Miguel de Desamparados: trabajo final del curso Investigación de Campo. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Rojas, M. (1987). Proyecto arqueológico Gran Área Metropolitana. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Rojas, M. (1989). Análisis del material del sitio Motorola (SJ-19-M). San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Rojas, M. (1991a). Excavación y análisis preliminar del sitio InBio (H-441). San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Rojas, M. (1991b). Sitio Belén (SJ-36B): Trabajo de campo y procesamiento de los materiales en el laboratorio. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Rojas, M. (1992a). Excavación y análisis preliminar del sitio Málaga (SJ-40M). San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Rojas, M. (1992b). Inspección y registro del sitio SJ-45Cj en San Miguel de Desamparados. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Rojas, M. (1993). Excavación del sitio La Pradera (SJ-74LP). San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Rojas, M. (1994). Monografía del sitio Cenada. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Rojas, M. (2012). Evaluación de la formulación de la secuencia cultural de la Región Arqueológica Central de Costa Rica (Tesis de maestría inédita). Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica.

Rojas, M., y Odio, E. (2003). Informe del análisis de los artefactos cerámicos, Los Sitios (SJ-76 LS), cantón de Moravia, San José. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Sánchez, L., Ramírez, J., y Castillo, M. (2018). El devenir de la sociedad cacical: la evidencia funeraria en el Sitio Chagüite, Valle Central de Costa Rica. Vínculos, 38(1-2), 39-72.

Snarskis, M. (1978). The Archaeology of the Central Atlantic Watershed of Costa Rica (Tesis de doctorado inédita). Columbia University, New York, Estados Unidos.

Snarskis, M. (1979). El jade de Talamanca de Tibás. Vínculos, 59(1-2), 89-107.

Snarskis, M. (1981). The Archaeology of Costa Rica. En E. Benson (ed.), Between Continents/Between Seas: Precolumbian Art of Costa Rica (pp. 15-84). New York: Harry N. Abrams and The Detroit Institute of Arts.

Snarskis, M. (1992). Wealth and Hierarchy in the Archaeology of Eastern and Central Costa Rica. En F. W. Lange (ed.), Wealth and Hierarchy in the Intermediate Area (pp. 141-164). Washington D.C.: Dumbarton Oaks Research Library and Collection.

Snarskis, M., y Guevara, O. (1987). La Pesa Vieja: excavación de rescate en un cementerio de la Fase Curridabat. Revista de Ciencias Sociales, 35, 31-42.

Sol, R. F. (2002). Evaluación de los terrenos de reserva de PIMA-CENADA, Sitio H-26 CENADA. Informe final. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Sol, R. F. (2005). Evaluación arqueológica de los terrenos de PriceSmart, Sitio Llorente (Sj51ll), Llorente de Tibás, San José. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Sol, R. F., y Rodríguez, A. (2005). Evaluación arqueológica Proyecto Price Smart Santa Ana. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Solís, F., Herrera, A., y Guerrero, J. V. (2019). La Fábrica. Un sitio prehispánico con arquitectura en el noroeste del Valle Central, Costa Rica. San José: Museo Nacional de Costa Rica.

Soto, K., y Gómez, L. (2003). Evaluación arqueológica del Sitio Mall Internacional (H-118). San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Tristán, J. F. (1924). Notas arqueológicas de La Sabana. Revista de Costa Rica, 5(5-6), 153-156.

Valerio, W. (2001). Excavaciones de rescate del sitio Palo Campano (SJ-149 PC). Cementerio de tumbas de cajón en Alajuelita. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Valerio, W. (2013). Rescate arqueológico sitio Pará Grande (H-172 PG). Proyecto Planta Potabilizadora de los Distritos del Este del cantón de Santo Domingo, Heredia. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Valerio, W., Novoa, V., y Hernández, A. (1996). Evaluación y rescate del sitio El Pital (A-150 EP) CIDERISA. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Valerio, W., y Rodríguez, A. (2006). Rescate arqueológico del sitio Llorente (SJ-51 Ll), Llorente de Tibás, San José. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.

Vázquez, R., Rojas, M., Chacón, A., y Hidalgo, T. (1995). Evaluación estadística sobre el estado de la investigación arqueológica en Costa Rica (1881-1992). Vínculos, 20(1-2), 35-52.

Villalobos, M. L. (2015). Segunda temporada de evaluación arqueológica sitio CENADA H-26Cn, Sector Punta Fina, Barreal de Heredia: Proyecto Condominio Torres de Heredia. San José: Museo Nacional de Costa Rica. Manuscrito inédito.