Variaciones domésticas en los centros políticos istmo-colombianos

 

Scott D. Palumbo

 

College of Lake County, Departamento de Antropología, Illinois, Estados Unidos

spalumbo@clcillinois.edu

 

 

 

Resumen: Este artículo evalúa dos perspectivas teóricas de organización social en el Área Istmo-Colombiana, a través de la comparación de sociedades homólogas. Se procede a partir de las características de la basura doméstica antigua que se encuentra en los sitios arqueológicos, ya que éstas reflejan aspectos de organización social y actividades humanas en el pasado. Se examinan cuatro centros políticos durante su apogeo: Barriles (Panamá), Bolas (Costa Rica), El Hatillo (Panamá) y El Venado (Colombia). Los datos indican variaciones importantes en desigualdad social, producción artesanal y participación en el intercambio de bienes.

Palabras clave: organización social; desigualdad; producción; intercambio; comparación.

 

Domestic variability in Isthmo-Colombian centers

Abstract: This article evaluates two theoretical perspectives on social organization within the Isthmo-Colombian Area using the comparison of homologous societies. It deals with the characteristics of domestic trash that is found in archaeological sites because it reflects aspects of social organization and activities in the past. This paper examines four political centers; Barriles (Panama), Bolas (Costa Rica), El Hatillo (Panama) and El Venado (Colombia). The data indicate important variations in social inequality, craft production and participation in the interregional exchange of goods.

Keywords: social organization; inequality; production; exchange; comparison.

 

 

 

La arqueología del Área Istmo-Colombiana está caracterizada por dos perspectivas interpretativas: la primera sugiere que la diversidad social es una característica central del área y esta puede ser ejemplificada con el trabajo de autores que han realizado comparaciones regionales (e.g. Carmack y Salgado, 2006; Cooke y Ranere, 1992; Drennan, 1995; Hoopes, 1992; Fitzgerald, 1996; Lange, 1992; entre otros). En ocasiones, esta perspectiva resalta las singularidades de las sociedades precolombinas (Sheets, 1992) y critica la utilidad de modelos extraídos de Mesoamérica o de los Andes Centrales. La segunda perspectiva, más reciente, sugiere que la homogeneidad social (o “unidad difusa”) es más relevante que la diversidad (en particular Hoopes, 2004, 2005; Hoopes y Fonseca, 2003), a la vez, analiza las similitudes estilísticas entre el sur de América Central y el norte de América del Sur, particularmente en objetos de oro y tumbaga. Por ejemplo, Hoopes (2005) argumenta que “The elaborate phenomena that appear in the period AD 300-600 suggest a widespread horizon of common practices and beliefs despite variations in their specific manifestations” (p. 30) y sugiere que éstos “… may have played a direct role in the emergence of social complexity, as defined by the appearance of social inequality, hierarchy, and formalized religious, political, and economic institutions” (p. 5). Estas “prácticas y creencias comunes” pueden incluir una combinación de chamanismo, solidaridades pan-tribales y cultos de crisis.

 

La perspectiva de homogeneidad social tiene grandes críticos, Geurds y Broekhoven (2010) describen este punto de vista como la “trampa de la similitud” y escriben que:

 

...but what remains problematic is that after identifying similarities and interpreting them as indications of interaction or a mutual cultural background, a daunting amount of differences in material culture style and object categories remains to be discussed… Merely explaining stylistic similarity in material culture as a result of sociopolitical and economic relations of power is insufficient. Differences in material culture are actively maintained” (p. 53-54).

 

Las dos perspectivas tienen evidencia empírica para apoyar sus afirmaciones. Las similitudes estilísticas ocurren sobre grandes áreas, pero ellas no implican necesariamente ni una afiliación cultural, ni una dominación política. Esta discusión recuerda el abordaje utilizado por los primeros arqueólogos que estudiaron la distribución de estilos cerámicos Incas o de la “cultura madre” Olmeca, quienes enmarcaron los estilos en un “horizonte”. Dicha posición ha sido criticada y reformulada por posteriores generaciones de investigadores.

 

Tenemos ejemplos muy impresionantes del arte indígena y estos son considerados, con frecuencia, símbolos muy importantes del patrimonio nacional, sin embargo, estos ejemplos son significativos si se sitúan dentro de la evidencia de las diferencias sociales y la persistencia de las tradiciones locales. El objetivo de este trabajo es explorar las similitudes y las diferencias sociales entre los centros políticos de la denominada Área Istmo-Colombiana.

 

 

¿Ex uno plures?

 

En este artículo se usa el concepto “Istmo-Colombiano” deliberadamente para enfatizar las cualidades importantes de la perspectiva de la homogeneidad social. Se considera que estas características son principalmente genéticas y lingüísticas y la evidencia actual sugiere que tienen una antigüedad muy significativa. Los estudios que inicialmente se realizaron para evaluar la contribución de las migraciones hacia América Central, demostraron, con las excepciones de la región de la Gran Nicoya y otras situadas al norte, que los pueblos del sur del istmo estaban relativamente aislados de las regiones donde se desarrollaron organizaciones estatales (Carmack y Salgado, 2006). Se asumió que una “cultura” ancestral podía ser identificable usando la genética y la lingüística (Baldi, 2013; Barrantes et al., 1990; Constenla, 1995; Cooke y Ranere, 1992; Fonseca, 1997; Hoopes, 2005; Melton, 2008; Melton, Briceno, Gomez, Devor, Bernal, y Crawford, 2007) y, tal vez, la distribución de cerámica con decoraciones de zona bicroma (Corrales, 2000; Myers, 1978).

 

De todas las áreas dentro de la denominada Área Istmo-Colombiana, la Gran Chiriquí es la candidata más fuerte para ser considerada el lugar de origen del núcleo de población que hablaba lenguas del macro-Chibcha (Hoopes y Fonseca, 2003). Es a partir de estas raíces comunes, en la Gran Chiriquí y en otros lugares, que se llegó posteriormente a la rica diversidad de pueblos indígenas étnicamente diferenciados, que hablaban lenguas emparentadas, pero mutuamente ininteligibles, lo cual se extiende al presente.

 

Los estudios genéticos, lingüísticos y etnográficos se complican por los profundos cambios experimentados por las sociedades Chibchas a través del tiempo, desde su época precolombina, donde tenemos registros de los cambios climáticos, de la alteración del paisaje y de un cuello de botella genético. Sin embargo, muchos cambios son más recientes, ya que ocurrieron como producto, tanto del contacto con los europeos, como de las dinámicas de los procesos de globalización, lo que ha resultado en una mayor pérdida de la variabilidad genética, lingüística y social, y es sobre las cuales hemos basado nuestras analogías con las poblaciones antiguas.

 

El valor principal que para los arqueólogos tienen los estudios genéticos y lingüísticos, es que estos iluminan las cualidades filogenéticas del área Istmo-Colombiana y ellos nos dan estimaciones de las divergencias que conducen hacia la génesis de diversos grupos étnicos. Los grupos específicos y las estimaciones de tiempo varían entre los estudios, pero nos permiten imaginar los factores que promueven dichas variaciones. Podrían ser derivados de la diversidad ecológica, como sostuvieron Linares y sus colegas (Linares y Ranere, 1980), pero actualmente podríamos invocar también otros factores como la guerra, el intercambio, la especialización artesanal, las fiestas y rituales, etc. La evaluación de estos elementos, a partir de una estrategia comparativa, sigue siendo un objetivo central para la investigación en el área. El punto más importante es que una buena parte del Área Istmo-Colombiana constituye una unidad filogenética (siguiendo los criterios descritos por Kirch y Green [1987]), para ello, ha sido fundamental la labor pionera de investigadores de la Universidad de Costa Rica, entre los cuales resaltan Ramiro Barrantes y Adolfo Constela. Es importante recordar que hay muy pocas unidades filogenéticas identificadas y esto hace que el área Istmo-Colombiana sea muy valiosa para la antropología. Áreas similares incluyen la Amazonía (Lathrap, 1970), Madagascar (Wright, 2007), Oaxaca (Flannery y Marcus, 1983) y Polinesia (Kirch, 1984; Sahlins, 1968).

 

El Área Istmo-Colombiana se caracteriza por la evolución divergente de las docenas de sociedades Chibchas, ocurrida a través de milenios, algunas de estas sociedades desarrollaron complejidad social y otras lo hicieron en direcciones diferentes. La comparación de estas secuencias tiene el potencial de hacer avanzar la teoría antropológica en aspectos importantes, por ello, es relevante incluir ejemplos de sociedades no complejas en nuestra comparación. Muchos de nosotros estudiamos algún aspecto de la complejidad, pero sería igualmente interesante investigar ejemplos de los contextos en los que se desarrollaron las diferentes variedades de la organización social. Cabe destacar que la comparación no tiene por qué ser filogenética (ver Sheets [1999]). La base de datos de las sociedades que practicaban la horticultura o la agricultura está dominada casi en su totalidad por ejemplos de “cacicazgos”, pero no tenemos la información necesaria sobre otro tipo de sociedades y sin esta información, una comparación filogenética está incompleta.

 

 

Centros Istmo-Colombianos

 

Los centros discutidos aquí tienen una escala espacial que se sitúa en el medio de la región (generalmente ≥ 50km²) y el terreno de una casa (típicamente ≤ 50m²). En la arqueología de Costa Rica, Michael Snarskis (1984) se refirió a las investigaciones de esta escala como “micro-settlement approaches” y los define como el estudio de la “... organization of features within a single site, from household and individual activity areas to complete village plans” (p. 153). Muchos investigadores de Mesoámerica se refieren a esta escala como la de una aldea (Flannery, 1976, 2002; Parsons, 1972). Independientemente del término, el enfoque dominante en el Área Istmo-Colombiana es el análisis de estas unidades como agrupaciones domésticas que interactuaban diariamente (Damp, 1984; Drolet, 1984, 1992; González, 2007; Henderson y Ostler, 2005; Jaramillo, 1996; Menzies, 2009; Palumbo, 2009; Snarskis, 1984). Se asume que estas interacciones habrían tenido lugar dentro de los límites de los sitios arqueológicos, aunque se conoce que eso no es así universalmente (Drennan y Peterson, 2005). La utilización del término “centro” es objeto de debate, pues hay autores que lo utilizan sin caracterizarlo. Algunos lo utilizan para designar centros políticos regionales o de entidades políticas, mientras que otros lo utilizan para referirse a centros macroregionales, que integran poblaciones mucho más grandes (por ejemplo, Cooke [2005]). Estas perspectivas macroregionales tienen un énfasis en la construcción de “comunidades imaginarias” que se formaban por el movimiento de los chamanes itinerantes (Hoopes, 2005), el intercambio de bienes de prestigio (Graham, 1992; Helms, 1979, 1992; Hoopes y Fonseca, 2003; Quilter y Blanco, 1995; Snarskis, 2003) y de especialistas artesanales (Graham, 1996). Este último asunto está asociado más fuertemente con la difusión de estilos de arte, técnicas de fabricación, perspectivas semióticas, entre otras y, por lo tanto, en factores que pueden haber promovido similitud en lugar de diversidad.

 

Las investigaciones a la escala de aldea en el Área Istmo-Colombiana se han enfocado en los pueblos sedentarios, con economías agrícolas y mixtas y estos estudios se han enfocado en las comunidades que eran centros políticos en algún momento de la prehistoria. La ubicación de las estructuras domésticas dentro de esas aldeas fue, en general, bastante dispersa y, en varios casos, se distribuyeron en grupos de unidades domésticas rodeadas de jardines, basureros y espacios abiertos (Damp, 1984; Sheets, 2006; Stahl y Zeidler, 1990). Las estimaciones de la separación entre casas son de 40 a 50 metros de distancia, tanto en el oeste de Panamá (Linares y Sheets, 1980; Palumbo, 2009) como en el valle de Leyva en Colombia (Henderson y Ostler, 2005) y de 10 a 30 metros en el valle de Samacá también en Colombia (Boada, 2007). Dentro de los centros políticos, tal dispersión ha estado típicamente asociada con las estimaciones de densidad de población de 10 a 30 individuos por hectárea de ocupación (Drolet, 1992; Haller, 2008; Hansell, 1988; Isaza, 2007; Linares y Sheets, 1980; Menzies, 2009; Palumbo, 2009). Esas estimaciones contrastan con las densidades significativamente mayores de población en centros mesoamericanos y andinos (por ejemplo 60/ha en la cuenca del Titicaca estimado por (Bandy, 2004).

 

Con el fin de evaluar la diversidad y homogeneidad de los desarrollos de la región, se ha recurrido a una comparación de sociedades homólogas. Se procede a partir de las características de la basura doméstica antigua, hallada en cuatro centros políticos: Barriles (Panamá), Bolas (Costa Rica), El Hatillo (o He-4, Panamá) y El Venado (Colombia). Cada uno de estos centros se encuentra dentro del territorio de hablantes de alguna lengua Chibcha, sin embargo, no es fácil definir el grupo lingüístico correspondiente. De estos, el Venado es el más sencillo, ya que se encuentra en el corazón del territorio Muisca, aunque existe cierto debate acerca de la antigüedad de los hablantes Muiscas (lengua ya extinta) en el centro de Colombia. Es probable que en las tierras altas occidentales de Panamá se hablara el Dorasque (también extinto), no obstante, Linares (1980) planteó que en este lugar probablemente se hablaba el Guaymí. Por su parte, el Cabagra de Bolas en Costa Rica habla Bribri, pero son parte de los grupos llegados recientemente del lado del Caribe, zona que fue posiblemente de origen Térraba o Boruca (con muy pocos hablantes).

 

Panamá central contiene el mayor enigma lingüístico. Asimismo, existe la sospecha de alguna afinidad con el Buglé en el oeste de Panamá, pero este hecho aún no se ha confirmado. Cooke y Ranere (1992) describieron que, sin duda, la secuencia del área Azuero era una de poblaciones hablantes de una lengua chibcha, esto concuerda con Hoopes (2005) y esta área incluye los ríos Grande, Santa María, Parita y La Villa. Una omisión notable es la secuencia del Alto Magdalena, en el centro de Colombia, quizás la secuencia más detallada de la llamada Área Intermedia. Hoopes (2005) clasifica El Alto Magdalena como un área Paézan, que es un grupo genético y lingüístico diferente. Por una razón similar, las secuencias increíblemente detalladas de la Gran Nicoya se han evitado, dada su asociación a los Chorotega en la parte tardía de la secuencia (Figura 1).

 

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En muchos aspectos, este trabajo asume que cada caso considerado aquí se desarrolló en lo que llamamos el territorio macro-Chibcha y, por lo tanto, comparten una ascendencia cultural común, de una forma muy generalizada y mal entendida. Cada uno de estos sitios fue elegido debido a que se muestrearon con una metodología común, que permite la comparación de los rangos altos e inferiores de los sectores con basureros domésticos. Además, tenemos alguna referencia a observaciones regionales en cada caso, aunque estas son más sistemáticas alrededor de Barriles y El Hatillo y son anecdóticas en el caso de Bolas y El Venado.

 

Los ambientes de cada centro eran diferentes, pues tres de ellos se ubican en las montañas, estos son: El Venado a 2600 m s.n.m., Barriles a 1200 m s.n.m. y Bolas a 500 m s.n.m. El Hatillo, por su parte, fue un centro de las tierras bajas (~100 m s.n.m.). La secuencia antigua de la región de El Hatillo es similar a la de la región de Bolas: sitos grandes con arquitectura modesta. Las regiones de Barriles y El Venado parecen tener sitios grandes con sitios pequeños y dispersos alrededor. De los cuatro, Barriles se ubica en suelos excelentes para la agricultura, El Venado, sin embargo, está localizado en suelos de calidad intermedia (Boada [2007] no es clara en este punto) y Bolas y El Hatillo en suelos de mala calidad. Cada uno de los cuatro sitios presenta potencialidades diferentes para el cultivo de ciertas plantas, su medio es relativamente rico y “libre de riesgo” (por ejemplo, pocas sequías) y no se ha documentado en ellos evidencia de presión demográfica. Los investigadores de estos cuatro centros comparten un énfasis similar sobre la importancia de otras actividades, además de la producción de alimentos (Boada, 2007; Haller, 2004; Palumbo, 2009; Palumbo et al., 2017).

 

Un enfoque desde la homogeneidad implica que debemos esperar grandes similitudes en la organización doméstica en estos centros, así como los tipos y magnitudes de actividades domésticas y, tal vez, en el momento preciso del surgimiento y desarrollo de rangos sociales entre 300 a 600 d.C (Figura 2). Un enfoque desde la diversidad, por el contrario, nos conduce a encontrar diferencias sustanciales utilizando los mismos indicadores.

 

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Diferenciación doméstica

 

Para analizar las similitudes y las diferencias en las expresiones de la diferenciación social y artesanal en estos centros políticos, este artículo compara los tipos de artefactos pertinentes (entre 10000 tiestos identificables de cada período) en los cuatro sitios. Se comparan dos actividades que los investigadores típicamente han creído relevantes para estructurar las economías políticas de los cacicazgos, estas son: la producción artesanal y el intercambio. El primero de estos es un tema persistente en las monografías y las tesis doctorales recientes en nuestros sitios (Boada, 2007; Haller, 2004; Locascio, 2010; Menzies, 2009; Palumbo, 2009) y el último es importante porque las interacciones interregionales modelan la expresión de la “unidad difusa” en el Área Istmo-Colombiana (Hoopes, 2005; Hoopes y Fonseca, 2003). Los artefactos específicos asociados con el estatus social, independientemente de cómo este concepto se relacione con temas como la “riqueza” o el “prestigio”, así como los artefactos relacionados con producción artesanal o el intercambio, varían debido a que la cultura material es diferente en distintos lugares y los investigadores también utilizan perspectivas diversas. Aquí trabajamos con los mismos materiales y perspectivas interpretativas de los arqueólogos originales, sin reservas. En algunos ejemplos, simplemente sabemos más sobre las cualidades de los artefactos de cerámica o de lítica, tal y como se indica en el cuadro 1. Un aspecto que debe valorarse es que mayores cantidades de cierto tipo de artefactos, no siempre garantizan un énfasis social más fuerte sobre ellos. Por ejemplo, las fases Cubita y Conté, en El Hatillo, presentan casi el doble de artefactos artesanales que la fase Bugaba Temprana (Aguas Buenas) en Barriles, pero esto no significa que la producción artesanal haya sido una actividad importante por parte de la élite. Esto solo indica que la producción artesanal era importante para los habitantes del centro político. En cuanto a esto, se debe resaltar que la producción artesanal en El Hatillo estuvo ampliamente distribuida entre todos los habitantes durante este periodo, mientras que la producción artesanal estuvo restringida y se encontraba ubicada en la proximidad de los sectores de élite en Barriles. Ello implica que la evidencia de Barriles estaba más fuertemente conectada con la diferenciación doméstica y el cambio social que la evidencia de El Hatillo.

 

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Barriles, río Chiriquí Viejo, Panamá (300 a.C. - 1420 d.C.)

 

Las tierras altas del río Chiriquí Viejo (Figura 1) se encuentran en el borde oriental del área cultural de la Gran Chiriquí, que incluye las montañas, llanuras y costas del sur de Costa Rica y el oeste de Panamá. Asimismo, las laderas volcánicas y ríos de aguas blancas del valle, crean un paisaje donde encontramos los suelos más productivos de todo Panamá, de hecho la mayoría de los cultivos de café y de ganaderías de ese país se concentran allí actualmente.

 

Los proyectos arqueológicos iniciales se enfocaron en la construcción de cronologías cerámicas (ver Haberland, 1968; Stirling, 1950), pero en la década de 1970 se realizaron investigaciones sistemáticas, cuando Olga Linares y el equipo del proyecto “Adaptive Radiations” estudiaron una región de 62 km2 y realizaron pequeñas excavaciones en dos sitios (Linares y Sheets, 1980; Linares, Sheets y Rosenthal, 1975; Shelton, 1984; Spang y Rosenthal, 1980). La zona de prospección incluye elevaciones entre 1200 y 2000 m s.n.m., estas tienen no menos de cuatro zonas microambientales, desde los bosques nubosos en las elevaciones más altas, hasta las llanuras volcánicas y áridas en el centro y la selva en su base. La información sugiere que, durante un período de aproximadamente 1500 años, grupos pequeños y dispersos que practicaban la horticultura (300 a.C.- 400 d.C.) reemplazaron a las poblaciones arcaicas, una transición que todavía no está clara (Dickau, 2005; Ranere, 1980). Hacia el final del Formativo (300-900 d.C.), o el período de Aguas Buenas, estas poblaciones dispersas se agruparon en unas pocas aldeas más grandes (Hoopes, 1996, 2005). Inmediatamente después de este período, las poblaciones del altiplano volvieron a tener asentamientos muy dispersos (900-1530 d.C.), algunos de los cuales, en la provincia de Veraguas, fueron descritos por los españoles como caseríos dispersos, situados al lado de las tierras que se cultivaban (Lothrop, 1963). Los niveles de población eran tan bajos y dispersos en los siglos siguientes, que algunos observadores creían que varias de las zonas altas estaban prácticamente despobladas (ver Gabb, 1875). La existencia de grandes aldeas era inusual debido a las tendencias observadas antes y después del Formativo.

 

Barriles fue una de las aldeas formativas y se encuentra en la esquina suroeste del área de estudio, en suelos muy productivos. El sitio se encuentra casi a un kilómetro del río Chiriquí Viejo, pero está vinculado al río por un afluente. Caminar desde este afluente al sitio es difícil y hay que subir una serie de terrazas naturales. El sitio es mucho más accesible al oeste, al sur y al este y está rodeado por una serie de cerros pequeños en varias direcciones que posiblemente podrían haber albergado atalayas o posiciones estratégicas. Varios kilómetros más allá, está la laguna Volcán donde el sedimento lacustre reveló evidencia de agricultura precolombina a través de la tala y la quema y la perturbación del bosque, desde aproximadamente 1000 a.C. a 1420 d.C., antes del cultivo intensivo de maíz (Behling, 2000). El sitio Barriles comenzó como un asentamiento disperso de varias casas, durante la fase Concepción (350 a.C. - d.C. 400), con una población aproximada de 25 a 75 personas. Observamos un cambio importante durante la primera fase Bugaba (300-600 d.C.), cuando la población residente en aproximadamente 32 hectáreas se estima que era de entre 250 a 500 individuos. En la fase tardía Bugaba (600-900 d.C.), la población aumentó entre 500 a 1000 personas, antes de declinar a entre 30 a 90 personas durante el período posterior, Chiriquí (800-1400 d.C.) (Palumbo, 2009).

 

Aunado a esto, en la vecindad se han registrado sitios aún más grandes (Linares et al., 1975; Linares y Sheets, 1980), pero Barriles fue el único que contaba con arquitectura pública, tumbas con lajas, estatuas y otras obras de piedra. Parte de la arquitectura descrita por Stirling (1950), particularmente una gran plataforma llena de cantos rodados y lajas rectangulares, ya no existía cuando Linares et al. (1975) realizaron su estudio. Barriles originalmente tuvo 14 estatuas de las cuales, la mayoría, presuntamente se encontraba cercana al único montículo sobreviviente en el sitio (Linares y Sheets, 1980; Stirling, 1950). Diez de estas estatuas representaban a individuos, mientras que las otras cuatro representaban a un individuo sentado sobre los hombros de otro personaje. Los cuatro individuos en la posición superior eran más gordos y altos, llevaban un collar, o tenían pequeñas cabezas humanas en sus manos (Vidal, 1993). Los hombres que los sostenían eran más flacos, más pequeños, estaban desnudos y, de vez en cuando, tenían la cara desfigurada. Las cuatro estatuas han sido descritas como representaciones gráficas de la jerarquía social, o al menos como versiones idealizadas de esta y, debido a ello, Barriles se ha visto como un centro político o ceremonial de algún tipo durante el Formativo (Drolet, 1988; Linares y Sheets, 1980; Palumbo, 2009; Stone, 1977). Mientras que en el estudio de Linares y colegas (1975) se sugiere la importancia de la guerra para el desarrollo de Barriles, esta propuesta entra en conflicto con el hecho que la posición de Barriles no es naturalmente defendible, pues hay muchos cerros pronunciados en esta área y el sitio se observa desde otros puntos en el Chiriquí Viejo. Esto no minimiza la importancia de la guerra entre grupos en tiempos precolombinos, pero sugiere que el conflicto no era de gran escala o lo suficientemente generalizado para fomentar cambios en los lugares residenciales.

 

 

Bolas, río Térraba, Costa Rica (300-1530 d.C.)

 

Bolas contiene monumentos mucho más visibles que Barriles, incluyendo docenas de montículos artificiales con muros y calzadas, grandes esferas de piedra y plataformas elevadas. El sitio fue ocupado durante los periodos Aguas Buenas y Chiriquí, pero los lugares cercanos también contienen componentes de la fase Sinancrá, del Formativo Temprano (Drolet, 1988). Una investigación exploratoria indica que el complejo de Bolas está organizado mínimamente en tres sectores con montículos. Estos sectores se encuentran en la cresta de una montaña, en un área de casi un kilómetro de longitud. Se estima que durante Aguas Buenas la población residencial era de al menos 3000 personas (Palumbo et al., 2017). Algunas estructuras individuales son discernibles y es evidente que algunos sectores estaban reservados para los enterramientos y otros para la ocupación. Se encontraron a lo largo del sitio 22 esferas de piedra tallada, pero muy pocas permanecen in situ (Quintanilla, 2007). Una prospección reveló la existencia de sitios pequeños y un sitio (Mosca) con montículos grandes y terrazas en una cresta vecina. La presencia de otros sitios con monumentos, arquitectura de piedra y terrazas distingue los asentamientos del río Térraba Media de los patrones del Chiriquí Viejo en Panamá.

 

Al igual que en Barriles, la ocupación fue organizada en barrios residenciales. En ambos centros del periodo Aguas Buenas, las muestras de artefactos revelaron una variedad de actividades económicas en cada grupo de residentes, incluyendo la producción de herramientas de piedra y el procesamiento de alimentos. Las categorías de artefactos fueron similares en toda la aldea, pero algunas tienen una mayor proporción de tiestos decorados y fragmentos de vasijas utilizadas para servir alimentos, mientras que otros contienen una mayor proporción de fragmentos asociados con la fabricación de hachas y otros artefactos líticos. La identificación de distintas colecciones de artefactos sugiere que había una diferenciación emergente entre los habitantes de la aldea durante Aguas Buenas. Algunas de estas diferencias iniciales son sugerentes respecto a rango social (por ejemplo, consumo de cerámicas poco comunes, mayor diversidad y cantidad de artefactos) y otras sugieren aspectos de especialización artesanal (por ejemplo, la fabricación de hachas). Esto representó un cambio dramático respecto a los períodos anteriores, donde la evidencia de actividades de especialistas y de jerarquía social no existe. Ya que no hay excavaciones funerarias en Bolas y solo unas pocas en Barriles (Stirling, 1950), no es posible vincular la evidencia de sepulturas a la variación identificada en conjuntos de artefactos domésticos en los sitios del periodo Chiriquí, como Murciélago (Drolet, 1983, 1988, 1992) y Rivas (Frost, 2009; Quilter, 2004).

 

 

El Hatillo, río Parita, Panamá (200 a.C. – 1530 d.C.)

 

La secuencia del río Parita inició con la fase La Mula (200 a.C. - 250 d.C.), de hecho, La Mula-Sarigua es una de las aldeas más grandes y tempranas en el sur de América Central (Hansell, 1987, 1988; Ranere y Hansell, 1978). Haller (2008) ha argumentado que la población de La Mula estaba poco integrada dentro de su área de estudio. La concentración demográfica en La Mula-Sarigua representa la agregación de poblaciones en una zona costera con abundantes talleres de piedra. Después del abandono de La Mula-Sarigua, durante la fase Tonosí (250-550 d.C.), la población se centralizó alrededor de la aldea de El Hatillo (también conocido como He-4 ó Finca Juan Calderón), situada en una locación algo apartada del río Parita y lejos de los mejores suelos para la producción agrícola (Haller, 2008). El área de estudio estuvo socialmente bien integrada en la fase Cubitá (500-700 d.C.) y se mantuvo así durante el siguiente milenio, lo que representa el cacicazgo más durable y más estable conocido y que puede ser investigado en la región. El centro regional de El Hatillo se convirtió en un pueblo (Locascio, 2010; Menzies, 2009) con presencia de montículos con entierros, tanto suntuosos, como modestos (Biese, 1967; Bull, 1965; Ladd, 1964; Mitchell y Acker, 1961). Haller (2008) observó que El Hatillo y otros sitios de gran tamaño fueron los únicos que contenían preformas de hachas de piedra y el tema de especialización artesanal y su vínculo con complejidad social ha sido explorado en este asentamiento desde entonces (Locascio, 2010; Menzies, 2009). Una situación algo similar pudo haber existido en la región de La Villa al sur, donde se argumentó que las actividades funerarias y la producción de ornamentos de concha están asociadas con la ascendencia política de Cerro Juan Díaz (Isaza, 2007; Mayo, 2004; Mayo y Cooke, 2004).

 

Las investigaciones realizadas en El Hatillo, en el centro de Panamá, incorporan perspectivas de aldea o comunidad (Menzies, 2009) y de unidades domésticas (Locascio, 2010). Estas investigaciones se basaron en el trabajo regional ya descrito de Haller (2008), el cual documentó que El Hatillo se convirtió en un centro político y principal dentro de la jerarquía de asentamientos en el río Parita. Esto ocurrió dentro de un patrón de asentamiento que incluía pequeñas aldeas, caseríos y residencias aisladas, las cuales se agregaron alrededor de un centro, después del 500 d.C. El Hatillo creció de una residencia aislada en la fase La Mula, a un pueblo de aproximadamente 300 habitantes (Menzies, 2009), durante la fase Hatillo (1300-1522 d.C.). Estimaciones de población por tamaño de asentamiento y por fase indican que las unidades domésticas estaban espaciadas regularmente entre 20 y 40 metros de su vecino más cercano y, con la excepción de un área densamente ocupada al lado de un montículo que sirvió como complejo mortuorio, la densidad residencial era relativamente uniforme y no se agrupó en barrios. Utilizando colecciones de artefactos encontrados en los diferentes sectores del sitio, la identificación de unidades domésticas fue una tarea difícil en la investigación de Menzies (2009). Sin embargo, la ocupación residencial en estas áreas fue confirmada en gran parte por el estudio de Locascio (2010), que documentó numerosos rasgos domésticos y materiales en los basureros. Los artefactos asociados a riqueza y estatus incluyeron fragmentos policromos y formas de vasijas poco comunes.

 

 

El Venado, valle de Samacá, Colombia (800-1600 d.C.)

 

La investigación de unidades domésticas en el sitio Muisca de El Venado, en el valle de Samacá en Colombia (Boada, 2007), se realizó sin un conocimiento preciso del contexto regional, de tal manera que se concluyó que su contextualización local se hizo a través de analogías con los valles cercanos de Fúquene (Langebaek, 1995) y Leyva (Langebaek, 2001). Aunque no podemos cuantificar los grados de integración regional o centralización demográfica, el surgimiento de las aldeas inició antes del período Muisca Temprano (1000-1300 d.C.). Boada (2007) estima que la población residencial de El Venado durante la fase Herrera Tardía (800-1000 d.C.) era entre 25 y 55 personas y la secuencia inició con evidencia de diferenciación social en el tratamiento de los enterramientos. El sitio se convirtió en una aldea de 9,7 hectáreas entre la fase Herrera Tardía y la Muisca Temprana y contenía entre 35 hasta 70 individuos (Boada, 2007). En la fase Muisca Tardía (1300-1600 d.C.), la aldea creció gradualmente a 14,4 hectáreas, con una población de 52 a 105 individuos (Boada, 2007). A través de las tres fases, la población no se dispersó uniformemente, sino más bien estuvo organizada en barrios discretos que contenían estructuras distribuidas alrededor de patios pequeños (Boada, 2007). Casas separadas en la comunidad de El Venado fueron identificadas por Boada (2007) sobre la base de densidades elevadas de artefactos, huellas de postes, entierros y otros rasgos identificados, usando colecciones de artefactos halladas en superficie y en excavaciones. Su muestra incluye 11 casas de la fase Herrera Tardía, 14 de la fase Muisca Temprana y 21 de la fase Muisca Tardía. Boada (2007) asoció actividades de producción textil con la acumulación de riqueza; la presencia de tiestos y artefactos para actividades de tejido en la basura doméstica refleja esas especializaciones. Otros elementos adicionales de riqueza considerados por Boada (2007) incluyen tiestos decorados, artefactos foráneos, artículos de oro y piedra pulida. Los dos últimos tipos de artefactos fueron frecuentemente hallados en enterramientos, en lugar de basureros. Veinticuatro entierros pudieron ser correlacionados con unidades domésticas individuales, a través de las tres fases.

 

 

Resultados

 

Barriles

 

Durante el periodo Aguas Buenas, Barriles pasó de ser un grupo de unidades domésticas a una aldea grande. Durante esta transición hay dos actividades generales que son evidentes en los basurales domésticos: el servicio de alimentos y de bebidas y la producción de herramientas de piedra. Estos componen dos elementos que promueven la centralización inicial de la población del valle y la formación de las primeras aldeas en la región. Durante la parte tardía de Aguas Buenas (o fase Bugaba Tardía), es cuando tenemos la mejor evidencia de jerarquía de asentamientos (Palumbo, 2009). Por lo tanto, el rango social se relaciona más fuertemente con las actividades de preparación y servicio de alimentos y estas actividades distinguen a Barriles de los otros sitios, los cuales presentan proporciones mucho más bajas de este tipo de evidencia. La producción de herramientas de piedra se llevó a cabo, en gran parte, en la aldea de Pitti-González, en el extremo opuesto del valle (Palumbo, 2009). Durante esta fase, la intensidad y la escala de la producción artesanal en Barriles se mantuvo relativamente modesta; se encontró una proporción de 90 artefactos de artesanía (e.g. cerámica decorada, hachas pulidas) de cada 10000 tiestos identificables (0,9%). El rango social, que se asocia con concentraciones de cerámica altamente decorada, se expresó de manera similar en formas sutiles durante la fase Aguas Buenas, con entre 182 a 227 artefactos por cada 10000 tiestos. Una ocupación breve continuó en el período Chiriquí (900-1530 d.C.), pero la evidencia es tan efímera en Barriles que no podemos calcular las proporciones con ningún nivel de confianza.

 

La identificación de artefactos foráneos es problemática en Chiriquí Viejo, en relación con esto, Palumbo (2009) originalmente concluyó que había pocos o ningún artefacto de este tipo en la secuencia de Barriles. Una investigación reciente de las fuentes de una muestra de artefactos de basalto en Barriles, sugiere que aproximadamente 14,3% ± 13,6% (al nivel de confianza del 95%) del total de artefactos son foráneos (Palumbo, Golitko, Christensen y Tietzer, 2015). Además, Haberland (1976) inicialmente sospechó que los tiestos de Tarragó Galleta eran foráneos en Chiriquí Viejo, pero no se han realizado estudios para afirmar o refutar este punto. Suponiendo que la cerámica Tarragó Galleta fuera efectivamente producida fuera de la región, se llega a una estimación aproximada de 81 artefactos foráneos por cada 10000. Todavía no contamos con el nivel de detalle para identificar claramente las “casas” en Aguas Buenas, pero las unidades de excavación detectaron múltiples basureros domésticos, muchos de los cuales tenían componentes de Bugaba Temprana y Tardía, lo cual permite una discusión preliminar del cambio doméstico.

 

 

Bolas

 

Bolas representa un caso muy preliminar. El sitio fue investigado por Palumbo, Brodie, Locascio, Buckley y Corrales (2013), usando muestras sistemáticas y no sistemáticas. Una prospección sistemática se realizó en el 2016 pero los datos solamente fueron publicados en un informe en ese momento (Palumbo et al., 2017). El estudio original identificó tres sectores residenciales con pequeños montículos. Dado que Bolas es otro sitio Aguas Buenas, la identificación de riqueza y de artesanía se realizó utilizando el mismo tipo de evidencia que Barriles. La muestra de Bolas contenía 167 artefactos del estatus elevado, por cada 10000 tiestos, una similitud con Barriles, no obstante, 933 artefactos de artesanía por 10000 tiestos es una gran diferencia. La gran cantidad de artículos de artesanía contiene en gran parte amplias hachas de piedra, así como núcleos y lascas corticales en dos de los tres sectores residenciales. Debido a la ubicación del sitio en una cresta de montaña, una posición muy defendible, se sospecha que el papel de la guerra era importante en la secuencia de Bolas. La identificación de los elementos foráneos es particularmente difícil en esta región, ya que no conocemos detalladamente la procedencia de los varios tipos cerámicos. Igualmente, la muestra de cerámica y lítica es de muy mala calidad, por lo que es probable que se produjera localmente y, por lo tanto, la evidencia sugiere tentativamente no más de 50 artefactos por 10000 tiestos (similar a Barriles).

 

La delimitación de barrios individuales no es posible en Bolas y, aunque hay sectores que probablemente representan las áreas de mayor densidad de ocupación, no se ha realizado aún investigaciones entre esas concentraciones. Por lo tanto, nuestros cálculos no se basan en unidades arqueológicas bien definidas. Lo más que podemos hacer para investigar la organización doméstica en Bolas es comparar y contrastar grupos de muestras de artefactos en los tres sectores. Solamente una “casa” potencial fue parcialmente excavada en Bolas, representada por un montículo pequeño (2,2 metros de altura) con una serie de pisos de tierra superpuestos, muros de piedra y materiales dispersos en la superficie. Al comparar proporciones usando pruebas de t entre las excavaciones del montículo y otros sectores de Bolas (Brodie, Palumbo y Corrales, 2016), los resultados indicaron que no hay diferencias confiables en la distribución de los tiestos decorados (p = 0,95) o en la presencia de tiestos de Bugaba Grabado, una cerámica muy decorativa, más rara y de una producción más abundante (p = 0,97). Esta área incluía muestras con proporciones elevadas de evidencia por la producción de lítica (p = 0,03), hachas (p = 0,06) y otras herramientas de piedra tallada (p = 0,03).

 

Si contrastamos los sectores, no encontramos diferencias en las proporciones de varios tipos de cerámica (valores de p van desde 0,43 hasta 0,66 dependiendo de la comparación específica). La única diferencia notable es que los sectores más monumentales contienen 38% más fragmentos de cuencos que otros (p <0,01). Las proporciones de varios artefactos líticos son elevadas en los sectores monumentales cuando examinamos lascas y núcleos (p = 0,06), hachas (p = 0,01) y otras herramientas de piedra tallada (p = 0,01). La evidencia vinculada a diferencias en estatus es muy sutil en Bolas, pero es importante recordar que hay variaciones claras en concentraciones de artefactos y características de arquitectura en el sitio y la variabilidad potencial entre unidades domésticas se promedia cuando usamos grupos residenciales como el barrio o el sector. Este punto sugiere la necesidad de realizar investigaciones con una capacidad de muestrear adecuadamente y comparar los casos para evaluar el rango de diferenciación social o artesanal.

 

 

El Hatillo

 

Es durante las fases Cubita y Conté (550-900 d.C.) que se observan diferencias de riqueza en conjuntos de artefactos domésticos en El Hatillo, donde la desigualdad social se expresó de manera modesta. Para el análisis de este aspecto social, los investigadores usualmente recurren a la cuantificación de tiestos policromos, los cuales son muy comunes en los basureros precolombinos. La proporción de estos materiales es de 91 artefactos por cada 10000 tiestos durante la fase Cubitá, 836 para la fase Conté, 853 durante la fase Macaracas y 4123 durante las fases Parita y El Hatillo. Si se omite las policromías y se usan solamente las cerámicas decoradas y monocromáticas, estas proporciones son 91, 166, 158 y 576, respectivamente. Cálculos similares utilizando artefactos relacionados con producción artesanal, han indicado que las fases Cubitá y Conté tuvieron aproximadamente 91 y 166 artefactos de por 10000 tiestos, mientras que las tres últimas fases producen colectivamente estimaciones mucho más altas, del orden de 438 artículos de por 10000 tiestos, indicando que la contribución de producción artesanal fue más importante al final de la secuencia.

 

Las diferencias de riqueza observadas en El Hatillo se basaron, en gran medida, en el consumo diferencial de formas de vasijas escasas, especialmente vasijas asociadas con actividades para servir alimentos y bebidas y que se encontraban generalmente próximas a los montículos funerarios en el sitio. Las proporciones relativamente bajas de estatus y de producción artesanal observadas antes de la fase Macaracas prestan apoyo a las opiniones de Menzies (2009) y Locascio (2010), quienes argumentaron que la jerarquía social estuvo originalmente vinculada a las actividades ceremoniales, particularmente aquellas que acompañaron rituales funerarios, y a la conmemoración de personajes importantes (Locascio, 2010; Menzies, 2009). El desarrollo de las distinciones de estatus y ocupación después de la fase Macaracas indican un cambio en la expresión de la diferenciación social y de la jerarquía, hacia una combinación más fuerte de la participación ceremonial y el consumo de la riqueza, el comercio y el consumo de hachas de piedra (Haller, 2004; Menzies, 2009).

 

En El Hatillo, la identificación de artefactos foráneos está en una etapa preliminar. Haller (2004, 2008) sostuvo que muchas de las hachas y preformas fueron importadas a la región de Parita desde la cordillera central ubicada al oeste. Mayo (2007), en sus prospecciones, ha identificado probables minas en la cordillera. Aquí se supone que las hachas y los fragmentos de hachas son foráneos (ver Griggs [2005]). Además, los investigadores a veces sospechan que la cerámica “Pasta Beige” es también foránea (aunque probablemente sea de Azuero). Pero los números exactos no están disponibles. Por lo tanto, la estimación de artefactos foráneos es baja. Sin embargo, los patrones residenciales en El Hatillo sugieren que la economía política no estuvo fuertemente orientada al intercambio en cualquiera de las fases.

 

 

El Venado

 

Las fuentes etnohistóricas indican que el intercambio a larga distancia ocupó un papel importante en las economías políticas de la época de contacto entre los españoles y los cacicazgos Muiscas (Langebaek, 1995). Los contextos domésticos de El Venado sugirieron que la interacción a larga distancia era relativamente abundante en esta región, en comparación con los otros casos arqueológicos que se han presentado. Por cada 10000 tiestos de la fase Herrera Tardía se encontron 354 artefactos foráneos y para la fase Muisca Temprana 196 artefactos foráneos fueron recuperados por cada 10000 tiestos. Esta relación se estableció en 246 artefactos foráneos durante la Muisca Tardía, de igual manera, por cada 10000 artefactos. Sin embargo, no hay clara evidencia que apoye un escenario donde la élite controlara todos estos bienes. Los artefactos foráneos se distribuyeron ampliamente entre las unidades domésticas de El Venado, lo que sugiere que los habitantes tal vez recibieron los bienes a través de intercambios recíprocos con las élites, o que el acceso a las redes de comercio era mucho más negociable de lo que las analogías etnohistóricas sugieren. Barriles y El Hatillo se desarrollaban desde pequeñas aldeas a grandes centros políticos. El Venado fue probablemente siempre un asentamiento cacical (Boada, 2007).

 

Mientras las variedades previas de rango social se han asociado con el patrocinio de fiestas ceremoniales, en esta última fase Boada (2007) señala que las élites estuvieron más claramente relacionadas con la producción, la acumulación y el consumo de la riqueza, tal como textiles finos y adornos de oro. Algunos artefactos de estatus (por ejemplo, tiestos decorados y cerámica escasa) se recuperaron en El Venado, pero estaban más restringidos a los barrios de élite. Mientras que algunos artículos de artesanía son identificables (nos falta información acerca de la lítica) estos también se restringieron a barrios de élite en la fase Muisca Tardía.

 

 

Discusión

 

Los cuatro ejemplos examinados fueron poblaciones de estirpe Chibcha. Una perspectiva hacia la homogeneidad dirigiría nuestra atención hacia las similitudes artísticas generalizadas y a la posibilidad de que otros aspectos de la organización social fueran más comunes. Pero nuestra comparación apoya una perspectiva de diversidad, tal y como lo indican las notables diferencias en la organización doméstica entre los ejemplos expuestos. Por ejemplo, Barriles y Bolas están en la misma área cultural (Gran Chiriquí), se ubican aproximadamente en el mismo período y tienen, en su mayoría, los mismos tipos de artefactos, igualmente, ambos casos exhibieron bajos grados de desigualdad social y una participación mínima en el intercambio interregional. Sin embargo, Bolas exhibió la más alta proporción de producción artesanal en la muestra (particularmente hachas de piedra), se ubica en una zona de suelos pobres para la producción agrícola y tiene un énfasis mucho más fuerte en la arquitectura que Barriles. Barriles, por contraste, tiene evidencia más clara de actividades ceremoniales y festividades. La organización en Bolas también sugiere la importancia de la guerra, pero el papel de esta no está claro en Barriles. Tenemos una combinación de similitudes y diferencias claras entre los dos casos y las diferencias son significativas, ya que los centros están en la misma tradición histórico-cultural.

 

De nuevo encontramos casos claros de diversidad cuando contrastamos los dos ejemplos de Gran Chiriquí con El Hatillo y El Venado. En estos dos observamos centros políticos en su apogeo, pero con expresiones más fuertes de la desigualdad social. En El Hatillo, el desarrollo de esta desigualdad fue precedido por períodos que eran una reminiscencia de los ejemplos de la Gran Chiriquí (bajas desigualdades) pero sin el énfasis correspondiente en la producción o en la reparación de las herramientas de piedra. El Venado ofrece una imagen similar, pero a diferencia de los tres ejemplos anteriores, aquí yace la evidencia más clara de una participación activa en el intercambio interregional. Distinciones en el estatus doméstico, la producción artesanal y el intercambio, sugieren que estos casos divergieron significativamente con el tiempo y llegaron a asumir formas únicas.

 

Sin embargo, algunas similitudes notables se pueden identificar. Cuando estudiamos la información diacrónica, parece que las desigualdades sociales se han desarrollado en gran, y parte por primera vez, a partir de actividades ceremoniales y festivas. Sólo más tarde en cada secuencia comienza a ser más importante la participación en actividades que podríamos describir como de índole económica, tales como la producción artesanal o el intercambio. Esto ocurre en gran parte durante el primer milenio después de Cristo, pero no exactamente en el período 300 a 600 d.C. que Hoopes (2005) examina. Es interesante analizar el caso de El Hatillo para demostrar este punto, dado que es una de las regiones más estudiadas en nuestra comparación. Durante condiciones de relativa dispersión demográfica regional, asociada a los períodos Cubita y Conté (550-900 d.C.), muchos de los habitantes de El Hatillo participaron en la celebración de fiestas comunales y la evidencia arqueológica estaba asociada con diferenciación social y ocupacional, pero esta distinción estaba aun débilmente desarrollada y era bastante sutil. Con el tiempo, las actividades ceremoniales estuvieron controladas por unas pocas unidades domésticas y cada vez más se convertían en producciones más lujosas (Locascio, 2010). Estos cambios corresponden con la centralización de la población dentro y alrededor de El Hatillo, la cual aumentó inicialmente durante el período Macaracas (900-1100 d.C.). Durante esta época y, posteriormente, durante la secuencia, la evidencia de desigualdades sociales entre grupos domésticos se volvió cada más pronunciada y ella sugiere que las élites pudieron haber influenciado formas particulares de especialización artesanal.

 

En el río Parita, la evidencia indica que la densidad de población regional fue baja y los asentamientos estuvieron ubicados a lo largo y ancho del valle. Esas condiciones ejercieron limitaciones efectivas sobre las capacidades de las “élites emergentes” para intensificar la producción, consumir riqueza o para controlar el intercambio y ofrecieron pocas oportunidades para interactuar con poblaciones dispersas, asimismo, el medio ambiente ofreció tipos de suelos relativamente productivos y poco riesgo agrícola. Dado que las poblaciones se mantuvieron por debajo de la capacidad de la región (Haller, 2008), los agricultores probablemente no estaban socialmente circunscriptos. Las interacciones entre las élites emergentes y el resto de la población se organizaron principalmente a través de festividades modestas y compartidas. Estas festividades se volvieron cada vez más elaboradas y habituales y tuvieron un carácter restringido y monopolizado espacialmente. Las ceremonias atrajeron cada vez más visitantes y habitantes y contribuyeron a la centralización de las poblaciones regionales. La centralización fue una nueva condición creada por más habitantes que ofrecían posibilidades para interacciones sociales más frecuentes y asociadas con el consumo de riqueza, de propaganda ceremonial, especialización económica y la evolución de las relaciones interdependientes entre unidades domésticas. En los tres últimos periodos de la secuencia, las unidades domésticas de la élite organizaron casi exclusivamente todas las fiestas ceremoniales y tenían un papel en la producción de hachas de piedra. Por lo tanto, el cambio social evidente en El Hatillo nos muestra de qué manera un centro político se ve condicionado, pero no determinado, por los contextos demográficos y del medio ambiente. Probablemente podríamos escribir una narrativa muy general para otros ejemplos que compartan una historia similar hasta algún punto en el primer milenio d.C., cuando las diferentes economías políticas dirigieron las secuencias en direcciones independientes. Nuestra imagen de estas divergencias y direcciones permanece muy preliminar y superficial y no explica por qué la evolución cultural fue modelada en formas particulares, pero la promesa de una investigación comparativa y a partir de la integración de múltiples escalas de análisis (perspectivas regionales y de unidades domésticas) puede revolucionar nuestro conocimiento en el futuro.

 

Comentario Final

 

Este trabajo inició con el contraste de dos tradiciones interpretativas en el Área Istmo-Colombiana, por un lado, teníamos una perspectiva de homogeneidad social (o “unidad difusa”) y, por otro, una perspectiva desde la diversidad. Examinamos la organización interna de los centros políticos con un interés de evaluar si las similitudes o las diferencias en las prácticas o actividades domésticas son identificables y este estudio encuentra puntos de valor en cada perspectiva. La comparación de cuatro casos confirma la importancia del aspecto ceremonial e ideológico para el desarrollo de desigualdades sociales durante el primer milenio d.C. Sin embargo, esta comparación refuta la sospecha de que los centros políticos hicieron actividades similares. Las economías políticas en cada centro político se organizaron de maneras muy diferentes y, por lo tanto, cada uno representa su propia trayectoria de cambio social, independientemente de sistemas de creencias o ascendencias comunes. Si cada centro comparte un ancestro común que puediera ser identificado usando evidencia genética y lingüística, entonces el Área Istmo-Colombiana presenta un particular ejemplo de evolución divergente. De este modo, podemos mantener una filiación cultural relativamente constante en nuestras comparaciones y, al mismo tiempo, examinar en detalle cómo los medios ambientes u otros factores específicos como la ceremonia, la guerra o el intercambio, desarrollaron patrones de cambio político en el Área Istmo-Colombiana.

 

Dicha área presenta una base común ancestral, sin muchas intrusiones de Mesoamérica, lo cual hace que nos brinde una excelente oportunidad para evaluar los factores asociados con los cambios sociales que produjeron las diferencias entre las secuencias de la región (Cooke, 2016; Cooke y Ranere, 1992; Corrales, 2016; Hoopes, 1992). En algunos casos, los cambios se asocian a sociedades jerarquías, en otros, con sociedades sin evidencia de mucha complejidad. Las diferencias pueden ser el resultado de adaptaciones ecológicas (e.g., Linares y Ranere, 1980) o a formas de interacción diferentes, tales como intercambios culturales o guerras, o tal vez una combinación de muchos factores. No obstante, nuestro entendimiento es muy básico en muchas regiones y hay pocos datos sobre los tamaños de unidades políticas en el pasado, las concentraciones de poblaciones en una escala regional, la diferenciación dentro de las aldeas, o por qué ocurrían los cambios sociales a través de tiempo. Sin embargo, la combinación de estudios arqueológicos, ecológicos, genéticos y otros, sugiere que el área tiene características filogenéticas con evidencia de una diversidad de culturas con ascendencia común. Dado que una meta central de la antropología es entender las similitudes y las diferencias entre las sociedades en el presente y pasado, el Área Istmo-Colombiana está en una buena posición para ofrecer una perspectiva comparativa y aportar a nuestro conocimiento en las décadas que vienen.

 

 

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Cuadernos de Antropología

Julio-Diciembre 2018, 28(2)

DOI: 10.15517/cat.v28i2.33922

Recibido: 19-09-2017 / Aceptado: 29/09/2017

 

Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas

Centro de Investigaciones Antropológicas, Escuela de Antropología, Universidad de Costa Rica

ISSN 2215-356X

 

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